Mensaje 23
Lectura bíblica: Gá. 4:8-20
En este mensaje vamos a considerar la sección 4:8-20. Estos versículos indican que el apóstol Pablo estaba en una situación difícil con respecto a los creyentes de Galacia. Ellos habían sido traídos al Señor mediante la predicación del evangelio por parte del apóstol Pablo, y el deseaba cuidar de ellos. La carga de Pablo no era llevar a cabo una obra cristiana, sino ministrar Cristo a los creyentes, sufrir dolores de parto hasta que Cristo fuera formado en ellos (v. 19). Es posible trabajar para el Señor y ayudar a los santos, sin tener la carga de ministrarles Cristo. Tal vez trabajemos seriamente por Cristo sin tener carga alguna de ver a Cristo formado en los santos. Por lo tanto, es importante que veamos que la carga de Pablo, como podemos ver en estos versículos, es totalmente diferente a la carga de la mayoría de los obreros cristianos. Es posible que tengamos carga por el establecimiento de iglesias locales y por el fortalecimiento de las iglesias. Sin embargo, tal vez no tengamos la carga de ministrar Cristo en los santos. Predicar el evangelio y levantar iglesias es una cosa; llevar la carga de ministrar Cristo en los santos, es otra. La carga de Pablo no era una obra, sino ministrar Cristo en los creyentes. Esta es la razón por la que en 4:8-20 Pablo usa ciertas expresiones íntimas, expresiones que muestran la cercanía de su relación con los creyentes gálatas y su afecto por ellos. Consideremos ahora 4:8-20 versículo a versículo.
El versículo 8 dice: “Pero en aquel tiempo, no conociendo a Dios, erais esclavos de dioses que por naturaleza no son dioses”. Los dioses o ídolos no tienen la naturaleza divina. Eran considerados dioses por sus supersticiosos adoradores, pero por naturaleza no existen como dioses.
En el versículo 9 Pablo dice: “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?”. Los rudimentos aquí mencionados son los principios elementales de la ley, es decir, sus enseñanzas rudimentarias. Aquí Pablo señala que por volverse de nuevo a los débiles y pobres elementos de la ley, los creyentes gálatas volverían a esclavizarse. Que Pablo use la palabra esclavizar indica cuán seriamente los judaizantes trabajaban en los creyentes gálatas. Los judaizantes habían fascinado a los gálatas, los habían engañado hasta tal grado que fueron reducidos a esclavitud. Para los judaizantes, la ley era un asunto de vida o muerte. Por consiguiente, estaban desesperados en su intento de descarriar a los gálatas. Pablo se había dado cuenta de que una vez engañados, los creyentes gálatas serían esclavizados. Decir que los gálatas estaban esclavizados era decir que habían sido engañados hasta lo máximo.
En el versículo 10 Pablo continúa: “Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años”. Estas observancias eran observancias religiosas judías. Los días mencionados eran los Sábado y las lunas nuevas (Is. 66:23). Los meses eran los meses sagrados como el primero, Abib, el mes oído (Ex. 13:4); el segundo, zif, el mes flor (1 R. 6:1, 37); el séptimo, Etanim, el mes de los ríos caudalosos (1 R. 8:2); y el octavo, Bul, el mes de la lluvia (1 R. 6:38). Los tiempos eran temporadas festivas tales como la Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos (2 Cr. 8:13). Los años tal vez se refieran a los años sabáticos (Lv. 25:4).
En el versículo 11 Pablo les dice a los gálatas: “Me temo de vosotros, que en vano haya trabajado en vosotros”. Pablo había trabajado en los gálatas para introducirlos en Cristo, bajo la gracia. Que se volvieran a las observancias religiosas judías podría hacer que la obra de Pablo en ellos fuese en vano. Parecía que Pablo les decía a los creyentes de Galacia: “Trabajé en ustedes y les ministré Cristo. ¿Por qué, después de haber recibido lo que yo les ministré, se habrían ustedes de volver a las ordenanzas de la ley?”. Pablo estaba perplejo. Simplemente no podía creer que aquellos que habían recibido su predicación fueran fascinados hasta tal grado que querían volver a las observancias de la ley y esclavizarse a ellas.
El versículo 12 dice: “Os ruego hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho”. Pablo era libre de las ataduras de las observancias judías. El quería que los gálatas se hicieran como él era, aún como él había venido a ser como gentil por la verdad del evangelio. Habiendo él hecho todo lo que podía para ser como los gálatas, ahora les rogaba a ellos que se hicieran como él. Parecía que les estaba diciendo: “Yo los amo y me hice como ustedes. Ahora les pido que ustedes se hagan como yo. Yo no estoy en pro de los días, los meses, los tiempos ni los años. Yo estoy en pro de Cristo. Les ruego que se hagan como yo”.
