Mensaje 106
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La profecía de Jacob acerca de sus doce hijos termina con una bendición que incluye diez puntos. La historia de estos doce hijos empieza con un pecador, o sea que comienza con un pecado, y como si fuera poco, con un pecado grave, no con un pecado leve. Al principio, vemos a una persona llena de pecado, y al final vemos a una persona que recibe la bendición universal. Por tanto, la profecía termina con la bendición completa. En el caso de José, todo es bendición, y la bendición se ve por todas partes. Vemos bendición tras bendición.
La Biblia es un libro maravilloso; la mente humana no puede entenderla completamente. Cuanto más estudiamos la Biblia, más nos damos cuenta de lo poco que la conocemos realmente. La Biblia es muy profunda. Por ejemplo, las diez bendiciones relacionadas con José requieren toda la Biblia para su desarrollo.
Las bendiciones con lo mejor de los cielos vienen primero (Gn. 49:25). Las cosas preciosas de los cielos indudablemente incluyen la lluvia y la nieve. También deben incluir a los ángeles, pues ellos son una bendición para nosotros; son nuestros servidores, e inclusive acampan a nuestro alrededor (He. 1:13-14; Sal. 34:7). Cada creyente tiene por lo menos un ángel. Por ejemplo, Hechos 12 habla del ángel de Pedro (v. 15), y en el evangelio de Mateo, el Señor Jesús indica que tenemos ángeles (18:10).
Los bienes materiales mencionados en el Antiguo Testamento son sombras de la realidad del Nuevo Testamento, donde las bendiciones son cosas espirituales. En Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. En este versículo tenemos las palabras bendito y bendiciones. Somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. La palabra lugares no se encuentra en el texto original. Resulta difícil determinar a que se referiría la expresión “los celestiales”. Sin lugar a dudas, esto incluye la naturaleza celestial, la posición celestial, la condición celestial, la situación celestial, el ambiente celestial y la capacidad celestial. Las bendiciones espirituales tienen un carácter celestial, y se hallan en la situación y el ambiente celestiales, bajo una condición celestial. En otras palabras, cada aspecto de estas bendiciones espirituales es celestial. Hoy en día, estamos disfrutando de estas bendiciones. Según la realidad y el cumplimiento que vemos en el Nuevo Testamento, las cosas preciosas de los cielos son las bendiciones que hay en los lugares celestiales.
El primer capítulo de Efesios revela que una de estas bendiciones celestiales es el haber sido elegidos por Dios. El no nos escoge en la tierra, sino en los cielos. Por tanto, nuestra elección es celestial, tiene carácter celestial, y está bajo una condición celestial y en un ambiente celestial. Una segunda bendición espiritual es la predestinación. La predestinación no es terrenal; es celestial. Después de que Dios nos escogió, nos predestinó, nos marcó, en los lugares celestiales. Esta marca es celestial en carácter, ambiente y condición. La gente mundana no sabe nada de las bendiciones celestiales, pero nosotros las disfrutamos, pues fuimos elegidos y predestinados por Dios desde los cielos. Todos fuimos marcados, y adondequiera que vayamos llevamos esta marca celestial. Esta marca se llevó a cabo en los lugares celestiales antes de la fundación del mundo. Por consiguiente, no es terrenal sino celestial. Nuestra filiación como hijos de Dios es otra bendición celestial que menciona Efesios 1. La redención y el perdón se incluyen también entre las bendiciones celestiales. Nosotros estamos en la tierra, pero de todos modos disfrutamos de la redención y del perdón celestiales. El que nos redimió y nos perdonó es Dios mismo, quien está en los cielos. La redención y el perdón vienen de los cielos. Además, en Efesios 1 también se enumeran otros aspectos entre las bendiciones espirituales.
