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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Gálatas»
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Mensaje 44

ANDAR POR EL ESPIRITU COMO HIJOS DE DIOS

(1)

  Lectura bíblica: Ro. 8:2, 4-6, 9-11, 13-16, 23, 26, 29; Gá. 3:2-3, 5, 11-14, 26; 4:4-6, 29; 5:16-18

  En el Nuevo Testamento, los libros de Gálatas y Romanos ocupan juntos una categoría especial. Estos dos libros no sólo revelan la redención provista por Dios, sino también la economía de esta redención. La redención es una cosa y la economía de la redención es otra. Muchos cristianos, cuando leen los libros de Romanos y Gálatas, fácilmente pueden ver el asunto de la redención. Sin embargo, muy pocos pueden ver la economía de Dios tocante a la redención, porque este asunto se encuentra un poco escondido en esos dos libros. Aunque la palabra “economía” no puede ser encontrada en Romanos ni tampoco en Gálatas, el hecho relacionado con la economía de la redención puede no obstante verse en esos libros. Nuestra carga en este mensaje es considerar la economía de Dios en la redención que El provee.

LA META DE DIOS EN LA REDENCION

  Aunque se habla de la redención tanto en Romanos como en Gálatas, la redención no es la meta de Dios. Más bien, la redención es un proceso o paso hacia la meta. En la economía de Dios, la redención se usa para originar un cierto producto o resultado. ¿Cuál es la meta de Dios en la redención? Además, ¿cuál es el resultado que se produce mediante la redención efectuada por Dios? La respuesta a ambas preguntas es la filiación. La filiación es la meta de Dios en la redención, y también es el producto del proceso de redención. No obstante, muchos cristianos solamente ven que Romanos habla de la justificación por fe. No ven la filiación divina en el libro de Romanos. Si leemos Romanos detenidamente, veremos que los primeros cuatro capítulos hablan en su mayor parte de lo relacionado con la justificación por fe. A partir del capítulo cinco, Pablo avanza hacia la meta de la filiación. Según la revelación encontrada en el libro de Romanos, Dios está transformando pecadores en hijos de Dios. Por consiguiente, el libro de Romanos nos muestra cómo Dios está en el proceso de producir hijos a partir de pecadores. Aquí vemos la economía de Dios. La economía de Dios no consiste simplemente en redimir pecadores perdidos. Su economía consiste en redimir pecadores con miras a hacerlos Sus hijos. En la economía de Dios, los dos principales asuntos son la redención y la filiación.

  En la Biblia, la Trinidad, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu, no es una doctrina, teología o enseñanza. La Trinidad es para la economía de Dios. En Su economía, Dios el Padre es el que hace el plan, el que le da forma a un propósito eterno. Debido a que El tiene un propósito, un plan, El tiene muchos arreglos que corresponden con Su propósito. En la Trinidad, Dios el Padre es la fuente, Aquel que hace el plan para efectuar Su economía. Para la ejecución de la economía divina, dos asuntos de vital importancia deben ser llevados a cabo: la redención y la filiación. En Gálatas 4 vemos que el Padre envió a Su Hijo a efectuar la redención (vs. 4-5). Después El envió el Espíritu de Su Hijo para producir la filiación. Así que, para llevar a cabo Su economía, el Padre primero envió al Hijo y después al Espíritu.

  Gálatas 4:4 y 5 dice: “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la filiación”. Para llevar a cabo la filiación, era necesario que el Hijo de Dios viniera a ser un ser humano, nacido de mujer y nacido bajo la ley. A fin de vestirse de humanidad, de naturaleza humana, El tuvo que “nacer de una mujer”. Es una herejía decir que María fue la madre de Dios. Aunque Jesús era Dios en la carne como hombre, María no fue la madre de Dios. Ella fue la madre del hombre Jesús. Por nacer de una mujer, Jesús, el Hijo de Dios, fue un hombre de sangre y carne (He. 2:14). Si El no hubiera tenido sangre y carne, el Hijo de Dios no hubiera tenido manera de efectuar la redención. La redención requiere derramamiento de sangre.

  Después de que el Hijo de Dios efectuó la redención para nosotros, el Espíritu fue enviado para llevar a cabo la filiación y para hacer que ésta fuera real para nosotros en nuestra experiencia. El Espíritu fue enviado para hacer a todos los redimidos hijos de Dios. Por lo tanto, Cristo vino para la redención y el Espíritu vino para la filiación. Cristo nos redimió, y el Espíritu imparte la vida divina en nosotros para hacernos hijos de Dios.

