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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Gálatas»
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Mensaje 35

SEMBRAR PARA EL ESPIRITU A FIN DE SEGAR VIDA ETERNA

  Lectura bíblica: Gá. 6:7-10

EL PUNTO CENTRAL DE GALATAS

  El enfoque del libro de Gálatas es que Cristo reemplaza a la ley. Dios no tiene la intención de mantener a Su pueblo bajo la ley. Su intención es dispensarles Cristo. Por lo tanto, Cristo, como el centro de la economía de Dios, debe remplazar a la ley. Debido a que los judaizantes usaron la ley indebidamente, la epístola a los gálatas fue escrita con el fin de revelar que Cristo es lo que reemplaza a la ley. Es verdad que la ley fue dada con un propósito específico, pero Dios no tenía ninguna intención de que la ley permaneciera. Cristo vino para reemplazar la ley consigo mismo. Este es el punto central de Gálatas.

  En el capítulo uno Pablo muestra que a Dios le agrada revelar a Su Hijo, Jesucristo, en nosotros (1:15-16). En el capítulo dos vemos que en nuestra vida debemos expresar a este Cristo, no la ley (2:19-21). Dios no quiere que nos ocupemos en guardar la ley y seamos distraídos de vivir a Cristo. Conforme a lo que satisface Su corazón, El ha revelado a Su Hijo en nosotros para que nosotros le vivamos. Los puntos cruciales de los capítulos uno y dos son que el Hijo de Dios ha sido revelado en nosotros y que nosotros debemos vivirle a El.

EL CONTRASTE ENTRE LA CARNE Y EL ESPIRITU

  En los capítulos tres y cuatro Pablo nos muestra cómo podemos experimentar a Cristo y cómo podemos disfrutarlo. Cristo es Aquel que es revelado como el centro de la economía de Dios. Pero en nuestra experiencia, El es el Espíritu. Esta es la razón de que, a partir del capítulo tres, Pablo hable del Espíritu una y otra vez. En 3:2 él les pregunta a los gálatas si habían recibido el Espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe. Después, en cierto tono de reprensión, les pregunta en el versículo siguiente: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?” Aquí vemos el contraste entre el Espíritu y la carne. Esto es un poco diferente de 2:20, donde vemos un contraste entre Cristo y el “yo”. El Espíritu mencionado en el capítulo tres es la misma realización del Cristo que se menciona en el capítulo dos y la carne es el “yo” en nuestra experiencia. Desde un punto de vista doctrinal, podemos decir que nuestro problema es el “yo”, el ego, pero en la experiencia, nuestro problema es la carne, la cual es la totalidad de nuestro ser caído. Tal vez nos resulte fácil testificar en las reuniones de la iglesia que no somos nada sino carne. Pero en nuestra vida diaria no es fácil admitir que somos carne. A los ojos de Dios, el hombre caído no es otra cosa que carne. A partir del capítulo tres y continuando hasta el capítulo seis, Pablo hace un contraste entre el Espíritu y la carne.

  Gálatas 4:29 dice: “Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora”. En este versículo vemos dos categorías de personas: los que han nacido según la carne, y los que han nacido según el Espíritu. Por ser salvos, pertenecemos a las dos categorías. Por un lado, somos hijos que han nacido según la carne; por otro, somos hijos que han nacido según el Espíritu. Dentro de nosotros tenemos dos elementos, dos naturalezas: el Espíritu y la carne. Estos dos elementos hacen que seamos dos clases de hijos.

  El contraste entre la carne y el Espíritu continúa en el capítulo cinco con el contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu (5:19-23). En 5:17 se nos dice: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne”. El Espíritu y la carne nunca pueden obrar juntos ni estar de acuerdo entre sí.

