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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 95

LA BENDICION

  Ya hemos destacado repetidas veces que el libro de Génesis es un libro de semillas. Casi todo lo que contiene es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Lo mismo sucede con la bendición. En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, examinaremos la bendición sembrada en Génesis y su desarrollo en el Antiguo Testamento y el Nuevo.

I. EL PRINCIPIO DE LA BENDICION

  En Hebreos 7:7 dice: “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. En este versículo vemos que el principio de la bendición consiste en que el mayor bendice al menor. Ser mayor o menor no es esencialmente un asunto de edad. Es un asunto de la medida de Cristo. Somos mayores o menores dependiendo de la medida de Cristo que tengamos. En Mateo 11:11 el Señor dijo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Aquí el Señor Jesús afirma que Juan el Bautista era mayor que todos los que lo precedieron. No obstante, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. La razón por la cual Juan era mayor que sus predecesores era que él estaba muy cerca de Cristo. Abraham era grande, pero él no vio a Cristo. Juan el Bautista sí lo vio. Sin embargo, aunque Juan estaba muy cerca de Cristo, Cristo no estaba en él. Los que están en el reino de los cielos no solamente están cerca de Cristo, sino que Cristo está en ellos. Por esta razón, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan. Los hombres más destacados del Antiguo Testamento podían decir que Cristo estaba por venir, y Juan el Bautista pudo decir que Cristo estaba delante de él. No obstante, todos los que estamos en el reino de los cielos afirmamos que Cristo está dentro de nosotros. Aún podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Por consiguiente, estamos más cerca de Cristo que Juan el Bautista y que todos los que lo precedieron.

  Lo grande o lo pequeño que seamos depende de la medida de Cristo que tengamos. Si usted tiene más de Cristo, es mayor; si tiene menos de Cristo, es menor. Si, por tener más de Cristo, somos mayores que los demás, entonces estamos facultados para bendecirlos; pues el mayor siempre bendice al menor. La razón es sencilla: el mayor tiene una medida de Cristo tan considerable que puede dar a los demás. Si usted es mayor que yo, significa que tiene una porción más grande de Cristo que yo. En este caso, usted tiene algo más de Cristo que ministrarme. Bendecir a los demás significa ministrarles a Cristo. Los que tienen una pequeña medida de Cristo necesitan la bendición de los que tienen una medida más grande. Los bendecimos con el Cristo de quien participamos y a quien disfrutamos. Si disfrutamos más a Cristo, entonces tenemos más de Cristo para ministrar a los demás. Ministrar así a Cristo es una bendición.

II. EL SIGNIFICADO DE LA BENDICION

  Resulta bastante difícil dar una definición adecuada de la bendición. Hace años sólo podía decir que la bendición pide o desea el bien para los demás. Pero después de varios años de experiencia, puedo decir que la bendición es la superabundancia que se recibe de Dios por la madurez en vida de alguien. Dios no puede fluir hacia los demás sin un canal humano. Si Cristo jamás se hubiese encarnado, Dios no habría podido fluir en el hombre, porque no habría habido ningún canal. El fluir de Dios necesita la humanidad como canal. La única humanidad que Dios puede usar como canal es la que está saturada y empapada de El. Por esta razón, Jacob no bendijo a nadie hasta que llegó a la madurez. Jacob no bendijo a Labán ni a Esaú. Aun cuando vio a su hermano después de estar veinte años con Labán, no lo bendijo. Fue sólo cuando bajó a Egipto que bendijo al faraón, el principal gobernante de la tierra (Gn. 47:7, 10). Para entonces, Jacob estaba lleno de Dios. Mediante la bendición que dio Jacob al faraón, la bendición de Dios se derramó hasta llegar al faraón.

  Un niño de dos años de edad no puede bendecir a nadie; pero un niño de siete u ocho años puede bendecir en cierta medida. Esto muestra el hecho de que bendecir a los demás depende de nuestra madurez en vida. La madurez en vida es un asunto de estar llenos de Dios. Cuando usted está lleno de Dios, rebosa de El, y por tanto, puede bendecir a todos los que se encuentre. Hace años, yo no podía decir esto acerca de la bendición. Esta comprensión de la bendición no viene de la lectura de libros, sino únicamente de la experiencia.