EL ESPIRITU

  El libro de Romanos y el libro de Gálatas una y otra vez hablan del Espíritu. Esto es verdad especialmente de Romanos 8. El versículo 2 habla del Espíritu de vida y el versículo 15 habla del espíritu de filiación. Debido a que tenemos un espíritu de filiación, tenemos la vida el Hijo de Dios. De manera espontánea clamamos: “Abba, Padre”. En el versículo 9 Pablo habla del Espíritu de Dios y del Espíritu de Cristo, y en los versículos 11 y 13 habla del Espíritu. La expresión “el Espíritu” se encuentra también en el versículo 16: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.

  El término “el Espíritu” es muy importante. Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. ¿Por qué este versículo dice que “aún no había venido el Espíritu”? Aunque el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová y el Espíritu Santo ya existían antes de la glorificación de Cristo, “aún no había venido el Espíritu”. En Génesis 1:2 vemos que el Espíritu se movía sobre la faz de las aguas. El Antiguo Testamento también habla con frecuencia del Espíritu de Jehová. Cuando el Señor Jesús estaba a punto de ser concebido en el vientre de María, se hace mención del Espíritu Santo, porque algo común, la naturaleza humana, iba a ser hecha santa por el Espíritu de Dios (Mt. 1:18, 20). Pero cuando Jesús clamó, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn. 7:37), El hablaba del Espíritu. Sin embargo, “aún no había venido el Espíritu” porque Jesús no había sido aún glorificado. El aún no había sido crucificado y resucitado. Pero después de Su crucifixión y resurrección, el Espíritu vino. Hoy día el Espíritu que testifica juntamente con nuestro espíritu es el Espíritu. Segunda Corintios 3:17 dice: “Y el Señor es el Espíritu”. Notemos que este versículo no dice: “Y el Señor es un Espíritu”, sino “el Señor es el Espíritu”.

EL ANDAR DE LOS HIJOS DE DIOS

  Romanos 8:14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Este versículo indica que Romanos 8 no se centra en el nacimiento de los hijos de Dios, sino en el andar de los hijos de Dios. Los que son guiados por el Espíritu en verdad son hijos de Dios. La palabra “andar” se usa firmemente en el versículo 4: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”.

  Bajo la influencia del concepto natural, los cristianos a menudo piensan que después de ser salvos, debemos tener una vida que glorifique a Dios. Ponemos atención a lo que Pablo dice respecto a andar de una manera que sea digna de nuestro llamamiento, pero entendemos esta exhortación conforme a nuestro concepto natural. Inmediatamente después de ser salvos, la gente trata de comportarse de una manera que glorifique a Dios. Este pensamiento llega de manera espontánea. No está mal decir que debemos observar una conducta que glorifique a Dios. Sin embargo, a pesar de esto, podemos estar bajo la influencia de un concepto natural. Según el concepto natural, andar como es digno de nuestro llamamiento consiste en ser honesto, fiel, humilde, amable, agradable y cariñoso. Quizás pensemos que glorificaremos a Dios si tenemos tales virtudes, y que otros nos tendrán aprecio. No obstante, el libro de Romanos, un libro básico de la revelación de Dios, no nos exhorta a que andemos de esta manera. Por el contrario, nos enseña a andar como hijos de Dios.

  Hay una gran diferencia entre andar como hijos de Dios y andar como pecadores redimidos que expresan virtudes tales como honestidad, amabilidad y amor. La meta de la economía de Dios no es meramente tener un grupo de personas fieles, amables y cariñosas. La meta de Dios en Su economía es producir hijos. Una persona puede ser honesta, fiel y cariñosa, pero tal vez no sea hijo de Dios. Dios quiere hijos. El no quiere pecadores honestos, fieles y amorosos. Su propósito no es convertir esposos pecadores en esposos que amen a su mujer, ni tampoco es Su propósito convertir esposas pecadoras en es esposas que se sometan a su marido. Repetimos, la meta de Dios en Su economía es producir muchos hijos divinos.

