Mensaje 16
Lectura bíblica: Gá. 3:2-3, 5, 14; 5:5, 5:13, 5:16-19, 22, 25; 1:16; 2:16; 4:6, 4:23, 29; 6:8, 12-13
En este mensaje llegamos a un tema muy importante: el Espíritu en contraste con la carne. Debido a la influencia de nuestro trasfondo en el cristianismo, tenemos un entendimiento limitado de los términos Espíritu y carne usados en el Nuevo Testamento. En realidad, estos términos tienen un significado muy amplio. Son dos de las más importantes expresiones que se usan en el Nuevo Testamento.
En 3:3 Pablo les pregunta a los creyentes gálatas: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?”. El Espíritu, quien es el Cristo resucitado, es de vida. La carne, la cual es nuestro hombre caído, es de pecado y de muerte. No debemos comenzar por el Espíritu y tratar de perfeccionarnos por la carne. Ya que hemos comenzado por el Espíritu, debemos ser perfeccionados por el Espíritu y no tener nada que ver con la carne. En 2:20 el contraste está entre Cristo y “yo”; aquí el contraste está entre el Espíritu y la carne. Esto indica que en nuestra experiencia el Espíritu es Cristo y la carne es el “yo”. Desde el capítulo tres hasta el final de la Epístola, el Espíritu es Cristo en nuestra experiencia de vida. En cuanto a la revelación, es Cristo; en cuanto a la experiencia, es el Espíritu.
La carne es condenada y repudiada a lo largo de todo este libro. (1:16; 2:16; 3:3; 4:23, 29; 5:13, 16-17, 19; 6:8, 12-13), y desde el capítulo tres, cada capítulo nos da un contraste entre la carne y el Espíritu (3:3; 4:29; 5:16-17, 19, 22; 6:8). La carne es la máxima expresión del hombre tripartito caído, y el Espíritu es la máxima realidad del Dios Triuno procesado. La carne tiende a guardar la ley y es puesta a prueba por la ley. El Espíritu se recibe y se disfruta por fe. La economía de Dios nos libera trasladándonos de la carne al Espíritu, de manera que participemos de la bendición de las riquezas del Dios Triuno. Esto no puede realizarse por la carne que guarda la ley, sino por el Espíritu que se recibe y se experimenta por fe.
En el libro de Gálatas, la carne no se refiere solamente al cuerpo corrupto y caído del hombre. Más bien, se refiere a todo el ser caído del hombre. La carne es por eso la máxima expresión del hombre tripartito caído. Por consiguiente, en este sentido la carne incluye el cuerpo, el alma, y el espíritu del hombre. Si usted analiza las obras de la carne mencionadas en 5:19-21, encontrará que algunas de ellas, tales como la fornicación, la inmundicia, la lascivia, y las borracheras están relacionadas con los deseos del cuerpo corrupto; otras, tales como las enemistades, las contiendas, las iras y las divisiones están relacionadas con el alma caída; y aún otras, como la idolatría y las hechicerías, están relacionadas con el espíritu muerto. Esto comprueba que las tres partes de nuestro ser caído están involucradas con la carne maligna. Por lo tanto, en Gálatas la carne denota todo el ser del hombre caído. La carne no es sólo una parte del ser caído del hombre, sino que incluye al hombre tripartito caído completo.
Según la revelación del Nuevo Testamento, el Espíritu es la máxima realidad del Dios Triuno procesado. Dios es el Espíritu y el hombre caído es la carne. Dios es el Dios Triuno procesado, y la carne es el hombre tripartito caído. ¿Alguna vez se ha dado usted cuenta que el hombre es el hombre tripartito caído y que Dios es el Dios Triuno procesado? El hombre tripartito caído es la carne y el Dios Triuno procesado es el Espíritu. Así como en Gálatas la carne se refiere no sólo al cuerpo corrupto y lujurioso, sino al hombre caído completo, así el Espíritu se refiere no sólo a la tercera Persona del Dios Triuno, sino al Dios Triuno que ha sido procesado al pasar por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. La carne se refiere a nuestro ser caído completo, y el Espíritu se refiere al Dios Triuno completo, es decir, al Padre, al Hijo y al Espíritu. Habiendo sido procesado mediante la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, el Dios Triuno es hoy el Espíritu. Cuando leamos acerca de la carne en el Nuevo Testamento, necesitamos comprender que denota al ser caído del hombre en su totalidad. Siguiendo el mismo principio, cuando leamos acerca del Espíritu en las Epístolas de Pablo, necesitamos entender que el Espíritu denota al Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— el cual se ha procesado para ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante.
