Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 28

LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTES DE LA VIDA CRISTIANA

(2)

  Lectura bíblica: Fil. 4:5-9

  En el mensaje anterior comenzamos a ver algunas de las características excelentes de la vida cristiana. Mencionamos que Filipenses 4:5-9 presenta varias de las características de una persona que vive a Cristo. Los versículos 5 y 6 revelan que tal persona es comprensiva con los demás y que vive sin ansiedad. En este mensaje daremos continuación al mensaje anterior, y hablaremos de seis aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo.

III. LO DEMAS

  Pablo enumera estos seis aspectos en el versículo 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, a esto estad atentos”.

A. Todo lo que es verdadero

  “Todo lo que es verdadero” es el primer aspecto que rige a una persona que vive a Cristo. Aquí la palabra “verdadero” denota veracidad moral; no significa verdadero en hecho. Una persona que vive a Cristo no puede ser falsa ni mentirosa. Todo lo que hagamos o digamos debe ser verdadero. Ninguno que realmente vive a Cristo debe practicar la falsedad en ninguna de sus formas. En conclusión, una persona que vive a Cristo debe ser veraz.

B. Todo lo honorable

  “Todo lo honorable” es el segundo aspecto. La palabra griega traducida “honorable” significa venerable, digno de reverencia, noble y serio (1 Ti. 3:8, 11; Tit. 2:2); evoca la idea de dignidad, lo cual inspira y produce reverencia. Un creyente que vive a Cristo es honorable, noble, moderado, serio, e inspira respeto y admiración.

  No pensemos que sólo las personas de edad son honorables. También los jóvenes y aun los adolescentes deberían inspirar respeto. Incluso un hermano joven debería conservar su dignidad en la escuela, porque Dios mora dentro de él. Puesto que es un vaso que contiene a Dios, Dios mismo es su valor, honor y dignidad.

  Actuar con dignidad no quiere decir darse importancia, sino vivir a Dios. Por ejemplo, un cofre tiene valor únicamente si contiene una joya, pues ésta es la que le da el valor. Del mismo modo, nosotros, como vasos que contienen a Cristo, tenemos la verdadera dignidad cuando vivimos a Cristo. De esta manera, cuando los demás observen nuestra conducta, sentirán un profundo respeto por nosotros. La palabra griega traducida “honorable” implica profundo respeto. Este es el segundo aspecto que rige a una persona que vive a Cristo.

C. Todo lo justo

  En el versículo 8, Pablo menciona también “todo lo justo”, lo cual tiene el sentido de rectitud, no de equidad. Se refiere a lo que es justo delante de Dios y de los hombres. Actuar correctamente es otro aspecto que rige a un creyente que vive a Cristo.

D. Todo lo puro

  Ser puro es ser sencillo en intención y acción, sin ninguna contaminación. Por ende, ser puro significa estar libre de toda pretensión. La pureza también forma parte de los aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo.

E. Todo lo amable

  “Todo lo amable” constituye otro aspecto que debe gobernarnos. La palabra “amable” significa digno de ser amado, agradable, querido.

F. Todo lo que es de buen nombre

  Pablo añade también a la lista: “Todo lo que es de buen nombre”. Esto se refiere a lo que tiene buena reputación, a lo que es atractivo, encantador y cortés. En griego, esta expresión significa “lo que suena bien”.

  En el versículo 8, Pablo no habla de la bondad, de la paciencia ni de la santidad, sino que menciona seis expresiones que constituyen los aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo. Si vivimos a Cristo, nuestra vida seguramente expresará estas características. Por otra parte, no seremos falsos ni haremos nada con ligereza, sino que en todo seremos honorables, puros, correctos y amables, y todo lo que hagamos será de buen nombre. De entre todas las virtudes cristianas que existen, Pablo sólo seleccionó estas seis como aspectos que deben regirnos.

  Aquí, quisiera hacer notar que todas las virtudes humanas fueron creadas por Dios y que, según Génesis 1:26, el hombre fue creado a la imagen de Dios. Nuestras virtudes humanas fueron creadas como un vaso para contener las virtudes divinas, al igual que un guante fue diseñado a la imagen de la mano para contener la mano. Ya que la Biblia revela que Cristo es la imagen de Dios (Col. 1:15; 2 Co. 4:4), el hecho de que el hombre fuera creado a Su imagen, significa que fue creado según la forma de Cristo. El hombre fue creado conforme a Cristo, con el fin de contenerlo y expresarlo. Tal como un guante tiene la forma de la mano con el fin de contenerla, asimismo Dios formó al hombre según el molde de Cristo. Por eso, cuando Cristo entra en una persona, ésta viene a ser el vaso que lo contiene.

  En Romanos 9 vemos que somos vasos creados para contener la gloria de Dios. La gloria de Dios denota la expresión de Dios, la cual es Cristo mismo. Las virtudes humanas, tales como la veracidad, dignidad, pureza y belleza tienen que ver con el hecho de que el hombre fue creado como un vaso para contener a Cristo como la realidad.

  Basándonos en la declaración de Pablo, que dice: “Para mí el vivir es Cristo” (1:21), podemos afirmar con toda certeza que las virtudes que se enumeran en 4:8, son las características de un creyente que vive a Cristo. Puesto que Pablo mismo vivía a Cristo, no exhortaría a los santos a vivir otra cosa que no fuese Cristo. Por consiguiente, las virtudes de 4:8 deben ser la manifestación de la realidad que él mismo y otros santos vivían. Esta realidad era Cristo mismo.

  Además, el capítulo dos revela que Cristo es nuestro modelo, y el capítulo tres nos enseña a seguir en pos de El para ganarlo. Hemos visto que Pablo estimó todo por basura, a fin de ganar a Cristo. ¿Cómo entonces podría él, en el capítulo cuatro, elevar las virtudes humanas a un nivel superior? Esto nos da otro indicio de que no podemos considerar que las virtudes mencionadas en este capítulo son algo aparte de Cristo; por el contrario, dichas virtudes son la manifestación de Cristo mismo, a quien los creyentes viven.

  Si examinamos cuidadosamente las virtudes enumeradas en 4:8, confesaremos que por nosotros mismos somos incapaces de llevar una vida tan elevada. Ciertamente las enseñanzas éticas de Confucio son elevadas, pero todavía están por debajo de las instrucciones que Pablo da en Filipenses. Estudié un escrito de Confucio titulado The Highest Learning [La enseñanza más elevada], pero no se compara con las virtudes mencionadas por Pablo. Por nosotros mismos somos incapaces de llevar una vida con tales características. Por consiguiente, debemos prestar atención a lo que Pablo declara en 4:13: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Cada una de las virtudes mencionadas en 4:8 son la expresión de Cristo, en quien Pablo podía hacerlo todo. Basándonos en el contexto de Filipenses, podemos afirmar que las seis virtudes incluidas en este versículo constituyen las características de un creyente que vive a Cristo. No se trata de simples virtudes humanas, ni de las virtudes producidas por las enseñanzas de Confucio. Más bien, dichas virtudes son la expresión del propio Cristo, a quien vivimos.

G. Si hay virtud alguna, si alguna alabanza

  Al final del versículo 8 Pablo cambia un poco la manera en que escribe y exclama: “Si hay virtud alguna, si alguna alabanza”. La palabra griega traducida “virtud” significa excelencia, es decir, energía moral expresada en una acción vigorosa. La alabanza se refiere a las cosas que son dignas de alabanza, la cual acompaña siempre a la virtud. Los primeros seis puntos de este versículo empiezan con la frase “todo lo que es”, y los últimos dos, comienzan con la expresión “si hay alguna”. Esto indica que los últimos dos aspectos son un resumen de los primeros seis, en los que hay algo de virtud o excelencia y algo digno de alabanza.

  La virtud y la alabanza no son dos cualidades adicionales, sino más bien aspectos de las seis cualidades ya mencionadas. La palabra virtud es un término general y no una cualidad específica, es decir, que la virtud se halla presente en cada una de las seis características de la vida cristiana, las cuales son: todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, y de buen nombre. Lo mismo se aplica a la palabra alabanza, es decir, que en cada uno de los seis aspectos de la vida cristiana encontramos algo digno de alabanza.

  ¡Cuán excelentes son las características de una persona que vive a Cristo! Las seis cualidades mencionadas en el versículo 8 son ciertamente las características más sobresalientes de la vida cristiana. Es excelente ser verdadero, honorable, recto, puro, amable y de buen nombre. Además, en cada uno de estos aspectos excelentes, hay algo de virtud y algo digno de alabanza. Debemos estar atentos a todas estas cosas, es decir, pensar en ellas y tenerlas en consideración.

IV. LO QUE HEMOS APRENDIDO, RECIBIDO, OIDO Y VISTO EN EL APOSTOL

  En el versículo 9 Pablo concluye con estas palabras: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto poned en práctica”. Los creyentes no sólo debían pensar en las cosas mencionadas en el versículo 8, sino que también debían poner en práctica lo que habían aprendido, recibido, oído y visto en el apóstol. En la vida de Pablo ciertamente se manifestaban todas y cada una de las características mencionadas en el versículo 8. Los creyentes habían aprendido, recibido y oído estas cosas de él y también las habían visto en su persona. Por esta razón, Pablo los exhortó a que lo siguieran y practicaran las mismas cosas que él.

