Mensaje 38
Lectura bíblica: Gá. 5:16, 22-23, 25; 6:15-16; 3:2-3, 5, 14; 4:6, 29; Ro. 6:4; 8:4; 4:12; Fil. 3:16-18
En este mensaje hablaremos de que existen dos clases de andar por el Espíritu. En 5:16 Pablo dice: “Digo, pues: Andad por el Espíritu y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. Gálatas 5:25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Como veremos, en estos dos versículos Pablo usa dos distintas palabras griegas para decir “andar”.
Por muchos años procuré entender 5:25, donde Pablo habla, por un lado, de vivir por el Espíritu y, por otro lado, de andar por el Espíritu. No sabía la diferencia que existe entre vivir y andar. A mí me parecía que el andar incluía el vivir. A la larga pude ver que vivir por el Espíritu tiene que ver primero, con tener vida y luego, con vivir. Nacer es algo que se hace una sola vez, pero tener vida y vivir no es así. Por el contrario, esto último es un asunto de toda una vida, porque constantemente estamos recibiendo vida a fin de vivir. Por ejemplo, para seguir viviendo necesitamos respirar momento a momento. No es suficiente que respiremos solamente al nacer. Del mismo modo, para vivir necesitamos recibir vida momento a momento. Vivir por el Espíritu consiste, por lo tanto, en tener vida y después vivir. Una vez que tenemos vida y vivimos, podemos andar, es decir, podemos vivir de una manera particular.
Conforme consideramos las dos clases de andar por el Espíritu, al andar mencionado en 5:16 lo llamaremos primer tipo, y al mencionado en 5:25 lo llamaremos segundo tipo. La palabra griega traducida “andar” en el versículo 16 es peripatéo, que significa tener nuestro ser en, comportarse, ordenar nuestra manera de vida y pasearse. Se usa con respecto a la vida diaria ordinaria. Denota un habitual y común andar cotidiano. Esta interpretación de andar por el Espíritu se ve confirmada por los versículos 22 y 23, donde Pablo habla del fruto del Espíritu. Los varios aspectos del fruto del Espíritu que se mencionan en estos versículos no son cosas raras; son aspectos de nuestra vida cotidiana ordinaria. Por consiguiente, el andar del que se habla en el versículo 16 es nuestro habitual y común andar cotidiano.
La palabra griega que se traduce “andar” en el versículo 25, stoicéo, tiene un significado muy diferente. Se deriva de una raíz que significa colocarse en línea. Podemos usar como ejemplo la manera en que el tráfico se mueve en carriles específicos en una autopista. Por lo tanto, la palabra griega que aquí se traduce “andar” significa andar en línea. También significa marchar en fila militar. Andar de esta manera, como soldados marchando en fila militar, requiere que marquemos el paso.
Conforme comparamos estas dos clases de andar, vemos que el segundo tiene más regulación que el primero. En la segunda manera de andar, tenemos que andar como un ejército y marcar el paso, mientras que en la primera clase de andar tenemos la libertad de pasear. Sin embargo, ambas clases de andar, el andar común y ordinario así como el andar en línea o en fila militar, son llevados a cabo por medio del Espíritu.
La misma palabra griega que se traduce andar en 5:25 es usada en otras partes del Nuevo Testamento. En Romanos 4:12 Pablo habla de los que “siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham cuando era incircunciso”. El andar aquí mencionado no es el andar ordinario, sino el andar que es regulado, es decir, un andar efectuado en una línea definida. En este caso, el andar sigue las pisadas de “la fe que tuvo nuestro padre Abraham”. Por consiguiente, el andar mencionado en Romanos 4:12 no es un andar común y ordinario, sino un andar definido y particular, un andar que sigue los pasos de la fe de Abraham. Pablo tuvo el concepto de que la fe de Abraham era una línea en la cual nosotros deberíamos andar y seguir los pasos de Abraham.
En otra parte del libro de Romanos Pablo usa la palabra griega que se refiere al primer tipo de andar. Tal palabra se usa en Romanos 6:4, donde Pablo dice que “también nosotros andemos en novedad de vida”. También se encuentra en Romanos 8:4, donde Pablo habla de andar, no conforme a la carne, sino conforme al espíritu. El tipo de andar que se menciona en estos versículos es el andar común y ordinario de los creyentes.
En Filipenses 3:16 Pablo habla del segundo tipo de andar: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. Aquí Pablo usa la palabra griega stoicéo para denotar un andar llevado a cabo ordenadamente en línea o fila militar. Sin embargo, en Filipenses 3:17 y 18 él usa la palabra griega que significa el primer tipo de andar, y se refiere al andar común y ordinario: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo”. La manera en que Pablo usa las dos distintas palabras griegas que significan andar, indica claramente que en el Nuevo Testamento hay dos clases de andar por el Espíritu.
