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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 76

DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO

  En 2 Ti. 3:16 se afirma que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. ¿Cree usted que Génesis 34, el capítulo que vamos a considerar en este mensaje, es dado por el aliento de Dios? Debemos acudir al Señor para que El nos muestre de qué forma este pasaje de la Palabra es el aliento de Dios. Cuando yo era joven, leía ciertos capítulos, como por ejemplo Génesis 34, una o dos veces y con eso la historia se grababa en mi memoria, y no los volvía a leer. Cuando llegaba a aquellos capítulos en mi lectura del Antiguo Testamento, recordaba que la hija de Jacob había sido violada y que los hijos de éste habían dado muerte sin misericordia a un pueblo y habían saqueado su ciudad, y pasaba de largo. Pero el Señor nos ha mostrado que aun este capítulo es el aliento de vida. Este pasaje de la Palabra contiene vida, pero se requiere experiencia para valorarlo.

4) Después del quebrantamiento

  Si queremos percibir la vida contenida en el capítulo treinta y cuatro, debemos observar lo que hay antes y lo que viene después. Antes de este capítulo, Jacob había sido librado de todos sus problemas. Durante veinte años, Jacob había estado bajo la mano opresora de Labán, y eso lo afligió mucho. Finalmente, le resultó imposible permanecer con Labán y se marchó de la casa de su tío. Dios le había dicho a Jacob que deseaba que volviese a la tierra de sus padres. No obstante, Jacob no podía olvidar lo que había sucedido allí, pues había engañado a su padre Isaac y suplantado a su hermano Esaú. Estaba dispuesto a regresar a la tierra de sus padres, pero tenía que enfrentarse con un gran problema: su hermano Esaú. Sin embargo, aceptó la palabra del Señor y se valió de sus esfuerzos y su astucia para escapar de Labán y marcharse lejos, sin informarle que se iba. Al escaparse de Labán, venció su primera dificultad: la de estar bajo su mano opresora. Pero luego afrontó otro problema: Labán lo persiguió, y finalmente lo alcanzó. No obstante, Dios intervino, mandando que Labán no dijera nada bueno ni malo a Jacob. Por consiguiente, Jacob fue librado completamente de la mano de Labán. No obstante, todavía tenía que enfrentar el problema principal: Esaú. Esta fue la razón por la cual pasó una larga noche luchando contra un oponente que no pudo identificar y que en realidad era el Señor mismo. Sin embargo, Jacob pasó por esta crisis, y el Señor lo liberó del problema de Esaú. Después de esto, Jacob no volvió a tener dificultades por un tiempo.

a) Regresó solamente hasta Siquem

  Después de haber sido librado de todos estos problemas, “Jacob fue a Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado” (33:17). Sucot estaba en el lado oriental del Jordán. Esto indica que mientras Jacob estaba en Sucot, todavía no había cruzado el río para entrar en el corazón de la tierra de Canaán. Génesis 33:17 no dice que Jacob haya ido a Canaán. La tierra de Canaán no se menciona sino hasta el versículo siguiente, donde leemos que “Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán” (v. 18). A los ojos de Dios, cuando Jacob llegó a Sucot y se edificó una casa allí, todavía no había regresado al corazón de la buena tierra. El hecho de que Jacob construyera una casa para sí y cabañas para su ganado nos muestra cuán natural seguía siendo y cuántas cosas hacía para sí. El ciertamente pasó por alto el sueño que había recibido en Bet-el. Después de haber huido de Esaú, Jacob tuvo un sueño en el cual vio una escalera que iba de la tierra a los cielos. Cuando despertó de ese sueño, llamó a ese lugar Bet-el y derramó aceite sobre la piedra que había usado como cabecera, y dijo: “Esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22). En Bet-el, Jacob hizo un voto a Dios en el que prometió que la piedra sería casa de Dios. En otras palabras, le prometió a Dios que construiría una casa para El. Sin lugar a dudas, Jacob se olvidó de eso. Si yo hubiera estado allí, le habría preguntado: “¿Jacob, por qué regresaste? ¿Quiere Dios que construyas una casa para ti y cabañas para tu ganado? ¿Y qué hay de la casa de Dios?” Cuando Jacob era un forastero en tierra extraña, podíamos comprenderlo, pues ser extranjero es una situación difícil para cualquiera. Pero ya había regresado a la tierra de la promesa de Dios.

