Mensaje 33
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Lectura bíblica: Gá. 4:29; 3:2, 5, 14; Jn. 3:6; 7:39; 14:17; 20:22; 6:63; Ro. 8:15b; Ef. 6:17-18; 1 Ts. 5:17-19; 1 Co. 6:17; Mt. 10:19-20
El asunto más crucial y misterioso que se revela en la Biblia es que la intención máxima de Dios es forjarse en Su pueblo escogido. El deseo de Dios tocante a forjarse en nuestro ser es el punto central de la revelación divina de las Escrituras. Debido a que este asunto es muy misterioso, está escondido en las Escrituras, aunque no lo está totalmente. Por un lado, es de verdad un misterio; por el otro, es un misterio que ha sido revelado en la Biblia.
A lo largo de los siglos, los cristianos no han visto este asunto claramente. Muchos lectores de la Biblia han puesto su atención en muchas cosas aparte de este punto crucial y misterioso de la revelación divina. Admitimos que no es fácil ver este punto crucial de la Biblia. Así como la vida física de una persona es misteriosa y está escondida por dentro, así también ocurre en el caso de la intención de Dios de forjarse en Su pueblo escogido. Este asunto está escondido en la Palabra. La vida es el elemento más vital del ser de una persona. Pero, ¿quién puede analizarla o explicarla adecuadamente? En la Biblia, así como en un ser humano, existen muchas cosas que son exteriores y que se identifican fácilmente. Pero también existe un elemento escondido, al cual podemos llamar el factor de vida de las Escrituras. Podemos decir que este factor de vida es Cristo o el Espíritu. Sin embargo, el factor de vida de la Biblia es en realidad la intención de Dios de forjarse en nosotros. Este es el núcleo de la Biblia.
Muchos teólogos y maestros de asuntos bíblicos no han visto el núcleo de la Biblia. En sus escritos ellos hablan de muchas otras cosas, pero no mencionan este básico factor de vida. Ellos no han señalado de manera definitiva y particular que conforme a la revelación divina de la Biblia, la intención de Dios es forjarse en nosotros. A esto se debe que en el recobro del Señor hayamos dado mensaje tras mensaje acerca de este punto. Aun después de centenares de mensajes con respecto al tema de la intención de Dios, todavía no tengo la certeza de que todos los santos tengan un entendimiento adecuado de la intención de Dios o que en verdad la hayan visto. Puedo testificar que la visión de la intención eterna de Dios nunca ha sido tan clara para mí como lo es ahora. A lo largo de los años, esta visión ha venido a ser tan clara como el cristal. La intención de Dios es de verdad forjarse en nosotros.
Dios nos ha dado dos grandes dones por los cuales El se forja en nosotros: el Espíritu y la Palabra. Estos dones son en realidad Dios mismo. Dios es el Espíritu y Dios es también la Palabra. El evangelio de Juan es un libro que claramente revela a Dios, al Espíritu y la Palabra. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Según Juan 1:14, el Verbo, Dios mismo, fue hecho carne. Con el tiempo, este Dios encarnado fue crucificado y después de Su resurrección, El, el postrer Adán, fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El evangelio de Juan también relaciona la Palabra con el Espíritu. El Señor Jesús dijo en Juan 6:63: “El Espíritu es el que da vida” y “las palabras que yo os he hablado son Espíritu y son vida”. Dios es vida, el Espíritu es vida y la Palabra es vida. Según el evangelio de Juan, estos tres son uno. Dios es la Palabra, la Palabra es el Espíritu y el Espíritu es Dios.
Si considera usted la historia de la iglesia, verá que a lo largo de los siglos ha habido dos grandes tragedias, una relacionada con la Palabra y otra relacionada con el Espíritu. La intención de Dios es que la Palabra sea usada para impartir a Dios mismo como vida en Su pueblo escogido. Sin embargo, muchos maestros cristianos han descuidado este uso apropiado de la Biblia y han tomado la Biblia sólo como un libro de conocimiento, no como un libro de vida para que la divinidad se imparta en nosotros. Diferentes opiniones e interpretaciones de la Biblia han conducido a controversia y debate. Muchos de estos debates se han centrado en la cristología, es decir, en el estudio teológico de la Persona de Cristo. En sus argumentos tocante a la Persona de Cristo, algunos de los grandes maestros, incluyendo a algunos de los padres de la iglesia, descuidaron la viviente Persona de Cristo. Pusieron mayor atención a la cristología que a Cristo mismo. La intención de Dios es que la Biblia sea el árbol de vida, pero al usar la Biblia, ciertos maestros la convirtieron en el árbol del conocimiento. Primero se metieron en muerte y luego esparcieron muerte en la iglesia.