A fin de entender más adecuadamente las dos clases de andar por el Espíritu, debemos ver que el libro de Gálatas está muy enfocado en el Espíritu. La simple expresión “el Espíritu” es profunda. Esta expresión se encuentra en Juan 7:39: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Este versículo dice que antes de que Jesús fuese glorificado, “aún no había venido el Espíritu”. Por años tuve dificultades para entender esto. Según Génesis 1:2, el Espíritu de Dios ya existía y se movía sobre la faz de las aguas. Además, en el Antiguo Testamento se nos dice muchas veces que el Espíritu del Señor o el Espíritu de Jehová venía sobre cierta persona. Más aún, cuando el Señor Jesús estaba a punto de ser concebido en el vientre de María, se nos dice que el Espíritu Santo vendría sobre ella (Lc. 1:35). Todo esto indica claramente que el Espíritu de Dios ya existía antes de lo mencionado en Juan 7:39. Para resolver el problema producido por este versículo, los traductores de la versión King James agregaron la palabra “dado” en letras cursivas después de las palabras “aún no”. Según su modo de entender, el escritor de este versículo estaba diciendo que aún no había sido dado el Espíritu. No obstante, el hecho sigue siendo que, según la manera en que la Biblia en realidad fue escrita, no según la manera en que fue alterada en la traducción, Juan 7:39 dice que el Espíritu todavía no era porque Jesús no había sido aún glorificado.
En sus epístolas, Pablo usa la expresión “el Espíritu” varias veces, especialmente en el libro de Gálatas. De hecho, en Gálatas Pablo ni siquiera una vez habla del Espíritu Santo, aunque frecuentemente hace referencia a “el Espíritu”. Existe una gran diferencia entre el uso de la expresión “el Espíritu Santo” y la expresión “el Espíritu”. En Génesis 1:2 el Espíritu de Dios se menciona en relación a la creación. Más adelante, el Espíritu del Señor o el Espíritu de Jehová se usa con respecto a la relación entre Dios y Su pueblo. La expresión Espíritu Santo no se usa sino hasta el Nuevo Testamento. (En los lugares donde esta expresión se usa en el Antiguo Testamento según la versión King James, el Hebreo debería haber sido traducido “Espíritu de Su santidad”.) Se habla del Espíritu Santo en relación con la concepción de Jesús porque la intención de Dios era producir alguien que es santo. Por consiguiente, usando a la humanidad como materia prima, el Espíritu Santo estaba a punto de producir algo santo. La expresión “el Espíritu” se usa para referirse al Espíritu de Dios sólo después de la resurrección de Cristo.
En el Antiguo Testamento, el aceite santo de la unción tipifica al Espíritu. Este ungüento era un compuesto formado por la mezcla de aceite de oliva con cuatro especias (Ex. 30:22-33). Estas especias representan aspectos de la muerte y la resurrección de Cristo. El hecho de que cuatro especias fueran compuestas junto con aceite de oliva indica que la humanidad, la muerte y la resurrección de Cristo han sido compuestas en el Espíritu de Dios para formar el Espíritu compuesto. Este Espíritu compuesto es el Espíritu del que se habla en el Nuevo Testamento. Antes de que el Señor Jesús fuera glorificado, tal Espíritu compuesto todavía no “había venido”. Pero después de Su resurrección, Su muerte y Su resurrección fueron mezcladas con el Espíritu de Dios para formar el Espíritu, el Espíritu compuesto que incluye no sólo la divinidad, sino también la humanidad, la eficacia de la muerte de Cristo, y el poder de Su resurrección. Por lo tanto, después de la resurrección del Señor Jesús, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová, el Espíritu Santo, es ahora el Espíritu, el Espíritu todo-inclusivo.
En los tiempos de Génesis 1, el Espíritu de Dios no incluía la humanidad, sino sólo la divinidad. El Espíritu de Dios no vino a ser el Espíritu compuesto sino hasta después de la resurrección de Cristo de entre los muertos. Ahora el Espíritu incluye la divinidad, la humanidad, la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de Su resurrección. ¡Qué rico y todo-inclusivo es hoy el Espíritu!
