Mensaje 43
Lectura bíblica: Gá. 5:16, 25; 6:16, 18
En la economía neotestamentaria de Dios, El primero nos hace Sus hijos y después nos hace ser la nueva creación y el Israel de Dios. Al final del libro de Gálatas, Pablo habla de la nueva creación (6:15) y del Israel de Dios (v. 16). El hecho de que él haga referencia a estos asuntos en la conclusión del libro es una indicación de la importancia de estos asuntos. Por consiguiente, es crucial que tengamos un entendimiento apropiado de la nueva creación y también del Israel de Dios.
En 6:16 Pablo dice: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, o sea, sobre el Israel de Dios”. Aquí Pablo no menciona la paz de una manera general, sino de una manera particular. Además, no dice “paz sea a vosotros” sino “paz sea sobre el Israel de Dios”. Que la paz sea sobre nosotros es diferente a que la paz sea a nosotros. Que la paz sea sobre nosotros es más subjetivo que la paz sea a nosotros. Según 6:16, esta paz no está sobre los creyentes en general; más bien, está sobre los que andan conforme a esta regla, la regla elemental de la nueva creación. La paz estará sobre aquellos que anden por la regla de la nueva creación. Esto indica que aquí, en la conclusión de Gálatas, la paz es condicional. Para que la paz esté sobre nosotros, tenemos que ser aquellos que anden conforme a la regla de la nueva creación para ser el verdadero Israel de Dios.
Antes de que Pablo hable de la gracia en el versículo 18, él inserta el versículo 17 y dice: “De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas de Jesús”. La inserción de este versículo es otra indicación de que al final de Gálatas la paz y la gracia se mencionan con ciertas condiciones. Si la paz ha de venir sobre nosotros, debemos cumplir las condiciones. Debido a que la paz viene aquí de una manera muy particular, es necesario que cumplamos cierto requisito, el requisito de andar conforme a la regla de la nueva creación para ser el Israel de Dios.
Hemos señalado que en Gálatas Pablo habla de dos clases de andar por el Espíritu. El andar mencionado en 5:16 es un andar más general, mientras que en 5:25 y 6:16 se habla de un andar particular, un andar conforme a cierta regla o principio. Observar el segundo tipo de andar es una condición para que la paz venga sobre el Israel de Dios. Esta paz no es la que viene sobre el pueblo de Dios de una manera general; es una paz específica que viene sobre un pueblo particular, sobre los que observan el segundo tipo de andar por el Espíritu.
En 3:26 Pablo dice: “Pues todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús”. Como hijos de Dios, somos Su gente, miembros de Su familia. Sin embargo, la intención de Dios en Su economía neotestamentaria no sólo es hacernos Sus hijos, sino también hacernos el Israel de Dios.
Tal vez podamos entender la diferencia que existe entre los hijos de Dios y el Israel de Dios si ponemos como ejemplo de qué manera un miembro de una familia real es entrenado para ser rey. Por un lado, tal persona crece como miembro de la familia real, como hijo del rey y de la reina. Por otro lado, tiene que ser entrenado para que sea rey en el futuro. Por lo tanto, tiene que tener dos clases de vivir: el primero, como miembro de la familia real; el segundo, como futuro rey. Si tiene el primer tipo de vivir sin el segundo, no llegará a estar equipado o capacitado para ser rey. Un muchacho no es entrenado para ser rey de un día para otro. Tampoco llega a estar capacitado para ser rey simplemente por medio de desarrollar ciertas virtudes. Si él es gozoso, encantador, tierno, fiel y dueño de sí mismo, será muy buen muchacho, pero estas virtudes por sí mismas no lo califican para ser rey. Como futuro rey, debe ser entrenado para vivir y actuar de una manera propia de un rey. La manera en que se siente en una silla o en que converse con otros debe ser propia de un rey. Por tener un estado doble: el de miembro de la familia real y el de futuro rey, él debe tener dos clases de vida.
