Mensaje 6
Lectura bíblica: Gá. 2:1-14
En los mensajes anteriores señalamos que Pablo era un ejemplo para los creyentes, especialmente para los creyentes gentiles. En particular, la formación del apostolado de Pablo es un ejemplo para la formación de nuestro apostolado hoy día. En este mensaje llegamos a la sección 2:1-14. En estos versículos no sólo tenemos una narración de cómo Pablo mantuvo la verdad; tenemos un ejemplo por medio del cual podemos aprender de Pablo cómo nosotros también podemos guardar la verdad. Primeramente consideremos la fidelidad de Pablo con relación a la verdad del evangelio. Después consideraremos la infidelidad de Pedro.
En Gálatas vemos que Pablo era fiel, honrado, franco y osado. Al mismo tiempo, él también exhibía un espíritu de mansedumbre. El hace referencia a tal espíritu en 6:1, donde dice que los que sean espirituales deben restaurar con espíritu de mansedumbre a quienes se encuentren enredados en alguna falta. Al escribir esta epístola, Pablo intentaba restaurar a los creyentes gálatas, quienes se habían enredado en su propia debilidad. Sin duda alguna, los judaizantes sutilmente se habían aprovechado de la debilidad de los creyentes gálatas. Por consiguiente, Pablo ejercitó un espíritu de mansedumbre a fin de restaurar a quienes se habían enredado. Por un lado, era osado y por el otro, era manso en espíritu. Tocante a esto, todos debemos aprender de Pablo.
A lo largo de los años, tanto en el lejano oriente como en occidente, he aprendido que muchas cosas que parecen fruto de la humildad, son en realidad actitudes políticas. Ciertamente Pablo no era humilde de esa manera. Por ejemplo, en 2:4 Pablo habla de “falsos hermanos introducidos a escondidas, que se infiltraban para espiar nuestra libertad”. Al hacer tales declaraciones, Pablo ciertamente no estaba actuando de manera política. Al escoger sus palabras era osado y franco.
Todos los que toman la iniciativa en las iglesias deben aprender a ser honrados, fieles, francos y osados, pero siempre con mansedumbre. Nunca debemos comportarnos diplomáticamente. Sin embargo, si nos falta la gracia y carecemos de sabiduría para manejar alguna situación en particular, debemos quedarnos callados, pero nunca debemos comportarnos de manera política.
Al encargarse del problema de Galacia, Pablo enfrentó una situación muy seria y delicada. En 4:20 dice que estaba perplejo por causa de los gálatas. Estaba desconcertado, sin saber cómo tratar a estos distraídos creyentes. Pero aunque estaba desconcertado, no se condujo políticamente. Al contrario, todavía era franco, honrado y osado.
Comportarse de manera política en cierta forma es como mentir. A los ojos de Dios, la política es peor que una rotunda mentira. A esto se debe que la situación política internacional sea tan maligna, tan deplorable, a los ojos de Dios. Muchos diplomáticos y embajadores son expertos en el asunto de mentir con mucha sutileza. Algunos hasta han sido entrenados en el asunto de comportarse de tal manera. La iglesia es otro reino, otra esfera totalmente diferente. En este reino, el reino de los cielos, no debe haber ninguna mentira, no debe haber nada de política. En Juan 8:44 el Señor Jesús dijo que el diablo, Satanás, es el padre de las mentiras. Puesto que comportarse políticamente es aún peor que mentir, también debe provenir del maligno padre de las mentiras. Debido a que la política es tan maligna y demoniaca, las negociaciones nunca pueden producir paz entre las naciones. ¿Cómo puede haber paz entre las naciones, si los representantes de tales naciones mienten y se comportan de manera política? En la iglesia, la embajada terrenal del reino celestial, no debe haber nada de política.
Pablo, un buen ejemplo de lo que debe ser un embajador celestial, no se comportó de manera política al tratar con los gálatas. El habló la verdad de manera franca. Tal vez usted piense que Pablo fue muy extremista en su franqueza. ¿Quién más podría usar un término como “falsos hermanos”? ¿Se atrevería usted a llamar falso hermano a alguien? ¿Escribiría usted una carta en la cual hablase de falsos hermanos que se han infiltrado para espiar nuestra libertad? Tal vez ninguno de nosotros se atrevería a ser tan franco como Pablo. Además, en 3:1 él se dirige a los creyentes llamándolos “gálatas insensatos”. ¡Qué osado, honrado y genuino era Pablo! Ciertamente los creyentes gálatas eran insensatos al apartarse de Cristo y volver a la ley. Sin duda eran insensatos al seguir a los judaizantes. Por lo tanto, Pablo se dirigió a ellos de manera osada y franca. Aprendamos de él a ser fieles y osados y a no comportarnos políticamente. Si carecemos de gracia y sabiduría, podemos permanecer callados, pero si hablamos de cierta situación, no debemos ser políticos.
