Mensaje 34
Lectura bíblica: Gá. 5:16-18, 22-25
En Gálatas 4:5 Pablo dice que Dios nos ha redimido a fin de que recibiésemos la filiación. Recibir la filiación significa que nacemos de Dios y así recibimos la vida y la naturaleza divinas. Como hijos de Dios tenemos la vida y la naturaleza de Dios. La regeneración por la cual nacemos de Dios para ser Sus hijos es llevada a cabo por Dios mismo como el Espíritu vivificante. No hay duda de que el Señor Jesús vino para ser nuestro Salvador y para morir en la cruz como nuestro Redentor. Pero la meta de la salvación y de la redención de Dios es introducirnos en la filiación. No sólo hemos sido salvos y redimidos; hasta somos un espíritu con el Señor (1 Co. 6:17) y, como resultado, tenemos la vida y la naturaleza divinas. No somos simplemente uno con Dios de una manera general. En realidad somos un espíritu con El.
Los que creemos en el Señor Jesús no debemos tener una visión baja de nosotros mismos. No somos meramente naturales, físicos y materiales: ¡ahora somos un espíritu con Dios! Si tales palabras no estuvieran escritas en las Escrituras, me sería muy difícil creer que aquellos que originalmente eran sólo criaturas de Dios y que después cayeron hasta llegar a ser pecadores, ahora han venido a ser un espíritu con Dios por medio de la regeneración. ¿Puede usted testificar con plena seguridad que verdaderamente cree que es usted un espíritu con Dios? ¿Ve usted esto desde el punto de vista de la experiencia y también de la doctrina? Todos debemos humillarnos delante del Señor y orar así: “Señor, muéstranos la visión de que somos un espíritu contigo. No estoy satisfecho, Señor, con un simple conocimiento doctrinal de esto. Señor, abre los cielos y hazme ver que ahora soy un espíritu contigo”.
Por un lado, el Señor está en el cielo; por otro, El está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Aunque el Señor ha entrado en nuestro espíritu y habita en nuestro espíritu, muchas veces nosotros mismos no estamos en el espíritu. Muchas veces dejamos al Señor en nuestro espíritu y nos salimos a pasar un tiempo en las cámaras de nuestra mente o de nuestra emoción. Quizás queremos hacer ciertas cosas que no hacen feliz al Señor. En tales ocasiones, nuestra actitud para con el Señor tal vez sea que El debe permanecer en nuestro espíritu y no venir a molestarnos mientras vivimos por un tiempo en nuestra mente o nuestra emoción. Por ejemplo, es posible que algunas hermanas quieran obtener del Señor un permiso para ausentarse por unas cuantas horas a fin de darse vuelo en su deseo de irse de compras. Sin embargo, el Señor nunca está dispuesto a darnos tales permisos, sin importar cuanto negociemos con El al respecto.
En el momento en que fuimos salvos y regenerados, nuestro espíritu se unió con el Señor y vinimos a ser uno con El. Ahora, a pesar de lo que hagamos, no podemos separarnos de ser uno con El en espíritu. Aun si quisiéramos romper esta unión, El Señor no estaría de acuerdo.
Algunas veces los santos jóvenes tal vez digan que necesitan practicar la presencia del Señor y no ir a ciertos lugares o no hacer ciertas cosas para no perder Su presencia. Es posible que ellos piensen que el Señor estará con ellos si van a las reuniones de la iglesia, pero que no será así si van a un cine. Según el concepto de ellos, si se van a un cine, perderán la presencia del Señor. Desde el punto de vista doctrinal esto suena muy bien, pero en realidad no concuerda con la verdad de nuestra experiencia. Si usted fuera a un cine, es posible que la presencia del Señor se haga más obvia para usted que cuando está usted en una reunión. Tal vez usted piense que al irse al cine podrá apartarse del Señor y ser libre. Pero, al contrario de lo que usted esperaba, quizás se dé cuenta de que al estar allí, el Señor le manifiesta Su presencia más que nunca. Cuanto más usted le ruega que le dé la libertad de hacer lo que usted quiera, tanto más prevaleciente se hace Su presencia. Muchos de nosotros podemos testificar que hemos tenido esta clase de experiencia.
