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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 104

La madurez: el aspecto reinante del Israel maduro

(6)

  En este mensaje llegamos al último grupo de los doce hijos de Jacob mencionados en su profecía con bendición, el grupo compuesto de José y Benjamín (Gn. 49:22-27). Las tribus de los doce hijos de Jacob en el Antiguo Testamento siempre se describen en grupos. En Números 2 vemos la distribución de las doce tribus alrededor del tabernáculo: Judá, Isacar y Zabulón al oriente; Rubén, Simeón y Gad al sur; Efraín, Manasés y Benjamín al occidente; y Dan, Aser y Neftalí al norte.

  Entre los doce hijos de Jacob, sólo tres tipificaban a Cristo; ellos fueron Judá, José y Benjamín. Judá tipificaba a Cristo como el león victorioso. José tipificaba a Cristo como el Hijo amado del Padre con todas las riquezas que alimentan al mundo. Benjamín tipificaba al Cristo ascendido y exaltado. Cuando él nació, su madre lo llamó Benoni, que significa “hijo de aflicción”, pero su padre le cambió el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. Por consiguiente, Judá, José y Benjamín tipifican plenamente a Cristo. Rubén era el primogénito, pero perdió la primogenitura por su contaminación. Por consiguiente, en la administración de Dios, Judá tomaba la iniciativa. Pero sin José y sin Benjamín la historia y el significado de las doce tribus de Jacob no tendría conclusión. José y Benjamín proporcionaron una conclusión apropiada y completa de la historia de los doce hijos de Jacob.

  Los doce hijos de Jacob tipifican el conjunto del pueblo de Dios, incluyéndonos a todos nosotros. Ya vimos que la historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores, pues todos éramos pecadores como Rubén, Simeón y Leví. Rubén estaba lleno de lujuria, y Simeón y Leví estaban llenos de ira. Por tanto, la historia del pueblo de Dios empezó con pecadores llenos de lujuria y de ira. Luego vino Cristo, tipificado por Judá. Más adelante, aparece Neftalí como una cierva suelta que pronuncia dichos hermosos. Si la historia del pueblo de Dios hubiese terminado con Neftalí, sería buena, pero insuficiente. Se necesitan a José y a Benjamín para una conclusión adecuada.

  La historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores. Finalmente, estos pecadores son transformados en Leví con el sacerdocio y en Judá con el reinado. Entonces Neftalí, el Cristo resucitado, pronuncia dichos hermosos. Esto significa que antes éramos Rubén y Simeón, pero que debemos ser transformados en Leví, Judá y Neftalí. Además, debemos seguir adelante y convertirnos en José y Benjamín.

  Antes de considerar los aspectos significativos de José y de Benjamín, quisiera destacar que José y Benjamín, dos hijos nacidos de la misma madre, Raquel, son dos aspectos de una sola persona. Cuando Jacob vio a Raquel, se enamoró de ella, y su corazón se apegó a ella. Sin embargo, no se casó con Raquel primero, sino con Lea, la cual le dio seis hijos. Aunque las siervas de Raquel y Lea también engendraron hijos, Raquel no engendró ningún hijo antes de que nacieran diez hijos. Entonces Raquel dio a luz a José, cuyo nombre indicaba que otro hijo había de venir. Esto significa que José no estaba completo en sí mismo, pues necesitaba otra parte. Benjamín fue su complemento. Por consiguiente, José y Benjamín son uno solo. Si usted lee el Antiguo Testamento, leerá que José y Benjamín van juntos como una sola unidad. Finalmente, José recibió la primogenitura y mediante sus dos hijos, Efraín y Manasés, heredó la doble porción de la tierra. De esta manera, José se convirtió en dos tribus, Efraín y Manasés. Además, la tribu de Manasés, recibió dos porciones de la tierra: la mitad de esta tribu recibió tierras al oriente del río Jordán, y la otra mitad al occidente. José y Benjamín son uno solo. El hecho de que José fuera el undécimo hijo, y que Benjamín fuese el duodécimo indica que tenían una estrecha relación en la secuencia histórica. Por tanto, entre los doce hijos, José y Benjamín constituyeron el último par. Más adelante, se convirtieron en tres tribus, a saber: Efraín, Manasés y Benjamín, las cuales acampaban detrás de la morada de Dios. Judá era la tribu que iba adelante, enfrente del tabernáculo; mientras que José iba detrás.

