Mensaje 27
Lectura bíblica: Gá. 5:16-23
En 5:16 Pablo nos dice que andemos por el Espíritu. El andar cristiano debe ser absolutamente por el Espíritu, no por la carne. Según el contexto del capítulo cinco, el Espíritu que se menciona en 5:16 debe de ser el Espíritu Santo, el cual mora en nuestro espíritu regenerado y se ha mezclado con el mismo. Andar por el Espíritu es permitir que nuestro andar sea regulado por el Espíritu Santo desde nuestro espíritu. Esto está en contraste con permitir que nuestro andar sea regulado por la ley en la esfera de nuestra carne.
La palabra “andar” mencionada en 5:16 significa moverse, actuar y tener nuestro ser. Incluye todo lo que hacemos y decimos. Por lo tanto, abarca toda nuestra vida diaria. En este versículo Pablo nos encarga que toda nuestra vida diaria —nuestro vivir, andar y ser— sea por el Espíritu.
Al componer el versículo 16 Pablo no usó el término Espíritu Santo. De hecho, ni siquiera usó el artículo definido al frente de la palabra “Espíritu”. De modo literal, simplemente dijo: “Andad por Espíritu”. Hemos indicado que en el capítulo cinco el Espíritu se refiere al Espíritu que mora en nuestro espíritu y que se ha mezclado con el mismo. Por consiguiente, este Espíritu es el Espíritu mezclado. El énfasis, sin embargo, está puesto en el Espíritu que mora en nosotros. Cuando el Nuevo Testamento se refiere al Espíritu morador, da a entender que nuestro espíritu es habitado por el Espíritu. Los dos espíritus son uno. Como Pablo dice en 1 Corintios 6:17: “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con El”. Así que, el Espíritu mencionado en 5:16 denota al Espíritu Santo mezclado con el espíritu humano. Toda persona salva posee dentro de sí un espíritu mezclado. Ser regenerado es tener el espíritu mezclado, el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu.
En 3:2 Pablo les hizo a los gálatas una pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Pablo trataba de impresionar a los distraídos creyentes gálatas con el hecho de que ellos habían recibido el Espíritu, el cual estaba ahora mezclado con el espíritu de cada uno de ellos. En 3:3 él además les preguntó: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?” Ellos habían comenzado su vida cristiana por el Espíritu. Sin embargo, estaban siendo distraídos del Espíritu y llevados a la ley, la circuncisión y las ordenanzas del judaísmo. Ahora, después de hablar de varios asuntos importantes en los capítulos tres y cuatro, en 5:16 Pablo les encarga que anden por el Espíritu. No había necesidad de que los gálatas anduvieran por la ley, la circuncisión o las ordenanzas. Era suficiente que anduvieran por el Espíritu. Si ellos andaban por el Espíritu, jamás satisfarían los deseos de la carne.
En el capítulo cinco Pablo indica que sólo podemos escoger entre andar por el Espíritu o andar por la carne. Ya hemos visto que la carne es la máxima expresión del hombre tripartito caído, mientras que el Espíritu es la máxima realidad del Dios Triuno procesado. Andar por el Espíritu, por consiguiente, es andar por el Dios Triuno procesado. Debido a la obra redentora de Cristo y a la obra regeneradora del Espíritu, nosotros, quienes hemos recibido la dispensación de Dios, podemos andar por el Espíritu, en vez de andar por la carne. Esto quiere decir que en vez de andar por nuestro ser caído, podemos andar por el Dios Triuno procesado. Tenemos en nuestro espíritu al Dios Triuno procesado como el Espíritu todo-inclusivo. No podemos negar que por medio de la obra redentora de Cristo, de la obra regeneradora del Espíritu y de la dispensación de Dios, nosotros poseemos una realidad tan maravillosa. Por supuesto que también tenemos que contender con nuestro ser tripartito caído. Con respecto a nuestro andar, tenemos así la posibilidad de andar por el ser caído o por la maravillosa Persona que está en nuestro espíritu.
No debemos volver a la ley. Si intentamos guardar la ley, tratando de hacer el bien a fin de agradar a Dios, estaremos en la carne, puesto que la ley está relacionada con la carne. Siempre que procuramos cumplir los requisitos de la ley, ejercitamos nuestra carne. Esto significa que la carne está activa no solamente cuando hacemos algo malo, sino aún cuando tratamos de cumplir la ley. Siempre que en nosotros mismos tratemos de hacer el bien, la carne es activada. En vez de tratar de guardar la ley, podemos andar por el Dios Triuno procesado, quien es el todo-inclusivo Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Pablo escribió el libro de Gálatas no sólo, por el lado negativo, para rescatar de la ley a los creyentes gálatas distraídos, sino también para, por el lado positivo, llevarlos a entender que los creyentes tienen en su espíritu al Espíritu vivificante todo-inclusivo y que por este Espíritu deben vivir, andar y existir. No debemos hacer caso de nuestras debilidades, faltas o fracasos. Debemos olvidar todo eso y comprender que el Dios Triuno procesado está en nosotros ahora mismo, no sólo como nuestro Redentor y Salvador, sino como el Espíritu todo-inclusivo.