III. EL PRIMER CASO DE BENDICION

  El primer caso de bendición que vemos en la Biblia es el de la bendición que dio Melquisedec a Abraham (Gn. 14:18-20). Melquisedec tipificaba a Cristo. Por consiguiente, el hecho de que Melquisedec fuese a Abraham constituía la venida de Cristo a él. Melquisedec vino a Abraham con pan y vino, así como el Señor también viene a nosotros con pan y vino. Además, Melquisedec vino como sacerdote eterno, y Cristo fue hecho sacerdote según el orden eterno de Melquisedec (He. 5:6). Un sacerdote lleva la gente a Dios. Si usted desea bendecir a los demás, debe ser sacerdote de Dios. Más adelante veremos que en el Antiguo Testamento Dios dijo a los sacerdotes que debían bendecir a Su pueblo. La bendición es la superabundancia de Dios, que se desborda y llega a la gente por medio de los sacerdotes. La primera bendición fue otorgada por un sacerdote. Todos debemos ser sacerdotes, personas que conducen la gente a Dios.

  Si queremos bendecir a los demás, debemos estar cerca de Dios. Debemos ser sacerdotes que lleven los demás a Dios. Las personas necesitan la bendición de Dios porque están lejos de El. Un sacerdote elimina la distancia entre Dios y la gente; él introduce en la presencia de Dios a los que están lejos. Sobre los hombros del sumo sacerdote había dos piedras de ónice, en las cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel, y sobre el pectoral había doce piedras, que también llevaban grabados los nombres de las doce tribus (Éx. 28:9-12, 15-21). Cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, llevaba el pectoral y las hombreras. Eso indicaba que introducía al pueblo de Israel en la presencia de Dios. Sabemos que un sacerdote sirve a Dios, pero quizá jamás hayamos visto que también elimina la distancia entre el pueblo y Dios. Antes de que la persona reciba la bendición de un sacerdote, es posible que haya una distancia entre ella y Dios. Pero después de que es bendecida, la distancia es eliminada, y la persona es introducida en la presencia de Dios para disfrutarlo. Cuando Melquisedec bendijo a Abraham, esta bendición lo introdujo en la presencia de Dios. Melquisedec dijo: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo” (14:19). Si usted lee Génesis 14 detenidamente, verá que Melquisedec bendijo a Abraham con Dios mismo. El no dijo: “Seas bendecido con una buena casa”; tampoco dijo: “Seas bendecido con dos hijos”. Simplemente dijo: “Bendito seas del Dios Altísimo”. De esta manera, Melquisedec condujo a Abraham mucho más cerca de Dios.

IV. LA BENDICION DE LOS SACERDOTES

  En Números 6:23-27 vemos un modelo de bendición. Allí Dios mandó que los sacerdotes bendijeran al pueblo con estas palabras: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Esta bendición no es simple ni doble, sino triple. La bendición es triple porque se relaciona con la impartición de Dios en el hombre. Esto incluye a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. La Trinidad no es una doctrina; está relacionada con el hecho de que Dios se infunde en Su pueblo.

  El primer aspecto de la bendición de Números 6 se relaciona con el poder de bendecir y de guardar que tiene Dios el Padre. El segundo aspecto está relacionado con el rostro resplandeciente de Dios el Hijo y con Su gracia. La palabra “misericordia” que aparece en Números 6:25 tiene un significado más rico en hebreo que en nuestro idioma. El significado hebreo es inclinarse por bondad hacia aquellos que son inferiores. Esto indica que cuando el segundo de la Trinidad se hizo hombre, se inclinó en bondad para con nosotros, los inferiores. Cuando El se hizo hombre, ciertamente se inclinó, descendió de los cielos. En esto consiste la gracia.

  Me gustan las palabras “haga resplandecer Su rostro sobre ti”. ¿Ha experimentado usted eso? En 2 Corintios 4:6 se afirma que la gloria de Dios resplandece en el rostro de Jesucristo. Jesús es la verdadera luz, la cual es Dios mismo (Jn. 8:12; 1 Jn. 1:5). Dios mismo como luz brilla sobre nosotros en la faz de Jesucristo. Por tanto, el segundo aspecto de la bendición triple está relacionado con Dios el Hijo, quien en Su bondad se inclinó a nosotros y nos visitó para que recibiéramos gracia. Leemos en Juan 1:14: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia y de realidad”. Puesto que el Señor se inclinó a nosotros en bondad, ahora tenemos esta bendición.

