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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 116

JOSE DISCIPLINA A SUS HERMANOS

  En este mensaje, que constituye otro paréntesis en nuestro estudio-vida, volvemos a la línea de la vida personal de José. Me agrada más la línea de vida que la línea de José como figura de Cristo. Mientras tocaba al Señor en oración, El me mostró en el capítulo cuarenta y dos los aspectos de la vida personal de José que vamos a examinar en este mensaje.

I. JOSE NO PIERDE SU COMPOSTURA AL VER EL CUMPLIMIENTO DE SUS SUEÑOS

  José debe de haber estado muy feliz al ver el cumplimiento de sus sueños. El capítulo cuarenta y dos revela que sus hermanos acudieron a él y se inclinaron delante de él. José tenía diecisiete años de edad cuando tuvo sus sueños. A la edad de treinta años, fue elevado a la posición de gobernante del país de Egipto. Aproximadamente nueve años más tarde, los hermanos de José se inclinaban ante él. Esto significa que José probablemente tenía treinta y nueve años de edad cuando sus hermanos acudieron a él. Por tanto, José vio el cumplimiento de sus sueños después de aproximadamente veintidós años, pero sólo después de ser traicionado y encarcelado. El pasó muchos años en el calabozo y finalmente fue elevado al trono en el tiempo de su exaltación. Aun así, José no veía el cumplimiento de sus sueños. El había interpretado los sueños de sus compañeros de cárcel y los del faraón, y el cumplimiento de estos sueños fue una confirmación clara de que sus propios sueños se cumplirían. No obstante, José tuvo que pasar por un largo período de prueba. Nos puede parecer que su paciencia se hubiera agotado. ¿Habría esperado usted veintidós años para ver el cumplimiento de sus sueños? Eso fue lo que hizo José.

  Un día sus hermanos vinieron y se inclinaron delante de él. Si hubiéramos sido nosotros en vez de José, no habríamos podido contener nuestra alegría. Habríamos brincado y gritado: “¡Aleluya! ¿No ven que soy José? ¡Cuán contento estoy de verlos!”. Habríamos estado fuera de nosotros mismos por la alegría. Si ustedes hermanas hubieran estado allí, primero habrían llorado, y luego habrían abrazado a todos los hermanos. Pero José no perdió la compostura al ver el cumplimiento de sus sueños, sino que se mantuvo calmado y controló su entusiasmo. El pudo controlarse así porque era una persona gobernada por el Espíritu.

  Si usted no puede controlar su entusiasmo, no puede ser un gobernador adecuado. El aspecto reinante de la vida madura sabe mantener la calma, inclusive en la situación más digna de celebración. Usted preguntará: “¿Acaso no lloró José cuando vio a sus hermanos?”. Sí, él lloró. José era un ser humano con sentimientos normales; no era ni piedra ni madera. Sin embargo, aun en el llanto, vemos que él era una persona que se gobernaba a sí misma. Aparte de José, nadie más habría podido controlarse en esta situación tan alegre. Pero él se condujo exteriormente como si nada pasara. Esta es la vida reinante, la vida victoriosa.

  Con frecuencia necesitamos contener el entusiasmo. Cuando los dos hijos de Aarón fueron muertos en la presencia de Dios, las palabras que Moisés dirigió a Aarón indicaban que éste no debía llorar, y Aarón contuvo inmediatamente sus lágrimas (Lv. 10:1-7). En muchas ocasiones también nosotros debemos retener nuestras lágrimas, y ponernos bajo el gobierno del Espíritu. Uno de los proverbios dice que quien gobierna su espíritu es mejor que el que toma una ciudad (Pr. 16:32). El hecho de que José permaneciera tranquilo bajo el gobierno del Espíritu demuestra que él era apto para llevar a cabo esta administración tan grande. Inclusive en la circunstancia más alegre, él no fue afectado por ningún entusiasmo, y permaneció tranquilo, sobrio y razonable.

II. JOSE NO SE APRESURA A MOSTRAR SU GLORIA A SUS HERMANOS

  Cuando José vio que sus hermanos se inclinaban delante de él, no se apresuró a mostrarles su gloria (cfr. Gn. 45:13). El les reveló quién era y les mostró su gloria sólo en el tercer viaje que hicieron ellos. Ocultar nuestra gloria es aún más difícil que contener nuestro entusiasmo. Uno podrá restringir su entusiasmo, pero difícilmente puede evitar exhibir su gloria. Pero José lo logró. El no reveló su gloria a sus hermanos inmediatamente. Esta es otra de las razones por las cuales José representa el aspecto reinante de la vida madura. El ciertamente tenía cualidades de gobernador. Nosotros podemos refrenar nuestros impulsos y no revelar nuestra gloria a los demás solamente cuando nuestro yo y nuestro hombre natural han sido totalmente disciplinados. José había sido totalmente disciplinado y era regido por el Espíritu. De tal modo que era apto para ser el aspecto reinante de la vida madura.

  En estos mensajes no tengo la carga de comunicar meras enseñanzas; mi deseo es ayudarles a ustedes a ver la vida que hay en el libro de Génesis y a conocer el camino de la vida. La vida manifestada en la vida de José no es la vida humana, y mucho menos la vida caída. Tampoco es la vida natural buena, sino que es la vida de resurrección, la vida de Dios. José se encontraba en una situación de mucha alegría, pero él no demostró ninguna emoción. Esto es vida. En el caso de José no vemos solamente la vida, sino también el camino de la vida, el cual consiste en mantenernos bajo control. No piense que José no era humano. El estaba lleno de sentimientos humanos, pero mantuvo todos sus sentimientos bajo el gobierno del Espíritu. Por lo tanto, en José no vemos solamente la vida madura, sino la vida reinante y el camino de dicha vida. Todos nosotros, y particularmente los jóvenes, necesitamos esta vida y este camino, que es el aspecto reinante de una persona madura. Esta vida no se entusiasma fácilmente ni revela su gloria. En medio del entusiasmo permanece tranquila, se controla y oculta su gloria.

III. JOSE ES SABIO EN EL TRATO CON SUS HERMANOS

  José fue muy sabio al relacionarse con sus hermanos. El no fue descuidado en absoluto. Si yo hubiera estado en su lugar, les habría dicho: “¡Aleluya, bailemos y festejemos! Alegrémonos”. Sin embargo, José no hizo nada por el estilo, sino que permaneció tranquilo y sobrio, y mostró sabiduría. El no dijo: “Rubén y Judá, ustedes hicieron lo correcto. Pero tú, Simeón qué gran error cometiste, porque tomaste la iniciativa en lanzarme al pozo. Debes ser castigado por ello”. En lugar de decir esto, José fue sabio en tres asuntos por lo menos.

A. Les ayuda a percatarse de su culpabilidad por haberlo aborrecido y vendido

  José puso a todos sus hermanos en la cárcel durante tres días. El hizo eso con el propósito de hacerlos reflexionar acerca de su culpabilidad cuando lo aborrecieron y lo vendieron (42:21). Yo en lugar de José, los habría puesto en la cárcel tres horas. Habría estado tan entusiasmado que no hubiera podido mantenerlos encerrados por más tiempo. No habría podido esperar y habría celebrado con mis hermanos. Aun cuando mis hermanos fuesen pacientes, yo no habría tenido la paciencia de esperar tres días. Pero tres horas no habrían sido suficientes para que los hermanos de José se dieran cuenta de su culpabilidad. Necesitaban estar en la cárcel tres días. En este período, deben de haber hablado mucho acerca de lo que hicieron a José. Pensaban que José no les entendía, y hablaron en presencia de él de lo que le habían hecho. Pero José sabía de qué estaban hablando. ¡Cuánto lamentaron los hermanos de José lo que le habían hecho! Pero José parecía decir: “Hablar con ellos no es la solución; debería ponerles en la cárcel para que recobren la sobriedad. Que conversen entre ellos en la cárcel durante tres días y tres noches”. Fue así como José hizo que sus hermanos reflexionaran profundamente acerca de su culpabilidad. Cuando estamos en una situación agradable, nos es difícil comprender nuestra culpabilidad y arrepentirnos. Pero cuando nos echan en la cárcel, resulta fácil arrepentirnos y condenarnos.

B. Disciplina a Simeón

  José también mostró sabiduría al castigar a Simeón. En Gn. 42:19-20, José dijo a sus hermanos: “Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. Pero traeréis a vuestro hermano menor”. Al principio, José propuso que enviaran un hermano para traer al hermano menor y que todos los demás debían quedarse en la cárcel. No obstante, después de tres días, José cambió de parecer y decidió dejar a un solo hermano en la cárcel y permitir que los demás se fueran y trajeran al hermano menor. Por tanto, “tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (42:24). Yo creo que Simeón fue el que encabezó la conspiración para matar a José. También creo que Simeón fue el primero en atar a José y echarlo al pozo. Como lo revela 49:5-7, Simeón era una persona llena de ira. Por tanto, José lo hizo atar y lo puso en la cárcel. Imagínese usted, ¿qué habrá pensado Simeón allí en la cárcel? Creo que él se arrepintió de corazón y le pesó lo que había hecho. Quizá él haya dicho: “¿Por qué este hombre me escogió a mí? Por qué fijó sus ojos en mí? Quizá porque yo inicié la conspiración contra José”. Simeón estuvo en la cárcel por lo menos seis meses, pues fue acusado de ser un espía. Esto era un crimen grave que podía costarle la vida.

  No se imagine que José fue cruel e inmisericorde al tratar a Simeón de esta manera. Por el contrario, estaba lleno de misericordia. Los diez hermanos merecían quedar los tres días en la cárcel y Simeón merecía un período de encarcelamiento más largo. José fue sabio al obrar así. El era controlado por una vida que le daba un discernimiento sobrio. Todo lo que hizo José a sus hermanos era correcto. El no les trató muy severamente ni con ligereza. Quienes estamos en la vida de iglesia, debemos llevar esta vida de discernimiento. Si tenemos tal discernimiento, sabremos lo que debemos hacer con los hermanos y las hermanas. Sabremos hasta dónde podemos ir con ellos y dónde debemos restringirnos.

C. Los prueba en cuanto a Benjamín

  Además, José mostró su sabiduría al probar a sus hermanos con respecto a Benjamín (Gn. 42:15, 20, 36-37). En 42:15 José mandó que trajesen a Benjamín, el hermano menor. Al designar a Benjamín de esta manera, José ayudó a sus hermanos a pensar en él. En lugar de José, yo habría dicho: “No se olviden de lo que hicieron a José”. Pero José se refirió a Benjamín con sabiduría. En cuanto se refirió a Benjamín, sus hermanos se acordaron de José. Esto debe de haber tocado sus conciencias. En 42:13 ellos le dijeron: “Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán; y he aquí el menor está con nuestro padre, y otro no aparece”. En lugar de José, yo habría preguntado: “¿Donde está ese hermano que ustedes dicen que no aparece? ¿Qué le sucedió?”. José sabiamente tocó la conciencia de sus hermanos.

IV. JOSE MUESTRA SU AMOR POR SUS HERMANOS

  Los hermanos de José se encontraban bajo su disposición, y él podía hacer con ellos lo que quisiera. Si él hubiera querido decapitarlos, tenía autoridad para hacerlo. También pudo haber festejado con ellos si le hubiera placido. Pero como persona que representa el aspecto reinante de la vida madura, José se comportó debidamente hacia todos. Puesto que no todos sus hermanos eran iguales, él no los trató de la misma manera. El más perverso necesitaba más castigo. Como figura de Cristo, José hizo con sus hermanos lo mismo que Cristo hará con la nación de Israel en el futuro. Primero, José los castigó. En cierto sentido, les infundió temor. Cuando leí esto en mi infancia, me preguntaba por qué José no mostró su amor a sus hermanos. Yo pensé que él inmediatamente diría: “Yo soy José, y ustedes son mis hermanos. Abracémonos, bailemos y festejemos”. Me pregunté por qué, en lugar de mostrar amor a sus hermanos, José los echó a la cárcel. José hizo todo con sobriedad y discernimiento. Pero eso no significa que no sintiera amor por ellos. Por el contrario, tenía mucho amor para con ellos. No obstante, en aquel momento, él no podía demostrar abiertamente su amor por ellos. Más bien, él tuvo que extenderles su amor de una manera secreta. El lo hizo al devolverles el dinero y proporcionarles provisiones para su viaje (42:25). Por no entender esta acción sabia de José, sus hermanos se atemorizaron por su amor secreto.

  Espero que el Espíritu les hable a ustedes acerca de estos asuntos más de lo que yo pueda expresar. En la vida de iglesia, debemos aprender a mantener la calma y a restringirnos. También debemos aprender a no mostrar nuestra gloria. Además, debemos aprender a no hacer las cosas con ligereza e insensatez; debemos obrar con sobriedad y discernimiento. Finalmente, también debemos tener amor por los hermanos, aun por los que necesitan castigo. En esto consiste la vida de José. En la vida de iglesia, necesitamos una vida tranquila, sobria y llena de discernimiento. Si tenemos esta vida, sabremos cómo relacionarnos con los hermanos y las hermanas. En todo caso, lo que hagamos debe ser respaldado por un amor secreto, un amor que no se puede mostrar abiertamente.

  Dice en el versículo 28: “Entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?”. Esta fue la respuesta de los hermanos de José cuando encontraron su dinero en la boca de sus costales. Cuando encontraron el dinero en sus sacos, sus corazones se sobresaltaron, es decir, su corazón fue agitado. Posiblemente se habrán preguntado qué les había sucedido en Egipto. Tenían miedo de lo que les había ocurrido allí.

  José era una persona muy sobria. No creo que otra persona hubiera podido hacer lo que él hizo. Génesis 42:9 afirma que José se acordó de los sueños que había recibido acerca de sus hermanos. Ahora, después de veintidós años, sus sueños se cumplían. Si nosotros hubiéramos estado en el lugar de José, por el entusiasmo se nos habría olvidado todo al ver que nuestros sueños se habían cumplido. Habríamos dicho: “Ahora que nuestros sueños se han cumplido, olvidémoslo todo y seamos felices”. Pero si José hubiera hecho tal cosa, y hubiera disfrutado el cumplimiento de sus sueños, no habría podido ayudar a sus hermanos. Por su parte, él estaba listo para disfrutar del cumplimiento de sus sueños. El no necesitaba más disciplina. Pero sus hermanos sí la necesitaban. En consecuencia, José no obró por sus propios intereses, sino por el bien de sus hermanos. Debido a esto, él estuvo dispuesto a sacrificar por cierto tiempo el deleite de que se hubieran cumplido sus sueños.

  Los sueños de José se cumplieron en el hecho de que sus hermanos acudieron a él y se inclinaron ante él. Si José hubiera deseado disfrutar simplemente del cumplimiento de sus sueños, habría dicho a sus hermanos: “Yo soy José; estoy muy contento de verlos. Comamos juntos. Luego ustedes podrán regresar y traer a mi padre”. Aun en esos tiempos, se habrían necesitado sólo algunas semanas para que volviesen a casa y trajeran consigo a su padre. José pudo haber dicho: “Ya no puedo esperar más para ver mi padre. He estado lejos de él por más de veinte años, ahora quiero disfrutar de su presencia. Quiero verlo en cuanto sea posible”. Indudablemente, José deseaba desesperadamente ver a su padre. Pero por el bien de sus hermanos, él estuvo dispuesto a posponer su deleite. Al sacrificar este deleite, José retrasó seis meses, por lo menos, el regocijo del cumplimiento de sus sueños. Los hermanos tenían que regresar a casa, agotar la provisión de alimentos y regresar por más grano. Finalmente, el padre de José vino a Egipto para verlo.

  Supongamos que usted estuviese en el lugar de José. ¿Podría usted esperar tanto tiempo? José, por ser un gobernador, pudo haber hecho lo necesario para que trajesen inmediatamente a su padre. Pero él disciplinó a sus hermanos por el bien de ellos, sacrificando así el deleite propio de ver a su padre. Una vez más digo que José era una persona sobria y disciplinada. Su temperamento y sentimiento personales estaban totalmente controlados por la vida. El no seguía sus propios sentimientos. Por el contrario, sus sentimientos estaban bajo el control de la vida de resurrección.

  Todos los que están al frente en la iglesia necesitan esta vida. Sin esta vida, no sabemos cómo ayudar a los demás. Si nosotros no tenemos esta vida, nos relacionaremos con la gente según nuestros sentimientos, según nuestro estado de ánimo, si estamos alegres o tristes. Pero José no disciplinó a sus hermanos según sus sentimientos, sino según la necesidad de ellos. Si él hubiera actuado conforme al deseo que tenía de ver a su padre, habría pedido que le trajesen inmediatamente a su padre. Pero él retrasó por lo menos seis meses el gozo de ver a su padre con el fin de disciplinar a sus hermanos. El sacrificó la alegría de tener inmediatamente la presencia de su padre por el bien de sus hermanos.

  Aparentemente, José trató duramente a sus hermanos. Al regresar a casa, los nueve hermanos quizá hayan dicho: “¡Este hombre fue muy severo con nosotros! ¡Qué mal nos trató! No nos mostró comprensión y además fue áspero con nosotros”. Cuando volvieron a su padre, no regresaron con alegría, aunque tenían el alimento que necesitaban. Entonces le contaron a su padre la triste historia de lo que les había sucedido en Egipto. No se dieron cuenta de que José los amaba secretamente. Como vimos, él les mostró su amor secreto al devolverles el dinero y al concederles suficientes provisiones para su viaje. José no tenía ninguna intención de vengarse. El sólo obraba según lo que sería mejor para sus indisciplinados hermanos. Ni siquiera para disfrutar el cumplimiento de sus sueños fue egoísta. El no se preocupó por sí mismo, sino por sus hermanos, y pagó un gran precio para perfeccionarlos.

  Los que van al frente entre los hijos de Dios deben aprender esta lección. No debemos relacionarnos con los santos que están en la vida de iglesia según nuestros sentimientos, sino según la necesidad de ellos. Igual que José con sus hermanos, nosotros no debemos ser ni estrictos ni descuidados en nuestro contacto con los santos. No piensen que José fue estricto con sus hermanos. El fue sobrio al perfeccionarlos, mas no estricto. Tampoco obró con ligereza, pues no dijo: “Les perdono todo. No me preocupa lo que hicieron, pues yo sé que Dios me mandó aquí. Alabemos al Señor”. Si José los hubiera tratado así, no se habría producido ningún perfeccionamiento.

  A José, según su ser natural, le resultó difícil meter a sus hermanos a la cárcel por tres días. El no era una persona así. Para él, obrar así iba en contra de su naturaleza noble. Sin embargo, para ayudar a sus hermanos en la necesidad que tenían de ser disciplinados, él lo hizo. En la vida de iglesia, no debemos ser siempre tan amables. A veces, los que están al frente deben ser severos y firmes. Pero si usted es severo con alguien, debe serlo como es debido. De no ser así, su aspereza matará a esa persona. Lo que deseo hacer notar es que no debemos disciplinar a los demás según nuestro temperamento, nuestros sentimientos ni nuestro ser natural. Tampoco debemos disciplinarlos conforme a nuestro propio deleite. Por el contrario, debemos relacionarnos con los demás según su necesidad. Quizá José haya pensado: “Por el bien de mis hermanos, debo ser áspero y hablarles duramente. Tengo que meterlos tres días en la cárcel”. Todos nosotros, igual que José, debemos aprender a disciplinar a los demás conforme a la necesidad de ellos y no conforme a nuestros sentimientos.

  La vida de iglesia es semejante a la vida matrimonial. Según la disposición de Dios, no debería existir el divorcio. No debe haber divorcio ni en la vida matrimonial ni en la vida de iglesia. A los ojos de Dios, no hay ninguna escapatoria, ninguna salida de emergencia de la vida de iglesia. Si usted dice que la iglesia ha dejado de ser la iglesia, eso significa que usted se divorcia de la vida de iglesia. Si hace cinco años usted decía que ésta era la iglesia, ¿cómo puede decir ahora que no lo es? ¿cómo puede usted afirmar que cierto hombre no es su marido si ha vivido con él durante varios años? Existen muchas clases de personas en la vida de iglesia. No sólo nos resulta difícil permanecer juntos, sino que también le resulta difícil a un hombre permanecer con su esposa mucho tiempo. Todo aquel que ha hecho esto puede afirmar que no es fácil. Por esta razón, hay muchos divorcios en este país. En cierta ocasión leí ciertas estadísticas que indicaban que en California había casi tantos divorcios como matrimonios. Pero entre los jóvenes casados dentro de la vida de iglesia no hay divorcio. Podemos jactarnos ante los demonios que entre los jóvenes de las iglesias no existe el divorcio. Puesto que la gracia del Señor ha estado con estos jóvenes, ellos han aprendido a disciplinar a su cónyuge, no conforme a su propia forma de ser, sino según la vida de resurrección. En cuanto al matrimonio, hemos tenido mucho éxito.

  Aun así, debemos reconocer que en la vida de iglesia tenemos defectos. No tenemos divorcios en nuestra vida matrimonial, pero en la vida de iglesia a veces los que están al frente no se dirigen a los demás correctamente. No siempre nos relacionamos con ellos según su necesidad, sino según nuestros sentimientos y nuestro deleite. En los años venideros, el Señor levantará muchos jóvenes entre nosotros para que estén al frente [de la iglesia]. Cuando lo hagan, deben aprender a no obrar según sus sentimientos, sino conforme al discernimiento que proviene del control que tienen por la vida de resurrección. Si hacen eso, se relacionarán con los santos según la necesidad de éstos, y no según sus propios sentimientos. Serán como José, que disciplinó a sus hermanos conforme a la necesidad de ellos, aún cuando tuvo que actuar en contra de su propio deseo de disfrutar el cumplimiento de sus sueños. Cuando José disciplinó a sus hermanos, obró en contra de su ser natural. Conforme a su forma natural de ser, él no era una persona dura con los demás. Sin embargo, él disciplinó a sus hermanos porque ellos necesitaban esta clase de disciplina. José obró conforme a la necesidad de sus hermanos. No hizo nada según su deseo ni su deleite ni su preferencia ni sus sentimientos. Aun en lo relacionado con el cumplimiento de sus sueños, él hizo a un lado sus sentimientos, y se preocupó por sus hermanos, cuidando de lo que sería bueno para ellos.

  En cuanto al liderazgo en la vida de iglesia, no hemos tenido un éxito total. Cuando hablo de liderazgo, me refiero no solamente a los ancianos, sino a todo aquel que está al frente para ayudar a los demás. Esto incluye a los que tienen parte en el pastoreo. Al pastorear a los demás, no debemos hacerlo conforme a nuestros sentimientos. Por el contrario, debemos obrar conforme a la necesidad de ellos. Aprender esto significa aprender una gran lección. José es un excelente ejemplo del debido liderazgo. El era un líder que no actuaba según su necesidad, su deseo, su forma de ser ni sus sentimientos. Por el contrario, él lo hacía todo en conformidad con la necesidad de los demás y por el bien de ellos. Cuando habló duramente a sus hermanos, lo hizo por el bien de ellos. Cuando los puso en la cárcel por tres días, lo hizo por el bien de ellos. Cuando retuvo a Simeón y lo metió en la cárcel durante mucho tiempo, lo hizo para el bien de éste. Vimos que José amaba muchísimo a sus hermanos. Sin embargo, él no los amaba con ligereza, sino con sobriedad, según la necesidad de ellos y por el bien de ellos. Todos debemos practicar eso en la vida de iglesia hoy en día.

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