Mensaje 39
Lectura bíblica: Gá. 5:25; 6:15-16; Ro. 4:12; Fil. 3:12-16
En el mensaje anterior señalamos que existen dos clases de andar por el Espíritu. El primer tipo de andar se refiere a nuestra vida cotidiana. El segundo tipo de andar es un andar llevado a cabo dentro de una línea o fila militar. En este mensaje vamos a considerar con más detalle el segundo tipo de andar, el andar efectuado en las normas y las pisadas divinas por medio del Espíritu.
En realidad, todos tenemos dos clases de andar en la vida humana. El primero tipo de andar es general, como un paseo. Este andar incluye todas las cosas ordinarias de nuestra vida diaria. El segundo tipo de andar es un andar que tiene un propósito específico y que se dirige a una meta definida. Por ejemplo, todos los días un joven debe encargarse de los asuntos de su vida ordinaria. Este es el primer tipo de andar. Sin embargo, él también tiene que ir a la escuela y estudiar con miras a graduarse. Este es el segundo tipo de andar, un andar que tiene una meta.
Conforme a la Biblia, todo creyente en Cristo debe tener dos clases de andar por el Espíritu. El primer andar es nuestro andar diario; el segundo es el andar conforme a las normas y las pisadas divinas. Como cristianos, nosotros no somos de aquellos que andan por la tierra sin propósito. Hemos sido creados por Dios y también hemos sido creados de nuevo y regenerados por El con un propósito definido. Por consiguiente, debemos tener el segundo tipo de andar, un andar que cumpla el propósito de Dios y que alcance la meta de nuestra vida en la tierra.
El primer tipo de andar se necesita como apoyo para el segundo tipo de andar. Por ejemplo, ningún estudiante puede tener éxito en la escuela si su andar diario ordinario no es apropiado. Si él anda de una manera tonta e insensata, no podrá graduarse. En tal caso, él no tendrá el primer andar como apoyo para el segundo andar, el cual tiene la graduación como meta. El segundo andar, el cual está relacionado con llevar a cabo nuestro propósito en la vida, debe ser apoyado por el primer andar. Todo ser humano necesita tener dos clases de andar. En el primer andar, una persona vive y anda; en el segundo, lleva a cabo su propósito en la tierra. Para cumplir nuestro propósito en la tierra, necesitamos el segundo andar. Pero para llevar a cabo el segundo andar, necesitamos el primero. Por consiguiente, el primer andar apoya al segundo, y el segundo es el andar que tiene una meta.
En el primer tipo de andar por el Espíritu nosotros vivimos, somos y andamos por el Espíritu. Este andar es un apoyo para el segundo andar, un andar que tiene una meta. Como hijos de Dios, no somos personas carentes de propósito. Nuestra vida en la tierra tiene un propósito definido. Nosotros no andamos sin meta en la vida. Dios tiene un propósito eterno y Su intención es que Su pueblo viva por este propósito. Dios nos creó y nos regeneró para que llevásemos a cabo Su propósito. Debido a que Dios tiene un propósito y procura alcanzar Su meta, El nos pide que tengamos dos clases de andar por el Espíritu: un andar que edifica una vida diaria adecuada y un andar que esté alineado con las normas y los principios divinos para alcanzar la meta establecida por Dios.
Entre los cristianos de hoy, estas dos clases de andar han sido dañadas. En primer lugar, muchos cristianos no viven una vida cristiana apropiada. No tienen una vida de oración, no leen la Biblia de manera regular, y no tienen contacto con el Señor de modo consistente. En vez de andar por el Espíritu, ellos andan conforme a su propia moralidad o ética. Tal vez ellos no roben ni mientan; sin embargo, aunque son buenos, honestos y fieles, no andan por el Espíritu. Más bien, andan conforme a sus propias normas. Esto quiere decir que en la verdadera práctica, ellos andan por la carne y por el ego. Es posible que tengan éxito en apartarse de hacer lo malo, pero no les importa el Espíritu. A ellos les importa su propio gusto, selección, preferencia y deseo.
A fin de que vivamos una vida adecuada como hijos de Dios, necesitamos el primer tipo de andar por el Espíritu. Esto significa que no debemos andar por ninguna otra cosa que no sea el Espíritu.
Si hemos de tener el primer tipo de andar por el Espíritu, necesitamos orar e invocar el nombre del Señor. En 1 Tesalonicenses 5:17 Pablo nos manda que oremos sin cesar. Me he dado cuenta de que es imposible orar sin cesar si tratamos de orar de manera formal, pidiéndole ayuda al Señor. Quizá hagamos esta clase de oración por mucho tiempo, pero no podremos hacerlo sin cesar. Sin embargo, podemos orar sin cesar simplemente por medio de invocar así: “Señor Jesús, oh Señor Jesús”. Aunque soy una persona de edad avanzada y he estado en el Señor por muchos años, todavía estoy aprendiendo a invocar continuamente el nombre del Señor. Por experiencia he descubierto que es muy fácil olvidar esto. Al despertarme por la mañana es posible que comience a invocar el nombre del Señor, pero unos cuantos minutos después quizás me distraiga con algún pensamiento y deje de invocar. De repente me doy cuenta dónde estoy y vuelvo a invocar así: “oh, Señor Jesús”.
La oración es respiración espiritual. Como todos sabemos, necesitamos respirar a fin de seguir viviendo. Donde quiera que estemos podemos respirar espiritualmente por medio de invocar el nombre del Señor. Durante todo el día, sin importar lo que estemos haciendo, podemos tener contacto con el Señor por medio de respirar Su nombre. Mientras pasamos por nuestra rutina matutina, podemos invocar el nombre del Señor. Tal vez nos demos cuenta de que mientras nos encargamos de nuestros asuntos prácticos, tenemos treinta minutos para invocar el nombre del Señor Jesús. Si ponemos esto en práctica, estableceremos el hábito de invocar el nombre del Señor. Esto es parte del primer andar, el andar en el cual tenemos una vida diaria apropiada guiada por el Espíritu.
Si no tenemos el primer tipo de andar por el Espíritu, no estamos calificados para tener el segundo. Debido a que muchos cristianos no tienen una vida diaria apropiada llevada a cabo por medio del Espíritu, no están equipados para tener un andar para el cumplimiento del propósito de Dios. Para tener este segundo tipo de andar, debemos poner en práctica el vivir como un espíritu con el Señor. No debemos ser desobligados, descuidados o flojos. Debemos vivir una vida diaria apropiada por medio de andar en unidad con el Señor. Debemos orar, leer la Palabra, tener contacto con el Señor y conducirnos adecuadamente en nuestras relaciones con otros. Todos necesitamos tener este primer tipo de andar por el Espíritu.
Muchos cristianos tienen una vida diaria adecuada, pero no tienen el segundo andar. Tal parece que la meta de su vida cristiana es simplemente ser agradables, buenos y apropiados. Si les preguntásemos cuál es la meta de su vida cristiana, quizá contestarían que la meta de ellos es ser buenos cristianos a fin de glorificar a Dios e ir al cielo algún día y ver al Señor sin nada de que avergonzarse. Si hace muchos años a mí me hubiesen preguntado cuál era la meta de mi vida cristiana, hubiera dicho que mi meta era ser un buen cristiano y comportarme apropiadamente para la gloria de Dios. Ahora me doy cuenta de que, conforme a la Biblia, Dios tiene un propósito específico, y que El ha puesto delante de nosotros una meta definida que El desea que alcancemos. Además de su propósito y meta, El también nos ha provisto un camino. Podemos comparar este camino a una autopista que conduce a un destino específico. El camino de Dios es la línea, la norma, el principio por el cual debemos andar para alcanzar la meta. ¡Alabado sea nuestro Dios porque El tiene un propósito! El tiene un propósito que cumplir y una meta que alcanzar. El también ha establecido un camino que nos conduce a esta meta. Este camino es la norma, el principio, la línea, por medio de la cual debemos andar. Debo aclarar que este andar no es el primer tipo de andar por el Espíritu, sino el segundo tipo de andar, el andar llevado a cabo en línea para alcanzar la meta de Dios.
La palabra griega usada para representar este segundo tipo de andar, stoicéo, se usa cuatro veces en el Nuevo Testamento. En Gálatas 5:25 Pablo dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Pablo también usa esta palabra en 6:16: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios”. Aquí vemos que Pablo conecta el segundo andar con “esta regla”, la regla de ser una nueva creación. En Filipenses 3:16 Pablo también conecta el segundo andar con una regla: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. En Romanos 4:12 Pablo hace una conexión entre esta clase de andar y unas pisadas: “...y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham cuando era incircunciso”. La manera en que Pablo usa la palabra “pisadas” sin duda implica un camino. Andar en las pisadas de Abraham es andar conforme a cierta manera.
Si consideramos Gálatas 5:25 a la luz de otros versículos donde la palabra griega stoicéo es traducida “andar”, veremos que andar por el Espíritu es andar por medio de tomar al Espíritu como nuestra regla. Es Espíritu mismo es el camino, la regla, la línea, el principio, que conduce hacia la meta de Dios. El Espíritu mismo debe ser nuestra regla. Si hemos de tener el segundo tipo de andar por el Espíritu, debemos tomar al Espíritu como nuestra regla, como nuestro camino. Esto puede ser ejemplificado por el hecho de manejar en una autopista para llegar a un destino específico, lo cual es diferente de simplemente manejar sin rumbo. Cuando manejamos en la autopista, los carriles de la misma son una regla. Manejando por esta regla podemos llegar a nuestro destino.
En nuestro andar cristiano, el segundo tipo de andar por el Espíritu es un andar en el cual el Espíritu es la regla. Nuestra regla no debe ser la doctrina ni la teología. Además, tampoco debe ser la ley. La intención de Pablo al escribir a los gálatas era decirles que ya no debían tomar la ley como regla. Los creyentes gálatas habían sido distraídos de estar en el Espíritu y llevados a la ley, llegando a tomar ésta como regla. Pablo les dijo que eran insensatos y que deberían volver a tomar al Espíritu como regla. Puesto que ellos tenían vida y vivían por el Espíritu, también deberían andar por el Espíritu como regla. Si queremos tener el segundo tipo de andar, el cual es para el cumplimiento del propósito de Dios, debemos primero aprender a andar por medio de tomar al Espíritu como nuestro camino, regla, principio y carril.
Después de la segunda guerra mundial, tenía el deseo de permanecer en el norte de China. Sin embargo, tuve que mudarme, primero al sur de China y después a Taiwán. Aunque mi intención era ir al norte, el Señor me guió hacia el sur. A la larga, el Espíritu me guió a venir a los Estados Unidos y a permanecer aquí. Andar por el Espíritu de esta manera fue para mí una verdadera experiencia del segundo andar, el andar que tiene como fin alcanzar la meta de Dios. Para cumplir el propósito de Dios y para alcanzar Su meta, debemos tomar el Espíritu como nuestra autopista. Debido a que tengo la certeza de que estoy tomando al Espíritu como mi autopista, soy fuerte y tengo confianza.
Animo a todos los santos a que tengan el segundo tipo de andar por el Espíritu. Debe usted orar así: “Señor, te seguiré para obtener el segundo andar por el Espíritu, el cual es para el cumplimiento de Tu propósito. No quiero andar conforme a la doctrina, teología, organización ni conforme a los conceptos naturales. Quiero andar por el Espíritu, tomándolo como mi única autopista”.
Según 5:25, puesto que hemos recibido vida y vivimos por el Espíritu, ahora debemos tener el segundo andar por el Espíritu como nuestra regla. Hemos recibido vida por medio del Espíritu a fin de que andemos por el Espíritu para cumplir el propósito de Dios. ¡Qué meta tan gloriosa tenemos por delante! La autopista que nos conduce a esta meta es el Espíritu, la máxima expresión del Dios Triuno procesado. Al andar por esta única autopista, no debemos desviarnos ni regresarnos, sino avanzar directamente a la meta.
