Mensaje 8
Lectura bíblica: Fil. 1:27-30
El pensamiento básico de la epístola de Filipenses es la experiencia que los creyentes tienen de Cristo. Si queremos entender correctamente Filipenses 1 y las expresiones maravillosas que allí se encuentran, necesitamos tener presente que el factor predominante de toda la epístola es la experiencia que tenemos de Cristo. No debemos interpretar las expresiones de Pablo según nuestro concepto natural, sino conforme a Cristo. Prácticamente todos los asuntos de este libro se relacionan con Cristo y con nuestra experiencia de El.
En Filipenses 1:27 Pablo declara: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. A fin de experimentar a Cristo no sólo necesitamos estar firmes en un mismo espíritu, sino también combatir unánimes junto con la fe del evangelio. Ser unánimes, o sea tener una sola alma, para llevar adelante la obra del evangelio, es más difícil que estar en un mismo espíritu para experimentar a Cristo. Ser unánimes requiere que, después de ser regenerados en nuestro espíritu, progresemos y seamos transformados en nuestra alma, especialmente en nuestra mente, la cual es la parte principal y gobernante de nuestra alma.
En 1:27 Pablo exhorta a los filipenses a que estén firmes en un mismo espíritu y a que combatan unánimes, es decir, con una sola alma. Este es el único pasaje bíblico que relaciona el espíritu y el alma de esta manera. En cuanto a nuestra posición, debemos estar firmes en un mismo espíritu, y en cuanto a la acción de combatir, debemos ser unánimes. Esto significa que debemos ejercitar tanto nuestro espíritu para mantenernos firmes, como nuestra alma para combatir unánimes junto con la fe del evangelio. Combatir implica esforzarnos al luchar y pelear.
Es importante subrayar que estamos firmes en un mismo espíritu y que combatimos con una sola alma. Notemos que hay una diferencia entre las preposiciones “en” y “con”. Permanecemos firmes “en” un mismo espíritu y combatimos “con” una sola alma. En cuanto a Dios, permanecemos firmes, y en cuanto a los hombres, luchamos. Ante Dios debemos permanecer firmes como testimonio, pero ante los hombres debemos combatir unánimes, con una sola alma.
De hecho, la construcción gramatical del versículo 27 muestra que, permanecer firmes en un mismo espíritu y combatir unánimes no son dos acciones separadas. Aquí Pablo no exhorta a los filipenses a que permanezcan firmes en un mismo espíritu, y luego a que combatan unánimes. Más bien les encarga que estén “firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. Esto implica que si hemos de estar firmes, debemos combatir. Combatir es un requisito para estar firmes. Estamos firmes en un mismo espíritu al combatir unánimes.
¿Cuál es la diferencia entre “en un mismo espíritu” y “unánimes”? ¿Por qué Pablo no dijo: “Estad firmes con un espíritu” y “en una sola alma”? ¿Y por qué declaró: “Estáis firmes ... combatiendo unánimes”, en lugar de: “Estáis firmes ... y combatid unánimes”? Permítanme darles un ejemplo sencillo, suponga que un padre le dice a su hijo: “Come rápidamente, usando correctamente tu tenedor”. Esto sería diferente a que le dijera: “Come rápido y usa el tenedor correctamente”. En la primera oración se muestra que para comer rápido hay que usar el tenedor, mientras que en la segunda, las acciones comer rápido y usar el tenedor, son independientes. El trasfondo de la epístola también confirma el hecho de que Pablo no les pedía a los filipenses que estuvieran firmes y combatieran, sino que estuvieran firmes, combatiendo unánimes. Debido a que los judaizantes eran tan activos, era necesario que los creyentes estuvieran firmes para no ser distraídos ni conmovidos. Necesitaban estar firmes, y más aún en la ausencia del apóstol. Pablo, aquel que establecía a los creyentes, se encontraba lejos de ellos, mientras que los judaizantes, quienes predicaban cosas contrarias a la economía de Dios, estaban a su alrededor. Esta fue la razón por la que Pablo, al final del primer capítulo, exhortó a los creyentes a estar firmes. Sin embargo, para que ellos estuvieran firmes debían combatir unánimes. Si no estaban dispuestos a combatir unánimes, no podrían estar firmes. Por consiguiente, según el contexto, vemos que combatir y estar firmes no son dos acciones independientes. Más bien, combatir es la manera en que podemos estar firmes.
Si nuestra única preocupación es estar firmes pero no combatimos, terminaremos siendo sacudidos o conmovidos por la oposición. No basta con que simplemente animemos a otros a estar firmes. Repito nuevamente que, para estar firmes, debemos luchar y combatir. Combatir es la manera de estar firmes. De hecho, luchar equivale a estar firmes. Dicho de otra forma, si queremos defendernos debemos estar a la ofensiva. Si no sabemos cómo estar a la ofensiva, no ejerceremos una buena defensa. Si queremos defendernos, debemos estar listos para tomar la ofensiva contra Satanás. Lo que deseo subrayar es lo siguiente: para defendernos es necesario tener un plan de ofensiva. Es por eso que en 1:27 Pablo no separó el verbo estar firmes de combatir unánimes. Antes bien, nos muestra que estas dos acciones son en realidad una sola.
En algunos lugares las iglesias están firmes, pero no se percibe que haya mucho combate. Sin embargo, de continuar así, terminarán siendo sacudidas. Todas las iglesias deben ser dinámicas. Si combaten con dinamismo, estarán firmes, pero si no lo hacen, tarde o temprano serán sacudidas y conmovidas.
Para estar firmes, debemos permanecer en un mismo espíritu, y para combatir juntos, debemos ser unánimes. En nuestra experiencia hemos comprobado que hay una gran diferencia entre estar en un mismo espíritu y ser unánimes. Cuando la iglesia recibe oposición y ataques, debemos estar firmes. Pero ¿en qué parte de nuestro ser estamos firmes? En el espíritu. Si nos apartamos de nuestro espíritu, seremos divididos. Primero vendrán las opiniones, luego las disensiones y finalmente surgirán divisiones. Aun si sólo tres hermanos se reúnen, y no saben permanecer en su espíritu, terminarán divididos. Las diferentes opiniones, pensamientos y conceptos que tengan, causarán disensiones, las cuales minarán la unidad, causando la división. Por eso, únicamente podemos estar firmes cuando estamos en nuestro espíritu. En ninguna otra parte de nuestro ser podemos estar firmes.
Si examinamos nuestra experiencia, descubriremos que, si nos salimos de nuestro espíritu, surgirán en nosotros dudas y razonamientos, tan pronto como enfrentemos oposición y ataques. Supongamos que los creyentes filipenses no hubieran permanecido en su espíritu cuando enfrentaron oposición de parte de los judaizantes. Es posible que hubieran dudado de Pablo. Tal vez llegaran a preguntarse si Pablo realmente les había impartido todas las verdades, y si los judaizantes tenían algo más que ofrecerles. Tales dudas no provienen del espíritu. Pero cuando nos volvemos a nuestro espíritu, permanecemos allí y cerramos nuestro ser a las preguntas negativas y a las dudas, no se presentará ningún problema.
Por años hemos recibido ataques. El enemigo no ha cesado de atacarnos, ni ha querido dejarnos en paz. Es posible que los ataques y la oposición nos hagan salir de nuestro espíritu. Pero tan pronto percibamos esto, debemos volvernos a nuestro espíritu y cerrarle la puerta a Satanás. Permanecer en el espíritu así equivale a estar firmes en el espíritu.
Durante los años que estuve con el hermano Nee en China, fui testigo de numerosos ataques en su contra. En aquellos días, él era como un gran paraguas y yo me hallaba protegido debajo de él. Debido a que él era el paraguas, la lluvia le caía a él y no a mí. En ocasiones, cuando venían los ataques, surgían dudas en mí. Esto ocurría especialmente temprano por la mañana o a altas horas de la noche. A menudo, me venían pensamientos de que tal vez no teníamos la razón con respecto a ciertos asuntos. Cuando detectaba que esto provenía del enemigo, me volvía al espíritu y lo ejercitaba en oración. Esta era la manera en que podía estar firme en un mismo espíritu. Al experimentar los ataques y la oposición, es crucial que permanezcamos en el espíritu. Sólo nuestro espíritu puede mantenernos unidos en tales momentos. Debemos permanecer firmes, no con un mismo espíritu, sino en un mismo espíritu.
Se requiere un lugar donde podamos estar firmes. Este lugar es nuestro espíritu. Un hermano que lleva la delantera en una iglesia local no debe preguntarse si los demás hermanos con quienes preside están de acuerdo con él en algún asunto particular. Esa no es la pregunta adecuada. Los ancianos no tienen que estar siempre de acuerdo unos con otros, pero sí necesitan desesperadamente permanecer en su espíritu. Puede ser que los diplomáticos necesiten llegar a un acuerdo, pero no los ancianos. Mientras los ancianos permanezcan en su espíritu, no necesitarán ponerse de acuerdo. Si lo que buscamos es llegar a un acuerdo, esto comprueba que no estamos en el espíritu. En lugar de tratar de ponernos de acuerdo, debemos permanecer firmes en el espíritu.
Estar firmes en un mismo espíritu, es sin embargo una medida defensiva, y no ofensiva. Pero como ya dijimos, si no tenemos un plan de ofensiva, no podremos defendernos apropiadamente. Por consiguiente, si hemos de estar firmes en nuestro espíritu, tenemos que combatir unánimes, con una sola alma. La preposición “en” denota una esfera, mientras que la preposición “con” se refiere a un instrumento. La esfera es nuestro espíritu, pero el instrumento es nuestra alma.
Podemos comparar las facultades de nuestra alma con las armas de combate. Debemos combatir unánimes con las armas de nuestra alma. No pensemos que es suficiente con estar en el espíritu. ¡No! También necesitamos ejercitar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Nuestra mente debe estar activa, nuestras emociones deben estar llenas de sentimiento y nuestra voluntad debe ser firme. Entonces tendremos armas poderosas con las cuales podremos luchar.
Algunos tienen la apariencia de ser espirituales, pero son muy débiles en su alma. Tales hermanos son pusilánimes y siempre tratan de evitar contender o luchar. Eso significa que no tienen armas ofensivas. Pablo era una persona muy distinta. Cuando él estaba firme, lo estaba en su espíritu, y cuando combatía, lo hacía con una alma muy fuerte.
Nuestro problema es que somos muy indecisos y nunca usamos las facultades de nuestra alma, o que somos disidentes y luchamos unos contra otros, en lugar de combatir contra el enemigo. Las personas volubles son como las medusas, animales de consistencia gelatinosa. No sólo carecen de columna vertebral, sino de todo tipo de hueso. Muchos, procurando ser “espirituales”, se comportan siempre amablemente y con humildad, y nunca combaten con su alma por la fe del evangelio. Otros, por el contrario, tal vez luchen usando su mente, su parte emotiva y su voluntad, pero al combatir causan división; en vez de combatir al enemigo, combaten contra otros santos. Es por eso que Pablo habla de combatir unánimes. Debemos luchar unánimes contra el enemigo.
Ser uno en el espíritu es relativamente fácil, pero combatir unánimes, con una sola alma, no lo es. Las partes de nuestro espíritu son la conciencia, la comunión y la intuición. Ninguna de ellas son la causa de nuestros problemas. Es en nuestra alma donde se originan nuestros problemas con los demás. Nuestra mente puede causarnos dificultades, nuestra parte emotiva a veces puede hacerle daño a otros y nuestra voluntad puede ser muy terca. Por lo general, las hermanas son perturbadas por el “gigante” de las emociones, mientras que los hermanos son asediados por dos “gigantes”: la mente y la voluntad. La mayoría de los hombres son muy férreos en sus conceptos y en sus decisiones. No están dispuestos a seguir ciegamente a otros, e insisten en su propio honor e integridad. Y la mayoría de las hermanas recurren más a sus sentimientos que a su mente o a su voluntad. Si ven a alguien llorar, se conmueven fácilmente. No importa cuánta educación reciban, por el simple hecho de ser mujer, seguirán bajo la fuerte influencia de sus sentimientos. Esto se aplica tanto a las hermanas jóvenes como a las de más edad. Todos nuestros problemas provienen de nuestra alma: de la mente y la voluntad en el caso de los hermanos, y de la parte emotiva en el caso de las hermanas.
Además, nosotros también necesitamos la exhortación que hace Pablo a combatir unánimes. Al luchar, debemos estar atentos a nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Debemos estar alertas a nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones. No debemos dar rienda suelta a nuestra mente, voluntad y sentimientos naturales. Antes bien, debemos impedir que estos interfieran cuando combatimos unánimes. Los que luchamos por los intereses de Dios, debemos estar en un mismo espíritu y combatir con una sola alma. Esta es otra manera de experimentar a Cristo. Estar firmes es experimentar a Cristo y combatir unánimes también lo es. Les animo a que experimentemos a Cristo estando firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes, con una sola alma.