Mensaje 58
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Lectura bíblica: Fil. 4:1-2, 4-7, 11-13; 3:15-16
La palabra griega traducida “comprensivos” se compone de dos vocablos. El primero es la preposición epi, la cual, cuando funciona como prefijo, denota extenso o pleno. Esta preposición forma parte de la palabra griega traducida “pleno conocimiento” en 2 Timoteo 2:25. El segundo vocablo es un adjetivo que posee varios significados: razonable, comedido y apropiado. Por consiguiente, podemos decir que el significado de la palabra griega es: perfectamente razonable.
Basándonos tanto en el análisis de la palabra griega, como en nuestra experiencia, así como en las actividades que Dios realiza en Su economía y en el vivir del Señor sobre la tierra, vemos que para ser verdaderamente comprensivos, requerimos de muchas otras virtudes. Esto se debe a que la virtud de ser comprensivos es una virtud universal.
De entre todas las virtudes humanas, Pablo mencionó la virtud de ser comprensivos en 4:5. Como veremos, esta virtud tiene que ver con otros asuntos importantes de Filipenses 3 y 4. Por ejemplo, se relaciona con el hecho de ser capaces de hacerlo todo en Cristo y con el hecho de aprender el secreto de estar contentos en cualquier situación. Además, si hemos de ser comprensivos, debemos estar equipados con lo que se describe en 3:15 y 16.
Ser comprensivos significa ser razonables, comedidos y apropiados en todo aspecto. Esto requiere un entendimiento adecuado de la situación en la que nos encontramos. Tomemos el ejemplo de dos estudiantes que discuten sobre un problema de matemáticas. Debido a que no llegan a un acuerdo, acuden a usted y le presentan el problema. Sin embargo, si usted no sabe mucho de matemáticas, no podrá emitir un juicio equitativo y razonable. Y aun cuando entienda el problema, es posible que no tenga la sabiduría necesaria para tratar con ellos.
Hay mucha escasez de comprensión en la vida familiar. Una buena vida familiar depende de una comprensión adecuada entre los miembros de la familia. Si hay una buena comprensión entre los esposos, y entre ellos y sus hijos, ciertamente llevarán una estupenda vida matrimonial y familiar. Pero si ninguno de ellos se ejercita en ser comprensivo con los demás, dicha vida familiar se verá seriamente afectada.
Los padres no deben ser ni demasiado estrictos, ni demasiado tolerantes con sus hijos. Ser demasiado estrictos o demasiado tolerantes los perjudica. ¿Cuál es entonces la manera apropiada en que los padres deben cuidar a sus hijos? La manera correcta es aquella en la que abunda la comprensión.
Supongamos que un niño hace algo indebido y que su padre se entera. En tal caso, el padre no debe apresurarse a regañarlo o castigarlo mientras esté enojado. En Efesios 6, el apóstol Pablo nos manda que no provoquemos a ira a nuestros hijos. Casi siempre, los padres provocan a sus hijos cuando los castigan con ira. Si usted está enojado con su hijo, primero debe pedirle al Señor que le quite su enojo. Una vez que su enojo haya desaparecido, usted deberá tratar de entender por qué el niño cometió esa falta. Indudablemente, el niño hizo algo equivocado; sin embargo, usted aún debe tratar de entender la situación. Tal vez la falta del niño se debió a un descuido de parte suya; si usted hubiera sido cuidadoso, el niño nunca hubiera hecho tal cosa. Por lo tanto, debido a que su descuido fue la causa de que él hiciera algo indebido, usted no debe cargarle toda la responsabilidad. En vez de eso, usted debe reconocer su error y entonces proceder a disciplinar a su hijo. Esto es ser comprensivos con nuestros hijos.
Los padres deben ejercitar sabiduría cuando hablan con sus hijos. Tal vez un niño necesite corrección; pero aun así, los padres deben esperar el momento oportuno para hablar con él. El padre debe considerar si debe regañar a su hijo delante de los demás niños, o aun si debe corregirlo delante de su madre. A veces no es conveniente regañar a un niño delante de otros. ¡Cuánta sabiduría debemos tener para educar a nuestros hijos! Si no somos comprensivos, definitivamente no podremos ejercitar sabiduría. Asimismo, sin la debida sabiduría, no seremos comprensivos.
Si hemos de mostrar comprensión, también requerimos paciencia. A la mayoría de los padres les resulta difícil ser pacientes cuando disciplinan a sus hijos. Si un hermano está a punto de regañar a uno de sus hijos, sería mucho mejor que dejara pasar unas horas antes de decirle algo. Sin embargo, nos resulta extremadamente difícil esperar tan sólo unos minutos, mucho más unas cuantas horas. Nuestra tendencia natural es castigar a nuestros hijos precipitadamente, pero la impaciencia causa mucho daño.
