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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 108

LA MAXIMA CONSUMACION DE LA OPERACION QUE DIOS EFECTUA EN LA BIBLIA

  Con este mensaje concluimos la serie que abarca el capítulo cuarenta y nueve, el cual es un relato de la bendición profética que dio Jacob a sus hijos. Estas bendiciones son dadas en figuras, signos y símbolos, que deben ser interpretados usando alegorías. Vimos que en Génesis están sembradas casi todas las semillas de las verdades bíblicas. Las semillas sembradas en este libro se desarrollan en los libros siguientes y se cosechan en el Apocalipsis. Génesis es un libro que contiene las semillas de las verdades que constan en la Biblia y, por esta razón, la conclusión del capítulo cuarenta y nueve debe corresponder a la conclusión de toda la Biblia. En los últimos dos capítulos de Apocalipsis, encontramos esencialmente dos cosas: la bendición universal y la morada eterna de Dios con los hombres.

  Antes de examinar la bendición universal y la morada eterna, debemos repasar el capítulo cuarenta y nueve. Los primeros cuatro hijos de Jacob fueron: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Según el relato del Antiguo Testamento, estos cuatro hijos eran malos. El primero y el cuarto, Rubén y Judá, estaban llenos de lujuria. El segundo y el tercero, Simeón y Leví, estaban llenos de ira. La lujuria y la ira caracterizan a la gente malvada. En la constitución del reino de los cielos promulgada en Mateo capítulos cinco, seis y siete, el Señor Jesús habló duramente en contra de la lujuria y de la ira. Si un hombre puede apartarse de estas dos cosas, no será pecaminoso. El hombre se vuelve pecaminoso por estar lleno de lujuria y de ira. Alabamos al Señor porque en Su gracia El salvó a los primeros cuatro hijos de Jacob. Además, dos de ellos fueron transformados en algo maravilloso. La tribu de Leví fue transformada en sacerdotes, y la de Judá en reyes. Los pecadores se convirtieron en sacerdotes y reyes. Esto se logró con una salvación real.

  Esta salvación la divulgó por el mundo gentil Zabulón, el quinto hijo de Jacob. Después de que Zabulón difundió el evangelio, Isacar apareció como el descanso, el cual se halla en el evangelio que efectuó Judá y que predicó Zabulón. La persona salva reposa en la salvación efectuada por Dios. Después de Isacar viene Dan, y con él una especie de apostasía. Dan se desvió del camino de Dios, pero Gad restauró la situación. Por tanto, vemos la apostasía en Dan, y la restauración en Gad. El recobro que se halla en Gad trae la abundancia de las riquezas de Cristo, representadas por Aser. Neftalí viene después de Aser, y representa la resurrección en la cual se encuentran las riquezas de Cristo.

  Después de los primeros diez hijos, llegamos a los últimos dos: José y Benjamín. Si usted lee cuidadosamente el relato de estos dos hijos, verá que no tienen ningún defecto. La Biblia contiene un largo relato acerca de José, pero no muestra que él estuviese mal en nada ni que hubiera fallado. José era perfecto. No podemos decir con certeza que Benjamín era perfecto, pero tampoco figura ningún defecto en su vida. A José se le llama la rama de un árbol fructífero, y a Benjamín, el hijo de la mano derecha. Es muy significativo que José fuera fructífero y que Benjamín estuviera a la diestra de Dios. Ambos están en resurrección. Podemos aplicar estas dos características al Señor Jesucristo. Cristo es la única rama del árbol fructífero, y también es el Unigénito que está a la diestra de Dios. Por consiguiente, tanto José como Benjamín tipifican a Cristo. José tipifica al Cristo que da origen a la bendición ilimitada y universal de Dios. El Cristo perfecto tipificado por José trae la bendición ilimitada de Dios. Benjamín tipifica a Cristo como aquel que trae la morada eterna de Dios.

  En Gn. 49:22-26 y en Dt. 33:13-16 se indica que la bendición que reposa sobre José es universal y eterna, además de que proviene de los montes antiguos y va hasta los collados eternos. Esto se refiere al espacio y al tiempo. La bendición de Cristo llega a todo el universo. Cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, no habrá más que bendiciones en todo el universo. Habrá bendición tras bendición. Esta es la vida de José, la vida que produce bendiciones.

