Mensaje 33
Lectura bíblica: Fil. 1:19-20; Éx. 30:23-30
En el mensaje anterior estudiamos cuatro palabras importantes: la gracia, la salvación, el Espíritu y Cristo. En este mensaje, hablaremos de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, que tiene como fin magnificar a Cristo.
Ya mencionamos que muchos cristianos tienen la costumbre, tal vez de manera inconsciente, de dar por sentado lo que leen en la Biblia. Debido a que muchas de las palabras que leen les son muy familiares, asumen que las entienden y las dan por hecho. Muy pocos son los creyentes que tienen la costumbre de investigar el significado de las diferentes palabras, términos y frases. Por ejemplo, al leer una expresión como: “participantes conmigo de mi gracia”, deberíamos preguntarle al Señor lo que significa. Del mismo modo, cuando leemos Filipenses 1:19, deberíamos preguntarnos por qué Pablo menciona al Espíritu de Jesucristo y no al Espíritu Santo ni al Espíritu de Dios. ¿Por qué habla aquí de la abundante suministración de el Espíritu? El hecho de que se use el artículo definido es muy significativo. Comúnmente los cristianos hablan del Espíritu Santo o del Espíritu de Dios, pero casi no hablan del Espíritu de Jesucristo. No debemos pasar por alto Filipenses 1:19; más bien, debemos preguntarnos por qué Pablo usó este título para referirse al Espíritu.
Por otra parte, al leer el versículo 20 deberíamos preguntarnos por qué Pablo usa la palabra magnificar. ¿Por qué no escribió: “Cristo será expresado”? ¿Y por qué dijo: “será magnificado” en vez de: “será manifestado”? Deberíamos adquirir el hábito de hacernos este tipo de preguntas cuando leemos la Palabra.
Si desarrollamos este hábito nos preguntaremos por qué en 1:21 Pablo declara: “...el vivir es Cristo”. ¿Por qué no dijo: “...el comportarse bien es Cristo”, o “...el andar es Cristo”? ¿Por qué usa la palabra vivir? En vez de dar todo esto por sentado, debemos hacernos este tipo de preguntas.
Filipenses 1:18-21 forma una frase larga. En esta frase, los puntos cruciales se hallan en los versículos 19 y 20, donde Pablo declara que en nada sería avergonzado, sino que Cristo sería magnificado en su cuerpo. El sabía que su situación resultaría en una salvación particular, en una salvación diaria y personal, que podía aplicar a cualquier situación y en cualquier momento. Al igual que Pablo, nosotros recibimos una salvación eterna. Pero además de esta salvación, necesitamos también una salvación diaria, una salvación que podamos experimentar momento a momento. Por ejemplo, puede ser que en un momento dado un hermano se porte muy amablemente con su esposa, y que minutos después, la trate mal, e incluso de manera diabólica. Por experiencia sabemos que es posible comportarnos como verdaderos santos en un momento dado, e inmediatamente después, como demonios. Esto indica que por un momento hemos perdido la salvación práctica. No obstante, también podemos volvernos al Señor rápidamente y continuar experimentando Su salvación momento a momento.
En 1:19 Pablo no habla de la salvación eterna, ni de la salvación del juicio de Dios o del infierno, sino de la salvación diaria y continua, la cual nos libra en situaciones específicas. Pablo confiaba que mientras que experimentara esta salvación, no sería avergonzado en nada, sin importar cuáles fueran sus circunstancias, su ambiente o sus sufrimientos, y que, por el contrario, Cristo sería magnificado en él.
Supongamos que en una reunión, cierto hermano ora fervientemente acerca de vivir y magnificar a Cristo, y que después invita a algunos hermanos a cenar a su casa, y se muestra enojado con su esposa en presencia de ellos. Esto significaría una vergüenza para él, pues los demás no verían en su rostro a Cristo magnificado. Pero supongamos que sin importar cuál sea la situación en su casa, vemos que el rostro de este hermano resplandece con la presencia del Señor. Esto ciertamente sería glorioso, pues sería una verdadera ocasión en la que Cristo se vería magnificado en él.
Cada vez que fracasamos en vivir y magnificar a Cristo, somos avergonzados. En Filipenses 1, vemos que Pablo confiaba en que las circunstancias que lo rodeaban resultarían en su salvación, de tal forma que en nada fuera avergonzado, sino que Cristo fuera magnificado en él. Esta es la salvación a la que Pablo se refería.
