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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 109

La madurez: el aspecto reinante del Israel maduro

(7)

h) Se fue en una forma excelente

  En este mensaje llegamos a la partida de Jacob, la cual examinaremos en detalle.

  Génesis es un libro extenso que se compone de cincuenta capítulos. El relato de la vida de Jacob ocupa más de la mitad de dicho libro, veinticinco capítulos y medio. En los mensajes anteriores, vimos cómo nació Jacob, cómo Dios lo escogió antes de su nacimiento, y cómo luchaba cuando todavía estaba en el vientre de su madre. El siguió luchando casi toda la vida. Jacob vivió hasta la edad de ciento cuarenta y siete años. En Gn. 49 vemos la manera en que Jacob partió de esta vida. La calidad de la vida de un hombre y el resultado de ésta se determinan principalmente por la última etapa de su vida, no por la primera. Podemos compararlos con los que participan en una carrera. El hecho de que usted corra bien al principio de la carrera no importa mucho; el resultado final es lo que cuenta. En este mensaje llegamos a la etapa final de la vida de esta persona asombrosa, Jacob. Debemos ver cómo se condujo en el momento de su partida.

  En la Biblia la mejor partida de esta vida aparte de la del Señor Jesús fue la del apóstol Pablo. Cuando Pablo estaba a punto de partir, declaró: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día” (2 Ti. 4:7-8). ¡Qué excelente partida fue ésta! Espero que todos podamos hacer esta declaración al final de nuestra carrera. La partida del apóstol Pablo fue excelente, aunque me sigue gustando la partida de Jacob, pues fue hermosa y agradable. La partida de Pablo fue sencilla. El no tuvo ni esposa ni hijos. En el momento de su partida, él estaba solo en la cárcel, y no había muchas complicaciones. Pero en el caso de Jacob vemos muchas situaciones.

  Jacob se enredó con varios asuntos y personas debido a sus propios esfuerzos y a lo que Dios ya había dispuesto respecto a él. Por ejemplo, Jacob tuvo cuatro esposas: Lea, Raquel y las dos siervas de éstas. El deseaba en su corazón tener a Raquel, pero Labán lo engañó y le dio a Lea en vez de a Raquel. Por supuesto, Jacob también recibió a Raquel. En realidad, ¿quién era la verdadera esposa de Jacob: Raquel o Lea? Según el relato de Génesis, Jacob trató a Lea y a Raquel como esposas. El sepultó a Lea en la cueva de Macpela donde estaban sepultados Abraham y Sara, e Isaac y Rebeca. Al sepultar a Lea en la cueva de Macpela, donde las esposas legítimas de los patriarcas habían sido sepultadas, Jacob daba a entender que él la reconocía como su verdadera esposa. Sin embargo, más adelante, al prepararse para su partida, hizo arreglos providenciales para Raquel. Al hacer eso, él comunicaba a sus descendientes que consideraba a Raquel como su verdadera esposa. La vida de Jacob era tan complicada que resulta difícil determinar quién era su verdadera esposa.

  Las cuatro esposas de Jacob dieron a luz doce hijos, cada uno de los cuales constituía su propia categoría. Si no hubiera tantas categorías entre los hijos de Jacob, la historia de Israel, la historia de la iglesia y nuestra propia historia personal no habrían podido ser representadas por ellos. En la bendición profética pronunciada sobre los doce hijos de Jacob en el capítulo cuarenta y nueve, vemos la representación de la historia de Israel, la historia de la iglesia y nuestra historia personal. Para que se lograra este cuadro que lo abarca todo, se requirieron unas circunstancias complejas. En toda la vida de Jacob, él estuvo rodeado no solamente de sus esposas e hijos, sino también de varias regiones geográficas. El nació en la buena tierra, pero viajó a Padan-aram, y más adelante volvió a la buena tierra. En los años de su jubilación, se mudó a Egipto con su familia. En cada mudanza se produjeron más complicaciones circunstanciales. Jacob tuvo contacto hasta con Faraón, la persona más poderosa de la tierra en aquel entonces. Jacob se relacionaba cada vez con más personas, incluyendo a los arameos y los egipcios. Esta relación se vislumbra en su sepultura, la cual tuvo lugar en la buena tierra. Los cananeos pensaban que se trataba de un sepelio egipcio cuando en realidad era un sepelio hebreo. Una compañía de hombres a caballo y carros de Egipto asistieron al sepelio de un varón hebreo. Aparte de todo eso, Jacob se relacionó con Dios. ¡Qué bien relacionado estaba Jacob! Si combinamos todos los pasajes de la Palabra que hablan de los casos en los que se involucró Jacob, nos regocijaremos delante del Señor y diremos: “¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya por Su rica palabra!”.

  A pesar de todas las cosas en las que se involucró Jacob, él partió de esta vida de una manera excelente. Su partida no fue solamente triunfal, sino también agradable y excelente. Nadie desea enfrentarse a la muerte. Siempre es triste ver a una persona morir. Sin embargo, me agrada el relato de la partida de Jacob. En este relato no tenemos un cuadro lúgubre, sino muy agradable. Después de leer este mensaje, creo que muchos se convencerán de que en ciertos aspectos, la partida de Jacob fue más inspiradora que la del apóstol Pablo. La partida de Jacob se relata en más de tres capítulos, pero la de Pablo consta en unos cuantos versículos. Examinemos uno por uno los detalles de la partida de Jacob.

(1) Pide a José que ponga la mano debajo de su muslo

  Dice en Génesis 47:29: “Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo”. Esta petición ha sido un problema para muchos estudiosos de la Biblia. Jacob no le dijo a José: “Haz todo lo posible por conseguir un médico que me sane”. Le pidió que pusiera la mano debajo de su muslo. ¿Qué significa esto? Sin lugar a dudas, esto indica un juramento. ¿Pero por qué no pidió Jacob a José que levantara su mano si el significado de esta acción era solamente pronunciar un juramento? En lugar de especular, debemos entender la Biblia en conformidad con su contenido. Guiados por el Espíritu Santo, podemos ver lo que sucedió al muslo de Jacob durante su vida. En el octavo día de nacido Jacob, fue circuncidado, lo cual se hace cerca del muslo. Después de que Jacob se hubo esforzado por más de noventa y cinco años, Dios tocó su muslo. Por consiguiente, Jacob experimentó la circuncisión y también un toque divino. Primero, algo fue cortado de él en un lugar cercano a su muslo; eso fue la circuncisión. Años más tarde, Jacob experimentó un toque divino que le dejó cojo. Si usted examina a fondo estas dos cosas, verá que ambas tienen el mismo significado. Ser circuncidado equivale a ser cortada nuestra carne, nuestra vida natural. Jacob había sido escogido para heredar el pacto de Dios. Pero su carne, su vida natural, no era útil para esto; por el contrario, era un impedimento.

  Considere el caso de Abraham. Dios hizo un pacto con él en Génesis 15. No obstante, Abraham usó su fuerza natural con Agar para cumplir la promesa de Dios. Esto ofendió a Dios y por ello estuvo alejado de Abraham por trece años, después de los cuales volvió a él, y fue como si le dijera: “Abraham, Yo soy el que todo lo provee. Guardaré Mi promesa. Puesto que he prometido hacer algo por ti, no necesito que uses tu fuerza natural para cumplir lo que te he prometido. Lo que hiciste con Agar me ofendió mucho. Por esta razón, he estado apartado de ti durante estos trece años. Ahora he venido a decirte que en Mi presencia, debes poner fin a tu fuerza natural”. Desde aquel día, el pacto de gracia que Dios hizo se convirtió en el pacto de la circuncisión, lo cual significa que el pacto de la gracia no puede cumplirse ni ser heredado mediante la fuerza natural del hombre. Si deseamos heredar la promesa de gracia de Dios, nuestra fuerza natural debe ser circuncidada. Por parte de Dios, este pacto es un pacto de gracia. Pero del lado humano, se ha convertido en el pacto de la circuncisión. Dios todavía desea dar gracia al hombre. No obstante, para recibir la gracia del pacto de Dios, se le debe poner fin a nuestra fuerza natural.

  La circuncisión de Jacob fue una señal de que él no debía vivir por su carne ni por su fuerza natural. Sin embargo, después de la circuncisión, Jacob siguió valiéndose de la carne. El había sido circuncidado pero vivía como si no lo hubiera sido. ¡Cuánto ejerció su fuerza procurando heredar la promesa de Dios! El usó su capacidad de suplantar y de hacer trampas como si nunca hubiera sido circuncidado. Simbólicamente, Jacob ya había sido circuncidado, pero en realidad, fue circuncidado cuando Dios lo disciplinó durante muchos años hasta que tuvo más de noventa años de edad. Durante veinte años Jacob se encontró bajo la mano de Labán, quien agotó casi por completo la fuerza de Jacob. Finalmente, Jacob fue obligado a abandonar a Labán y a regresar a la tierra de sus padres. Mientras iba en el camino de regreso, Dios suscitó circunstancias que obligaron a Jacob a acudir a El. Labán lo persiguió, y Esaú lo estaba esperando. Por tanto, Jacob se halló en un dilema y se preguntaba qué debía hacer. El parecía decirse a sí mismo: “¿Qué haré? Si regreso, allí está Labán; pero si prosigo, me enfrentaré con Esaú. No hay ningún lugar donde pueda huir”. En Peniel él envió adelante a sus esposas y sus hijos y se quedó solo y allí tuvo un encuentro con Dios. Aquella noche Jacob era tan fuerte en su carne que hasta peleó con Dios. El Señor tocó su muslo. Esta fue la verdadera circuncisión de Jacob. Desde entonces, Jacob quedó cojo.

  Al partir Jacob de esta vida, no tenía ya fuerzas ni para caminar; sólo podía estar acostado en la cama. Como ya vimos, la verdadera circuncisión de Jacob se produjo cuando Dios tocó su muslo. Ahora el hecho de estar postrado en cama fue otro toque de Dios. Después del primer toque, Jacob ya no pudo caminar normalmente, pero ahora ni siquiera podía levantarse de la cama. Su fuerza natural había sido en verdad aniquilada. Por tanto, podemos considerar esto como la tercera circuncisión de Jacob. Cuando fue circuncidado por primera vez, casi no fue afectado. Después de la segunda circuncisión, cuando su muslo fue herido, él quedó cojo, aunque todavía podía moverse. Pero ahora, al ser circuncidado por tercera vez, no podía ni siquiera moverse. Así, ya sólo podía confiar en la gracia de Dios. Cuando usted no puede hacer nada, cuando no es capaz de moverse y cuando no le quedan fuerzas, es cuando puede confiar verdaderamente en Dios.

  Por no tener más confianza en sí mismo, Jacob pidió a José que pusiera su mano debajo de su muslo. Esto indica que Jacob reconocía que no tenía ninguna fuerza para obrar por sus propios medios. Lo único que podía hacer era confiar en Dios. Su hijo José, el primer ministro del país más prominente de la tierra, ciertamente podía hacer algo por él. Todo lo que tuviera que hacerse por él después de que muriera lo haría José. Fue por eso que Jacob le pidió a él que pusiera la mano debajo de su muslo, y reconoció así que había sido disciplinado por Dios al máximo. Jacob declaraba a todo el universo que ya no tenía la fuerza de obrar por su cuenta. El sólo podía aferrarse a la promesa de gracia de Dios. Durante su vida, Jacob había aprendido una sola lección: él no podía hacer nada para sí. Todo lo que había hecho fue en vano. Así que llegó a confiar en la promesa de gracia de Dios. Para él, esa promesa era la promesa de la circuncisión, la de poner fin a su fuerza natural para heredar la promesa de Dios.

  ¡Cuán claro y hermoso es este primer aspecto de la partida de Jacob! Aquí vemos a un hombre que ha aprendido por experiencia que todo depende de la gracia de Dios, y no de sus propias acciones. El comprendió que había sido circuncidado, que Dios lo había tocado y que no era capaz de hacer nada. Repito una vez más: cuando Jacob cumplió ocho días de nacido, fue circuncidado; cuando tuvo más de noventa años de edad, fue tocado por Dios y quedó cojo; ahora, a la edad de ciento cuarenta y siete años, yacía postrado en cama, incapaz de hacer nada. Indudablemente, necesitaba la gracia de Dios, que en ese entonces estaba representada por José y estaba concentrada en él. José tipificaba a Cristo. La confianza de Jacob estaba en la gracia de Dios, la cual se centra en Cristo. Su confianza ya no estaba en su muslo. El muslo es la parte más fuerte de uno, pues uno camina por la fuerza del muslo y se apoya en él. El muslo de Jacob había sido circuncidado y herido. Por haber sido aniquilado por completo, Jacob se volvió de su fuerza natural a la gracia de Dios en Cristo. La mano de José representa la mano de la gracia de Dios, y no fue puesta sobre el muslo de Jacob, sino debajo. Esto indica que la fuerte mano de la gracia de Dios llevó a Jacob a cumplir el pacto de la promesa de Dios. Jacob fue llevado a la buena tierra para recibir su verdadera herencia, pero esto no lo llevó a cabo la fuerza de Jacob, sino la mano de José. Nosotros heredamos la promesa de Dios, no por nuestra fuerza, sino por la gracia de Cristo.

(2) Considera la muerte como un sueño

  Desde el punto de vista humano, nadie desea morir. Sin embargo, para Jacob la muerte era como si fuera un sueño (47:30). A nadie le gusta morir, pero todos disfrutamos el sueño. Dormir es bastante agradable, especialmente cuando estamos fatigados. Durante ciento cuarenta y siete años Jacob llevaba una carga pesada y se envolvió en muchas situaciones. Después de pasar por tantos problemas, le llegó la hora de descansar, de dormir. De modo que él consideraba la muerte como un sueño. El pudo haber dicho: “Mi abuelo Abraham descansa. ¿Por qué he de esforzarme yo y de llevar cargas? Yo también quisiera dormir”.

  Al considerar la muerte como un sueño, Jacob indicaba que él creía en la resurrección (1 Ts. 4:13-16). El no era saduceo, un modernista de antaño que no creía en la resurrección. Los que duermen despiertan después de haber tenido un descanso apropiado. Cuando yo despierto después de dormir bien toda la noche, me siento reanimado. Jacob ha dormido tres mil setecientos años. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, algunos de los descendientes de Jacob, los fariseos y los saduceos, discutían si Jacob despertaría o no, es decir, si resucitaría. Los fariseos eran los ortodoxos de antaño, pues creían en la resurrección, pero los saduceos no creían en ella. Obviamente el Señor Jesús creía en la resurrección. El le dijo a uno de los saduceos que Dios era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, lo cual significaba que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt. 22:32). Jacob aún descansa, esperando el día de la resurrección. Cuando lo veamos, quizá le digamos: “Buenos días, Jacob”.

(3) Pide a José que no lo sepulte en Egipto, sino en la buena tierra

  Jacob le pidió a José que no lo sepultara en Egipto, sino en la buena tierra (47:29-30). El había obtenido muchas riquezas en Egipto, pero su corazón no estaba allí. Su corazón estaba fijo en la buena tierra. Fue por eso que le encargó a José que lo sepultara en la buena tierra, en la cueva de Macpela, donde sus antepasados habían sido sepultados, para poder heredar la buena tierra. Esta petición de Jacob a José muestra que tenía fe en la promesa de Dios. El creía que algún día la buena tierra que Dios había prometido sería la herencia, la porción, de sus descendientes. Mientras Jacob se disponía a partir de este mundo, era un hombre lleno de fe. Espero que en nuestra partida, nosotros también estemos llenos de fe en lo que Dios prometió en Su palabra, no en algo vano. La Biblia contiene muchas promesas para nosotros, y nosotros debemos confiar en ellas. Cuando partamos, debemos partir con nuestra fe puesta en la fiel palabra de Dios escrita en la Biblia.

  El relato de la partida de Jacob no menciona que estuviera enfermo, ni nos habla de su testamento, ni de la manera en que distribuyó sus propiedades entre sus hijos. La buena tierra era su herencia, y la promesa de Dios era el testamento que Jacob legó a sus hijos. El relato de la partida de Jacob no dice que estuviera enfermo ni que hubiese legado algo, pero sí nos presenta un cuadro hermoso y claro de su vida en la presencia de Dios. Indudablemente Jacob era un hombre de Dios. Mientras moría, no le temía a la muerte. Por el contrario, disfrutó de su partida porque estaba lleno de fe y de esperanza.

(4) Adora a Dios sobre el extremo de su bordón

  Mientras Jacob moría, adoraba a Dios (47:31; He. 11:21). El hecho de que un hombre moribundo adore a Dios no es algo insignificante. Jacob adoró a Dios en la cabecera de su cama. Como ya vimos, él guardaba cama, y eso revela que no tenía fuerza natural, que no podía moverse y que su confianza estaba depositada totalmente en Dios. Por consiguiente, él adoró a Dios allí.

  La versión de los Setenta traduce la última parte de Génesis 47:31 como “sobre el extremo de su bordón”. Cuando Pablo escribió Hebreos 11:21, no citó el texto hebreo, sino la versión de los Setenta. Es por eso que en Hebreos 11:21 leemos: “Por la fe Jacob, al morir ... adoró a Dios, apoyado sobre el extremo de su bordón”. En el ámbito espiritual esto es muy significativo. La cama indica que a Jacob no le quedaba fuerza humana, mientras que el bordón significa que él era una persona que había experimentado plenamente a Dios en su vida. El bordón simbolizaba la vida peregrina de Jacob. En Génesis 32:10 Jacob dice: “Con mi cayado pasé este Jordán”. En toda su vida de peregrino, Dios estaba continuamente con él. De tal modo que Jacob al final de su vida adoró a Dios en su cama, lo cual significa que no tenía fuerza, y apoyado sobre su bordón, lo cual significa que el Dios a quien adoraba lo había apacentado durante toda su vida.

  Jacob adoró a Dios apoyado en su experiencia personal. El no adoró a un Dios objetivo. Cuando él moría, adoró al Dios que había experimentado plenamente en una vida de peregrino. Este fue el final santo de este peregrino maduro. Espero que cuando partamos de esta tierra, adoraremos así a Dios, esto es, no adorando a quien no hemos conocido, sino al Dios que experimentamos durante toda nuestra vida. Jacob no hablaba de Dios de una manera doctrinal ni lo adoraba formalmente. El adoraba a Dios según la experiencia que había tenido. El Dios a quien Jacob adoraba estaba íntimamente relacionado con su bordón, el cual testificaba que él era peregrino en la tierra (He. 11:13) y que siempre era guiado por Dios (Gn. 48:15). Según Hebreos 11:13, él fue contado entre los que murieron en fe esperando algún día entrar en lo que Dios había prometido.

  Adorar en el extremo de su bordón exige que él ponga las manos sobre el cayado. Jacob pidió a José que pusiera su mano debajo de su muslo, lo cual indica que Jacob puso toda su confianza en la mano de gracia de Dios. Aun así, Jacob puso sus manos sobre el bordón, lo cual indica que reconocía que siempre había estado bajo el cuidado de la gracia de Dios en toda su vida.

(5) Recuerda la muerte triste de Raquel

  En Génesis 48:7 vemos que mientras Jacob partía, se acordó de la muerte triste de Raquel. El fue fiel a Raquel al dar a su hijo José una doble porción (48:5-8, 20, 22). Lo que hizo Jacob en cuanto a Efraín y Manasés en el capítulo cuarenta y ocho fue hecho en memoria de Raquel. El primer hijo de Jacob fue Rubén, y el segundo Simeón. Su undécimo y el primero de Raquel fue José. El décimo segundo hijo de Jacob, Benjamín, también nació de Raquel. Los primeros dos hijos nacieron de Lea. Pero Jacob deseaba hacer de los dos hijos de José, quien había nacido de Raquel, sus primeros dos hijos a fin de reemplazar a Rubén y a Simeón. En el corazón de Jacob los dos hijos de José eran sus primeros dos hijos. En el capítulo cuarenta y ocho, José presentó sus dos hijos a Jacob, y éste dijo: “Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos” (v. 5). En otras palabras, ellos reemplazarían a Rubén y a Simeón. Jacob parecía decir: “José, tus hijos Efraín y Manasés, ya no son tuyos, sino míos y yo soy de Raquel”. La primogenitura entre los hijos de Jacob pasó de Rubén a José por el deseo de Jacob de recordar a Raquel, a quien llevaba siempre en su corazón. Con esto, Jacob hizo espontáneamente de Raquel su verdadera esposa. Dios honró lo que hizo Jacob y lo puso en vigencia en el reparto de la tierra cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra.

  Ahora en el linaje humano no existe fidelidad entre los hombres y las mujeres, pero en el caso de Jacob, vemos la fidelidad y la sinceridad de Jacob para con Raquel. Desde el día en que Jacob la vio por primera vez, se enamoró de ella, y su sentimiento nunca cambió. Jacob fue fiel, y Dios honró esta fidelidad. Jacob tomó a los hijos de José, Efraín y Manasés, en lugar de sus primeros dos hijos años después de la muerte de Raquel. En esos años Jacob nunca la olvidó. Siempre fue fiel en su amor por ella. El verdadero amor entre un hombre y una mujer siempre es honrado por Dios. Si usted no ama a una mujer, no debe casarse con ella. Pero si usted se casa con ella, debe amarla con un amor fiel y sincero. En la sociedad humana actual se ha perdido esta clase de amor. Un hombre puede amar a alguien hoy y dejar de amarle más tarde. Nada perjudica más lo que Dios dispuso que el amor infiel. Si usted se casa con una persona, debe amarla con todo el corazón. ¡Qué hermoso es ver que un hombre moribundo se acuerda todavía de aquella a quien amó! El amor de Jacob jamás cambió. Algunos pudieron haberle dicho: “Jacob, tienes ciento cuarenta y siete años de edad y estás a punto de morir. Raquel murió hace cuarenta años. No debes preocuparte por eso. ¿Por qué necesitas llamar a José y pedirle que te dé sus dos hijos para reemplazar a tus primeros dos? Descansa en tu cama hasta que mueras”. Pero la santa Palabra de Dios deja constancia de la fidelidad de Jacob hacia Raquel por la cual hizo a los dos hijos de José sus primeros dos hijos para que José, su primogénito, heredara una doble porción de la tierra. Cuando las porciones de la tierra fueron distribuidas en días de Josué (Jos. 24), la porción que Jacob dio a José fue providencialmente distribuida a Efraín y a Manasés. Esto significa que Dios honró lo que hizo Jacob. Un marido nunca debe cambiar el amor que tiene por su esposa. Si usted es fiel en su amor por ella, Dios honrará esta fidelidad. Esta es la moralidad más elevada.

(6) Entiende que Dios lo mantuvo toda su vida

  En Génesis 48:15 Jacob dice refiriéndose a Dios: “Me mantiene desde que yo soy hasta este día”. Espero que todos nosotros podamos decir en el momento de nuestra partida, que nuestra vida fue apacentada por Dios. Que todos digamos: “Yo no soy una oveja sin pastor. El Señor ha sido mi Pastor toda la vida. Ahora estoy a punto de morir y sigo bajo Su pastoreo. No escojo mi propio camino. El me guía y me pastorea”.

(7) Profetizó acerca de sus doce hijos

  Mientras Jacob moría, profetizó acerca de sus doce hijos (49:1-2). Jacob no profetizó diciendo: “Así dice el Señor”, sino siendo uno con Dios y hablando así por El. Todo lo que Jacob dijo era la palabra de Dios. Jacob era el portavoz de Dios. Esta es la clase de profecía que encontramos en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en 1 Corintios 7 Pablo dijo que él no tenía mandamiento del Señor, pero que daba su opinión como uno que había recibido misericordia del Señor para ser fiel. No obstante, lo que dijo era palabra de Dios, pues Pablo era totalmente uno con Dios, y lo que él dijo era la palabra de Dios. El hecho de que Jacob pudiera profetizar así era una evidencia y una clara manifestación de que había madurado en vida. Por ser uno con Dios, era maduro en vida. Por consiguiente, todo lo que declaró era palabra de Dios. El no hizo alarde de que Dios le hubiera dicho ciertas cosas, y tampoco concluyó con: “Así dice el Señor”. El simplemente habló, y todo lo que dijo era la palabra de Dios. Dios honró esas palabras y les dio cumplimiento. Sin duda, Dios cumplió la bendición profética que pronunció Jacob sobre sus doce hijos. Esto demuestra que partió ya maduro en vida. Su partida revela su madurez.

(8) Sepultado con muchos honores

  En Génesis 50:1-13 vemos el relato del sepelio de Jacob, que fue algo mucho más grande que un sepelio de estado. Cuando José fue a sepultar a su padre, “subieron con él todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa, y todos los ancianos de la tierra de Egipto ... subieron también con él carros y gente de a caballo, y se hizo un escuadrón muy grande” (50:7, 9). Esto indica que Jacob fue sepultado con mucha gala y muchos honores. Dado que Jacob estaba lleno de esperanza, pues anhelaba la resurrección, le encargó a su hijo José que llevara a cabo su sepelio de una manera que correspondiese con la promesa de Dios. Los incrédulos, los que no tienen fe en Dios, son los únicos que descuidan su sepelio. Si nosotros tenemos fe en la resurrección, debemos hacer los debidos preparativos para nuestro sepelio, algo que demuestre que no carecemos de esperanza. Anhelamos ser resucitados de una manera gloriosa para ir al encuentro del Señor.

  La partida del apóstol Pablo fue triunfal, aunque sabemos que fue la partida de un mártir; mientras que la de Jacob fue normal. El martirio no presenta la partida normal de un hombre que ama a Dios. Vemos una partida normal en el relato sobre Jacob. Por esta razón, y aunque valoro la partida de Pablo como mártir, prefiero la partida de Jacob, porque proporciona un cuadro de la partida normal de uno hijo de Dios. En la partida de Jacob no hay nada triste ni desagradable. Por el contrario, todo nos alienta y nos edifica. Cuando leo estos capítulos que describen la partida de Jacob, soy edificado y digo: “Señor, concédeme la gracia de no temer nunca a la muerte. Cuando llegue la muerte según lo que Tú has dispuesto, la quiero tomar como lo hizo Jacob”. Esta actitud requiere madurez en vida. Jacob, quien se convirtió en Israel, era maduro en vida, y por eso pudo partir con tanta excelencia.

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