La impaciencia deteriora también la vida matrimonial. Supongamos que un hermano siente que debe tratar con su esposa un asunto desagradable. Si él verdaderamente es comprensivo, esperará el momento oportuno para decírselo, buscará el momento cuando la conversación pueda ser constructiva. Del mismo modo, una esposa debe ser paciente con su marido y esperar el momento oportuno para expresarle sus sentimientos acerca de ciertos asuntos. Sin embargo, ser así de pacientes y comprensivos nos resulta sumamente difícil.
Ser comprensivos es una virtud universal; no sólo incluye la sabiduría y la paciencia, sino también la misericordia, la bondad, el amor y la compasión. La lista es casi interminable. Como ya dijimos, la palabra griega traducida “comprensivo” implica ser considerado, es decir, tomar en consideración la situación de los demás. Si somos comprensivos, tendremos una placentera vida matrimonial y una excelente vida familiar.
En 1 Timoteo 3:3 Pablo indica que los ancianos de una iglesia local deben ser comprensivos. Si ellos no son lo suficientemente comprensivos, la iglesia en su localidad no podrá ser edificada.
Efesios 4 y Colosenses 3 enseñan que la iglesia es el nuevo hombre, el cual está conformado por creyentes de diferentes nacionalidades y culturas. Por consiguiente, se requiere mucha comprensión para edificar una iglesia compuesta por santos con idiosincrasias tan diferentes. Los ancianos necesitan tener un entendimiento adecuado de todos los hermanos, así como del carácter particular de cada uno de ellos. Asimismo necesitan ejercitar sabiduría al cuidar de ellos. Pero si a los ancianos les falta entendimiento y sabiduría, no podrán ser comprensivos y causarán mucho daño a la iglesia. Por consiguiente, la comprensión es la virtud que más necesitan los ancianos, a fin de que los santos de una iglesia local puedan ser edificados.
En la iglesia, no sólo los ancianos necesitan ser comprensivos, sino también todos los santos. Debemos practicar la comprensión especialmente cuando nos reunimos por grupos para llevar a cabo el servicio de la iglesia. Así, mientras servimos juntos, necesitamos ser comprensivos unos con otros. Por un lado, no debemos rechazar a nadie; pero por otro, no debemos ser demasiado tolerantes con los que sirven deficientemente. ¡Cuánto necesitamos ser comprensivos!
La Biblia revela que Dios, al llevar a cabo Su economía, ha sido extremadamente comprensivo. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios empezó a mostrarse comprensivo en Su trato con éste. Si leemos Génesis 3 desde la perspectiva de esta virtud, podremos ver cuán comprensivo se mostró Dios con el hombre caído. Dios fue sumamente comprensivo, puesto que entendía perfectamente cuál era la situación del hombre caído y sus necesidades. Por otra parte, empleó mucha sabiduría al disciplinarlo.
Dios ha ejercitado siempre la comprensión en el cumplimiento de Su propósito eterno, Su economía. Su comprensión incluye el entendimiento, la sabiduría, la misericordia, la bondad, el amor y la gracia. También incluye un rico suministro de vida; Dios no nos pide que hagamos nada sin antes considerar nuestra necesidad y proveernos Su suministro. Si los padres piden a sus hijos que hagan algo, pero no les proveen lo que necesitan para realizarlo, no están siendo comprensivos. Ser comprensivos siempre va acompañado del suministro apropiado que satisface la necesidad.
Al leer la Biblia, vemos que Dios se relacionó con el hombre de varias maneras. Lo hizo de una manera con Adán, de otra con Abel, y con Caín trató de una manera distinta. Algunos estudiantes de la Biblia afirman que las Escrituras presentan diferentes dispensaciones, o sea, diferentes maneras en que Dios se relacionó con el hombre. En realidad, estas dispensaciones tienen que ver con la virtud de la comprensión, ya que Dios tuvo que tratar al hombre de una manera particular en cada era. Puesto que Dios es comprensivo, El sabe cómo tratar con cada uno. Quizás venga a usted de una manera particular porque sabe qué clase persona es usted. No obstante, puede ser que trate a otra persona de una manera muy distinta.
