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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 40

PARTICIPAR DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU Y DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO AL RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

(2)

  Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-16; Col. 3:16; Ef. 5:18-19; 6:17-18

  En Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Pablo aquí declara que la palabra de Cristo debe morar o habitar en nosotros. Esto implica que la palabra de Cristo es viviente. Sólo algo viviente puede morar o habitar en una persona.

UNA PERSONA VIVIENTE

  La expresión de Pablo en este versículo indica que la palabra de Cristo se asemeja mucho a una persona viviente. Aquí, el apóstol prácticamente personifica la palabra de Cristo, al exhortarnos que permitamos que ésta habite en nosotros, tal como si fuera una persona. De hecho, la palabra de Cristo es la persona misma de Cristo. Además, el Nuevo Testamento revela que la persona de Cristo es el Espíritu. Jesús es el nombre de esta persona, y la realidad de dicha persona es el Espíritu. Por esta razón, cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, el Espíritu es quien viene. Ya dijimos que la Palabra y el Espíritu son uno solo. Por lo tanto, cuando la palabra de Cristo mora en nosotros, es el Espíritu quien habita en nosotros.

EN TODA SABIDURIA

  En Colosenses 3:16 Pablo nos exhorta a permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros “en toda sabiduría”. ¿Se ha preguntado alguna vez qué significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros en toda sabiduría? Si queremos entender el significado de esta expresión, debemos conocer la diferencia entre sabiduría y conocimiento. El conocimiento se relaciona principalmente con la función de la mente, mientras que la sabiduría tiene que ver con la percepción de nuestro espíritu. Es decir, si deseamos que la palabra de Cristo more en nosotros en toda sabiduría, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si usamos nuestra mente para memorizar la Palabra, ésta morará sólo en nuestro conocimiento. Memorizar versículos es primordialmente una función de la mente, algo relacionado con el conocimiento, y no con la función del espíritu, que tiene que ver con la sabiduría. El hecho de que la palabra more en nosotros en toda sabiduría, implica que ésta habita en nosotros por medio del ejercicio del espíritu. La sabiduría es más profunda y más fina que el conocimiento, pues depende del ejercicio del espíritu.

  Para entender mejor la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría, tomemos como ejemplo la vida matrimonial. Supongamos que la esposa murmura contra su esposo y que incluso lo reprende. Si él reacciona discutiendo con ella, ejercitará su mente y su conocimiento. En esto no hay sabiduría. Pero supongamos que mientras su esposa murmura, él invoca el nombre del Señor Jesús y ora. Esto sería más sabio. Discutir tiene que ver con el conocimiento, mientras que orar se relaciona con la sabiduría. El orar-leer y el cantar también están relacionados con la sabiduría. El esposo también puede mostrar sabiduría si ejercita su espíritu y comparte un buen testimonio que escuchó en una reunión de la iglesia. Lo que queremos subrayar aquí es que el conocimiento conlleva el ejercicio de la mente, y que la sabiduría implica el ejercicio del espíritu, al orar, orar-leer, cantar o testificar.

  Cuando Pablo nos exhorta en Colosenses 3:16, a que permitamos que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, él no menciona la lectura, la cual es un ejercicio de la mente. En lugar de ello, menciona la sabiduría, que implica el ejercicio del espíritu. La sabiduría se obtiene por el ejercicio del espíritu, mientras que el conocimiento proviene del ejercicio de la mente.

ENSEÑANDOOS Y EXHORTANDOOS UNOS A OTROS

  En este mismo versículo, Pablo dice también que debemos enseñarnos y exhortarnos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en nuestros corazones a Dios. Aquí, Pablo no está hablando de enseñar y exhortar de una manera común, sino con salmos e himnos y cánticos espirituales. Además, él indica que al cantar permitimos que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Por consiguiente, podemos también enseñar y exhortar a otros, cantando.

