Mensaje 59
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Lectura bíblica: Fil. 4:4-7, 10-13
En el mensaje anterior, recalcamos la necesidad de ser comprensivos en la vida matrimonial, en la vida familiar y en la vida de iglesia. Si queremos que la iglesia sea edificada, tanto los ancianos como los santos deben ejercitar la comprensión. Asimismo, debemos ser comprensivos si queremos llevar una vida matrimonial agradable y una vida familiar excelente. Espero que todos los hermanos que tienen hijos vean la urgente necesidad de ser comprensivos en sus hogares en su vivir diario.
El original griego de la palabra comprensivo consta de dos vocablos: la preposición epi, que significa hacia, y eikos, que quiere decir apropiado, ajustado o adecuado. Cuando la preposición epi se emplea como prefijo, a menudo conlleva el sentido de lleno o extensivo, como por ejemplo, en el caso de la palabra epignosis en 2 Timoteo 2:25. En este versículo, Pablo habla del “pleno conocimiento de la verdad”, es decir, cuando añadimos epi a gnosis, se forma una palabra cuyo significado es “pleno conocimiento”. Por tanto, debido a que la misma preposición forma parte de la palabra griega traducida “comprensivos” en 4:5, dicha palabra denota: plenamente razonable o cabalmente ajustado o apropiado. Debemos ser plenamente razonables y considerados, y actuar de una manera que sea extremadamente justa y adecuada. Todo esto está implícito en la palabra griega que usa Pablo en 4:5.
En el original griego, la palabra comprensivos es un adjetivo sustantivado, y está modificada por un artículo definido. Siempre que se usa un adjetivo en forma de sustantivo, se busca hacer hincapié en dicha palabra. Por ejemplo, en 1 Timoteo 6:17 Pablo escribe: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos”. En 4:5 Pablo usa deliberadamente un adjetivo como sustantivo para dar un mayor énfasis.
En el mensaje anterior dijimos que ser comprensivos requiere de la compasión, la sabiduría, la paciencia y de muchas otras virtudes. Si queremos ser comprensivos, debemos ser misericordiosos, bondadosos y compasivos. Además, requerimos cierta habilidad en diferentes áreas. Necesitamos ejercitar la capacidad de entender a otros, ser pacientes con ellos, ayudarlos y proporcionarles el suministro necesario. Dios ciertamente se ha mostrado comprensivo hacia nosotros, brindándonos una abundante suministración.
Dios tiene un propósito al mostrarse comprensivo con el hombre caído, a saber, cumplir Su economía. Si Dios no fuera comprensivo con el hombre ni le proporcionara el debido suministro, le sería imposible llevar a cabo Su economía.
Ya vimos que para ser comprensivos se requiere madurez y haber aprendido a estar contentos y satisfechos en toda situación. Ahora necesitamos ver que ser comprensivos se relaciona también con el hecho de regocijarse en el Señor. Pablo dice en 4:4: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!”. E inmediatamente después, declara: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. Si no nos regocijamos en el Señor, no podremos ser comprensivos. Si queremos dar a conocer a otros lo comprensivos que somos, debemos estar siempre felices y alegres en el Señor. Quienes están tristes o afligidos no pueden ser comprensivos. Al contrario, fácilmente se enojarán, se quejarán o perderán la calma. Ser comprensivos es el resultado de regocijarse en el Señor. Sabemos por experiencia que regocijarse y ser comprensivos van siempre juntos.
En 4:11-13 vemos la relación entre tener contentamiento y ser comprensivos. En el versículo 11 Pablo testifica: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”, y en el versículo 12, agrega: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Puesto que Pablo había aprendido el secreto del contentamiento, podía ser comprensivo con todas las iglesias y con todos los santos. Más adelante, él declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (v. 13). Según el contexto, esto incluye la capacidad para dar a conocer a los santos lo comprensivos que somos.
