Mensaje 50
Lectura bíblica: Fil. 2:17-18; 1:25; 3:9; Ef. 1:13; 2:8; 3:17; Gá. 2:20; 5:6; Col. 1:3-4; 2:12
Filipenses 2:17 dice: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. En este versículo Pablo habla del “sacrificio y servicio de vuestra fe”, una frase difícil de entender para los estudiantes de la Biblia. En este versículo notamos dos asuntos relacionados con la fe de los creyentes: el sacrificio y el servicio. Pablo consideraba la fe de los creyentes como un sacrificio ofrecido a Dios. La palabra “servicio” hace alusión a los sacrificios que ofrecía un sacerdote. Por lo tanto, era como si Pablo dijera: “Filipenses, yo considero vuestra fe como un sacrificio ofrecido a Dios, y el hecho de poder presentársela a El, como un servicio”. En este mensaje nos concentraremos en la primera parte, a saber, el sacrificio de la fe de los creyentes.
En la epístola de Filipenses Pablo usa ciertas expresiones extraordinarias, como “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo” (1:19), “enarbolando la palabra de vida” (2:16), y “el sacrificio y servicio de vuestra fe”. Si queremos conocer el secreto de experimentar a Cristo como lo revela esta epístola, debemos entender estas expresiones.
¿Cuál es la fe que puede considerarse como un sacrificio ofrecido a Dios? Como creyentes, todos poseemos cierta medida de fe; de lo contrario, no podríamos creer en Cristo. Aun así, debemos preguntarnos si nuestra fe puede ser considerada como un sacrificio que los apóstoles pueden ofrecer gozosamente a Dios. Pablo era un sacerdote neotestamentario. El declaró en Romanos 15:16: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. Como sacerdote del evangelio, Pablo ofrecía a los que eran salvos mediante su predicación, como un sacrificio a Dios. No obstante, notamos que, en Filipenses 2:17, el sacrificio no se refiere a los creyentes mismos, sino a la fe de ellos. Por lo tanto, Filipenses 2:17 presenta un pensamiento más profundo que el de Romanos 15:16. ¿Había considerado alguna vez que su fe es un sacrificio que un ministro como Pablo puede ofrecer a Dios?
El versículo 17 muestra que Pablo estaba dispuesto a ser derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de los creyentes. Pablo comprendía que tarde o temprano sufriría el martirio, y que como mártir, sería derramado en libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. En el Antiguo Testamento, la libación se derramaba sobre alguna de las ofrendas básicas. Sin una ofrenda básica, no podía haber libación. Pablo consideraba su martirio como una libación derramada sobre la fe de los filipenses. Por consiguiente, es importante entender cuál es la fe que puede constituir un sacrificio sobre el cual puede derramarse la libación. En este mensaje trataremos de entender cuál era la fe a la que Pablo se refería en Filipenses 2:17.
La fe mencionada en este versículo no es exactamente la misma que se menciona en otras partes de la Biblia. Por ejemplo, en Efesios 1:13 dice: “En El también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Cuando oímos la palabra de la verdad y creímos en Cristo, fuimos sellados con el Espíritu Santo. En este versículo tenemos la palabra, la fe y el Espíritu. Cuando alguien oye la palabra y cree en ella, recibe al Espíritu. La palabra, la fe y el Espíritu son uno.
El Verbo es la expresión de Dios (Jn. 1:1) y Dios es la fuente del Verbo. Cuando tenemos el Verbo, tenemos a Dios, puesto el Verbo es la expresión de Dios.
El evangelio de Juan revela que el Verbo es tanto Dios como el Espíritu. Además, Cristo es también Dios, el Espíritu y el Verbo. Cristo es el Verbo y el Verbo es Dios. Esto muestra que existe una relación maravillosa entre Dios, Cristo, el Espíritu y el Verbo. El Verbo es Dios y el Espíritu, y Cristo también es Dios y el Espíritu. Por un lado, Cristo es el Verbo, y por otro, el Verbo es Cristo. De la misma manera, Dios es el Espíritu y el Espíritu es Dios. Por consiguiente, aquí vemos que el Dios Triuno está corporificado en el Verbo.