Ser salvos es un asunto serio, porque es ser introducidos en unidad con el Señor. Cuando una persona es salva y regenerada, entra en una unión orgánica con el Dios Triuno. Esta unión es real y vital. Como resultado de la salvación y de la redención, el Señor se dispensa en nuestro espíritu y nos hace ser uno con El.
Los cristianos que tienen un trasfondo pentecostés a menudo les preguntan a otros si han recibido el Espíritu. Tal pregunta nunca debe perturbarnos. Siempre y cuando una persona haya sido salva y regenerada, no solamente ha recibido el Espíritu Santo, sino que hasta ha venido a ser un espíritu con el Señor. Por consiguiente, tenemos la base para testificar con confianza que, por ser salvos y regenerados, ahora somos un espíritu con el Dios Triuno. Esta es la revelación divina de la Palabra Santa.
En 3:2 Pablo les pregunta a los creyentes gálatas: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Después, en 3:5, él pregunta: “Aquel, pues, que os suministra abundantemente el Espíritu, y hace obras de poder entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. La pregunta de Pablo indica que los gálatas habían recibido el Espíritu y que Dios les seguía suministrando el Espíritu. Dios estaba suministrando y ellos estaban recibiendo. Se estaba efectuando una transmisión maravillosa y divina.
Si hemos de recibir el Espíritu continuamente, es necesario que ejercitemos nuestro espíritu para orar. En nuestra oración no debemos estar ocupados con asuntos triviales. Por el contrario, debemos abrir nuestro ser a la transmisión divina y debemos recibir la suministración del Espíritu. La vida cristiana no es una vida religiosa o una vida moral, sino una vida donde se es un espíritu con Dios. Siempre que ejercitamos nuestro espíritu para invocar al Señor, experimentamos la transmisión divina, el fluir de la corriente celestial. Por lo tanto, la vida cristiana es una vida de suministrar y recibir. Dios continuamente suministra y nosotros continuamente recibimos de El.
Muchos cristianos de hoy descuidan el crucial asunto de recibir el Espíritu. En vez, se concentran en ayudar a la gente a ser religiosos y éticos. Por esta razón, hay una urgente necesidad de que el Señor tenga un recobro. El recobro del Señor es totalmente diferente de la religión. Con respecto a Cristo, la vida, el Espíritu y la iglesia, el recobro del Señor es uno con la Biblia, pero se aparta de la religión y de la tradición. Con toda seguridad nosotros y el Señor mismo necesitamos el recobro.
El Espíritu que hemos recibido de Dios es la bendición total del evangelio. En 3:13 y 14 Pablo dice que Cristo nos ha redimido de la maldición de la ley para que “en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. En el evangelio no solamente hemos recibido la bendición del perdón, del lavamiento y del limpiamiento; hemos recibido la bendición del Dios Triuno como el procesado y todo-inclusivo Espíritu vivificante. Esta Persona viviente y todo-inclusiva es la bendición. Día a día Dios nos está suministrando esta bendición y nosotros estamos recibiendo esta bendición de Dios. ¡Qué benditos somos! ¡Qué maravillosa bendición estamos disfrutando! Esta bendición única es la Persona todo-inclusiva del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— quien se ha procesado para llegar a ser el Espíritu vivificante que mora en nosotros de una manera muy subjetiva para nuestro disfrute.
Un himno muy conocido nos dice que contemos nuestras bendiciones una por una. En un sentido muy real, no tenemos muchas bendiciones que contar. Tenemos una sola abundante bendición: el Espíritu. Al final del año, es posible que algunos dediquen tiempo a contar todas las bendiciones materiales que recibieron ese año. Pero nosotros simplemente podemos alabar al Señor por la única bendición que es el inmensurable, abundante y todo-inclusivo Dios Triuno, quien se ha procesado para ser el Espíritu vivificante que mora en nosotros.
