Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Gálatas»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 41

ANDAR POR EL ESPIRITU PARA VIVIR A CRISTO

  Lectura bíblica: Gá. 1:13-16; 2:19-20; 3:2, 5, 26-27; 4:6, 19, 29; 5:16, 18, 22-23; 6:18

  En el libro de Gálatas se abarca de manera completa las dos economías de Dios, la del Nuevo Testamento y la del Antiguo Testamento. Con respecto a cada una de estas economías, la Biblia usa una palabra en particular. La palabra relacionada con la economía de Dios en el Antiguo Testamento es ley, y la palabra relacionada con Su economía del Nuevo Testamento es Cristo. ¿Qué prefiere usted, la ley o Cristo? En contraste con los judíos, quienes aman la ley, los que creemos en Cristo debemos decir que preferimos a Cristo en lugar de la ley. En verdad es posible que por un lado amemos a Cristo y que por otro todavía abracemos la ley. En la verdadera experiencia, tal vez abracemos la ley más de lo que abrazamos a Cristo.

UN ESCONDIDO AMOR POR LA LEY

  La mayoría de los cristianos que aman al Señor y que le buscan a El, tienen un escondido amor por la ley. Al escuchar decir esto, tal vez algunos digan: “No queremos la ley. Amamos a Cristo y todo lo que queremos es El”. Quizá esta sea la situación por encima, pero muy a fondo, inconscientemente, la mayoría de los cristianos todavía aman la ley. Aunque no se den cuenta de ello, hay cierta clase de ley escondida en su interior, como un cáncer que crece en los órganos vitales de una persona. Quizá tal persona se vea saludable por fuera, pero por dentro tiene una enfermedad grave. Sólo cuando se lleva a cabo una cirugía se llega a saber la extensión de esta enfermedad. Podemos ser buenos cristianos que aman al Señor y le buscan; con todo, es posible que no estemos conscientes del hecho de que todavía mantenemos la ley escondida dentro de nosotros.

  No son muchos los cristianos que andan diariamente según Cristo. ¿Puede usted decir que hoy ha andado según Cristo? En tiempos de oración es posible que nuestra vida y nuestro ser sean conforme a Cristo. Pero después de orar, nuestra vida y nuestro ser tal vez sean conforme a alguna otra cosa que no sea Cristo. Siempre que no vivamos según Cristo, vivimos conforme a la ley. Esta es la razón por la cual digo que aunque amemos a Cristo, todavía recurrimos a la ley.

  Nuestra situación puede compararse con la de Abraham, quien amaba a Sara, su esposa, pero también se vio envuelto con Agar, su concubina, quien representa a la ley. En 4:24 y 25 Pablo compara a Agar con el monte Sinaí, el lugar donde la ley fue dada. En tipología, Agar, la esclava, representa la ley. En un sentido muy real, Agar, la ley, está dentro de nosotros y nosotros la amamos. Esta ley tal vez no sea la ley de Moisés. Por el contrario, tal vez sea una ley que nosotros mismos hemos hecho.

  Como cristianos que buscamos a Cristo, es posible que día a día andemos conforme a la ley que está escondida dentro de nosotros, en vez de andar según Cristo. Supongamos, por ejemplo, que una hermana se ve sometida a muchos asuntos irritantes, pero no se enoja ni pierde la paciencia. Su conducta es muy buena. Sin embargo, debemos preguntarnos por qué no pierde la paciencia. ¿Será porque está viviendo según Cristo, o porque anda conforme a ciertas normas y reglas? Supongamos, como otro ejemplo, que siempre que hermano se ve tentado a decir una mentira, se propone hablar la verdad. Pero, ¿por qué dice la verdad en vez de decir una mentira? Dice la verdad según Cristo o según alguna clase de norma o regla? En otras palabras, en el asunto de decir la verdad, ¿vive él conforme a Cristo o conforme a la ley? Es muy posible que en asuntos como estos vivamos no según Cristo, sino según la ley.

CUATRO CLASES DE LEYES

  Por mi experiencia he aprendido que es muy fácil que los cristianos vivan conforme a varias clases de leyes en vez de vivir según Cristo. Es posible que vivamos por enseñanzas éticas que hemos asimilado de nuestra cultura, o por principios bíblicos aprendidos mediante el estudio de las Escrituras. Más aún, tal vez vivamos conforme a las leyes que nosotros mismos hemos hecho. ¡Qué fácil nos resulta hacer leyes para nosotros mismos! Aunque fácilmente hacemos leyes, nos es muy difícil cambiarlas. Además de vivir mediante enseñanzas o principios éticos o mediante las leyes que nosotros mismos hemos hecho, también es posible que vivamos conforme a lo que podemos llamar “la ley de la vida interior”. Cuando vivimos mediante esta ley, podemos intentar, sin Cristo, hacerle frente a la carne o tratar de negar el “yo”. En vez de vivir según Cristo, es posible que vivamos para estas cuatro diferentes clases de ley: las leyes de la ética social, las leyes de los principios éticos bíblicos, las leyes hechas por nosotros mismos y la ley de la vida interior.

  Recientemente he sido iluminado por el Señor y también reprendido por El respecto a cuán poco en realidad vivo a Cristo día a día. He tenido que confesarle al Señor que sólo una pequeña parte de mi tiempo diario ha sido dedicada a vivir Cristo. La mayor parte del tiempo, de manera inconsciente y automática, vivo conforme a la ética, conforme a alguna clase de ley o conforme a ciertos hábitos que yo he establecido. En vez de tener a Cristo como el único elemento que constituye mi andar diario, tengo ética, principios, leyes que yo mismo he hecho y hasta la ley de la vida interior como elementos que me constituyen. Como resultado, buena parte del tiempo vivo por medio de la ética natural, de la ética bíblica, de leyes que yo mismo he hecho o de la ley de la vida interior, en vez de vivir según Cristo.

  Para vivir por medio de estas cuatro clases de leyes no se requiere que oremos, confiemos en el Señor ni que dependamos de El. Nuestra actitud tal vez sea que el Señor puede estar en el trono en el cielo, pero que nosotros no necesitamos que El nos ayude a vivir en la tierra. Podemos pensar que somos muy capaces de vivir apropiadamente. Podemos ser éticos y hasta “espirituales” sin Cristo y sin el espíritu. Hasta podemos tener éxito en “llevar la cruz” y en “crucificarnos”, también sin Cristo. No obstante, al hacer todo esto, no estamos viviendo según Cristo, sino según alguna de las leyes que he mencionado.

NUESTRO FRACASO EN VIVIR A CRISTO

  Antes de haber sido salvo, tal vez usted le haya puesto poca atención hasta a las leyes que usted mismo se ha hecho. Pero después de haber sido salvo, y especialmente después de que usted comenzó a buscar al Señor en la vida de la iglesia, las leyes que usted mismo se hizo comenzaron a ejercer una fuerte influencia en su andar diario. Usted puede verdaderamente decir que ama al Señor y que le busca, ¿pero puede usted decir que ha vivido a Cristo todos los días? En vez de vivir a Cristo, tal vez usted viva conforme a su propia ley. Cuando usted quebranta una de sus propias leyes, se arrepiente y confiesa delante del Señor. ¿Pero alguna vez se ha arrepentido y se ha confesado por no vivir Cristo? No creo que haya muchos cristianos que hayan efectuado una confesión así.

  En estos últimos meses mi confesión ante el Señor se ha relacionado principalmente con mis fracasos en cuanto a vivir a Cristo. Es posible que en la mañana pase yo un tiempo excelente en orar y disfrutar al Señor. Durante mi oración, soy un espíritu con el Señor y le vivo a El. Pero después tal vez me vaya a la mesa a tomar el desayuno y me olvido por completo de Cristo y de vivirlo. Más tarde, en algún momento tal vez de repente me doy cuenta de lo que ha ocurrido y vuelvo a Cristo y digo: “Señor, perdóname. Señor, quiero ser un espíritu contigo”. Es posible que por unos minutos vuelva yo a estar con el Señor. Sin embargo, pronto me vuelvo a ocupar en alguna otra cosa y otra vez me olvido de El. ¿Acaso no es ésta su propia experiencia? No podemos decir que vivimos a Cristo. En vez de vivirle a El, vivimos conforme a nuestras leyes, cultura, religión y tradición.

  Hemos señalado que el libro de Gálatas abarca las dos economías de Dios. Su primera economía, la economía del Antiguo Testamento, abarca la ley, es decir, abarca nuestras leyes de ética y la ley que Dios dio. Siempre que una persona es regenerada, continúa viviendo conforme a las leyes éticas asimiladas de su cultura. Muy pocos, tal vez ninguno, viven a Cristo. A pesar de que busquemos a Cristo, todavía en nuestra vida expresamos nuestras propias leyes culturales y, por lo tanto, en nuestra experiencia real, nos mantenemos en la primera economía de Dios.

UN CAMBIO DE ECONOMIA

  La segunda economía de Dios, Su economía neotestamentaria, está totalmente relacionada con Cristo. Antes de su conversión, Pablo estaba totalmente en la primera economía de Dios. En 1:14 Pablo dice que él “en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. Tan celoso era él de la religión judía, que se propuso perseguir a todos aquellos que estaban viviendo en la segunda economía de Dios. Por esta razón, él “perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba” (1:13). Todos estamos familiarizados con el hecho de que cuando Pablo iba camino a Damasco, el Señor intervino y se reveló a Pablo, haciendo que éste cayera por tierra. Pablo experimentó una conversión genuina, un verdadero giro, de la antigua economía de Dios relacionada con la ley, a Su nueva economía relacionada con Cristo. El hace referencia a este giro en 1:15 y 16, donde dice que le agradó a Dios “revelar a Su Hijo en mí”.

  Cristo no sólo le fue revelado a Pablo, sino que fue revelado dentro de él. Cuando Pablo era un líder religioso, uno de los principales del judaísmo, el Hijo de Dios entró en él. A esto se debe que Pablo diga en 1:16 que el Hijo de Dios fue revelado en él, no meramente a él. Debido a que él tuvo tal revelación de Cristo, Pablo pudo testificarles a los creyentes: “Queridos santos, quiero decirles que la viviente Persona del Hijo de Dios vive dentro de mí. No existe comparación alguna entre esta Persona y la ley. La ley es buena, pero es inferior a esta viviente Persona. Durante muchos años traté de guardar la ley, pero un día la viviente Persona del Hijo de Dios fue revelada dentro de mí. ¡Qué maravilla! ¡Qué milagro! Aún ahora, mientras les escribo, esta viviente Persona es uno conmigo. Cuando yo escribo, El escribe, porque El escribe en mi escritura”.

  Lo que vemos en el capítulo seis de Gálatas es un cambio de economía, una transición de la antigua a la nueva economía, en la cual la economía antiguotestamentaria es remplazada por la economía neotestamentaria. Este cambio no es un asunto teórico, filosófico o cultural. Es una verdadera transición relacionada con la economía de Dios. Anteriormente, Pablo estaba totalmente entregado a la economía antiguotestamentaria de Dios. Pero después de que Cristo fue revelado en él, él estuvo totalmente en la nueva economía de Dios.

MUERTOS A LA LEY

  En 2:19 Pablo dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. Pablo quería que los gálatas se dieran cuenta de que él estaba muerto a la ley. A pesar de lo buena que pudiera ser la ley, Pablo había muerto a la ley y ya no tenía nada que ver con la ley. La muerte lo separó de la ley. Esto hizo posible que él viviera para Dios.

UNA SOLA VIDA Y UN SOLO VIVIR

  En 2:20 Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Aquí vemos que el mismo Cristo que había sido revelado en Pablo ahora vivía en él. Ambos, Cristo y Pablo, tenían una sola vida y un solo vivir.

  Como ejemplo de esta unidad de vida y de vivir podemos usar el hecho de injertar una rama de un árbol en otro árbol. El árbol y la rama que le ha sido injertada tienen una sola vida y un solo vivir. Pablo y Cristo vivían tal maravillosa vida injertada. No hablamos aquí de una vida intercambiada, de intercambiar la vida humana por la vida divina, sino de una vida injertada, de injertar la vida humana en la vida divina. En esta vida injertada nosotros y Cristo somos uno. ¡Qué maravilloso! No existen palabras adecuadas para describir esto. Esta vida injertada es la vida y el vivir que van conforme a la economía neotestamentaria de Dios.

RECIBIR EL ESPIRITU

  En 3:2 Pablo les pregunta a los creyentes gálatas: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” En el capítulo uno Pablo habla de que el Hijo de Dios fue revelado en él, y en el capítulo dos habla de que Cristo vive en él. Pero ahora, súbitamente, cambia de término y habla de recibir el Espíritu. Esto indica que el mismo Hijo de Dios revelado en nosotros y Cristo, quien vive en nosotros, es el Espíritu que hemos recibido por el oír con fe. No cometa el error de considerar que el Hijo de Dios, Cristo, está aparte del Espíritu. Conforme a la teología tradicional de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Personas separadas. Cuando, con base en las Escrituras, enseñamos que Cristo es el Espíritu, se nos condena y se nos acusa de herejía.

  No es posible explicar la Trinidad adecuadamente de manera doctrinal, pero por experiencia sabemos que el Hijo de Dios es Cristo y que Cristo es el Espíritu. Siempre que decimos “Señor Jesús”, Aquel que recibimos es el Espíritu. El hecho de que el Espíritu venga siempre que invocamos el nombre del Señor Jesús, indica que Cristo y el Espíritu son uno solo. Por esta razón, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos el Espíritu. Esto prueba que el Espíritu es la misma persona de Jesucristo. Del mismo modo que cuando llamamos a una persona por su nombre, responde la persona, no el nombre, así también cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, viene el Espíritu. Por nuestra propia experiencia sabemos que nunca ha ocurrido que cuando invocamos “Señor Jesús”, Jesús responda y el Espíritu no lo haga. Sin excepción, siempre que invocamos el nombre del Señor, es el Espíritu quien viene.

  Gálatas 1 y 2 tienen que ver con revelación y hablan del Hijo de Dios revelado en nosotros y de que Cristo vive en nosotros. Pero cuando venimos a la experiencia, como podemos ver en 3:2, nos damos cuenta de que lo que uno recibe es el Espíritu. El Espíritu es la misma Persona de Cristo, el Hijo de Dios.

  Recibir el Espíritu no es algo que ocurra una sola vez. Tal como respirar, es un asunto de toda la vida. Esta es la razón de que en 3:5 Pablo use el tiempo presente, diciendo: “Aquel, pues, que os suministra abundantemente el Espíritu, y hace obras de poder entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Aquí Pablo no dice que Dios suministró el Espíritu o que El suministrará el Espíritu; dice que Dios suministra el Espíritu. Debido a que Dios está continuamente suministrando el Espíritu, debemos recibir el Espíritu continuamente.

BAUTIZADOS EN CRISTO

  Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. ¡Qué maravilloso! Por un lado, Cristo ha sido revelado en nosotros y ahora vive en nosotros; por otro, Cristo nos ha sido puesto como vestidura. Tenemos a Cristo por dentro y por fuera. El es nuestro centro y también nuestra circunferencia, nuestro interior y nuestro exterior. Por dentro tenemos a Cristo y por fuera también tenemos a Cristo. Cristo es nuestro contenido interior y también nuestra expresión exterior. Este Cristo que experimentamos de tal modo es el Espíritu.

NACIDOS DEL ESPIRITU PARA SER HIJOS DE DIOS

  En el capítulo cuatro vemos que Cristo nos ha redimido para que recibamos la filiación (v. 5). Además, debido a que somos hijos, “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (v. 6). En un mensaje anterior señalamos que venimos a ser hijos de Dios mediante un proceso de concepción y nacimiento. En Espíritu no entró en nosotros como agua vertida en una botella, sino mediante una verdadera concepción y nacimiento. En realidad nacimos del Espíritu. El Espíritu entró en nosotros mediante un proceso de concepción divina, lo cual culminó en un maravilloso nacimiento. Por medio de este proceso de concepción y nacimiento, el Espíritu ha sido forjado orgánicamente en nuestro ser. Esta unión orgánica se llevó a cabo cuando fuimos regenerados. Ahora tenemos el Espíritu de una manera que es en verdad orgánica y subjetiva.

  Debido a que hemos sido orgánicamente unidos al Espíritu, ahora no hay manera de separar al Espíritu de nuestro espíritu. Por ejemplo, después de que la comida que ingerimos ha sido digerida y asimilada metabólicamente, ya no puede ser separada de nosotros. Del mismo modo, ahora que el Espíritu ha entrado en nosotros metabólicamente, El no puede ser separado de nosotros ni nosotros podemos serlo de El. ¡Alabado sea el Señor porque el Espíritu de filiación entró en nosotros y nacimos del Espíritu para ser hijos de Dios!

CRISTO FORMADO EN NOSOTROS

  Como hijos de Dios, ahora necesitamos que Cristo sea formado en nosotros (4:19). Para que Cristo sea formado en nosotros se requiere que nos olvidemos de nuestras propias leyes y que permitamos a Cristo ocupar totalmente nuestro ser. Cuanto más nos ocupa Cristo por dentro, más se forma El en nosotros.

EL FRUTO DEL ESPIRITU

  En el capítulo cinco Pablo nos encarga que andemos por el Espíritu. En el versículo 16 él dice: “Andad por el Espíritu y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. Andar por el Espíritu en realidad significa vivir a Cristo, moverse, actuar y existir conforme al Espíritu morador. La razón de que no perdamos la paciencia o de que no nos dediquemos a ciertos entretenimientos mundanos debe ser por el hecho de que vivamos conforme al Espíritu. Del mismo modo, si estamos calmados o entusiasmados, la razón de nuestra calma o entusiasmo debe ser que vivamos conforme al Espíritu.

  Si vivimos a Cristo de esta manera, espontáneamente tendremos un modo de vivir que dará como resultado el fruto del Espíritu (5:22-23). Después de mencionar varios aspectos del fruto del Espíritu, Pablo dice que contra “tales cosas” no hay ley. Que el use la expresión “tales cosas” indica que el fruto del Espíritu no se limita a lo que Pablo menciona en los versículos 22 y 23. Todo lo mencionado por Pablo son virtudes que son diferentes aspectos que expresan a Cristo. Estas virtudes no son obras; son frutos. El odio es obra de la carne, mientras que el amor es fruto del Espíritu, el espontáneo resultado de vivir a Cristo. Un árbol no produce fruto por medio de obrar. El fruto que los árboles producen es resultado de la vida interior del árbol. Del mismo modo, el amor, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad y todos los demás aspectos del fruto del Espíritu, no son resultado de nuestras obras; son diferentes aspectos del único fruto espiritual, el cual surge de Cristo, quien mora en nosotros y a quien nosotros expresamos en nuestra vida.

VIVIR CONFORME AL ESPIRITU PARA EXPRESAR A CRISTO

  En todos los pequeños asuntos de nuestra vida diaria, necesitamos andar por el Espíritu. Por ejemplo, cuando un hermano se corte el cabello, no debe cortárselo conforme a cierta manera o norma, sino conforme al Espíritu. Hasta en el asunto de cortarse el cabello él debe tener comunión con el Espíritu. Del mismo modo, las hermanas deben vestirse conforme al Espíritu, no conforme a cierta manera que se practique en las iglesias locales. Conformarse a cierta manera de vestir que vaya de acuerdo con los que están en las iglesias locales tal vez sea una práctica o un hábito muy bueno, pero no es vida. Si las hermanas se visten conforme a cierta costumbre, el resultado no será vida. Pero si se visten por medio del Espíritu y conforme al Espíritu, el resultado será vida.

  Andar por el Espíritu y por ello tener todo aspecto de nuestro andar cotidiano en correspondencia con el Espíritu es por completo un asunto de vida. No es un asunto de tener un hábito, una costumbre o una conformidad. Desde el punto de vista humano, tal vez sea correcto que la gente se conforme a ciertas normas y prácticas, ya que esto daría por resultado una mejor conducta. Tal vez produzca que quienes sean bruscos e indisciplinados se vuelvan amables y obedientes. Aunque un cambio exterior así estaría bien, no tiene nada que ver con Cristo ni con el Espíritu. Lo que Dios desea no es que nos conformemos a ciertas costumbres o hábitos, aunque tal conformación pudiera verse muy bien ante los ojos de la humanidad. Dios quiere que nosotros vivamos a Cristo, quien es hecho real como el Espíritu. La economía neotestamentaria de Dios consiste por completo en andar por el Espíritu para vivir a Cristo. El primer tipo de andar por el Espíritu que se revela en el libro de Gálatas es un andar en el cual vivimos a Cristo, expresando los diferentes aspectos del fruto del Espíritu. Nuestra vida diaria como cristianos debe ser una vida en la cual se anda por el Espíritu para vivir a Cristo por medio de expresarlo a El y a todas Sus excelentes virtudes.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración