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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 40

EL PROGRESO OBTENIDO AL RESPONDER AL LLAMADO DE DIOS

  Como hemos recalcado reiteradamente, casi todos los puntos mencionados en el libro de Génesis son semillas. En este mensaje, llegamos a la semilla de cruzar el río, la experiencia del primer cruzador de ríos. ¿Qué significa cruzar ríos? Significa seguir verdaderamente al Señor. Seguir al Señor es un asunto de cruzar el río. Aunque resulta fácil hablar de cruzar ríos, no es fácil hacerlo, según lo experimentó Abraham. En este mensaje debemos ver cómo cruzó Abraham el río. Su experiencia es un ejemplo para todos nosotros y constituye otra semilla sembrada en Génesis. Esta semilla crece ahora en muchos de nosotros. ¡Cuánto necesitamos el crecimiento de esta semilla!

2) El progreso

a) Llamado la primera vez en Ur de Caldea, en Mesopotamia

  La mejor manera de estudiar la Palabra consiste en comparar pasajes afines. Podemos hacer esto con el llamado de Abraham, pues figura en Gn. 12 y también en Hch. 7. Con la ayuda del Señor, nos resulta fácil establecer una comparación entre estos dos pasajes. En estos dos pasajes de la Palabra, podemos ver que el Dios de gloria se apareció dos veces a Abraham. Dios no lo visitó una sola vez y para siempre. Esta no es una invención nuestra; lo podemos comprobar con Hechos 7:2 donde vemos que el Dios de gloria se apareció a Abraham antes de que éste morase en Harán, todavía estando en Mesopotamia. Luego, Génesis 12:1 indica que después de morar un tiempo en Harán, Abraham recibió una nueva aparición de Dios. En estos dos versículos descubrimos que Dios se apareció a Abraham en dos lugares diferentes: en Ur de Caldea y en Harán. Indudablemente estos dos llamados no ocurrieron al mismo tiempo. El primer llamado sucedió cuando el padre de Abraham todavía vivía, y el segundo ocurrió después de la muerte de su padre. Esto demuestra claramente que Dios se apareció dos veces a Abraham.

  Existe una diferencia muy importante entre ambos llamados. En el primer llamado, Dios le pidió a Abraham que saliera de su tierra y de su parentela (Hch. 7:3). En el segundo llamado, Dios le pidió que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre (Gn. 12:1). Cuando Dios llamó a Abraham por segunda vez, mencionó la parentela de Abraham en general, y la casa de su padre en particular. Dejar su parentela no era suficiente; tenía que salir de la casa de su padre. Más adelante veremos el por qué de eso. Por ahora podemos ver que Abraham experimentó dos llamados diferentes en dos lugares distintos. En el primer llamado, Dios le pidió que saliera de su tierra y de su parentela, y en el segundo llamado, que saliera de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre.

  Cuando vemos estos dos llamados, todo queda claro. Cuando yo era joven, algunos maestros me dijeron que Hechos 7 era una cita de Génesis 12. Estos maestros nunca hicieron notar claramente que Dios llamó a Abraham dos veces. Quizás algunos lectores todavía piensen que Hechos 7 es una cita de Génesis 12. Pero el llamado en Hechos 7 ocurrió antes de que Abraham fuese llevado a Harán, y el llamado en Génesis 12 se produjo después de que él había vivido allí durante un tiempo. El llamado mencionado en Hechos 7 precedió el llamado de Génesis 12.

