Mensaje 10
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En los mensajes anteriores abarcamos el primer punto crucial del libro de Génesis: el deseo y propósito de Dios. Esto fue revelado en Gn. 1:1-31; 2:1-3. El deseo y propósito de Dios consiste en tener un hombre corporativo que lo exprese a El en Su imagen y lo represente con Su autoridad. Ahora debemos preguntarnos: ¿Cómo puede el hombre expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su autoridad? Esto nos trae al segundo punto de ese libro.
El capítulo 2 de Génesis revela la manera en que Dios cumple Su propósito. Esta es la razón por la cual tenemos el segundo relato de la creación que aparece en Génesis 2. Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, me confundían estos dos relatos de la creación del hombre. Génesis 1 nos proporciona un relato de la creación. ¿Por qué necesitamos otro relato en Génesis 2? El Señor me dio la respuesta posteriormente en mi ministerio. Aunque el relato de la creación que consta en Génesis 1 revela el propósito de Dios al crear el hombre, no nos muestra la manera en que cumple este propósito. Por consiguiente, necesitamos el segundo relato, el cual revela la manera, el procedimiento, que usa Dios para cumplir Su propósito. Después de ver el propósito en el capítulo 1, debemos ver el procedimiento en el capítulo 2. Este procedimiento es completamente revelado en Génesis 2, empezando con el versículo 5 y continuando hasta el final del capítulo. Si leemos este pasaje a la luz de toda la Biblia, veremos los tres pasos de este procedimiento. Podemos abarcar un solo paso en este mensaje; veremos los dos otros en los mensajes siguientes. No obstante, antes de considerar el primer paso, queremos hacer notar que el medio por el cual Dios cumple Su propósito es la vida.
Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien expresar a otra persona si no tiene la vida de ésta? Un perro no puede expresar a un gato porque no tiene la vida del gato. Un perro tiene la vida de un perro, y ésa sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el mismo principio, un gato nunca podrá expresar a un perro. Si pensamos de otro modo, estamos fuera de la realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios? Sería imposible sin la vida de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de inyectar la vida del gato en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le será fácil expresar espontáneamente al gato. El destino del hombre es expresar a Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con nuestra vida porque no es más que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de expresar a Dios, necesitamos Su vida. Si tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El espontánea e inconscientemente. Al tener Su vida, expresamos Su imagen. La vida es el medio por el cual se cumple el propósito de Dios. Esta vida no es nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios.
La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no pueden tener autoridad, porque la autoridad está siempre relacionada con cierta vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida posee, más autoridad tiene. Los seres humanos tenemos autoridad sobre los animales porque tenemos más vida que ellos. Incluso en las relaciones humanas, podemos verificar ese principio: cuanto más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que usted, tengo autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito amenazarlo. El se pondrá espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no me fue conferida por el presidente de los Estados Unidos. Me vino con los años. Si usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su autoridad. Su edad le confiere la autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad, necesitamos Su vida.
Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida casi idéntica a la de ella. Supongamos que usted está invitado a representar al presidente de los Estados Unidos. Usted debe tener la misma cantidad de vida que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma de su vida debe corresponder a la vida del presidente.
Este es el principio fundamental y lógico que debemos acatar: nunca podremos expresar a Dios o representarle por nuestra propia vida. Considere su vida. Su vida no puede expresar a Dios; todo lo que puede expresar es a usted mismo. Hasta cierto punto, una esposa no está calificada, por lo que a la vida respecta, para representar a su marido, porque su vida no es tan elevada como la de su esposo. Me pregunto si las hermanas estarán de acuerdo con eso. En todo caso, cada uno de nosotros debe reconocer que nuestra vida natural no puede expresar ni representar a Dios. No sólo nuestra vida caída es inadecuada para eso, sino que aun la vida creada que tuvimos al principio también era inapropiada. Como lo veremos en el próximo mensaje, ésta es la razón por la cual Dios, después de crear al hombre, lo puso frente al árbol de vida, lo cual indica que el hombre debía poseer una vida más elevada que la anterior.
Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos creó a Su imagen. Entonces esas personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de Dios, ¿por qué no podemos expresarle?” Podemos decir que el hombre creado a la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que usted toma una fotografía del hermano John y la muestra a los demás diciendo que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues ése es el hermano John. Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la fotografía de él. Aunque la fotografía revela los rasgos, la apariencia y la persona del hermano John, no contiene la vida de él. Puede mostrar algo del hermano John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la fotografía debe tener su vida; ésa es la única manera. El hombre fue creado a la imagen de Dios, pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía Su vida. Aunque el hombre fue hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba que el hombre participara de la vida representada por el árbol de vida. El hombre falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido traídos de nuevo a participar de esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no tenemos ninguna otra posibilidad de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos de la Biblia confirman esto.
La Biblia afirma que es la vida la que conforma los creyentes a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:2, 6, 29). Podemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios únicamente por la vida. Romanos 8:2 habla del “Espíritu de vida”, y el versículo 6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. Por medio de la vida del Espíritu podemos ser conformados al Hijo de Dios. Está bastante claro. Del mismo modo, es Cristo como vida quien nos introduce en la gloria de Dios para expresar a Dios. Colosenses 3:4 nos revela que Cristo nuestra vida nos introducirá en la gloria de Dios a fin de que expresemos a Dios. Esto confirma que sólo por la vida de Dios podemos expresar a Dios.
La Biblia también muestra que fue la vida floreciente de resurrección la que confirió autoridad a la vara de Aarón (Nm. 17:8). Las doce varas que representaban a las doce tribus de Israel fueron colocadas en la presencia del Señor durante una noche. Cada vara era un pedazo de madera seca y muerta. Durante la noche, la vara de Aarón floreció, lo cual significa que la vida de resurrección había autorizado a la vara para reinar sobre el pueblo. Por consiguiente, la vida confiere autoridad. Si usted desea llevar el liderazgo en la iglesia, necesita muchísima vida. Los ancianos son asignados no solamente por el nombramiento exterior sino por la autorización interior en vida. Todos los ancianos deben ser maduros en vida y estar calificados para gobernar por esta vida reinante. Es el mismo caso con los diáconos, las diaconisas y los que se responsabilizan de los grupos de servicio. Solamente la vida puede conferir autoridad.
Apocalipsis 20:4 revela que la vida vencedora de resurrección introduce a los creyentes en el reino con Cristo durante el milenio. La vida de resurrección nos introduce en el reinado con Cristo porque procede del trono de Dios. El trono de Dios representa la autoridad. Vemos un cuadro de eso en Apocalipsis 22:1, donde el agua de vida sale del trono de Dios. Por tanto, la autoridad y la vida están relacionadas. El río de vida está relacionado con el trono de Dios. Si tenemos este trono como nuestra fuente, estaremos en el agua de vida. Si estamos en el agua de vida, ésta nos llevará al trono de Dios, dándonos la autoridad que procede de Su trono. La vida trae autoridad. Todos debemos ver que se requiere la vida de Dios para representarlo a El.
El primer paso del procedimiento que Dios usó para cumplir Su propósito fue crear al hombre como vasija para que lo contuviera a El como vida. Me agrada la palabra vasija. ¿Se da cuenta de que usted, como ser humano, es una vasija? Una vasija es semejante a una botella o a una taza. Hoy, mientras yo estaba con el Señor, me regocijaba por ser una vasija. Pensé: “Hombre, eres exactamente igual a una botella. Tu boca se parece a la boca de una botella. El propósito de la botella es contener algo, no a sí misma. Eres una vasija diseñada para contener a Dios”.
Esta no es idea mía. Esto fue presentado inicialmente en Génesis y recalcado por Pablo en Romanos 9 donde escribió: “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿No te das cuenta de que eres barro? El alfarero tiene autoridad soberana para moldear el barro y hacer las vasijas”. Romanos 9:21, 23 revela que Dios creó al hombre como un vaso. Somos vasijas que pueden contener a Dios como vida.