La lluvia y la nieve celestial también bajan sobre nosotros. A muchos no les gusta la nieve. Pero los que viven en lugares donde ésta abunda, por lo general son más sanos que los que viven en climas cálidos. Nos guste o no, en nuestra vida espiritual, nuestro Padre celestial a veces nos manda nieve. Es sano estar en la nieve; también es un deleite maravilloso. La lluvia es buena, y la nieve es agradable. Estas son algunas de las cosas preciosas de los cielos. Debemos tener presente constantemente que estamos bajo la bendición de Dios, la cual consiste en recibir lo mejor de los cielos.
José también fue bendecido con el rocío (Dt. 33:13). El rocío es una bendición más refinada que la lluvia o la nieve. La Biblia usa el rocío para describir el favor y la misericordia de Dios (Lm. 3:22-23). Esto indica que siempre desciende algo de los cielos sobre nosotros, que no es fuerte ni intenso, sino fino y delicado, pues parece llegar en forma silenciosa y paulatina. Este es el rocío. El salmo 133 afirma que la bendición que viene sobre la unidad de los hermanos es como el rocío de Hermón que desciende sobre los montes de Sion. El monte Hermón, al norte del monte de Sion, es mucho más elevado que éste. El rocío de Hermón debe descender sobre Sion por medio de un viento fuerte del norte. El rocío viene del norte. No se imagine que la nieve es lo único que viene del norte, pues el rocío también viene de esta dirección. A veces el Padre nos manda lluvia, y otras veces nieve, pero con frecuencia nos manda el rocío. Cada mañana, la misericordia del Señor es como el rocío. Esta es la razón por la cual debemos tener el avivamiento matutino. Si usted no tiene el avivamiento matutino, perderá el rocío. El rocío desaparece cuando sale el sol. Si uno desea disfrutar del rocío, debe madrugar. El rocío no es frío ni molesto como la nieve. Viene de los cielos por el soplo del viento del norte. Cuando llega, cae silenciosa y gradualmente. Si uno examina su propia experiencia, se da cuenta de que ha experimentado el rocío. El rocío que viene sobre nosotros y nos moja poco a poco. ¡Cuán fino y delicado es!
Tanto Génesis 49 como Deuteronomio 33 afirman que José fue bendecido con “el abismo que está abajo”. Esto debe de referirse a los manantiales profundos que yacen debajo de la tierra. Las bendiciones que recibió José empiezan en los cielos, siguen con la nieve y el rocío en el aire, y luego van a los manantiales que están debajo de la tierra. Con la mención del rocío y del abismo o la profundidad de los manantiales, nos damos cuenta de que las cosas preciosas de los cielos se refieren a la lluvia y a la nieve. Según el Nuevo Testamento, el verdadero manantial no está debajo de la tierra, sino dentro de nosotros. Dice en Juan 4:14: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Tenemos una fuente que salta para vida eterna en nosotros. ¡Qué bendición! Por tanto, recibimos y disfrutamos continuamente las bendiciones que vienen de arriba, de nuestro interior y del aire. Algunas de las bendiciones de arriba son como lluvia y como nieve, algunas de las bendiciones de nuestro interior son como manantiales, y algunas de las bendiciones del aire son como rocío. Los cristianos, el José de hoy, disfrutamos de estas bendiciones.
Deuteronomio 33:14 habla de ser bendecido “con los más escogidos frutos del sol”. Los frutos de las plantas son producidos por los rayos solares. Sin rayos solares, ningún árbol frutal crecería correctamente. En realidad, muchos frutos se forman de rayos solares y son constituidos de ellos. Puesto que el sol tipifica a Cristo, los frutos espirituales producidos por el sol representan todas las riquezas de Cristo. En el universo y particularmente para nosotros, Cristo es el sol verdadero. En Efesios 3:8 Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. Casi todas las riquezas de Cristo han sido procesadas. Por ejemplo, Cristo es nuestra vida. No obstante, esta vida no es una vida “cruda”, sino una vida procesada. La vida que hemos recibido de Cristo y por la cual vivimos es una vida procesada. Cristo tiene muchos frutos escogidos, y la vida es uno de ellos. La paciencia es otro. Pero ésta es una paciencia procesada. Cristo también es nuestra sumisión, pero es una sumisión procesada. Resulta fácil decir que Cristo lo es todo para nosotros; sin embargo, no es tan fácil enumerar todos los aspectos que El es para nosotros. Debemos reunirnos con el propósito de tener comunión acerca de las riquezas de Cristo y enumerarlas. No hable de cosas objetivas; más bien enumere todos los aspectos subjetivos de Cristo.