En 2:1 y 2 Pablo dijo: “Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Subí según una revelación”. Tal como consta en Hechos 15, esto ocurrió después de que varias iglesias fueron levantadas entre los gentiles mediante la predicación de Pablo (véase Hechos 13 y 14). Esto también indica que la predicación del evangelio por Pablo para levantar las iglesias gentiles no tuvo nada que ver con los creyentes de Jerusalén y Judea.
En 1:18 Pablo habla de subir a Jerusalén para visitar a Cefas. En 2:1 y 2 vemos que después de un periodo de catorce años él subió otra vez a Jerusalén, según una revelación. No sólo el evangelio de Pablo, sino también el hecho de que subiera a Jerusalén era según una revelación del Señor, no conforme a ninguna organización o sistema. Sus actividades y movimientos eran según el guiar instantáneo del Señor. Esto una vez más indica que su predicación del evangelio no era según la enseñanza del hombre, sino según la revelación directa del Señor.
Por esta experiencia de Pablo en cuanto a subir a Jerusalén después de catorce años según una revelación, aprendemos que a menudo es más difícil no ir a cierto lugar que en lo que en verdad resulta ir allá. Por ejemplo, es fácil para mí tomar la decisión de ir a Londres. Pero refrenarme por catorce años de hacerlo tal vez no sea fácil. Esto requiere que yo sea restringido. Debido a que Pablo se restringió, él no subió a Jerusalén aparte de la revelación. Sin embargo, en cierto momento, según una revelación, él subió a Jerusalén con Bernabé y Tito.
La visita de Pablo a Jerusalén se sitúa en los tiempos de Hechos 15. Los judaizantes habían causado mucho daño al decirles a los creyentes gentiles que tenían que circuncidarse para ser salvos. Estaban haciendo que la circuncisión fuera un requisito para la salvación eterna provista por Dios. Este asunto era serio en extremo. Según una revelación, Pablo subió a Jerusalén para tratar con la fuente del problema. Pablo no fue a Jerusalén a recibir una revelación o a aprender alguna nueva enseñanza. Más bien, él fue allá según una revelación para tratar con la fuente de un serio problema.
En este asunto Pablo también es un ejemplo para nosotros. De su ejemplo, debemos aprender a no ir a ningún lugar y a no tomar acción alguna a la ligera. Por el contrario, debemos ser restringidos por el Espíritu en nuestro espíritu. Siempre que vayamos a cierto lugar debemos movernos según una revelación.
En 2:2 Pablo dice: “Les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles, pero lo hice en privado con los que tenían cierta reputación, no fuera que yo corriese o hubiese corrido en vano”. Al hacer esto, Pablo también era restringido. Si nosotros hubiésemos subido a Jerusalén en tal situación, probablemente habríamos subido con un buen toque de fanfarrias. Tal vez hasta enviaríamos anuncios para hacer saber a la gente que el apóstol a los gentiles iba en camino. Esto es lo que se practica en el cristianismo hoy día. Por adelantado se anuncia la llegada de un predicador o evangelista a fin de asegurar la asistencia de una gran multitud. Pablo, en contraste con la manera del cristianismo de hoy, presentó su evangelio en privado a ciertas personas. Esto quiere decir que él subió a Jerusalén en privado, sin intención de hablar ante una congregación grande. El simplemente quería establecer contacto con los dirigentes, los que eran ancianos y apóstoles. Esto es conforme a lo que se narra en Hechos 15, que corresponde con lo referido en Gálatas 2.
En el versículo 3 Pablo dice: “Más ni aun Tito, que estaba conmigo, aunque era griego, fue obligado a circuncidarse”. Esto indica que en su mover por el testimonio de Dios, a Pablo no le importaba la observación de la ley. Pablo deliberadamente se rehusó a que Tito fuese circuncidado. El propósito de Pablo era guardar la verdad. Puesto que en Cristo la circuncisión se ha terminado, circuncidar a un creyente sería hacer que la verdad fuese empañada. Por consiguiente, Pablo no obligó a Tito a circuncidarse.