CANTAR AL SEÑOR

  Ya que muchos de nosotros nacimos y crecimos en el cristianismo, e incluso estamos constituidos del mismo, debemos reconocer que al menos en cierta medida, todavía seguimos bajo la influencia de la religión. Esto se puede percibir especialmente en la manera en que nos reunimos. En ninguna parte del Nuevo Testamento vemos que los cristianos, al reunirse, deban permanecer silenciosos esperando que alguien empiece la reunión. El libro de los Salmos enseña que cuando los hijos de Israel se congregaban para celebrar fiestas tres veces al año, no empezaban sus reuniones en el templo, sino al pie del monte Sión. Mientras subían el monte, cantaban los salmos graduales (Salmos 120—134). Del mismo modo, las reuniones de la iglesia no deberían empezar en el salón de reunión, sino en nuestras casas o mientras nos dirigimos a la reunión. La reunión debe ser una exhibición de nuestro diario vivir, esto es, de la manera en que vivimos en nuestra casa, en la escuela o en el trabajo. Por tanto, nuestras reuniones deben estar llenas de cánticos y alabanzas, como resultado de que nosotros cantamos y alabamos al Señor día tras día. Aprecio mucho el himno que dice: “Esta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador”. Pero ¿dónde encontramos un cristiano que alabe siempre al Señor? Muchos cantan este himno, pero no alaban al Salvador en su diario vivir. Nuestra vida diaria debería estar llena de cánticos al Señor.

  Muchos de nosotros hemos leído la Biblia durante años, sin darnos cuenta de que podemos tomar la Palabra de Dios cantando. ¿Tiene usted el hábito de no sólo leer un versículo sino también de cantarlo? A los cristianos se nos ha enseñado a estudiar la Biblia y a leerla, pero no a cantarla. Agradecemos al Señor por haber recobrado la práctica de orar-leer la Palabra. Pero ahora debemos seguir adelante y cantar-leer la Palabra de Dios. Debemos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros en toda sabiduría, mediante el ejercicio de cantar. Esta no es mi enseñanza; es la exhortación que hace el apóstol Pablo en Colosenses 3:16.

  Aunque hemos estado leyendo la epístola de Colosenses por muchos años, no hemos prestado la debida atención a la práctica de recibir la Palabra cantando. Muchos cristianos afirman ser muy bíblicos, pero en lugar de ello, es posible que simplemente sean formales y religiosos. Ciertamente la práctica de cantar la Palabra de Dios se halla en las Escrituras.

  Debemos cantar la Palabra en las reuniones y especialmente en nuestra vida diaria. En particular, debemos hacerlo en nuestra casa. Mientras usted está solo en su cuarto o en el comedor con su familia, cante la Palabra de Dios. Orar nos ayuda a ejercitar el espíritu, pero cantar la Palabra es una manera excelente de ejercitar nuestro espíritu.

  El libro más extenso de la Biblia, los Salmos, contiene ciento cincuenta salmos. Los Salmos no fueron compuestos simplemente para ser leídos, sino para ser cantados, e incluso para ser salmodiados. Salmodiar es más elevado que cantar. En Colosenses 3:16 Pablo menciona salmos, himnos y cánticos espirituales. En general, los cánticos espirituales son cortos; los himnos no son tan cortos, y los salmos comúnmente son composiciones mucho más largas. Debemos cantar y salmodiar la Palabra de Dios. Salmodiar es más elevado y más profundo que cantar.

SER LLENOS DE LA PALABRA CANTANDOLA

  Si verdaderamente deseamos ser llenos de la Palabra viviente y anhelamos vivir a Cristo, debemos seguir la práctica que Pablo aconseja en Colosenses 3:16. Esto implica permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, no mediante un simple conocimiento mental, sino en toda sabiduría espiritual, lo cual también incluye el cantar y el salmodiar. ¡Oh, cuánto necesitamos cantar y salmodiar la Palabra de Dios! Es mejor cantar la Palabra que leerla, y aun mejor salmodiarla. Salmodiar la Palabra implica meditarla y disfrutarla. Mientras salmodiamos la Palabra, permanecemos en ella, la meditamos y la disfrutamos, proporcionando así más oportunidades para que la Palabra nos sature.

  Si sólo leemos la Palabra, no habrá mucha posibilidad de que ésta penetre y sature nuestro ser. Pero si la cantamos, y especialmente si la salmodiamos, nuestro ser se abrirá más y la Palabra penetrará profundamente en nosotros, saturándonos por completo. Por ejemplo, si cantamos el Salmo 1, disfrutaremos las riquezas que se hallan en este breve salmo. No nos limitemos a cantar y salmodiar la Palabra en las reuniones; antes bien, acudamos a ella cada día, cantándola y salmodiándola con todo nuestro ser. Al hacerlo, ejercitemos nuestra voz, nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu.

  Espero también que de ahora en adelante en las reuniones de la iglesia haya más oportunidad de cantar la Palabra espontáneamente. Quizás en una reunión lleguemos a cantar o salmodiar toda la epístola de Efesios. Si hacemos esto, sin duda alguna tocaremos las riquezas de esta epístola.