  Consideremos ahora los aspectos significativos de este grupo. José fue fiel y tuvo una victoria completa. Según el relato del Antiguo Testamento, José fue el primer hombre perfecto. Antes de él, nadie fue perfecto, ni siquiera Noé. En José no encontramos ninguna falta; él era totalmente perfecto en su comportamiento. José era perfecto porque tenía una victoria completa. Además, el Antiguo Testamento compara a José con un toro lleno de vigor (Dt. 33:17). El no fue un león salvaje ni un lobo amenazante, sino un toro lleno de energía. Por ser un toro, José tenía dos cuernos, que eran Efraín y Manasés. Con estos dos cuernos, José embestirá a los pueblos empujándolos hasta los confines de la tierra. Esto indica que José es fuerte y victorioso.

  José también confiaba en Dios y creía en El. Dios lo bendijo porque era perfecto y victorioso, y porque José confiaba en El. En la Biblia nadie recibió una bendición más grande que la suya. Como veremos, él recibió diez bendiciones en el tiempo y en el espacio, lo cual abarca tanto la eternidad pasada como la eternidad futura, y desde los cielos hasta la tierra. José lo recibió todo. El universo entero llegó a ser una bendición para él.

  Benjamín es descrito como un lobo arrebatador (Gn. 49:27). Vemos también que la morada de Dios estaba con Benjamín (Dt. 33:12). Por consiguiente, la profecía que dio Jacob con bendición, termina hablando de la plenitud de la bendición universal y de la morada de Dios. El fin de Génesis 49 requiere Apocalipsis 21 y 22 para su pleno desarrollo.

(13) En cuanto a José

(a) Un hijo de un árbol fructífero junto a una fuente

  Dice en Génesis 49:22: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. Primero, José es hijo de un árbol fructífero. Por supuesto, este hijo es la rama del árbol. Si José es la rama, el hijo, entonces el árbol fructífero debe de ser Jacob. Según el relato bíblico, antes de Jacob, nadie tuvo doce hijos (ese es el número del cumplimiento eterno). El hecho de que Jacob tuviera doce hijos significa que era muy fructífero. Jacob era hijo de Isaac, e Isaac de Abraham, el padre del linaje llamado. En la Biblia a Dios se le llama el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (Éx. 3:6; Mt. 22:32). Este título también es el título del Dios Triuno. El Dios de Abraham se refiere a Dios el Padre; el Dios de Isaac, a Dios el Hijo; y el Dios de Jacob, a Dios el Espíritu. Como ya lo mencionamos, no debemos considerar a Abraham, Isaac y Jacob como tres personas distintas, sino como tres aspectos de una sola persona. Del mismo modo, los tres del Dios Triuno, son tres en uno. Jacob representa la venida del Espíritu, el tercero del Dios Triuno. El Padre estaba en el Hijo, y el Hijo llegó a ser el Espíritu. Por tanto, el Espíritu brota de nuestro Dios.