  Si usted lee detenidamente el Antiguo Testamento, se dará cuenta de que el territorio ubicado al oriente del Jordán jamás fue reconocido como la mejor parte de la buena tierra. Sin embargo, cuando dos tribus y media de Israel llegaron a este territorio, fueron atraídas por él. Esto causó enojo a Moisés. Estas dos tribus y media recibieron efectivamente esa tierra, pero perdieron parte de la bendición de Dios. Cuando los asirios vinieron a atacar a los hijos de Israel, primero llegaron a la tierra que está al oriente del Jordán, y estas dos tribus y media fueron las primeras en ser capturadas (1 Cr. 5:26). Las ciudades estratégicas, tales como Jerusalén y Belén, se encuentran en el corazón de la tierra ubicada al occidente del Jordán. Por consiguiente, el territorio que está al oriente del Jordán, donde se encontraba Sucot no estaba en el corazón de la tierra que Dios había prometido.

  Esto era bueno, pero no era Bet-el. Si uno lee el capítulo doce, se dará cuenta de que después de llegar a Siquem, Abraham prosiguió a Bet-el (12:6-8). Jacob recibió su sueño en Bet-el (28:10-22). Cuando el Señor le pidió regresar a la tierra de sus padres, esto indicaba que él debía regresar a Bet-el para cumplir su voto de edificar una casa para Dios. No entiendo cómo pudo Jacob olvidar aquel sueño ni que no estuviese dispuesto a pagar el precio. No obstante, él primero llegó a Sucot y luego siguió hasta Siquem. En Siquem empezó a vivir como un llamado. Antes de eso, Jacob nunca vivió como un llamado. Si queremos usar la terminología cristiana actual, diremos que Jacob nunca llevó una vida cristiana. Anteriormente, él se dedicaba a suplantar continuamente. Esta era la vida que él había llevado desde su nacimiento. El suplantaba a los demás y los tomaba por el calcañar. Pero cuando Esaú le salió al encuentro, Jacob había sido quebrantado. Esaú vino a él con un corazón honesto y bueno, pero Jacob, aun después de haber sido quebrantado, seguía suplantando. Suplantando hasta el último momento, Jacob llegó sano a Siquem donde empezó a llevar una vida de tienda con el testimonio del altar.

  Jacob tenía una tienda con un altar en Siquem, pero esto no llegaba a la norma de Dios. Jacob tenía una tienda, pero Dios no tenía casa. Se había edificado un altar para Dios, pero todavía no había casa para El. Según el Antiguo Testamento, la edificación del altar nos debe llevar a edificar el templo. En la construcción del templo, la primera cosa que debía ser recobrada era el altar (Esd. 3:1-3). El altar se encontraba en frente del tabernáculo y del templo. Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Primero, tenemos una consagración incondicional y edificamos un altar; luego, pasamos a la edificación de la iglesia, la casa de Dios.

b) Todavía necesitaba ser sometido a circunstancias específicas

  Lo que tenía Jacob en Siquem era bueno, pero todavía necesitaba pasar por ciertas circunstancias (34:1-31), porque él todavía no había vuelto a Bet-el. Jacob debe de haber estado feliz y contento en Siquem, que significa “hombro” y representa la fuerza. Después de que Abraham llegó a Siquem, fue fortalecido. Jacob debe de haber experimentado lo mismo. Inclusive compró una parcela de tierra y allí erigió su tienda (33:19). Ciertamente él fue fortalecido y vivió allí como uno de los llamados de Dios. Sin embargo, todavía no había llegado a la meta de Dios. Un día sucedió algo repentino: su única hija, Dina, fue deshonrada (34:1-2). Para entonces, Jacob tenía once hijos y una hija. Si él hubiese tenido once hijas y un hijo, la situación habría sido muy distinta. Si una de las once hijas fuese deshonrada, la importancia sería mucho menor que con una hija única. Fue sumamente grave que se abusara de la única hija de Jacob.

