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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 111

EL VIVIR DE JOSE CORRESPONDE A SU VISION

  Podemos considerar que el libro de Génesis, en el cual casi todas las verdades bíblicas son sembradas como semillas, es la biografía de ocho hombres importantes: Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. Estos hombres están distribuidos en dos grupos de cuatro. Adán, Abel, Enoc y Noé forman el primer grupo; y Abraham, Isaac, Jacob y José, el segundo. El primer grupo representa el linaje creado, el linaje adámico, mientras que el segundo grupo representa el linaje llamado, el linaje de Abraham. Debido al fracaso del linaje creado, Dios tuvo un nuevo comienzo con el linaje llamado. El linaje creado empezó con Adán y terminó con Noé. Tanto al principio como al final, el linaje creado fue un fracaso. Adán, la cabeza y el representante del linaje creado por Dios, cayó. En Abel vemos el regreso a Dios. En Adán el hombre cayó y se apartó de Dios. Pero por medio de la redención efectuada por Dios, Abel volvió a El. Enoc, quien vino después de Abel, no sólo volvió a Dios, sino que también caminó con El. El resultado de su vida tipifica el arrebatamiento. Enoc fue arrebatado de la muerte y entró en Dios. La vida de Enoc produjo a Noé, quien también caminó con Dios y experimentó el reinado, aunque su reinado no fue suficiente ni completo. Pero el reinado de Noé dio como resultado una caída. Los descendientes de Noé se rebelaron contra Dios en Babel, y por esta rebelión Dios abandonó el linaje creado. Dios se vio obligado a tener un nuevo comienzo y visitó a Abraham y lo llamó a salir del linaje creado rebelde. Esto marcó el comienzo de una nuevo género, el linaje llamado, los descendientes de Abraham.

  Con el linaje llamado, Dios ciertamente tuvo gran éxito. A partir de Abraham y luego con Isaac y Jacob, el camino se elevó más y más. Finalmente, vemos el reinado completo en Jacob. Como ya mencionamos, Abraham, Isaac, Jacob y José, no deben considerarse individuos separados. Ellos representan cuatro aspectos de un santo completo y maduro. En ellos vemos la elección de Dios, el llamado de Dios y la justificación por la fe. Vemos cómo un santo llamado y justificado puede vivir en la presencia de Dios por la fe para disfrutar todas las riquezas de la herencia. Aun así, esta persona se sigue esforzando por obtener la primogenitura. Sin embargo, todos sus esfuerzos le causan sufrimientos. En los sufrimientos, la mano de Dios se extiende sobre él para disciplinarlo y llevarlo a la madurez. ¡Aleluya, en el linaje llamado vemos la madurez de vida! La vida madura tiene un aspecto reinante, un aspecto descrito por la vida de José. Esta es la razón por la cual en el libro de Génesis, José es tan excelente y maravilloso.

  Cuando yo era joven, mi madre solía contarnos historias de la Biblia. Ella pasaba mucho tiempo en la historia de José. ¡Cuánto me compadecía de este excelente personaje cuando oía que había sido echado en un pozo y vendido como esclavo! Quería a José y me daba cuenta de que él era alguien especial, pero no sabía por qué era excelente. Sólo sabía que José era muy bueno y yo quería ser como él. Después de ministrar la Palabra durante años, todavía no sabía la razón por la cual José era tan excelente. No obstante, ahora puedo afirmar con confianza que José era excelente porque era el aspecto reinante de la vida madura. El era el aspecto reinante de un Israel maduro, no de Jacob. Por lo tanto, José era la crema de la vida madura.

  Por supuesto, lo que vemos en José es simplemente una sombra. En realidad, el aspecto reinante tipificado por José es Cristo forjado en nuestro ser. Todos somos Jacob, pero estamos constituidos de Cristo. El día en que fuimos regenerados, Cristo se forjó en nosotros. Con el tiempo, Cristo llega a ser nuestra constitución. La parte de nuestro ser que está constituida de Cristo no es ni nuestra carne ni nuestra mente, sino nuestro espíritu. En 2 Ti. 4:22 se afirma que Cristo está con nuestro espíritu. Esto significa que Cristo constituye lo profundo de nuestro ser. El aspecto de nuestro ser regenerado que está constituido de Cristo es plenamente representado, descrito y tipificado por José. Puesto que José representa el aspecto reinante de una vida victoriosa y madura, su vida se relata en la Biblia de una manera excelente.