  Si tocamos el espíritu de la Biblia, veremos que como persona fructífera Jacob representa al Dios que produce. Dios es el árbol fructífero. Esto se demuestra en el capítulo quince de Juan, donde Cristo declara que El es la vid. Cristo como corporificación de Dios es el árbol que produce fruto. El es verdaderamente fructífero. Aquí en Génesis 49 vemos un hijo de este árbol. El hijo de Dios es la ramificación de Dios. Por esta razón, en el Antiguo Testamento, Cristo es llamado el renuevo (Jer. 23:5; Zac. 6:12). La Biblia es profunda y va más allá de nuestra comprensión. Por una parte, la Biblia afirma que Cristo es un árbol; por otra, declara que El es la rama. Entonces ¿es El el árbol o la rama? Es ambos: como corporificación de Dios, es el árbol, pero como ramificación de Dios, es la rama. José tipifica a Cristo, pues también era hijo de un árbol fructífero; era la ramificación de Dios. José fue la ramificación de Dios. Como todos sabemos, la rama de un árbol forma parte del árbol. De manera que José, el hijo de Jacob, formaba parte de Jacob, el padre fructífero. En lenguaje figurativo, José fue Cristo como el hijo de Dios que era la ramificación del Dios fructífero.

  El versículo 22 afirma que José es hijo de un árbol fructífero que está junto a una fuente. La fuente es Dios; el árbol es Dios; y la fuente también es Dios; todos estos son Dios. Jacob tipifica el árbol fructífero, que vive junto a Dios como fuente. Un árbol necesita agua. Si tiene agua, crece y es fructífero. Jacob se dio cuenta de que era Dios como fuente quien lo había hecho fructífero. Aquí vemos que José como hijo de Jacob distribuye todas las riquezas de este árbol, las cuales proceden de la fuente.

(b) Sus ramas se extienden sobre el muro

  El hijo de este árbol fructífero, la rama, tiene ramificaciones que se extienden sobre el muro. El capítulo cuarenta y nueve está lleno de figuras. En el versículo 22 tenemos un huerto, un muro y un árbol en el lado interior del muro. La rama de este árbol tiene muchas ramificaciones, y éstas se extienden sobre el muro. Según la tipología, esto significa que Jacob iba más allá del muro. El no se limitó a la buena tierra, sino que se extendió sobre el muro hasta Egipto, yendo más allá de los límites de la buena tierra, a otra región. Hoy en día, Cristo como el José que está en nosotros se extiende sobre el muro limitante. Este no puede restringir la extensión de José; no puede limitar la ramificación de esta rama. Tenemos a este José en nosotros. Esto significa que tenemos a Cristo en nosotros como el José de hoy. Nuestro José tiene muchas ramas que se extienden sobre este muro. Estas ramas se extienden sobre todas las restricciones; por ejemplo, las limitaciones de la familia, el estudio, o la oposición. Por muy alto que sea el muro, las ramas de José se extenderán sobre él. Por muy alta que sea la pared de oposición, el Cristo que vive en nosotros se extenderá sobre el muro por medio de las muchas ramas.

(c) Asediado por los arqueros

  El versículo 23 declara: “Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros”. Esto se refiere a los sufrimientos de José. Sus hermanos eran como arqueros que lo atacaban y le disparaban flechas. Cuando ellos apacentaban el rebaño de Jacob, éste mandó a José a visitarlos, y ellos lo estaban acechando. Cuando él llegó, ellos le echaron mano.

(d) Su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron

  No obstante, los hermanos de José no ganaron la victoria sobre él. Leamos el versículo 24: “Mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel)”. Los hermanos de José no tuvieron la victoria porque el arco de José se mantuvo poderoso y los brazos de sus manos se fortalecieron y se hicieron ágiles por las manos del Fuerte de Jacob. El Fuerte de Jacob era el Pastor de Jacob y su Roca. Jacob tenía un pastor que lo cuidaba y una piedra sobre la cual se cimentaba. El Pastor y la Roca eran el Fuerte de Jacob. José se fortaleció por medio del Fuerte de su padre.

