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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Gálatas»
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Mensaje 19

LA FE REEMPLAZA A LA LEY

  Lectura bíblica: Gá. 3:6-7, 9-10, 19, 23-25; 4:2-3; Ro. 2:12; 7:5; Jn. 3:18, 3:36; 16:9; Hch. 16:31; Ro. 16:26; 2 Ti. 4:7b; Jud. 1:3, 20; Jn. 3:15; Hch. 6:7; 1 Ti. 3:9

  En el mensaje anterior vimos que la promesa está en contraste con la ley. En este mensaje veremos que la fe reemplaza a la ley.

  En 3:5 Pablo pregunta: “Aquel, pues, que os suministra abundantemente el Espíritu, y hace obras de poder entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. El Espíritu que se menciona en este versículo es el Espíritu todo-inclusivo y compuesto, tipificado por el ungüento compuesto del que se habla en Exodo 30:23-25. Es el Espíritu mencionado en Juan 7:39, quien es el Cristo que imparte vida y que está en resurrección. Este Espíritu es el abundante suministro para los creyentes en la economía neotestamentaria de Dios. No recibimos este Espíritu por las obras de la ley, sino por la fe en el Cristo resucitado y glorificado.

  En el versículo 6 Pablo dice además: “Así ‘Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia’”. Los fascinados gálatas, al dejarse llevar a la ley, se estaban adhiriendo a Moisés, por conducto de quien la ley había sido dada. Pero Pablo los remitió a Abraham, el padre de la fe. La fe era la economía original de Dios; la ley fue añadida más tarde por causa de las transgresiones (v. 19). Después de que Cristo cumplió la ley por medio de Su muerte, Dios procuraba que Su pueblo regresara a Su economía original. En el caso de Abraham no vemos un asunto de guardar la ley, sino de creer a Dios. Lo mismo debería ser válido para todos los creyentes de la era neotestamentaria.

  En los versículos 9 y 10 Pablo dice: “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: ‘maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas’”. La fe en Cristo nos introduce en la bendición que Dios le prometió a Abraham, la cual es la promesa del Espíritu (v. 14). Esta fe había introducido a los creyentes gálatas en la bendición que hay en Cristo. Ellos estaban disfrutando la gracia de vida en el Espíritu. Sin embargo, los judaizantes los fascinaron y los hicieron estar bajo la maldición de la ley, privándolos así del disfrute de Cristo y haciéndolos caer de la gracia (5:4).

  Según el versículo 8, la promesa que Dios le hizo a Abraham: “En ti serán benditas todas las naciones” fue el evangelio. Este le fue predicado a él no sólo antes de que Cristo realizara la redención, sino también antes de que la ley fuese dada por medio de Moisés. Lo que Dios le prometió a Abraham corresponde con lo que Dios realizó en Cristo, lo cual es el cumplimiento de la promesa que El le dio a Abraham. La economía neotestamentaria es una continuación de Su trato con Abraham y no tenía nada que ver con la ley de Moisés. Todos los creyentes de la era neotestamentaria deben estar en esta continuación y no deben tener nada que ver con la ley dada por medio de Moisés.

I. LA LEY

A. El principio de Dios al tratar con el hombre en la economía antiguotestamentaria

  La ley era el principio según el cual Dios trataba con Su pueblo en la economía antiguotestamentaria. Al tratar con los hijos de Israel conforme a la ley, Dios trataba con ellos por medio del tabernáculo, el cual incluía el sacerdocio y las ofrendas. Por un lado, El trataba con ellos conforme a la ley; por el otro, trataba con ellos por medio del tabernáculo. Después de haber dado la ley, Dios comenzó a morar en el tabernáculo. Al final del libro de Exodo vemos que el tabernáculo fue erigido. Después, al principio mismo de Levítico vemos que Dios hablaba desde adentro de la tienda de reunión. Dios se escondía dentro del tabernáculo y hablaba en el tabernáculo. Por lo tanto, Dios trataba con Su pueblo desde adentro del tabernáculo, por medio del tabernáculo y conforme a la ley.

  Supongamos que un israelita cometiera cierto pecado. Según la ley, ese israelita tenía que ser condenado, quizás hasta tenía que ser muerto. La ley exponía su pecado y le condenaba. Sin embargo, el pecador podía presentar una ofrenda por las transgresiones, la cual entonces el sacerdote ofrecía en el altar. De este modo, aquel que hubiese pecado podía ser perdonado. Después de que la ley exponía y condenaba a este pecador, lo conducía al tabernáculo por medio del altar. Esto indica que la ley primero nos expone y luego nos lleva ante Cristo. Si no hubiera habido ley que condenase al pueblo, no habría habido necesidad de redención. Necesitamos la redención debido a que estamos bajo la condenación de la ley. Mediante exponernos y condenarnos, la ley nos conduce a Cristo.