El judaísmo estaba edificado sobre la ley dada por Dios, y se basaba en tres pilares: la circuncisión, el Sábado y la dieta santa. Estas tres cosas fueron ordenadas por Dios (Gn. 17:9-14 Ex. 20:8-11; Lv. 11) como sombras de lo que había de venir (Col. 2:16-17). La circuncisión era sombra de la crucifixión de Cristo, en lo concerniente a despojarse de la carne, como se representa en el bautismo (Col. 2:11). El Sábado tipificaba a Cristo como el reposo para Su pueblo (Mt. 11:28-30). La dieta santa simbolizaba la distinción entre personas limpias y personas inmundas, aquellas personas con quienes el pueblo de Dios podía tener contacto y aquellas con quienes no (Hch. 10:11-16, 34-35). Desde la venida de Cristo, todas las sombras deberían haberse terminado. Así que, la observación del sábado fue abolida por el Señor Jesús en Su ministerio (Mt. 12:1-12), la dieta santa fue anulada por el Espíritu Santo en el ministerio de Pedro (Hch. 10:9-20) y a la circuncisión se le quitó todo valor en la revelación recibida por Pablo en su ministerio (Gá 5:6; 6:15). Además, la ley, la base del judaísmo, ya no tiene función y Cristo la ha reemplazado (Ro. 10:14; Gá. 2:16). Por lo tanto, el judaísmo en su totalidad ha llegado a su fin.
En los versículos 4 y 5 Pablo continúa y dice: “Y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que se infiltraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos”. Los falsos hermanos eran los judaizantes que pervertían el evangelio de Cristo mediante introducir a escondidas en la iglesia las observancias de la ley, y que perturbaban a los genuinos creyentes en Cristo (1:7). La libertad de la que Pablo habla aquí es la libertad de la esclavitud de la ley. La esclavitud se refiere a la esclavitud de estar bajo la ley.
Los falsos hermanos a los cuales Pablo no accedió a someterse estaban divulgando el concepto de que los creyentes tenían que circuncidarse para ser salvos. Pablo se opuso a esto y no cedió a ello ni por un momento. El no se sometería a aquellos que buscaban dañar nuestra libertad que tenemos en Cristo y que buscaban también reducirnos a esclavitud. Estar libre en Cristo es disfrutar la liberación de la esclavitud de la ley y de sus requisitos tocante a la circuncisión. Todos los creyentes son ahora libres de toda obligación de la ley, especialmente de la obligación de ser circuncidado. A fin de mantener esta libertad, Pablo se rehusó a que Tito fuese circuncidado y se rehusó también a someterse a los judaizantes.
Pablo se rehusó a someterse a los falsos hermanos, a fin de que la verdad del evangelio permaneciese con los creyentes. Todo lo que Pablo hacía, lo hacía en beneficio de los creyentes, de tal manera que, por causa de ellos, la verdad se conservara transparente.
En el versículo 6 Pablo dice: “Pero los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me añadieron”. Aquí podemos ver que Pablo no recibió nada de aquellos que tenían reputación. Ni Pedro, ni Juan ni Jacobo tuvieron nada que enseñarle a Pablo. Más bien, Pablo tenía mucho que enseñarles a ellos. Pablo escribió más del Nuevo Testamento que ningún otro. En su segunda epístola, Pedro hasta admite que en los escritos de Pablo hay algunas cosas “difíciles de entender” (2 P. 3:16).
Ya hemos señalado que en las epístolas de Pablo se abarcan varios asuntos importantes que no se encuentran en ninguna otra parte. Por ejemplo, Pablo habla del nuevo hombre, un asunto ni siquiera mencionado en los evangelios. Además, en sus epístolas Pablo presenta un análisis completo de nuestro ser regenerado. El describe nuestro espíritu regenerado, nuestro corazón renovado, nuestra alma transformada, nuestra mente renovada y la condición de nuestro cuerpo físico. Ni Pedro ni Juan hablan de estas cosas en una manera tan completa. Considere el cuadro que Pablo presenta en Romanos 8. ¡Qué visión de nuestro ser regenerado recibimos en este capítulo! Conforme a este capítulo, que nuestro ser sea regenerado tiene que ver con que la divinidad se mezcle con nuestra humanidad. Esto significa que el elemento de la divinidad ha sido añadido a nuestra humanidad. Ningún otro escritor del Nuevo Testamento presenta este asunto de la manera en que Pablo lo hace. Esto significa que Pablo tenía mucho que enseñarles a otros creyentes. Pero aunque Pablo sabía más y tenía más, él no era orgulloso.