Pablo, un judío típico, se encontraba encarcelado por los imperialistas romanos. Todos los días y durante cierto tiempo él era encadenado a un guardia. Además, debido a su encarcelamiento, no podía laborar para el Señor. En tales circunstancias, sería difícil para cualquier persona mantener un rostro resplandeciente. Habría sido muy normal que Pablo expresara tristeza o desánimo; sin embargo, si hubiera expresado tristeza, habría sido avergonzado. No obstante, él no quería ser avergonzado en nada. Antes bien, cuanto más lo maltrataban, más resplandecía el Señor en su rostro. Así, en vez de ser avergonzado, él magnificaba a Cristo en su cuerpo. Esta era la salvación que él deseaba experimentar en la cárcel.
En ocasiones, he sido invitado a comer a la casa de un hermano y he sentido vergüenza al ver al hermano perder la calma con su esposa. Esto muestra que a dicho hermano le faltó experimentar más la salvación práctica en su situación. Por lo tanto, en lugar de salvación hubo un sentir de vergüenza.
En este caso podemos ver claramente que hay una carencia de Cristo. En realidad, lo que le falta es la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Si tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, experimentaremos la salvación constantemente y en cualquier situación, y no seremos avergonzados en nada, sino que en todo magnificaremos a Cristo.
Ser avergonzado significa ser derrotado. Si Pablo hubiera estado desanimado o triste, eso habría sido una señal de que había sido derrotado por los guardias, la persecución, la burla y el sufrimiento. Si éste hubiera sido el caso, habría sido avergonzado. Sin embargo, deseo hacer notar una vez más que Pablo declaró que su situación resultaría en su salvación, y que en nada sería avergonzado, sino que Cristo sería magnificado en él.
En este mensaje llegamos al punto crucial de cómo podemos recibir esta clase de salvación. Notemos lo que dice Pablo en el versículo 19: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. No debemos pasar por alto este versículo; más bien, debemos preguntarnos qué significa la expresión “vuestra petición”. Tal vez la mayoría piense que esta frase sólo se refiere a las oraciones de los santos que amaban al apóstol y se preocupaban por él. Aunque sí se refiere a las oraciones que los santos ofrecían por él, esta expresión implica mucho más que eso. A fin de entender el verdadero significado de esta frase, es necesario que la estudiemos a la luz del versículo 7, en donde Pablo declara que los santos eran participantes con él de la gracia, en la defensa y confirmación del evangelio. Si unimos el versículo 7 con el 19, veremos que “vuestra petición” alude a la suministración del Cuerpo. Aparentemente, Pablo estaba en la cárcel, pero en realidad estaba en el Cuerpo. Su encarcelamiento no lo aislaba del Cuerpo ni interrumpía la suministración del Cuerpo; por el contrario, Pablo aún sentía que estaba en el Cuerpo y que los miembros del Cuerpo lo abastecían, lo apoyaban y eran uno con él.
Cabe hacer notar que en 1:19 Pablo menciona primeramente la petición de los santos y después la abundante suministración del Espíritu. ¿Por qué no mencionó primero la abundante suministración del Espíritu? La razón de ello es que el Espíritu está sobre el Cuerpo. El salmo 133 presenta un cuadro de esto: el ungüento derramado sobre la cabeza de Aarón corría por todo su cuerpo. Esto muestra que el ungüento, que es la abundante suministración del Espíritu compuesto, está sobre el Cuerpo. Pablo estaba consciente de que él no era todo el Cuerpo, sino un simple miembro de éste, y que, como tal, necesitaba la suministración del mismo. Si el Cuerpo se ejercitaba para abastecerlo, la abundante suministración del Espíritu llegaría a él por medio del Cuerpo.
Puede ser que a menudo le pidamos a algún hermano que ore por nosotros. Aun si él orara por nosotros y nosotros por él, tales oraciones tendrían poco efecto. Esta deficiencia se debe a que, cuando oramos, lo hacemos separados del Cuerpo. Siempre que oremos separados del Cuerpo, nuestras oraciones serán secas y nuestra intercesión ineficaz. La unción no está sobre nosotros individualmente, sino en el Cuerpo.