Por consiguiente, después de que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de vida. El árbol de vida era comestible. En Juan 6 el Señor Jesús dijo que El era comestible, que El era el pan de vida (Jn. 6:35). De modo que todos podemos comerlo a El. Además, contenemos todo lo que comemos porque entra en nuestro ser. Nuestro ser es simplemente una vasija que contiene todo lo que comemos. Todo lo que comemos no sólo está en nosotros, sino que es asimilado hasta ser el elemento mismo que nos constituye. Incluso se convierte en nosotros mismos. Por tanto, los dietistas dicen: “Usted es lo que come”. No sólo somos vasijas, sino que somos vasijas que comen, vasijas que asimilan lo que comen. Dios desea que lo comamos a El. Si le decimos a Dios que queremos comerlo, El se alegrará. Somos las vasijas que lo comen y lo asimilan. Finalmente, Dios se convertirá en nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos hechos vasijas para contener a Dios como vida.
Romanos 9:21, 23 nos dice que somos vasijas para honra, vasijas de misericordia preparadas para gloria. Esta es nuestra porción. No me menosprecien. Soy una vasija para honra y no para deshonra. Un día estaré lleno de gloria y estaré en la gloria expresando al Dios de gloria. Todos nosotros somos vasijas de misericordia preparadas para gloria.
En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.
Aprecio mucho la Biblia. He permanecido con la Biblia durante 50 años exactamente y ahora la quiero más que nunca. Al llegar a Génesis 2:4-7, quisiera dirigir unas palabras a los jóvenes. Cuando yo era un cristiano joven, me confundía Génesis 2, pues no me parecía muy bíblico. Creía que la Biblia debía ser clásica, pero Génesis 2 no me parecía muy clásico. Por ejemplo, en Génesis 2:5 dice: “Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra”. Me preguntaba por qué estaba eso incluido en la Biblia. No pensaba que eso fuera importante. Luego el versículo 5 añade: “No había hombre para que labrase la tierra”. ¿Qué significa eso? No me parecía nada bíblico. La primera parte del versículo 5 dice: “Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. ¿Qué significa eso? Pensaba que sonaba como las expresiones de un niño de cuarto año de primaria. Además, el versículo 6 nos dice que “subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra”. No me parecían palabras bíblicas. Muchos dirán: “Romanos 8 es un buen pasaje. Parece que así debe ser la Biblia. Pero no me gusta Génesis 2, porque no contiene nada del espíritu ni de la mente ni de la vida. Sólo habla de hierbas, plantas y vapor. No obstante, Génesis 2:5-6 forma parte de la Biblia, y sin estos versículos la Biblia quedaría incompleta. La Biblia necesita estos dos versículos de Génesis 2 para ser perfecta. Es bastante significativo ver lo que revela este pasaje.
No menosprecie ningún renglón de la Biblia, porque ella procede de la boca de Dios. Toda palabra, toda frase, toda expresión y toda oración salieron de Su boca. Leer una frase de la Biblia es algo serio. Lo puede comprobar al leer Génesis 2:5-6 una y otra vez con un espíritu de oración. Si usted ora y lee estos versículos de esta manera, será nutrido. No obstante, si hace lo mismo con las líneas de un periódico de Los Angeles o de Santa Ana, estará muerto. Existe una gran diferencia entre los escritos seculares y la santa Biblia. En ésta todas las palabras son santas; vienen de Dios.
Dios no había hecho llover sobre la tierra. Esto significa que Dios no había mandado que Su Espíritu se mezclase con el hombre, quien iba a ser hecho del polvo de la tierra. En Joel 2:23, 28-29, vemos que la lluvia se presenta como alegoría del Espíritu de Dios.
Algunos cristianos nos critican por usar demasiadas alegorías para interpretar la Biblia. No obstante, debemos entender que es necesario alegorizar al interpretar la Biblia porque gran parte de ella, y particularmente Génesis 1 y 2, está escrita en lenguaje figurativo. Pablo mismo usó alegorías para referirse al Antiguo Testamento. En 2 Corintios 4:6, él habla del Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz. Esto se refiere indudablemente a Génesis 1. El hecho de que el Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz resplandezca ahora en nosotros, significa que la obra de Dios en Génesis 1 constituye una alegoría de lo que El está haciendo en nosotros hoy. En Gálatas 4, Pablo usó a Sara, la esposa de Abraham, y Agar, la concubina de Abraham, como alegoría. Pablo se refirió simbólicamente a estas dos mujeres como a dos pactos. Por consiguiente, la mejor manera de entender al Antiguo Testamento es usar alegorías.
En los cuatro evangelios, el Señor Jesús usó alegorías para casi todo. Lo hizo con todos los tipos, sombras y figuras del Antiguo Testamento. Dijo que El era Salomón, David, el sábado, la luz, el alimento, el aire, la puerta, el pastor y los prados. El lo era todo. Por consiguiente, debemos emplear alegorías al referirnos a la Biblia. Le animo a hacer eso.
Ahora vamos a usar la alegoría de Génesis 2:5-6 donde vemos que Dios no hizo llover sobre la tierra. Esto significa que Dios todavía no había mandado Su lluvia celestial, Su Espíritu, sobre la tierra. Cuando la lluvia baja a la tierra, empapa el suelo y se mezcla con él a fin de producir la vida. Ahora podemos ver el punto: el hecho de que no había lluvia antes de que el hombre fuese creado significa que el Espíritu de los cielos todavía no se había mezclado con algo hecho de polvo para producir la vida.
“No había hombre para que labrase la tierra” significa que no había ningún hombre que trabajase en coordinación con Dios al unir la labor humana con la divina (cfr. 1 Co. 3:9). Muchos cristianos son demasiado espirituales. Cuando son “superespirituales” se convierten en superficiales. Son espiritualmente superficiales cuando dicen: “No debemos hacer nada. El Espíritu lo hace todo”. Ese es un concepto equivocado. Si usted no hace nada, Dios no puede hacer nada, pues El necesita que la labor humana coopere con la labor divina. ¿Para qué sirve la lluvia si no hay ningún hombre que labre la tierra? Si usted como hombre ha labrado la tierra, tiene derecho a orar: “Señor, aquí estoy. Manda la lluvia”. Entonces Dios mandará la lluvia. Pero supongamos que no hay ningún hombre sobre la tierra que pida la lluvia y que algunos ángeles digan: “Oh Dios Jehová, ¿por qué no mandas la lluvia?” Dios contestará: “Si mando la lluvia, se estropeará. Estoy esperando que haya un hombre que cultive la tierra. Cuando haya hombre que labre la tierra, mandaré la lluvia”.
En estos días, la iglesia se preocupa por la predicación del evangelio. Pero supongamos que no hay ningún cristiano en Anaheim que labore con Dios y que algunos ángeles en el aire oren: “Oh Dios Todopoderoso, salva a la gente de Anaheim. Envía Tu voz y todos se arrepentirán”. Dios contestaría: “Eso es una insensatez. Si no hay nadie en Anaheim que labore conmigo, ¿cómo puedo salvar a la gente?” ¿Se acuerdan de la historia de Cornelio? Aunque un ángel se le presentó con un mensaje, el ángel no podía predicarle el evangelio (Hch. 10:1-8). El ángel dijo a Cornelio: “Necesitas mandar a buscar a Pedro y pedirle que venga. No puedo labrar la tierra porque soy un ángel. No estoy calificado para ello. Está establecido que sean los seres humanos quienes prediquen el evangelio. Ellos están calificados para hacerlo. Pídele a Pedro que venga”.
Mientras no había ningún hombre en la tierra para que labrase la tierra, Dios no podía mandar la lluvia. No había ningún hombre que laborase con Dios coordinando la labor humana con la divina. Debemos laborar en coordinación con la labor divina de Dios. Debemos orar día y noche por nuestros parientes y nuestros amigos. Debemos trabajar en ellos. Entonces llegará la lluvia. Si no cooperamos con Dios labrando la tierra, nunca vendrá la lluvia. Dios no desperdicia Su lluvia. Cuando llega, viene para producir la vida.
“Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese” significa que todavía no había ninguna vida, pues la vida no había crecido de la tierra. No había nadie que labrase la tierra y no había caído lluvia; por lo tanto, era imposible que hubiera vida.
“Sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra” (v. 6). Esto significa que sólo salía algo de la tierra para labrar la tierra; nada descendía de los cielos para que la tierra produjera vida.
Estos cuatro puntos constituyen el trasfondo de la creación del hombre. Si abordamos estos versículos de una manera alegórica, los consideraremos dignos de estar en la Biblia. Aprecio mucho Génesis 2:5-6. Ahora podemos entender que necesitamos la lluvia y que Dios nos necesita. Dios necesita nuestra colaboración. Entonces la lluvia bajará de los cielos para mezclarse con el polvo de la tierra a fin de producir la vida.
Pasemos ahora a considerar la manera en que Dios creó al hombre. Dios creó al hombre exactamente igual que una botella, con un cuello y una boca. ¡Alabamos al Señor porque tenemos boca! ¿Cómo podría uno vivir sin ella? Dios nos hizo de esta manera.
Dios formó el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra para que el hombre tuviese un cuerpo que fuera su expresión exterior y como un órgano con el cual tener contacto con lo material. Dios hizo al hombre del polvo y no de oro. El oro no puede producir vida. Si usted siembra una semilla en oro, la desperdiciará. Pero en el polvo puede crecer vida. Si siembra semilla en la tierra, la semilla crecerá. No somos hombres de oro, sino de polvo. Me alegro de ser un hombre de polvo. Soy un vaso de barro. ¡Aleluya!
Nuestro cuerpo fue formado del polvo para que fuera nuestra expresión exterior. Cuando tengo tiempo, me agrada mirarme en el espejo, y examino especialmente mi cara. Cuanto más me miro, más estoy convencido de que Dios me hizo. Ninguna otra persona en todo el universo podría haber moldeado esta criatura maravillosa. El estilo de los automóviles estadounidenses puede ser mejorado y cambiado cada año, pero nadie puede mejorar el diseño del ser humano. Nuestros oídos fueron perfectamente diseñados para escuchar. ¡Cuán horrible sería nuestra condición si los miembros de nuestro cuerpo fuesen puestos en otra parte! ¿Qué pasaría si nuestra nariz estuviese sobre la frente y al revés? La lluvia y el polvo entrarían en ella. Dios diseñó intencionalmente la nariz para que mirase hacia abajo a fin de que sólo entrase el aire. Aunque mi nariz no es muy atractiva, sigo apegado a ella. Dios la diseñó para mí.
Debemos considerar muchas cosas acerca del cuerpo humano. En Eclesiastés 12:3 Salomón menciona las muelas, diciendo que cuando un hombre envejece, las muelas cesan porque habrán disminuido. Los dientes incisivos son los que cortan los alimentos, y las muelas son las que los trituran. Cuando comemos un pedazo de carne, nuestros dientes lo cortan, y la lengua lo empuja hacia las muelas donde es triturado y llega a ser una substancia digerible. Eclesiastés enseña que las muelas cesan porque una persona mayor generalmente tiene menos dientes. ¿Quién nos diseñó de esta manera? ¿Quién diseñó nuestros incisivos, nuestras muelas y la saliva segregada, con los cuales trituramos los alimentos? Indudablemente Dios lo hizo.
El hombre fue creado por Dios. Fue diseñado por el mejor artista. No preste atención a la teoría de la evolución. Hasta la ciencia médica puede confirmar que el cuerpo humano contiene todos los elementos que hay en el polvo, tales como la sal, el azufre, el cobre y el hierro. Dios formó un cuerpo humano maravilloso a partir de ese polvo. No tengo palabras para describir esto. Mírese a sí mismo. Mire sus hombros, sus brazos y los cinco dedos de cada mano. Con los cuatro dedos y el pulgar el hombre puede hacerlo todo. ¿Qué podríamos hacer si tuviéramos cinco pulgares en cada mano? No podríamos usar los utensilios para comer. Si examina su cuerpo humano, descubrirá que es una botella viviente. Verdaderamente fuimos hechos por Dios.
Dios infundió el aliento de vida en la nariz del hombre para que éste tuviese un espíritu, que es el recipiente, el órgano en el cual puede recibir a Dios a fin de relacionarse con El y con lo espiritual (Jn. 4:24; Ro. 1:9). Dentro del radio hay un receptor. Cuando ese receptor se daña, las ondas de radio no pueden llegar a su destino. Del mismo modo, nuestro cuerpo es un recipiente exterior y dentro de nosotros se encuentra un espíritu que Dios hizo como receptor para que éste percibiera a Dios, como las ondas de la radio celestial. Por medio de este órgano podemos tocar las cosas espirituales. Toco la pizarra usando mi mano. Percibo los olores con mi nariz, y los colores con mis ojos. Escucho los sonidos con mis oídos. Todas estas cosas materiales pueden ser percibidas por los sentidos de nuestro cuerpo físico. El universo también contiene cosas espirituales. Dios está en este universo, y El es Espíritu. No lo podemos percibir por medio de nuestros sentidos físicos. Es insensato negar la existencia de Dios porque no podemos percibirlo físicamente. Pretender que algo no existe porque no podemos sentirlo es una necedad. Aunque existen muchas ondas en la atmósfera, no podemos percibirlas sin un receptor. Del mismo modo, no podemos detectar la realidad de Dios sin el receptor apropiado, nuestro espíritu humano. Si nuestro espíritu no funciona bien, no podremos percibir a Dios. Debemos sintonizar nuestro espíritu. Debemos ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios. Hay en nosotros un órgano que la Biblia llama el espíritu del hombre.
La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es neshamah, y se traduce “espíritu” en Proverbios 20:27. Esto significa que el aliento que se menciona en Génesis 2:7 es el espíritu humano, y éste es la lámpara del Señor. Antiguamente la gente usaba lámparas de aceite. La lámpara contenía aceite que era quemado para producir luz. Dentro de nosotros tenemos una lámpara que puede contener el Espíritu de Dios como el aceite. Aunque tenemos esta lámpara en nosotros, aún así necesitamos que el aceite divino entre en ella, permitiendo que la lámpara arda y brille. Proverbios 20:27 afirma que el espíritu del hombre escudriña todas las partes internas de nuestro ser. Cuando Dios, el aceite, entra para encender nuestra lámpara, somos iluminados y examinados. La Biblia nos enseña claramente que el aliento de Dios se ha convertido en nuestro espíritu humano y que nuestro espíritu es la lámpara de Dios, la cual le contiene como el aceite y nos da luz.
El espíritu del hombre fue formado especialmente por Dios (Zac. 12:1; Job 32:8). Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo existen tres cosas igualmente importantes: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre tiene un espíritu creado para Dios. Dios creó los cielos para la tierra. Sin los cielos, nada podría crecer en la tierra. La tierra sirve para el hombre, y el hombre tiene un espíritu dentro de sí que puede contener a Dios. Por consiguiente, el hombre es el centro del universo, y el centro del hombre es su espíritu. Esto es muy importante. A los ojos de Dios, si el hombre no tuviese espíritu, sería una cáscara vacía. Sin el hombre en esta tierra, ésta se hallaría vacía y los cielos serían inútiles. Alabamos al Señor porque los cielos sirven a la tierra, la tierra sirve al hombre, y el hombre tiene un espíritu con el cual puede recibir a Dios. Alabado sea el Señor porque “¡hay un espíritu en el hombre!”
El espíritu del hombre es el lugar donde obra el Espíritu de Dios. Romanos 8:16 afirma que el Espíritu de Dios da testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por consiguiente, el Espíritu Santo obra con el espíritu humano. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor Jesús está ahora con nuestro espíritu. El mora allí.
Dios hizo al hombre como un alma viviente para que tuviese un alma, la cual sería la persona, la personalidad y el órgano con el cual habría de relacionarse con la esfera sicológica. Entre nuestro cuerpo exterior y nuestro espíritu interior está nuestra alma, nuestra persona. Con el alma tenemos contacto con las cosas sicológicas. Anteriormente mencioné algunas cosas físicas y algunas cosas espirituales; ahora quisiera hablar de lo sicológico. Tomemos como ejemplo la alegría. La alegría no es ni material ni espiritual; es sicológica. Si acude a mí y ve que no estoy contento con usted, ¿cómo sabrá que no estoy contento? Lo sabrá por medio de su alma, su parte sicológica. Queda muy claro que Dios nos ha hecho de tres partes: un espíritu, un alma y un cuerpo.