(e) Lo ayudó el Dios de su padre y fue bendecido por el que todo lo provee

  El Dios del padre de Jacob lo ayudó, y lo bendijo el que todo lo provee. El versículo 25 añade: “Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá”. Cuando combinamos las bendiciones mencionadas en Génesis 49:25-26 con las de Deuteronomio 33:13-16, vemos que las bendiciones concedidas a José tenían diez aspectos. Primero, él fue bendecido con las cosas preciosas de los cielos (Dt. 33:13). Sin lugar a dudas, parte de las cosas preciosas de los cielos debería incluir la lluvia y la nieve. En segundo lugar, fue bendecido con el rocío. Tercero, fue bendecido con la bendición de la profundidad que está debajo. Esto se refiere a los arroyos, las fuentes y las aguas que hay debajo de la tierra. Cuarto, fue bendecido con los preciosos frutos producidos por el sol (Dt. 33:14). Después de eso, como quinta bendición, recibió la bendición del rico producto de la luna. Necesitamos el sol, que tipifica a Cristo, y la luna que tipifica la iglesia. Cristo produce algunos frutos, y algunas cosas preciosas son producidas por la iglesia. Todo eso se encontraba entre las bendiciones que recibió José. La sexta bendición que recibió José fue la bendición del mejor fruto de los montes antiguos, y la séptima era la abundancia de los collados eternos (Dt. 33:15). En todas estas bendiciones, se incluyen el tiempo y el espacio. Se abarca todo el tiempo desde los tiempos antiguos hasta la eternidad, y todo el espacio desde los cielos hasta la tierra, incluyendo la profundidad que está debajo de la tierra. Esto indica que todas las buenas cosas del universo se han convertido en bendiciones para José. La octava bendición incluye lo precioso de la tierra y su plenitud (Dt. 33:16). Esto debe de incluir minerales como el oro y la plata. La novena bendición se menciona en Génesis 49:25: “Con bendiciones de los pechos y del vientre”. Las bendiciones del vientre se refieren a engendrar, y las bendiciones de los pechos, a nutrir. Estas bendiciones aluden a la producción de vida. Esta es la única bendición que pertenece a la vida. La décima bendición es “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Más adelante veremos que el que habitó en la zarza (Éx. 3:4) morará en el templo, en la iglesia y, luego, en la Nueva Jerusalén. Todas las zarzas se transformarán en piedras preciosas. Anteriormente, Dios moraba entre las zarzas. Pero al final, morará entre las piedras preciosas de la Nueva Jerusalén. Este es el deseo mismo que tiene Dios en Su corazón; éste es Su beneplácito. Todas estas cosas quedan incluidas en la bendición universal que recibió José.

  La bendición más grande es la morada del que habitó en la zarza. La morada de Dios entre nosotros es la bendición primordial. Suponga que su padre le da muchas cosas y luego lo abandona y se va. Esto no sería muy bueno. El Padre nos ha dado mucho, pero al final nos da Su máxima bendición: Su morada. Mientras leemos la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos que Dios nos ha dado muchas cosas buenas. No obstante, lo que Dios nos da al final es Su morada.

  Todas estas bendiciones son la herencia de Cristo. Hebreos 1:2 afirma que Dios designó a Cristo como heredero de todas las cosas. Todas las cosas buenas en el tiempo y en el espacio son la herencia de Cristo. Esta es la bendición que Dios da a Cristo. Y nosotros somos los socios de Cristo y participamos de Su herencia. Aquí José representa a Cristo. Todas las bendiciones del Padre son para El. En el Nuevo Testamento vemos que todas las cosas fueron dadas al Hijo. Son las bendiciones en el espacio, en el tiempo y en la vida. Todo eso es la herencia de Cristo, y nosotros Sus compañeros nos unimos a El para heredar todas estas bendiciones. No se trata simplemente de la salvación ni del reino. Todas las cosas contenidas en el tiempo desde la antigüedad hasta la eternidad, todo el espacio desde los cielos hasta las partes debajo de la tierra, y todos los aspectos de la producción y la alimentación de la vida son las bendiciones que recibió Cristo. Este Cristo era quien estaba apartado de Sus hermanos (Gn. 49:26). La palabra hebrea traducida apartado es la misma que se traduce nazareo. Según Número 6, algunos israelitas fueron apartados de los demás para consagrarse totalmente a Dios. José fue uno de ellos. El fue el primer nazareo en la Biblia, el primer apartado de sus hermanos, pero Cristo fue el verdadero nazareo, apartado de todo el pueblo. Por tanto, José tipificaba a Cristo como nazareo, aquel que era apartado de la gente común para vivir consagrado totalmente a Dios. Aquel que se apartó recibió la bendición de todo el universo. La bendición universal corona la cabeza de este nazareo.