La Biblia revela que Dios ejercita mucha comprensión para llevar a cabo Su economía. Si Dios hubiese tratado al hombre caído de la misma forma en que nosotros tratamos a nuestros semejantes, jamás habría podido cumplir Su propósito. Sin embargo, Dios dio a conocer a todos los hombres lo comprensivo que El es. Por consiguiente, Dios mismo puso el ejemplo, El estableció el modelo de lo que es ser comprensivo, dando así a conocer esta virtud a los hombres de todas las generaciones. Dios muestra lo comprensivo que El es, al tratarnos de una manera razonable, apropiada y comedida. El jamás disciplina a nadie de forma precipitada, sino que casi siempre espera un largo tiempo antes de castigar al hombre. Ciertamente El es comprensivo y lleno de entendimiento, sabiduría, paciencia, compasión, misericordia, bondad y amor, y además nos proporciona Su suministro de vida. Piense por un momento cuán misericordioso fue Dios con el pueblo de Israel. Si lee acerca del tiempo cuando Israel atravesaba por el desierto, veremos que Dios se mostró verdaderamente comprensivo con ellos. El también se ha mostrado comprensivo hacia nosotros, pues nos ha tratado como un padre sabio y amoroso, sumamente comprensivo.
La Biblia en su totalidad revela la virtud de la comprensión divina. De hecho, podemos afirmar que la Biblia es un libro que trata específicamente de esta virtud, la cual es Dios mismo, según lo revelan las Escrituras. Por consiguiente, si usted me pide una definición de lo que es ser comprensivo, primeramente le diría que esta virtud es Dios mismo.
Como mencionamos en los mensajes anteriores, Cristo mismo es nuestra comprensión. Los cuatro evangelios revelan que el Señor Jesús llevó una vida de comprensión. El fue comprensivo con Judas y lo fue también con Pedro. Incluso a la edad de doce años, El ejercitó Su comprensión con María, Su madre, y con José. En muchas ocasiones, el Señor manifestó Su entendimiento, sabiduría, paciencia, misericordia, bondad y amor. El fue bondadoso con Judas, y lleno de gracia para con Pedro.
En Mateo 17:24-25 vemos un excelente ejemplo de lo comprensivo que fue Cristo para con Pedro. Aquellos que cobraban el impuesto de medio siclo para el templo vinieron a Pedro y le dijeron: “¿Vuestro maestro no paga el impuesto para el templo?” (v. 24). Pedro enseguida le contestó: “Sí”. Y cuando entró a la casa, el Señor Jesús, en lugar de reprenderle, le habló de una manera muy comprensiva. Más adelante leemos que incluso el Señor Jesús le dio el medio siclo a Pedro para que pagara el impuesto. De esta manera, no sólo se mostró comprensivo para con Pedro, sino que también le enseñó a ser comprensivo. Sin lugar a dudas, Pedro también tuvo una buena oportunidad para aprender a ser comprensivo mientras esperaba el pez que tenía el siclo.
En Juan 11, vemos que el Señor también mostró su comprensión para con Marta y María, las hermanas de Lázaro. Cuando El se enteró de que Lázaro estaba enfermo, no actuó apresuradamente, sino que a propósito se tardó en ir. Su tardanza puso a otros en evidencia. El Señor fue muy sabio, considerado, misericordioso y bondadoso en esta situación, y al final, desplegó un gran suministro de vida al resucitar a Lázaro.
La vida del apóstol Pablo es también un testimonio de lo que es ser comprensivo. Como ya sabemos, él escribió su epístola a los filipenses mientras estaba encarcelado en Roma. En ese tiempo, estaba sufriendo. El capítulo cuatro relata que padecía escasez y necesidades. De entre todas las iglesias, la que más suplía para las necesidades del apóstol era la iglesia en Filipos. Sin embargo, por alguna razón, y por la providencia del Señor, los filipenses aparentemente se olvidaron de Pablo por algún tiempo. Por eso, él escribió en 4:10: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí”. Sus palabras dejan ver que había pasado por un “invierno” de sufrimientos, pero que ahora experimentaba la “primavera” con el nuevo florecimiento del interés de los filipenses por él. Pablo en esos momentos padecía persecuciones, prisiones, ataques, abandono y escasez. Con todo, él actuó de una manera muy comprensiva y por eso pudo declarar: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (4:11-13). Antes de exhortar a los santos a que fueran comprensivos con todos los hombres, él mismo mostró que era comprensivo. Sin lugar a dudas, todos los que lo rodeaban habían visto en él dicha virtud. El apóstol estaba lleno de entendimiento, sabiduría, compasión, misericordia y bondad. Además, tenía una abundante suministración de vida para los demás.
Si leemos detenidamente la epístola de Filipenses, veremos que 3:17-21 es una sección parentética. Esto quiere decir que, espiritualmente hablando, 4:1 es la continuación de 3:16. Después de que Pablo exhorta a los santos a andar conforme a la misma regla, los anima a “estar firmes en el Señor” (4:1). Posteriormente, les pide que se regocijen en el Señor (v. 4) y que den a conocer a todos los hombres lo comprensivos que son (v. 5). Y más adelante, en el capítulo cuatro, testifica que todo lo puede en Aquel que lo reviste de poder. Por consiguiente, el hecho de que Pablo pudiera dar a conocer a los santos lo comprensivo que era, se debía a que se encontraba en Aquel que lo revestía de poder. Además, podía estar contento porque había aprendido el secreto de saber estar humillado y saber tener abundancia.