Consideremos cuál era la situación de Pablo cuando les escribió a los filipenses. Ciertamente su entorno no era tan positivo. El se hallaba encarcelado en Roma, sufría la oposición de los religiosos, y encima de esto, los santos, incluyendo a los filipenses, quienes en el pasado habían suplido fielmente para sus necesidades, lo tuvieron abandonado durante algún tiempo. En 4:10 Pablo declara: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. La expresión “florecer de nuevo” implica que Pablo había pasado por un “invierno”, pero que ahora había entrado en la “primavera”, debido a que los filipenses habían vuelto a preocuparse por él. A pesar de que Pablo hizo alusión al “invierno” por el que había pasado y al descuido temporal de los santos, se mostró muy comprensivo con ellos cuando les escribió esta epístola. Así, vemos que el apóstol Pablo, quien se mostró extremadamente razonable en medio de su situación y para con los santos, constituía un excelente modelo de una persona comprensiva.
A menudo, no somos lo suficientemente comprensivos debido a malentendidos. Muchas veces en la vida de iglesia no entendemos a los hermanos y hermanas. Y en nuestra vida familiar tal vez no entendamos a nuestro cónyuge. Muchas veces la falta de entendimiento nos impide ser comprensivos. Si Pablo hubiese malentendido a los filipenses, ciertamente no les habría escrito una epístola tan maravillosa; por el contrario, podría haberles reprochado por no haber recibido la ayuda de ellos cuando más la necesitaba, y porque ahora, que finalmente se habían acordado de él y le habían enviado su apoyo, éste había llegado demasiado tarde. No obstante, Pablo entendía perfectamente la economía y el mover de Dios; también entendía la sutileza de los ataques de Satanás. Por otra parte, entendía a los santos de Filipos y la situación en la que ellos se encontraban. Para él todo estaba tan claro como el agua. Por consiguiente, de parte suya no había ningún malentendido; antes bien, pudo mostrarse muy comprensivo al escribirles a los filipenses.
Además de mostrarse comprensivo, Pablo también exhibió sabiduría. El sabía qué decir y cuánto decir. Si leemos detenidamente esta epístola, nos daremos cuenta de que Pablo sopesó cada palabra. No se extendió demasiado en su epístola, ni tampoco fue demasiado breve. Esto manifiesta la sabiduría de Pablo.
De la misma manera en que Pablo ejercitó sabiduría al escribir a los filipenses, también nosotros debemos ser sabios en nuestra vida matrimonial. Los esposos necesitan sabiduría al hablar con sus esposas, y también las esposas necesitan sabiduría al dialogar con sus esposos. Aquí, quisiera recalcar que las esposas deben ser sabias con sus esposos. Por ejemplo, si una hermana desea hablar de cierto asunto con su esposo, antes de decir algo, debe considerar la situación y ejercitar sabiduría. Debe entender que si habla con él en el momento equivocado, o si le comenta demasiado sobre cierto asunto, puede causar que él se enoje, no sólo con ella, sino también con otros hermanos de la iglesia, e incluso con los ancianos. A veces el esposo puede enojarse con los ancianos simplemente porque su esposa le contó algo sin el debido entendimiento, consideración y sabiduría. Aun para informar a su esposo de algo, una hermana necesita ser muy comprensiva; ella debe saber cómo es su esposo y cuál es su situación particular. Si sabe que su esposo reacciona rápidamente y que se enoja con facilidad, entonces debe considerar cómo ayudarle a ser paciente y a tranquilizarse, y en particular, debe pensar cuánto le puede decir. Tal vez, sería mejor que ella le cuente sólo una parte del asunto. Y antes de continuar, debe considerar el ambiente y discernir si ése es el momento apropiado para hablar con su esposo. Tal vez al principio le cuente un poco, luego añada algo más tarde, y finalmente en otra ocasión le cuente el resto. Si la hermana es comprensiva, es decir, si ejercita el debido entendimiento, consideración y sabiduría, la conversación que tenga con su esposo beneficiará tanto su vida matrimonial como la vida de iglesia.