Yo experimenté esta bendición del Espíritu cuando fui hecho prisionero por el ejército invasor japonés durante la segunda guerra mundial. A diario, durante cuarenta días, fui sometido a pruebas y golpeado. Pero en medio de mi sufrimiento tuve un dulce disfrute del Señor. ¡Cómo disfruté la bendición del Espíritu! El Señor fue tan real y estuvo tan cerca de mí. Era casi como si yo pudiera tocarlo. Recuerdo en particular una noche cuando mi disfrute del Espíritu fue tan real, íntimo y dulce que lloré y dije: “Señor, te alabo porque no solamente estoy aquí por Ti, sino también contigo”. Cuando hube dicho esto, tuve la clara sensación de que el Señor estaba en prisión conmigo. ¡Ese disfrute del Espíritu fue indescriptible! Debido a que el Señor estaba tan cercano y era tan agradable, la prisión llegó a ser el Lugar Santísimo. Verdaderamente el Espíritu, el Dios Triuno procesado, es nuestra bendición.
Después de referirse al Espíritu todo-inclusivo, Pablo prosigue con lo siguiente: “Digo, pues: Andad por el Espíritu y así jamás satisfaréis los deseos de la carne” (5:16). En 5:25 él continúa: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Muchos cristianos no tienen un entendimiento práctico de lo que significa andar por el Espíritu. Andar significa vivir y existir. Pero en el versículo 25 parece que Pablo hace una diferencia entre vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu. Vivir por el Espíritu es una cosa, y andar por el Espíritu es otra. En el versículo 25 la palabra griega que se traduce “si” en realidad significa “puesto que”. Esta aseveración de Pablo no es una suposición; es un hecho. Puesto que vivimos por el Espíritu, debemos también andar por el Espíritu.
Debemos ver la diferencia que existe entre vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu. La palabra griega traducida “vivimos” en el versículo 25, en realidad significa tanto tener vida como vivir. En otra parte Pablo dice que el justo vivirá por la fe (Ro. 1:17). El verdadero significado de lo que Pablo dijo es que el justo tendrá vida y también vivirá por la fe.
Algunos tal vez piensen que lo que Pablo dijo acerca de vivir por el Espíritu se refiere solamente a nuestra experiencia durante la regeneración. Según este modo de entender, cuando fuimos regenerados recibimos vida y comenzamos a vivir. Sin embargo, nada que se relacione con la vida puede ser de una vez por todas. Usted puede aprender alguna cosa en particular, por ejemplo, a sumar y restar, de una sola vez, pero usted no respira, come o bebe una sola vez y ya. Usted puede graduarse de la escuela, pero no puede graduarse de respirar, beber y comer y aún seguir viviendo. Usted no puede decir que debido a que ya ha tomado muchos alimentos, ya no tiene necesidad de comer. En los asuntos relacionados con la vida, no puede haber graduación. Graduarse de la vida significa morir. Todos los asuntos de la vida deben ser continuos y deben experimentarse una y otra vez. Por consiguiente, lo que Pablo dice en 5:25 acerca de vivir no se limita a nuestra experiencia inicial de la regeneración, sino que se aplica a nuestra vida diaria. Diariamente debemos tener vida y vivir.
En la experiencia, vivir por el Espíritu es recibir el Espíritu por medio de inhalarlo. Por lo tanto, las palabras “puesto que vivimos por el Espíritu” significan “puesto que recibimos el Espíritu”. En el himno de A. B. Simpson acerca de respirar el Espíritu, la estrofa uno dice:
Obtengo de Ti mi vida, Cada instante al respirar; Inhalando, inhalando, Tú en mí te infundirás.
Hymns, #255
A. B. Simpson comprendía la necesidad de inhalar el Espíritu continuamente. Inhalar el Espíritu es recibir el Espíritu. Esto es tener vida y vivir.
Si deseamos recibir el Espíritu de esta manera, debemos abrir nuestro ser, ejercitar nuestro espíritu e invocar al Señor. Esto requiere que oremos sin cesar. Si recibimos el Espíritu tendremos vida y viviremos. En nuestra vida diaria debemos recibir continuamente el Espíritu por medio de respirarlo. Sin embargo, no son muchos los cristianos que tienen una vida diaria como ésta. No son muchos los que tienen vida y viven por medio de recibir el Espíritu continuamente. Pero le damos gracias al Señor que en Su recobro estamos aprendiendo a recibir el Espíritu. Los animo a todos ustedes a que tengan contacto con el Señor momento a momento para recibir el Espíritu. Cuanto más recibamos el Espíritu tanto más tendremos vida y viviremos. Por experiencia personal puedo testificar que mi disfrute del Espíritu ha ido aumentando y mejorando. Día a día recibo el Espíritu y así tengo vida y vivo.