I. VIVE COMO UNA GAVILLA LLENA DE VIDA

  Los primeros tres capítulos que hablan de la parte reinante de una vida madura son los capítulos treinta y siete, treinta y ocho y treinta y nueve. Cuando era niño, no me gustaban estos capítulos porque estaban llenos de odio, intrigas y traiciones. El capítulo treinta y ocho relata el incesto de Judá, y el capítulo treinta y nueve describe la oscuridad y la entrega a la lujuria. ¿Acaso le agradan a usted estos capítulos? Después de ser salvo y de empezar a amar la Biblia, no pasaba mucho tiempo en estos capítulos. Al familiarizarme con la historia que contienen, no me molestaba en leerlos nuevamente. Cuando conduje un estudio sobre Génesis en 1955, evité estos capítulos. Pero durante los veintitrés años que han transcurrido después de ese estudio, he recibido más luz. Después de llegar a este país, vi el valor de los sueños de José, que son la visión que controla estos capítulos. Si usted no ha recibido la visión de los sueños de José, sólo podrá conocer el relato de estos capítulos. No podrá conocer lo profundo que es el significado de esta historia. Los sueños de José controlaban y dirigían su vida. José se condujo de manera excelente, lo cual era el aspecto reinante de una vida madura dirigida por una visión que lo controlaba.

  El capítulo treinta y siete empieza diciendo que Jacob amaba a su hijo predilecto José, y que éste le informaba de las malas acciones de sus hermanos. Luego se nos habla de los sueños de José (Gn. 37:5-10). En estos días el Señor nos ha mostrado que los sueños de José revelan la condición en que se halla el pueblo ante Dios. El pueblo de Dios lo conforman gavillas llenas de vida. Una gravilla es un manojo de trigo lleno de vida y del suministro de la vida. Los manojos contienen granos cargados de vida y suministran vida. No diga: “No me caen bien los israelitas, porque ellos son muy malos”. Recuerde el profeta gentil Balaam, que fue contratado para maldecir a Israel. En ese entonces, Israel era realmente malo. Sin embargo, Balaam, bajo el control de Dios, dijo que Dios no había visto iniquidad en Jacob ni perversidad en Israel (Nm. 23:21). A los ojos de Dios, todo Su pueblo escogido era una gavilla llena de vida, llena del suministro vital. Además, el pueblo de Dios es semejante a las estrellas que brillan en el cielo.

  Después de presentarnos estos dos sueños el relato de Génesis, revela que los hermanos de José tramaron matarlo y que lo vendieron como esclavo y fue llevado a Egipto. En el capítulo treinta y ocho vemos el incesto de Judá, y en el capítulo treinta y nueve, la terrible tentación y el trato tan injusto que recibió José. Según la secuencia de los acontecimientos narrados en estos capítulos, vemos que el comportamiento excelente de José era gobernado por sus sueños. En su primer sueño, vio que él era un manojo; mas no un manojo caído, sino erguido. Yo creo que desde que José recibió este sueño, se dio cuenta del lugar en el cual Dios lo había puesto y lo que Dios quería de él. Sin duda, entendió que Dios quería que fuese esta gavilla. El no sería un objeto lleno de muerte, sino una gavilla que permanecía llena de vida. Si usted hubiera tenido este sueño, ¿no habría sido influido o controlado por él? ¿No habría gobernado este sueño su comportamiento y dirigido su conducta? Con seguridad lo habría hecho. Yo creo que el sueño que tuvo José de las gavillas determinó su comportamiento.

  Lo mismo es válido con relación al segundo sueño, el sueño del sol, la luna y las doce estrellas. Supongamos que usted tuviese un sueño en el cual usted fuese la estrella adorada por las otras estrellas. ¿Acaso no se consideraría en una posición elevada? Usted diría: “¡Soy una estrella! No soy un escorpión ni algo inferior u oscuro. Soy una estrella que resplandece en los cielos”. Si usted recibiera esta visión, ¿no lo controlaría acaso? Si no lo controla el resto de su vida, por lo menos, lo gobernará durante mucho tiempo. Usted empezará a portarse como una estrella resplandeciente y dirá: “Anoche vi que era la estrella a la que las demás adoraban. De ahora en adelante, debo actuar como esta estrella resplandeciente. Anteriormente yo era un ser oscuro, pero ya no debo ser así. Debo brillar y resplandecer”.