El fruto es lo que resulta de haber pasado por un proceso particular. Todas las riquezas de Cristo son frutos, y cada fruto ha pasado por un proceso. Todas las riquezas de Cristo son bendiciones, y nosotros las disfrutamos hoy en día. No me refiero con esto a las riquezas de Cristo en sí, sino a las riquezas de Cristo como bendiciones para nosotros. Cada aspecto de las riquezas de Cristo es una bendición. ¡Qué bendición más grande es estar bajo la paciencia de Cristo! ¡Y qué gran bendición es estar bajo el fortalecimiento de Cristo! Cristo es mi aliento y mi ánimo. Este ánimo es un fruto procesado que disfruto ahora. La Biblia también afirma que Cristo es nuestro camino (Jn. 14:6). En muchas ocasiones sentimos que no podemos controlar cierta situación. Pero nuestra experiencia demuestra que Cristo es nuestro camino. Debemos confiar en El, vivir por El y tomarlo a El como nuestro todo. Cuando necesitamos salir de una dificultad, Cristo es el camino. El es el camino que debemos tomar en cualquier circunstancia. ¿No es eso una bendición para nosotros? Todo lo que es Cristo, es una bendición. Sus riquezas son los frutos escogidos producidos por el sol.
Deuteronomio 33:14 habla también de “las cosas preciosas que da la luna” (heb). El Espíritu Santo nunca usa una palabra equivocada en la Biblia. Observe que en el texto original, este versículo afirma que el sol produce, y que la luna da. El sol produce, pero la luna no. Por lo tanto, el fruto es producido por el sol, pero la luna da cosas preciosas. En realidad, Cristo es el sol, y la iglesia es la luna. Los frutos son producidos por Cristo, pero la iglesia los hace brotar. Uno de esos frutos es el perdón, y otro la justificación. La iglesia hace brotar otros frutos: la reconciliación, la redención, la vida eterna, etc. Recibimos el perdón, la justificación, la reconciliación, la redención y la vida eterna, no directamente de Cristo, sino indirectamente, por medio de las iglesias.
Dice en 1 Tesalonicenses 2:14: “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea”. Este versículo indica que las iglesias gentiles seguían a las iglesias de Judea. Las iglesias de Judea habían sido establecidas con mucha anterioridad y habían aprendido y experimentado muchas cosas. Todo lo que aprendieron y experimentaron pasó a las iglesias gentiles, y las iglesias gentiles disfrutaron de los frutos de ellos. Casi todas las riquezas de Cristo que disfrutamos día tras día no vienen directamente de Cristo, sino que las recibimos indirectamente mediante las iglesias. Todo lo que disfrute y experimente la iglesia en Anaheim será dado a todas las demás iglesias, y lo que las demás iglesias experimenten será dado a la iglesia en Anaheim. Hace poco las iglesias de Taiwán nos ayudaron a comer y a digerir los mensajes de estudio-vida. Este es un fruto que brotó de las iglesias de Taiwán. Las bendiciones que recibimos incluyen todo lo que experimenta la iglesia.
Génesis 49:26 habla de la bendición que se extiende “hasta el término de los collados eternos”, y Deuteronomio 33:15 afirma: “Con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos”. Las palabras “antiguos” y “eternos” indican que esta bendición se refiere al tiempo. Pero las palabras “montes”, “collados” y “el término” indican que la bendición también se refiere al espacio. El espacio y el tiempo conforman el universo. Por tanto, este versículo indica que la bendición bajo la cual estamos es algo universal. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y desde los montes antiguos hasta los collados eternos, hasta su término. Por supuesto, esto es lenguaje poético. Indica que la bendición bajo la cual estamos es algo universal, y abarca todo el tiempo y todo el espacio. La mención de los montes y de los collados implica que el llano queda incluido, pues resulta imposible estar en el monte sin pasar por el llano. Por tanto, los montes, los collados, y el término implican todo el espacio, incluyendo el local de reunión y el lugar donde residimos. La bendición universal es larga y ancha, y abarca la eternidad pasada y la eternidad futura. Abarca tanto espacio que no podemos recorrerlo. La bendición bajo la cual nos encontramos está en todas partes. Todo momento —la mañana, el mediodía y la tarde, el día y la noche— es un tiempo de bendición.
Cuando usted entre en el nuevo cielo y la nueva tierra, verá que en cada momento y en cada lugar habrá una bendición. En ese entonces, no habrá mar, lo cual significa que no habrá maldición. El universo entero será una bendición. En el espacio habrá bendición, y en el tiempo habrá bendición. El nuevo cielo y la nueva tierra serán toda una bendición. Entonces usted entenderá que nuestra bendición abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y desde los montes antiguos hasta los collados eternos, hasta su término. En todo momento y en todo lugar disfrutaremos esta bendición.
Deuteronomio 33:16 habla de “las mejores dádivas de la tierra y su plenitud”. En 1 Corintios 3:21 y 22 encontramos la terminología neotestamentaria que corresponde a esto: “Todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro”. Según estos versículos, “todo” incluye la muerte. Por tanto, aun la muerte, la cual incluye todo lo negativo, es una bendición. Nosotros los hijos de Dios, somos un pueblo bendecido. Somos el José que disfruta la bendición de Dios.
Cuando yo era joven, solía ser muy selectivo. Por ejemplo, le decía al Señor que deseaba estar sano, que no quería enfermarme y que no deseaba sufrir ciertas cosas. Deseaba tener todo lo que fuese bueno. Pero al final la elección no dependía de mí. Las cosas resultaban de una manera que no concordaba con mi preferencia. Cuando recién entré en el ministerio del Señor, oraba mucho y le pedía al Señor que me permitiera laborar con alguien que siempre fuese agradable, que no fuera demasiado fuerte ni demasiado débil. En mi oración le dije: “Señor, Tú me conoces, y Tú sabes lo que necesito. Necesito una persona agradable, que no sea demasiado activa ni demasiado pasiva”. Pero ahora no me gusta hacer ninguna elección. A veces el colaborador que no me parece tan amable es el que llega a ser la mayor bendición para mí.
Sucede lo mismo en mi vida matrimonial y en mi vida familiar. Me resulta difícil decirle a alguien qué clase de esposa es la mejor esposa. Cuando yo era joven, sí podía decirlo, pero ahora no puedo. Quizá la esposa que parece ser la peor, llegue a ser la bendición más grande para usted. Usted debe creer que todo, incluyendo una esposa difícil, es una bendición. Además, sus hijos, sean amables o traviesos, son una bendición para usted. Con frecuencia los hijos traviesos son una bendición más grande que los hijos calmados. Tal vez usted le pida que el Señor le dé buenos hijos, pero puede ser que El le dé hijos traviesos. Pero hasta los hijos traviesos son una bendición.
Incluso el hecho de que nos roben es una bendición. Cuando en mi juventud me robaban algo, yo me enojaba. Ahora no me importa si usted me da algo o me roba. No me importa ganar mil dólares o perderlos. Es posible que perder una suma considerable de dinero sea una bendición más grande que recibir la misma suma. Una cosa sí sé: que todo es bendición y ganancia. Pero cuando yo era joven, perdía la paz algunas horas hasta por la pérdida de un pañuelo. Hoy en día si pierdo algo que vale mil dólares, de todos modos tengo paz para dormir tranquilo. El hecho de sufrir por la pérdida de algo así, indica que se está bajo la maldición. Cuando la gente mundana pierde aun una pequeña cantidad de dinero, no puede dormir. Ahora bien, si nosotros perdemos una cantidad considerable, podemos seguir alabando al Señor por la bendición que traerá esta pérdida. Mientras no sea afectado por una pérdida en particular, soy bendecido. Puesto que estamos bajo la bendición, ninguna pérdida es en realidad una pérdida. Aunque todavía no estamos en los nuevos cielos y en la nueva tierra, tenemos un anticipo de ellos ahora. Necesitamos ver que hoy en día somos José y que todo constituye una bendición para nosotros.