  La ley es un custodio que preserva a los pecadores por medio de condenarlos. Sin la condenación, la ley no podría funcionar como custodio. Sin la función de la ley en cuanto a exponer y condenar, no nos daríamos cuenta de cuántos pecados hemos cometido contra Dios. Sin la ley, no tendríamos regulación ni restricción algunas. Pero debido a que la ley nos condena, también nos preserva.

  Al preservarnos por medio de condenarnos, la ley nos conduce a Cristo. En el Antiguo Testamento, un israelita que hubiese pecado era condenado por la ley y se le requería que trajese una ofrenda por las transgresiones. La función de la ley como custodio era conducir al israelita pecador ante Cristo, su Redentor, tipificado en la ofrenda por las transgresiones. De este modo la ley nos preserva y nos conduce a Cristo.

  Por un lado, Pablo puso a la ley en la posición de Agar, la concubina de Abraham. Por otro lado, la ley tiene una posición positiva, la de custodio para preservarnos y la de ayo para llevarnos a Cristo. No debemos regresar a la ley. Hacer eso es acudir a Agar. No obstante, tampoco debemos despreciar la ley, puesto que sirve como guardián para cuidar a quienes sean débiles o infantiles. En su papel de ayo, la ley cuida del niño. Hace esto por medio de convencer, juzgar, condenar y exponer al niño. Cuando el niño se ve tentado a hacer algo incorrecto, la ley lo reprende y lo condena a fin de preservarlo y de conducirlo al lugar apropiado. Por lo tanto, por medio de exponernos y condenarnos, la ley funciona como ayo a fin de conducirnos ante Cristo.

  Ya hemos señalado que la ley es el principio básico conforme al cual Dios trataba con Su pueblo en el Antiguo Testamento. Si no fuera por la ley, no hubieran sido muchos los hijos de Israel que se habrían presentado ante el altar con una ofrenda por las transgresiones. Debido a que la ley los exponía y los condenaba, ellos se daban cuenta de que necesitaban ir al altar con la ofrenda requerida. En cuanto a esto, la ley le es de mucha utilidad a Dios. Aunque Dios trataba con Su pueblo conforme a la ley, El no trataba con ellos por medio de la ley, sino por medio del tabernáculo.

B. Para exponer la condición caída del hombre

  En 3:19 Pablo nos dice que la ley “fue añadida a causa de las transgresiones”. La ley no era originalmente parte de la economía de Dios. Entre tanto que la economía de Dios estaba en progreso, la ley fue añadida por causa de las transgresiones del hombre, en espera de que la simiente, Cristo, viniese, a quien la promesa de Dios había sido dada. Puesto que la ley fue añadida por causa de las transgresiones del hombre, debió haber sido descontada cuando esas transgresiones fueron quitadas. Debido a que Cristo, la simiente, ha venido, la ley debe ser eliminada. La función de la ley es exponer la condición caída del hombre.

C. A fin de mantener al hombre en custodia para Cristo

  En 3:23 Pablo dice: “Pero antes que viniese la fe, estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”. Estar bajo custodia es ser mantenidos en custodia, estar bajo vigilancia. Estar bajo la custodia de la ley por medio de estar encerrados ahí puede compararse a encerrar ovejas en un redil (Jn. 10:1, 16). En la economía de Dios, la ley fue usada como un redil para guardar al pueblo escogido de Dios hasta que Cristo viniese. Puesto que Cristo ya ha venido, el pueblo de Dios ya no debe estar mantenido bajo la custodia de la ley.

  La palabra griega traducida “para” en 3:23 también puede ser traducida “con miras a”. Esto indica que el encierro tiene en mira cierto objetivo o meta. El encierro debe dar como resultado el conducir a la fe al pueblo que estaba bajo custodia.

  Al cuidar de sus hijos, los padres cristianos deben predicarles la ley. No debemos predicarles primero la gracia a los niños. Si les damos regulaciones que sean conforme a la ley, la ley los guardará en custodia para Cristo. Por consiguiente, debemos darles primero la ley de modo firme. La ley los expondrá, los guardará y los mantendrá en custodia, funcionando como custodio a fin de preservarlos para Cristo.