  José se condujo de manera tan excelente y maravillosa porque era dirigido por la visión que había recibido en sueños. Los niños son afectados por lo que ven en la televisión. He observado a mis propios nietos actuar según lo que ven en algún programa de televisión. Si aun los pequeños reciben la influencia de lo que ven, ¡cuánto más el joven José fue influido por la visión celestial, la visión según la cual él era una gavilla erguida y llena de vida y una estrella adorada por las demás! ¿No cree usted que José fue afectado por esta visión y que ésta le dejó una profunda impresión? Yo creo firmemente que ése fue el caso. Lo que quiero subrayar es que el comportamiento excelente y maravilloso de José se debía a la visión que había recibido. La visión de sus dos sueños controlaba su vida y dirigía su comportamiento. El se comportaba como la gavilla erguida y llena de vida, y se conducía como una estrella celestial que resplandece en la oscuridad. Desde esta perspectiva, puede uno entender el significado de estos tres capítulos.

A. Sus hermanos desahogan su ira

  En estos capítulos vemos dos pecados graves. En el capítulo treinta y siete vemos el pecado de la ira (37:18-28). Los hermanos de José se aprovecharon de la oportunidad para desfogar su ira. Este no fue un caso insignificante de ira. Los hermanos de José convinieron en matarlo y aquel a quien querían matar no era un ladrón, sino su propio hermano carnal, el hijo predilecto de su padre. Si ellos hubieran sentido algún afecto humano, jamás habrían planeado aquello. Sin embargo, Rubén pensó que eso afectaría a su padre, y Judá sugirió que no lo mataran, sino que lo vendieran, lo cual era mucho mejor que derramar su sangre. Sin embargo, en el capítulo treinta y siete vemos la ira de los hermanos de José. En el capítulo siguiente, el capítulo treinta y ocho, vemos la concupiscencia de Judá, que lo condujo a cometer incesto (38:15-18). Después de la caída del hombre, el primer resultado fue el homicidio de un hermano carnal. Y el pecado que hizo venir el diluvio sobre el género humano fue la complacencia en la lujuria. Estos dos pecados, el fratricidio y la entrega a la lujuria, se repiten aquí.

B. José emerge de la ira, y sobrevive en una situación de muerte

  La ira de los hermanos de José permitió que éste viviera como una gavilla llena de vida. Mientras todos sus hermanos estaban hundidos en el agua de la ira, José, el aspecto reinante de la vida madura, vivió como un manojo de vida, emergiendo de las aguas de muerte, de la ira humana. El relato, inspirado por Dios, usa la ira como trasfondo para demostrar cuánta vida se hallaba en el manojo. Esta gavilla estaba llena de vida. Cuando todos los demás se habían hundido en las aguas de muerte de la ira humana, esta gavilla emergió y sobrevivió en tal situación.

  ¿Acaso no es éste también el relato de nuestra vida? Día tras día nos vemos rodeados del agua de muerte de la ira humana. Y en lugar de ahogarnos, emergemos del agua de muerte y sobrevivimos. Si éste es el retrato de su vida cotidiana, entonces usted es el aspecto reinante de la vida victoriosa. Aunque desde el punto de vista humano tendemos a perder la paciencia, de todos modos estamos constituidos del Cristo que emerge de la situación de ira. Por lo tanto, somos el José de hoy y las gavillas de vida que se yerguen y se mantienen firmes.

II. VIVE COMO UNA ESTRELLA LLENA DE LUZ

A. Su hermano Judá se entrega a la lujuria

  El segundo pecado grave, la entrega a la lujuria [por parte de Judá], le proporcionó también a José una oportunidad. La lujuria que vemos en el capítulo treinta y ocho representa las tinieblas. En dicho capítulo, Judá estaba totalmente en tinieblas. Obró ciegamente, y la ceguera denota tinieblas. Si él no hubiera estado ciego, en las tinieblas, ¿cómo habría podido cometer adulterio con su nuera? ¿Dónde estaba su conciencia? ¿Dónde estaba su vista? Sus ojos fueron cegados, y él se encontraba en tinieblas. La mujer maligna del capítulo treinta y nueve, la esposa de Potifar, también estaba en tinieblas. Si ella no hubiera estado en tinieblas, ¿cómo habría podido obrar de una forma tan maligna? Así que, en los capítulos treinta y ocho y treinta y nueve tenemos un cuadro de las tinieblas.