Dios hizo al hombre como un ser tripartito. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice claramente que tenemos espíritu, alma y cuerpo. Hebreos 4:12 dice que nuestro espíritu puede ser separado de nuestra alma. ¿Por qué nos creó Dios de esta manera? Simplemente para que seamos una persona maravillosa. Somos maravillosos porque somos tripartitos. Los seres humanos no son sencillos. No se consideren como algo sencillo. En el alma tenemos la mente, la parte emotiva y la voluntad. En el cuerpo, tenemos muchos miembros. En la medicina se necesitan varios años para estudiar el cuerpo humano y aún así uno no llega a conocerlo muy bien. En nuestro espíritu tenemos la conciencia, la intuición y la comunión. Dios nos creó de una manera tan maravillosa porque quería que fuésemos Su recipiente. No fuimos hechos con ningún otro propósito. Nuestro cuerpo existe para que seamos un vaso viviente que contenga a Dios. Si hemos de ser esa vasija, no sólo necesitamos el espíritu interiormente, sino el cuerpo exteriormente, el cual nos capacita para vivir en la tierra, ejercitando nuestro espíritu a fin de tocar a Dios, de ingerirlo, contenerlo e incluso asimilarlo. ¡Alabado sea el Señor porque fuimos hechos de manera maravillosa y tripartita!
Por causa de los jóvenes, quisiera usar un ejemplo. Supongamos que usted es pobre. Se esfuerza por ganar dinero, principalmente para satisfacer sus necesidades físicas. Con el tiempo consigue una buena casa, buena comida, excelente ropa y el mejor medio de transporte. Una vez satisfechas sus necesidades básicas, empieza a desear música, deportes y esparcimiento. Esto satisface las necesidades sicológicas de su alma. Aunque usted pueda darse toda la recreación que desee, al estar solo en su casa por la noche, siente en lo más recóndito que está vacío. Todavía necesita algo. Entonces piensa: “Lo tengo todo. ¿Qué más quiero? Tengo un buen automóvil, una buena casa, buena esposa y buenos hijos, y todo el esparcimiento que quiero”. No obstante, en lo profundo de su ser, algo dice: “Todavía tienes una necesidad”. En lo profundo de su ser, algo está reclamando, solicitando e incluso suplicando. ¿Qué es eso? Es su espíritu. Esta parte de su ser, su espíritu, necesita a Dios.
Tenemos tres clases de necesidades, a saber, físicas, sicológicas y espirituales, porque nuestro ser consta de tres partes. En la sociedad humana la gente se preocupa por las dos primeras necesidades y descuida la tercera. Esta es la razón por la cual la iglesia está aquí, pues sólo la iglesia puede ayudar a la gente a satisfacer la tercera necesidad. Aunque quizás tengamos el mejor disfrute material y la mejor satisfacción sicológica, de todos modos algo falta. Usted necesita deleite espiritual, necesita a Dios. Usted necesita ser satisfecho en lo profundo de su ser. Por tener una satisfacción interior, no me preocupan mucho el automóvil ni la casa. Mi espíritu está satisfecho con Dios, pues fue hecho para contenerlo a El.
Dios, a fin de cumplir Su propósito, primero hizo al hombre como vaso que lo contuviera a El como vida. El hombre fue hecho de una manera muy específica, no solamente con un cuerpo para subsistir físicamente y con un alma para expresarse, sino también con un espíritu como órgano con el cual relacionarse con Dios y como recipiente en el cual recibir y retener a Dios. El alma del hombre es su persona y toda su personalidad. Es una persona completa. No obstante, la intención de Dios al crear el hombre no era que el hombre se expresase consigo mismo. La intención de Dios era que el hombre, como ser creado completo, lo tomara a El como vida y lo expresara en todos los aspectos de su personalidad. Por consiguiente, además del alma, el hombre necesita un órgano específico con el cual tocar a Dios: el espíritu humano.
Como subrayamos anteriormente, todo lo descrito en Génesis es una semilla que se desarrollará en los demás libros de la Biblia. Lo mismo sucede con los asuntos que hemos considerado en este mensaje: el hombre como vasija que puede contener a Dios, el espíritu humano como órgano que toca a Dios, etc. Todos estos puntos son sembrados como semillas en Génesis y se desarrollarán completamente en el Nuevo Testamento como cosecha. Necesitamos muchos versículos del Nuevo Testamento para dar una definición completa de estos asuntos, pero de momento detengámonos aquí.