DOS CLASES DE SIEMBRAS

  Por último, en el capítulo seis tenemos el contraste entre dos clases de siembras: el sembrar para la carne y el sembrar para el Espíritu (6:7-8). Por un lado, podemos sembrar para la carne para que se cumpla el propósito de la carne. Por otro lado, podemos sembrar para el Espíritu, tomando el Espíritu como nuestra meta. En el capítulo tres, el Espíritu es principalmente para que tengamos vida eterna. En el capítulo cuatro, el Espíritu es para que nazcamos de Dios. En el capítulo cinco, el Espíritu es para que vivamos y andemos. Aquí, en el capítulo seis, el Espíritu es nuestra meta, nuestro blanco. En los primeros dos capítulos de Gálatas tenemos la revelación con respecto a Cristo como el punto central de la economía de Dios, pero en los últimos cuatro capítulos tenemos el Espíritu en nuestra experiencia. Ya hemos abarcado hasta cierto punto los aspectos del Espíritu para la vida, el nacimiento y el andar. En este mensaje debemos considerar el asunto de que el Espíritu es nuestro blanco. Esto tiene mucho que ver con el sembrar para el Espíritu.

  En 6:8 Pablo dice: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Es muy importante que entendamos lo que Pablo quiere decir con la palabra “sembrar”. Por causa de su experiencia en la vida humana y por lo que él había aprendido, y también por causa de la revelación que recibió de Dios, Pablo tenía un entendimiento cabal de la vida humana. Su uso de la palabra sembrar en 6:8 señala el verdadero significado de la vida humana. Conforme a la comprensión de Pablo, la vida humana es un proceso de sembrar. Día tras día estamos sembrando. Sembramos por lo que decimos y por lo que somos.

  Sembrar es hacer algo que crecerá y finalmente será cosechado. En nuestra vida diaria constantemente estamos haciendo cosas que crecerán y producirán una cosecha. Hasta lo que decimos contiene semillas que caerán en un terreno particular, crecerán y producirán una cosecha que hemos de segar algún día. No debemos pensar que nuestras palabras o acciones no tendrán fruto o resultado. Por el contrario, todo lo que decimos y hacemos tiene que ver con una siembra de semillas.

  ¿Se da cuenta de que está usted sembrando todo el día? Usted siembra cuando está contento y también cuando está triste. Cuando está calmado y cuando está enojado, cuando está alabando al Señor y cuando está quejándose. Siempre que usted habla chismes o critica, está usted sembrando. Siembra usted al cantar y también al regañar a sus hijos. La vida humana es una vida de sembrar, una vida de hacer cosas que crecerán y producirán una cosecha.

  La gente siembra aunque no se dé cuenta de ello y aunque no tenga la intención de hacerlo. Tal vez usted no tenga la intención de que algo negativo crezca y produzca una cosecha desastrosa. Pero mientras usted siembre, habrá una cosecha. Las personas que no son salvas no se dan cuenta de que su vida de sembrar a la larga hará que cosechen la muerte y el lago de fuego. No importa cual sea la intención de usted, siempre y cuando siembre, cosechará, y segará aquello que ha sembrado. No debe sorprendernos que cosechemos algo, porque esa cosecha proviene de esa particular clase de siembra. Una persona no debe sorprenderse si siembra soya y cosecha soya en vez de maíz. Si tal persona ha sembrado soya, no debe esperar cosechar maíz ni ninguna otra clase de cosecha que no sea soya. Debemos ser impresionados con el hecho serio de que lo que sembremos volverá a nosotros.

  Estoy muy preocupado de que muchos creyentes no se dan cuenta de que su vida es una vida de sembrar. Lo que seamos, a donde vayamos y cualquier cosa que digamos o hagamos es una siembra. En particular, sembramos por lo que hablamos. A la larga, seremos los primeros en cosechar las cosas negativas que hayamos sembrado. Incluso al tratar de saber los asuntos de los demás es posible que sembremos semillas de muerte. Como resultado de que hayamos sembrado tales semillas, en nuestras propias vidas y en la iglesia entrará muerte. Primero, nosotros seremos víctimas de esa muerte. Después la muerte se extenderá a otros. Es mejor no conocer los asuntos de otras personas. Cuanto más sepamos, más semillas tendremos para sembrar. Aunque es peligroso recaudar información respecto a otros, algunos santos hasta podrían ser llamados centros de información. Estos santos pueden proveer información tocante a muchas personas y lugares. Poseer tal información abre el camino para sembrar semillas de muerte. Por experiencia propia he aprendido que es mejor no saber demasiado. Aunque estoy en la iglesia en Anaheim, puedo testificar verdaderamente que respecto a la iglesia hay muchas cosas que desconozco y que no quiero conocer. Cuanto menos información poseo, menos semillas tengo para sembrar. Las semillas de información respecto a santos e iglesias no son semillas de vida, sino semillas de muerte. Si usted siembra esta clase de semillas, cosechará la muerte que ha usted sembrado.