En el versículo 12 Pablo les dice a los gálatas que ellos no le han hecho ningún agravio. Los gálatas no habían agraviado a Pablo en el pasado. Pablo esperaba que tampoco le harían agravio alguno en esta ocasión.
El versículo 13 dice: “Y vosotros sabéis que a causa de una debilidad física os anuncié el evangelio la primera vez”. En su primer viaje, Pablo se detuvo en Galacia por causa de una debilidad física. Mientras estaba allí, les predicó el evangelio a los gálatas. Su enfermedad le proveyó una buena oportunidad para ministrarles Cristo.
El versículo 14 dice: “Y lo que en mi carne fue una prueba para vosotros no lo despreciasteis ni lo desdeñasteis, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”. Aquí Pablo recurre al amor de ellos mediante recordarles que lo habían recibido como a un mensajero de Dios, como a un ángel, y que no habían despreciado su enfermedad.
En el versículo 15 Pablo también dice: “¿Dónde, pues, está aquella bienaventuranza vuestra? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos”. La palabra griega que se traduce “bienaventuranza vuestra” también quiere decir vuestra congratulación, vuestra alegría. Anteriormente los gálatas habían considerado como una bendición para ellos el hecho de que Pablo hubiera sido retenido en ese lugar y les hubiera predicado el evangelio. Estaban muy contentos por ello y se gloriaban de lo mismo. Eso vino a ser la congratulación de ellos. Sin embargo, ahora que se habían apartado de la predicación evangélica de Pablo, el apóstol les preguntaba: “¿Dónde, pues, está aquella bienaventuranza vuestra, vuestra felicidad, vuestra alegría?”.
Cuando Pablo estaba entre ellos, los gálatas celebraban su felicidad entre sí y se congratulaban unos a otros por la oportunidad de tener entre ellos a tal ministro de Cristo. Cuando Pablo estaba en Galacia predicando el evangelio, ministrando Cristo a la gente, ellos estaban contentos y consideraban que la presencia de Pablo era una gran bendición. Esta felicidad, bienaventuranza, o congratulación se puede entrever con la palabra griega que se usa aquí.
Los gálatas apreciaron la predicación de Pablo y lo amaban a él a tal grado que, como él dice, si hubiese sido posible se habrían sacado sus propios ojos para dárselos a él. Esto tal vez indique que la debilidad física de Pablo (v. 13) estaba en sus ojos. Esto puede ser confirmado por las letras tan grandes que él usaba al escribirles (6:11). También puede ser el aguijón en su carne, alguna debilidad física, acerca de la cual él había orado que le fuera quitada (2 Co. 12:7-9).
En el versículo 16 Pablo pregunta: “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por presentaros la verdad?”. Esta palabra indica que algunos de los que habían sido engañados llegaron a considerar a Pablo como enemigo. Supongamos que ciertos hermanos visitan a los santos de cierta región, y que los santos de ahí los reciben con alegría. Sin embargo, más adelante los santos son distraídos por alguna enseñanza o práctica y les dan la espalda a los mismos hermanos a quienes alguna vez habían recibido con solicitud y a quienes antes apreciaban sumamente. En tal caso, estos hermanos tal vez sentirían la tentación de abandonar a los santos de aquella región. Pero en definitiva, no fue ésta la actitud de Pablo. Por el contrario, él tenía la carga de escribirles y de apelar a ellos de una manera amorosa. Debemos aprender de Pablo a tener carga por aquellos creyentes que se hayan apartado de nosotros. Tal vez deberíamos escribirles y decirles: “¿Ya no recuerdan cómo nos servían en amor? ¿Dónde está ahora vuestro amor? Parece que ahora nos consideran enemigos. Esto sin duda no es razonable. ¿Somos enemigos simplemente porque les hablamos la verdad?”.
Al escribir Gálatas 3 Pablo habló como abogado. Pero al componer el capítulo cuatro, escribió como un padre amoroso. El capítulo cuatro fue escrito según el íntimo y personal amor de Pablo por los gálatas. En vez de argumentar de modo legalista como abogado, Pablo apeló al afecto de los creyentes. Si hemos de ministrar Cristo a otros, debemos aprender a hablarles de tal modo. No debemos simplemente hablar conforme a la verdad doctrinal, sino que debemos apelar a otros de una manera amorosa y personal.