El Dios Triuno está corporificado en el Verbo, y este Verbo vino a nosotros. El Verbo que estaba con Dios y era Dios, un día se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros (Jn. 1:1, 14). Conforme a Juan 20, el Verbo encarnado fue adorado como Dios. Dirigiéndose a El, Tomás dijo: “Señor mío, y Dios mío” (Jn. 20:28). El Verbo no es solamente nuestro Dios, sino también la forma en la que nuestro Dios vino a nosotros. Nuestro Dios vino a nosotros en la forma corporificada del Verbo. Por otra parte, Efesios 6:17 declara que el Espíritu es el Verbo. Así, vemos que el maravilloso Dios Triuno está corporificado en el Verbo, y que el Verbo ha venido a nosotros. Cuando el Verbo viene, en realidad vienen Dios, Cristo, y el Espíritu. Los tres del Dios Triuno vienen con el Verbo.
Ahora bien, la función primordial del Verbo es infundirnos la fe. Les aseguro que después de repetir un versículo diez veces, recibirán una infusión de fe. Incluso si un ateo lee Juan 3:16 y repite este versículo varias veces, el Verbo le infundirá fe.
La función del Espíritu es infundirnos la fe mediante la Palabra. La fe es tanto el producto del Verbo como la función del Espíritu. Cuando el Verbo viene a nosotros y tenemos contacto con El, recibimos el Espíritu; es decir, que cuando el Verbo llega a nosotros y nosotros lo tocamos, éste llega a ser el Espíritu en nuestra experiencia. Por lo tanto, el Verbo primero viene a nosotros y después llega a ser el Espíritu en nosotros.
En nuestra experiencia, el Verbo se convierte en el Espíritu. Un ejemplo de esto es la manera en que encendemos un cerillo. La cabeza del cerillo está hecha de fósforo, por eso se enciende al friccionarla correctamente. ¿Son la llama y el fósforo dos cosas distintas? No, la llama es simplemente la combustión del fósforo. De la misma manera, el Espíritu es la “combustión” del Verbo. Cuando experimentamos esta combustión, el “fuego” nos hace “arder”. La acción de arder corresponde a la fe.
Al principio de mi vida cristiana yo anhelaba tener fe, y por eso leía muchos libros sobre este tema. Sin embargo, ninguno de ellos me ayudó a entender lo que era la fe en realidad. Sólo en años recientes vine a descubrir por experiencia lo que es la fe. La fe procede de la palabra, la cual nos infunde el elemento divino. Por consiguiente, la fe es el producto de la palabra y de la función del Espíritu. Cuando unimos la palabra y el Espíritu, espontáneamente obtenemos la fe. Como hemos dicho, la fe, la palabra y el Espíritu son uno.
Si usted medita sobre esta definición de la fe en la presencia del Señor, ciertamente lo adorará. Se dará cuenta de que cada vez que brota la fe genuina en su interior, la palabra estará presente y el Espíritu será hecho real en su experiencia. Es imposible tener fe sin la palabra y el Espíritu.
Efesios 3:16-19 revela que cuando el Padre nos dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, entonces Cristo hará Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe. Así, seremos arraigados y cimentados en amor, y seremos plenamente capaces de comprender con todos los santos cual es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conoceremos el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para finalmente ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Si tomamos el tiempo suficiente para orar-leer y meditar sobre estos versículos, ciertamente nuestra fe será fortalecida. Algo en nosotros se fortalecerá y percibiremos que Cristo está haciendo Su hogar en nuestros corazones, que estamos siendo arraigados y cimentados en amor, que estamos comprendiendo las dimensiones de Cristo, y que incluso estamos siendo llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto se debe a que cierto elemento se ha infundido en nuestro ser y nos ha fortalecido; este elemento es la fe.