No me gustan los rumores que se propagan acerca de nosotros. Sin embargo, otras personas pueden testificar que yo alabo al Señor porque todos estos rumores son bendiciones para nosotros. Son una forma de publicidad gratuita. Gracias a estos rumores, mi nombre es famoso en todo el mundo. No tuve que pagar por esta propaganda. Jamás he ido a América Central ni a Africa; sin embargo, allí conocen mi nombre. Por tanto, aun los rumores son una bendición.
El hecho de que todas las cosas son bendiciones no depende de lo que suceda, sino de lo que somos. Si somos José, todo es bendición, pero si somos Rubén, todo es maldición. En este mensaje tengo la carga de grabar en ustedes el hecho de que para nosotros todo es una bendición. No es necesario enumerar todos los aspectos de la bendición universal. Todo es bendición. Esto no es una simple doctrina, sino lo que he experimentado.
No me molesta nada porque me doy cuenta de que todo proviene de mi Padre. Todas las cosas, sean buenas o malas, positivas o negativas, son una bendición. Todos debemos creer esto. Aun cuando perdemos algo, esta pérdida es una bendición. Pablo dijo que todo nos pertenece, sea Pablo, Pedro, Apolos, la vida, la muerte o cualquier otra cosa. Antes éramos Rubén, pero ahora somos José. Mientras seamos José, todo es bendición, no importa lo que nos suceda. Si usted me aborrece, eso es una bendición. Si me ama, eso también es una bendición. Si usted me roba, también esto es una bendición. Si usted me da algo, eso también es una bendición. En cualquier intercambio que usted tenga conmigo, sea con amor o con odio, todo lo que usted me haga es una bendición para mí. Si usted no hace nada, eso también es una bendición. Soy muy bendecido. Yo soy una persona bendecida por no ser Rubén sino José. ¡Alabado sea el Señor porque en la iglesia somos José!
Examine la experiencia de José. Sus hermanos lo aborrecían y lo traicionaron, y él tuvo que enfrentar situaciones difíciles. No obstante, todo lo que le sucedió lo bendijo. Lo que le hicieron sus hermanos se convirtió en una bendición. Cuando José se dio a conocer a ellos en Egipto, les dijo: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45:5). Además les dijo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien” (50:20). José parecía decir: “No deben tener temor de mí, ni preocuparse por lo que yo les pueda hacer, porque todo lo que ustedes me hicieron se convirtió en una bendición”. En el universo todo es bendición para nosotros. El tiempo, el espacio, los cielos, la tierra, el aire, lo que está debajo de la tierra, las personas, los asuntos, las cosas, todo ello es bendición para nosotros. ¡Debemos creerlo! Al principio yo aceptaba esto como una creencia, pero ahora puedo testificar con un corazón sincero, que en mi experiencia esto es válido. Todo lo que nos suceda es una bendición.
En la profecía que Jacob dio con bendición, vemos una condición para la bendición de los primeros diez hijos, pero no sucede lo mismo con José. La bendición de José es incondicional. Si viéramos esto, no podríamos hacer otra cosa que orar: “Señor, no sé qué es bueno ni qué es malo; sólo oro para que se cumpla Tu voluntad”. Todo depende de nosotros; ¿somos Rubén o José? No depende de los cielos, de la tierra, del aire, ni de ninguna otra cosa. Si usted es Rubén, todo será una maldición y una pérdida; pero si es José, todo será ganancia. En los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, nada puede ser una pérdida para usted. Por el contrario, todas las cosas obran para bien de usted mientras ame al Señor (Ro. 8:28). Hasta lo más insignificante se produce para el bien de usted. Sus vecinos, la familia de su esposa, y sus amigos cooperan para su bien porque usted es bendecido.