El versículo 17 dice: “Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren que quedéis excluidos para que vosotros tengáis celo por ellos”. La palabra griega que se traduce celo en este versículo, quiere decir cortejar a alguien celosamente. Los judaizantes cortejaban celosamente a los gálatas a fin de que a su vez los gálatas los cortejaran a ellos. Cortejar a una persona es procurar a tal persona amorosamente con la meta de ganarse su amor. Los judaizantes procuraban a los creyentes gálatas de esta manera, cortejándolos en realidad. Esto indica cuán serios y cuán celosos eran los judaizantes. No obstante, como Pablo dice, los judaizantes los cortejaban celosamente, no para bien, sino con el deseo de que quedasen excluidos. Los judaizantes no procuraban a los gálatas de una manera honorable y recomendable. La meta de ellos era excluirlos de la apropiada predicación del evangelio de la gracia. Ellos querían excluir de la economía neotestamentaria de Dios, del disfrute de Cristo y del Espíritu vivificante todo-inclusivo a los gálatas. El mismo principio es aplicable hoy en día a aquellos que están en disensión. La meta de ellos es excluir del disfrute de Cristo al pueblo de la iglesia y hacer que aquellos a quienes han engañado los sigan celosamente.
En el versículo 18 Pablo continúa: “Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros”. Es bueno cortejar celosamente a alguien en lo bueno, en la adecuada predicación del evangelio. Este no debía de haber sido el caso sólo cuando Pablo estaba presente. Por esta palabra Pablo demuestra que él no es estrecho, manteniendo a otros predicadores del evangelio alejados de los gálatas. Más bien, él se regocijaba en la predicación de otros (Fil. 1:18). Pablo estaba a favor de la apropiada predicación de otros, pero no estaba a favor de cortejar celosamente a los creyentes de esa manera.
El versículo 19 dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Aquí Pablo se considera a sí mismo como un padre que engendra, y considera a los creyentes gálatas como sus hijos, a quienes él engendró en Cristo (véase 1 Co. 4:15; Flm. 1:10). Esto también fue una apelación al afecto de ellos.
Pablo les dijo a los creyentes gálatas que una vez más sufría dolores de parto por causa de ellos. Tener dolores de parto se refiere a los intensos dolores del alumbramiento. En esta metáfora Pablo se compara a una madre que da a luz un hijo. El laboró de ese modo para que los gálatas fueran regenerados cuando por primera vez les predicó el evangelio. Debido a que ellos se habían desviado del evangelio que él les había predicado, Pablo volvía a tener dolores de parto hasta que Cristo fuera formado en ellos. En este versículo Pablo se compara a un padre que engendra y a una madre que sufre dolores de parto. ¿Qué era él entonces? ¿Era padre o era madre? El era ambas cosas, dependiendo de la situación. En una ocasión era un padre que engendra; en la otra, era una madre que sufre dolores de parto.
Pablo sufría dolores de parto para que Cristo fuese formado en los gálatas. Cristo, una persona viva, es el enfoque del evangelio de Pablo. Su predicación tenía como fin producir Cristo, el Hijo del Dios viviente, en los creyentes. Esto difiere grandemente de la enseñanza de la ley de letras. Por consiguiente, el libro de Gálatas está enfáticamente centrado en Cristo. Cristo fue crucificado (3:1) para redimirnos de la maldición de la ley (3:13) y para rescatarnos del maligno siglo religioso del mundo (1:4); y El fue resucitado de entre los muertos (1:1) para vivir en nosotros (2:20). Fuimos bautizados en El, identificados con El, y nos hemos revestido de El, nos hemos vestido con El (3:27). Por lo tanto, estamos en El (3:28) y somos de El (3:29; 5:24). Además, El ha sido revelado en nosotros (1:16), El ahora vive en nosotros (2:20), y será formado en nosotros (4:19). La ley nos ha conducido hacia El (3:24), y en El todos somos hijos de Dios (3:26). Es en El donde heredamos la bendición que Dios prometió y donde disfrutamos al Espíritu todo-inclusivo (3:14). Es también en El donde todos nosotros somos uno (3:28). No deberíamos ser reducidos a nada, ni así estar separados de El (5:4). Necesitamos que El nos suministre con Su gracia, en nuestro espíritu (6:18) a fin de que le vivamos.
Cristo había nacido en los creyentes gálatas, pero no había sido formado en ellos cuando fueron regenerados en la ocasión en que Pablo les predicó el evangelio por primera vez. Ahora el apóstol vuelve a sufrir dolores de parto para que Cristo sea formado en ellos. Que Cristo sea formado en nosotros significa que Cristo crezca en nosotros hasta la madurez. Primero Cristo nació en nosotros durante nuestra conversión, luego El vive en nosotros durante nuestra vida cristiana (2:20), y El será formado en nosotros cuando alcancemos la madurez. Esto se necesita para que podamos ser hijos de edad madura, para que podamos ser herederos de la bendición prometida por Dios, y para que podamos ser maduros en la filiación divina.
