Mensaje 55
Lectura bíblica: Fil. 3:15-16; Gá. 5:25; 6:15-16
El capítulo tres de Filipenses revela a una persona que es única: al Cristo excelente que lo es todo. En este mensaje, veremos que los cristianos debemos tener interiormente un mismo sentir y exteriormente un mismo andar.
En el versículo 15 Pablo presenta una conclusión de los catorce versículos anteriores: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. ¿Qué quiere decir Pablo cuando dice “pensemos de este modo”? Para contestar esta pregunta, debemos examinar lo que él declara en los versículos 13 y 14: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Al decir “pensemos de este modo”, Pablo se refería a lo que acababa de mencionar, esto es, olvidar lo que queda atrás y a extenderse a lo que está delante, a fin de proseguir a la meta y alcanzar el premio.
Ya mencionamos que la meta es vivir, andar y existir absolutamente en Dios, fuera de la vieja creación. Tal es la meta de la superresurrección (v. 11). Proseguir a la meta de la superresurrección es procurar llevar una vida que esté enteramente en Dios, fuera del ámbito de la vieja creación. Además, ya que la superresurrección es en realidad Cristo mismo en resurrección, podemos decir que Su persona es un cuadro de la superresurrección. Antes de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, no teníamos tal cuadro, ya que no existía nada que pudiera llamarse la superresurrección. Antes de la encarnación, Dios no se había unido a Su creación, pero un día, el Hijo de Dios entró en la esfera de la vieja creación. En Su crucifixión, El llevó la vieja creación a la cruz y la clavó allí. Por consiguiente, mediante la crucifixión Cristo le dio fin a la vieja creación. Aun más, cuando El fue sepultado, llevó consigo la vieja creación, la cual estaba simbolizada por los lienzos. Después, el Señor resucitó. El hecho de que los lienzos permanecieran en la tumba después de Su resurrección (Jn. 20:6-7), indica que la vieja creación quedó atrás. Por tanto, vemos que cuando Cristo salió en resurrección, se hallaba plenamente en Dios y totalmente fuera de la vieja creación. Este es el significado de la palabra “superresurrección”. Cristo alcanzó la superresurrección mediante la crucifixión y la resurrección.
El Nuevo Testamento enseña que no debemos separar la superresurrección de la persona de Cristo, ya que en realidad la superresurrección es Cristo mismo. Esto quiere decir que cuando recibimos al Señor Jesús, recibimos también la superresurrección. Sin embargo, a través de la historia, desde el primer siglo hasta ahora, este hecho no ha sido proclamado adecuadamente. ¡Cuánto le agradecemos al Señor que, por Su misericordia, El nos haya iluminado para entender en qué consiste la superresurrección de entre los muertos!
La expresión “pensemos de este modo”, está relacionada con el hecho de proseguir a la superresurrección; significa que entendemos claramente que, como aquellos que han sido escogidos, redimidos y regenerados por Dios, sólo debemos procurar una sola cosa: llevar una vida que se encuentre plenamente en Dios, y que esté completamente fuera de la vieja creación. Esto requiere que nuestra vida se encuentre completamente en la superresurrección. Ya vimos que la superresurrección es en realidad la persona preciosa y excelente de Cristo, quien, mediante la crucifixión y la resurrección, salió de la vieja creación y entró en Dios. Este Cristo es maravilloso y mucho más excelente que los ángeles, los cuales son parte de la vieja creación, ya que no han experimentado la crucifixión ni la resurrección. Después de Su crucifixión y sepultura, Cristo salió de la vieja creación al resucitar y entró en Dios. ¿Había oído antes una descripción semejante del Señor Jesús? ¡Aleluya, Cristo es la realidad de la superresurrección! Ahora, debemos procurar llevar una vida, que en realidad es la persona maravillosa de Cristo. Al igual que Pablo, debemos ser capaces de declarar: “Para mí el vivir es Cristo” (1:21). Pablo además podía testificar que él había sido crucificado juntamente con Cristo y que Cristo vivía en él (Gá. 2:20). El Cristo que vivía en Pablo es la superresurrección misma.
En tanto que vivamos en la vieja creación, no viviremos a Cristo, por muy buenas que sean nuestras acciones. Aun si alguien lograra vivir conforme a una ética más elevada que la de Confucio, con todo, dicho vivir no sería Cristo, sino simplemente un vivir ético en la vieja creación. No sólo debemos procurar la victoria sobre los pecados, sino también sobre los mejores aspectos de la vieja creación, incluyendo la ética. Ante todo, debemos proseguir a la meta de la superresurrección, la cual es nuestro querido y excelente Cristo. ¡Cuán bendecidos somos al ver esto! Cuán bendecida será nuestra vida familiar si buscamos una vida que esté en Dios, y que se halle fuera de la vieja creación.