La economía de Dios consiste en dispensarse a Sí mismo como el Dios Triuno procesado en nuestro ser para ser nuestra vida y nuestro todo, para hacerse El mismo uno con nosotros y para hacernos uno con El a fin de que le expresemos de una manera corporativa por la eternidad. Sin embargo, en un intento por impedir la economía de Dios, Satanás, el enemigo de Dios, usa la ley para apartar a los escogidos de Dios de Su economía y para distraerlos de tal economía, aunque Dios sólo había dado la ley para servicio temporal de Su propósito. Si vemos el libro de Gálatas desde este punto de vista, veremos que no es difícil de entender. Conforme leemos esta epístola, es necesario que veamos que la economía de Dios consiste en que El mismo se imparta en nosotros como el todo-inclusivo Espíritu vivificante para producir una unión orgánica entre nosotros y el Dios Triuno a fin de que le expresemos de una manera corporativa. Sin embargo, esta ley dada por Dios es utilizada por Satanás para distraer al pueblo de Dios de Su economía y para obstaculizar el cumplimiento de la economía de Dios.
Es importante entender claramente lo que significa que la ley sea usada indebidamente. La ley es usada indebidamente cuando se usa con la finalidad de despertar en el hombre caído un deseo de exaltarse a sí mismo por medio de guardar la ley, a fin de tener una justicia propia. Los judaizantes usaron indebidamente la ley de esta manera para distraer de la economía de Dios a los creyentes. Lo que vemos en el libro de Gálatas es este uso indebido de la ley dada por Dios. La ley dada por Dios fue usada indebidamente por Satanás para apartar de la economía de Dios al pueblo escogido de Dios.
En un mensaje anterior señalamos que las obras de la ley son contrarias al oír con fe. La fe es el camino para que el pueblo de Dios aprenda, comprenda, tome, disfrute y participe de todo lo que Dios es para Su pueblo por medio de haber sido procesado para llegar a ser el Espíritu. Según Gálatas, la ley ha sido reemplazada por la fe. En nuestra experiencia, la ley debe ser abolida y la fe debe prevalecer.
Así como la ley y la carne van juntas, también la fe y el Espíritu van juntos. Cada vez que tratamos de guardar la ley, inmediatamente nos encontramos en la carne. Pero cuando tomamos el camino de la fe para oír, apreciar, invocar, recibir, aceptar, unir, participar y disfrutar, espontáneamente experimentamos al Espíritu. Esto puede ser confirmado por nuestra experiencia. Cada vez que nos esforzamos por guardar la ley, estamos en la carne, en el hombre tripartito caído. Pero cada vez que tomamos el camino de la fe, estamos en nuestro espíritu disfrutando al Espíritu. Aquí, en el camino de la fe, disfrutamos al Espíritu, quien es el Dios Triuno procesado. Más aún, el camino de la fe hace que la unión orgánica que existe entre el Dios procesado y el hombre regenerado se desarrolle y sea cultivada. La intención de Dios es que esta unión orgánica sea totalmente desarrollada.
Sin embargo, tengo la carga de señalar que Satanás sutilmente ha frustrado el cultivo y desarrollo de esta unión orgánica. El ha hecho esto mediante tres “ismos”: el catolicismo, el protestantismo y el pentecostalismo. Estos tres “ismos” del cristianismo de hoy han sido utilizados por Satanás para obstaculizar la economía de Dios por medio de frustrar el desarrollo de la unión orgánica entre el hombre regenerado y el Dios Triuno procesado. Supongamos que en este país no existieran estos tres “ismos” y que sólo existiera el recobro del Señor. Si así fuera, sin duda alguna la unión orgánica entre nosotros y Dios se desarrollaría muchísimo en poco tiempo. No obstante, es un hecho que esta unión orgánica ha sido frustrada. Y no ha sido frustrada principalmente por el judaísmo, el islamismo o el budismo, sino por el catolicismo, el protestantismo y el pentecostalismo. Así como Satanás usó el judaísmo en tiempos antiguos, del mismo modo usa estos “ismos” hoy en día para impedir que el pueblo de Dios desarrolle adecuadamente su unión orgánica con el Dios Triuno.