Todos los creyentes neotestamentarios son José. Quizá usted no esté consciente de que es un José, pero el Señor dice que lo es. En tanto que usted sea un creyente, deja de ser un Rubén, y es un José. Por ser José, todo lo que le suceda a usted será una bendición. Los cielos, la tierra, la nieve, la lluvia, el rocío y todo lo que se encuentra debajo de la tierra es una bendición para usted. Esta es la razón por la cual el Nuevo Testamento nos exhorta a agradecer al Señor en todas las cosas (Ef. 5:20; 1 Ts. 5:18). Me pregunto si los padres de los niños traviesos agradecen alguna vez al Señor por ellos. Si usted tiene un hijo travieso, debe agradecer al Señor, diciéndole: “Señor, cuanto te agradezco por este hijo travieso. Señor, te agradezco por este hijo problemático y rebelde. ¡Qué gran bendición es este hijo para mí!”. Si dicho hijo continúa siendo un Rubén, todo será una maldición para él. Pero si él cree en el Señor, se convertirá en un José, y entonces todo lo que le suceda será una bendición. Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que los creyentes neotestamentarios son el pueblo bendecido. Nosotros nos encontramos bajo la bendición universal. Esta es la razón por la cual no debemos maldecir a nadie (Ro. 12:14). Puesto que todo es bendición para nosotros, no podemos hacer otra cosa que bendecir a los demás. Inclusive cuando los demás nos hagan mal, esta maldad será una bendición. Por consiguiente, no debemos maldecirlos, sino bendecirlos. Podemos decirles: “Gracias por aborrecerme. Que Dios los bendiga. Su odio es una bendición para mí. Yo los puedo bendecir en toda clase de situación. Si me tratan bien, los bendigo; si me tratan mal, los sigo bendiciendo”. ¡Alabado sea el Señor porque somos el pueblo bendecido!
Si uno ve eso, se dará cuenta de que está disfrutando la bendición de Dios. Sin embargo, en muchas ocasiones todavía hablamos de manera natural. Cuando ganamos algo, damos las gracias al Señor por Su bendición; mientras que cuando perdemos algo, generalmente no le damos las gracias. Debemos tener la visión de que somos José, el pueblo bendecido, y que estamos bajo la bendición de Dios. En todo lo que nos sucede, bueno o malo, debemos decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Esto es una bendición”.
Con frecuencia preguntamos: “¿Es usted salvo?”. Pero ahora debemos aprender a preguntar: “¿Es usted bendecido?”. Cuando nos hagan esta pregunta, debemos contestar: “Sí, somos bendecidos”. Los cristianos ortodoxos hablan a menudo de los creyentes como de personas redimidas por la sangre y regeneradas por el Espíritu. Debemos aprender a decir que somos el pueblo universalmente bendecido. Nuestra casa, nuestra familia y todo lo que nos pertenece es una bendición, por muy malas que sean las circunstancias. Nunca sabemos en qué parará cierto asunto. Una cosa puede parecer buena al presente, y convertirse en algo malo. Por otro lado, algo que parece muy malo puede convertirse en algo muy bueno. Sólo el Señor lo sabe. El resultado será el mismo, sea que las cosas sean buenas o malas. No hay ninguna diferencia si nuestros hijos son obedientes o traviesos, y tampoco hay diferencia si nuestro cónyuge es agradable o difícil. Para José, todo es bendición. Si usted ve eso, descansará y tendrá paz, y dirá: “¡Aleluya! Fuimos elegidos, predestinados, llamados y salvos, y ahora somos bendecidos”. Somos el pueblo bendecido, somos las personas que se encuentran bajo la bendición de Dios, y todo es bendición para nosotros. Todo es nuestro.