Todos debemos pensar de “este modo”, teniendo una mente centrada en ir en pos de Cristo, quien es la superresurrección. Los jóvenes que deseen proseguir hacia esta meta no necesitan reformar su comportamiento ni su carácter, ni esforzarse por ser mejores estudiantes; en lugar de ello, deben llevar una vida que sea Cristo mismo en resurrección, una vida que esté enteramente en Dios y completamente fuera de la esfera de la vieja creación. Que todos tengamos este único sentir.
En el versículo 15 Pablo declara que si en algo tenemos un sentir diverso, esto también nos lo revelará Dios. Es común que entre los cristianos haya “un sentir diverso”, que tengan centenares de distintas maneras de pensar, de entender y de percibir las cosas. ¡Oh, cuántos sentires diferentes existen entre los creyentes! No obstante, Pablo nos alienta a tener un solo sentir, cuando dice: “Pensemos de este modo”.
A veces, cuando predicaba el evangelio en China, algunos me decían que tenía una mente muy estrecha. Me aconsejaban que no enseñara que Cristo es el único Salvador, ya que este concepto era demasiado estrecho. Yo les contesté que, con respecto a Cristo, aún no tenía una mente lo suficientemente estrecha, y que debía llegar al punto de no pensar en ninguna otra cosa que no fuera Cristo mismo. Otros cristianos me exhortaron diciendo que no debía afirmar que en el recobro del Señor seguimos la manera correcta. Yo les respondí: “Si esta no fuera la manera correcta, no la seguiría, pero si efectivamente lo es, entonces debo seguirla, y aun animar a otros a seguirla. De lo contrario, me engañaría a mí mismo y también a los demás creyentes”. Además les dije: “Ustedes se consideran muy abiertos, pero en realidad se engañan a sí mismos y también engañan a los demás, ya que no conocen la manera correcta ni la siguen”. En cuanto a los asuntos espirituales, Dios desaprueba que el hombre tenga una mente abierta. El Señor Jesús dijo que la puerta era estrecha y angosto el camino que llevaba a la vida (Mt. 7:14).
La Biblia enseña que sólo hay un Dios, un Señor, un Espíritu y una iglesia. Las Escrituras ciertamente recalcan la unidad. Sólo hay un Creador y un Salvador; por tanto, enseñar algo distinto a esto es completamente diabólico.
Pablo afirma que si tenemos un sentir diverso, “esto también lo revelará Dios”. Esto indica que si tenemos un sentir divergente se debe a que carecemos de revelación y que, por tanto, necesitamos de ella. Es por eso que en el versículo 15 Pablo no dice que Dios nos lo enseñaría, sino que nos lo revelaría.
Los creyentes no llegan a tener un mismo sentir por el simple hecho de leer la Biblia. Cuando el Señor Jesús vino, ya existían los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Y los religiosos escudriñaban las Escrituras, pero no querían venir a Cristo para tener vida. En Juan 5:39-40, el Señor Jesús dijo: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Si escudriñamos las Escrituras sin acudir al Señor, tendremos diversos sentires. Algunos preferirán a Moisés, y otros, a Elías o Jeremías. Sólo cuando acudimos a Cristo, el cual es único, podemos tener un mismo sentir.
Después de Su resurrección, el Señor dijo a Sus discípulos: “Estas son Mis palabras, las cuales os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc. 24:44). Esto significa que siempre que leamos las Escrituras debemos ver a Cristo.
Hoy en día, la situación entre los cristianos es igual a la de los religiosos de la época del Señor Jesús, cuando El estuvo en la tierra. De hecho, es aun peor, pues aunque hoy contamos con los sesenta y seis libros de la Biblia, en vez de treinta y nueve, existen más “fariseos”, “saduceos” y “escribas” que los que hubo en el primer siglo. Esto se debe a que el número de los que leen la Biblia es mayor, como también lo es el número de creyentes que tienen un sentir diverso.
Aunque actualmente existen centenares de pareceres distintos entre los creyentes, nuestra meta no consiste en tratar de unificarlos. Sin embargo, cuando Cristo, quien es único, nos es revelado, espontáneamente nos unimos en El y por El. De hecho, El mismo es nuestra unión.
No es nuestro objetivo unificar a los creyentes; tampoco esperamos que la mayoría de ellos tomen el camino del recobro del Señor. Cuando el Señor concluyó Su ministerio en la tierra, tampoco contaba con muchos seguidores. Asimismo, en el primer capítulo de Hechos vemos que el número de los que estaban reunidos en el aposento alto en Jerusalén no sobrepasaba de ciento veinte. No buscamos tener una gran acogida ni procuramos atraer grandes multitudes. Recordemos que cuando Pablo escribió su epístola a los filipenses, no lo hizo en un momento de gran acogida; por el contrario, la escribió desde la cárcel, en un tiempo en que era rechazado y perseguido.
Incluso el recobro del Señor podría dejar de existir si millones de cristianos siguieran este camino. Podría extinguirse debido al sinnúmero de sentires que hay entre los creyentes. El recobro del Señor ciertamente es un camino angosto y difícil para la mayoría de los cristianos. Los que estamos en el recobro debemos prestar atención a las palabras de Pablo: “pensemos de este modo”.