Me encanta esta expresión de Pablo: “Andad por el Espíritu”. En sus epístolas, Pablo no nos encarga principalmente que andemos conforme a una doctrina y ni siquiera nos encarga que andemos conforme a ciertos versículos de la Biblia. No obstante, esto no quiere decir que no debemos andar conforme a la Biblia. El punto aquí es que Pablo nos pide que andemos por el Espíritu de una manera viviente. Es crucial que aprendamos a poner nuestro ser en nuestro espíritu.
Cuando era joven, leía libros que hablaban de cómo ser victorioso, de cómo ser santo y que enseñaban a orar. A la larga me di cuenta de que la manera de ser victorioso y santo y de llevar una apropiada vida de oración consiste en estar en el espíritu. La manera apropiada de hablarle a su cónyuge es hablar en el espíritu. No es necesario buscar métodos. Tenemos el método que es único: estar en nuestro espíritu. La manera adecuada de leer la Biblia es leerla en el espíritu. La manera de vencer el pecado, de tratar con nuestro mal genio y de vencer a Satanás es estar en el espíritu. Andar por el Espíritu es tener nuestra vida cotidiana en nuestro espíritu.
No es posible separar nuestro espíritu del Espíritu, porque los dos espíritus se han mezclado y han llegado a ser un solo espíritu. Ya nos hemos referido a lo que Pablo dice en 1 Corintios 6:17, acerca de que quien se une al Señor es un espíritu con El. Puesto que nuestro espíritu está mezclado con el Espíritu, debemos aprender a vivir diariamente en el Espíritu. Jamás podremos recalcar demasiado la importancia de que nuestro andar diario sea en nuestro espíritu.
A menudo durante el día es posible que queramos apartarnos de nuestro espíritu. Quizás a lo largo del día muchas veces nos apartemos de nuestro espíritu y vivamos en la carne. Por ejemplo, si su esposa le habla a usted de cierta manera, tal vez usted inmediatamente abandone su espíritu y le conteste conforme a la carne. Aunque su actitud para con su esposa sea adecuada, mientras esté usted alejado del espíritu, está en la carne. No entramos en el espíritu sólo una vez y allí nos quedamos para siempre. Por el contrario, necesitamos ejercitarnos continuamente para permanecer en el espíritu a fin de que andemos por el Espíritu.
Cuando era joven, no sentía yo aprecio por la palabra del Señor acerca de velar y orar (Mt. 26:41). Pero cuanto más practico el andar diariamente en mi espíritu, más reconozco la necesidad de velar y orar. Necesitamos velar, no sea que nos desviemos de nuestro espíritu. También necesitamos orar a fin de poder volvernos al espíritu y permanecer allí. La vida cristiana es una vida de permanecer en nuestro espíritu. Puesto que es muy fácil que seamos apartados de nuestro espíritu, necesitamos velar y orar. En el mensaje de Pablo a los colosenses, él nos dice: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (4:2). En Efesios 6:18 Pablo también habla de orar “en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia”. Como repetición diré que necesitamos velar a fin de ver si estamos en el espíritu, y necesitamos orar a fin de ser guardados en el espíritu.
Si permanecemos en nuestro espíritu, los problemas se resolverán y disfrutaremos al Espíritu todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. En espíritu festejamos en el Señor y participamos de la bendición del evangelio. Es de vital importancia que nos demos cuenta de que el andar cristiano es simplemente una vida vivida en nuestro espíritu. A esto se debe que en sus escritos Pablo hable una y otra vez del Espíritu y de nuestro espíritu. Aparte del espíritu no puede haber andar cristiano. Cuando estamos en nuestro espíritu, simultáneamente estamos en el Espíritu, porque el Espíritu es uno con nuestro espíritu. Cuando por primera vez apreciamos la preciosidad del Señor Jesús e invocamos Su nombre, se efectuó una unión orgánica entre el Espíritu y nuestro espíritu regenerado. Esta unión orgánica es descrita por la palabra mezclar.