D. A fin de conducir al hombre ante Cristo

  En 3:24 Pablo continúa: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe”. La palabra griega que significa “ayo” también puede traducirse escolta, tutor o custodio. Se refiere a alguien que cuida a un niño de corta edad y lo conduce al maestro. Dios usó la ley como custodio, tutor o ayo para que vigilara a Su pueblo escogido antes de que Cristo viniese, y para que lo escoltara y condujera a Cristo cuando llegase el tiempo oportuno.

  Gálatas 3:25 dice: “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo”. Puesto que la fe en Cristo ha venido, ya no es necesario que estemos bajo la ley.

  Como ayo, la ley nos conduce ante Cristo a fin de que seamos justificados por la fe. Cuando un israelita se presentaba ante el altar llevando una ofrenda por las transgresiones, era justificado por la fe en esa ofrenda. Gracias a la ofrenda por las transgresiones, Dios le perdonaba su pecado. Los israelitas no eran justificados por las obras de la ley, sino por su fe en la ofrenda por las transgresiones. En tipología, esto significa ser justificado por la fe. El principio es el mismo en el Nuevo Testamento. La ley aún condena a todos aquellos que han pecado. Todos aquellos que están en condenación bajo la ley deben venir a Cristo y tener fe en El como ofrenda por las transgresiones. De este modo, los pecadores son justificados por fe.

E. En relación con la carne

  La ley está relacionada con la carne. Esto lo vemos en Romanos 7:5, donde Pablo dice: “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones por los pecados, que obraban por medio de la ley, operaban en nuestros miembros a fin de llevar fruto para muerte”. La obras de la ley siempre están relacionadas con la carne. Los esfuerzos de un creyente por guardar la ley no provienen del Espíritu, sino de la carne. Aun si alguien tiene la intención de agradar a Dios mediante cumplir los requerimientos de la ley, tal intención le hará que se vea envuelto con la carne.

  En Romanos 7 Pablo nos dice que la ley es buena y hasta espiritual. Por lo tanto, no tenemos derecho a buscarle faltas a la ley. Por el contrario, debemos culpar a nuestra carne. Siempre que tratamos de guardar la ley, hacemos uso de la carne.

F. Las obras de la ley están bajo la maldición

  En Gálatas 3:10 Pablo dice: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: ‘maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas’”. Si tratamos de guardar la ley, estaremos en la carne y automáticamente estaremos bajo la maldición, porque las obras de la ley están bajo la maldición. En vez de tratar de guardar la ley, debemos agradecerle a la ley que nos exponga y nos condene y después debemos despedirnos de ella. No debemos establecer una relación permanente con la ley. Debemos abandonar la ley e ir a Cristo y a la cruz. Si permanecemos en la carne y con la ley, permaneceremos bajo la maldición. Pero si vamos a Cristo y a la cruz, seremos justificados por la fe.

II. LA FE

  Es difícil entender totalmente la fe. En Hch. 6:7 se nos dice que muchos sacerdotes obedecieron a la fe, y en 2 Timoteo 4:7 Pablo dice que él guardaba la fe. Según Judas 3, debemos contender por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Además, Pablo les encargó a los diáconos que guardaran el misterio de la fe (1 Ti. 3:9).

  Podemos definir la fe de diferentes maneras. Podemos decir que la fe es una cámara que retrata el escenario de la gracia. La fe es también un reflejo de la gracia, y es la apreciación por la gracia así como por el llamamiento, la recepción, la aceptación, la unión, la participación y el disfrute incluidos en la gracia.

A. El principio de Dios al tratar con el hombre en Su economía neotestamentaria

  Tal como la ley era el principio básico conforme al cual Dios trataba con Su pueblo en el Antiguo Testamento, la fe es el principio básico conforme al cual El trata con Su pueblo en el Nuevo Testamento. Todos aquellos que se rehúsen a creer en Cristo perecerán, mientras que a todos los que crean en El sus pecados les serán perdonados y recibirán vida eterna. En Juan 16:9 se nos dice que el Espíritu convencerá al mundo con respecto al pecado de no creer en el Hijo de Dios. Esto indica que el único pecado que causará que la gente perezca es la incredulidad. El mandamiento de Dios a los pecadores es que crean en el Hijo de Dios.