  El tercer aspecto de la bendición tiene relación con el rostro de Dios el Espíritu y con Su paz. Es la obra de gracia del tercero de la Trinidad, el Espíritu, lo que alza el rostro del Señor sobre nosotros y nos da Su paz. Hoy en día, el Espíritu alza continuamente sobre nosotros el rostro de Dios y nos da paz. El trae paz no solamente a nuestro entorno sino también a nuestro ser, a saber: nuestro corazón, nuestro espíritu y aun nuestra mente. En el Espíritu, mediante el Espíritu y con el Espíritu, tenemos paz. Los demás pueden ser perturbados en el corazón, en la mente, en el espíritu y en su entorno, pero nosotros no debemos ser perturbados. Dondequiera que estemos, tenemos paz, porque el Espíritu de Dios está con nosotros y Su rostro es alzado sobre nosotros.

  Podemos decir en resumen que la bendición consiste en llevar a la gente a la presencia de Dios, a disfrutar a Dios mismo. La bendición triple de Números 6 es el modelo de bendición dada por los sacerdotes del Antiguo Testamento. Este modelo revela que la debida bendición consiste en introducir a las personas en la presencia de Dios, en la luz de Su rostro y en el resplandor de Su faz, a fin de que participen de Su gracia y tengan paz. Sin lugar a dudas, ésta es la bendición apropiada. ¡Cuán maravilloso y admirable es esto!

V. LA BENDICION DEL APOSTOL

  En 2 Corintios 13:14 el apóstol Pablo también da un modelo de bendición. En dicho versículo leemos: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Hemos visto que un sacerdote lleva la gente a Dios. Pero un apóstol trae a Dios a la gente. El viene al pueblo trayendo consigo a Dios. En 2 Corintios 13:14 vemos una visita llena de gracia que nos hace el Dios Triuno. En la bendición del apóstol Pablo, el Dios Triuno viene al pueblo para que éste halle deleite. Dicho deleite es el amor de Dios como la gracia de Cristo mediante la comunión del Espíritu Santo. El amor, la gracia y la comunión no son tres cosas separadas, sino tres aspectos o etapas de una sola cosa; son las tres etapas del Dios que podemos disfrutar. El amor es interior, la gracia es el amor expresado, y la comunión es la transmisión de la gracia a nosotros. El amor está dentro de Dios mismo. Cuando este amor se expresa, viene a ser gracia, y la gracia es transmitida en la comunión. Puedo amar a cierto hermano, pues este amor está dentro de mí. ¿Cómo puedo expresarlo? Lo puedo expresar al darle una Biblia. La Biblia representa la gracia como la expresión del amor que le tengo. Si deseo comunicarle esta gracia, en realidad debo darle la Biblia. Esta es la comunión.

  El pensamiento básico que contiene el Antiguo Testamento con respecto a la bendición radica en introducir a la gente en la presencia de Dios. Pero en el Nuevo Testamento, el apóstol, quien trae consigo a Dios, no sólo introduce a la gente en la presencia de Dios, sino que introduce a Dios en ellos. Hay una gran diferencia entre el modelo de bendición dada por los sacerdotes del Antiguo Testamento y el del apóstol en el Nuevo Testamento. La bendición del Nuevo Testamento es mucho más elevada y profunda. Por una parte, bendecir a los demás consiste en introducirlos en la presencia de Dios; por otra, consiste en introducir a Dios en ellos como amor, gracia y comunión.

  Todos los cristianos conocen la palabra bendición. Inclusive hay un himno que afirma: “Cuenta tus bendiciones, nómbralas una por una”. Indudablemente el concepto de bendición expresado en este himno es que ésta se relaciona con recibir una buena esposa, hijos, educación, ascensos, casas y automóviles. Según este himno, ésas son las bendiciones que debemos contar una por una. Hace más de treinta y cinco años canté ese himno en las últimas horas del año. Reuní a algunas personas y les dije: “Contemos las bendiciones del año pasado una por una”. Pero según la Palabra pura, la bendición es muy diferente a esto. Según el modelo de bendición dada por el sacerdote del Antiguo Testamento y el modelo de bendición dada por el apóstol del Nuevo Testamento, la bendición adecuada consiste en introducir a la gente en la presencia de Dios e introducir a Dios como gracia, amor, y comunión en la gente, para que ellos disfruten al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por consiguiente, la bendición tiene que ver con disfrutar al Dios Triuno.