  Este suceso excepcional e inesperado debe de haber sido propiciado por Dios. Dina había ido a ver a las hijas del país (34:1). Si ella no hubiera hecho eso, nunca habría sido deshonrada. Cuando fue a ver a las hijas del país, ella se encontró en dificultades, y se produjo este lamentable incidente. ¿Cree usted que aquello fue un accidente? Es posible que Jacob y su familia así lo hayan pensado, pero a los ojos de Dios no lo fue; sucedió bajo Su mano soberana. Esto no quiere decir que Dios deseaba que la hija de Jacob fuese deshonrada. Significa que esta lamentable eventualidad ocurrió bajo la mano soberana de Dios para perfeccionar a Jacob, Su escogido.

  El principio también se aplica hoy. Dios tenía un propósito con Jacob, e indudablemente tiene un propósito con cada uno de nosotros, Sus escogidos. El propósito que tenía con Jacob no consistía en que éste siguiese los pasos de su antepasado, erigiera una tienda, edificara un altar, fuese fortalecido y se estableciera. Ninguna de estas cosas cumple el propósito de Dios. En pocas palabras, el propósito de Dios consiste en tener Su casa sobre la tierra, en edificar a Bet-el aquí en la tierra. Siquem era un lugar bueno para Jacob, pero nunca podría satisfacer el deseo de Dios. Por consiguiente, mientras Jacob estaba establecido, satisfecho y feliz, le ocurrió este triste suceso.

  Los hijos de Jacob imitaron los métodos engañosos de su padre y planearon vengarse. Aceptaron lo que pedían Hamor y Siquem de manera engañosa, diciendo a Siquem y a Hamor que podían tomar a Dina, con la condición de que todos los hombres que hubiese entre ellos fuesen circuncidados (vs. 13-17). Esta propuesta agradó a Hamor y a Siquem, y la aceptaron sin vacilación (vs. 18-19). Entonces, al tercer día, cuando sentían ellos los dolores de la circuncisión, “Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem, y se fueron” (vs. 25-26). Después de eso, saquearon la ciudad y se llevaron las ovejas, las vacas, los asnos, los bienes que había allí, a las mujeres y a los niños. Hasta robaron todo lo que había en las casas (vs. 27-29). Jacob alude a esta masacre en Génesis 49:5-7.

  En Exodo 32 la mano exterminadora de Leví se convirtió en una bendición. Cuando los hijos de Israel adoraron el becerro de oro, Moisés dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (Éx. 32:26). Luego Moisés dijo: “Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés” (Éx. 32:27-28). Aquí en Génesis 34, Leví junto con Simeón, mataron a todos los hombres de la ciudad de Hamor. Más adelante, junto al monte Sinaí, los descendientes de Leví mataron a los que adoraron el becerro de oro. Además en Números 25:7 y 8, uno de los descendientes de Leví mató a los fornicadores. Por la acción emprendida en Exodo 32, los levitas se convirtieron en los sacerdotes de Dios.

  Considere la situación en la cual se vio Jacob en este capítulo. Su hija fue deshonrada, y sus hijos engañaron al pueblo, mataron a los hombres y saquearon su ciudad. ¿Es ésta la familia de un llamado de Dios, la familia de quien es el único testimonio de Dios sobre la tierra? ¿Por qué le sucedió todo esto a Jacob? Dina, los once hijos y todos los hombres muertos, fueron un sacrificio para perfeccionar a un solo hombre, a Jacob. Tal vez usted no crea que el Señor sacrificaría a tantas personas por el bien de usted. Pero sacrificar muchas personas para perfeccionar una sola es algo maravilloso. En Génesis 34 este hombre era la única persona en la cual, con la cual y por la cual el propósito eterno de Dios había de cumplirse. Dina, los once hijos y todos los hombres de la ciudad de Siquem pudieron haber sido preservados; pero si Jacob, una sola persona, hubiese sido perjudicado, ¿qué habría pasado con el propósito eterno de Dios? Muchas veces el Señor sacrificará a otros para perfeccionarlo a usted. He visto eso y lo he experimentado personalmente. Si usted tiene discernimiento, podrá ver que aun ahora El está sacrificando a muchos para poder perfeccionarlo a usted. Siquem, Hamor, todos sus compatriotas e inclusive Dina y los once hijos de Jacob, fueron sacrificados por causa de Jacob. Todo lo que se relata en este capítulo tenía como fin su perfección.