Un ejemplo práctico de lo que significa andar por el Espíritu se encuentra en la vida matrimonial. Es fácil que una pareja de casados, quienes se conocen muy bien, tengan discusiones. Es posible que el marido señale las faltas de la esposa, y que la esposa responda señalando a su vez las fallas del marido. Cuando marido y mujer discuten de esta manera, ciertamente no están andando por el Espíritu. Tal vez algún tiempo antes hayan ejercitado su espíritu para tener contacto con el Señor y para recibir el Espíritu por medio de inhalarlo. Sin embargo, al hablar entre sí, ya no están recibiendo el Espíritu. Debido a que dejaron de recibir vida, no andan por el Espíritu. En vez, andan conforme a la carne. La mejor manera de que marido y mujer sean rescatados de discutir es ejercitar el espíritu. El marido debería decir: “Señor, estoy ejercitando mi espíritu para discutir con mi mujer. Señor, te invoco y te pido que seas un espíritu conmigo a fin de que pueda discutir con ella”. ¿Piensa usted que un hermano podría discutir con su mujer si orase de esta manera? Por supuesto que no. En vez de discutir, él recibiría vida, y su deseo de discutir con su mujer quedaría muerto. Puesto que vivimos por el Espíritu, debemos andar por el Espíritu. Puesto que un marido y su mujer ejercitan su espíritu para recibir el Espíritu, también deben andar por el Espíritu en su vida matrimonial. Entonces, en lugar de discusiones, habrá alabanzas.
Por años he tratado de entender las palabras de Pablo en 5:25 acerca de vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu. Poco a poco, tomando en cuenta mi experiencia a la luz de la Palabra, me di cuenta de que necesitamos ejercitar nuestro espíritu continuamente para recibir el Espíritu. Momento a momento necesitamos invocar al Señor y orar a fin de que tengamos vida y vivamos. Lo primero que se necesita es recibir vida y vivir. Como hemos señalado, recibimos el Espíritu por medio de respirar. Una vez que tengamos vida por medio de recibir el Espíritu, entonces podremos andar por el Espíritu. Podremos actuar y hablar por el Espíritu.
Andar por el Espíritu producirá transformación, es decir, producirá un cambio metabólico en nuestro ser. Tal cambio no es resultado de nuestra corrección o ajuste exteriores. Si usted intencionalmente trata de comportarse como hijo de Dios, estará actuando religiosamente. Tal vez usted piense de esta manera: “Debo mantener mi posición de hijo de Dios. Esto significa que no debo discutir con mi esposa”. Esto es religioso. Lo que necesitamos es vivir por el Espíritu y después andar por el Espíritu. Esto no es un ajuste exterior, sino una transformación metabólica interna. Además, esto no tiene nada que ver con la religión, porque se trata por completo de un cambio orgánico en nuestro ser. Cuando vivimos por el Espíritu y andamos por el Espíritu, Dios es manifestado espontáneamente en nuestra vida y es expresado por medio de nosotros. Entonces, en un aspecto real y práctico, somos hijos de Dios que viven por la vida de Dios y andan por esta vida.
Momento a momento necesitamos inhalar la vida divina. entonces, en vez de actuar por nosotros mismos y de andar conforme a la carne, haremos todo por medio del Espíritu, el cual recibimos mediante respirarlo. Nuestra presente necesidad es poner en práctica el asunto de recibir el Espíritu y de andar por el Espíritu. Esto no es religión ni ética. Esto es experimentar el Espíritu viviente.