b) No obedeció inmediatamente el llamado de Dios

  ¿Por qué tuvo Dios que aparecérsele a Abraham dos veces y llamarlo dos veces? ¿Por qué tuvo Dios que repetir Su llamado? Dios no tenía necesidad de repetir Su llamado. Abraham era el que necesitaba la repetición. Es difícil encontrar una persona que experimente un solo llamado de Dios y luego atraviese el río. Ninguno de nosotros ha respondido al llamado de Dios de buena gana. Difícilmente podríamos encontrar alguien que haya respondido inmediatamente al llamado de Dios. Usted dirá: “¿Y qué diremos de Pedro y Juan cuando fueron llamados por el Señor en la orilla del mar de Galilea? El Señor los llamó, y ellos lo siguieron inmediatamente”. Si leen otros pasajes de la Palabra, verán que aun estos discípulos estaban indecisos. Resulta difícil responder de una forma definida al llamado de Dios. Siempre vacilamos y nos quedamos en el lodo y el agua. Nuestros parientes pueden ser el lodo y nosotros mismos el agua. A pesar de haber recibido el llamado de Dios, usted tal vez permita que sus parientes sean el lodo del cual usted no se atreve a salir. Y usted mismo es el agua, lo sucio y las aguas negras. Usted se detiene en este lodo y esta agua.

  Mientras Abraham vivía en Ur, el Dios de gloria se le apareció repentinamente. Esta aparición trajo luz (el nombre Ur significa luz). En una tierra demoníaca, una tierra llena de demonios (Caldea significa demoníaco), el Dios de gloria apareció y trajo luz. Esto es muy significativo. Siempre que Dios llama a un hombre, hay luz. Cuando Saulo de Tarso estaba en camino a Damasco para perseguir a los cristianos que estaban allí, resplandeció una luz desde los cielos sobre él (Hch. 9:1-3). En aquel momento, Saulo estaba en Ur. El estaba bajo la luz. Cuando usted fue llamado, también estaba bajo la luz. Usted entendió que su tierra, su entorno y sus circunstancias no eran el lugar adecuado para pasar más tiempo. Usted fue llamado estando en Ur, el lugar de luz.

c) Su padre lo llevó a Harán después de la muerte de su hermano

  Creo que Abraham recibió el llamado de Dios en su juventud. Es posible que les haya dicho a su padre Taré y a sus parientes cómo Dios se le había aparecido y le había dicho que saliera de su tierra y de su parentela. Abraham probablemente no tuvo el valor de hacerlo por sus propios medios. En 11:28 descubrimos que “murió Harán antes que su padre Taré en la tierra de su nacimiento, en Ur de los Caldeos”. Tal vez Harán era el hermano mayor de Abraham y quizá se haya opuesto al llamado que éste había recibido de Dios. Es posible que Dios haya esperado cierto tiempo. Cuando Abraham todavía no se movía, Dios quitó de en medio a Harán, el opositor. Tal vez Harán haya sido el hijo mayor de Taré. Para el padre, la muerte del hijo mayor quizás le haya advertido que no debía permanecer más tiempo allí. El nombre Taré significa demora, atraso o ser rezago. Taré tomó toda su familia, salió con ella de Ur de los caldeos y moró en Harán (11:31; Hch. 7:4a). Abraham no fue el que tomó la iniciativa de salir de Ur; fue su padre.

  Tal vez Taré y su familia hayan viajado hacia el norte a lo largo del río Eufrates. Finalmente, después de un viaje de por lo menos ochocientos kilómetros, llegaron a Harán. Según la antigua manera de viajar, seguramente se necesitaban más de quince días para viajar de Ur a Harán. A pesar de haber emprendido un viaje tan largo, no cruzaron el río como Dios lo quería. ¿Cuántos años ha andado usted a lo largo del río sin cruzarlo? Usted dirá: “Alabado sea el Señor porque ya no estoy en Ur”. Es cierto que no está en Ur, pero todavía está al otro lado del río. Inclusive en la vida de iglesia, usted ha viajado a lo largo del río sin cruzarlo. Entre ustedes muchos han viajado hacia el norte pero todavía están al otro lado. Sin embargo, aun este viaje hacia el norte fue provocado por Dios.