  En Génesis 34:30 Jacob dijo a Simeón y a Leví: “Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa”. Jacob parecía decir: “Ustedes me lo han echado todo a perder. Por causa de ustedes, soy aborrecible para toda la gente del país. Ahora no tengo ni paz ni seguridad. Si este pueblo nos ataca, nos matarán a todos”. Jacob había llegado a Siquem en paz y a salvo. Ahora su seguridad había desaparecido, y probablemente ya no podía dormir bien. Su hija había sido deshonrada, y ahora, por culpa de sus hijos, él no se podía quedar en Siquem.

  En Génesis 35:1 Dios le dijo a Jacob: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”. El Señor le dijo eso a Jacob inmediatamente después de los acontecimientos del capítulo anterior. Después de lo sucedido, Jacob podía aceptar todo lo que Dios quisiera decirle. Si Dios le hubiese hablado de la misma manera unos días antes, Jacob habría dicho: “¿Diría Dios semejante cosa? Eso debe de ser producto de mi imaginación. He seguido los pasos de mi antepasado, llevando la vida de la tienda y adorando a Dios en el altar de una manera correcta. ¿Por qué debo abandonar este lugar?” Indudablemente, Dios había deseado decir esto a Jacob mucho antes. En Siquem todo le salía bien a Jacob, pero eso no podía satisfacer el deseo de Dios. Antes de la dificultad relatada en el capítulo treinta y cuatro, Dios no podía hablar a Jacob; si lo hubiera hecho, Jacob no habría prestado atención. Pero ahora que habían abusado de su hija, después de que sus hijos hubieron causado problemas, y después de que Jacob hubo perdido su paz y su seguridad, y estaba pensando qué hacer, Dios intervino y le habló, diciéndole que subiera a Bet-el. Después de todos estos acontecimientos, Jacob podía prestar atención a lo que Dios le decía: que subiera a Bet-el. En muchas ocasiones si no nos encontramos en un entorno hostil, no podemos escuchar la palabra de Dios. Dios no es tan insensato como para decirnos algo en vano. El espera que nos sucedan ciertas cosas.

  Dios le dijo a Jacob que subiera a Bet-el, pese a que geográficamente Bet-el estaba situado al sur de Siquem. ¿Por qué no le dijo Dios: “Desciende a Bet-el”? No podemos entender eso con nuestro intelecto natural. Dios parecía decir a Jacob: “Jacob, todavía estás en un nivel bajo, pues no estás al nivel de lo que deseo. Debes levantarte y subir a Bet-el”. Dios le habló a Jacob de una manera significativa y específica, exhortándolo a subir a Bet-el para morar ahí y para edificar un altar al Dios que se le había aparecido cuando huía de su hermano Esaú. Lo que se le dijo fue corto, pero su significado era profundo. En otras palabras, Dios parecía decirle: “Jacob, te olvidaste de tu voto. Por lo menos, has descuidado el cumplimiento del mismo. Después de aquel sueño que tuviste en Bet-el, hiciste el voto de edificar una casa para Mí. ¿En qué paró aquello? Te dije que volvieras, te libré de la mano de Labán y de tu problema con Esaú, y te traje de regreso en paz y a salvo a la tierra de tus padres. No hice eso para que tú te establecieras. Ese no es Mi propósito. Mi propósito es que vayas al lugar donde recibiste el sueño, el lugar donde hiciste el voto de edificar una casa para Mí. No te quedes en Siquem, pues este lugar no debe ser tu morada. Es simplemente una estación en tu camino a Bet-el. Ahora sube a Bet-el, mora allí y edifica un altar al Dios que se te apareció”.