  Lo dicho acerca de Benjamín en Génesis 49 y en Deuteronomio 33 es muy breve. Sin embargo, este corto relato nos presenta un cuadro definido de su vida. Su vida produce la morada de Dios. Con el tiempo, esta morada se convierte en la morada eterna de Dios. En el relato de José y Benjamín encontramos una clara indicación de lo que desea Dios en Su corazón. En lo que dijo Moisés acerca de José, habló de “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Cuando Dios llamó a Moisés, éste vio una zarza que ardía. Dios le habló desde esa zarza. Más adelante, Moisés entendió que el Dios que habitó en la zarza deseaba tener una morada sobre la tierra y por esa razón había llamado a los hijos de Israel, los había sacado de Egipto, los había conducido al desierto, y los exhortaba a construirle un tabernáculo. Cuando Dios llamó a Moisés, le habló desde la zarza. Pero después de la construcción del tabernáculo, Dios hablaba desde allí (Lv. 1:1). Esto revela que la intención de Dios era obtener una morada entre los hombres en la tierra.

  En Deuteronomio 33:12 leemos: “A Benjamín dijo: El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Este versículo indica que Dios moraría entre los hombros de Benjamín y que éste habitaría confiado cerca del Señor. En otras palabras, Benjamín sería el vecino inmediato del Señor. Muchos creen que Jerusalén estaba en Judá, pero en realidad se encontraba en Benjamín. El rey provenía de Judá, pero la capital estaba en Benjamín. Jerusalén, la capital, era la morada de Dios. Geográficamente estaba ubicada entre los hombros de Benjamín. Benjamín habitaba confiado porque el Señor había hecho Su hogar allí y porque era su vecino.

  La idea de bendición y de morada sobresale bastante en la bendición profética que dio Jacob a sus doce hijos. Estos dos asuntos desembocan en la bendición universal y en la morada eterna. Como ya dijimos, la consumación final de la Biblia radica precisamente en estas dos cosas. En el capítulo tres de Génesis, el hombre se hizo pecador. De entre todos los pecadores muchos fueron salvos. De entre los salvos muchos fueron transformados en sacerdotes y reyes. Se predicó la salvación real, el evangelio del reino, y los salvos llegaron a descansar en este evangelio. Después de la apostasía y la restauración, vemos el resultado de las riquezas que hay en la vida de resurrección. Por consiguiente, todo lo que abarca la Biblia está representado por la bendición profética de Jacob.

  En la Biblia y también en la historia ha habido muchos Rubén, Simeón, Leví y Judá. Además, muchos salvos han sido transformados en sacerdotes y reyes. Del reinado ha salido una salvación predicada como la salvación real. Los salvos, simbolizados por Isacar, descansan en esta salvación. Pero vino Dan, el cual representa la caída en la apostasía. Después de la apostasía, viene el recobro, la restauración, con Gad, lo cual trae las riquezas de Aser y en la resurrección de Neftalí. Finalmente, aparecen José y Benjamín, quienes tipifican a Cristo. Este es el esquema general de la Biblia. Sin embargo, este esquema es más bien doctrinal; así que llegamos ahora al asunto de la experiencia.

  Eramos Rubén y Simeón, los cuales fueron salvos y transformados en Leví y Judá. En la vida de iglesia hoy en día, somos sacerdotes y reyes. No obstante, se ha introducido Dan, la iglesia apóstata. Después de Dan, vino Gad, quien representa el recobro, y éste conduce a la abundancia de Aser. Aser está en Neftalí, o sea, en resurrección. Todo eso nos lleva a José y a Benjamín. Por consiguiente, hoy no somos ni Rubén ni Simeón, sino Leví, Judá, José y Benjamín. Puedo testificar con una conciencia pura que yo era un Rubén y Simeón lleno de lujuria y de ira. Pero en el transcurso de los años he sido transformado en Leví, un sacerdote, y en Judá, un rey. Además, he sido transformado en un José, uno que está lleno de bendiciones, y en un Benjamín, uno que se convertirá en la morada de Dios. ¿Qué diremos de usted? ¿Es usted un José y un Benjamín?

  Examinemos ahora la bendición universal y la morada eterna más detalladamente.