  En Ur había una persona llamada Harán, y ahora vemos una ciudad con el mismo nombre. Esto significa que dejaron a un Harán y llegaron a otro. A los ojos de Dios, ambos eran idénticos. Harán sigue siendo Harán, ya sea una persona o un lugar. El nombre Harán significa seco. Cuando el hermano mayor se opuso al llamado de Dios, debió de haberse secado. Cualquier pariente que le impida a usted aceptar el llamado del Señor es una persona seca, y cualquier lugar que le impida responder al llamado de Dios es un lugar seco. Usted nunca podrá recibir riego allí. En tal sitio, usted sólo halla sequía. Muchos de nosotros hemos experimentado eso.

d) Llamado por segunda vez en Harán después de la muerte de su padre

  Los cristianos acostumbran exaltar a Abraham. El es considerado como una persona muy prominente. Sin embargo, Abraham no era tan sobresaliente; él era igual a nosotros. Cuando Dios vino a Abraham, éste no tuvo el valor de actuar. Fue su padre quien actuó, y llevó la familia a Harán donde moraron hasta la muerte del padre (11:32). Entonces Dios se apareció a Abraham y lo volvió a llamar (11:32—12:3; Hch. 7:4b). La demora de Abraham en responder al llamado de Dios causó dos muertes: la muerte de su hermano en Ur y la de su padre en Harán. Abraham dio dos pasos, y cada uno de ellos fue causado por la muerte de un pariente cercano.

  La segunda vez que Dios llamó a Abraham, añadió otro punto, pues le dijo que no sólo saliera de su tierra y su parentela sino también de la casa de su padre (12:1). Esto significa que él sólo podía llevar consigo a su esposa, pero no a ningún miembro de la casa de su padre. El llamado de Dios fue más estricto la segunda vez. Si usted examina el significado de todos los nombres, verá que, aparte del nombre Abram, que significa padre exaltado, el único nombre con una connotación positiva era Sarai, que significa mi princesa. El padre exaltado era el marido, y la princesa era la esposa. En Harán Dios llamó solamente a estos dos. No obstante, Abraham volvió a quedarse rezagado en el lodo, pues tomó consigo a su sobrino Lot.

  En el segundo llamado, Dios fue más estricto, pero también le dio a Abraham la promesa del evangelio como motivación para que respondiera a Su llamado (12:2-3). El recibió un llamado más estricto pero con una gran motivación.

e) Obedeció de mala gana al llamado de Dios

  Esta vez Abraham obedeció al llamado de Dios, pero no lo hizo de una forma muy definida. El seguía indeciso. Lo sabemos porque no tomó consigo a su esposa Sarai solamente, sino también a su sobrino Lot (12:4). Lot era miembro de la familia de su padre. ¿Acaso no oyó Abraham a Dios cuando le dijo que saliera de la casa de su padre? Entonces ¿por qué trajo consigo un miembro de la casa de su padre? Creo que puedo explicar eso. En aquel entonces Abraham era bastante viejo; tenía setenta y cinco años de edad. A pesar de su edad avanzada, él todavía no tenía hijo. Para emprender un viaje tan largo, ciertamente necesitaba un joven que le ayudara. Este fue su pretexto. Quizás Abraham se haya dicho: “Dios me llamó, pero ¿habré de dejar a mi sobrino? ¿Acaso no debería amarlo?”. Desde el punto de vista humano, todos dirían que Abraham tuvo razón al llevar consigo a Lot.

  ¿Qué significa el nombre Lot? Significa velo, envoltura. Los amados parientes que usted tiene, que ama tanto y que tomaría consigo al responder al llamado de Dios, siempre representan velos. Considere su situación. Muchos de nosotros hemos respondido al llamado de Dios de tal manera que hemos tomado un velo con nosotros. Lot no ayudó a Abraham en nada. Por el contrario, le causó problemas. Cuando lleguemos a Génesis 13, veremos que Lot causó muchísimos problemas a Abraham y que finalmente él tuvo que separarse de Abraham. Si usted examina su propia situación, verá que probablemente a usted le ha sucedido lo mismo.

  En la predicación del evangelio hoy en día, se le dice esencialmente a la gente que si ellos creen en el Señor Jesús, serán salvos del infierno e irán al cielo algún día. Esto es cierto, pero es superficial. Desde el punto de vista de Dios, ser salvo significa ser llamado. Dios no se preocupa por el infierno, sino por la tierra de usted, por su parentela y por la casa de su padre. Dios se preocupa por las circunstancias de usted, por su medio ambiente y por su situación. Ser salvo significa ser llamado a salir de su trasfondo, de sus circunstancias actuales y de su situación. Ser salvo no consiste simplemente en que sus pecados sean perdonados, en ser rescatado del infierno, y en estar calificado para ir a los cielos. Ser salvo significa ser llamado a salir de su trasfondo y ambiente.

  Ser salvo también significa emprender un viaje, andar por el camino y correr la carrera. El progreso del peregrino, un libro muy famoso escrito por John Bunyan, recalca que la salvación es un viaje. Ser salvo significa ser llamado y emprender un viaje. La gente habla mucho de la justificación por fe, y usa a Abraham como ejemplo. Sin embargo, Abraham emprendió un viaje antes de ser justificado. Su justificación se produjo en Génesis 15:6. No obstante, antes de Génesis 15, tenemos por lo menos tres capítulos que nos muestran que este hombre justificado estaba viajando.

  Espero que todos los jóvenes vean eso. El lugar donde se encuentran hoy los jóvenes es peor que Caldea. Pero alabado sea el Señor, su Ur tiene más resplandor y más luz. Hoy en día, el llamado de Dios a los jóvenes es más claro y más firme que el de Abraham. ¡Jóvenes, ustedes deben salir de la tierra, del pueblo y de sus parientes! Ser salvo significa emprender un viaje para cumplir el propósito de Dios. Dios llamó a Abraham con un propósito. Si usted es llamado por Dios conforme a Su propósito, su salvación está garantizada por este llamado. Usted no debe preocuparse por su salvación, pues si usted se ocupa del propósito de Dios, indudablemente El se ocupará de su salvación.

  Ser salvo significa ser llamado a cumplir el propósito de Dios. Cuando Dios vino para llamar a Abraham, no lo hizo con el propósito de salvarlo del infierno ni de llenarlo de gozo; lo llamó a cumplir Su plan. Dios llamó a Abraham para cumplir Su propósito. Todos debemos oír este llamado.

  Dios tiene un plan y un propósito. El tiene una buena tierra en la cual podemos entrar. Abraham entró en la buena tierra de Canaán (12:4-5). Ahora nuestra buena tierra es Cristo, la iglesia y el reino. Considere el caso de Saulo de Tarso, quien perseguía la iglesia con vehemencia. A los ojos de Dios, mientras Saulo perseguía la iglesia, vivía en “Caldea”. En el camino a Damasco, el Señor se le apareció, resplandeció sobre él y lo llamó; entonces la Caldea de Saulo llegó a ser “Ur”, el lugar de luz. El Señor no lo llamó para salvarlo del infierno y llevarlo a los cielos, y tampoco para justificarlo. Aunque todo eso está incluido en el llamado del Señor, El lo llamó a salir de una Caldea judía. El Señor llamó a Saulo a salir de esa religión para que entrara en Cristo, en la economía del nuevo pacto de Dios, en la iglesia y en el reino. Pablo entró en Cristo, en la economía del Nuevo Testamento, en la iglesia y en el reino de Dios.

  Si respondemos al llamado de Dios y nos ocupamos de Su propósito a fin de entrar en Cristo, en la economía del Nuevo Testamento, en la iglesia y en el reino, El no nos dejará ir al infierno. No se preocupen por el infierno, ni piensen tanto en el cielo. Tenemos algo mejor que el cielo. ¿Acaso no es Cristo mejor que el cielo? ¿Acaso la economía de Dios, la dispensación del Dios Triuno en el hombre, no es mejor que los cielos? ¿Acaso no es la iglesia mejor que los cielos? Los cielos van a ser sacudidos. Hebreos 12:26 revela que Dios no sólo va sacudir la tierra sino también los cielos. Sólo Dios es inconmovible. Hemos recibido un reino inquebrantable, el cual es Cristo y la iglesia. No fije toda su atención en los cielos. En los últimos dos capítulos de la Biblia, vemos que la Nueva Jerusalén descenderá de los cielos. Dios va a dejar los cielos para morar en la Nueva Jerusalén, la cual es la consumación de la iglesia, por la eternidad.