En 6:16 Pablo dice: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios”. Esta regla se refiere a la nueva creación, la cual se menciona en el versículo anterior, donde Pablo dice: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. En el segundo andar por el Espíritu, debemos andar por la nueva creación. La nueva creación se refiere al hombre creado de nuevo y que contiene a Dios. La primera creación es para la nueva creación, para que Dios cree algo de nuevo. ¡Alabado sea el Señor que cuando fuimos regenerados, fuimos creados de nuevo! En la regeneración Dios es agregado a nosotros. En el momento en que fuimos regenerados, recibimos al Dios Triuno en nuestro ser. Puedo testificar que tener al Dios Triuno en mí no es simplemente una doctrina o religión; es una gloriosa realidad. ¡Aleluya, el Dios Triuno ha sido forjado en nosotros! Como resultado, somos la nueva creación de Dios.
Aunque Dios nos ha hecho una nueva creación, todavía es posible que andemos conforme a la vieja creación. Los gálatas andaban conforme a la vieja creación en su esfuerzo por guardar la ley por medio de la carne. Pablo trató de hacerlos volver a Cristo y al Espíritu. Les encargó que ya no anduviesen conforme a la vieja creación, sino que anduviesen en su espíritu. Andar en el Espíritu es andar conforme a la nueva creación. Si deseamos tener el segundo andar, debemos andar por el Espíritu y por la nueva creación.
En el ministerio estoy en temor y temblor de actuar en el ego. Si yo actuara conforme al ego o conforme a la carne, sin duda estaría en la vieja creación. Incluso cuando hablo por el Señor, tengo el temor de hablar algo que provenga del ego o de hablar algo por medio del ego. Mi deseo es hablar siempre algo que provenga del Espíritu. Hablar algo que provenga del Espíritu es estar en la nueva creación.
Mientras viajamos en la autopista del Espíritu, debemos tener cuidado de no hacer nada en nosotros mismos. No debemos manejar nuestro “carro” por la vieja creación, sino por el espíritu regenerado. Esto significa que debemos manejar nuestro “carro” por la nueva creación. Ser religioso o no ser religioso no sirve de nada. Lo único que cuenta es la nueva creación.
En el recobro del Señor no queremos hacer nada por medio de la vieja creación. Nuestro deseo es hacer todo por medio de la misericordia y de la gracia del Señor en la nueva creación. Esto quiere decir que no haremos nada por medio del viejo hombre, sino que haremos todo por medio del nuevo hombre.
Recientemente en algunas reuniones hemos estado considerando los problemas causados por las opiniones. Cuando nos apartamos del Señor, solamente estamos constituidos de opiniones. Si andamos por el Espíritu y lo tomamos como autopista y todavía conservamos nuestras opiniones, es una indicación de que estamos manejando nuestro “carro” por medio del ego. La opinión es sutil, secreta y se esconde. A menudo nos vemos tentados a expresar nuestra opinión acerca de la iglesia. Pero si insistimos en nuestra opinión, podemos causar un problema. Si aprendemos a manejar el “carro” por la nueva creación, tendremos temor de expresar nuestras opiniones.
Decir que la nueva creación es la regla por la cual debemos andar no significa que es un camino diferente de tomar al Espíritu como nuestra regla. Más bien, es andar en el único camino, de una manera particular, limitada y restringida. El Espíritu es la autopista en general, mientras que la nueva creación es el carril en particular.
En Filipenses 3:16 Pablo dice: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. Según el contexto de este capítulo, la regla mencionada en el versículo 16 es seguir a Cristo, como se menciona en el versículo 12. Debido a que Pablo quería ganar más de Cristo, él iba en pos de Cristo. Por lo tanto, andar por la misma regla es andar por la regla de seguir a Cristo. Esta regla es todavía más estrecha que la regla del Espíritu y de la nueva creación. Pablo no procuraba tener éxito en el trabajo; él procuraba más de Cristo. Si solamente procuramos tener éxito en nuestro trabajo, seremos distraídos de permanecer en la autopista.
Sabemos que Pablo escribió el libro de Filipenses desde una prisión en Roma. Aunque por estar prisionero Pablo había sido privado de muchas cosas, nadie pudo privarlo de Cristo. Cuando estaba en la prisión, él todavía seguía a Cristo a fin de ganar más de El. En Filipenses 3:14 él dijo: “Prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. El era alguien que olvidaba lo que quedaba atrás y se extendía a lo que estaba delante (v. 13). El deseo de Pablo era llegar a la meta y ganar el premio. Por consiguiente, la regla que se menciona en Filipenses 3:16 es la regla de ir en pos de Cristo para ganar más de El. A fin de obtener el segundo andar, debemos andar no solamente por el Espíritu y por la nueva creación, sino también por la regla de seguir a Cristo y ganar más de El. Esta es la regla, el principio y el carril por el cual debemos andar. Este es el segundo tipo de andar para llegar a la meta a fin de que podamos ganar el premio.