  El versículo 9 concluye así: “Y el Dios de paz estará con vosotros”. Esto es tanto una bendición como una promesa. El Dios de paz es el origen de todo lo mencionado en los versículos 8 y 9. Como resultado de nuestra comunión con El y de tenerle en nosotros, todas estas virtudes brotarán en nuestra vida.

  En el versículo 7 Pablo habla de la paz de Dios, y en el versículo 9 se refiere al Dios de paz. Primero él dice que la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos, y luego, que el mismo Dios de paz estará con nosotros. En realidad, la paz de Dios y el Dios de paz son uno. Cuando Dios está con nosotros, la paz también nos acompaña. La paz que disfrutamos es en realidad Dios mismo. Si deseamos disfrutar al Dios de paz, necesitamos orar para estar en comunión con El.

  Sin estos versículos de Filipenses 4, los cuales exhiben las características de una persona que vive a Cristo, no sabríamos qué clase de vida deberíamos llevar para vivir a Cristo. El propio Señor Jesús estableció el modelo de esta vida durante los años que vivió en la tierra. Si leemos atentamente los evangelios, descubriremos que el Señor vivió absolutamente fuera de la esfera de la religión, la cultura y la filosofía. Aparte de El, nadie jamás ha llevado una vida tan pura y tan libre de la influencia de la religión, de la cultura y de la filosofía. La vida que el Señor llevó estaba totalmente ocupada por el Padre. En El no se hallaba el elemento de la religión, de la cultura, de la filosofía, ni el de las costumbres y las tradiciones. En Su alma, es decir, en Su mente, Su parte emotiva y Su voluntad, no había cabida para la religión, la cultura ni la filosofía. Dios el Padre había tomado posesión de todo Su ser. Por consiguiente, el Señor podía llevar una vida libre de toda influencia religiosa, cultural y filosófica. Su vida expresaba plenamente la vida divina. Es por eso que pudo exclamar: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9), y, “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí; El hace Sus obras” (Jn. 14:10). Durante Su vida en la tierra, el Señor Jesús vivió y expresó al Padre.

  Quisiera animarles a que, bajo esta luz, vuelvan a leer los cuatro evangelios. Los evangelios describen la vida que llevó del Señor Jesús, la cual estaba totalmente ocupada por Dios el Padre. Cuando el Señor Jesús hablaba, en realidad era Dios el Padre quien se expresaba. En todo lo que el Señor Jesús hacía, expresaba algún atributo del Padre. El nunca expresó nada religioso, cultural ni filosófico, ni se condujo conforme a las costumbres ni las tradiciones. Más bien, siempre estaba ocupado por el Padre, y de ese modo vivía al Padre y lo expresaba.

  El Señor Jesús, mediante Su vida, estableció un modelo para nosotros. Si vivimos de acuerdo con este modelo, estimaremos como pérdida, e incluso como basura, todas las cosas religiosas, culturales y filosóficas. También menospreciaremos las costumbres y las tradiciones, a fin de que Cristo nos posea por completo. Entonces, únicamente viviremos y expresaremos a Cristo.

  En el pasado, yo pensaba, como muchos cristianos, que Filipenses 4:5-9 se trataba de una simple exhortación de ética y buena conducta. He oído numerosos sermones sobre estos versículos, presentados únicamente desde una perspectiva moral. Aun los incrédulos citan estos versículos de un modo positivo. Lo que Pablo dice es ciertamente maravilloso y muy superior a todo lo que Confucio y Sócrates enseñaron. Sin embargo, aunque de joven me molestaba que algunas personas citaran estos versículos aplicándolos únicamente con sentido moral, a manera de principios de conducta, no fue sino hasta muchos años después que entendí el verdadero significado de estos versículos.

  Un día el Señor me mostró que Filipenses 4:5-9 presenta las características de una persona que vive a Cristo. Si examinamos el contexto de la epístola, comprobaremos que esta es la manera correcta de interpretarlos. Como sabemos, en Filipenses 1:21, Pablo exclama: “Para mí el vivir es Cristo”. En el capítulo dos, él continúa este pensamiento y presenta a Cristo como modelo. Luego, en el capítulo tres, él añade que debemos estimar todas las cosas como pérdida, e incluso como basura, para llegar a la meta y ganar a Cristo al máximo. Luego, al final de su epístola, el apóstol Pablo declara que todo lo puede en Aquel que lo reviste de poder. No obstante, entre su exhortación de seguir a Cristo y su declaración de ser fortalecido por Cristo, él nos muestra que debemos llevar una vida que exprese a Cristo. Ciertamente, esta vida no es sólo un asunto de ética humana o de moralidad, sino la expresión misma del Cristo que vivimos.

  Supongamos que fuésemos amables con los demás, que orásemos para librarnos de la ansiedad y que además poseyésemos las seis maravillosas virtudes humanas mencionadas en el versículo 9, pero que a pesar de todo esto, no tuviéramos a Cristo en nuestro ser. Si ésta fuera nuestra condición, seguiríamos vacíos y carentes de realidad.