VI. LA BENDICION DEL SEÑOR INVIERTE LAS MANIOBRAS NATURALES DEL HOMBRE

  Ahora llegamos a algunos puntos prácticos acerca de la bendición. La bendición del Señor invierte las maniobras naturales del hombre (48:13-20). Cuando José llevó sus hijos Manasés y Efraín a Jacob, los dispuso de tal manera que el primogénito, Manasés, estuviese a la derecha de Jacob. El padre puso al primogénito a la derecha del abuelo para que recibiera la primera bendición, y al segundo a la izquierda para que recibiera la segunda bendición. La forma en que José los ordenó concordaba con el concepto natural. Según el concepto natural, José estaba en lo correcto. Sin embargo, Jacob invirtió la posición de las manos. Aunque sus ojos se estaban apagando, tenía un espíritu muy lúcido. Dice en Génesis 48:17: “Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés”. José le dijo: “No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza” (v. 18). Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé” (v. 19). Por consiguiente, la bendición del Señor fue contraria a las maniobras del hombre.

  Los padres siempre preparan la situación conforme a su preferencia, su gusto y su concepto naturales. Pero esto debe ser trastornado. Yo he hecho muchas maniobras, aun en la predicación del evangelio. Cuando miraba al auditorio, donde había algunos que eran destacados y muy prometedores, decía para mí: “Estos son los buenos”. No obstante, la mayoría de ellos nunca creyó o creyó de una manera superficial; mientras que otros, que yo consideraba inútiles, creyeron correctamente y llegaron a ser útiles.

  En el servicio de la iglesia vemos otro ejemplo de las maniobras humanas. Anteriormente pensábamos que ciertos hermanos eran confiables, espirituales y superiores. Sin embargo, muchas veces fuimos decepcionados porque no dieron la medida que esperábamos. Nuestras maniobras no son compatibles con la bendición de Dios. Las maniobras son lo que nosotros elegimos o preferimos. Hace más de treinta años, dije: “Estos son muy buenos, están creciendo, serán edificados y serán uno”. No obstante, los mejores no vinieron del grupo que yo había escogido, sino de otra parte. Esto es un ejemplo de la inversión de las manos.

  El Señor jamás pone Su mano para auspiciar nuestras maniobras. Por consiguiente, en nuestras familias, en la predicación del evangelio y en el servicio de la iglesia, debemos aprender a no poner nuestras manos. Debemos simplemente llevar nuestros dos hijos a Dios y entregarlos en Su mano. Todos somos como José. Nos gusta llevar a nuestro Manasés a la mano derecha del Señor y a nuestro Efraín a Su mano izquierda. Pero el Señor vez tras vez invierte la posición de Sus manos. Si usted examina la vida de iglesia y estudia la historia de la iglesia, verá que la bendición de Dios siempre es providencial, y nunca depende de las maniobras del hombre. Por ejemplo, Pedro era un líder en Jerusalén. ¿Cree usted que él oró para que Saulo de Tarso llegara a ser apóstol? Por supuesto que no. Por el contrario, Pedro debe de haber orado: “Señor, Saulo es demasiado activo; te pido que lo ates”. Pero la mano del Señor cambió de posición sobre los doce apóstoles y fue puesta sobre Saulo. Aparte de Pedro, Jacobo y Juan, no se menciona nada acerca de los demás apóstoles en el libro de Hechos, después del primer capítulo. Pero mientras Saulo iba en camino a Damasco, el Señor puso sobre él Su mano intencionalmente, y la bendición vino sobre él.

  Nosotros los padres no deberíamos tener preferencias con respecto a nuestros hijos. Simplemente no podemos determinar a cuál de ellos escogerá el Señor. No podemos predecir cuál de nuestros hijos será salvo. Eso no depende en absoluto de nuestras maniobras, sino de la bendición del Señor.

  En la vida de iglesia he aprendido a no tener ninguna confianza en mi elección. A menudo mi mano se ha retraído en la elección de ancianos, diáconos y líderes para el servicio de la iglesia, porque no tengo ninguna confianza en mi discernimiento. La mayoría de las veces nuestra elección conduce a una maniobra humana, y la mano de Dios viene y bendice a quien no escogimos nosotros. Los padres y los que están al frente en el servicio de la iglesia deben tener cuidado con lo que escogen. No haga ningún tipo de preparativos en relación con personas que le agraden o le desagraden, pues la bendición de Dios siempre invertirá lo que nosotros hayamos dispuesto.