Vimos que el versículo 5 es la continuación del versículo 4; asimismo, el versículo 6 es la continuación del versículo 5. Si vemos esto, nos daremos cuenta de que para ser comprensivos necesitamos orar. En el versículo 6 Pablo declara: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias”. Aparentemente las expresiones “sea conocido ... lo comprensivos que sois” y “sean conocidas vuestras peticiones” no guardan ninguna relación entre sí, pero en realidad están estrechamente relacionadas. Cuando nos proponemos ser comprensivos, descubrimos cuánto necesitamos orar. Quizás muchas cosas relacionadas con nuestra familia o con la iglesia nos causen ansiedad y temor. Por otra parte, estamos conscientes de que podemos causar problemas si contamos abiertamente nuestras preocupaciones. ¿Qué debemos hacer entonces? El apóstol Pablo, después de exhortarnos a no estar afanosos, nos anima a orar. Si oramos, ciertamente el Señor nos dará el entendimiento, la discreción y la sabiduría necesarias. Si una hermana ora antes de contarle un asunto a su esposo, ella sabrá lo que debe decirle y cuál es el momento más oportuno para hablar con él. Además, si ella ora fielmente, también tendrá para su esposo un rico suministro de vida. Así, su actitud comprensiva junto con el rico suministro cumplirán el propósito de Dios en esa situación.
Si todos los santos que están en el recobro del Señor se ejercitan para ser comprensivos en su vida matrimonial y en la educación de sus hijos, tendremos la mejor vida familiar. Entonces podremos cantar de lo maravillosa y gloriosa que es la vida de iglesia. Asimismo, testificaremos de lo espléndida que es la vida matrimonial.
Primeramente debemos edificar una vida matrimonial y una vida familiar apropiadas, para luego poder edificar la vida de iglesia. Si un hermano no sabe cultivar una vida matrimonial placentera y una vida familiar excelente con sus hijos, le será muy difícil participar en la edificación de la iglesia. Tal vez sea muy cortés cuando sirve con otros en la iglesia, pero es posible que no lo sea con su esposa y con sus hijos. Podemos ser muy comedidos con los hermanos y hermanas de la iglesia, y al mismo tiempo ser muy descorteses con nuestro cónyuge o con nuestros hijos.
Nuestro hogar es donde más somos puestos en evidencia. No pensemos que si un hermano es amable, simpático y cortés con los santos de la iglesia, necesariamente sea igual en su casa. Si queremos conocerlo realmente, debemos ver cómo se conduce con su esposa y sus hijos. ¡Oh, cuanta comprensión necesitamos en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida familiar, a fin de edificar la vida de iglesia adecuada!
Cuanto más veamos la necesidad de ser comprensivos, más comprenderemos lo difícil que es ser personas apropiadas. No es nada fácil ser esposa o esposo, ser padre o madre, ni ser un miembro de la iglesia. En la actualidad, la mayoría de los cristianos no tienen ninguna noción de lo que es la verdadera vida de iglesia. Cuando mucho, se reúnen una vez por semana cada domingo, y sólo por una hora, para asistir al servicio de adoración, pero en realidad no practican la vida de iglesia. Además, la vida matrimonial se ha visto seriamente deteriorada en nuestra sociedad, al grado que muchas parejas viven en unión libre, pues se niegan a aceptar las restricciones del matrimonio. Esto deja ver un claro rechazo a practicar la comprensión.
Debemos estar seriamente comprometidos con nuestra vida matrimonial, con nuestra vida familiar y con la vida de iglesia, ya que los lazos que nos unen son permanentes. En la auténtica vida familiar y en la verdadera vida de iglesia, ni se contrata ni se despide a nadie. ¿Acaso podemos contratar a alguien para que sea nuestro hijo, o podemos despedir a alguno de nuestros hijos? ¡Por supuesto que no! Tampoco los miembros de la iglesia pueden ser contratados ni despedidos. De la misma manera, si un siervo del Señor puede despedir a uno de sus colaboradores, quiere decir que en realidad no estaban laborando juntos en el Señor. En la obra del Señor no existen tales cosas como contratar o despedir. Por consiguiente, tenemos que ser comprensivos en la vida familiar, en la vida de iglesia y al laborar juntos por los intereses del Señor. La comprensión es muy necesaria por cuanto estamos unidos de una manera permanente.
Una vez más, quisiera recordarles que ser comprensivos es una virtud universal, ya que incluye el entendimiento, la sabiduría, la paciencia, la consideración y la capacidad de ayudar y brindar el suministro apropiado a los demás. Si todos nos ejercitamos en ser comprensivos, tendremos una vida matrimonial placentera, una vida familiar excelente y una vida de iglesia extraordinaria.