Como hemos indicado, el versículo 19 señala que la carga de Pablo no era llevar a cabo una obra cristiana, sino que Cristo fuera formado en los creyentes. Mediante la predicación de Pablo, Cristo había entrado en los gálatas, pero debido a que habían sido engañados, Cristo no había crecido en ellos todavía ni tampoco había sido formado en ellos. Por lo tanto, Pablo una vez más sufría dolores de parto, como una madre al dar a luz, a fin de que Cristo fuera formado en los creyentes. Pablo escribía por causa de la carga que tenía de ministrar a Cristo en los santos. El tenía la carga de que Cristo fuera establecido, es decir, edificado, en ellos. El libro de Gálatas nos dice que Cristo es revelado en nosotros y que El vive en nosotros. Ahora vemos que Cristo también debe ser formado en nosotros.
Ministrar Cristo a otros no es algo que se realice con facilidad. A menudo requiere sufrimiento y lucha. Ministrar Cristo es mucho más difícil que llevar a cabo una obra cristiana ordinaria. Si usted tuviera la carga de ministrar Cristo a otros, una carga nacida de corazón sincero, descubriría cuánta labor y sufrimiento requiere. Necesitaría usted sufrir como una madre cuando da a luz un hijo.
La meta de nuestro servicio en la iglesia o en el ministerio debe ser ministrar Cristo en otros. No es adecuado simplemente decir que predicamos el evangelio, porque es posible predicar el evangelio sin ministrar Cristo a otros. Nuestra carga debe ser ministrar Cristo. Una vez más digo que esto requiere labor y sufrimiento. Demanda oración, paciencia y amor. Según nuestra experiencia, ministrar de ese modo es una batalla, una lucha. El insidioso, el enemigo de Dios, activamente busca introducir frustración o distracción. Nunca sabemos por dónde va a atacar la próxima vez. Por consiguiente, debemos aprender de Pablo a tener la carga de ministrar Cristo y también de apelar al afecto de los santos, a fin de que sus corazones sean conmovidos.
En el versículo 20 Pablo dice: “Quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros”. El apóstol quería cambiar su tono severo por un tono afectuoso, como una madre les habla con amor a sus hijos. Pablo estaba perplejo al tratar con los gálatas. Estaba buscando la mejor manera de recobrarlos después de que ellos se desviaron de Cristo.
El versículo 20 indica que Pablo pensaba que lo que les había escrito a los creyentes gálatas no era adecuado. El quería visitarlos y quedarse con ellos porque sabía que su presencia lograría más que sus cartas. Pablo estaba perplejo en cuanto a los gálatas; no sabía cómo tratar con ellos, cómo manejar su caso. Por un lado, se dirigió a ellos como “gálatas insensatos”; por otro, apeló a ellos como “amados hermanos”. Esto indica que Pablo estaba perplejo.
Al escribir el capítulo cuatro Pablo fue muy afectuoso y apeló al afecto de los creyentes gálatas. Es muy difícil apelar al afecto personal de otros en una manera adecuada. Hacer esto requiere que nuestro motivo sea puro. Si nuestros motivos no son puros, debemos tener mucho cuidado de nuestro afecto por los santos. Existe una gran necesidad de tener un afectuoso contacto con los santos; también existe la necesidad de apelar al afecto de otros. Sin embargo, debemos reconocer que una apelación así es difícil, porque es fácil que el amor natural, es decir, la “miel” esté presente. No es fácil ser puro como lo era Pablo en Gálatas 4. Pablo era una persona que ya estaba “salada”. Por esta razón él podía apelar al afecto personal de los gálatas de una manera tan pura. El hasta podía reprenderlos a ellos y condenar a los judaizantes con una intención pura. Si tratamos de poner esto en práctica, descubriremos qué difícil es. Al reprender a otros debemos tener un motivo puro. Al apelar al afecto personal de otros, necesitamos un motivo más puro todavía. En muchas situaciones no podremos ministrar Cristo a otros, no podremos sufrir dolores de parto para que Cristo sea formado en ellos, si no somos capaces de apelar al afecto de ellos.
Al considerar todos estos puntos, vemos que el capítulo cuatro es tan importante como el capítulo tres. Le agradezco al Señor que Pablo haya escrito este capítulo. De otro modo, tal vez hubiéramos tenido la impresión de que al escribir a los gálatas él era legalista, pero no personal ni afectuoso. En el capítulo cuatro Pablo pudo ser afectuoso y apelar al amor de los santos con el propósito de ministrarles Cristo.