Mensaje 46
Lectura bíblica: Gá. 5:25; 6:8, 12-16, 18; Fil. 3:14-16
En Gálatas 5 Pablo habla dos veces tocante a andar por el Espíritu. En el versículo 16 él dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. En el versículo 25 él dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Por más de cuarenta y cinco años he estado buscando entender apropiadamente estos versículos. En sí mismo, el versículo 16 parece relativamente fácil de entender. Como varios maestros de la Biblia han señalado, la palabra “andar” aquí mencionada significa vivir, moverse, actuar y existir. Por consiguiente, andar por el Espíritu es vivir, existir, por el Espíritu. Ya que la palabra “andar” tiene este significado, ¿por qué en el versículo 25 Pablo habla de vivir por el Espíritu y también de andar por el Espíritu? Por muchos años, estos versículos me perturbaron.
Es importante darse cuenta de que en 5:16 y 25 Pablo usa dos palabras griegas diferentes que significan andar. En el versículo 16 Pablo usa la palabra peripatéo, una palabra que denota un andar general. Esta palabra significa andar, vivir y existir. Este significado de andar equivale a la palabra “vivir” mencionada en el versículo 25. Andar por el Espíritu es vivir por el Espíritu. En el versículo 25 Pablo usa una palabra griega diferente que significa andar, stoicéo. Es difícil encontrar una palabra española que tenga el mismo significado que esta palabra griega. La palabra stoicéo es la forma verbal del sustantivo “rudimento” o “elemento”. El sustantivo griego que significa rudimento o elemento se usa en 4:3 (“los rudimentos del mundo”) y en 4:9 (“pobres rudimentos”). También es encontrado en Colosenses 2:8, donde Pablo de nuevo habla de “los rudimentos del mundo”. Estos rudimentos son reglas elementales o principios básicos. Por tanto, stoicéo, es la forma verbal del sustantivo griego que significa principios elementales o reglas básicas. Por lo menos una versión en inglés adopta la traducción: “practicar los principios elementales”. Tal versión dice: “Puesto que vivimos por el Espíritu, también practiquemos los principios elementales”.
El mismo verbo griego es usado en Hechos 21:24. Después de decirle a Pablo que se contaban por millares los judíos que habían creído y que eran “celosos por la ley”, Santiago instó a Pablo a ir con él al templo junto con otros cuatro y purificarse juntamente con ellos (vs. 20-24). Santiago además le dijo a Pablo que si hacía esto, todos comprenderían “que no hay nada de los que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley”. La expresión “andar ordenadamente” es la traducción de la palabra griega que significa “andar” en Gálatas 5:25. Andar ordenadamente significa andar conforme a ciertas reglas básicas o principios elementales.
Pablo también usa el verbo stoicéo en 6:16: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios”. Es correcto traducir aquí el griego de la siguiente manera: “andar conforme a los principios elementales”. Aquí Pablo agrega la frase “conforme a esta regla”. Según el contexto, “esta regla” es la regla de ser una nueva creación, como se menciona en el versículo precedente. “Andar por esta regla” es vivir como una nueva creación.
En 6:15 Pablo dice: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. Aquí podemos ver que no debemos vivir una vida según la circuncisión ni tampoco una vida según la incircuncisión, no debemos vivir una vida religiosa ni tampoco una vida no religiosa. En vez, debemos vivir como nueva creación. La nueva creación es la totalidad de todos los hijos de Dios. Los hijos de Dios son la nueva creación.
Existe una diferencia básica entre la nueva creación y la vieja creación. La vida y la naturaleza de Dios no son forjadas en la vieja creación, mientras que la nueva creación sí posee la vida y la naturaleza divinas. Adán no poseía la vida ni la naturaleza de Dios. Podemos recibir la vida y la naturaleza divinas solamente al creer en el Señor Jesús y de ser regenerados por el Espíritu. Cuando creímos en Cristo, la vida y la naturaleza de Dios fueron impartidas en nosotros e hicieron de nosotros la nueva creación.