  La palabra “sembrar” en realidad equivale a vivir. Tener cuidado de cómo sembramos es tener cuidado de cómo vivimos. Repito, sembrar produce un resultado. Esta es la razón de que Pablo nos advirtiera que tuviéramos cuidado de cómo sembramos.

  Si sembramos para la carne, de la carne segaremos corrupción, pero si sembramos para el Espíritu, del Espíritu segaremos vida eterna. En 6:8 la carne esta en contraste con el Espíritu y la corrupción está en contraste con la vida eterna. Sólo existen estas dos clases de sembrar y estas dos clases de segar. No hay neutralidad, no existe una tercera clase de cosecha. Sin duda alguna, la corrupción incluye la muerte. Sembrar para la carne siempre producirá una cosecha de corrupción, mientras que sembrar para el Espíritu siempre producirá una cosecha de vida eterna.

TOMAR EL ESPIRITU COMO NUESTRA META

  Las palabras de Pablo firmemente indican que debemos tomar una decisión con respecto a nuestro blanco o meta. ¿Será la carne nuestro blanco, o lo será el Espíritu? En 6:8 Pablo habla de sembrar para la carne y para el Espíritu. La preposición griega que se traduce “para” significa “con miras a” o “que resulta en”. Sembrar para la carne significa sembrar con miras a cumplir el propósito de la carne. Esto es tener la carne como meta. Pero sembrar para el Espíritu es sembrar con miras a cumplir el propósito del Espíritu. Esto es tener el Espíritu como meta. El Espíritu no sólo debe ser nuestra vida y nuestro andar, sino también la meta de nuestra vida. No existe terreno neutral entre la carne y el Espíritu. Nuestra meta puede ser la carne o el Espíritu. No puede ser ninguna otra cosa.

  De distinta manera, tanto la carne como el Espíritu son todo-inclusivos. La carne incluye todo lo que no sea del Espíritu. Los chismes, las críticas, andar de compras de manera mundana y leer el periódico fuera del control del Espíritu son aspectos de la carne. ¿Quiere usted tomar la carne como meta? ¿Cuál es la meta de su vida en la tierra? Tengo la esperanza de que todos ustedes podrán decir que su meta es el Espíritu todo-inclusivo. Sembrar para el Espíritu incluye invocar el nombre del Señor, orar, ministrar Cristo a otros y tener comunión en vida a fin de que otros sean edificados. También sembramos para el Espíritu cuando usamos nuestro dinero para el propósito del Señor. Si sembramos para el Espíritu, tomando el Espíritu como nuestra meta, no iremos de compras de manera mundana. En vez de eso, nuestra acción de comprar será gobernada por el hecho de que hemos escogido tomar al Espíritu como nuestra meta. Si el Espíritu es nuestra meta, entonces todo lo que tenga que ver con nuestra vida diaria será con miras a esa meta.

  La carga de Pablo en el libro de Gálatas era revelar a Cristo de tal manera que El fuera no solamente el punto central de la economía de Dios, sino también el punto central de nuestro andar cotidiano. Dios ha revelado a Cristo en nosotros y ahora es necesario que nosotros le vivamos a El. Esta es la revelación presentada en los primeros dos capítulos. Como hemos visto, Pablo pasa a señalar cómo podemos experimentar a tal Cristo. Si queremos experimentar a Cristo, debemos tomar al Espíritu como nuestra vida. Esto requiere que tengamos un nacimiento divino. Entonces andaremos por el Espíritu y tomaremos al Espíritu como nuestra meta. No somos personas carentes de propósito que vaguen por ahí sin una meta. Tenemos una meta clara: el Espíritu. Si el Espíritu es nuestra meta, todo lo que tenga que ver con nuestra vida diaria tendrá significado. El modo en que nos vistamos, el modo en que arreglemos nuestra habitación, a dónde vayamos y hasta lo que comamos vendrá a ser el sembrar para el Espíritu. Cuando el Espíritu es nuestra meta, vivimos en la tierra con miras a esa meta. Sin embargo, si permitimos que la carne sea nuestra meta, a la larga segaremos corrupción. Tal corrupción no sólo nos afectará a nosotros, sino también a nuestra familia y hasta a nuestros descendientes. En Su gracia, el Señor desea ayudarnos a que tomemos al Espíritu como nuestra meta. La manera en que le hablemos a otros, la manera en que gastemos nuestro dinero y cada aspecto de nuestra vida debe ser con miras a esta meta.