Hoy en día todavía hay mucha controversia entre los cristianos acerca de muchos asuntos de la Biblia. Tomemos el bautismo como ejemplo. ¿Quién puede contar cuántas divisiones han sido causadas por las diferentes opiniones respecto al bautismo? Se han hecho argumentos tocante a la clase de agua que se debe usar, tocante a la manera en que las personas deben ser puestas en el agua y tocante al nombre en el cual las personas deben ser bautizadas. ¡Qué tragedia que la Palabra haya sido usada de esta manera y haya llegado a ser un factor de división! Ha sido usada para dividir a los cristianos en millares de grupos. Sin embargo, la Biblia misma no debe ser culpada por esto. La culpa recae en aquellos que ponen atención al conocimiento, pero descuidan a la viviente Persona.
La segunda tragedia ocurrida en la historia de la iglesia concierne al Espíritu. Con respecto a la Biblia y su interpretación ha habido división, mientras que con respecto al Espíritu ha habido confusión. Debido a esta confusión, muchos cristianos conservadores ni siquiera quieren oír hablar del Espíritu. Muchos en realidad tienen miedo hasta de mencionar el Espíritu, pues consideran que el Espíritu es algo demasiado misterioso como para hablar de El. ¡Qué tragedia que se descuide al Espíritu de esta manera!
Si no tomamos la Palabra ni recibimos el Espíritu ¿qué camino le queda a Dios para forjarse en nosotros? Si en lo que a nosotros concierne Dios solamente está en el trono en los cielos como objeto de nuestra adoración, ¿cómo puede El ser nuestra vida y cómo puede El forjarse en nuestro ser? Si El sólo estuviera en los cielos, ni siquiera sería posible que naciéramos de El.
Juan 1:12 y 13 indican que quienes reciben al Señor Jesús son nacidos de Dios. El nacimiento indica una relación íntima y orgánica. Debido a que hemos nacido de nuestros padres, tenemos con ellos una relación íntima y orgánica. Debido a que hemos nacido de Dios, en un sentido muy real Dios ha nacido en nosotros. Esto es lo que nos hace hijos de Dios. Si no hubiésemos nacido de Dios. ¿cómo podríamos ser hijos de Dios? Según la Biblia, no somos hijos políticos de Dios ni meramente hijos adoptivos de Dios. Por haber nacido de Dios, somos hijos de Dios en vida. En Juan 3:6 el Señor Jesús declaró: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Una vez más decimos, hemos nacido del Espíritu para recibir el Espíritu.
En el mensaje anterior se aclaró lo que significa nacer del Espíritu. Sin embargo, no tengo la seguridad de que hayamos visto claramente cómo recibir el Espíritu. La palabra “recibir” es usada muchas veces en el Nuevo Testamento (Jn. 7:39; 20:22; Ro. 8:15; Ef. 6:17). En Gálatas, Pablo habla de manera definitiva acerca de recibir el Espíritu (3:2, 14). El Espíritu que hemos recibido y que seguimos recibiendo es el Dios Triuno procesado. Tal vez algunos tengan objeciones tocante a esta afirmación y digan que el Espíritu se refiere solamente al Espíritu Santo, la tercera Persona de la Deidad, no al Dios Triuno. Pero según el Nuevo Testamento, en especial según las epístolas de Pablo, el Espíritu que hemos recibido es el Dios Triuno procesado.
Es posible que algunos critiquen la palabra “procesado” y argumenten que es imposible que Dios se haya procesado porque El es eterno e inmutable. Aunque Dios es eterno e inmutable, El no obstante ha pasado por un proceso. ¿Acaso la encarnación no fue un proceso? Desde la eternidad pasada hasta la encarnación de Cristo, Dios no tenía un cuerpo de carne. Pero cuando El nació en un pesebre, El era el Dios fuerte encarnado como bebé. Según Isaías 9:6, el niño que nos fue nacido es llamado el Dios fuerte. Como ya señalamos en el mensaje anterior, este niño, Dios encarnado, vivió muchos años en la casa de un carpintero. ¡Imagínese! ¡El Creador del universo vivió en la casa de un carpintero en Nazaret! ¿No fue eso un proceso? Del mismo modo, ¿acaso la crucifixión y la resurrección no fueron procesos? Ciertamente Dios se procesó en la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección de Cristo. Nuestro Dios no es un Dios “crudo”, sino un Dios procesado. Hoy día El es el todo-inclusivo Espíritu vivificante.