Según el concepto que Pablo expresa en Gálatas, una persona todavía pertenecería a la vieja creación aunque estuviera circuncidada. El acto de cortar la carne no produciría que alguien recibiera la vida de Dios. Tanto los circuncidados como los incircuncisos son todavía parte de la vieja creación. En Su economía, Dios no tiene la intención de que vivamos una vida conforme a la circuncisión, ni tampoco una vida conforme a la incircuncisión. La meta de Dios en Su economía es que vivamos como nueva creación.
Si hemos de vivir como nueva creación, debemos hacer todo en unidad con el Dios Triuno, y el elemento de Dios debe ser forjado en nosotros. Por ejemplo, tal vez yo ame a un hermano conforme a mi vida natural, no conforme al elemento divino recibido por medio de la regeneración. Debido a que este hermano en particular parezca ser diligente, obediente y sumiso, tal vez yo me sienta muy apegado a él. Esta clase de amor corresponde totalmente a la vieja creación. Es una situación en la cual una persona de la vieja creación ama a otra persona de la vieja creación. Si he de amar a este hermano conforme a la nueva creación, tengo que condenar mi persona misma y también el amor natural y hasta egoísta que siento por él. Después tengo que amar a este hermano por medio de mi ser regenerado que contiene el elemento divino. En tal caso, yo no amo a este hermano por el hecho de que sea él sumiso o bueno conmigo. Aunque él me ofendiera, yo todavía lo amaría, porque no estaría yo viviendo mediante la vida natural, sino por medio del elemento divino que está dentro de mí. Entonces mi amor sería producto de la nueva creación y estaría lleno del elemento divino. El primer tipo de amor, el amor natural, el amor de la vieja creación, es la expresión del amor de una criatura caída. Pero el segundo tipo de amor, el amor de la nueva creación, es la expresión del amor de un hijo de Dios.
Lo que importa ahora no es si somos religiosos o si no lo somos. Lo que importa es si estamos o no estamos viviendo como nueva creación. Vivir como nueva creación es vivir, andar, existir y hacer todas las cosas, grandes o pequeñas, con el elemento de Dios. En todo lo que hagamos, no debemos actuar en nosotros mismos, sino según nuestro ser regenerado, el cual está lleno del elemento divino.
Hasta las conversaciones con los demás deben ser mediante el elemento divino interior. Si tenemos el sentir de que al hablar estamos aparte de este elemento, ya no debemos hablar más. En nuestra conversación diaria, no debemos hablar en nosotros mismos, sino con el elemento divino. Entonces nuestra conversación será parte de la nueva creación.
En nuestras relaciones con otros, no debemos tener una vida religiosa ni tampoco una vida no religiosa, sino que debemos vivir como nueva creación. Supongamos que yo tratara muy bruscamente a algún hermano. Esto significa no ser religioso. Pero supongamos que, por ser yo un hermano de edad que ha estado muchos años en la vida de la iglesia, mi brusquedad y tosquedad ya han sido tratadas. Ahora en mis relaciones con otros soy refinado, gentil y amable. Sin embargo, para comportarme de esta manera, no tengo necesidad de orar ni de ser uno con el Señor. Más bien, soy gentil y atento de manera religiosa, sin el Señor. Si alguien me maltratara o me ofendiera, me podría contener y hasta podría sonreír forzadamente. Esto es ser religioso, esto es estar en la circuncisión en vez de estar en la incircuncisión.
Hasta al impartir enseñanzas de las Escrituras tal vez esté yo en la vieja creación. Si se da el caso de que alguien no entienda mi enseñanza la primera vez, es posible que con toda paciencia explique todo otra vez. Tal vez mi amabilidad, paciencia y gentileza sean admirables, pero no tengan nada que ver con la nueva creación. Al enseñar a otros la Palabra de Dios, es necesario que ejercite mi espíritu y que haga todo por medio de mi ser regenerado, el cual contiene el elemento divino, y no por medio de mi vida natural. Entonces no viviré según la circuncisión, ni tampoco según la incircuncisión, y no tendré una vida religiosa ni tampoco una vida no religiosa. En vez de eso, viviré como nueva creación. Vivir de esta manera es andar “conforme a esta regla”, conforme al principio elemental de la nueva creación.
Si andamos “conforme a esta regla”, no viviremos una vida religiosa ni tampoco una vida no religiosa, sino que viviremos la vida de la nueva creación como hijos de Dios. Esta regla debe ser nuestra regulación, nuestro principio básico. En esto consiste andar conforme a la regla elemental.