I. LA BENDICION UNIVERSAL: EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA

A. Todas las cosas son hechas nuevas

  En Apocalipsis 21:1 Juan vio un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado. En Apocalipsis 21:5 dice: “Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas”. La bendición universal tiene una característica muy peculiar y extraña: todas las cosas son hechas nuevas. La bendición de Dios no es compatible con nada viejo; por el contrario, Su bendición acompaña las cosas renovadas. Si esperamos recibir la bendición de Dios para nuestra vida espiritual, nuestra salud, nuestra familia o nuestros hogares, todas estas cosas deben ser nuevas. Debemos ser renovados, y nuestras familias y hogares también deben ser renovados. Según la Biblia, todo lo que está apartado de Dios es viejo, pero todo lo que vuelve a Dios es nuevo. Por ejemplo, usted quizá acaba de obtener una esposa. Sin embargo, si su esposa está apartada de Dios, es una esposa vieja, aun cuando usted acabe de casarse con ella. Ahora bien, si un hombre ha estado casado con una mujer durante cincuenta años y ella ha vuelto a Dios, ella es una esposa nueva.

  Lo nuevo o lo viejo de una persona o de una cosa depende de la relación que tenga con Dios. Sólo Dios es nuevo. En ninguna parte de la Biblia encontramos indicación alguna de que Dios deba ser renovado. Somos nosotros los que necesitamos renovación. El cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen deben ser renovados, pero Dios siempre es lozano y nuevo. El es el más anciano, pero es el más nuevo, el más lozano. Nuestra idea de vejez es muy diferente de la de Dios. Nosotros contamos la vejez según la edad. Pero Dios la mide por la relación que alguien o algo tenga con El. Si una esposa está cerca de Dios, es nueva; si ella se acerca más a Dios, se hace más nueva. Si ella es uno con Dios y mezclada con El, es la esposa más nueva. Por muy extraño que parezca, aun un escritorio, una mesa o una silla, pueden llegar a ser nuevos si son consagrados al Señor. Por ejemplo, una hermana puede decir: “Señor, esta mañana te consagro a Ti mi cocina y todos los utensilios, los muebles y los aparatos que hay en ella”. Si ella hace eso, su cocina y todo lo que contiene se hará nuevo. Usted quizá tenga una casa nueva. Pero si esta casa está lejos de Dios, se convertirá en una casa vieja. Quizá usted tenga un automóvil viejo y no muy fino. Pero si usted dice: “Señor, este vehículo es Tuyo; ven, demos un paseo en él”, su auto se hace nuevo. Por el contrario, usted puede tener un automóvil nuevecito y poner en él dos estrellas de cine, pero su auto será muy viejo.

  El cielo nuevo y la nueva tierra estarán llenos de la bendición de Dios porque el primer cielo y la primera tierra habrán pasado. Hace muchos años yo pensaba que el cielo nuevo y la tierra nueva serían totalmente nuevos. Luego aprendí que el cielo nuevo y la tierra nueva serán el primer cielo y la primera tierra renovados. Sucede lo mismo con nosotros. Cuando fuimos regenerados, fuimos renovados. Ser renovados significa volver a Dios y permitir que algo Suyo sea puesto en nosotros. El primer cielo y la primera tierra se envejecieron porque fueron alejados de Dios por obra de Satanás, la cabeza del linaje angélico, y luego por Adán, la cabeza del género humano. Ambos se rebelaron en contra de Dios. Puesto que los ángeles y la humanidad se mantuvieron apartados de Dios, tanto el cielo como la tierra se envejecieron. ¡Alabado sea el Señor porque en Cristo hemos regresado a Dios y hemos recibido algo de El! Así que hemos sido renovados.

  Todos anhelamos recibir bendición de parte de Dios. La clave para recibir la bendición de Dios consiste en llevar todo a Dios y en dejar que El penetre en todo. Por ejemplo, presente su cocina a Dios y permita que El entre en ella. Haga lo mismo con sus hijos y con su cuenta bancaria. Si usted presenta a Dios sus hijos y su cuenta bancaria, tendrá bendición. Aunque no estemos ahora en el cielo nuevo ni en la tierra nueva, podemos recibir un anticipo. Con frecuencia me doy cuenta de que estoy en el anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva porque estoy rodeado de bendiciones. Todo lo que me rodea es bendición.

B. El mar deja de existir

  Cuando aparezcan el cielo nuevo y la tierra nueva, el mar ya no existirá (Ap. 21:1). El mar es el lugar de donde provienen los demonios, los cuales alejan de Dios las cosas. Desde la rebelión de Satanás, Dios ha procurado continuamente eliminar el mar. En Génesis 1 Dios limitó el agua del mar. En el transcurso de los siglos, El ha hecho mucho para reducir el mar. Cada vez que un pecador es salvo, el mar es limitado un poco más. Si un centenar de pecadores se salvaran ahora, el mar sería limitado en gran manera. Finalmente, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, el mar será eliminado. El origen de lo que aleja de Dios los cielos y la tierra ya no existirá.