No podemos negar que hemos recibido del Señor la revelación de que Cristo lo es todo. Dicha revelación es lo único que puede hacer que “pensemos de este modo”, y que tengamos un mismo sentir, el sentir que tuvo Pablo y que también tienen todos los que aman y buscan al Señor Jesús. Dicho sentir no nos impulsa a emprender una obra ni un movimiento, sino a procurar una vida que esté absolutamente en Dios, y fuera de la vieja creación. Este es el sentir que nos revela el tercer capítulo de Filipenses.
La frase “pensemos de este modo” implica tanto la comprensión como la resolución de proseguir a la meta. Lo que se practica conforme a la religión y a la ética es muy ajeno a la meta de Dios, y a la resolución de alcanzarla. Pensar de este modo significa tener el sentir de seguir en pos del Cristo resucitado, a fin de vivirle a El como la superresurrección. Todos debemos pensar de este modo y tener tal comprensión y determinación, a fin de proseguir a la meta.
Si tenemos este único sentir, tendremos un mismo andar. La mente es lo que controla nuestro cuerpo; la mente dirige nuestros pies, y no viceversa. Nuestros pensamientos gobiernan lo que decimos y hacemos, y por ende, dirigen y controlan toda nuestra vida. Es por eso que requerimos ser transformados por la renovación de nuestra mente.
Algunos nos han calumniado diciendo que torcemos la mente de las personas. De ninguna manera practicamos esto; por el contrario, fomentamos la renovación de la mente. Nuestra mente debe ser renovada para obtener una comprensión y una resolución apropiadas. De este modo, nuestro andar cristiano estará bajo el control de una mente renovada por Dios.
La palabra griega traducida “andemos” en el versículo 16, no tiene un significado común; antes bien, se trata de la misma palabra que encontramos en otros pasajes, como por ejemplo, en Gálatas 5:25. Es una palabra particular, ya que se trata de la forma verbal del sustantivo “rudimento”. Por lo menos una versión de la Biblia la traduce “observar los rudimentos”. La palabra griega es stoijéo, la cual se deriva de la palabra stéjo, que significa andar en orden, marchar en filas, llevar el paso. Dicha palabra denota andar en una senda o vereda determinada y de forma regulada, como los soldados que marchan a un mismo paso.
Tal vez algunos se pregunten cómo pueden dos creyentes, con diferentes niveles de experiencia, andar al mismo paso. Por ejemplo, ¿cómo puede un hermano con más de cincuenta años de experiencia en el Señor, andar al mismo paso de un creyente que acaba de ser salvo? No piense que esto es imposible. La enseñanza de la Biblia es muy distinta del sistema educativo mundano. En las escuelas, existen distintos textos diseñados para estudiantes de diferentes edades. Sin embargo, los cristianos tenemos un sólo texto, la Biblia, la cual es útil tanto para aquellos que, espiritualmente hablando, se encuentran en “la primaria”, como para los que están en “la universidad”.
En el versículo 15 Pablo habla de “todos los que hemos alcanzado madurez”, lo cual implica que unos creyentes son más maduros que otros. En el versículo 16 Pablo añade: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. La expresión “en aquello a que hemos llegado”, incluye a todos los santos, sin importar su grado de madurez, e indica que todos debemos andar conforme a la misma regla. Incluso los santos más jóvenes deben andar en el mismo sendero que los más maduros. En cuanto a este asunto, los pensamientos de Dios son más elevados que los nuestros. Todos debemos pensar de “este modo” y andar por el mismo sendero.
Tarde o temprano, todos seremos gobernados por esta revelación, que consiste en tener un mismo pensamiento y un mismo andar. Entonces, espontáneamente diremos: “Señor Jesús, te amo como nunca antes. Señor, en Tu presencia, tomo la resolución de seguir en pos de Ti como la superresurrección. Deseo que todo lo relacionado con mi vida esté fuera de la vieja creación y que se encuentre plenamente en Dios”. Si obtenemos tal revelación, y tomamos tal resolución, ciertamente tendremos un mismo andar, que estará gobernado y dirigido por un mismo pensamiento.
En Gálatas 6:15-16 vemos que este único andar se produce conforme a la regla de la nueva creación: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, o sea sobre el Israel de Dios”. Andar conforme a la regla de la nueva creación equivale a andar conforme a la regla de la superresurrección. Si andamos conforme a esta regla, seremos el verdadero Israel de Dios.
El nombre Israel significa “príncipe de Dios”, lo cual indica que llegamos a ser un príncipe de Dios cuando llegamos a tener este único sentir que nos lleva a tener un mismo andar, esto es, proseguir a la meta de la superresurrección. Hoy en día, el Señor desea obtener un grupo de personas que vayan en pos de esta meta. Espero que todos veamos cuán crucial es tener el único sentir que nos lleva a tener un mismo andar, y que todos prosigamos hacia la meta única, que es Cristo como la superresurrección.