Puede ser que antes de orar-leer estos versículos nos sintamos débiles. No obstante, después de orar-leerlos, sentiremos que hemos sido revestidos de poder, y que ahora somos como una “llanta inflada”. En nuestra experiencia, comprobaremos que la fe, la palabra y el Espíritu son verdaderamente uno, y que son nuestra porción. Además, disfrutaremos a Cristo en la fe que hemos recibido. Asimismo sentiremos que somos fortalecidos con poder, que Cristo está edificando más Su hogar en nuestros corazones, que estamos siendo arraigados y cimentados en amor, que estamos conociendo las dimensiones de Cristo, y que estamos siendo llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Al seleccionar un pasaje de las epístolas de Pablo y meditar sobre él por algún tiempo, sentiremos que algo brota con poder desde nuestro interior. Esto se produce cuando la palabra y el Espíritu se mezclan con nuestra fe, lo cual siempre nos lleva a disfrutar a Cristo. Lo que disfrutemos dependerá de lo que la Palabra nos transmita. Por ejemplo, si un pecador medita sobre 1 de Timoteo 1:15, donde dice que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, algo se le infundirá y apreciará a Cristo como su Salvador. El sabrá que Cristo puede salvarlo. El aprecio que el siente por Cristo es la fe. Como hemos dicho en otras ocasiones, la fe es nuestro aprecio por Cristo y el reflejo de lo que El es y hace por nosotros. Cada vez que un pecador siente aprecio por Cristo, tiene la fe necesaria para ser salvo, y de este modo, disfruta verdaderamente a Cristo como su Salvador.
De la misma manera, podemos disfrutar a Cristo al orar-leer Efesios 3:17. En particular, disfrutaremos que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe, pues eso es lo que nos transmite este versículo. Repito que lo que disfrutamos en fe depende siempre de lo que la Palabra nos transmite. Es por eso que el grado de nuestro disfrute de Cristo puede variar.
La fe auténtica siempre va acompañada del gozo o disfrute de la fe y del sacrificio de la fe. Ya vimos que Efesios 1:13 habla de la fe. La fe es el producto de la Palabra y la función del Espíritu.
La epístola de Efesios contiene por lo menos dos versículos que indican que la fe nos lleva a disfrutar a Cristo. En Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia habéis sido salvos por medio de la fe”. El hecho de ser salvos por medio de la fe da a entender que la fe es el medio por el cual disfrutamos a Cristo como nuestro Salvador. Es la fe la que nos lleva a disfrutar al Salvador y Su salvación. Más adelante, en Efesios 3:17, leemos que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, lo que indica que la fe nos lleva a disfrutar a Cristo como Aquel que hace Su hogar en nosotros. Aunque todos los cristianos pueden decir amén a Efesios 2:8, muy pocos dirán amén a Efesios 3:17. Dudo que muchos creyentes disfruten al Cristo que hace Su hogar en ellos. Si hemos de disfrutar a este Cristo, debemos leer Efesios 3:15-19 y meditar sobre dichos versículos. Además, es recomendable que oremos-leamos este pasaje y que incluso lo cantemos.
Gálatas 2:20 también muestra que la fe se relaciona con nuestro disfrute de Cristo, pues dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Este versículo declara que Cristo vive en nosotros y que la vida que ahora vivimos, la vivimos en la fe del Hijo de Dios. Por consiguiente, dicho versículo revela que la fe nos lleva a disfrutar al Cristo que vive en nosotros. ¡Qué maravilloso disfrute!
En Gálatas 5:6 Pablo añade: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe, que obra por medio del amor”. El Cristo revelado en la epístola de Gálatas puede ser disfrutado solamente por medio de la fe. La fe es la que nos conduce al disfrute de Cristo.
La epístola de Colosenses también relaciona la fe con el disfrute que tenemos de Cristo. Después de mencionar la fe de los creyentes (1:4), Pablo escribe que los Colosenses fueron “sepultados juntamente con El en el bautismo” y que fueron “resucitados juntamente con El, mediante la fe de la operación de Dios” (2:12). La fe nos permite disfrutar la operación de Dios. Anteriormente estábamos muertos, pero ahora podemos disfrutar la resurrección de entre los muertos. La fe nos conduce al disfrute del Dios que opera levantándonos de entre los muertos.
Todos estos versículos ejemplifican el hecho de que, juntamente con la fe genuina, experimentamos gozo y disfrute. Además, lo que disfrutamos depende del pasaje de la Palabra que recibimos por fe. Dicho de otro modo, el disfrute de la fe depende de lo que nos transmite un versículo determinado.
En Colosenses 1:25, Pablo declara que fue hecho ministro para completar la palabra de Dios. Sin el ministerio de Pablo, cuyo contenido se encuentra particularmente en las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, la palabra de Dios estaría incompleta. Esto indica que si no profundizamos en estas cuatro epístolas de Pablo, el disfrute que obtengamos de Cristo mediante la fe no será adecuado, pues no corresponderá con las riquezas que se hallan en estas epístolas.