Pablo y los creyentes de Filipos estaban en el Cuerpo, y debido a que el Cuerpo es universal, todos ellos se encontraban en dicho Cuerpo, pese a que Pablo se hallaba muy lejos de Filipos. Así, mediante la oración y la petición de los miembros, la unción que estaba sobre el Cuerpo fluía hasta Pablo, un miembro particular del Cuerpo, abasteciéndolo. Es por eso que Pablo podía decir que las circunstancias en que se encontraba resultarían en su salvación, mediante la oración del Cuerpo y la abundante suministración del Espíritu.
Al referirse a la abundante suministración del Espíritu, Pablo usó una palabra griega muy particular: corega. En tiempos antiguos este término griego se refería literalmente a la suministración que brindaba el corega o líder de un coro, la cual atendía a todas las necesidades del coro. Pablo usó esta palabra en 1:19 al describir la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.
Tenemos un cuadro maravilloso de esta suministración en Exodo 30:23-30, un pasaje de la Biblia que habla del ungüento compuesto. Ya que los asuntos espirituales son abstractos y misteriosos, se requieren más que simples palabras para entenderlos. Por consiguiente, en la Biblia el Señor usa cuadros descriptivos así como declaraciones directas. El Antiguo Testamento contiene muchos tipos, figuras y sombras que representan realidades espirituales. En particular, el ungüento mencionado en Exodo 30 tipifica al Espíritu.
En Génesis 1:2 se menciona al Espíritu de Dios; en Filipenses 1:19 se cita el Espíritu de Jesucristo, y en Apocalipsis 22:17 simplemente se habla del Espíritu. El Espíritu de Dios participó activamente en la creación, pero en relación con la encarnación, el Espíritu de Dios es llamado el Espíritu Santo (Mt. 1:20). El Espíritu Santo santificó el elemento humano para Dios. Es por eso que la expresión Espíritu Santo es usada en relación con la encarnación. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, este Espíritu es llamado el Espíritu de Jesucristo; el Espíritu de Aquel que se hizo hombre, murió en la cruz y ahora está en resurrección. El Espíritu de Jesucristo no tenía como fin la creación ni la encarnación; más bien, su función consiste en ayudarnos a experimentar la crucifixión y la resurrección de Cristo. De acuerdo con 1:19, el Espíritu de Jesucristo es el Espíritu que nos abastece abundantemente.
Le damos gracias al Señor por revelarnos el significado del ungüento santo que se describe en Exodo 30:23-30. Este ungüento no sólo se componía de aceite, sino que además estaba mezclado con cuatro ingredientes. El aceite de oliva tipifica al Espíritu de Dios. Este ungüento santo era un compuesto de aceite de oliva y cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia. Una vez mezcladas dichas especias con el aceite de oliva, el aceite llegaba a ser un ungüento.
Cada una de las cuatro especias tiene su significado espiritual. La mirra representa la dulzura de la muerte de Cristo, y la canela, la eficacia de dicha muerte. El cálamo es una caña que crece en los pantanos y representa la resurrección de Cristo. La casia se usaba como repelente, y simboliza el poder de la resurrección de Cristo. En resumen, estas cuatro especias muestran la dulzura y la eficacia de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección. La mezcla de estas cuatro especias con el aceite de oliva significa que, después de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu compuesto. En tal Espíritu, encontramos la dulzura de la muerte de Cristo, la eficacia de Su muerte, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección.
Las cantidades descritas en el relato del aceite de la santa unción también son muy significativas. En la producción del ungüento, el número cinco está implícito: el aceite más las cuatro especias. El número uno es representativo de Dios, y el cuatro es el número que representa al hombre como criatura. El número cinco simboliza responsabilidad, y resulta de la suma de uno (Dios) más cuatro (el hombre como creación de Dios). El número tres está implícito en el hecho de que las cantidades de las cuatro especias se componían de tres unidades de quinientos siclos cada una, a saber, quinientos siclos de mirra; quinientos siclos divididos en dos: doscientos cincuenta siclos de canela y de cálamo respectivamente, y finalmente, quinientos siclos de casia. La segunda y tercera especias, la canela y el cálamo, formaban una sola unidad, mientras que la primera y la cuarta, la mirra y la casia, eran una unidad en sí mismas. Estas tres unidades representan a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El hecho de que la segunda unidad estuviera dividida en dos unidades de doscientos cincuenta cada una, indica que el Hijo, el segundo de la Trinidad, fue partido en la cruz. Por consiguiente, en las cantidades de las especias y en los demás números relacionados con el ungüento, vemos al hombre y al Dios Triuno. Incluso vemos el hecho de que el segundo de la Trinidad fue partido en la cruz por nosotros. También se puede apreciar aquí la divinidad, el elemento humano, la crucifixión de Cristo, la dulzura y la eficacia de Su muerte, y la resurrección de Cristo con el poder de Su resurrección. Este es el Espíritu compuesto.
En la actualidad, la mayoría de los cristianos carecen de una comprensión adecuada del Espíritu. Incluso nosotros, a pesar de haber escuchado mensajes acerca del Espíritu compuesto, es posible que nuestro conocimiento siga siendo meramente doctrinal, y que no apliquemos al Espíritu en las situaciones de nuestra vida diaria.
Supongamos que un hermano me invita a comer a su casa sin avisarle a su esposa. Por un lado, ella no estará preparada, y por otro, suponga que sus hijos se hayan portado muy mal ese día. Es muy probable que ella esté enfadada y molesta. ¿Cómo puede esta situación resultar en la salvación del hermano? Todo lo que él necesita hacer es aplicar el ungüento compuesto, el Espíritu compuesto, el cual se halla en su espíritu humano regenerado. En lugar de discutir sobre la situación con su esposa y fijar su atención en las dificultades que le rodean, él debe volverse a su espíritu, aplicar el Espíritu compuesto y contemplar al Señor a cara descubierta. De este modo reflejará al Señor. Si este hermano aplica el Espíritu compuesto y contempla al Señor, los elementos del ungüento le serán aplicados. Tanto la muerte como la resurrección de Cristo operarán en él, y como resultado de ello será ungido con el Espíritu compuesto. Este Espíritu contiene todo lo que él necesita: la muerte de Cristo, la eficacia de ésta, la resurrección de Cristo, el poder de la misma, y también la naturaleza divina de Cristo con Su naturaleza humana. Si dicho hermano aplica este Espíritu compuesto, experimentará la salvación de Dios en esa situación particular. Entonces, en lugar de ser avergonzado, magnificará a Cristo, y quienes estén presentes se regocijarán en el Señor al ver a Cristo magnificado de una forma tan gloriosa.
La Biblia revela que Cristo pasó por el proceso de encarnación, crucifixión y resurrección. Por consiguiente, el Espíritu de Dios es ahora el Espíritu de Jesucristo, el cual incluye los elementos de divinidad, humanidad, muerte y resurrección. Por lo tanto, este Espíritu lo es todo. Cuando ejercitamos nuestro espíritu invocando el nombre del Señor Jesús, el Espíritu que mora en nosotros, será aplicado a nuestro ser, y nos impartirá todos los elementos del Espíritu compuesto. Entonces experimentaremos la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su muerte y Su resurrección. Tal unción, la unción del Espíritu compuesto, será entonces nuestra salvación. Cuanto más seamos ungidos con el Espíritu, más salvos seremos. Seremos salvos, no por doctrinas o enseñanzas, sino por la unción del Espíritu compuesto.
Comúnmente, cuando los pastores dan instrucciones a los novios en la ceremonia de bodas, se apoyan en las palabras de Pablo mencionadas en Efesios 5. Es posible que el novio prometa amar a su esposa, y que la novia convenga en someterse a su esposo. No obstante, esta enseñanza no sirve de nada cuando surgen los problemas en la vida matrimonial. En cambio, si tanto el esposo como la esposa aprenden a experimentar la abundante suministración del Espíritu, ciertamente tendrán una vida matrimonial adecuada. Todos necesitamos experimentar más la abundante suministración del Espíritu.
Conforme a la tipología de Exodo 30, el ungüento compuesto se usaba para ungir el tabernáculo, la morada de Dios, y todo el mobiliario, juntamente con los utensilios que se usaban en el servicio del tabernáculo. Asimismo se ungía a los sacerdotes con este ungüento compuesto. Esto significa que el Espíritu compuesto es dado al Cuerpo, a la iglesia, a la casa de Dios y también a los que sirven a Dios. Si no estamos en el Cuerpo ni nos interesa servir a Dios, no podremos participar del Espíritu compuesto. Por tanto, si hemos de disfrutar del Espíritu, debemos ser parte del tabernáculo y del sacerdocio, de la morada de Dios y del servicio. Entonces, espontáneamente seremos ungidos con dicho ungüento, y disfrutaremos la abundante suministración del Espíritu.