Aquellos a quienes sólo les importan los debates tocante a conceptos doctrinales, descuidan la viviente Persona del Dios Triuno. ¡Qué tristeza! El Espíritu que recibimos y que todavía seguimos recibiendo es el mismo Dios Triuno que se ha procesado para nosotros. El Espíritu es el todo-inclusivo Espíritu compuesto. Cuando recibimos este Espíritu, recibimos al Dios Triuno: al Padre, al Hijo y al Espíritu. El Padre es la incorporación del Hijo, y el Hijo es hecho real como el Espíritu. No debemos aferrarnos al concepto de que cuando recibimos el Espíritu solamente recibimos el Espíritu Santo y no al Padre y al Hijo, quienes se supone que permanecen allá en el cielo. No, cuando recibimos el Espíritu, recibimos al Dios Triuno.
Cierta preposición usada en el evangelio de Juan indica que el Hijo viene no sólo del Padre, sino también de y con el Padre (6:46; 7:29; 16:27). Cuando el Hijo vino, no dejó al Padre. Por el contrario, El vino con el Padre. Esta es la razón de que el Señor Jesús dijera que El no estaba solo, porque el Padre estaba con El (Jn. 16:32). Tal como el Padre vino con el Hijo cuando el Hijo vino de y con el Padre, así también el Espíritu viene con el Padre y con el Hijo. No es posible separar al Padre, al Hijo y al Espíritu, porque los tres son uno solo. El Espíritu es el Hijo hecho real, y el Hijo es la incorporación del Padre. Tener a cualquiera de las tres Personas del Dios Triuno es tener a los tres. Los tres son inseparables. ¡Alabado sea el Señor que cuando recibimos el Espíritu, también recibimos al Padre y al Hijo!
Ahora llegamos al asunto crucial de cómo recibir el Espíritu. Conforme a su propia experiencia, ¿cómo recibe usted el Espíritu? La vida cristiana apropiada es una vida en la cual continuamente se recibe el Espíritu. Nuestra vida física es un ejemplo de esto. La vida física depende de la respiración. Nuestra vida es una vida en la cual siempre se respira. Tan pronto como alguien deja de respirar, se muere. Muchos cristianos hoy día han dejado de respirar espiritualmente; Por lo tanto, su vida espiritual se ha estancado. Respirar espiritualmente consiste en recibir el Espíritu continuamente.
La manera de recibir el Espíritu sin cesar es principalmente por medio de orar. En 1 Tesalonicenses 5:17 Pablo nos encarga que oremos sin cesar. Esto no significa sin embargo, que debemos ejercitar nuestra mente para orar por necesidades materiales. En vez de eso, debemos ejercitar nuestro espíritu para invocar el nombre del Señor. Nuestra mayor necesidad es el Dios Triuno mismo. Necesitamos el Espíritu momento a momento. Por consiguiente, continuamente necesitamos ejercitar nuestro espíritu para invocar al Señor. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando invocamos al Señor desde lo más profundo de nuestro ser, diciéndole que lo amamos, inhalamos aire fresco espiritual. Inhalamos el pnéuma, el Espíritu. Como cristianos, es necesario que seamos “pneumáticos”, es decir, que estemos llenos del pnéuma, llenos del Espíritu. El Espíritu es el aire espiritual para que respiremos. Por medio de ejercitar nuestro espíritu para invocar al Señor, inhalamos el Espíritu y así recibimos el Espíritu.
Por años me desconcertaron las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17 tocante a orar sin cesar. Simplemente yo no sabía cómo podría orar sin cesar. A la larga me di cuenta de que orar es simplemente respirar. Así como nuestra respiración física nunca cesa, tampoco debería cesar nuestra respiración espiritual. Esto quiere decir que debemos desarrollar el hábito de ejercitar nuestro espíritu para orar continuamente. El elemento básico en cuanto a recibir el Espíritu momento a momento es que usemos nuestro espíritu para invocar al Señor.