El Espíritu como el Espíritu compuesto y todo-inclusivo es la consumación máxima del Dios Triuno. Nuestro Dios es Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Todo buen estudiante de la Biblia estará de acuerdo en que las tres Personas de la trinidad deben ser consideradas como distintas; sin embargo, no podemos decir que sean separadas. Decir tal cosa es una herejía. Cuando el Hijo vino a la tierra, El no dejó al Padre en los cielos. Por el contrario, cuando el Hijo vino, el Padre vino con El. En el evangelio de Juan, el Señor Jesús dice que el Hijo vino de con el Padre (Jn. 6:46, gr.). Cuando el Hijo vino del Padre, El vino con el Padre. Por esta razón, el Señor Jesús dijo que El nunca estaba solo, porque el Padre siempre estaba con El (Jn. 8:29). Además, en el evangelio de Juan también se nos dice que el Hijo enviaría al Espíritu de con el Padre (Jn. 15:26, gr.). No podemos separar al Hijo y al Padre, ni tampoco podemos separar del Padre y del Hijo al Espíritu.
La respuesta que el Señor le dio a Felipe cuando éste le pidió que les mostrase el Padre, nos da un ejemplo de esto. Felipe le dijo a El: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Jn. 14:8). El Señor Jesús contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: muéstranos el Padre?” (v. 9). En los versículos 16 y 17 el Señor Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora en vosotros, y estará en vosotros”. Notemos que en el siguiente versículo el Señor hace un cambio de pronombre: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Esto indica que cuando el Consolador, el Espíritu de verdad, viene, el Señor Jesús también viene. Además, en el versículo 23 el Señor Jesús dijo que El y el Padre harían morada con quien amara al Señor y guardara Su palabra. En versículos como estos podemos ver que los tres de la Deidad, aunque distintos, siempre están juntos. No es posible separarlos.
Conforme a la Biblia, el Padre está incorporado en el Hijo, y el Hijo es hecho real como el Espíritu. Por último, los tres de la deidad son expresados como el Espíritu. Esta es la razón de que, en nuestra experiencia, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos el Espíritu. Cuando nos arrepentimos, creímos en el Señor y nos dirigimos a El en oración, no le pedimos al Espíritu Santo que entrara en nosotros. En vez de eso, pedimos en oración que el Señor Jesús entrara en nosotros. Con todo, aunque le pedimos al Señor que entrara, el que en realidad entró fue el Espíritu. Esto no sólo se aplica al momento en que fuimos salvos, sino también a nuestra experiencia diaria con el Señor. Cuando nos dirigimos al Padre en oración o cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, diciéndole que lo amamos, con el tiempo al que experimentamos con nosotros y en nosotros es al Espíritu. Por nuestra experiencia sabemos que este Espíritu, el Espíritu compuesto y todo-inclusivo, es la consumación máxima del Dios Triuno.
Nuestro Dios hoy es realmente el Dios procesado. En el Antiguo Testamento no hay indicación alguna de que Dios haya sido procesado. Este proceso comenzó con la encarnación de Cristo y continuó a lo largo de todo Su vivir humano, Su crucifixión y Su resurrección. A algunos cristianos no les gusta la expresión “Dios procesado”, y argumentan que Dios es eterno y nunca cambia. Por supuesto, nosotros definitivamente creemos conforme a la Biblia que Dios es eterno y que no está sujeto a cambios. Sin embargo, también conforme a la Biblia, nosotros creemos y enseñamos que Dios ha pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Dios no ha cambiado, pero sí ha pasado por un proceso. Dios no cambia en Su naturaleza o substancia, pero El sí ha pasado por un proceso. Según Juan 1:1 y 14, el Verbo que era desde el principio con Dios y que era Dios, fue hecho carne. El uso de la expresión “fue hecho” en Juan 1:14 indica un proceso. Del mismo modo, 1 Corintios 15:45 dice que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Esta es otra indicación del proceso de Dios.
Tal vez algunos se opongan a que usemos la palabra “proceso” porque tal término no se encuentra en la Biblia. Sin embargo, la misma objeción podría hacerse respecto a la palabra Trinidad. La palabra “Trinidad” tampoco puede ser encontrada en la Biblia, pero la Biblia no obstante revela que Dios es triuno. Siguiendo el mismo principio, aunque en la Biblia no se encuentra la expresión “procesado”, sí vemos allí revelado el hecho de que Dios ha pasado por un proceso. Dios mismo se hizo hombre mediante la encarnación y vivió en la tierra treinta y tres años y medio. Después El fue crucificado, descendió al Hades y salió de entre los muertos y entró en la resurrección. Además, El ascendió a los cielos con un cuerpo glorificado de carne y huesos. Aún ahora, El está en el trono con tal cuerpo. Antes de la encarnación de Cristo, ¿Acaso el Señor, estando en el trono en los cielos, tenía un cuerpo de carne y huesos? ¡Claro que no! Pero por la eternidad El estará entronizado y tendrá tal cuerpo. Acaso este hecho no indica que Dios en Cristo ha pasado por un proceso? ¡Aleluya, nuestro Dios hoy día es el Dios Triuno procesado! El todo-inclusivo Espíritu vivificante es la expresión máxima de este Dios procesado.
