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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 30

LA COMUNION DE LOS CREYENTES CON EL APOSTOL AL PROVEERLE PARA SUS NECESIDADES

  Lectura bíblica: Fil. 4:10, 14-20

  En este mensaje hablaremos de la comunión de los creyentes con el apóstol al proveerle para sus necesidades. Cuando se trata de dar, muchos cristianos no tienen comunión. Al decir comunión, no nos referimos meramente a una comunicación o participación mutua, sino también a la ministración de vida. Cuando tenemos comunión unos con otros, nos ministramos vida mutuamente. Muchos cristianos cuando ofrendan no tienen el sentir de que esta transacción implica cierta ministración de vida. Sin embargo, si oramos-leemos los versículos mencionados al comienzo de este capítulo, podremos percibir que en ellos se da una ministración de vida, tanto de parte del apóstol como de los creyentes que le enviaron la dádiva. Sin duda, los filipenses le enviaron una ayuda material a Pablo, pero debemos ver que con ello también le ministraron vida. Por lo tanto, la comunión y ministración de vida circulaba entre ambas partes, entre el apóstol y los creyentes. Es importante que aprendamos a dar teniendo presente la comunión y ministración de vida.

I. EL APOSTOL SE GOZA EN EL SEÑOR DE QUE LOS CREYENTES SE HUBIERAN ACORDADO NUEVAMENTE DE EL

  En el 4:10 Pablo declara: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí”. Tal vez hubo circunstancias que impidieron a los filipenses enviar fielmente a Pablo la ayuda material. Por lo tanto, cuando Pablo recibió la dádiva por medio de Epafrodito, consideró esto como un florecimiento del interés de ellos hacia él. Conforme al sentir de Pablo, dicha dádiva significaba que el interés de ellos por él había vuelto a florecer.

  La frase “florecer de nuevo” es una expresión maravillosa y está llena de implicaciones. ¿Cómo puede algo que no tiene vida florecer? La palabra “florecer” implica que el hecho de que los creyentes pensaran en el apóstol era un asunto de vida. Además, la expresión “florecer de nuevo” implica que por algún tiempo el interés de ellos por Pablo había estado adormecido, que había pasado por una especie de invierno. Para que una planta vuelva a florecer, se requiere que haya pasado por un periodo de marchitamiento o adormecimiento durante el invierno. Esto alude al periodo en que los santos no tuvieron la oportunidad de cuidar de Pablo, lo cual fue para él un invierno, un tiempo de sufrimiento. Sin embargo, este sufrimiento le proporcionó la oportunidad de experimentar a Cristo de una manera más rica.

II. EL INTERES DE LOS CREYENTES POR EL APOSTOL

  En 4:10 Pablo les escribe a los filipenses: “De lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Estas palabras muestran la experiencia y la madurez de Pablo. Hubo ocasiones en las que él reprendió a los santos. Por ejemplo, cuando les escribió a los corintios, los reprendió severamente y les preguntó si querían que fuese a ellos con vara (1 Co. 4:21). Pero aquí, en contraste con esto, vemos que él se dirige a los filipenses en un tono muy afable, diciéndoles que su interés por él había vuelto a florecer y que no dudaba de que ellos estuvieran solícitos, pero que les había faltado la oportunidad.

  Como ya dijimos, la expresión “florecer de nuevo”, que es una traducción literal del griego, implica que el hecho de ofrendar es un asunto de vida y ministración vida. Si no lo fuese, Pablo no habría usado tal expresión.

  Debemos prestar la debida atención al verbo “florecer”. Esta palabra implica que la manera en que ofrendemos bienes materiales a una iglesia, a un siervo del Señor o a un santo, debe ser viviente, de tal modo que pueda florecer. Esta clase de comunión implica más que una simple participación; implica la circulación de la corriente de vida. La Biblia muestra que la comunión siempre procede de la vida. En 1 Juan 1:2-3 vemos que la comunión proviene de la vida, es decir, que la vida es la fuente misma de la comunión. Es por eso que Pablo usó el verbo “florecer” en Filipenses 4:10, y la palabra “participar” en el versículo 14 del mismo capítulo: “Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación”. Es como si el apóstol les dijera: “Vosotros me ministrasteis vida y me apoyasteis durante mi encarcelamiento. Mientras sufría, me ayudasteis, ministrándome vida. Por tanto, ciertamente recibiréis también un suministro de vida”.