B. José vence la lujuria, y resplandece en las tinieblas

  En medio de estas tinieblas, vemos a José como una estrella que resplandece en los cielos (Gn. 39:7-12). José se conducía como una estrella resplandeciente, y parecía decir: “Todos ustedes están en las tinieblas, pero yo resplandezco sobre ustedes. ¿Cómo podría yo, una estrella brillante, hacer una cosa tan oscura? No puedo olvidar mi sueño. Mi sueño me controla y me dirige. Como estrella celestial, nunca vendería mi posición”. Si usted tiene luz al llegar a estos capítulos, verá que José llevó una vida que concordaba con su visión. José no era solamente un soñador, sino también alguien que ponía en práctica, vivía, y expresaba lo que había visto en sus sueños.

  Nosotros, el José actual, también debemos tener sueños. Los demás deben decir que somos soñadores. Muchos de mis amigos cristianos me consideran un soñador. Al hablar de la vida vencedora y de la aplicación de la vida de iglesia, me han dicho: “Hermano Lee, estas ideas son maravillosas, pero no son más que sueños. Nadie puede llevar una vida tan victoriosa sobre esta tierra. Es imposible poner en práctica la vida de iglesia. Debemos esperar ese día. Deje de soñar. Más bien, despierte de sus sueños”. Pero no sólo tengo sueños, sino que practico lo que veo en mis sueños. Usted pensará que soy un simple soñador, pero yo pongo en práctica mis sueños. Puedo testificar que es posible tener una vida vencedora y llevar a la práctica la vida de iglesia. Esto no es simplemente mi sueño, sino también mi práctica y mi experiencia. Así como José, he tenido algunos sueños, el sueño de las gavillas y el de las estrellas resplandecientes. Por la misericordia del Señor, he vivido conforme a mis sueños. He actuado según la visión que he recibido. Algunos dicen: “Eso no es más que un sueño y no puede cumplirse”. Pero debo declarar que son revelaciones celestiales de los hechos. ¿No cree usted que la vida victoriosa se puede llevar a cabo en su totalidad? ¿No cree usted que la vida práctica de iglesia existe en la actualidad? No estamos soñando en vano. Tenemos una visión que nos controla.

  Todos sabemos lo que significa perder la calma. Yo no soy la excepción. No es bueno esconder el enojo. En cierto modo nos sentimos mejor cuando desahogamos nuestra ira. Sin embargo, cuando estoy a punto de perder la paciencia, aparece la visión de la gavilla, y el Señor me pregunta: “¿Eres una gavilla erguida? Si así es, entonces ¿qué pasa con tu ira?”. En cuanto el Señor me habla de esta manera y yo le respondo, mi ira desaparece. Aun cuando quisiera perder la paciencia, no podría hacerlo. Todos nosotros podemos vivir sin ira y sin perder la calma. Cuando usted esté a punto de airarse, el Señor podrá decir: “¿Eres tú una gavilla? ¿Estás en la iglesia, en el recobro del Señor?”. En cuanto usted diga que es una gavilla, su ira desaparecerá.

  Así como todos nosotros nos airamos, también tenemos concupiscencia. Si usted no la tiene, entonces debe ser una silla o una piedra. Todo ser humano tiene lujuria. Controlamos nuestra lujuria sometiéndonos, siendo controlados, subyugados y dirigidos por la visión. ¡Tenemos una visión que nos controla! El pueblo perece cuando carece de visión. Por haber recibido la visión, es difícil que caigamos en la lujuria.