  En el Nuevo Testamento el término fe es todo-inclusivo. Tiene un aspecto divino y un aspecto humano, debido a que implica algo de parte de Dios y algo de nuestra parte. De parte de Dios, el término “la fe” implica que Dios envió Su Hijo a la tierra, que Cristo murió en la cruz para efectuar la redención, que El fue sepultado y resucitado, que en resurrección El ha liberado la vida divina y que ha venido a ser el Espíritu vivificante: todo a fin de que El pueda entrar en todos aquellos que creen en El para ser gracia, vida, poder, santificación y todo para ellos. De nuestra parte, la fe está relacionada con oír, apreciar, invocar, recibir, aceptar, unir, participar y disfrutar. Además, la fe tiene que ver con el regocijo, el agradecimiento, la alabanza y el rebosar. La fe oye y aprecia. La fe invoca, recibe y acepta. La fe también une, participa, disfruta, se regocija, agradece y alaba. Por consiguiente, la fe da como resultado el rebosamiento de vida desde nuestro interior.

  Si no tenemos fe, todo lo que ha sido conseguido de parte de Dios permanecerá objetivo y no estará relacionado personalmente con nosotros. Necesitamos que nuestra fe funcione como cámara para que retrate el escenario de la gracia. Que la fe opere de este modo implica que nosotros comprendamos profundamente el escenario divino por medio de oír, apreciar, invocar, recibir, aceptar, ser unidos, participar, disfrutar, agradecer, alabar y rebosar.

  La fe es en realidad el Dios Triuno todo-inclusivo infundido en nuestro ser. Esta infusión acontece cuando estamos bajo la predicación de la gracia y oímos la palabra de gracia. Cuando el Dios Triuno procesado es infundido en nosotros, El viene a ser nuestra fe. Esta fe es el reflejo de la gracia. Por lo tanto, la gracia y la fe, la fe y la gracia, son los dos extremos de una misma cosa.

  Ni la gracia ni la fe tienen nada que ver con la ley. Hoy día Dios trata con la gente no conforme a la ley, sino conforme a la fe. Debemos guardar esta fe, volvernos a ella, obedecerla y contender por ella.

B. El principio por medio del cual Dios trataba con Abraham

  En 3:6, 7, y 9 vemos que la fe era el principio por medio del cual Dios trataba con Abraham. El versículo 9 dice: “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”. Bajo el tratar de Dios, Abraham no laboraba para agradar a Dios; más bien, creía en El.

C. Nuestra acción de creer en Cristo, tomando Su Persona y Su obra redentora como objeto de nuestra fe

  Por un lado, la fe es nuestra acción de creer en Cristo. Por otro, es nuestra acción de tomar la Persona y la obra redentora de Cristo como objeto de nuestra fe (Jn. 3:36; Hch. 16:31; Ro. 16:26; 2 Ti. 4:7b; Jud. 1:3, 20).

D. Reemplaza a la ley

  La fe reemplaza a la ley (Gá. 3:23, 25). Puesto que la fe ha venido, ya no debemos permanecer con la ley. La ley nos guardó y nos llevó ante Cristo, pero ahora en nuestra experiencia debe ser reemplazada por la fe.

E. Nos introduce en la bendición prometida a Abraham

  Ya hemos señalado que 3:9 dice que “los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”. La fe nos introduce en la bendición que Dios le prometió a Abraham, es decir, en la tierra todo-inclusiva que tipifica al Espíritu todo-inclusivo. Por lo tanto, la fe en Cristo nos trae la promesa del Espíritu (3:14).

F. Nos hace entrar en Cristo

  Además, la fe nos hace entrar en Cristo. Según Juan 3:15, todo aquel que cree en Cristo, es decir, todo aquel que es puesto en Cristo por medio de la fe, tiene vida eterna.

G. Caracteriza a los creyentes en Cristo y los distingue de los que guardan la ley

  Por último, la ley caracteriza a los que creen en Cristo y los distingue de los que guardan la ley (Hch. 6:7; 1 Ti. 3:9). Nosotros no somos de los que guardan la ley: nosotros somos los que creen en Cristo. Somos el pueblo de la fe.

  En 3:7 y 9 Pablo habla de “los de la fe”. Según distintas versiones, esta expresión denota el principio de la fe. Tales versiones adoptan la traducción “según el principio de la fe”. Ser de la fe quiere decir vivir según el principio de la fe. Nosotros somos quienes tomamos la fe como nuestro principio. Todo lo que hagamos debe ser conforme a este principio. Mediante este principio venimos a Cristo, le recibimos y venimos a ser uno con El.

  Gálatas 3:23 y 25 dicen que la fe ha venido. Esta es otra firme expresión. Hubo un tiempo en que estábamos guardados bajo la ley, pero ahora la fe ha venido. Esto significa que el Dios Triuno procesado ha venido como gracia. La llegada de la fe también incluye la llegada de la apreciación, el recibir y el regocijo. ¡Esta es la fe que reemplaza a la ley!

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