  La circulación de la sangre en nuestro cuerpo es un buen ejemplo de la comunión de vida. Por un lado, cuando la sangre circula, sale, pero por otro, regresa. Conforme a este principio, nuestra comunión en vida siempre va y viene. Si sólo hubiera salida, sin una correspondiente entrada, no sería una verdadera comunión. La comunión siempre implica circulación. La vida fluye hacia afuera y después regresa. Sale con el suministro hacia otra persona, y luego regresa a nosotros con el suministro de esa persona. Cada vez que, movidos por el Señor, demos bienes materiales, experimentaremos dicha comunión de vida. Debe haber florecimiento y mutua suministración de vida.

  La comunión que los creyentes de Filipos tenían con Pablo, es decir, el apoyo material que ellos le hacían llegar, contribuía al progreso del evangelio (1:5). Como mencionamos anteriormente, aquí el evangelio se refiere al mover de Dios en la tierra con miras a Su economía. El evangelio no sólo incluye las buenas nuevas de la salvación, la redención, el perdón, la justificación y la vida eterna. Especialmente en la epístola de Filipenses, el evangelio denota el mover de Dios en Su economía. Por consiguiente, la comunión, incluyendo el envío de ayuda material, contribuye al progreso del mover de Dios en Su economía.

III. EL APOSTOL RECUERDA COMO LOS CREYENTES SUPLIERON SUS NECESIDADES

  En Filipenses 4:15-16 Pablo menciona diferentes ocasiones en las que recibió apoyo material de los creyentes. Luego, él añade en el versículo 17: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta”. ¿Por qué Pablo menciona que ellos habían ofrendado en el pasado? Esta frase no fue escrita por coincidencia, pues Pablo no escribiría nada sin un propósito. Todo lo que él escribía tenía algún objetivo y correspondía a una carga. La clave para entender cuál fue su propósito al escribir estos versículos, radica en la palabra “cuenta” (v. 17). Las dádivas materiales que los creyentes le ofrecieron al apóstol, abrieron una cuenta con él. En el versículo 17, Pablo menciona la cuenta que fue abierta en el versículo 15.

  La Biblia presenta la revelación sobre el sistema bancario celestial. En Mateo 6 el Señor Jesús nos aconseja a que depositemos nuestras riquezas en una cuenta bancaria espiritual. Conforme a Su palabra, debemos efectuar depósitos en nuestra cuenta celestial. Por supuesto, la palabra “cuenta” no aparece en Mateo 6. Aun en este asunto, la revelación bíblica es progresiva. Pero en Filipenses, Pablo usa a propósito la palabra “cuenta”, refiriéndose al sistema bancario celestial.

  En 4:15 el apóstol declara: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos”. Este versículo revela que la iglesia en Filipos había sido la única en abrir una cuenta con Pablo. Dicha cuenta incluía dos conceptos, el de dar y el de recibir. Era una cuenta de partida doble, una cuenta con dos columnas, la de dar y la de recibir. Ciertamente, los creyentes filipenses depositaron una gran suma en la cuenta que habían abierto con Pablo. La iglesia en Filipos había abierto una cuenta a fin de proveer para las necesidades del apóstol. La cuenta a la cual Pablo se refirió en el versículo 15, se encontraba segura en el banco celestial. Los filipenses enviaban sus donativos al apóstol, y a cambio recibían la recompensa de Dios.

  Pablo habla de ello en el versículo 19, cuando dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Por experiencia, el apóstol tenía la convicción y la certeza de que Dios era su Dios, pues era uno con El. Ya que consideraba los donativos materiales de los filipenses como sacrificios ofrecidos a Dios, creía con toda certeza que Dios, quien era uno con él y quien era su Dios, recompensaría ricamente a los filipenses. Cuando los creyentes enviaban su donativo al siervo de Dios, en realidad se lo estaban dando a Dios. Por esta razón, Dios ciertamente los recompensaría. El nunca estaría en deuda con los creyentes. Por consiguiente, se asentaría un crédito y un débito en la cuenta celestial, a favor de los creyentes filipenses.

  ¿Cuál columna cree usted que sería la más larga, la del débito o la del crédito, es decir, la de las dádivas o la de los reembolsos? La de los reembolsos es siempre la más larga. Por ejemplo, es posible que usted dé una ofrenda de diez dólares y que Dios le devuelva a cambio mil dólares, esto es, cien veces más. Por consiguiente, su saldo ahora es de novecientos noventa dólares. Esto indica que, en realidad, el dador no es usted sino Dios. ¿No le atrae la idea de tener una cuenta así? Ninguna cuenta bancaria terrenal se compara con ésta. No obstante, si usted abre tal cuenta con la intención de enriquecerse, es muy probable que Dios no le recompense en esta era, sino que espere a que su avaricia haya sido completamente eliminada.

  Aunque los filipenses ya tenían abierta una cuenta con Pablo, y a pesar de que aun estando en Tesalónica, “una vez y aun dos veces” le habían enviado para sus necesidades, hubo un tiempo en que no se efectuó ninguna transacción. Es por eso que Pablo mencionó el hecho de que los creyentes habían ofrendado en el pasado. El no quería que las transacciones se interrumpieran, sino que la acción de dar y de recibir se mantuviera constante. Según lo que Pablo declaró en el versículo 17, él no buscaba dádivas, sino fruto que aumentara en la cuenta de los creyentes. Aquí se refiere al aumento producido en la columna de los créditos. En estos versículos, vemos que la intención de Pablo era animar a los creyentes a mantener su cuenta activa, sin interrumpir las entradas y las salidas. Entonces el fruto abundaría en la cuenta de ellos.

IV. LA PROVISION QUE LOS FILIPENSES ENVIARON AL APOSTOL POR MEDIO DE EPAFRODITO

  En el versículo 18 Pablo añade: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. “Lo que enviasteis” se refiere a los bienes materiales que fueron dados al apóstol para suplir sus necesidades. Una vez que los recibió, él pudo decir que había sido suministrado ricamente. Pablo consideraba lo que había recibido como “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. La palabra griega traducida “olor fragante” aparece también en Efesios 5:2, y alude al olor fragante de los sacrificios ofrecidos a Dios (Gn. 8:21). Las dádivas materiales de los filipenses, obsequiadas para suplir las necesidades de apóstol, eran consideradas por él como un sacrificio a Dios, acepto y agradable (He. 13:16). Pablo indicó con aprecio, que lo que habían hecho los filipenses a su favor, en realidad fue hecho para Dios. Con esto daba a entender que él tenía la certeza de que era uno con Dios y que su obra era por Dios y para Dios.

  En el versículo 19 Pablo afirma que su Dios los recompensaría ricamente. Basándose en su experiencia, el apóstol tenía la convicción y la certeza de que él era uno con Dios, y de que Dios era su Dios. Por eso pudo afirmar confiadamente: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. Dios era el Dios de Pablo porque Pablo era uno con El. Puesto que Pablo consideraba los donativos materiales de los filipenses como sacrificios ofrecidos a Dios, él sabía con plena certeza que Dios los recompensaría ricamente. En esto vemos que cuando recibimos una dádiva, debemos tener la seguridad de que dicha dádiva también ha sido ofrecida a Dios. Además de esto, debemos tener la certeza de que Dios recompensará al dador, supliendo todas sus necesidades, abasteciéndolo plenamente y satisfaciéndolo a lo sumo.

  Pablo declaró a los filipenses que Dios supliría todo lo que les faltara conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Puesto que los filipenses se preocupaban por el enviado de Dios, Dios se ocuparía de todas las necesidades de ellos. Además, Pablo afirma que Dios provee para nosotros según Sus riquezas, y no según nuestras necesidades. Sus riquezas exceden a nuestras necesidades.

  La expresión “en gloria”, mencionada en el versículo 19, merece especial atención. “En gloria” modifica a “suplirá” y no a “Sus riquezas”. La gloria es la expresión de Dios; es Dios mismo expresado en Su esplendor. El rico suministro de Dios para los creyentes, quienes son Sus hijos, expresa a Dios y conlleva Su gloria. El apóstol les aseguró a los filipenses que Dios supliría abundantemente sus necesidades, de una manera que les introduciría en Su gloria.