  No sería lógico que Pablo, después de abundar tanto en el tema de experimentar a Cristo, presentara en el capítulo cuatro las virtudes humanas desde una perspectiva meramente ética. Por consiguiente, concluimos que las características excelentes de la vida cristiana presentadas en estos versículos deben ser más que simples atributos naturales; deben ser la propia expresión del Cristo que vive en nosotros.

  Como dijimos anteriormente, podemos comparar estas excelentes características con un guante que expresa la mano, y a Cristo, con la mano que entra en el guante y llega a ser su contenido. Hemos dicho que las virtudes humanas fueron creadas por Dios como “un guante”, que sirve para contener los atributos divinos como su realidad. En otras palabras, las virtudes humanas son el vaso que ha de contener a Cristo, quien es el contenido divino. Virtudes tales como la benignidad, la veracidad y la dignidad sólo son sombras, no la realidad; son únicamente el vaso, y no el contenido. Sin embargo, la benignidad, la veracidad y la dignidad divinas son la realidad y la sustancia de la benignidad, la veracidad y la dignidad humanas. Antes de que Cristo entrara en nosotros y ocupara nuestro ser, nuestras virtudes eran como un guante vacío. Pero una vez que El se instaló en nosotros y vino a ocupar cada parte de nuestro ser, dicho “guante” fue ocupado por la mano viviente. Sin la mano, el guante estaría vacío y sin vida; ni siquiera tendría apariencia de vida. No obstante, cuando la mano entra en él, aunque el guante sigue siendo un guante, ahora contiene algo viviente; y por ende, adquiere una expresión viva. En principio, esto también se aplica a nuestras virtudes. Si nuestras virtudes no son ocupadas por Cristo, no podrán expresarlo, estarán vacías y carecerán de la verdadera vida. Pero cuando el Cristo vivo entra en ellas, son llenas de realidad y llegan a ser Su expresión.

  Es importante que veamos la diferencia entre una vida que se ajusta a las enseñanzas éticas y una vida que expresa a Cristo. Las enseñanzas éticas de Confucio son probablemente las mejores enseñanzas sobre la conducta. El le enseñaba a la gente cómo cultivar sus virtudes humanas, pero no podía impartirles nada más. Todo lo que podía hacer era enseñarles a desarrollar las virtudes que ya poseían.

  No hay duda de que como seres humanos creados por Dios, todos poseemos ciertas virtudes. Confucio llamó a la mejor de ellas: “la virtud brillante”. El descubrió que dentro del hombre existía una virtud brillante y resplandeciente. Conforme a su enseñanza, lo máximo que uno podía aprender consistía en cultivar y desarrollar esta virtud brillante.

  ¡Cuán distinto es este pensamiento a la economía de Dios! La economía de Dios no consiste en desarrollar nuestras virtudes humanas, sino en permitir que Cristo entre en ellas. Cuando esto sucede, nuestras virtudes dejan de estar vacías y son llenas de Cristo, quien viene a ser el contenido y la realidad de éstas. Una vez más, quisiera insistir en el hecho de que, las virtudes humanas son un vaso que sirve para expresar a Cristo como el verdadero contenido.

  Al hablarles sobre esto, siento una carga muy grande por los jóvenes. Es probable que ellos no se den cuenta qué bendecidos son al recibir esta palabra en cuanto a la vida cristiana. Hace más de cincuenta años, muchos de nosotros buscábamos al Señor de todo corazón, pero no tuvimos la oportunidad de oír lo que ustedes están escuchando ahora. De haberla tenido, habríamos estado dispuestos a pagar cualquier precio por recibirla. Pero aunque pasaron muchos años, lo único que pude obtener fueron sólo unas cuantas cáscaras sin contenido. Jóvenes, ¡ustedes han sido ricamente bendecidos! El simple hecho de oír la expresión “unión orgánica” es una gran bendición. De joven, yo no sabía que se podía aplicar el adjetivo “orgánico” a la vida cristiana.

  ¡Es maravilloso saber que Filipenses 4:5-9 presenta las características de una persona que vive a Cristo! Este cuadro nos muestra que debemos ser comprensivos para con los demás, y que también necesitamos un antídoto para los afanes. También nos muestra que requerimos las seis virtudes que deben regir a una persona que vive a Cristo. ¡Cuán precioso es ver esto! Espero que muchos de nosotros, y especialmente los jóvenes, oren acerca de estos puntos, oren-lean los versículos que hablan sobre este tema, tengan comunión y testifiquen al respecto. La epístola de Filipenses nos presenta aquí un amplio territorio que debemos explorar y un sinnúmero de riquezas que debemos sondear y experimentar.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración