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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 112

La madurez: el aspecto reinante del Israel maduro

(2)

  En el libro de Génesis, José representa el aspecto reinante de la vida madura. Como tal, él tipifica a Cristo, pues el aspecto reinante de la vida madura es el Cristo que ha sido forjado en nuestro ser. Por consiguiente, en el relato de Génesis, José tipifica a Cristo.

(7) Traicionado

  Vimos que José tipifica a Cristo como Hijo amado de Dios, a quien Dios el Padre mandó para pastorear a Su pueblo, y quien fue perseguido por los que había de apacentar. Además, según los cuatro evangelios, Cristo fue traicionado (Mt. 26:14-16). José, como tipo de Cristo, también fue traicionado (Gn. 37:27-28). En el sentido bíblico, ser traicionado significa ser despreciado, desestimado, desprestigiado o hecho a un lado. Cuando Judas iba a vender a Cristo, él ciertamente tenía en poco a Cristo. En Mateo 26 vemos que Cristo fue una prueba para los que lo rodeaban. Algunos lo aborrecieron. No obstante, María lo valoraba y derramó sobre El un ungüento de gran precio. Para María, Cristo era muy valioso y de gran estima. Pero Judas menospreció a Cristo y lo tuvo en poco. El menospreció a Cristo hasta el punto de venderlo por un bajo precio, por treinta monedas de plata, que según Exodo, era el precio de un esclavo (Éx. 21:32). Por consiguiente, en la Biblia traicionar a alguien significa menospreciarlo.

  Cuando alguien lo menosprecia a usted, eso significa que lo traiciona. Cuando su esposa lo menosprecia, lo está traicionando. Del mismo modo, cuando los hermanos lo hacen a un lado a usted, eso significa que ha sido traicionado. Piense qué tanto se estima usted. A sus propios ojos, ¿acaso usted no es valioso? Todos nos ponemos un alto precio. Así que cuando otros no nos estiman o nos hacen a un lado, somos traicionados. Usted pensará que durante los años en que ha estado en la vida de iglesia, nunca ha visto una traición. Sin embargo, en la vida de iglesia, la gente es traicionada con frecuencia por ser menospreciada y puesta a un lado. Día tras día, los cónyuges se menosprecian mutuamente. Si algunos santos hablan de otro santo de manera despectiva, lo están traicionando.

  Todos nos consideramos valiosos. En realidad, somos valiosos porque Cristo está en nosotros. ¿Tiene usted a Dios dentro? En la Biblia, Dios es comparado con el oro, y Cristo con un tesoro. Nuestro Dios es el oro que hay en nosotros, y Cristo, en nosotros, es el tesoro en el vaso. Los incrédulos no valoran mucho eso porque no tienen a Cristo. Ellos son simplemente vasijas de barro. Pero nosotros tenemos el tesoro más grande dentro. Por consiguiente, no debemos pensar que no somos valiosos. Debemos declarar a los ángeles: “Angeles, ustedes deben entender que somos valiosos, y lo somos porque Cristo está dentro de nosotros”. Además, usted puede jactarse ante Satanás y ante los demonios diciendo: “Satanás, quiero que sepas que tengo a Dios y a Cristo dentro de mí. Demonios, ustedes jamás tendrán a Cristo dentro, mas yo tengo a Cristo dentro de mí, y por lo tanto soy muy valioso”. Eso no es orgullo; sino que es la verdadera humildad. Puedo proclamar ante los ángeles, el diablo, los demonios y ante todo el mundo que soy valioso porque tengo a Cristo; por tanto, usted no debe menospreciarme ni desestimarme.

  Debemos aprender a no vender a nuestros hermanos. José fue vendido por sus hermanos. Si ellos lo hubieran considerado como una gavilla o como una estrella, no lo habrían vendido. El hecho de que lo traicionaran significa que lo menospreciaron y lo hicieron a un lado. En principio, sucede lo mismo con el Señor Jesús. El era preciosísimo y de gran valor, pero Judas lo menospreció y lo vendió por treinta monedas de plata. Pedro, Jacobo, Juan y los demás apóstoles siguieron los pasos del Cordero, y ellos también fueron menospreciados. Lo mismo le sucedió al apóstol Pablo. A lo largo de los siglos, los seguidores del Cordero han sido traicionados. Igual que Cristo, han sido menospreciados, hechos a un lado y tenidos en poco. Al seguir al Señor ahora, también nosotros hemos sido menospreciados. Soportamos mucho sufrimiento simplemente por ser menospreciados y tenidos en poco. Los que se oponen a nosotros nos menosprecian y nos hacen a un lado. Si ellos apreciaran el tesoro que hay en nosotros y reconocieran cuán valioso es lo que el Señor ha forjado en nuestro interior, no nos menospreciarían ni nos desestimarían. Algunos se oponen a nosotros porque nos menosprecian. Este menosprecio en realidad es una manera de vendernos y es una señal de traición. No crean que esta traición le sucedió solamente a José o a Cristo tipificado por José. Esto les ha sucedido a todos los seguidores de Cristo y es nuestra experiencia hoy en día.

  Antes de ser salvos, muchos de nosotros éramos estimados por nuestros padres, parientes y amigos. Pero después de ser salvos y de empezar a buscar al Señor, empezamos a ser menospreciados por nuestros amigos, nuestros parientes y, en algunos casos, incluso por nuestros padres. Eso es traición. La crucifixión de Cristo empezó por la traición. El fue crucificado después de ser traicionado. En principio, lo mismo le ocurrió a José. El no fue echado directamente a la cárcel. Primero fue vendido, lo cual habría de conducirlo a la cárcel. La traición que le hicieron a Cristo lo condujo a la cruz. Ser traicionado no es nada insignificante. La persecución y la oposición actual es una especie de traición. Los que se oponen a nosotros nos traicionan; nos venden por un bajo precio. Aunque somos valiosos, los opositores nos venden por un precio bajo, a veces por nada.

(8) Entregado a la cárcel de la muerte

  La traición que sufrió José fue seguida por un período de encarcelamiento, de reclusión (39:20). José se encontró con dos criminales, quienes tipificaban a los dos criminales que acompañaron a Cristo. Uno de ellos fue restaurado y el otro ejecutado (40:1-23). A Cristo le sucedió lo mismo. Después de que Cristo fue traicionado, lo echaron a la cárcel de la muerte (Hch. 2:23). Fue crucificado entre dos criminales, uno de los cuales fue salvo y el otro pereció (Lc. 23:32, 39-43). Cristo fue recluido en la cárcel de la muerte, donde estuvo tres días y tres noches. José, como figura de Cristo, tuvo la misma experiencia. El fue rechazado y vendido por sus hermanos, y luego fue echado en la cárcel. Cristo sufrió las mismas cosas. Primero, fue rechazado por sus hermanos; luego fue vendido por uno de su pueblo, y finalmente fue echado en la cárcel de la muerte.

  Cristo resucitó después de su muerte, pero su resurrección no se produjo de inmediato. Desde el punto de vista humano, los tres días de reclusión de Cristo en la cárcel de la muerte no fue un tiempo corto. Ninguna noche ha durado tres días y tres noches. Cuanto mucho, la noche dura desde el atardecer hasta la mañana. No obstante, la noche que Cristo pasó en la cárcel de la muerte duró tres días y tres noches. Si fuésemos María Magdalena, eso nos habría parecido mucho tiempo, porque ella amaba a Cristo, lo había seguido y vio cuando fue crucificado y sepultado. Después de la muerte y sepultura de Cristo, ella no tenía ganas de comer ni de dormir. Esperaba que sucediera algo. No creo que todos sus discípulos olvidaran que Cristo les había dicho antes de Su muerte que resucitaría al tercer día. Aun cuando no entendían claramente lo que ello significaba, seguramente se les había grabado algo relacionado con Su resurrección. Eso debe de haber sucedido particularmente a las hermanas, pues por lo general ellas tienen mejor memoria que los hermanos. Aunque a Pedro no le hubiese quedado una profunda impresión de la resurrección de Cristo, no creo que María Magdalena hubiese olvidado que Cristo había dicho que El se levantaría de entre los muertos al tercer día. Le resultaba muy difícil esperar estos tres días. Habría sido difícil esperar tres horas. Finalmente, al tercer día, hallaron vacía la tumba donde Jesús había sido sepultado. Los tres días y las tres noches en que Cristo había estado recluido en la cárcel de la muerte fueron una noche larga. La noche del encarcelamiento de José duró aproximadamente diez años. Cuando José fue vendido como esclavo en Egipto, tendría unos diecisiete años de edad, y cuando salió de la cárcel, tendría treinta. Si usted lee la Biblia detenidamente, verá que transcurrió poco tiempo entre la venta de José a Potifar y su encarcelamiento. De suerte que José estuvo mucho tiempo en la cárcel; éste fue un largo período de oscuridad.

  Según la Biblia, son los jóvenes y no los mayores los que experimentan esta lección. Cuando José fue echado en la cárcel, tenía menos de veinte años de edad. Todos los jóvenes necesitan un período de reclusión. Jóvenes, ya que ustedes son tan libres, necesitan ser recluidos. En este país los jóvenes anhelan llegar a los dieciocho años de edad, pues entonces pueden ser libres como aves que salen de la jaula. He observado esto con mis propios nietos. A los dieciocho años, ellos piensan que pueden salir de la jaula. Pero si los jóvenes aman al Señor y son el José de hoy, serán echados en la cárcel del Señor después de que salgan de la jaula. Jóvenes, la cárcel del Señor los está esperando.

  Ya vimos que José representa el aspecto reinante de la vida madura. No obstante, antes de que José subiera al trono y llegara al poder, fue encarcelado. Eso indica que antes de subir al trono, viene el encarcelamiento. En los sueños de José, no había alusión alguna a estar encarcelado. Los sueños deben de haber hecho feliz a José. En ellos, él se veía como una gavilla erguida y como una estrella resplandeciente. José estaba tan ilusionado con sus sueños que los contó a sus hermanos, sin darse cuenta de que se ofenderían por tales sueños. La entronización no vino inmediatamente después de los sueños de José. Por el contrario, se produjo la traición que lo llevó al encarcelamiento.

  Después de oír esto, algunos de ustedes dirán: “Los mensajes anteriores sobre José eran maravillosos y gloriosos, mas no puedo aceptar esta palabra. Mejor renuncio”. Pero aun cuando usted renuncie, Dios no renunciará. Usted debe entender que es una cometa atada a una cuerda y que la cuerda está en la mano del Señor. El Señor puede decir: “¿Intentas renunciar? No permitiré que hagas tal cosa”.

  Si José no hubiese tenido esos sueños, es probable que no hubiese tenido problemas. Pero él tuvo dos sueños y en su entusiasmo los contó a sus hermanos. Ahora bien, José no subió inmediatamente al trono, sino que fue menospreciado y encarcelado. Algunos jóvenes pueden pensar que si siguen a Jesús y si están en el recobro del Señor, todo será glorioso. Pero los jóvenes necesitan un período de reclusión. Esto es muy importante para ellos. ¡Cuánto le agradezco al Señor por los beneficios que he recibido del encierro!

  La cárcel de uno puede ser su esposa. Muchos de ustedes jóvenes no estaban casados cuando entraron a la vida de iglesia. En la iglesia ustedes tuvieron la oportunidad de hacer la mejor elección. Pero después de la luna de miel, se dieron cuenta de que su querida esposa se convirtió en su encierro. Ustedes quizá digan: “¿Qué ha sucedido? Ahora que estoy casado, ya no soy libre”. Es cierto. Su cónyuge llega a ser su cárcel. Cada matrimonio y cada hogar es una cárcel. ¡Gloria al Señor por todas estas cárceles! Como muchos pueden testificar, este encarcelamiento dura mucho tiempo. Yo he estado en esta especie de cárcel por muchísimos años, y puesto que todavía necesito ser recluido, todavía me encuentro en la cárcel. Todavía tengo algunas lecciones que aprender.

  Llegamos a la carga que tengo en este mensaje: quisiera compartir con ustedes, a modo de paréntesis, la clave para pasar el tiempo durante su encarcelamiento. Esta es la clave para saber disfrutar su encarcelamiento. Sin este secreto, no podría entender plenamente el capítulo cuarenta de Génesis. Ahora quisiera presentarles la clave de lo que deberíamos hacer durante nuestro período de encarcelamiento. Cuando llegue el momento de ser encarcelado, entenderá que lo que estoy presentando en este mensaje produce resultados.

I. JOSE FUE PUESTO A PRUEBA PORQUE SUS SUEÑOS NO SE HABIAN CUMPLIDO

  José fue puesto a prueba por el hecho de que sus sueños no se habían cumplido. Inmediatamente después de recibir sus sueños, José los contó a sus padres y a sus hermanos. Poco después, fue vendido como esclavo y luego echado a la cárcel, donde creo que pasó más de diez años. Los sueños de José no contenían ninguna indicación de que él sufriría. Sin embargo, inmediatamente después de recibir estos sueños, tuvo que pasar por sufrimientos. Del mismo modo, puedo testificar que el trono no viene inmediatamente después de recibir la visión de Cristo, la iglesia, la cruz o la vida interior. Primero vienen sufrimientos, pruebas, traiciones y cárceles. Según nuestro concepto natural, pensamos que inmediatamente después de recibir una visión, algo glorioso sucederá en nuestra vida. Pero ése no es el caso. Después de la visión, vienen las pruebas. Jóvenes, no piensen que después de recibir la visión de Cristo, la iglesia, la cruz, la vida interior o el espíritu, pasarán un tiempo glorioso. No, ustedes sufrirán y serán encarcelados.

  En lugar de José, yo habría tenido dudas acerca de mis sueños y habría pensado: “Estos sueños no son reales. Soñé que era una gavilla levantada, pero en realidad he sido humillado. Vi que era un estrella que resplandecía en los cielos, pero en realidad, he sido echado a la cárcel. Lo que me ha sucedido es exactamente lo opuesto a lo que soñé”. Yo habría puesto en tela de juicio mi interpretación de los sueños. Los habría considerado algo irreal.

  Quienes llevamos muchos años en la vida de iglesia, hemos tenido esta experiencia. Quizá hace algunos años ustedes hayan recibido una maravillosa visión acerca de Cristo y de la vida de iglesia. Es posible que hasta hayan cantado acerca de la gloriosa vida de iglesia. Pero lo que ha sucedido realmente en la vida de iglesia no ha sido tan excelente ni tan glorioso. Por consiguiente, tal vez hayan pensado: “Yo creía estar en la buena tierra de Canaán, pero en realidad estaba en Egipto. Soñé que estaba rodeado de gavillas, pero en realidad estaba rodeado de ‘escorpiones egipcios’. Según la visión que recibí y los mensajes que nos dio el hermano Lee, pensaba que iba a estar en el tercer cielo. Pero ahora estoy en una cárcel, en un pozo. En lugar de estar en Jerusalén, estoy en Egipto”. Muchos de nosotros podemos contar experiencias parecidas. Después de la visión, llegó el encarcelamiento y no la entronización.

II. JOSE TUVO LA FE Y LA CONFIANZA DE INTERPRETAR LOS SUEÑOS DE DOS COMPAÑEROS DE CARCEL

  Mientras José estaba en la cárcel tuvo la fe y la confianza de interpretar los sueños de dos de sus compañeros de cárcel, aunque sus propios sueños todavía no se habían cumplido (40:8-19). Esto es similar a la oración que hizo Abraham por Abimelec a fin de que éste tuviera hijos aunque lo que Dios le había prometido a él todavía no se había cumplido, pues no tenía hijos (20:17-18). Sucede lo mismo con nosotros en la vida de iglesia. Algunos hermanos y hermanas son lo que podríamos llamar eternos soñadores. Tuvieron sueños hace mucho tiempo; se entusiasmaron por las visiones y los mensajes maravillosos que recibieron, pero más tarde fueron vendidos a Egipto. En lugar de estar rodeados de las gavillas, se encontraron rodeados de “escorpiones egipcios”; y en lugar de estar en el tercer cielo, se encontraron en la cárcel. Algunos llegaron más tarde y se les unieron allí, así como José fue acompañado en su encarcelamiento por el copero y el panadero. Es probable que José haya estado en la cárcel por nueve o diez años cuando ellos fueron encarcelados con él. Estas personas que llegaron más tarde también tuvieron sueños. No entendían sus sueños pero José pudo interpretarlos. Aunque los sueños de José todavía no se habían cumplido, él tuvo la fe y el denuedo de interpretar los sueños de sus compañeros. En lugar de José, yo habría dicho: “Interpreté mis propios sueños, pero no se han cumplido. ¿Cómo podría atreverme a interpretar los sueños de otros? Aun cuando supiera el significado de estos sueños, no tendría la osadía de contarlos, porque no sé si se cumplirán mis interpretaciones”. Pero aunque la interpretación que dio José de sus propios sueños no se había cumplido, tuvo el valor de decir a sus compañeros: “¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora” (40:8). José parecía decir: “Yo tuve dos sueños, y Dios me dio la interpretación de ellos. Todavía creo en estas interpretaciones, aunque hasta ahora no se hayan cumplido. Tengo suficiente fe para interpretar sus sueños”. ¿Tiene usted el valor de decir que la vida de iglesia es maravillosa, aun cuando esté rodeado de “egipcios”? ¿Podría decir eso aún cuando su sueño de la vida de iglesia todavía no se hubiese cumplido y la vida de iglesia no le pareciera maravillosa? José creía no solamente para sí, sino también para los demás. Es fácil creer por los demás cuando los sueños se cumplen. Si sus sueños se cumplen según su interpretación, resulta fácil interpretar los de los demás. Pero en el caso de José, aun después de diez años, la interpretación de sus propios sueños no se había cumplido. Era difícil que alguien en tal situación interpretara los sueños de los demás. No obstante, eso fue lo que hizo José.

  He estado entregado al ministerio de la Palabra durante muchos años. Recibí ciertas visiones al principio de mi ministerio e interpreté lo que vi. Sin embargo, pasaron muchos años y las cosas que vi e interpreté no se cumplieron. Cuando algunas personas que necesitaban ayuda se me acercaron más adelante y me preguntaron qué debían hacer, yo no sabía si debía decir: “Tuve algunos sueños hace muchos años, y recibí la interpretación de ellos, pero hasta la fecha mis sueños no se han cumplido. Así que no tengo la confianza suficiente para interpretar sueños; más bien, acuda a otra persona”. José no hizo tal cosa. Sus sueños todavía no se habían cumplido, y aun así, se atrevió a interpretar los sueños de los demás. Puedo testificar que yo he hecho lo mismo. He alentado a los demás a seguir adelante según la visión que recibieron, aun cuando mis visiones no se habían cumplido. Indudablemente yo tenía razón en hacerlo. Todos los soñadores de antaño sufrieron algo por el bien de los que vendrían más tarde.

  Andrew Murray dijo una vez algo por el estilo: el buen ministro de la Palabra siempre debe ministrar más de lo que ha experimentado. Esto significa que debemos hablar más según la visión que según el cumplimiento de la misma. Aun cuando nuestra visión no se haya cumplido, debemos hablar de ella. Llegará el momento en que nuestra visión se cumplirá. Los sueños de José se cumplieron finalmente mediante su interpretación del sueño del copero.

III. JOSE FUE CONFIRMADO Y FORTALECIDO POR EL CUMPLIMIENTO DE LOS SUEÑOS DE SUS COMPAÑEROS DE CARCEL

  Pasaron pocos días y se cumplieron los sueños del copero y del panadero. Cuando se cumplieron los sueños de los compañeros de José, éste fue confirmado y fortalecido. En lugar de José, yo habría sido alentado, y habría dicho: “Aunque todavía no he visto el cumplimiento de mis sueños, tengo la confirmación de que ciertamente se cumplirán. Interpreté los sueños de estos dos hombres, y las interpretaciones se han cumplido. Pasará también lo mismo con mis sueños. También llegará el día cuando mis sueños se cumplirán”.

IV. JOSE ES PROBADO POR EL HECHO DE QUE SUS SUEÑOS TODAVIA NO SE CUMPLIAN

  Los sueños de los compañeros de José se cumplieron a los pocos días. Sin embargo, José fue probado aún más por el hecho de que sus sueños no se cumplieron durante otro lapso (40:14, 23). En Génesis 41:1 se indica que pasaron otros dos años. Durante estos últimos dos años, él pasó por la prueba más difícil. Antes de que saliera el copero de la cárcel, José le pidió que se acordara de él, diciendo: “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa” (40:14). José parecía decir al copero: “Cuando hayas sido restaurado, acuérdate de mí. No pienses solamente en ti. Cuando se te restaure y te vaya bien, por favor acuérdate de mí”. Sin embargo, el copero se olvidó de José (40:23). Los sueños de José fueron confirmados, pero todavía no se cumplían.

  Antes de recibir José la confirmación de sus sueños, tenía fe; y después de la confirmación, tenía aún más fe. Cuanto más fe tengamos, más pruebas sufriremos. Supongamos que usted fuese José y estuviese allí en la cárcel. ¿Qué habría dicho usted? José quizá haya dicho: “Tuve dos sueños hace muchos años y no se han cumplido. Sin embargo, estos dos hombres tuvieron un sueño, y sus sueños se cumplieron a los tres días. ¿Cuanto tiempo tendré que esperar para ver el cumplimiento de mis sueños?”. Por tanto, los dos últimos años fueron el período más difícil de la prueba de José.

  Lo que estamos describiendo en este mensaje no es una simple doctrina. Si seguimos la visión celestial, seguiremos los pasos de José. No crea que José subió al trono inmediatamente después de recibir la visión. No, él tuvo que pasar por un largo período de prueba y sufrimiento. Las visiones que él recibió no sólo controlaron su vida, sino que sostuvieron su fe. Sin embargo, esto no significa que si su fe hubiese sido más fuerte, el período que tardó el cumplimiento de sus sueños se habría acortado. Por el contrario, cuanto más grande sea su fe, más largo será el período de prueba. El período de prueba de José fue mucho más largo que el de sus compañeros porque él valía más que ellos. Puesto que ellos no eran tan valiosos, el tiempo de su cumplimiento llegó muy rápidamente. En realidad, para estas dos personas que llegaron más tarde, no hubo casi ninguna prueba. Cada uno tuvo un sueño, y unos días más tarde se cumplieron sus sueños. José era importante y valioso; por esta razón, el tiempo de su prueba no podía acortarse.

  Jóvenes, no piensen que en un plazo de dos años, ustedes se convertirán en gigantes. ¡No! Igual que José, ustedes deben esperar hasta cumplir los treinta años; la Biblia siempre es coherente. Por ejemplo, los sacerdotes debían llegar a la edad de treinta años antes de poder entrar en la plenitud del sacerdocio, y el Señor Jesús, por su parte, empezó Su ministerio a la edad de treinta años. Por consiguiente, también en esto José tipificó a Cristo. Cuando tenía treinta años de edad, fue puesto en el ministerio.

  Algunos pensarán que esto de que uno tiene que esperar hasta cumplir treinta años de edad para ser puesto en el ministerio, contradice lo que dije en otra parte acerca de los ancianos de la iglesia en Jerusalén, quienes probablemente eran menores de treinta años. Efectivamente, yo dije que Pedro, Jacobo y Juan tenían probablemente entre veinticinco y veintiocho años de edad cuando llegaron a ser ancianos. De todos modos, debemos prestar atención al principio, y no a las cifras literales acerca de la edad física. Usted puede tener un corazón incondicionalmente entregado al Señor y puede haber recibido algunas visiones. Pero no se imagine que subirá al trono inmediatamente. Más bien, prepárese para ser menospreciado y recluido. Estoy orgulloso de los hermanos y las hermanas jóvenes; muchos de ellos todavía son adolescentes. Me complace el hecho de que aman al Señor de tal manera que han visto ciertas cosas que la mayoría de los pastores no han visto. Pero estos jóvenes deben estar listos no para ser honrados, sino para ser traicionados.

  Esta fue la experiencia del hermano Nee. El era una persona muy inteligente. El mostraba tanta inteligencia al aprender inglés y chino que sus padres contrataron a un maestro particular para ilustrarlo en cuanto a los autores chinos clásicos. A la edad de diecisiete años, él fue salvo y empezó a amar al Señor. El hermano Nee quería asistir a una escuela bíblica en Shanghái, fundada para adiestrar a los jóvenes por Dora Yu, la destacada evangelista que había conducido al hermano Nee al Señor. Su madre, quien también amaba al Señor, estuvo de acuerdo en que él debía ir allí. Por haber sido salvos mediante la predicación de Dora Yu, el hermano Nee y su madre la respetaban mucho. El hermano Nee era un joven inteligente que finalmente llegó a ser un don extraordinario de esta era para la iglesia; sin embargo, fue rechazado por Dora Yu, y después de un tiempo, fue devuelto de la escuela bíblica a su casa. El hermano Nee, quien buscaba mucho al Señor, fue traicionado por la persona que lo había llevado al Señor. Dora Yu lo menospreció, en lugar de apreciar su inteligencia; no lo entendió y lo rechazó. El fue enviado a casa por un incidente acerca de algo que le habían encomendado. Le tomó más tiempo de lo esperado llevar una carta, de un suburbio al correo central del centro de Shanghái. Dora Yu pensó que él había pasado el tiempo divirtiéndose, y lo devolvió a su madre. Por tanto, el hermano Nee fue rechazado y no fue comprendido, es decir, fue traicionado. Sin embargo, él no se desanimó. Abandonó Shanghái, regresó a casa y siguió adelante, amando al Señor aún más. El reconoció que esta experiencia fue una disciplina del Señor para con él. El hermano Nee fue traicionado repetidas veces.

  Jóvenes, prepárense para eso. Después de empezar a buscar al Señor, sucederán ciertas cosas que no parecen lógicas. No se imaginen que todo será glorioso para usted porque ama al Señor y lo busca. ¡No! a veces ustedes no serán entendidos, ni siquiera por los hermanos ni por los ancianos. Primero ustedes serán traicionados; luego pasarán por un período de reclusión. Todos necesitamos esta reclusión. De todos modos, tengan la seguridad de que dondequiera que estén, la presencia de Dios los acompañará.

  Dondequiera que estén, traerán o vida o muerte. José trajo vida al copero. En el sueño del copero, vemos una vid llena de vida. Sin embargo, al panadero José trajo muerte, porque el panadero fue devorado por los pájaros. Ser un José no es un asunto insignificante, pues adondequiera que vaya, la gente recibirá vida o sufrirá muerte. Acudirán a Cristo, tipificado por la vid llena de vida, o serán devorados por Satanás, representado por las aves del cielo. En 2 Corintios 2:14, el apóstol Pablo dijo: “Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. En el versículo 16, Pablo dice: “A éstos olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida”. Al copero José le trajo restauración. Al panadero le trajo la ejecución. No importa lo que sea una persona; si ella tiene contacto con usted, recibirá vida o muerte. Este es un asunto muy importante. Esta es la experiencia de José.

  Aparentemente José estaba sufriendo al estar recluido en la cárcel, pero de hecho, él no estaba sufriendo, sino que aprendía lecciones valiosas y experimentaba lo que era necesario para subir al trono. Sin las lecciones que él aprendió durante su encarcelamiento, ¿como habría podido él, un joven, ascender al trono de Egipto y gobernar todo el país? Habría sido imposible. José fue adiestrado por su encarcelamiento. Su reclusión fue realmente un ejercicio para él. Jóvenes, toda reclusión por la cual ustedes pasen será un adiestramiento, un ejercicio y un período de aprendizaje como preparación para subir al trono. A fin de llegar al trono, ustedes deben pasar por los sufrimientos de ser traicionados y encerrados. Nadie puede evitar tales sufrimientos. El Señor no ha usado ningún ministro que no haya pasado anteriormente por la traición y el encarcelamiento. Seremos aptos para subir al trono, sólo por medio de la traición y el encarcelamiento. Después de haber sido adiestrados por el encarcelamiento, ustedes dejarán de ser jovencitos y serán aptos por el adiestramiento de Dios.

  No piensen que José fue un caso excepcional. ¡No! el caso de José es normal. Ustedes y yo debemos ser como él. ¡Aleluya por la visión! ¡Aleluya por la traición, por el encarcelamiento y por todas las lecciones! ¡Alabado sea el Señor porque podemos seguir adelante!

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