No es fácil dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. Esto requiere crecimiento, tanto en nuestra vida humana como en nuestra vida espiritual. Cuanto más crece y madura una persona, más comprensiva llega a ser. Por consiguiente, se requiere crecer y madurar para ser comprensivos.
En 3:15 Pablo declara: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. Ya mencionamos que esto se refiere una mente centrada en vivir a Cristo y en ir en pos de El. Sin embargo, el Cristo que vivimos y perseguimos debe ser expresado como nuestra comprensión. Si unimos estos versículos de los capítulos tres y cuatro, veremos que ser comprensivos requiere madurez. Sin crecimiento y madurez, sería extremadamente difícil dar a conocer lo comprensivos que somos.
No debemos exigirle a un nuevo creyente que sea muy comprensivo hacia los demás; más bien, debemos serlo nosotros mismos. Por ejemplo, en una familia, los padres deben dar el ejemplo al ser comprensivos, para que sus hijos los sigan. Si un hermano no es comprensivo con su esposa y con sus hijos, no debe esperar que sus hijos sepan lo que es ser comprensivo. En lugar de exigirles a los demás que sean comprensivos, él mismo debe establecer el modelo, a fin de que sus hijos lo sigan. Repito que para ser comprensivos se requiere de madurez.
En 3:16 Pablo declara: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. Es cierto que la regla aquí consiste en buscar a Cristo. Pero debido a que en nuestra vida diaria debemos expresar a Cristo siendo comprensivos con otros, podemos afirmar que andar conforme a la misma regla significa andar conforme a la regla de la comprensión.
Después de hablar de la virtud de ser comprensivos en 4:5, el apóstol Pablo declara: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (v. 11). Pablo había aprendido el secreto del contentamiento. Por tanto, si queremos ser comprensivos, debemos estar satisfechos y contentos en cualquier situación. Si no sabemos estar contentos, no podremos ser comprensivos.
He aprendido por experiencia que, siempre que estoy insatisfecho, no puedo ser comprensivo, pero siempre que estoy satisfecho y contento, me resulta fácil ser comprensivo.
Cuando una persona está contenta, no se irrita fácilmente, pero si está inconforme, cansada, hambrienta y sedienta, rápidamente puede perder la paciencia. Cuando rebozamos de gozo, difícilmente nos enojamos. Los padres sabemos por experiencia que cuando estamos satisfechos y contentos, podemos mostrarnos comprensivos con nuestros hijos aunque éstos se porten mal, y que cuando estamos insatisfechos y descontentos, reaccionamos de una manera muy distinta, sin ninguna comprensión. Esto se debe a que algunas veces estamos llenos de Cristo y por tanto nos sentimos felices y satisfechos, mientras que en otras ocasiones, estamos escasos de Cristo y, por lo tanto, insatisfechos.
Pablo podía dar a conocer a todos los santos lo comprensivo que era porque estaba contento, sin importar su situación. A él no le hacía falta nada, pues en todo estaba satisfecho. Debido a esto, a él no le afectaba la manera en que lo trataran los demás ni le preocupaba si los santos filipenses suplirían o no sus necesidades. Su vida estaba llena de contentamiento.
En resumen, se requiere madurez para ser comprensivos; también es necesario que aprendamos a estar satisfechos y contentos en Cristo, cualquiera que sea nuestra situación. Aunque no muchos de nosotros somos plenamente maduros, sí podemos agradecer al Señor por permitirnos alcanzar al menos cierta medida de madurez. La medida de nuestra madurez determina nuestro contentamiento en el Señor, y así, cuando estamos contentos y satisfechos, podemos ser comprensivos.
Cuanto más maduros sean los ancianos de una iglesia y cuanto más aprendan a estar contentos, más fácil les resultará el ser comprensivos en la casa de Dios. Del mismo modo, cuanto más maduro sea un padre y cuanto más contento y satisfecho esté, más fácil le resultará ser comprensivo con los miembros de su familia. No cabe duda de que nuestro Dios, el Anciano de días, es maduro, y está satisfecho y contento al máximo. Por consiguiente, El puede ser absolutamente comprensivo. El Señor Jesús tenía también el crecimiento en vida, y la satisfacción y el contentamiento de vida. Por consiguiente, dondequiera que se encontraba, estaba lleno de comprensión y podía ser comprensivo con todos.
Finalmente, cuando llevamos una vida de comprensión, no tenemos ningún afán. En los mensajes siguientes veremos que cuando llevamos una vida de comprensión, somos liberados de los afanes.