(f) Como primogénito de un toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo

  Dice en Deuteronomio 33:17: “Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés”. José era fuerte, como el primogénito de un toro. Este toro tiene dos cuernos, uno es Efraín, y el otro Manasés. Con estos dos cuernos, el toro empujará a los pueblos hasta los fines de la tierra. Eso también es un cuadro de Cristo. Cristo es un toro fuerte que tiene dos cuernos con los cuales acornea a los pueblos según Su deseo. Esto se producirá cuando El vuelva. Hoy en día, los pueblos están esparcidos y se están extendiendo. Pero llegará el día en que Cristo como el toro fuerte acorneará a los pueblos. El puede decir: “Vosotros los rusos y las demás naciones, no os extendáis más. Les empujaré hasta los fines de la tierra”. Recuerde que Génesis 49 es un relato profético de toda la historia del pueblo de Dios, empezando por los pecadores y terminando con el Cristo que hereda todas las cosas y que tomará toda la tierra. Cristo no es solamente fructífero, victorioso, y bendecido a lo sumo; también tiene toda la fuerza para acornear a los pueblos de la tierra según Su propósito.

  Durante siglos, los rusos, quienes habitan en una región fría, han intentado extenderse hacia el sur, hacia el mar Mediterráneo. Cuando intentaron llegar al golfo Pérsico, los británicos los combatieron; entonces construyeron el ferrocarril Transiberiano hasta el Lejano Oriente para poder llegar al mar, y después construyeron el ferrocarril de Manchuria que los comunica con el Pacífico. No obstante, los británicos ayudaron a los japoneses a vencerlos. Hoy en día, los rusos intentan llegar al mar Mediterráneo y al mar Rojo. Por esta razón, Egipto es muy importante. La intención oculta de los rusos es apoderarse de la buena tierra, incluyendo a Jerusalén. Finalmente, Cristo, el toro fuerte, vendrá con dos cuernos y empujará a los rusos hasta la región del norte. El puede decir: “Rusos, vuestro destino consiste en vivir en una región fría. No procuréis bajar al mar Mediterráneo que está reservado eternamente para Mi pueblo”. Este toro fuerte acorneará a los rusos y a los demás pueblos a lo sumo. Si usted piensa que lo que digo no tiene sentido, espere y verá. Tarde o temprano, esto sucederá. El centro crucial de las relaciones internacionales hoy en día es el Medio Oriente, y muchas naciones desean extenderse hacia esa región. Sin embargo, José, el toro fuerte, vendrá con los diez millares de Efraín y con los millares de Manasés para empujar a los pueblos hasta los fines de la tierra. El puede decir: “¡Salid del mar Mediterráneo, esta región es para Mi pueblo. No debéis venir aquí!”.

(14) En cuanto a Benjamín

(a) Un lobo arrebatador

  Ahora llegamos a los dos puntos principales acerca de Benjamín. Leemos en Génesis 49:27: “Benjamín es lobo arrebatador; a la mañana comerá la presa, y a la tarde repartirá los despojos”. En hebreo la palabra traducida arrebatar significa despedazar. Durante años, me molestó la palabra lobo de este versículo. Un león o un tigre parece positivo, pero un lobo no lo es. Aun así, Cristo no es solamente el león vencedor, sino también el lobo arrebatador. Benjamín, un lobo arrebatador también tipifica a Cristo. Por consiguiente, esta alusión a un lobo es positiva y no negativa. Por la mañana, él comerá la presa, y por la tarde, repartirá los despojos, es decir, preparará los despojos para la comida de la mañana siguiente. Esto significa que Cristo no es solamente el que vence, sino también el que arrebata, el que come a Su enemigo.