En 5:16 Pablo tuvo la confianza de decir que si andamos por el Espíritu jamás satisfaremos los deseos de la carne. La manera de ser santos, de vencer el pecado, de ser espirituales y de llevar una vida de oración es simplemente mediante andar por el Espíritu.
Ya hemos señalado que si andamos por el Espíritu, jamás satisfaremos los deseos de la carne. Además, si andamos por el Espíritu, seremos guiados por el Espíritu. Siempre que andamos por el Espíritu, tenemos el guiar del Señor, hasta en asuntos tan ordinarios como la manera en que conversamos con otros.
Pablo dice en 5:18: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. La ley está relacionada con nuestra carne (Ro. 7:5), y nuestra carne está en contra del Espíritu (Gá 5:17). Por consiguiente, el Espíritu está en contraste con la ley. Cuando andamos por el Espíritu en nuestro espíritu regenerado, no satisfacemos los deseos de nuestra carne. Cuando somos guiados por el Espíritu, no estamos bajo la ley. El Espíritu de vida, no la ley de letras, es el principio que nos guía, regulando nuestro andar cristiano en nuestro espíritu regenerado. Si andamos por el Espíritu, automáticamente dejaremos de estar bajo la ley, porque el Espíritu nos alejará de la ley de letras.
En 5:17 Pablo dice: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Este versículo indica que hay una guerra entre la carne y el Espíritu. La carne y el Espíritu se oponen mutuamente. El deseo de la carne es contra el Espíritu en pro de sus propios deseos, y el Espíritu lucha contra la carne por el propósito de Dios.
En 5:19 Pablo habla de “las obras de la carne”. La carne es la expresión del viejo Adán. La vida caída del viejo Adán se expresa prácticamente en la carne, y las obras de la carne, tal como se enlistan en los versículos 19 al 21, son diferentes aspectos de esa expresión carnal. La fornicación, la inmundicia, la lascivia, las borracheras y las orgías están relacionadas con las lujurias del cuerpo corrupto. Las enemistades, las contiendas, los celos, las iras, las disensiones, las divisiones, las sectas y las envidias están relacionadas con el alma caída, la cual está íntimamente ligada con el cuerpo corrupto. La idolatría y las hechicerías están relacionadas con el espíritu muerto. Esto comprueba que las tres partes de nuestro ser caído espíritu, alma y cuerpo están involucradas con la carne maligna.
Las obras de la carne están acomodadas en diferentes grupos. La fornicación, la inmundicia y la lascivia pertenecen a un grupo, y tienen que ver con las pasiones malignas. La idolatría y las hechicerías pertenecen a un grupo y tienen que ver con la adoración de demonios. Las enemistades, las contiendas, los celos y las iras pertenecen a otro grupo y tienen que ver con estados de ánimo malignos. Las disensiones, las divisiones, las sectas y las envidias pertenecen a otro grupo y tienen que ver con el sectarismo. La palabra griega que se traduce sectas en el versículo 20 significa herejías, lo cual se refiere a escuelas de opinión (Darby’s New Translation). Las borracheras y las orgías forman el último grupo, y tienen que ver con la disipación.
En 5:21 Pablo dice que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Heredar el reino de Dios se refiere al hecho de disfrutar el reino venidero como una recompensa para los creyentes vencedores. No está relacionado con la salvación del creyente. Los creyentes que practiquen las obras de la carne mencionadas en estos versículos, no heredarán el reino venidero como recompensa.
Lo que la carne hace es “obras” sin vida; lo que el Espíritu produce es “fruto” lleno de vida (v. 22). Aquí sólo se mencionan como ejemplo nueve aspectos del fruto del Espíritu, que son diferentes expresiones del Espíritu, quien es vida en nosotros. El fruto del Espíritu incluye otros aspectos, tales como humildad (Ef. 4:2; Fil. 2:3), compasión (Fil. 2:1), piedad (2 P. 1:6), justicia (Ro. 14:17; Ef. 5:9), santidad (Ef. 4:24; Lc. 1:75), pureza (Mt. 5:8) y otras virtudes. En Efesios 4:2 y en Colosenses 3:12, se menciona la humildad como una virtud además de la mansedumbre, la cual se menciona aquí. En Romanos 14:17 la justicia, la paz y el gozo son aspectos del reino de Dios hoy día. Aquí sólo se mencionan la paz y el gozo, y no la justicia. En 2 Pedro 1:5-7 la piedad y la perseverancia figuran con el dominio propio y con el amor como características del crecimiento espiritual, pero no se mencionan aquí. En Mateo. 5:5-9 la justicia, la misericordia y la pureza se mencionan junto con la mansedumbre y la paz como requisito para estar en la realidad del reino hoy en día. No obstante, aquí no se menciona ninguna de estas tres virtudes.
De la misma manera que la carne es la expresión del viejo Adán, el Espíritu es Cristo hecho real para nosotros. En realidad, Cristo es expresado en el Espíritu. Los nueve aspectos del fruto del Espíritu que se mencionan aquí son las características mismas de Cristo.
Ya hemos indicado que el fruto del Espíritu está lleno de vida, en contraste con las obras de la carne, las cuales carecen de vida. Además, el fruto es singular, es decir, hay un solo fruto de vida, mientras que las obras están en plural. Hay muchas obras, pero sólo hay un fruto.
El fruto del Espíritu incluye las diferentes expresiones del Espíritu que mora en nosotros. Después de mencionar nueve aspectos del fruto del Espíritu, Pablo declara que “contra tales cosas no hay ley” (v. 23). Notemos que Pablo dice: “tales cosas”; no dice “estas cosas”. Si él hubiera dicho “estas cosas”, el fruto del Espíritu podría estar limitado a los nueve aspectos mencionados en estos versículos. Pero el hecho de que Pablo hable de “tales cosas” indica que hay muchos otros aspectos aparte de los nueve que él usa como ejemplo.
Pablo dice que contra tales cosas no hay ley. La razón de esto es que la ley condena lo que es maligno. Puesto que ninguno de los aspectos del fruto del Espíritu es maligno, no hay ley contra este fruto de vida.
Es necesario reconocer la diferencia que existe entre nuestras virtudes naturales y las virtudes que son fruto del Espíritu. Un aspecto del fruto del Espíritu es el amor. Antes de recibir la vida divina y ser salvos, ya teníamos la capacidad de amar. También ya conocíamos hasta cierta medida el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad y otras virtudes aquí mencionadas. Cuando vinimos a la vida de la iglesia, trajimos con nosotros nuestras virtudes naturales. Esto quiere decir que trajimos nuestro amor, nuestra benignidad, nuestra fidelidad y nuestra mansedumbre a la vida de la iglesia. Supongamos que cierto creyente ejercita su dominio propio natural al manejar cierta situación. Es verdad que consigue controlarse, pero se requiere un gran esfuerzo. Su dominio propio requiere que él cruja los dientes. Existe una gran diferencia entre esta clase de dominio propio y el dominio propio que es fruto del Espíritu.
Los atributos naturales no contienen nada de Dios, mientras que el fruto del Espíritu está lleno de una substancia espiritual divina. Debemos recordar que se trata del fruto del Espíritu. La substancia, el elemento del fruto es el Espíritu. Lo que necesitamos en la vida de la iglesia es un amor que esté lleno de la substancia del Espíritu. El elemento del Espíritu también debería encontrarse en nuestro gozo, nuestra paz, nuestra longanimidad, nuestra benignidad, nuestra bondad, nuestra fidelidad, nuestra mansedumbre y nuestro dominio propio. Todas estas virtudes tienen que ser la expresión del Espíritu.
Puesto que el Espíritu es Cristo hecho real, estas virtudes que representan varios aspectos del fruto del Espíritu, son en realidad la expresión y las características de Cristo. Esto significa que expresar estas virtudes en nuestro vivir es expresar a Cristo.
La diferencia entre los atributos naturales y el fruto del Espíritu es que los atributos naturales no tienen nada del Espíritu, mientras que el fruto del Espíritu está lleno de la substancia y elemento del Espíritu. Cuando una persona vive conforme a sus virtudes o atributos naturales, no tiene necesidad de volverse al espíritu. Tal persona puede amar a otros y ejercer domino propio por sí misma. Sin embargo, si queremos poseer los varios aspectos del fruto del Espíritu, tenemos que estar en nuestro espíritu. Para este fin, nuestro ser natural no sirve de nada. Cuando andamos en el Espíritu mezclado, vivimos a Cristo en diferentes aspectos, en toda clase de virtud y atributo espirituales. Espero que las iglesias serán enriquecidas en una vida así y que serán elevadas al vivir nosotros en el espíritu mezclado. Entonces en la vida de la iglesia tendremos las diferentes expresiones de Cristo. Esto era lo que Pablo esperaba al encargarnos que andemos por el Espíritu.
Si andamos por el Espíritu, automáticamente venceremos la carne y al diablo, quien se esconde detrás de la carne. Cuando de este modo ganemos la guerra contra la carne, el propósito de Dios de expresar a Cristo será cumplido. La intención de Dios es que vivamos por el Espíritu para que expresemos a Cristo. Lo que necesitamos en el recobro del Señor en estos días es andar por el Espíritu para expresar a Cristo en muchas virtudes diferentes.