  La función de la visión es similar a la de los frenos de un automóvil. En un momento de peligro, pisamos el pedal del freno. La visión de la estrella celestial es un freno potente para nuestro automóvil espiritual. No estamos conduciendo un auto sin control. Cuando conducimos en el carril apropiado, no necesitamos usar los frenos. Pero cuando el auto empieza a salirse de control, los frenos funcionan inmediatamente. ¡Aleluya por esta visión que nos controla! Muchos de nosotros podemos testificar que antes de entrar en la vida de iglesia, éramos como un auto sin frenos. Pero después de entrar en la vida de iglesia, recibimos la visión que nos controla, y se instalaron potentes frenos en nuestro automóvil. Aquí en la vida de iglesia tenemos la visión de la gavilla y la de la estrella.

III. VIVE LA VIDA DEL REINO

  La vida de José, gobernada por la visión celestial, era la vida del reino de los cielos descrita en Mateo 5, 6 y 7. Según la constitución del reino celestial revelada en dichos capítulos, nuestra ira debe ser subyugada y nuestra lujuria vencida (Mt. 5:21-32). Si afirmamos que somos ciudadanos del reino, y no podemos someter nuestra ira ni vencer nuestra lujuria, estamos acabados. En lugar de estar en el reino, estamos en la orilla del mar. Somos los que desahogan su ira y se entregan a la lujuria. Pero el pueblo del reino subyuga su ira y vence a su lujuria. Esta es la vida del reino.

  En la vida del reino hoy se adiestran los reyes. Nosotros los ciudadanos del reino, los que estamos en la vida del reino, somos preparados para ser reyes, para ser José, que es el aspecto reinante de la vida madura. Con este fin debemos someter nuestra ira y vencer nuestra lujuria. ¡Qué cuadro tan maravilloso tenemos en la vida de José de nuestra experiencia actual! Día tras día sometemos nuestra ira y vencemos nuestra lujuria. En lugar de conformarnos con nuestra ira o de cooperar con nuestra lujuria, rechazamos la ira y condenamos la lujuria, porque somos el aspecto reinante de la vida madura. Tenemos la constitución de Cristo dentro de nosotros y estamos siendo preparados para reinar como reyes.

IV. DISFRUTA DE LA PRESENCIA DEL SEÑOR

  Una vida como la de José siempre tiene la presencia del Señor (Gn. 39:2-5, 21-23). Dondequiera que esté la presencia del Señor, allí está la autoridad. Si usted tiene la presencia del Señor, la autoridad del Señor lo acompañará. Por ejemplo, en el cautiverio, Daniel tenía la presencia del Señor; en consecuencia, la autoridad del Señor estaba con él. Incluso un niño puede tener la presencia del Señor y, por ende, ser la autoridad legítima en una familia. En el caso de José, Potifar, un oficial del palacio del faraón, tenía el mando. Sin embargo Potifar estaba en cierto modo bajo el control de José, porque éste tenía la presencia del Señor. Examine también la experiencia de José en la cárcel. Había una persona encargada de la cárcel, pero en realidad no la dirigía. José, un prisionero que tenía la presencia de Dios, era el encargado. En la casa de Potifar y en la cárcel, José llegó a ser rey.

  Adondequiera que vayan la constitución de Cristo y la presencia de Dios, allí estará la parte reinante. En el reino venidero, esta parte será los correyes de Cristo en el reino de los cielos. De manera que el aspecto reinante de la vida madura es una vida que siempre disfruta de la presencia del Señor. En el universo la autoridad es el Señor mismo. Dondequiera que esté Su presencia, allí está Su autoridad, el poder que gobierna. Mientras tenemos la presencia del Señor, tenemos la autoridad, aun cuando estemos en la cárcel. Usted puede ser prisionero, pero a la larga gobernará. Presidiremos dondequiera que estemos. Esto indica que somos el aspecto reinante de la vida madura.

A. El Señor lo hace prosperar

  En la presencia del Señor, José prosperó por obra del Señor (Gn. 39:2-3, 23). Donde está la presencia del Señor, allí no sólo está la autoridad del Señor, sino también la prosperidad que trae la providencia del Señor. Mientras José era maltratado, disfrutaba de la prosperidad que venía a él por obra del Señor.

B. El favor y la bendición del Señor

  Por estar José en la presencia del Señor, recibía Su bendición dondequiera que estuviese. La bendición del Señor acompaña siempre la prosperidad bajo Su providencia. Cuando José disfrutaba de prosperidad, él y aquellos que se relacionaban con él eran bendecidos (Gn. 39:4-5,22-23).

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