(b) Habitará cerca del Señor, y el Señor lo cubrirá siempre y entre sus hombros morará

  Deuteronomio 33:12, hablando de Benjamín, dice: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Las palabras “cerca de él” indican que Benjamín será vecino del Señor; él morará al lado del Señor. Por morar cerca del Señor, estará a salvo. Ciertamente, cualquiera que more junto al Señor, morará seguro. Este versículo también indica que el Señor cubrirá o abrigará siempre a Benjamín y que éste morará entre sus hombros. Debemos destacar que Jerusalén no estaba ubicada en el territorio de Judá, sino en el territorio de Benjamín (Jue. 1:21). Si usted mira un mapa, verá que el territorio de Benjamín se encuentra entre dos salientes hacia el sur y que entre estas dos salientes de Benjamín se encontraba Jerusalén, donde estaba el templo, la morada del Señor.

  La morada del Señor era una cubierta que cobijaba a Benjamín todo el tiempo, como el Señor cubrirá a Su pueblo por la eternidad con Su tabernáculo (Ap. 7:15). Hoy en día, la iglesia, la morada del Señor, también es una cubierta que resguarda a quienes conforman la iglesia.

  Entre los doce hijos de Jacob, el primero era un pecador, y el último vino a ser la morada de Dios. En el capítulo tres de Génesis, todos éramos pecadores, pero al final de la Biblia, en Apocalipsis 21 y 22, todos nos convertimos en Benjamín, la morada de Dios. Esta es la razón por la cual dije que sin José y sin Benjamín, no existiría una conclusión adecuada para la historia del pueblo de Dios. Aun así, en José vemos que Cristo recibe la bendición más completa del universo, y en Benjamín notamos que Dios mora entre Su pueblo escogido. Esta es la Nueva Jerusalén y el cielo nuevo y la tierra nueva. El cielo nuevo y la tierra nueva son la esfera en la cual toda bendición es derramada sobre Cristo. Todo lo que contiene esta nueva esfera forma parte de la bendición otorgada a Cristo, y en esta esfera habrá un lugar particular, la Nueva Jerusalén, que será la morada eterna de Dios. Todo esto se ve en las vidas de José y de Benjamín.

  En la actualidad estamos en la vida de iglesia y, con el tiempo, estaremos en la Nueva Jerusalén. ¿Sabe usted quién estará allí? José y Benjamín. En la vida apropiada de iglesia hoy no se encuentran ni Rubén ni Simeón. Finalmente, en la vida de iglesia, sólo tendremos a José y a Benjamín, es decir, la bendición del Señor y la morada de Dios. Llegará el tiempo cuando la iglesia será solamente José y Benjamín. La iglesia se encontrará bajo la bendición universal de Dios y será Su morada. La conclusión de toda la Biblia como historia del pueblo de Dios es la bendición universal y la eterna morada de Dios. El cielo nuevo y la tierra nueva, junto con la Nueva Jerusalén, describen una bendición universal heredada por Cristo y la morada de Dios. Iremos hasta el final, desde Rubén hasta Benjamín. Desde los pecadores hasta la habitación de Dios. José es una señal de la plena bendición de Dios, y Benjamín es una señal de la morada eterna de Dios. En las iglesias hoy en día tenemos una miniatura de lo que habrá en los cielos nuevos y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén; pues estamos disfrutando del anticipo de la plena bendición, y somos la morada de Dios. En cierto sentido, todos somos José y Benjamín. Somos un pueblo bendecido y somos la morada de Dios. Esto es lo que significan José y Benjamín.

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