C. No habrá más lágrimas ni muerte ni llanto ni clamor ni dolor

  En Apocalipsis 21:4 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Cuando el mar ya no exista, tampoco habrá lágrimas. Todas las lágrimas provienen del mar. Después de que el mar se haya secado, nos será imposible derramar lágrimas.

  Como si fuera poco, ya no habrá muerte, la cual incluye la enfermedad y la debilidad. Según 1 Corintios 11, primero viene la debilidad, luego la enfermedad, y finalmente la muerte. El hecho de que no haya muerte también indica que no habrá debilidad ni enfermedad. El mar es origen de la muerte, la debilidad y la enfermedad. Cuando se haya eliminado el mar, ya no habrá lágrimas ni muerte ni debilidad ni enfermedad. Tampoco habrá llanto ni clamor ni dolor. Usted quizá haya leído la Biblia durante años, pero es probable que nunca se haya dado cuenta de que el llanto, el clamor y el dolor provienen del mar. En el ámbito espiritual, el mar es la causa de todas estas cosas. Cuando el mar ya no exista, estas cosas tampoco existirán.

D. No habrá más maldición

  Leemos en Apocalipsis 22:3: “Y no habrá más maldición”. Hoy en día en casi todas partes de la tierra hay maldición. Pero viene el día cuando no habrá más maldición, pues la fuente de la maldición, que es el mar, se secará.

E. Ya no habrá noche

  Dice en Apocalipsis 22:5: “No habrá más noche”. Decir que no habrá más noche significa que ya no habrá oscuridad. Bajo la bendición universal de Dios, todo resplandecerá y será claro. Ya no habrá oscuridad ni opacidad. Esta es la condición del nuevo cielo y la nueva tierra.

  Debemos aplicarnos a nosotros todos los aspectos de la bendición universal. ¿Está todavía el mar en nuestra vida? ¿Hay todavía lágrimas, muerte, debilidad y enfermedad? ¿Hay llanto, clamor, dolor, maldición y oscuridad? Si estas cosas se encuentran en su vida, eso indica que usted carece de bendiciones. Cuando lleguemos a la vida de José, veremos que en su vida no había oscuridad ni opacidad ni maldición. Incluso el resultado de su encarcelamiento no era una maldición, sino una bendición. La persecución que sufrió a manos de sus hermanos trajo como resultado la bendición.

  Hoy en día podemos tener un anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva en los cuales ya no hay maldición; allí sólo hay bendiciones. Si todavía nos peleamos con nuestro cónyuge, nos encontramos bajo el mar, la muerte, la debilidad, la enfermedad y la oscuridad. Estamos en una noche densa y sin luz. No obstante, supongamos que en nuestra vida matrimonial no hay ni peleas ni quejas, sino alabanzas al Señor. Esto indica que en nuestra vida matrimonial, el mar se ha secado.

  José tiene una característica muy llamativa. El sufrió mucho pero jamás se quejó. Cuando él se dio a conocer a sus hermanos, él parecía decir: “No fueron ustedes los que me hicieron venir aquí, fue Dios. No me quejo de ustedes; más bien, alabo a Dios”. En José no vemos quejas sino alabanzas, porque él estaba bajo la bendición, y no bajo la maldición. Si usted se queja, eso es un indicio de que todavía está bajo la maldición. Usted quizá tenga muchas razones válidas para quejarse, pero cada motivo es una maldición. Si usted está bajo la bendición de Dios, no se quejará más. En vez de quejarse, dirá: “¡Alabado sea el Señor! ¡Todo ocurre para mi bien!”.

  Es fácil leer las Escrituras de un modo objetivo y doctrinal. Pero debemos ver que las cosas mencionadas en la Biblia son para nosotros hoy. No espere hasta que vengan el cielo nuevo y la tierra nueva. Hoy en día podemos vivir en un anticipo del cielo nuevo y la tierra nueva. Podemos vivir sin quejas, sin culpar a nadie, sin maldición y sin oscuridad. Podemos llevar una vida llena de bendiciones. Todas nuestras lágrimas pueden ser lágrimas de alegría, y no de llanto. Esta es una miniatura de la bendición universal, que podemos disfrutar en la actualidad.