Si leemos cuidadosamente los escritos de Pablo, hallaremos aún otra regla por la cual debemos andar. Esta regla es la vida de la iglesia, la vida del cuerpo, tal como se revela en Romanos 12:1-5 y Efesios 4:1-16. Así que, el segundo andar se lleva a cabo por el Espíritu, por la nueva creación, por seguir a Cristo y ganar más de El y por practicar la vida de la iglesia. La vida de la iglesia también es un carril por el cual debemos andar. Es una regla, un principio que nos conduce a la meta de Dios.
Hoy en día, muchos de los cristianos que tienen el primer tipo de andar por el Espíritu no tienen la vida de la iglesia. Debido a que no tienen el segundo tipo de andar por el Espíritu, no pueden cumplir el propósito de Dios o llegar a Su meta.
Es imperativo que todos nosotros tengamos el primer tipo de andar por el Espíritu. En nuestra vida diaria deben existir las virtudes, el fruto del Espíritu que Pablo menciona en Gálatas 5:22 y 23, es decir: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Un apropiado andar cotidiano por el Espíritu nos calificará y nos equipará para tener el segundo andar por el Espíritu, el andar que cumple el propósito de Dios. Este segundo andar incluye cuatro reglas o principios: el Espíritu, la nueva creación, ganar Cristo, y la vida de la iglesia. A fin de tener el segundo tipo de andar, no solamente el primero, necesitamos estar bajo la regulación del Espíritu, viviendo por medio de la nueva creación, siguiendo a Cristo a fin de ganar más de El y practicando la vida de la iglesia. Si tenemos el primer andar por el Espíritu pero no tenemos el segundo, es posible que otros nos consideren “santos”, “espirituales” o “victoriosos”. No obstante, en realidad careceremos de propósito. Aunque tal vez poseamos santidad, espiritualidad o victoria, no tendremos un propósito, porque careceremos del segundo tipo de andar por el Espíritu, para alcanzar la meta. Necesitamos tanto el primer tipo de andar para que nos equipe como el segundo tipo de andar para llevar a cabo el propósito de Dios a fin de que lleguemos a la meta y ganemos el premio de disfrutar y experimentar plenamente a Cristo.
En la autopista de Dios no sólo hay carriles o reglas, sino también pisadas. Hemos visto que en Romanos 4:12 Pablo habla acerca de andar en las pisadas de la fe de Abraham. Para nuestra salvación, debemos andar en las pisadas de Abraham. Pero para llevar a cabo el propósito eterno de Dios, debemos andar en las pisadas de Pablo. Pablo dijo de sí mismo que Dios lo había puesto como ejemplo o patrón (1 Ti. 1:16). Pablo es un ejemplo para todos aquellos que están corriendo la carrera del Nuevo Testamento. Por esta razón, debemos seguir sus pisadas.
Quisiera recalcar una vez más que andar por estas reglas y en estas pisadas no está relacionado con nuestro andar cotidiano y común; está relacionado con el andar específico y particular a fin de cumplir el propósito de Dios y llegar a Su meta. Por ser aquellos que amamos al Señor Jesús y le seguimos, debemos tener las dos clases de andar por el Espíritu. Es necesario que tengamos una vida diaria adecuada que nos califique, nos equipe y nos dé poder para el segundo andar, el cual tiene como fin llegar a la meta de Dios. Ambas clases de andar son llevadas a cabo por medio del Espíritu. Sólo por el Espíritu podemos tener una vida diaria apropiada y sólo por el Espíritu podemos andar con miras a la meta de Dios. Pero mientras ponemos en práctica el segundo tipo de andar por el Espíritu, debemos poner atención también a la nueva creación, a ganar más de Cristo y a la vida de la iglesia. Entonces llegaremos a la meta de Dios y recibiremos el premio glorioso de disfrutar y experimentar plenamente a Cristo.