En el libro de Gálatas Pablo les pregunta a los creyentes gálatas si habían recibido el Espíritu por la obras de la ley o por el oír con fe (3:2). Por el tono de Pablo podemos saber que recibir el Espíritu es un asunto muy importante. Recibir el Espíritu no es un asunto de tener una experiencia de hablar en lenguas. Recibir el Espíritu es nacer del Espíritu (Jn. 3:6). La mula de Balaam de manera milagrosa habló un dialecto humano, pero no nació del Espíritu. Este ejemplo indica que nacer del Espíritu es un asunto mucho mayor que hablar en lenguas. Es posible que nunca hablemos en lenguas, pero podemos declarar a todo el universo que debido a que hemos nacido del Espíritu, somos hijos de Dios. Además, no somos simplemente hijos adoptados ni tampoco hijos políticos; somos hijos en vida, nacidos de Dios. Los que hemos nacido de Dios somos divinos. Hemos experimentado un nacimiento divino y tenemos la vida divina y somos participantes de la naturaleza divina (2 Pe. 1:4). Sin duda este es el milagro más grande del universo. A menudo, cuando me pongo a considerar este asunto del nacimiento divino, me lleno de admiración y me salgo de mí mismo con gozo. ¡Qué maravilloso que somos hijos de Dios y que el Dios Triuno está en nosotros como el Espíritu.
En sus epístolas Pablo nos encarga que no andemos conforme a una doctrina o una instrucción en particular, sino que andemos por el Espíritu. Recientemente el Señor nos ha mostrado que El no quiere que nosotros simplemente vivamos en Su presencia, sino que vivamos a Cristo por medio de ser un espíritu con el Señor. Hace muchos años obtuve ayuda del conocido libro del hermano Lawrence titulado The Practice of the Presence of God [La práctica de estar en la presencia de Dios]. Cuando yo era joven, ese libro me gustó mucho. Sin embargo, he podido ver que la práctica de la presencia de Dios es un asunto que en realidad pertenece al Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento no hay una sola palabra acerca de practicar la presencia de Dios. En vez de eso, en el Nuevo Testamento se revela que debemos vivir a Cristo por medio de ser un Espíritu con El. En Génesis 17 leemos que Abraham anduvo delante de Dios, es decir, en la presencia de Dios. Pero en el Nuevo Testamento, en 1 Corintios 6:17 Pablo dice: “El que se une al Señor, un espíritu es con El”. Esto es mejor que simplemente andar en la presencia de Dios; esto es andar en unidad con El. Lo que Pablo dijo con respecto a ser un espíritu con el Señor no es una alegoría sino una declaración firme. Además, Pablo no dijo: “Para mí el andar es estar en la presencia del Señor”. Más bien, él dijo: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). ¡Hay una enorme diferencia entre andar en la presencia de Dios y vivir Cristo!
Durante los últimos años el Señor me ha mostrado que mi práctica mayormente ha sido conforme a la manera antiguotestamentaria de andar delante del Señor. Puedo testificar que durante años he tenido mucho éxito en el asunto de andar delante del Señor y en el de vivir en Su presencia. Pero ahora estoy poniendo en práctica el ser un espíritu con el Señor. Una y otra vez le confieso a El mi escasez en este punto. Por lo regular, en las mañanas oro de esta manera: “Señor, gracias por un nuevo día para vivirte, otro día para poner en práctica el ser un espíritu contigo. Señor, concédeme la porción de gracia de este día a fin de que pueda vivir siendo un espíritu contigo”. Aunque es posible que yo diga una oración tan buena temprano por la mañana, durante el día puedo fracasar una y otra vez en el asunto de ser un espíritu con el Señor. A veces me pregunto cuánto tiempo durante el día he pasado verdaderamente siendo un espíritu con el Señor. He visto de qué modo vivo más conforme a la ética que conforme al Espíritu. Pero vivir conforme a la ética es una cosa y ser un espíritu con el Señor es otra.