  Hay algo muy alentador para nosotros en la bendición que dio Jacob a Efraín. Es probable que a veces usted se haya considerado irrecuperable e inútil. En los últimos meses, he oído hablar de muchas personas que se sintieron decepcionadas de sí mismas. Algunos hasta llegaron a pensar que la vida no tenía sentido. Algunos quizá hayan dicho: “Creí en el Señor Jesús y entré en la vida de iglesia. Yo sé que debo funcionar en la iglesia, pero no he sido escogido para hacer nada. Aparentemente, no hay esperanza para mí. Si no puedo funcionar en la iglesia, entonces la vida no tiene ningún significado”. Anímese; usted no está acabado. Entre las muchas iglesias, y particularmente las iglesias grandes, hay un ambiente que hace que la persona sienta que no es necesaria. En una iglesia grande, sólo unos cuantos llegan a ser ancianos, pero en cualquier caso todas las personas son importantes. No arregle su situación de ninguna manera, pues la mano de bendición del Señor hará lo opuesto a usted.

  Aunque no sabemos adónde irá la bendición espiritual, sí sabemos que la mano de bendición del Señor siempre es contraria a la maniobra natural del hombre. Usted dirá: “Este es el primogénito”, pero El responderá: “Lo sé”. El hecho de que el Señor cambie la posición de Sus manos puede parecer mal a los ojos de usted, pero es hermoso a los ojos de El. La bendición no depende de nuestras maniobras, de la manera en que preparamos de antemano las situaciones, sino del deseo y de la elección de Dios. En cualquier elección que hagamos, existe la posibilidad de que intentemos maniobrar las cosas según nuestra preferencia y nuestro gusto. No procure hacer maniobras y no se desilusione. Más bien crea que la mano del Señor cambiará de posición y reposará sobre usted.

VII. EL CONCEPTO NATURAL DEL HOMBRE DETIENE LA MANO DE BENDICION DEL SEÑOR

  Ya vimos que José intentó detener la mano de bendición de su padre. Eso indica que el concepto natural del hombre detiene la mano de bendición del Señor. En la vida de iglesia, el Señor levantará a muchos que no nos gustan, y algunos de ellos llegarán a ser los mejores ancianos. Sin lugar a dudas, yo he tenido mi parecer, mis conceptos y gustos humanos. No obstante, mis conceptos naturales han sido anulados. Simplemente, no sabemos de qué dirección vendrá Saulo de Tarso. El que usted piensa que será el mejor puede resultar el peor. Sin embargo, uno de los que se oponen a usted puede convertirse en el apóstol Pablo de hoy. Aunque a usted no le caiga bien, al Señor sí le agrada. El levantará a muchas personas que no caben en el concepto de usted. Olvídese de su predilección. Eso jamás producirá resultados. Si así fuera, no se necesitaría la predestinación. Esta es la razón por la cual en ninguna parte del Nuevo Testamento vemos los nombres de los hijos de los apóstoles. Sólo se dan los nombres de los hijos espirituales. Pablo llamó a Timoteo su “hijo en la fe” (1 Ti. 1:2) y a Tito su “verdadero hijo según la común fe” (Tit. 1:4), y Pedro habló de “Marcos mi hijo” (1 P. 5:13). Los nombres de los hijos de los apóstoles no se mencionan porque no todos fueron predestinados. Del mismo modo, también debemos reconocer que no todos nuestros hijos han sido predestinados. No obstante, no permita que el asunto de predestinación le haga descuidar la predicación del evangelio. Hacer eso sería irse a un extremo. No intente manipular nada. Simplemente lleve a los muchachos a Dios y deje que El tome la decisión. No deje que su concepto natural retenga la mano de bendición del Señor.

VIII. LAS MANOS SUPLANTADORAS DE JACOB SE CONVIERTEN EN MANOS DE BENDICION

  Las manos suplantadoras de Jacob se convirtieron finalmente en manos de bendición (25:26; 47:7, 10; 48:14-16). En el capítulo veinticinco vemos que Jacob empezó a suplantar cuando todavía estaba en el vientre de su madre. ¡Cuán hábil era para suplantar! No obstante, en los capítulos cuarenta y siete y cuarenta y ocho, vemos que estas dos manos suplantadoras se habían convertido en manos de bendición que introducían a la gente en la presencia del Señor y ministraban a Dios a las personas para que le disfrutasen. ¿Habría creído usted que las manos suplantadoras de Jacob se convertirían en las manos de bendición de una persona madura? Aquí vemos el crecimiento y la madurez en vida. Un suplantador, uno que tomaba por el calcañar, se convirtió en la persona más importante de la tierra en aquel tiempo. El pudo bendecir al faraón porque era mayor que él. Jacob llegó a ser esta clase de persona por medio de la vida. Necesitamos el crecimiento en vida y la madurez en vida para estar llenos de Cristo y convertirnos en personas que puedan bendecir a los demás.

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