Hasta cierto grado, los cristianos disfrutan a Cristo por medio de la fe, pero no muchos lo disfrutan en todos Sus aspectos, en la iglesia, con la iglesia y para la iglesia. Puedo testificar que al comienzo de mi vida cristiana disfrutaba a Cristo en cierta medida. Pero sólo llegué a disfrutarlo de una manera rica cuando entré en el recobro del Señor. Desde entonces, las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, han llegado a ser mi fe. Hoy en día, mi fe no proviene simplemente de versículos como Juan 3:16 y 5:24, sino del disfrute de estas cuatro epístolas de Pablo.
No pretendo menospreciar ningún libro de la Biblia, pero estoy seguro de que si leemos un libro como Eclesiastés, no disfrutaremos tanto a Cristo. Cuando mucho, tal vez lleguemos a comprender que todas las cosas son vanidad, y anhelemos llevar una vida que esté fuera de toda vanidad. Sin embargo, dicho libro no nos llevará a disfrutar a Cristo tan ricamente. El disfrute abundante de Cristo se encuentra en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses.
Antes de venir al recobro del Señor, ¿disfrutaba usted al Cristo que lo es todo? ¿Disfrutaba a este Cristo en la iglesia, con la iglesia y para la iglesia? Es probable que disfrutáramos algo de Cristo como lo revela Lucas 15, pero no al Cristo que lo es todo, como lo revelan las epístolas de Pablo. Esto se debe a que no habíamos profundizado en el contenido de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Por años me reuní en la asamblea de los Hermanos, y asistí a muchas conferencias sobre la tribulación y sobre profecías bíblicas. Escuché mensajes acerca del hombre de iniquidad, la última trompeta, el arrebatamiento, la imagen de Daniel 2, las setenta semanas de Daniel 9 y las bestias de Daniel 7 y Apocalipsis 13. No cabe duda de que cada capítulo de la Biblia contiene el aliento de Dios; no obstante, también es un hecho que en Daniel 7 no disfrutamos tanto a Cristo como en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Asimismo, aunque el libro de Hechos habla mucho de la iglesia, no podemos disfrutar tanto a Cristo en dicho libro como en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses.
Disfrutar a Cristo equivale a tener el gozo de la fe. Pablo habla del gozo de la fe en Filipenses 1:25: “Y confiando en esto, sé que quedaré, y aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro progreso y gozo de la fe”. Dos asuntos constreñían a Pablo: el deseo de partir y estar con Cristo, y la necesidad de quedar en la carne por causa de los santos (vs. 23-24). Finalmente, él concluyó diciendo que quedaría, y que aún permanecería con los creyentes para su progreso y su gozo de la fe. Pablo anhelaba ministrar más de Cristo a los santos para que ellos lo pudieran experimentar más. Mediante el ministerio de Pablo, más de Cristo se infundiría en ellos y, por consiguiente, crecería más su fe. Luego, dicha fe les permitiría tener un mayor disfrute de Cristo, y, de ese modo, experimentarían el progreso y el gozo de la fe.
Hoy en día, la palabra de Dios está completa. Por tanto, les insto a que estudien toda la Biblia, y especialmente las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, las cuales completaron la palabra de Dios. Si deseamos tener la fe que conduce a disfrutar plenamente a Cristo en la iglesia, debemos conocer perfectamente estas cuatro epístolas.
El disfrute de la fe nos convierte en un sacrificio, que es el mismo Cristo que experimentamos y disfrutamos. A medida que disfrutamos a Cristo, lo experimentamos, lo ganamos y lo poseemos. De hecho, incluso nuestro ser llega a estar constituido de Cristo. Es así como nuestra fe llega a ser un sacrificio que puede ser ofrecido a Dios.
Anhelo ver el sacrificio de la fe entre los santos. No quisiera ministrar por muchos años a los santos acerca de Cristo y la iglesia, para finalmente descubrir que ellos no experimentan ni disfrutan lo suficiente a Cristo. Si no ganamos a Cristo, el sacrificio no se producirá, y, como resultado, no disfrutaremos a Cristo, y el que ministra se quedará sin un sacrificio que ofrecer a Dios. Si verdaderamente deseamos que se produzca el sacrificio de fe, debemos tocar la palabra de vida de manera que ésta se convierta en la abundante suministración del Espíritu. Así se producirá la fe, es decir, la fe que resulta de mezclar la Palabra y el Espíritu con nuestro aprecio por Cristo. Este es el sacrificio que podemos ofrecer a Dios.
De acuerdo con Filipenses 2:17, la fe representa nuestro disfrute y experiencia de Cristo, así como el hecho de ganarlo a El, lo cual se convierte en un grato sacrificio ofrecido a Dios. De este modo, el que ministra se sentirá feliz de ofrecer tal sacrificio a Dios y de poder derramarse en libación sobre dicho sacrificio.
Animo a todos los santos a estudiar y orar-leer las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, y aun a cantarlas. Debemos “prender el cerillo” y experimentar el “fuego”, si deseamos ganar a Cristo, experimentarlo, disfrutarlo y poseerlo. Así se producirá la fe que puede ser presentada a Dios como sacrificio. Todos debemos obtener la fe que está mezclada con la Palabra de Dios y la abundante suministración del Espíritu, si hemos de obtener un sacrificio que Dios pueda disfrutar.
No debemos separar 2:16 de 2:17; gramaticalmente, estos dos versículos están unidos por la conjunción “y”, lo cual indica que la fe del versículo 17 se relaciona con el hecho de enarbolar la palabra de vida, mencionado en el versículo 16. Dicho de otro modo, el enarbolar de la palabra de vida, en la experiencia, se relaciona con el sacrificio de la fe. El pensamiento de Pablo en estos versículos es que si los santos enarbolaban la palabra de vida, él tendría de qué gloriarse en el día de Cristo. La era en que vivimos es el día del hombre (1 Co. 4:3), mientras que la era venidera será el día de Cristo. Cada cual ejercerá su autoridad en la era que le corresponde. Puesto que estamos en la era del día del hombre, es el hombre quien tiene autoridad sobre la tierra; pero en el día de Cristo, El tendrá plena autoridad. Por consiguiente, si los filipenses enarbolaban la palabra de vida en el día del hombre, Pablo podría gloriarse en el día de Cristo de no haber corrido ni trabajado en vano.
Después de que Pablo exhortó a los creyentes a que enarbolaran la palabra de vida para que él pudiera gloriarse en el día de Cristo, él declaró en el versículo 17: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. Aun ahora, en el día del hombre, Pablo podía ser derramado en libación sobre el sacrificio que producirían los creyentes al enarbolar la palabra de vida. Esto significa que si los creyentes enarbolaban la palabra de vida, le proporcionarían a Pablo un sacrificio básico sobre el cual él podría derramarse en libación.
Al examinar detenidamente estos versículos, vemos que toda experiencia que tengamos de Cristo siempre se originará en nuestra fe. Por tanto, nuestra fe representa la suma total de nuestra experiencia de Cristo. El enarbolar de la palabra de vida en el versículo 16 equivale a la fe mencionada en el versículo 17. Esto se comprueba por la conjunción “y”, la cual une estos versículos. Pablo deseaba poder jactarse en el día de Cristo, de que los creyentes habían enarbolado la palabra de vida. Aun en el día del hombre, Pablo logró obtener el sacrificio de la fe de los creyentes como un sacrificio básico sobre el cual él podía derramarse en libación. El sacrificio de la fe corresponde con el enarbolar de la palabra de vida por parte de los creyentes.
En el versículo 16 Pablo habla de gloriarse, y en el versículo 17, de regocijarse. En estos versículos, las palabras gloriarse y regocijarse son sinónimos. Pablo podía gloriarse en el hecho de que los creyentes enarbolaban la palabra de vida, y se regocijaba al ver el sacrificio de la fe de ellos. La acción de gloriarse mencionada en el versículo 16 se relaciona con el enarbolar de la palabra, y la acción de regocijarse en el versículo 17, con el sacrificio de la fe de los creyentes. La acción de regocijarse del versículo 17 equivale a la acción de gloriarse del versículo 16, de la misma manera que el sacrificio de la fe corresponde al enarbolar de la palabra de vida. Una vez más, vemos aquí que la fe representa la suma total de nuestra experiencia, disfrute y ganancia de Cristo.