El principio que Satanás sigue para conseguir esto consiste en tomar algo que Dios haya dado y hacer que sea usado equivocadamente. Este principio se puede ver, por ejemplo, en el catolicismo, donde se pueden encontrar ciertas cosas dadas por Dios. Muchos creyentes genuinos que están en el catolicismo han sido fascinados por el uso que Satanás hace de estas cosas que Dios ha dado. Debido a que en la Iglesia Católica pueden verse ciertas cosas de Dios, muchos tratarán de vindicarla, argumentando que ciertamente algo de Dios puede verse allí. Recordemos la profecía del Señor en Mateo 13:33 respecto a la Iglesia Católica: “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. Tal como hizo la mujer de esta parábola, la iglesia Católica ha mezclado levadura con flor de harina. Ha mezclado cosas satánicas con las cosas dadas por Dios. Por consiguiente, lo que hallamos en el catolicismo es una mezcla de cosas satánicas y cosas que Dios ha dado. En Apocalipsis 17 la Iglesia Católica es presentada como una mujer que tiene una copa de oro llena de abominaciones. Esta es la verdadera situación del catolicismo.
Siguiendo el mismo principio, no podemos negar que hay algo de Dios en el protestantismo. Allí podemos ver algunos cosas dadas por Dios. Sin embargo, Satanás utiliza esas cosas para frustrar la economía de Dios e impedir el desarrollo de la unión orgánica. La mayoría de los creyentes genuinos que están en las denominaciones protestantes nunca siquiera han oído hablar de esta unión orgánica. Muchos ni siquiera saben que Cristo vive en ellos. Es posible que por medio del catolicismo o del protestantismo algunas personas sean traídas al Señor. Pero después de haber sido traídos a El, se les impide avanzar a experimentarlo. Muchos pecadores han sido salvos mediante la predicación del evangelio en el protestantismo. No obstante, después de haber sido salvos y de llegar a ser creyentes, se ven estorbados de experimentar a Cristo por las mismas denominaciones mediante las cuales fueron salvos.
El tercer “ismo”, el pentecostalismo, es más sutil que el catolicismo y el protestantismo. Después de más de cincuenta años de estudio y experiencia, puedo testificar que no hay nada más sutil que el pentecostalismo en cuanto a estorbar que el pueblo de Dios experimente a Cristo. Por varios años, en el recobro del Señor en China estuvimos bajo la influencia de las cosas pentecostales. Por nuestra experiencia podemos testificar que en nuestra participación en el pentecostalismo hubo más pérdida que ganancia.
El daño más grande del pentecostalismo es que dificulta que los creyentes aprecien la unión orgánica interior con el Dios Triuno. El pentecostalismo pone énfasis en las manifestaciones exteriores. Es difícil que quienes recalcan tales cosas se calmen y conozcan el Espíritu que mora en su espíritu regenerado y sigan la unción interior. Muchos en el pentecostalismo no saben ni le interesa saber que tienen un espíritu regenerado. Más bien, les importa la manifestación de los llamados dones. Les interesa el hablar en lenguas, la sanidad y los milagros, pero no les interesa el desarrollo y el cultivo de la unión orgánica con el Dios Triuno.
En 1963 fui invitado a hablar en cierto grupo pentecostal. Después de una reunión, el líder y su esposa trataron de hacer que cierto hermano chino hablase en lenguas. La esposa le dijo que no hablara ni inglés ni chino, sino cualquier otra cosa que le viniera a la mente. El hermano se dio cuenta de que para escaparse de esa situación tenía que decir algo. Recordando unas cuantas palabras en lengua malaya que sabía por casualidad, profirió una expresión absurda en esa lengua. Inmediatamente el líder de ese grupo pentecostal y su esposa aplaudieron y se regocijaron de que el hermano había hablado en lenguas. Al día siguiente le hice ver a esa pareja lo que verdaderamente había pasado y además les pregunté acerca de esa práctica.