  Jóvenes, los animo a que adopten la decisión de tomar el Espíritu como meta. Yo hasta les sugeriría que hicieran un voto respecto a esto delante del Señor. Tal vez ustedes quieran decir: “Señor, pongo al cielo y la tierra por testigos de que hago un voto de tomar al Espíritu todo-inclusivo como mi meta. Quiero que todo lo que yo diga y haga tenga esta meta. Señor, no quiero sembrar nada que resulte en corrupción para mí o para otros. Quiero sembrar para el Espíritu y segar vida eterna. Quiero que todo lo que yo haga sea con miras al Espíritu”.

LA FAMILIA DE LA FE

  En 6:10 Pablo dice: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Que Pablo mencione la familia de la fe inmediatamente después de hablar acerca del asunto de sembrar indica que nuestro sembrar afecta a la familia de la fe, la cual incluye a todos los creyentes de la tierra. Lo que siembre usted hoy tendrá un efecto en la familia de la fe. No crea, por ejemplo, que el modo en que usted se corta el cabello no tiene ninguna importancia. Al cortarse el cabello usted siembra, ya sea para la carne para segar corrupción o para el Espíritu para segar vida eterna. Además, lo que usted siembra tiene un efecto en los santos y hasta en la iglesias. Si usted siembra para el Espíritu, el resultado será un suministro de vida para las iglesias. Si podemos ver esto, con seguridad desearemos tomar al Espíritu como nuestra meta y desearemos vivir para esa meta. Tengo la certeza de que si vivimos para el Espíritu por medio de sembrar para el Espíritu, segaremos una cosecha de vida eterna. Esto será de gran beneficio para nosotros mismos, para nuestra familias, para los santos que nos rodean y hasta para todas las iglesia de la tierra.

  Si recibimos gracia del Señor para vivir a Cristo, sembraremos para el Espíritu y tomaremos al Espíritu como nuestra meta. El resultado será vida eterna. En vez de causar corrupción, podremos ministrar el suministro de vida a las personas con quienes tengamos contacto directamente. Además, debido a que habremos estado sembrando para el Espíritu, hasta aquellos que sólo indirectamente tengan contacto con nosotros recibirán algo de vida. No es necesario que tratemos deliberadamente de llevar a cabo una obra para el Señor. Si vivimos para la carne, lo que hagamos como obra cristiana no tendrá resultado. Lo que cuenta no es nuestra obra, sino nuestra siembra.

  Cada detalle de nuestra vida es importante porque es parte de nuestra siembra. Si sembramos para el Espíritu en todas las pequeñeces de nuestra vida diaria, tendremos una vida que es para el Espíritu. El fruto de esta clase de vida es vida eterna. Cuando nuestra meta es el Espíritu, llegamos a ser un suministro de vida para otros.

UNA META GLORIOSA

  Una vez más digo que los creyentes no carecemos de meta. Tenemos una meta, un blanco que nos controla y nos dirige. Todo lo que hacemos, lo hacemos con miras a esta meta. Al concluir la epístola a los gálatas, Pablo nos encarga que sembremos para el Espíritu, que vivamos para el Espíritu y que hagamos todo con miras al Espíritu. Como hijos de Dios, es necesario que tomemos al Espíritu como nuestra meta única y eterna. Los exhorto a que tomen al Espíritu como su meta en la vida para que sean ustedes de los que suministran vida a otros. Díganle al Señor: “Señor, de ahora en adelante mi meta es el Espíritu y solamente el Espíritu. Estoy tan contento de que tengo esta meta. Mi vida tiene significado porque tengo una meta que me dirige y me controla en todo”. El Señor está haciendo un llamado en Su recobro para que tomemos al Espíritu como nuestra meta y para que vivamos para El en todo a fin de que haya una cosecha de vida eterna. ¡Qué maravilloso que tengamos en la vida una meta tan gloriosa!

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