  Todos debemos ver que ser salvos significa ser llamados a cumplir el propósito de Dios. Ser salvos consiste en ser liberados de muchas situaciones negativas a fin de alcanzar la meta de Dios. Muchos cristianos han sido salvos, pero nunca han llegado a la meta de Dios. La primera meta de Dios es Cristo. Estamos en Cristo. Estamos en el disfrute de Cristo. Esto es la buena tierra de Dios. La segunda meta de Dios es la iglesia. Hace años no me di cuenta de que, en cierto sentido, la iglesia también es la buena tierra de Canaán. Además, la economía neotestamentaria de Dios, el reino y el reposo sabático, son la buena tierra para nosotros hoy en día. ¿Está usted en la buena tierra de Canaán? Si tal es el caso, eso significa que usted está en Cristo, en Sus riquezas y en Su deleite. También significa que está en la dispensación del nuevo pacto de Dios y en la vida de iglesia. Entre nosotros muchos fueron salvos desde hace muchos años, antes de cruzar el río. No estaban ni en la economía de Dios ni en la iglesia. Además, tampoco estaban en el reino de Dios. Algunos entre nosotros pensaban que el reino se había suspendido y que el reino milenario vendría en el futuro, pero jamás han entrado en la realidad de la vida del reino hoy en día.

  Génesis 12 nos muestra que Abraham estaba indeciso, pero Hebreos 11:8 nos dice que él obedeció al llamado de Dios por fe y salió sin saber adónde iba. Cuando Dios lo llamó, le dijo claramente que debía marcharse, pero no le dijo claramente adónde debía ir. Abraham obedeció al llamado de Dios y salió de allí por la fe. Esto fue un gran paso. Por una parte, él estaba indeciso, y por otra, él dio un paso importante por la fe. El hecho de no saber adónde iba lo obligó a confiar en Dios y a acudir continuamente al Señor. Podemos decir que el Dios viviente fue el mapa para su viaje.

f) Dios lo trasladó a la tierra de Canaán

  Por mucho que se haya demorado Abraham en responder al llamado de Dios, él no podía retrasar a Dios mucho tiempo. Para Dios, mil años son como un día. ¿Puede usted retrasar a Dios mil años? Nadie puede hacerlo. Cincuenta años, o sea, un poco más de una hora a los ojos de Dios, representan el retraso más largo que podríamos causarle a Dios. Dios es soberano y paciente. El pudo haber dicho a Harán y a Taré: “Todo lo que hagan es en vano. Después de su muerte, llevaré a aquel a quien llamé, a Mi tierra”. Dios es Dios. Nadie puede estorbarlo. Cuando El lo escoge y lo llama a usted, nada lo puede detener. Tarde o temprano, El logrará Su propósito. El se le presentará a usted repetidas veces. Si una muerte no es suficiente para cumplir Su meta, se producirá otra. El logrará lo que desea. El es mucho más grande que usted. Hechos 7:4 revela que Abraham no entró por sus propios medios en la buena tierra sino que Dios lo trasladó allí. Hebreos 11:8 dice que Abraham salió por fe, pero Hechos 7:4 revela que Dios lo trasladó de Harán a Canaán. Todo lo que podemos hacer es retrasar al Señor durante un tiempo corto. Finalmente seremos ganados por El. Si nos demoramos, sólo perderemos tiempo. Dios le pidió a Abraham que saliera de su tierra. Abraham no lo hizo de inmediato ni con mucha decisión; por eso, Dios lo arrancó y lo trasladó a Su tierra.

g) Atravesó el país y llegó al lugar que Dios confirmó

  En Harán, Abraham cruzó el río. Después de cruzarlo, viajó por el país, hacia el sur, hasta un lugar llamado Siquem (12:6). La palabra Siquem significa un hombro que proporciona fuerza. En Siquem se encontraba More donde había un encino. El nombre More denota un maestro que proporciona conocimiento. Abraham viajó al lugar donde podía conseguir fuerza y conocimiento. ¿Fue éste el lugar donde Dios deseaba que Abraham se estableciera? ¡Sí! Lo sabemos porque Dios no volvió a aparecerse a Abraham hasta que éste llegó al encino de More. Allí Dios se le apareció nuevamente (12:7).