  La palabra “universal” significa que la bendición está en todas partes. No significa que estoy bendecido cuando mi esposa es buena conmigo y maldecido cuando no lo es. La bendición no depende de la esposa, sino de uno mismo. Si usted se queja, la manera en que la esposa lo trate será una maldición. Si usted alaba al Señor, aquello será una bendición.

  Permítame decirle un secreto: las alabanzas convierten la maldición en bendición. Esta es la razón por la cual el Nuevo Testamento nos dice que demos gracias al Señor por todo (Ef. 5:20). Esto incluye los rumores, la persecución, la difamación, la oposición y la censura. Debemos alabar a Dios por todo. Cuando lo alabamos por todas las cosas, aun las cosas desagradables llegan a ser buenas. Cuando le damos gracias al Señor por la oposición, ésta se convierte en bendición. Este es el secreto de disfrutar de la bendición universal hoy en día. Vivimos en una era de tinieblas, pero podemos tener un anticipo de la vida que predominará en el cielo nuevo y la tierra nueva. Todo depende de nuestra comprensión y nuestra práctica. Si practicamos la alabanza en lugar de culpar a alguien, nos encontraremos bajo la bendición; de lo contrario, estaremos bajo la maldición. ¡Aleluya, en la iglesia estamos en una miniatura del cielo nuevo y la tierra nueva! Aquí todo es una bendición.

II. LA MORADA ETERNA: LA NUEVA JERUSALEN

A. El tabernáculo de Dios con los hombres

  Examinemos ahora la morada eterna. En Apocalipsis 21:3 dice: “Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. Según el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios es Su morada. Algunos cristianos piensan que la morada de Dios se encuentra entre nosotros de una manera externa, y no interior. Si están mil santos, y Dios mora entre ellos, piensan que Dios es la persona número mil uno. En realidad, Dios está dentro de nosotros y Su morada está entre nosotros en nuestro interior. Si se reúnen mil santos y Dios está entre ellos, Dios no es el número mil uno, sino que El está dentro de los mil santos.

  Algunos cristianos no creen que Dios se mezcle con el hombre. Sin embargo, la Biblia está llena del concepto de que Dios se mezcla con Su pueblo, pues el pueblo de Dios se convierte en Su morada. La morada de Dios es pequeña y a la vez grande. Cuando nos reunimos, todos somos una morada corporativa. Pero cuando estoy en casa, yo mismo soy la morada de Dios. Si me reúno con otros y sigo creyendo que yo soy la morada de Dios y que todos los demás son moradas individuales de El, estoy errado. Cuando nos reunimos, no somos muchas moradas, sino una sola, la morada de Dios. Cuando todos estamos en casa solos, cada uno es la morada de Dios. En ese momento Dios tiene muchas moradas. Cuando estoy solo puedo decir: “Señor, ahora Tú tienes una casa. Yo soy Tu casa, Tu morada”. Sin embargo, cuando voy a la reunión de la iglesia, no debo ir como la casa individual del Señor, una casa separada de los demás. Si hago esto en la reunión, dejaré de ser la morada de Dios. Cuando estoy solo, estoy consciente de que soy la morada de Dios y de que Dios está conmigo. Pero si todavía me aferro a este concepto en la reunión de la iglesia, sentiré que he dejado de ser la morada de Dios.

  Cuando nos reunimos, somos una sola casa, la morada de Dios. Este es un asunto de experiencia y no de doctrina. Cuando Dios mora en nosotros, lo disfrutamos a El como nuestro vecino. Dios es el mejor vecino. Así, nunca estaremos solos, pues El siempre está con nosotros. Puesto que Dios está a nuestro lado, tenemos seguridad. Hoy en día, todos, especialmente los niños, desean seguridad. Cuando mis nietos están con su abuela se sienten a salvo. Pero en presencia de un extraño sienten inseguridad. Cuando Dios, el mejor vecino, está con nosotros, estamos a salvo.

B. Constituida de los redimidos de Dios

  La morada eterna de Dios se compone de Sus redimidos, tanto los del Antiguo Testamento, representados por los nombres de las doce tribus de Israel, como los del Nuevo, representados por los nombres de los doce apóstoles del Cordero. En la obra redentora de Dios, El mora en Su pueblo. Así que, seremos Su morada eterna.