Los que creemos en Cristo Jesús también tenemos un estado doble. Por un lado, somos hijos de Dios, miembros de la familia divina. Por otro lado, somos futuros reyes, estamos destinados para ser reyes. El reinado está relacionado con el Israel de Dios. Debemos ser no solamente hijos de Dios, sino también el Israel de Dios. Para ser adecuados hijos de Dios es suficiente tener el fruto del Espíritu, es decir, las virtudes enumeradas en 5:22 y 23. Pero para ser reyes, para ser el Israel de Dios, necesitamos otra clase de vida, una clase particular de andar por el Espíritu. Necesitamos vivir como hijos de Dios y como el Israel de Dios.
Muchos cristianos no tienen el primer tipo de andar por el Espíritu, mucho menos el segundo. Le agradecemos al Señor que por Su misericordia, muchos de los que están en la vida de la iglesia hoy día sí tienen el primer tipo de andar por el Espíritu para vivir a Cristo. Pero ahora el Señor nos está llamando para seguir adelante y tener también el segundo andar por el Espíritu, el segundo tipo de vida. Este no es simplemente el modo de vivir de los hijos de la familia divina, sino el de los que serán reyes en el reino de Dios. ¡Que nuestros ojos sean abiertos para ver que somos reyes en la familia real! Nuestro destino no es solamente ser hijos de Dios, sino ser reyes que reinan en el reino de Dios.
¿Vive usted de una manera propia de un rey? Si usted vive de esta manera, será usted majestuoso hasta al reír. Si podemos ver que lo que Pablo dice acerca del Israel de Dios implica que necesitamos un andar propio de un rey, dentro de nosotros se despertará la aspiración de vivir de una manera que sea propia de un rey. Hasta tal vez queramos orar así: “Señor, hazme vivir y andar de una manera que sea propia de un rey, a fin de que sea yo calificado para ser parte del Israel de Dios actual”.
En cierto sentido, la nación de Israel es el Israel de Dios y un testimonio de Dios, aunque muchos israelitas son rebeldes y muy pecaminosos. Sin embargo, el verdadero Israel, el Israel espiritual, es la iglesia. Pero debido a que ambos, la nación de Israel y la iglesia están en una condición baja, existe la necesidad de que el Señor recobre al verdadero Israel de Dios. Para que se lleve a cabo este recobro, necesitamos dos clases de vida, dos clases de andar. En el primer andar debemos tener tales virtudes como amor, gozo, paz, mansedumbre y longanimidad, todo lo cual es la expresión del Cristo que vive en nosotros. También necesitamos la segunda clase de andar a fin de ser el Israel de Dios que lleva el reinado de Dios, que le representa a El con Su autoridad, y que lleva a cabo Su administración gubernamental.
Nuestra vida como ciudadanos de los Estados Unidos puede servir de ejemplo para estas dos clases de andar. Por un lado, somos personas que viven de una manera ordinaria; por otro lado, somos ciudadanos de esta nación. Como personas, es necesario que seamos amorosos, pacíficos, gozosos, fieles y mansos. Sin embargo, para que los Estados Unidos siga siendo una nación fuerte, también es necesario que vivamos como buenos ciudadanos, cumpliendo todos los requisitos del gobierno. Como ciudadanos, debemos pagar impuestos, prestar servicio en el ejército, y cumplir otras obligaciones. Hablando en términos espirituales, somos tanto hijos de Dios como el Israel de Dios. Como hijos de Dios, debemos ser amorosos, gozosos, pacíficos, fieles y mansos. Como el Israel de Dios, debemos andar conforme a las reglas elementales de la economía neotestamentaria de Dios.
Aunque los cristianos que verdaderamente desean seguir adelante con el Señor por lo regular prestan atención solamente al primer tipo de andar y desean ser espirituales, santos y victoriosos, nosotros debemos preocuparnos también por el segundo tipo de andar. En particular, debemos prestar atención a la vida de la iglesia. No obstante, muchos cristianos que son “espirituales” o “santos” no se preocupan ni siquiera un poco por la vida de la iglesia. Estos cristianos se interesan en la oración, en el estudio de la Biblia, en la predicación del evangelio o en el mejoramiento de la conducta. Según el concepto de ellos, esto es todo lo que se necesita. Pero debido a que no andan conforme al principio de la nueva creación, no es posible que ellos lleguen a ser el Israel de Dios.
La nueva creación y la iglesia son sinónimos. El término Israel de Dios es también sinónimo de la iglesia. ¿Por qué entonces Pablo no usó la palabra “iglesia” en Gálatas 6? La respuesta es que la intención de Pablo era señalar que la iglesia es una nueva creación, una nueva constitución. Hoy día es muy necesario que nos demos cuenta de que la iglesia es una nueva constitución. Cuando usamos la palabra “iglesia” muchos piensan en un edificio con una torre, o en un edificio de alguna organización religiosa. Pero según la Biblia, la iglesia es una nueva creación. Debido a que nuestro ser interior ha sido constituido con la naturaleza divina, hemos sido hechos una nueva creación.
Tanto la vieja creación como la nueva creación son entidades corporativas. No hubo dos viejas creaciones ni tampoco dos nuevas creaciones. La vieja creación y la nueva creación únicamente pueden ser corporativas. Todos los que creemos en Cristo somos una nueva creación, tal como todos somos una iglesia.
La expresión “la nueva creación” denota la naturaleza, el constituyente orgánico intrínseco e interior, de la iglesia. La iglesia es un organismo y tiene una constitución intrínseca. Esta constitución es la nueva creación. Pablo dice que ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, ni el ser religioso, ni el no serlo, sino una nueva creación. Con esto él quiere decir que en el universo lo único que cuenta o vale es la constitución orgánica e intrínseca, lo cual incluye la mezcla de Dios con el hombre. Necesitamos andar no sólo con ciertas virtudes que expresen a Cristo; también debemos andar conforme al principio, la regla, de la nueva creación.
Andar conforme al principio básico de la nueva creación es andar de una manera regulada, como soldados que marchan marcando el paso. Esta clase de andar hace que las iglesias tengan impacto. La razón de que la llamada iglesia sea débil es que los creyentes no tienen la segunda clase de andar por el Espíritu. No tienen un verdadero interés por la práctica de la vida de la iglesia. Pero si en una localidad hay aunque sea unos cuantos santos que tengan el segundo andar y marchen juntos marcando el paso, la iglesia tendrá impacto. Esos santos no serán simplemente hijos de Dios; ellos verdaderamente vendrán a ser el Israel de Dios.
¿Saben ustedes quién derrotó a las tribus cananeas, quién tomó posesión de la buena tierra para la edificación del templo, e hizo descender el reino de Dios a la tierra? Fue el Israel de Dios. En el Antiguo Testamento, Israel tipifica a la iglesia del Nuevo Testamento. Por consiguiente, la iglesia hoy día tiene que ser el Israel de Dios en la realidad. ¡Alabado sea el Señor porque en la economía neotestamentaria de Dios hemos sido hechos hijos de Dios e Israel de Dios!
Al final de Gálatas Pablo dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu” (6:18). La gracia de Cristo es con nuestro espíritu. Sin embargo, muchos cristianos solamente conocen el Espíritu Santo; no saben nada del espíritu humano. Por esta razón, siempre que en el Nuevo Testamento ellos ven la palabra “espíritu”, piensan que se refiere al Espíritu Santo. Ignoran el hecho de que además del Espíritu de Dios, la Biblia habla del espíritu humano. Tres versículos del Nuevo Testamento mencionan estos dos espíritus. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”; Juan 4:24 dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”; Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu”.
Tanto el Espíritu de Dios como nuestro espíritu son cruciales para la economía de Dios hoy día. El Espíritu es el propio Dios Triuno que ha pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este Espíritu vivificante ahora mora en nuestro espíritu y juntamente con nuestro espíritu testifica que somos hijos de Dios. Primera Corintios 6:17 nos dice que el que se une al Señor, un espíritu es con El. Esta es una clara indicación de que los dos espíritus ahora son uno solo.
Conforme a lo que Pablo dice en 6:18, la gracia del Señor Jesucristo es con nuestro espíritu. La gracia aquí mencionada es Cristo mismo como nuestro disfrute. Hoy día Cristo como el Espíritu está en nuestro espíritu para que lo experimentemos y disfrutemos. Disfrutar así a Cristo es la misma gracia que está con nuestro espíritu. En este disfrute y por medio de este disfrute podemos andar por el Espíritu para vivir a Cristo y para vivir como la nueva creación y como el Israel de Dios. Los dos tipos de andar por el Espíritu se encuentran en el disfrute del Señor Jesucristo en nuestro espíritu.
Podemos disfrutar al Señor en nuestro espíritu simplemente invocando Su nombre. ¿Sabe usted por qué disfrutamos al Señor cuando lo invocamos? Lo disfrutamos de esta manera porque cuando invocamos al Señor automáticamente ejercitamos nuestro espíritu. Por ejemplo, aunque yo no tenga la intención de ejercitar mis piernas y mis pies, espontáneamente los ejercito siempre que camino. Del mismo modo, siempre que invocamos al Señor desde muy dentro de nosotros, automáticamente ejercitamos nuestro espíritu. En cualquier lugar y en cualquier momento podemos disfrutar las riquezas de Cristo al invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos al Señor de esta manera, andamos por el Espíritu. Invocar el nombre del Señor también vence lo negativo en nuestro interior.
Supongamos que una joven hermana casada tiene problemas con su carácter. Ella anhela ser una buena esposa y una buena madre, y aborrece su carácter. Con todo, no tiene manera de vencerlo. Hace años no sabía yo como aconsejar a alguien que estuviera atormentado por un carácter problemático. Ahora sé que la mejor cura para ese mal es invocar el nombre del Señor al ejercitar el espíritu. Cuando invocamos al Señor de esta manera, inhalamos un elemento espiritual que somete nuestro carácter. Después de más de cincuenta años de experiencia y después de haber tenido contacto con muchos diferentes aspectos del cristianismo organizado, he llegado a la conclusión de que la mejor manera de disfrutar al Señor es invocarlo.
Como cristianos, debemos ser conocidos por el hecho de que invocamos el nombre del Señor Jesús. Sabemos que esto era una señal de los creyentes en el primer siglo por el hecho de que Saulo de Tarso recibió autorización de parte del sumo sacerdote para aprender a aquellos que invocaran el nombre del Señor. Invocar el nombre del Señor Jesús también debe ser una señal de los creyentes hoy en día. El pueblo de la iglesia especialmente debe ser conocido por ser aquellos que invocan al Señor.
Igual que el respirar, invocar el nombre del Señor es un asunto sencillo. Pero tal como no podemos seguir viviendo si “nos graduamos” de respirar, así tampoco podemos vivir espiritualmente si dejamos de invocar el nombre del Señor. A menudo, lo más necesario de la vida es lo más sencillo. ¿Qué cosa hay más necesaria que respirar? Con todo, respirar es muy sencillo. A diferencia de cocinar, respirar no requiere mucho trabajo. Del mismo modo, ¡qué sencillo es invocar el nombre del Señor Jesús! Sin embargo, a muchos conocedores no les interesa una práctica tan simple, y prefieren en vez hacer cosas que son mucho más complicadas. Muchos hasta nos critican y nos difaman por invocar el nombre del Señor Jesús. Para ellos, esta práctica es como un sonsonete. Invocar el nombre del Señor no es ningún sonsonete, puesto que es una práctica completamente basada en la Biblia. ¡Cómo necesitamos invocar el nombre del Señor Jesús para que lo disfrutemos como nuestra gracia y tengamos las dos clases de andar por el Espíritu! Yo le animo a usted a que respire espiritualmente invocando el nombre del Señor Jesús. Por medio de invocar el nombre del Señor lo disfrutamos a El. Andemos, pues, por el Espíritu en el disfrute de Cristo en nuestro espíritu.