Además, en una de las reuniones de ese mismo grupo pentecostal, una señora dio un breve mensaje en lenguas. Luego un joven ofreció una prolongada interpretación de ese mensaje. Más tarde el líder de ese grupo admitió que la interpretación ofrecida por el joven no era genuina. Yo entonces le pregunté por la razón de ocuparse de tales prácticas cuando tenemos un Cristo tan rico que podemos ministrar a otros. El no tuvo modo de responder a mi pregunta. Más adelante el joven que había dado la interpretación negó que hubiera tenido la intención de interpretar el mensaje que aquella mujer había dado en lenguas. Le recordé que él les había indicado claramente a todos los presentes que estaba dando una interpretación. También le dije: “No hay necesidad de hacer estas cosas. Yo definitivamente creo que amas al Señor. ¿Por qué mejor no simplemente predicas la verdad y les ministras a otros las riquezas de Cristo?”.
Incluso en algunos grupos pentecostales se ha pretendido que en sus reuniones a algunas personas milagrosamente se les habían rellenado de oro los dientes. Yo para nada creo tales reportes. ¿Por qué Dios mejor no restaura los dientes en vez de rellenarlos con oro? Eso iría más de acuerdo con el principio bíblico. Además, si esos milagros verdaderamente hubieran sucedido, los periodistas lo averiguarían y los publicarían.
Otro caso tiene que ver con el líder de un grupo pentecostales, quien decía que le había sido concedida la habilidad de hablar chino. Un día él profirió ciertos sonidos peculiares, creyendo que estaba hablando chino. Yo y otro hermano de habla china le hicimos ver que no entendíamos ni una sola palabra, a pesar de que yo hablaba mandarín, de que el otro hermano hablaba cantonés, y de que los dos entendíamos otros dialectos chinos. Sin embargo, este líder pentecostal insistió en expresar algunos sonidos diferentes. También le tuvimos que decir que no reconocíamos si tales palabras fueran en chino. Al escuchar esto, tal hermano se contrarió mucho. En su auto-engaño, él estaba convencido de que podía hablar chino. Sin embargo, el chino que él hablaba era un idioma que él mismo había compuesto. Tales incidentes son comunes en el pentecostalismo de hoy.
Cierta revista carismática publicó un artículo en el cual el autor decía que había entrevistado a doscientas personas que afirmaban hablar en lenguas. Sin excepción alguna, las doscientas personas dudaban que la lengua por ellos hablada fuera genuina. Sin embargo, el escritor los animó a todos a que siguieran hablando en lenguas, sin considerar las dudas tocante a la autenticidad de lo que estaban hablando. Leímos este artículo públicamente en el entrenamiento de 1963. Entonces les pregunté a los hermanos que estaban en el entrenamiento si Pedro y los demás presentes en el día de Pentecostés habrían tenido alguna duda tocante a si las lenguas por ellos habladas fueran genuinas. Ciertamente ni Pedro ni los demás tuvieron tales dudas. No obstante, estas doscientas personas que hablaban en lenguas tenían dudas porque las lenguas que ellos hablaban no eran genuinas.
En 1963 y en 1964 hubo un reporte en los periódicos sobre ciertas profecías pentecostales tocante a que habría un terremoto en la ciudad de Los Angeles, y que la ciudad desaparecería en el océano. Sin embargo, la fecha del terremoto pasó sin que nada ocurriera. Sin duda, tal falta de cumplimiento es suficiente para probar que esa profecía era una falsedad.
Me gustaría citar otro ejemplo tomado de las experiencias que hemos tenido en el lejano oriente. Después de habernos mudado a Taiwán y después de haber empezado a trabajar allí, les hice ver a los santos que, conforme a nuestra experiencia en China continental, era mejor que no volviéramos a tocar el cristianismo. También les aconsejé que no se involucraran en las cosas pentecostales. En vez de esto, les animé a simplemente predicar el evangelio a los incrédulos. Por años predicamos activamente el evangelio, inundando las ciudades con folletos y carteles. Después de seis años, nuestro número aumentó de ser menos de quinientos a más de veinte mil. Al principio de la década de los sesenta, estando yo fuera de Taiwán, cierta mujer que era ministro pentecostal comenzó a predominar en Malasia y ejercía una considerable influencia en algunos de los santos del recobro del Señor. Hasta llegó a tener el control de una pequeña iglesia en Malasia. Sin embargo, un hermano anciano y tres jóvenes se negaron a continuar en esa situación porque tenían claridad tocante a la verdad. En 1965 esta predicadora hizo planes para tener una conferencia en Taiwán, especialmente para quienes estaban en las iglesias locales. Tenía la intención de tomar control de todas las iglesias de la isla de Taiwán. Aunque yo no tenía ningún conocimiento al respecto, tuve la carga de visitar Taiwán en septiembre de 1965, el mismo mes en que la conferencia estaba programada. Cuando llegué, me enteré por primera vez de esta conferencia. Esta mujer, quien se destacaba por decir que no era necesario que el hablar en lenguas se hiciera en un dialecto o lenguaje verdaderos, súbitamente desarrolló un cáncer en la lengua y no pudo ir a Taiwán para la conferencia. Se hablaron profecías de que un avivamiento mundial empezaría en Taiwán en 1966 y que ella sería sanada. Sin embargo, no hubo avivamiento y ella murió. Después de su muerte, surgió una profecía que hasta fue puesta por escrito, respecto a que ella sería resucitada. No obstante, esta llamada profecía no se cumplió.
Por todo lo que he aprendido y experimentado, a veces con mucho sufrimiento, he llegado a comprender que junto con el catolicismo y el protestantismo, el pentecostalismo es una frustración para la economía de Dios. Es un gran obstáculo para el desarrollo de la unión orgánica entre nosotros y el Dios Triuno. Según las Epístolas de Pablo, el Dios Triuno ha sido procesado para llegar a ser el todo-inclusivo Espíritu vivificante. Cuando este Espíritu entra en el espíritu del hombre, se produce una unión orgánica. Ya que estamos orgánicamente unidos con el Dios Triuno, podemos vivir por El en nuestro espíritu.
En Primera Corintios Pablo estaba enfrentando el abuso del hablar en lenguas. En el capítulo siete de este libro encontramos un excelente ejemplo de lo que es vivir conforme a esta unión orgánica. En el versículo veinticinco, Pablo dice: “En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel”. Después de haber dado su opinión en el asunto, Pablo dice como conclusión: “pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (v. 40). Aquí vemos el camino neotestamentario, el camino de la encarnación. Conforme a este camino, tenemos la mezcla de la divinidad con la humanidad. Dios no actúa solo, ni tampoco el hombre actúa solo. Más bien, Dios actúa en unidad con Su pueblo salvo, porque existe una unión orgánica entre el Dios Triuno procesado y aquellos que han sido regenerados. Todo lo que nosotros hagamos y digamos debe provenir de esta unión, de este mezclar de Dios y el hombre. Esto es muy diferente de lo que se practica en el pentecostalismo de hoy, el cual en sus llamadas profecías sigue la manera antiguotestamentaria de decir “así dice Jehová”. En el Nuevo Testamento, sin embargo, no vemos escrita la frase: “Así dice Jehová”, sino que vemos escrito lo que Pablo dice o lo que Pedro y Juan dicen. Según 1 Corintios 7, aunque Pablo no tenía mandamiento con respecto a las vírgenes, él aún podía decir algo en lo cual el Espíritu de Dios fuera expresado. Este es el camino neotestamentario. Necesitamos seguir este camino a fin de desarrollar la unión orgánica entre el Dios procesado y el hombre regenerado.
Hemos señalado enfáticamente que en Gálatas el Espíritu denota al Dios Triuno procesado y que la carne denota al hombre tripartito caído en su totalidad. Si vemos este contraste, no desearemos vivir en nosotros mismos, separados de Dios. Cualquier cosa que hagamos de manera independiente del Señor, pertenece a la carne. Es de vital importancia que comprendamos que hemos sido unidos orgánicamente al Dios Triuno. El y nosotros, nosotros y El, nos hemos mezclado y somos una sola entidad. Tal unión orgánica se ha llevado a cabo en nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos andar conforme al Espíritu en nuestro espíritu. En esto consiste la economía neotestamentaria de Dios, la manera en que Su propósito eterno es llevado a cabo.