Si andamos por el Espíritu por medio de recibir el Espíritu, la carne será automáticamente crucificada (5:24). La carne no tendrá terreno en nosotros porque continuamente recibimos el Espíritu. Cuando andemos por el Espíritu, Cristo será magnificado en nuestra vida diaria. La carga de Pablo al escribirles a los distraídos creyentes gálatas era hacerlos volver a este andar por el Espíritu. Esto no es un asunto de religión o ética, sino de vivir y andar por el Cristo que, como Espíritu vivificante, mora en nuestro espíritu. Cuando inhalamos de El, recibimos el Espíritu. Después podemos andar por este Espíritu.
El resultado de andar por el Espíritu será el fruto del Espíritu. En los versículos 22 y 23 Pablo menciona nueve aspectos del fruto del Espíritu, pero el hecho de que diga “tales cosas” indica que existen más aspectos aparte de estos nueve. Pablo menciona nueve aspectos como ejemplo.
El fruto del Espíritu es el resultado de andar por el Espíritu. No existe necesidad de que nos esforcemos por amar, por mantener la paz o por regocijarnos. En realidad, no existe necesidad de que nos esforcemos por poseer ninguna de las virtudes cristianas. Más bien, simplemente necesitamos vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu. Entonces el fruto del Espíritu se manifestará automáticamente. Mientras andamos por el Espíritu, el fruto del Espíritu se manifestará en muchos aspectos: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. A los maridos no les faltará amor por sus esposas y a las esposas no les faltará sumisión. No habrá escasez de ninguna virtud.
Las virtudes cristianas no son obras; son diferentes aspectos de la expresión del único fruto vivo, el cual es producido al andar por el Espíritu. En Su recobro, el Señor desea ver la expresión de ese fruto viviente. A esto se debe que no tengamos confianza en regulaciones exteriores. Si tratamos de regularnos a nosotros mismos en vez de andar por el Espíritu, haremos de la vida de la iglesia una religión. Sin embargo, la iglesia no es una organización; la iglesia es un organismo que vive y crece. Un organismo no tiene necesidad de regulaciones exteriores. ¿Acaso usted necesita ordenarle a sus ojos que vean o a sus oídos que oigan? ¡De cierto no es así! Debido a que el cuerpo físico es un organismo, los ojos y los oídos funcionan automáticamente. Del mismo modo, la iglesia es un organismo que funciona espontáneamente en vida. Si tenemos necesidad de regulaciones, tiene que ser que estamos escasos de vida, escasos del Espíritu.
Le agradecemos al Señor que, por Su gracia y misericordia, estamos recibiendo cada vez más el Espíritu. Tengo la certeza de que un buen número de santos están aprendiendo a andar por el Espíritu. En muchos casos, marido y mujer se están volviendo al espíritu cuando se ven tentados a discutir. En lugar de entrar en discusión, ejercitan su espíritu para alabar al Señor. Otros saben lo que significa ser restringidos por el Espíritu al ir de compras. Algunas veces, estando en camino a una tienda de departamentos, han tenido el sentir por parte del Espíritu de que debían volver a casa. ¡Qué misericordia del Señor poder andar por el Espíritu de esta manera! Otros pueden testificar que debido a que andaban en el Espíritu, pudieron hacer a un lado su propia preferencia en ciertos asuntos. Es verdad que perdieron su preferencia, pero a cambio recibieron el gozo del Señor.
Muchas veces he estado listo para hacer algo, sólo para verme limitado por el Señor. Cuando he obedecido y he seguido al Espíritu, he tenido gozo. Además, al leer la Biblia, la he encontrado llena de luz. Pero también puedo testificar que cuando he tratado de leer la Biblia luego de estar en desacuerdo con el guiar del Espíritu, la Biblia se ha vuelto opaca. Puesto que recibimos el Espíritu y así tenemos vida y vivimos, debemos andar por el Espíritu.
Andar por el Espíritu es el modo de crecer, disfrutar al Señor y desarrollar las funciones apropiadas para la edificación del Cuerpo. Hoy día el recobro del Señor debe caracterizarse por este modo de vivir y andar que es por el Espíritu. Esto hará una diferencia entre el recobro del Señor y cualquier clase de religión. El Dios Triuno procesado ahora vive en nosotros como el Espíritu todo-inclusivo. Por consiguiente, vivamos por El y andemos por El.