NACIDOS DE DIOS PARA SER SUS HIJOS

  A fin de ser hijos de Dios, primero debemos ser engendrados de El. El Evangelio de Juan le da énfasis a esto. Juan 1:12 y 13 dicen: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Después, en Juan 3:6 se nos dice que lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. La filiación es por completo un asunto de vida y naturaleza, lo cual depende del nacimiento. Hemos sido engendrados de Dios para ser hechos hijos de Dios. Por consiguiente, podemos declarar con certeza que no somos hijos políticos de Dios, ni tampoco hijos adoptivos; somos hijos de Dios en vida, hijos nacidos de El.

  Conforme a la revelación divina de las Escrituras, recalcamos el hecho de que, por medio de la regeneración, ocurrió una unión orgánica entre nosotros y Dios. Tenemos una relación orgánica con Dios, una relación en vida. Primero, debido a que estamos llenos de pecado, Dios envió a Su Hijo para que nos redimiera. Pero Dios también envió a Su Espíritu para que impartiera la vida y la naturaleza divinas en nuestro ser. Ahora que la vida divina ha entrado en nosotros, tenemos una unión orgánica con Dios. Este asunto crucial, sin embargo, ha sido descuidado por aquellos cristianos que recalcan las enseñanzas y conceptos tradicionales.

  Puesto que usted ha sido engendrado de Dios para ser hecho hijo de Dios, ¿tiene usted la valentía de declarar que es usted divino? Como hijos de Dios que han sido engendrados de El, en un sentido muy real, somos divinos. Cuando damos esta enseñanza, algunos nos acusan de enseñar la deificación del hombre. Nosotros, de manera definitiva, no creemos ni enseñamos que como hijos de Dios llegaremos a ser Dios mismo. Sin embargo, es un hecho que tenemos la vida y la naturaleza divinas. De otro modo, no sería posible que fuéramos hijos de Dios. ¿Acaso un niño engendrado por un padre alemán no tiene la vida y la naturaleza típicas de un alemán? Del mismo modo, debido a que hemos sido engendrados por Dios para ser hijos de Dios y tener la vida y la naturaleza divinas, somos divinos. Algunas personas tuercen lo que decimos y declaran que enseñamos que los pecadores pueden llegar a ser parte de la Deidad misma. Sí enseñamos que como hijos de Dios somos parte de la familia de Dios. Pero de cierto no enseñamos que llegaremos a ser Dios mismo. Con todo, el hecho sigue siendo que puesto que nuestro Padre es divino, todos los miembros de Su familia también son divinos. Del mismo modo que un ser humano tiene la vida y la naturaleza de su padre, así nosotros, los hijos de Dios, tenemos la vida y la naturaleza de nuestro Padre. En este sentido, somos divinos.

  Por haber sido hechos hijos de Dios, ahora es necesario que andemos como hijos de Dios. Dios no quiere un grupo de personas que simplemente sean amables, honestas y cariñosas. El quiere una familia. En Gálatas 6:10 esta familia es llamada “la familia de la fe”. Para andar como hijos de Dios necesitamos ser divinos. No es adecuado simplemente ser éticos o religiosos. No es necesario ser hijo de Dios para ser humilde o amable. Una persona puede ser humilde o amable de una manera ética o natural. Sin embargo, para vivir como hijos de Dios, ciertamente tenemos que ser divinos. Tenemos que tener la vida de Dios y también el Espíritu de Dios.

  Al final mismo de la Biblia podemos ver al Espíritu y la Novia (Ap. 22:17). El Espíritu es la consumación del Dios Triuno, y la Novia es el producto final de la humanidad redimida. El hecho de que el Espíritu y la Novia sean uno se comprueba porque ellos hablan como uno. El Espíritu y la Novia dicen juntamente “¡ven!”

  La Biblia revela la unión orgánica que existe entre los creyentes y el Dios Triuno, pero la religión le da énfasis a las virtudes y la buena conducta. Según el concepto religioso, como creyentes debemos ser honestos, fieles, cariñosos y sumisos. Sin embargo, la economía de Dios no meramente requiere que tengamos estas virtudes, sino que andemos conforme al Espíritu. Quizás una persona sea humilde de manera natural, mientras que otra tal vez sea humilde debido a que está viviendo por la vida y la naturaleza de Dios. Aparentemente ambas clases de humildad son lo mismo. En realidad, son muy diferentes. Lo primero puede ser comparado a cobre bien pulido; lo segundo, a oro. Si andamos conforme al Espíritu, no seremos como cobre pulido; tendremos la apariencia del oro, la apariencia de la misma naturaleza de Dios.

  La intención de Dios no consiste simplemente en tener un grupo de buenas personas; El quiere muchos hijos que sean uno con El orgánicamente y que posean Su propia vida y naturaleza. Solamente estos hijos pueden ser miembros del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es un organismo, no una organización. La gente buena puede ser organizada para formar una sociedad, pero ellos no pueden llegar a ser el organismo conocido como el Cuerpo de Cristo. Debido a que el Cuerpo es orgánico, todos los miembros del Cuerpo deben tener un elemento orgánico en ellos. Recibimos este elemento por medio del nuevo nacimiento, por medio de la regeneración.

ANDAR CONFORME AL ESPIRITU

  Después de haber nacido de Dios para ser hijos de Dios, tenemos que andar como hijos conforme al Espíritu. En Romanos 8 Pablo no habla de cosas tales como humildad, fidelidad u honestidad. Aquí él no se ocupa de virtudes humanas. Más bien, nos encarga que andemos conforme al espíritu. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Andar como hijo de Dios no es un asunto de poseer ciertas virtudes; es por completo un asunto de andar conforme al espíritu. Por supuesto, si andamos conforme al espíritu, se producirá cierto fruto en nuestra vida. Sin embargo, el énfasis de Romanos 8 no está en el fruto, sino en la naturaleza de los hijos de Dios. Por haber nacido de Dios, no debemos esforzarnos en cultivar ciertas virtudes. En vez de eso, debemos esforzarnos en andar por el Espíritu.

  Me preocupa que andar por el Espíritu como hijos de Dios sea poco más que una doctrina para nosotros. Es posible que tengamos el conocimiento de que simplemente necesitamos andar por el Espíritu, pero en nuestra vida diaria tal vez vivamos de una manera natural y ética. Si alguien nos molesta, tal vez nos enojemos o tratemos de controlarnos. Pero en ninguno de los dos casos nos volvemos a nuestro espíritu, ejercitamos el espíritu ni andamos por el espíritu.

  A menudo, después de que hemos visto algo acerca del Señor, Satanás viene a ponernos una prueba. Supongamos que el Señor le hace ver claramente que como hijo de Dios lo que usted necesita hacer es simplemente andar conforme al Espíritu. Un poco después, quizás su esposa o esposo le ofende. En ese momento, tal vez usted se olvide de andar por el Espíritu. En vez de andar por el Espíritu, quizás usted se enoje o trate de reprimir su ira. Hasta es posible que usted ore que el Señor le ayude. Pero ni siquiera orar de esta es andar por el Espíritu.

  La religión le enseña a la gente a comportarse; pero no le enseña a andar conforme al Espíritu. Según la Biblia, en vez de tratar de mejorar nuestra conducta, debemos andar por el Espíritu. Hemos sido engendrados del Espíritu. Ahora debemos recibir gracia para andar por el Espíritu. Si su esposa o esposo le causa una ofensa, simplemente ande por el Espíritu. No intente suprimir su mal carácter ni se esfuerce por ser paciente. Eso nada más es conducta exterior. Lo que usted necesita hacer en ese momento es ejercitar el espíritu para andar conforme al Espíritu. No se diga a usted mismo: “Debo andar de una manera que sea digna de la vida de la iglesia. Si pierdo la compostura, será una vergüenza para mí. Debo refrenar mi temperamento y comportarme adecuadamente”. Esto no es parte de la economía de Dios; esto es religión y ética. La economía de Dios consiste en hacernos Sus hijos de una manera práctica y auténtica. Para esto, debemos andar conforme al Espíritu.

CONFORMADOS A LA IMAGEN DEL PRIMOGENITO HIJO DE DIOS

  Muchos cristianos leen Romanos 8 sin poner atención al asunto de la filiación de que se habla en este capítulo. El versículo 14 dice que todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios, y el versículo 15 habla del espíritu de filiación. Además, el versículo 29 dice que Dios nos ha predestinado para que seamos “hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Los muchos hermanos de Cristo son los muchos hijos de Dios (He. 2:10). Además, en Romanos 8 la filiación no se refiere al aspecto del nacimiento, sino al aspecto del andar. Necesitamos andar como hijos de Dios para que podamos ser hechos conformes a la imagen de Su Hijo. El nacimiento ocurre una sola vez, pero ser hechos conformes a la imagen del Hijo de Dios es asunto de toda la vida. Día tras día somos hechos conformes a la imagen del primogénito Hijo de Dios. Esta conformación ocurre mientras andamos por el Espíritu. En el recobro del Señor, lo principal que el Señor quiere que practiquemos es el andar por el Espíritu y conforme al Espíritu.

  Si andamos por el Espíritu, Dios podrá tener hijos maduros. Estos hijos serán también Sus herederos, quienes heredarán las riquezas de Dios. Si hemos de ser Sus herederos, tenemos que ser maduros. Deseamos recalcar el hecho de que estamos siendo hechos conformes a la imagen del Hijo de Dios, no a la de ciertas prácticas que hayamos encontrado entre los santos de la vida de la iglesia. Me preocupa un poco que los santos sean hechos conformes a la vida de la iglesia en vez de a la imagen del Hijo de Dios. Es posible que algunos santos pasen por un buen cambio, pero este cambio tal vez no sea una transformación verdadera, un cambio metabólico en vida. Quizás se trate solamente de un cambio exterior de ser hechos conformes a ciertas maneras de vivir comunes entre los santos de la vida de la iglesia. Dios no quiere esta clase de cambio. El quiere ver que una verdadera transformación ocurra interiormente en nuestro ser para que seamos hechos conformes a la imagen viva del Hijo de Dios. Para que se lleve a cabo esta clase de cambio, necesitamos andar en el Espíritu, por el Espíritu y conforme al Espíritu.

LA REDENCION ES PARA LA FILIACION

  Hemos visto que en Romanos la redención es para la filiación. Lo mismo es verdad en Gálatas. Gálatas 3:13 y 14 dicen que Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición, para que recibiésemos la promesa del Espíritu por medio de la fe. Así que, Cristo efectuó la redención para que así nosotros recibiésemos el Espíritu. Gálatas 4:5 dice que Cristo nos redimió para que recibiésemos la filiación. Después de que Cristo efectuó la redención por nosotros, Dios envió el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, el cual clama, “¡Abba, Padre!” Tanto Romanos como Gálatas mencionan la exclamación “Abba, Padre”. Esta es una prueba adicional de que en estos libros la redención es para la filiación.

LO QUE DIOS BUSCA HOY DIA

  Romanos y Gálatas hablan de andar por el Espíritu. Estos libros no nos exhortan a que andemos conforme a ciertas doctrinas, enseñanzas o exhortaciones, sino que andemos conforme al Espíritu. No importa qué bien nos comportemos, no andamos como hijos de Dios a menos que andemos conforme al Espíritu. Supongamos que alguien le preguntase por qué usted no participa en cierto entretenimiento mundano. La respuesta adecuada es que el Espíritu no lo guía a hacer tal cosa. Del mismo modo, si se le preguntase por qué en su familia usted hace ciertas cosas, pero se refrena de hacer otras, su respuesta debería ser simplemente que usted vive de esa manera porque anda conforme al Espíritu.

  Por lo menos hasta cierto grado, todavía estamos bajo la influencia de conceptos religiosos. Por esta razón, cuando leemos la Biblia, nos resulta fácil prestar atención a amonestaciones tales como que la mujer debe someterse a su marido y que el marido debe amar a su mujer. También podemos entender mandamientos que hablen de humildad, amabilidad y paciencia. Sin embargo, tales mandamientos no son factores básicos en la economía de Dios. El factor básico es que hemos sido engendrados de Dios y que ahora somos hijos divinos de Dios, poseyendo Su vida y naturaleza. Debido a que somos Sus Hijos, Dios quiere que andemos conforme al Espíritu, como Sus hijos. El resultado, el producto, que resulte de andar por el Espíritu como hijos de Dios es responsabilidad del Espíritu, no nuestra. Nuestra responsabilidad es simplemente andar conforme al Espíritu.

  El punto máximo del Nuevo Testamento es el Espíritu. Nuestra vida, comportamiento, andar y conducta deben ser conforme al Espíritu. Cuando andamos conforme al Espíritu, somos hijos de Dios en realidad, y día tras día estamos siendo hechos conformes a la imagen de Su Hijo. Esto es lo que Dios busca hoy día.

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