  Es muy significativo que Pablo no haya mencionado la lectura de la Palabra en Colosenses 3:16 y que, en lugar de ello, haya resaltado la práctica de cantar. Por experiencia sabemos que es posible leer la Palabra sin ejercitar nuestro espíritu y sin tener ningún contacto con Dios. Pero cuando oramos, cantamos y salmodiamos, somos introducidos en el Espíritu. Cantar la Palabra es la mejor manera de recibirla y de ser saturados del elemento de Cristo.

SER LLENOS EN EL ESPIRITU

  Efesios 5:18-19 trata sobre lo mismo que Colosenses 3:16. En estos versículos Pablo declara: “No os embraguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu, hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones”. Notemos que en Colosenses 3:16 Pablo nos exhorta a permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, pero en Efesios 5:18, nos exhorta a que seamos llenos en el espíritu. Si unimos estos versículos, nos daremos cuenta que debemos ser llenos de la palabra de Cristo en nuestro espíritu. Estos dos pasajes de la Palabra tienen la misma meta: que nuestro espíritu sea lleno de la Palabra.

  Podemos comparar nuestro espíritu con un automóvil que necesita gasolina, y la Palabra, es decir, la Biblia, con una estación de gasolina. Cada vez que nos sintamos vacíos, debemos recurrir a la Palabra para ser llenos. La Palabra contiene un suministro inagotable de “gasolina” espiritual. Cantar y salmodiar la Palabra es la manera en que nos abastecemos de esta gasolina. Si somos llenos de este modo, ciertamente hablaremos entre nosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales. Además, descubriremos que cantar y salmodiar la Palabra es más elevado que orar-leerla.

  Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra de Dios, más seremos liberados de la influencia de la religión, la cual hace que vayamos a las reuniones de una manera formal. Si hacemos esto, nuestras reuniones dejarán de ser formales. En lugar de ser una mera actuación, las reuniones serán una exhibición de nuestra vida diaria. En otras palabras, cantaremos en las reuniones como resultado de que cantamos la Palabra diariamente.

  Cuando hablo de cantar la Palabra de Dios, mi carga principal no es enriquecer las reuniones, sino que seamos saturados de la Palabra viva. Al recibir la Palabra de Dios, participamos de la abundante suministración del Espíritu y disfrutamos las riquezas de Cristo.

  En el pasado, desaproveché muchas oportunidades de ser saturado de la Palabra porque no sabía que podía cantarla. Dediqué muchísimo tiempo a leer y estudiar la Biblia y llené varias Biblias de mis apuntes, pero no sabía que podía cantar ni salmodiar la Palabra. Una cosa es leer Efesios 2 y otra es orar-leer dicho capítulo. No obstante, una vez más quisiera insistir en que cantar la Palabra es aun mejor que orar-leerla. La mayoría de los cristianos sólo ejercitan su mente al leer y estudiar la Palabra, pero no la cantan; incluso algunos de ellos se oponen a la práctica de orar-leer la Palabra. Puedo asegurarles que cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra, más seremos lavados y saturados del elemento de Cristo.

RECIBIR LA PALABRA PARA VIVIR A CRISTO

  En cuanto a las cosas que son vitales para nuestra subsistencia, lo fundamental no es entender, sino recibir. Quizás no conozcamos mucho acerca del agua que bebemos ni de los alimentos que comemos; no obstante, necesitamos beber y comer, pues así es como recibimos lo que necesitamos para subsistir. De igual manera, debemos recibir la Palabra comiéndola. Es cierto que podemos comer la Palabra leyéndola de una manera adecuada. Además, sabemos por experiencia que podemos recibir la Palabra como alimento cuando la oramos-leemos. Pero ahora quisiera hacerles ver que la mejor manera de recibir la Palabra en nosotros es cantarla. Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra de Dios, más ésta se establecerá en lo profundo de nuestro ser y nos saturará. Si dedicamos tiempo, por poco que sea, a cantar la Palabra, sentiremos cómo ella nos llena y nos satura. Entonces, viviremos a Cristo espontáneamente.

  Cuando el elemento de Cristo es infundido en nosotros al cantar y salmodiar la Palabra, el resultado es que vivimos a Cristo automática y espontáneamente. Es posible que a veces leamos la Palabra sin que ningún elemento de Cristo se infunda en nuestro ser. Sin embargo, cuando cantamos y salmodiamos la Palabra, somos saturados del elemento divino que se encuentra en ella, el cual nos es transmitido. Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra, más permitiremos que ella more y penetre en nosotros llenándonos del elemento divino. Así, llegaremos a estar constituidos del elemento de Cristo. Automáticamente seremos lo que comemos y expresaremos lo que hayamos absorbido. Esta es la manera de vivir a Cristo.

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