Andar por el Espíritu simplemente significa ser un espíritu con el Señor. El primero tipo de andar por el Espíritu, el que Pablo menciona en Gálatas 5:16, es el andar en el cual somos un espíritu con el Señor. Por experiencia he aprendido que es mucho más fácil vivir en la presencia del Señor que vivir siendo un espíritu con El. A menudo, al hablar con otros, estoy en la presencia del Señor; sin embargo, tal vez tenga yo la sensación de que no soy un espíritu con El. Por lo tanto, necesito orar así: “Señor, perdóname. Lo que hablo es delante de Ti, pero no es por medio de Ti. Es simplemente mi propio hablar llevado a cabo con buena intención, pero soy yo el que habla, Señor, no Tú”.
Al ministrarles a los santos, mi deseo estos días es señalar que el requisito del Nuevo Testamento es que vivamos como un espíritu con el Señor. Esto es andar por el Espíritu. En todo lo que hagamos y digamos debemos tener la certeza de que somos un Espíritu con el Señor. Puedo testificar que cuando me pregunto cuánto de lo que vivo es en realidad un espíritu con el Señor, me veo derrotado una y otra vez. Aún cuando doy un mensaje debo preguntar si en realidad soy un espíritu con el Señor o si solamente estoy hablando con poder que proviene del Señor. He dado muchos mensajes acerca de andar conforme al Espíritu. Ahora deseo recalcar el hecho de que andar conforme al Espíritu significa andar en un espíritu con el Señor. Siempre y cuando seamos un espíritu con El, automáticamente seremos según El. Pablo pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” porque en su andar él era un espíritu con el Señor. Cuando somos un espíritu con El, verdaderamente le vivimos.
El asunto de andar en la presencia de Dios concuerda fácilmente con nuestro concepto natural. Sin embargo, el hecho de que los creyentes sean un espíritu con el Señor no concuerda con el concepto natural del hombre. Es fácil entender lo que se dice en Exodo acerca de que la presencia del Señor estaba con los hijos de Israel. Tal vez apliquemos esta palabra a nosotros mismos y nos demos cuenta de que mientras vamos a un lugar en particular, la presencia del Señor va con nosotros. Sin embargo, no va conforme a nuestro concepto natural pensar que debemos vivir siendo un espíritu con el Señor. Algunos cristianos han ido al extremo de decir que es una blasfemia declarar que podemos ser un espíritu con el Señor. Según ellos, simplemente es imposible que los pecadores algún día lleguen a ser uno con el Señor. Con todo, la Biblia dice claramente: “El que se une al Señor, un espíritu es con El”. Aunque es posible que leamos esto, tal vez no nos impresione porque nuestro entendimiento está velado por conceptos religiosos, naturales y tradicionales. Tal vez ni siquiera nos cause preocupación este asunto de tan vital importancia. Pero actualmente el Señor nos ha conducido al punto donde simplemente tenemos que ponerle atención al requisito del Nuevo Testamento tocante a ser un espíritu con El. Es verdad que conforme a la práctica antiguotestamentaria Abraham pudo andar en la presencia del Señor, pero nosotros estamos en el Nuevo Testamento. Según la economía neotestamentaria de Dios, el Señor desea entrar en nosotros, llegar a ser uno con nosotros y hacer que seamos uno con El. El quiere que nosotros seamos un Espíritu con El. Su economía hoy día consiste en que andemos en este único espíritu con el Señor.
Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, El andaba en un espíritu con el Padre. Cuando El hablaba, el Padre hablaba en lo que El decía. El era uno con el Padre, y el Padre era uno con El. El Señor vivía por medio de Su Padre. El quiere que los que creen el El vivan de la misma manera. Por consiguiente, El dijo: “Cómo me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así mismo el que me come, él también vivirá por mí” (Jn. 6:57). El Señor no simplemente desea que vivamos en Su presencia, sino que vivamos por El. Vivir por El en realidad significa vivir como un espíritu con esta Persona viviente. Este es el requisito del Nuevo Testamento, y este es el primer tipo de andar por el Espíritu del cual Pablo habla en el libro de Gálatas.
Espero que muchos serán impresionados con este mensaje respecto a vivir siendo un espíritu con el Señor y orarán así: “Señor, de ahora en adelante no estaré satisfecho simplemente con Tu presencia. Aunque pudiera tener tanto éxito en practicar la presencia de Dios como lo tuvo el hermano Lawrence, no estaré satisfecho, porque sé, Señor, que Tú no estarás satisfecho. Tú quieres ser un espíritu conmigo. Señor, concédeme la gracia de ser un espíritu contigo”. En todo lo que digamos o hagamos debemos ejercitarnos para ser uno con el Señor. Cuanto más seamos uno con el Señor en nuestra vida diaria, tanto más disfrutaremos la salvación, la santificación y la transformación.