C. Dios y el Cordero son el templo

  No preste atención a la enseñanza equivocada según la cual Dios no se mezcla con el hombre y nosotros no tenemos la naturaleza divina en nuestro interior. Lo que Dios vertió sobre nosotros y nos impartió es mucho más que eso. Con el tiempo, llegamos a ser la casa de Dios, Su morada, y Dios y el Cordero se convierten en nuestro templo (Ap. 21:22). La Nueva Jerusalén será el tabernáculo de Dios, Su morada, la cual está compuesta de todos los redimidos, y de Dios y el Cordero. En la morada eterna de Dios, no habrá ya templo, porque Dios y el Cordero serán el templo. En el Antiguo Testamento el templo no era solamente la morada de Dios, sino también el lugar en el cual los sacerdotes le servían. Como pueblo redimido de Dios, moraremos en Dios para siempre y seremos Su morada (Jn. 14:23), y El será nuestra morada (Sal. 90:1). Por tanto, habrá una morada mutua. Dios morará en nosotros, y nosotros moraremos en El. El se convertirá en nuestro deleite, y nosotros llegaremos a ser el Suyo. Contemplar Su rostro será nuestra delicia, y ver nuestra faz será Su gozo.

D. Dios es la luz, y el Cordero es la lámpara

  En la morada eterna, Dios en nosotros será nuestra luz, y Cristo será nuestra lámpara, la cual expresará al propio Dios que está en nosotros (Ap. 21:11, 23; 22:5).

E. El trono de Dios es la fuente del suministro

  En Apocalipsis 22 se afirma que podemos disfrutar del trono de Dios. Cuando El mora en nosotros, Su trono está con nosotros, en nosotros. Por consiguiente, tenemos la fuente de nuestro suministro, la cual es el trono de Dios, Su autoridad.

F. El suministro es el río de agua de vida en el cual está el árbol de la vida

  Del trono de Dios fluye el río de agua de vida en el cual está el árbol de la vida como suministro (Ap. 22:1-2). Si Dios mora en nosotros, tenemos el suministro de la vida.

G. La autoridad de Dios, Su rostro y Su nombre son el mayor deleite

  En la Nueva Jerusalén participaremos de la autoridad de Dios y disfrutaremos de Su rostro y Su nombre (Ap. 22:3-4). Contemplaremos Su faz todo el tiempo, y Su nombre estará sobre nuestra frente para siempre. Esto será nuestro mayor deleite en la Nueva Jerusalén.

  Existen distintos aspectos de la morada de Dios en nosotros. No debemos esperar hasta llegar a la Nueva Jerusalén para experimentarlos. Desde ahora podemos experimentar todo esto. Ahora bien, cuando entremos en la Nueva Jerusalén, descubriremos algo nuevo. Podremos decir: “Nunca hemos experimentado estas cosas de esta manera. Ahora descubrimos algo que jamás pensábamos que podríamos experimentar”.

  Al final del capítulo cuarenta y nueve no hay pecadores ni Rubén ni Simeón. Allí sólo está José, lo cual indica que Dios ha llegado a ser nuestra bendición, y Benjamín, que indica que nosotros nos hemos convertido en la morada de Dios. Puesto que Benjamín era la morada de Dios, él disfrutaba Su presencia. Benjamín habitaba seguro, y Dios disfrutaba a Benjamín como Su morada. Dios ha llegado a ser nuestra bendición, y nosotros nos hemos convertido en Su morada. Todo lo que Dios es, todo lo que tiene y todo lo que puede realizar viene a ser nuestro deleite y bendición; y todo lo que nosotros somos y tenemos llega a ser la morada de Dios. Finalmente, Dios y nosotros, nosotros y Dios, llegamos a ser uno. En el cielo nuevo y en la tierra nueva con la Nueva Jerusalén, ya no habrá pecadores, y no habrá mar ni muerte ni debilidad ni enfermedad ni llanto, ni dolor ni noche. Dios lo será todo. El es la bendición para nosotros, y nosotros somos una morada para El. Lo disfrutamos a El, y El nos disfruta a nosotros. Esta es la máxima consumación de la bendición profética que pronunció Jacob sobre sus doce hijos. En la actualidad nosotros somos esos doce hijos que disfrutan a Dios al máximo y se convierten en Su morada. Por lo tanto, podemos disfrutar a Dios, y El puede estar en nosotros para disfrutar todo lo que nosotros somos para El.

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