En Jerusalén no había la atmósfera apropiada para que Pablo presentase lo que tenía en su interior. Si leemos cuidadosamente Hechos 15, nos daremos cuenta de que en Jerusalén existía una atmósfera de superioridad. Por lo menos hasta cierto punto, los apóstoles de ese lugar se consideraban superiores a Pablo y Bernabé. Pablo y Bernabé eran apóstoles a los de la incircuncisión, es decir, a los gentiles, mientras que los de Jerusalén eran apóstoles a los de la circuncisión. Espiritualmente, sin embargo, Pablo era superior a Pedro, a Juan y a Jacobo. La actitud de superioridad que prevalecía en Jerusalén fue un factor que contribuyó a la destrucción de la ciudad en el año 70 d. de C., cerca de quince años después de que Pablo subiera a Jerusalén, tal como consta en Gálatas 2.
Pablo había visto más que Pedro, Jacobo y Juan. Ellos habían visto al Señor en la carne, y lo habían conocido según la carne. Pero Pablo lo conocía a El en una manera espiritual. En 2 Corintios 5:16 Pablo dice: “De manera que de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. Debemos buscar conocer a Cristo no según la carne, sino según el espíritu. Debido a que Pablo conocía a Cristo en espíritu, él había visto más y tenía más que Pedro, Juan y Jacobo.
Esto muestra que no debemos confiar en la edad ni en la antigüedad. Pedro, Juan y Jacobo eran mayores que Pablo y eran apóstoles cuando él todavía era un joven que perseguía a los seguidores del Señor Jesús. Pero después de su conversión, Pablo llegó a ver más de Cristo y de la economía de Dios que ningún otro. El libro de Romanos, por ejemplo, señala la profundidad del conocimiento de Pablo. Ciertamente Pablo tenía mucho que enseñarles a los de Jerusalén. Pero la atmósfera no era apropiada para que él así lo hiciera. Por lo tanto, no les enseñó nada; sin embargo, tampoco recibió nada de los que tenían reputación.
Según el versículo 7, los de Jerusalén se dieron cuenta de que a Pablo le “había sido encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, como a Pedro el evangelio a los de la circuncisión”. Era claro que el Señor le había encomendado a Pablo el evangelio a los de la incircuncisión. Aunque tocante a esto Pablo era franco, honrado, fiel y osado, él no era orgulloso. Más bien, simplemente había comprendido que Aquel que había obrado en Pedro para el apostolado de la circuncisión, había obrado también en él para los gentiles, es decir, para la incircuncisión.
En el versículo 9 Pablo además dice: “Y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a Bernabé y a mí la diestra en señal de comunión, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión”. Cuando se mencionaba a los apóstoles, Pedro era mencionado primero (Mt. 10:2; Mr. 3:16; Lc. 6:14; Hch. 1:13). Sin embargo, aquí Jacobo es mencionado primero. Esto significa que el líder principal de la iglesia en esos tiempos ya no era Pedro, sino Jacobo, el hermano del Señor (Gá. 1:19). Esto se confirma en Hechos 15:13-21, donde Jacobo, no Pedro, fue la autoridad que dio la palabra decisiva final en la conferencia celebrada en Jerusalén. Debe ser que Jacobo vino a ser el principal de los apóstoles por causa de la debilidad de Pedro, demostrada en no apegarse a la verdad del evangelio, como lo muestra Pablo en los versículos 11 al 14. Por lo tanto, en Gálatas 2:12 y también en Hechos 21:18 se consideraba a Jacobo como el representante de la iglesia en Jerusalén y de los apóstoles. Esto es una firme prueba de que Pedro no siempre fue el líder principal de la iglesia. Esto también implica que el liderazgo en la iglesia no es un asunto de organización y que tampoco es perpetuo, sino que es un asunto espiritual y fluctúa conforme a la condición espiritual de los dirigentes. Este hecho firmemente contradice la afirmación del catolicismo de que Pedro fue el único sucesor de Cristo en la administración de la iglesia.
Debido a que Pablo era honrado, fiel, franco y osado, él resistió a Pedro cara a cara cuando éste no fue fiel a la verdad del evangelio. En 2:11 Pablo dice: “Pero cuando Cefas vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar”. Como veremos, Pedro no fue fiel a la visión que había recibido tocante a los gentiles. Cuando estuvo en Antioquía, no sólo se comportó políticamente, sino que también actuó con hipocresía. Por esta razón Pablo le resistió.
En 2:11-14 la infidelidad de Pedro con relación a la verdad del evangelio se ve expuesta. Al referirnos a esto, no nos ponemos de lado de Pablo ni en contra de Pedro; simplemente presentamos los hechos.
Cuando leí por primera vez estos versículos, me llevé una gran sorpresa. Apenas podía yo creer lo que leía. Pero puesto que estos versículos fueron escritos por Pablo, deben de ser verdad. Me fue difícil creer que alguien que había estado con el Señor Jesús por tres años y medio, y que había recibido la visión de Hechos 10 acerca de la abolición de la dieta levítica, pudiera cometer semejante hipocresía. Sin embargo, en Antioquía Pedro hace precisamente esto. No es de asombrarse que haya perdido su lugar en el liderazgo. Fue descalificado debido a que no fue fiel a la visión que había recibido. El no mantuvo la verdad según la visión que había recibido del Señor.
En 2:12 vemos que antes de que llegaran los que venían de parte de Jacobo, Pedro comía con los gentiles. Esto era contrario a la costumbre de los judíos de guardar las observancias de la ley. En primer lugar, si comer con los gentiles hubiese sido incorrecto, Pedro no debió haberlo hecho. Puesto que comió con ellos, dio a entender que sí era adecuado hacerlo.
Cuando llegaron los que venían de parte de Jacobo, Pedro “se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión”. La frase “de parte de Jacobo” quiere decir de la iglesia en Jerusalén. Esta es otra indicación de que para ese entonces, Jacobo, en vez de Pedro, era el principal de entre los apóstoles y ancianos de Jerusalén. El hecho de que Pedro se retrajese prueba que él era muy débil en la fe cristiana pura. El había recibido una visión sumamente clara tocante a la comunión con los gentiles, y el tomó la iniciativa en poner en práctica tal visión en Hechos 10. ¡Qué acto de debilidad y qué ejemplo de retraerse se ve en que Pedro se apartara y se negara a comer con los creyentes gentiles por temor a los de la circuncisión! No es de asombrarse que perdiera el liderazgo entre los apóstoles.
En el versículo 12 Pablo señala específicamente que Pedro tenía miedo de los de la circuncisión. Esto indica que en Jerusalén había una atmósfera que favorecía fuertemente la observancia de la circuncisión. Probablemente todos los creyentes judíos de Jerusalén, incluso Pedro, todavía estaban a favor de esta práctica.
En el versículo 13 Pablo dice: “Y se le unieron en esta hipocresía también los otros judíos”. Cuando los líderes se apartan, los demás fácilmente los siguen. Es casi increíble que Pedro, el apóstol principal, se comportaba hipócritamente en relación con la verdad del evangelio.
Por lo menos dos veces en el Nuevo Testamento se nos dice que Pedro fue el primero en hacer algo negativo y que los demás le siguieron. En Juan 21 Pedro fue el primero en ir a pescar. En esto él fue seguido por algunos de los otros discípulos. Aquí, en Gálatas 2, Pedro se condujo con hipocresía y los demás le siguieron.
Pablo señala que hasta Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. Bernabé fue parte del primer viaje de Pablo, en el cual se predicó el evangelio a los gentiles y fueron levantadas iglesias gentiles. Hasta alguien que había tenido tanta comunión con los creyentes gentiles fue arrastrado por la hipocresía de Pedro. ¡Qué influencia tan negativa había Pedro ejercido sobre otros! Sin duda merecía perder el liderazgo.
Aunque prevalecía una atmósfera a favor de la circuncisión, Pedro no debió someterse. El Señor le había mostrado una visión impresionante y él no debía de haberla olvidado. Sin embargo, aunque él no había olvidado la visión, se comportó de una manera hipócrita con respecto a comer con los gentiles.
Debido a que Pedro y los demás eran hipócritas, Pablo le reprendió cuando vio “que no andaba rectamente en cuanto a la verdad del evangelio” (v. 14). Pedro estaba totalmente equivocado y Pablo le resistió cara a cara. Pablo no permitiría que fuese dañada la clara verdad del evangelio. Tal vez Pablo era el único que tenía la osadía suficiente para reprender a un apóstol principal como Pedro. Gracias a Dios por la fidelidad de Pablo. Si él no hubiera sido fiel allí en Antioquía, la verdad del evangelio habría sido empañada.
Delante de todos, Pablo le dijo a Pedro: “Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”. Vivir como los gentiles consiste en comer, vivir y tener comunión con los gentiles. Vivir como los judíos, es decir, judaizar (gr.) consiste en no comer y no tener comunión con los gentiles.
Alabamos al Señor que por la fidelidad de Pablo fue preservada la verdad del evangelio. Hoy día, según el Nuevo Testamento, es tan claro como el agua que en Cristo no hay circuncisión. Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley y del cautiverio de la circuncisión. No hay necesidad de que guardemos la ley ni de que seamos circuncidados. Más bien, sólo necesitamos la fe en Cristo. Debido a la fidelidad y a la osadía de Pablo, esta verdad fue preservada y permanece clara para nosotros hoy. Le damos gracias al Señor por esto.