Sabemos por experiencia que no es posible disfrutar al Espíritu todo-inclusivo si tenemos un problema con la iglesia o si nos negamos a participar en el servicio. Si este es el caso, por mucho que oremos, nuestras oraciones no tendrán eficacia. Puede ser que, creyendo en la realidad del Espíritu compuesto, le pidamos al Señor que nos conceda Su misericordia, expresándole cuánto lo necesitamos, pero aún así no experimentemos el suministro del Espíritu. Esto se debe a que nos hemos separado del Cuerpo y no formamos parte del tabernáculo en la práctica. Aun más, tampoco participamos en el servicio sacerdotal. En Exodo 30 vemos que el ungüento compuesto servía para ungir el tabernáculo y los sacerdotes. Es preciso entender que el Espíritu compuesto, el Espíritu de Jesucristo, es dado al Cuerpo, al tabernáculo de Dios, y a los que sirven a Dios, esto es, al sacerdocio. Debido a que hoy muchos cristianos están separados del Cuerpo y no participan en el servicio sacerdotal, les resulta casi imposible disfrutar de la abundante suministración del Espíritu.
Ya hemos visto que Pablo vivía en el Cuerpo. A pesar de que era un apóstol muy notable, aún necesitaba las oraciones y las peticiones de los santos. Esto demuestra que él tenía una buena relación con el Cuerpo. Además, participaba también en el sacerdocio. Por estar en el Cuerpo, en el tabernáculo y por participar en el sacerdocio, esto es, en el servicio a Dios, Pablo estaba en la posición correcta para recibir el fluir del ungüento que está sobre el Cuerpo.
Muchos de nosotros podemos testificar que antes de venir a la vida de iglesia, no teníamos ningún disfrute de la abundante suministración del Espíritu. Sin embargo, desde que llegamos a la vida de iglesia y empezamos a participar en el servicio, sentimos que estábamos en el fluir de la abundante suministración del Espíritu.
Si en la vida de iglesia nos disgustamos con algún hermano, y especialmente con los ancianos, esto nos puede aislar del Cuerpo y del servicio sacerdotal. Y por mucho que sigamos orando individualmente, nuestras oraciones no serán eficaces. De hecho, cuanto más oremos individualmente, más secos estaremos, y no disfrutaremos la unción del Espíritu compuesto. Pero si somos uno con la iglesia y permanecemos en el servicio sacerdotal, ciertamente disfrutaremos la rica unción del Espíritu todo-inclusivo. Podemos disfrutar de esta unción con tan sólo hacer una breve oración o invocar el nombre del Señor, o incluso al decir un simple: “Amen”.
Supongamos que un hermano se disgusta con su esposa, pero luego, durante la reunión, se torna al Señor y empieza a decir: “Señor Jesús, te amo”. Debido a que es rociado y ungido, inmediatamente su enojo desaparece. Luego, al regresar a casa, su rostro resplandece y su esposa puede notar que él ha experimentado la unción fresca del Espíritu. Aunque ella lo vio salir en la mañana, con un rostro que reflejaba tristeza y enojo, ahora ve a su esposo resplandeciente y lleno de regocijo en el Señor. Este es el resultado de experimentar la unción del Espíritu.
Debemos exclamar continuamente: “Señor Jesús, te amo”. Cuanto más nos pongamos en contacto con el Señor de esta manera, más sentiremos la unción y más contentos y liberados estaremos. A la gente de este país, le gusta tomar vacaciones. Pero yo puedo testificar que las mejores vacaciones son invocar el nombre del Señor Jesús y disfrutar de la unción del Espíritu compuesto en nuestro espíritu.
El Espíritu de Jesucristo nos brinda la abundante suministración. Tal suministro es una bebida que contiene un sinnúmero de ingredientes. Todo lo que necesitamos se encuentra en esta bebida divina. La salvación que experimentamos en nuestras situaciones cotidianas procede siempre de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Cuando oramos e invocamos el nombre del Señor genuinamente, el ungüento compuesto es aplicado a nosotros instantáneamente, y disfrutamos las riquezas de la abundante suministración del Espíritu. Así, en lugar de ser avergonzados, experimentaremos una salvación gloriosa. Tal salvación magnifica a Cristo en nosotros. Por medio de las peticiones hechas por el Cuerpo y por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, todas nuestras circunstancias resultarán en nuestra salvación. Entonces no seremos avergonzados en nada, sino que Cristo será magnificado en nosotros.