Independientemente de cuál sea nuestra nacionalidad, todos nosotros, de manera inconsciente o subconsciente, retenemos ciertos principios. Todos nosotros tenemos nuestros propios principios básicos o reglas elementales. Por ejemplo, es posible que sigamos el principio de siempre ser agradables y de nunca perder la paciencia. Supongamos que una hermana soltera que viva en compañía de otras hermanas mantuviera el principio antes mencionado como regulación de su vida diaria. Si pierde la paciencia, después tendrá remordimientos. Tal vez hasta llore de remordimiento por haber quebrantado uno de sus principios básicos.
Quizás una hermana que esté a punto de casarse se prometa a sí misma que jamás perderá la paciencia con su esposo. Es posible que nunca le diga a nadie acerca de este voto, pero Dios lo sabe. Además, este voto tal vez se convierta en un principio elemental que gobierne la vida matrimonial de esta hermana. Desde el primer día de su matrimonio, ella anda conforme a este principio elemental. Sin embargo, es incorrecto tomar un principio así como nuestro principio elemental. El único principio elemental que deberíamos tomar es el de andar conforme a la nueva creación. En vez de preocuparnos por nuestro temperamento, simplemente debemos vivir en la nueva creación como hijos de Dios. En vez de poner en práctica la amabilidad o la sumisión, debemos poner en práctica la filiación divina, la nueva creación.
La nueva creación debe ser nuestro principio básico, nuestra regla elemental. El Hijo de Dios con la vida divina y la naturaleza divina mora en nosotros para que lo disfrutemos. Como resultado, ahora tenemos el elemento divino, el Dios Triuno procesado mismo, dentro de nosotros. ¡Qué enorme diferencia es tomar este elemento como nuestro principio básico y andar conforme a tal principio!
Cuando era joven, escuché decir a un misionero que las enseñanzas de la Biblia y las de Confucio eran lo mismo. Hasta dijo que Confucio enseña a honrar a nuestros padres y que la Biblia también lo hace. Después nos animó a aceptar el cristianismo, puesto que sus enseñanzas eran lo mismo que las de Confucio. Al oír esto, me dije, “si esto es verdad, ¿por qué hemos de aceptar el cristianismo, si ya tenemos las enseñanzas de Confucio?” ¡Cuánta ceguera decir que las enseñanzas de Confucio y las de la Biblia son lo mismo!
La Biblia no nos enseña a buscar la ayuda del Espíritu Santo para comportarnos apropiadamente como criaturas de Dios. Según la revelación de la Biblia, la intención de Dios es hacernos Sus hijos. Al crear a la humanidad, Dios hizo los preparativos necesarios para alcanzar esta meta. El creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. El diseñó y creó al hombre como vaso para contenerlo a El. Debido a que caímos, Dios envió a Su Hijo para que nos redimiera. Cuando creímos en Cristo, Dios envió el Espíritu de Su Hijo a nuestro interior para regenerarnos y hacernos hijos de Dios. Ahora el Espíritu, la máxima consumación del Dios Triuno, mora en nuestro espíritu para obrar, moverse, actuar y ungirnos a fin de que seamos hijos de Dios en plenitud. Como hijos de Dios, debemos andar conforme a este Espíritu, tomándolo como nuestra regla elemental, es decir, como nuestro principio básico. Andar de esta manera por el Espíritu es andar conforme a los principios elementales.
No debemos tomar normas éticas o requerimientos religiosos como principios. Más bien, nuestro principio elemental debe ser la nueva creación, la filiación divina que posee la vida y la naturaleza de Dios. Día a día necesitamos tomar la filiación, la nueva creación, como nuestro principio elemental y andar conforme a éste. Si hacemos esto, creceremos en la filiación de Dios hasta alcanzar la madurez. Entonces, un día estaremos en la gloria, y Dios resplandecerá desde nosotros. De esta manera seremos una vasta, universal y corporativa expresión del Dios Triuno. Esto será la consumación de la filiación divina. En nuestra vida cotidiana debemos poner en práctica este modo de vivir conforme a esta filiación como nuestro principio básico, nuestra regla elemental. ¡Alabado sea el Señor que es posible que andemos de esta manera!