Como ya lo hemos indicado, podemos recibir el Espíritu por medio de usar la Biblia de una manera adecuada. Sin embargo, cuando la mayoría de los cristianos acuden a la Biblia, ejercitan la mente mucho más que el espíritu. Este es un serio error. Leer la Biblia sin orar es hacer de la Biblia meramente un libro de conocimiento en letras muertas. Siempre que leamos las Escrituras necesitamos orar. Efesios 6:17 y 18 dice: “Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en espíritu”. Estos versículos indican que debemos tomar la Palabra de Dios por medio de orar. Usemos Juan. 1:1 como ejemplo. Quizás tengamos la tentación de ejercitar nuestra mente natural para hacer preguntas doctrinales con respecto a este versículo. Tal vez nos preguntemos qué es el principio y quizás queramos saber la distinción, si la hay, entre el Verbo y Dios. Tal vez prosigamos a preguntar como es posible que el Verbo esté con Dios y también sea Dios. Si lo único que hacemos es producir interrogantes acerca de este versículo, no recibiremos el Espíritu. Pero si oramos con las palabras de Juan 1:1, recibiremos el Espíritu porque en nuestra experiencia la Palabra vendrá a ser el Espíritu.
Sé de una situación reciente en la cual un hermano le sugirió a otro que podría vencer lo que sentía por haber sido maltratado cuando era anciano, si reconocía que toda esa experiencia le ocurrió conforme a la soberanía de Dios. Este parece ser un buen consejo, una enseñanza apropiada conforme a Romanos 8:28. No parece haber nada de malo en aconsejar a un hermano que venza sus sentimientos por haber sido maltratado por medio de reconocer que todo lo que ocurre está bajo la soberanía de Dios. Un consejo como ése, no obstante, puede alentar a otros a ser religiosos y tal vez no les sirva de ayuda en cuanto a la vida. Si el hermano que ha sido maltratado toma este consejo que proviene de alguien que parece muy conocedor y que parece conocer la soberanía de Dios, puede venir a ser un héroe religioso en vez de uno que recibe el Espíritu. Tal vez se jacte de que a pesar de haber sido maltratado, reconoce que ese maltrato le ocurrió bajo la soberanía del Señor, y que por lo mismo, no culpa a nadie. En tal caso, el hermano recibe ayuda de manera doctrinal para volverse religioso, pero no para recibir el Espíritu. En realidad, al aplicar la doctrina de la soberanía de Dios de esa manera, este hermano pone en práctica el ascetismo. La manera correcta de prestarle ayuda a alguien que ha sufrido algún maltrato es alentarlo a que se abra al Señor y tenga contacto con El. No debe prestarle atención al maltrato, sino que debe concentrarse en el Señor mismo. Ni siquiera la enseñanza con respecto a la soberanía de Dios debería distraerlo del Señor. Mientras se abre al Señor y tiene contacto con El, recibirá más del Espíritu. Como resultado, su problema tocante a cualquier maltrato anterior se resolverá. No necesitamos doctrinas que nos hagan héroes religiosos. Necesitamos que el Espíritu vivificante fluya en nosotros para matar las cosas negativas, los “gérmenes” y para suministrarnos vida. Solamente el Espíritu vivificante puede matar los gérmenes que tenemos en nuestro interior y hacernos estar espiritualmente sanos. Por medio de la suministración del Espíritu, nuestras enfermedades espirituales son sanadas. Por consiguiente, día a día necesitamos recibir más del Espíritu.
Otro ejemplo de la manera apropiada de recibir el Espíritu está relacionado con la vida matrimonial. Durante una ceremonia de bodas, es común que un pastor, conforme a Efesios 5, le encargue a la novia que se someta a su marido, y al novio, que ame a su mujer. Aunque tanto el novio como la novia tal vez le prometan al pastor que cumplirán sus palabras, se darán cuenta de que no pueden hacerlo. Por mucho que lo intenten, la mujer no podrá someterse y el marido no podrá amar. Este será siempre el caso cuando la enseñanza acerca de la sumisión de la mujer y del amor del marido sea aislada del contexto de Efesios 5, el cual es ser llenos en el espíritu. En vez de tratar de someterse o de amar, marido y mujer deben simplemente tener contacto con el Señor directamente, por medio de ejercitar su espíritu para invocar Su nombre. Si hacen esto, recibirán el Espíritu y el Espíritu será su suministro. Entonces automáticamente la mujer se someterá a su marido y el marido amará a su mujer. En vez de enfermarse con las enseñanzas religiosas, recibirán vida al recibir el Espíritu. Este es otro ejemplo del hecho de que lo que necesitamos no es escuchar la doctrina que nos haga religiosos, sino recibir el Espíritu para que tengamos vida.
Todos necesitamos leer la Biblia, pero debemos ejercitar nuestro espíritu al leerla. Esto significa que cuando leamos la Biblia, debemos orar. Si leemos las Escrituras sin orar, haremos mal uso de ellas. Leer la Palabra con oración es orar-leerla. Nosotros no inventamos esta práctica. A lo largo de los siglos, mucha gente piadosa ha puesto en práctica orar con las palabras de la Biblia. Según Efesios 6:17 y 18, debemos tomar la Palabra por medio de la oración.
Además, debemos orar en todo tiempo en espíritu. Si tomamos la Palabra de este modo, recibiremos el Espíritu, porque la Palabra es espíritu. No debemos tomar la Biblia solamente como un libro de doctrina y enseñanza. Nuestra urgente necesidad hoy en día no es recibir más doctrina, sino tener más contacto directo con el Dios Triuno. No debemos separar la Biblia del Espíritu. En nuestra experiencia, estos dos deben ser uno solo. Si consideramos que la Palabra y el Espíritu son una sola cosa, y tomamos la Palabra por medio de orar ejercitando el espíritu, recibiremos la suministración del Espíritu.
Deseo recalcar el hecho de que cuando oremos, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si queremos caminar, usamos nuestros pies, y si queremos ver usamos nuestro ojos. Siguiendo el mismo principio, si deseamos orar, debemos ejercitar nuestro espíritu. No debemos orar sólo conforme a nuestra mente. Si oramos por medio de ejercitar nuestro espíritu al leer la Palabra, recibiremos el Espíritu.
Antes de que fuéramos regenerados, nuestro espíritu estaba vacío. Pero ahora que hemos nacido del Espíritu, podemos recibir el Espíritu. El propósito de Dios al regenerarnos es que nuestro espíritu funcione para recibir el Espíritu continuamente. El andar cristiano adecuado no es un andar conforme a las doctrinas aprendidas. Es un andar conforme al Espíritu y por medio de la abundante suministración del Espíritu (Fil. 1:19). Día a día y momento a momento debemos abrir nuestro ser al Espíritu y ejercitar nuestro espíritu por medio de invocar al Señor para recibir el Espíritu. Les aseguro que si se torna usted de meramente aprender doctrinas a recibir el Espíritu, verá un cambio en su vida cotidiana. Muchas cosas negativas serán absorbidas y usted será sanado y transformado.
Quienes han estado en el recobro del Señor por muchos años han aprendido las doctrinas y las enseñanzas del recobro. Han adquirido mucho conocimiento. Lo que se necesita no es más doctrina ni más conocimiento, sino recibir más el Espíritu.
Alabamos al Señor porque El es real, viviente, cercano y está disponible. ¡Qué subjetivo es el Dios Triuno para nosotros! Como el Espíritu vivificante, El mora en nuestro espíritu. Recibir el Espíritu continuamente significa darle la libertad de extenderse en nosotros. Conforme ejercitemos nuestro espíritu para orar, haciéndolo por medio de invocar el nombre del Señor y orar-leer la Palabra, respiraremos espiritualmente y recibiremos el Espíritu. Entonces la esencia, el elemento celestial y la divina substancia del Dios Triuno serán añadidos en nuestro ser. Cuando este elemento se extienda dentro de nosotros, creceremos y seremos transformados, y lo negativo en nosotros será eliminado. Cuanto más crezcamos por medio de que el elemento del Dios Triuno sea añadido a nosotros, tanto más funcionaremos en la iglesia y seremos edificados con otros en nuestra localidad como la expresión del Cuerpo de Cristo. Que todos los santos en el recobro del Señor se tornen de recibir simplemente doctrina y conocimiento a recibir el Espíritu.