  Aquí Pablo no está diciendo que las riquezas de Dios son las riquezas de la gloria, sino que está testificando que Dios recompensará al dador en gloria. Por tanto, Dios supliría abundantemente todas las necesidades de los filipenses en gloria, y al hacerlo, exhibiría el esplendor de Su gloria e introduciría a los dadores en ella.

  Permítame ahora testificar de una experiencia acerca de cómo Dios suple nuestras necesidades, conforme a Sus riquezas en gloria. En enero de 1937 recibí un telegrama del hermano Nee, en el cual me pedía que fuera inmediatamente a Shangái, a fin de asistir a una conferencia muy importante de colaboradores. Después de dicha conferencia, visité varias ciudades antes de regresar a casa, al norte de China. Sin embargo, no traía suficiente dinero para cubrir mis gastos de transporte. Además, como me habían pedido con urgencia que fuera a Shangái, tuve que dejar a mi esposa y a mis hijos en casa. Así que, por una parte, tenía muy poco dinero conmigo para el viaje y, por otra, mi esposa sólo disponía de una pequeña cantidad de dinero para suplir las necesidades de la familia. Sin embargo, ambos confiábamos en el Señor. Poco después de mi salida, se agotaron los recursos de mi esposa. Puesto que ella había aprendido la lección de no dar a conocer sus necesidades a los demás, llamó a nuestra hija mayor a fin de orar juntas al respecto. Ese mismo día, por la noche, una hermana de edad vino a visitar a mi esposa y le dijo que el Señor la había movido a llevarle cierta cantidad de dinero. Esta hermana no sabía que yo no estaba en casa y que mi familia padecía necesidad. Aquella noche, después de que esta hermana se marchó, mi esposa lloró delante del Señor. Esta fue su experiencia.

  Permítame compartirles ahora mi experiencia. Después de asistir a dicha conferencia en Shangái, salí a Nanking, donde estuve ministrando en algunas reuniones. De repente, llegó una noticia triste: la esposa de un colaborador estaba muy enferma y por lo tanto él tenía que regresar de inmediato a su casa para atenderla. Al enterarme de lo sucedido, sentí en mi interior que debía darle algún dinero a este hermano. Por un momento no supe qué hacer, porque yo necesitaba ese dinero para mi pasaje de tren. Me pregunté cómo iba a pagar mi pasaje si le daba el dinero al hermano, pero no pude argumentar con el Señor. Yo sabía que no tendría paz si no obedecía y le daba el dinero a aquel hermano. El Señor me mostró que no debía confiar en el dinero que llevaba en mi bolsillo, sino únicamente en El. Después de declararle al Señor que confiaba en El, le entregué el dinero al hermano. Como resultado, por una parte me sentí liberado de mi carga, pero por otra, me sentí ansioso y me pregunté con qué iba a comprar mi pasaje. Más tarde, ese mismo día, después de la reunión de la noche, recibí una ofrenda, cuya suma era varias veces más que la cantidad que yo había dado en la mañana. Cuando abrí el sobre y vi la cantidad de dinero, me quedé sorprendido. Por supuesto, mi ansiedad desapareció inmediatamente, pero a cambio, tuve un sentimiento de vergüenza. Me sentí tan avergonzado que casi no pude agradecerle al Señor. Al devolverme varias veces la cantidad que yo le había dado al hermano, el Señor actuaba en gloria conforme a Sus riquezas. Efectivamente, al principio me sentí avergonzado, pero lo que hizo el Señor finalmente me condujo a Su gloria y me fortaleció. Lo que el Señor devuelve a los que depositan su dinero en la cuenta celestial, es siempre conforme a Sus riquezas y en gloria.

  En Filipenses 4:19 vemos que el Señor nos recompensa “en Cristo Jesús”. Esta expresión también modifica al verbo “suplirá”. Cristo, Aquel que lo es todo, es la base, el elemento, la esfera y el cauce en el cual y por el cual Dios cuida a Su pueblo, conforme a Sus riquezas y en gloria.

  Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que Filipenses es un libro cuyo tema es experimentar a Cristo. Cada palabra de este libro gira en torno a dicho tema. Si no aplicamos este mismo principio al asunto de dar y recibir, no entenderemos plenamente lo que Pablo declara al respecto en 4:10, 14-20. En estos versículos, Pablo usa las siguientes expresiones: florecer de nuevo, participar, sacrificio a Dios, olor fragante y Dios suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Todos estos términos y expresiones implican que aun el hecho de dar y recibir se relaciona estrechamente con nuestra experiencia de Cristo. Por el lado nuestro, se relaciona con la vida, y por el lado de Dios, se relaciona con Su gloria. Nuestro dar y recibir debe ser regulado por la vida, y debe hacerse en la comunión de la vida. Cada vez que practiquemos esto, veremos el florecimiento de la vida, es decir, los indicios de que la vida florece y circula normalmente en el Cuerpo de Cristo. Finalmente, veremos que el resultado de dar y recibir en la comunión de la vida es la gloria de Dios.

  Hoy entre los cristianos no se ve tal florecimiento, participación, sacrificio y gloria. Sin embargo, Pablo al hablar de dar y recibir bienes materiales, usó las expresiones florecer, participar, olor fragante, sacrificio a Dios, conforme a Sus riquezas y en gloria. Todos estos términos aluden a la experiencia que tenemos de Cristo. No hay duda de que cuando los santos de Filipos le enviaron su dádiva a Pablo, lo hicieron en vida y con Cristo. Es por eso que al recibirla, Pablo disfrutó una ministración de vida y fue reconfortado. Y luego, en respuesta al gesto de los filipenses, él les escribió esta epístola. Su carta ministró la vida no sólo a los filipenses, sino también a innumerables creyentes a través de los siglos. Si nosotros hubiésemos estado en Filipos en aquel tiempo, habríamos leído esta epístola más de cien veces.

  Al enviar su donativo al apóstol, los creyentes participaron en la ministración de la vida. Igualmente, la manera en que Pablo les respondió después de recibir el donativo, constituyó una ministración de vida, no sólo para los filipenses sino también a millares de creyentes a través de los siglos. De aquí vemos que la práctica de dar y recibir nos lleva a experimentar a Cristo ricamente, lo cual da por resultado la glorificación de Dios. Dios visita tanto a los que dan como a los que reciben, de tal modo que les manifiesta Su esplendor, Su gloria. Por lo tanto, vemos que la comunión en cuanto a dar y recibir no sólo ministra vida, sino que también conduce a la gloria de Dios a todos los que lo practican.

  Filipenses 4:19-20 se escribió de manera maravillosa, subjetiva, íntima y gloriosa. En el versículo 19 Pablo dice a los santos: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. Esto indica que lo que los santos le habían dado a él, en realidad se lo habían dado a Dios. Por lo tanto, no era Pablo sino Dios quien les debía algo; Dios era quien tenía la obligación de recompensarles. Dios y Pablo formaban una sociedad. Pablo era uno con Dios en Su empresa celestial. De hecho, la economía divina es la empresa de Dios, y Dios y Pablo eran los socios de dicha empresa. Por esta razón, cuando los filipenses enviaron su donativo a Pablo, Dios mismo contrajo una deuda con ellos. Debido a esto, el apóstol sabía con certeza que Dios los retribuiría.

  No obstante, es importante hacer notar que es solamente cuando damos en Cristo que Dios adquiere una deuda con nosotros. Si no presentamos nuestras dádivas en Cristo, Dios no está obligado a pagarnos; pero siempre que, en Cristo, damos a la iglesia, a los santos necesitados, o a la obra del Señor en Su recobro, Dios contrae una deuda con nosotros. El queda en deuda porque, cuando damos en Cristo, en realidad estamos dando a Dios mismo y a lo que a El le concierne, esto es, a Su economía.

  Puesto que Pablo era uno con Dios y podía referirse a El como “mi Dios”, él podía asegurarles a los creyentes que su Dios supliría, conforme a Sus riquezas, todo lo que a ellos les faltara. El apóstol no tenía cómo pagarles. No obstante, Dios mismo les pagaría, no conforme a lo que ellos habían dado, sino conforme a Sus riquezas. Quizás les devolvería cien veces más.

  Como ya dijimos, Dios también suplirá para nuestras necesidades en gloria y en Cristo Jesús. La gloria es Dios mismo expresado en Su esplendor, de tal modo que ésta nos lleva a disfrutar Su expresión. Cuando Dios nos retribuye en gloria, al mismo tiempo nos conduce a Su esplendor. Les exhorto a que experimenten a Cristo de esta manera. Los que viven a Cristo y lo magnifican, deben tener la experiencia de darle algo a Dios para Sus intereses, y también la experiencia de ser recompensados por El según Sus riquezas y en gloria, y de este modo, ser conducidos al deleite de Su gloriosa expresión en Su esplendor.

  En el versículo 19, el verbo “suplirá” es modificado por tres expresiones: “conforme a Sus riquezas”, “en gloria” y “en Cristo Jesús”. El Cristo que lo es todo es la base, el elemento, la esfera y el cauce en el que Dios nos recompensa.

  Según se describe en Filipenses 4, dar y recibir no tiene nada que ver con nuestra generosidad natural, ni con las ofrendas que se dan con una actitud de sacrificio. No, lo que se describe aquí es una verdadera experiencia de Cristo. Si damos conforme a las instrucciones del apóstol, no daremos en nosotros mismos, sino en Cristo. Cuando presentamos nuestras dádivas en Cristo y por medio de El, éstas se convierten en algo vivo, en algo que florece. Además, llegan a ser un olor fragante, un sacrificio agradable a Dios. Esto hace que la gloria de Dios nos sea manifestada. Tal es la experiencia que tenemos de Cristo al ofrendar bienes materiales para los intereses del Señor.

V. AL DIOS Y PADRE NUESTRO SEA GLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS

  Pablo concluye este pasaje de Filipenses así: “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amen” (v. 20). Notemos que en este versículo Pablo habla del “Dios y Padre nuestro”, lo cual significa que Dios no es solamente el Dios del apóstol, sino también el Dios de los creyentes. Gramaticalmente, no era necesario que Pablo insertara el pronombre posesivo “nuestro”. Sin embargo, es muy significativo que lo hiciera, pues con ello indicaba que su Dios era nuestro Dios.

  Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Como ya dijimos, la gloria es Dios expresado en Su esplendor y excelencia a fin de que le apreciemos. El hecho de que la gloria sea dada a Dios, indica que Dios es expresado y alabado de esta forma.

  A fin de entender mejor qué significa que Dios sea expresado en Su esplendor, podemos usar el ejemplo del florecimiento de un clavel. Cuando el clavel florece, podríamos decir que es glorificado; el florecimiento exhibe toda la gloria del clavel. Por ende, el florecimiento equivale a su glorificación. De la misma manera, nuestras dádivas en Cristo, las cuales son para Dios y Sus intereses, traen la gloria de Dios, no solamente para nuestro disfrute, sino también para Su glorificación. Así, Dios es glorificado y nosotros obtenemos disfrute. Lo que disfrutamos es la glorificación de Dios. Si nunca hemos disfrutado a Cristo al respecto, ni sabemos lo que significa dar para los intereses de Dios, no podremos apreciar Su esplendor, que es la excelencia de Su expresión.

  Según el versículo 20, Dios es expresado en Su esplendor, y luego es alabado por los creyentes. Cuando presentamos nuestras dádivas en Cristo y para los intereses de Dios, esto le suministra vida al Cuerpo y manifiesta la gloria de Dios. Cuando la gloria de Dios se manifiesta, apreciamos Su esplendor y excelencia. Dicho aprecio es un disfrute y también una experiencia. Sin esta experiencia, no podemos obtener tal aprecio. Dios es expresado en Su esplendor y excelencia para que le apreciemos y obtengamos satisfacción. Esta experiencia les impartió un suministro abundante a los filipenses, y a Pablo, quien se encontraba en Roma, le proporcionó plena satisfacción. Por lo tanto, la comunión que tuvieron los creyentes con el apóstol al proveerle para sus necesidades, trajo como resultado la vida y la gloria. La vida le es impartida al hombre y Dios es glorificado.

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