  Cuando Dios vuelve a aparecérsele a usted, eso confirma que usted ha llegado al lugar adecuado. Puede ser que usted haya experimentado la aparición de Dios hace muchos años. Después de ese tiempo usted ha vagado, yendo de un lugar a otro sin que Dios se le haya vuelto a aparecer. Un día, después de llegar al encino de More, que es la iglesia, el Señor se le apareció nuevamente. Esta aparición confirmó que usted había llegado al lugar adecuado. Muchos de los que están en nuestro medio pueden testificar que después de ser salvos han viajado en el cristianismo sin que Dios les aparezca de nuevo. Se vuelve a producir la aparición interior sólo cuando llegamos al Siquem de hoy donde está el encino de More, es decir, la vida de iglesia. Muchos podemos atestiguar que después de entrar en la iglesia, sentimos que Dios se nos había aparecido nuevamente al decirnos: “Este es el lugar”.

  El encino es un árbol fuerte y duro que significa fuerza. Un encino también ofrece su sombra para proteger del calor del sol. Esto es muy significativo. Creo que en el simbolismo, esto representa la vida de iglesia que nos proporciona la fuerza y la sombra. La vida de iglesia nos fortalece y nos brinda su sombra para protegernos del calor del sol.

  Cuando Dios se apareció a Abraham en More, le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Esta fue la primera vez que Dios prometió claramente la tierra. En 12:1 Dios sólo dijo a Abraham: “A la tierra que te mostraré”; Dios no le dijo dónde estaba esa tierra ni que se la daría. Sin embargo, aquí Dios le dijo claramente dónde estaba la tierra y le prometió que daría esta tierra a su descendencia. Cuando lleguemos al lugar que Dios confirma con Su nueva aparición, también recibiremos la promesa de la buena tierra de hoy: Cristo, la iglesia y el reino.

  Abraham construyó un altar donde el Señor se le había aparecido nuevamente. Este altar fue un testimonio en contra de la construcción de la torre de Babel. En Babel los hombres construyeron una torre para hacerse un nombre. En Siquem Abraham no construyó nada para hacerse un nombre; él construyó un altar para invocar el nombre del Señor (12:8). Esto significa que cuando llegamos al lugar que Dios ha escogido, Dios se nos aparece, y tenemos una comunión más profunda, plena, rica e íntima con El al invocar Su nombre. Todos podemos testificar que nunca hemos invocado tanto el nombre del Señor como desde que entramos en la vida de iglesia. Invocar el nombre del Señor viene después de construir un altar al Dios que se nos apareció. En la vida de iglesia, debajo del encino de More, tenemos la aparición íntima del Señor. ¿Qué haremos para responder a eso? Debemos construirle un altar y poner allí todo lo que somos y tenemos. Debemos decirle al Señor que todo lo que somos y tenemos es Suyo, y luego debemos invocar el nombre del Señor para mantener una comunión más profunda, rica e íntima con El.

  Ya vimos la experiencia del primer hebreo, el primer cruzador de ríos. Abraham fue el primero en cruzar el río y en llegar al lugar donde Dios podía aparecérsele nuevamente, y donde él podía construir un altar e invocar el nombre del Señor. Este es el lugar adecuado; no es Ur, ni Harán, ni otro lugar aparte del encino de More. Aquí tenemos la aparición de Dios y Su presencia. Aquí recibimos la promesa de la buena tierra. Aquí podemos construir un altar al Señor, invocar a Su nombre y tener una comunión íntima con El.

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