  No considere este relato como una simple historia acerca de Jacob. Tómelo como la biografía de usted. Yo puedo dar testimonio de que he hecho lo mismo que Jacob. Sencillamente olvidé mi voto, mi consagración. Creo que todos nosotros nos hemos consagrado al Señor, especialmente en tiempo de pruebas y dificultades. Hicimos un voto, y dijimos: “Oh Señor, si me permites pasar por estas dificultades y me mantienes a salvo, me consagraré a Ti, Tú serás mi Dios, y yo te construiré una casa en este lugar”. En principio, todos hicimos un voto similar. Pero ¿ha cumplido usted su voto? Es probable que ninguno de nosotros lo haya hecho. Vemos, pues, que todos somos como Jacob. Su historia es en realidad nuestra autobiografía. Una cosa es hacer un voto al Señor y consagrarnos a El, pero cumplir nuestro voto y llevar a cabo nuestra consagración, tal vez requiera el sacrificio de una hija, de los once hijos, de Siquem, Hamor y de muchas otras personas y cosas.

  Lo que sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro le dejó una profunda huella. Cuando llegó a una edad avanzada y dio su bendición a sus doce hijos, no olvidó lo que Simeón y Leví habían hecho. En Génesis 49:5 y 6 Jacob dijo: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros”. Según lo que Jacob dijo, Simeón y Leví no sólo mataron a hombres sino que también desjarretaron toros, es decir los dejaron lisiados cortándoles los tendones. Jacob nunca pudo olvidar ese incidente. Este fue el problema más grande por el cual tuvo que pasar. Fue peor que sus dificultades con Esaú. Esto lo atemorizó mucho, pues pensó que la gente del país lo atacaría y lo mataría. Cuando Jacob bendecía a sus hijos, aun entonces no tuvo ninguna confianza en ellos. El dijo: “En su consejo no entre mi alma”, esto es, manténganse alejados de ellos. El problema que Simeón y Leví habían causado a Jacob lo tocó en lo profundo de su ser. Después de este acontecimiento, Jacob obedeció inmediatamente la palabra del Señor de subir a Bet-el. Desde aquel momento, Jacob empezó a ser transformado. Antes de ese momento, no había experimentado ningún cambio.

  Jacob se había marchado de Padan-aram y después de ser perseguido por Labán, fue librado de sus manos. El también fue rescatado de su problema con Esaú, y llegó a Sucot, donde edificó una casa para sí, y cabañas para su ganado. Creo que Jacob no se sentía tranquilo de quedarse allí. Por lo tanto, siguió su camino hasta Siquem, siguiendo los pasos de su antepasado y empezando a llevar la vida adecuada de la tienda con el testimonio del altar para vivir como llamado de Dios. No obstante, su vida en Siquem no correspondía a la norma de Dios. La meta de Dios es obtener a Bet-el, Su casa en la tierra. Así como Jacob, muchos hermanos y hermanas ahora siguen viviendo en Siquem. Han seguido los pasos de los precursores y han sido fortalecidos. Llevan la vida de la tienda y el testimonio del altar, y viven como llamados de Dios. No obstante, el deseo de Dios no es satisfecho, porque ellos no han llegado a Su nivel. Esta es la razón por la cual les suceden continuamente ciertas cosas desagradables, a fin de preparar su corazón para escuchar la palabra de Dios y para levantarse a subir a Bet-el, a fin de morar allí y edificar un altar. Necesitamos ver todos estos pasos. En el mensaje siguiente, veremos que en el capítulo treinta y cinco, Jacob empezó a ser transformado. Su transformación empezó después de que el Señor le dijo que subiera a Bet-el.

  Hoy en día, casi todos los cristianos que buscan con seriedad al Señor son como Jacob, pues viven cómodos en Siquem, pero descuidan la meta de Dios, que se realiza en Bet-el. Sin embargo, en el recobro del Señor, El desea que pasemos por Siquem y subamos a Bet-el, que pasemos por nuestra vida individual para ascender a la vida corporativa de iglesia. Si no hemos llegado a la vida corporativa de iglesia, todavía no hemos llegado a la meta de Dios. Esta es la razón por la cual independientemente de lo buenos que seamos en Siquem, no sentimos la paz ni la seguridad que nos satisface. Esto nos obliga a obedecer la palabra del Señor, quien nos dice que salgamos de Siquem y subamos a Bet-el para poder experimentar en la tierra la vida adecuada de iglesia en la casa de Dios.

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