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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 26

LA MANERA DE ESCAPAR DE LA CONSECUENCIA FINAL DE LA CAIDA DEL HOMBRE

  En este mensaje llegamos a Gn. 5. Muchos de los que leen la Biblia consideran que este capítulo es muy árido y lo pasan de largo en su lectura; cuando mucho, quizás hayan prestado atención únicamente a los últimos doce versículos. No obstante, debemos reconocer que Génesis 5 constituye una porción muy importante de la Palabra santa. A pesar de que dicho capítulo menciona muchos nombres y edades, no es un relato histórico. La Biblia en su totalidad es un libro de vida, y este capítulo, con todos sus nombres y cantidades de años, nos muestra el camino de la vida.

  Como vimos en el mensaje anterior, al final de Gn. 4 descubrimos el asunto maravilloso de invocar el nombre del Señor (Gn. 4:26). Génesis 5 habla de caminar con Dios (v. 22). Invocar al Señor es una cosa, y caminar con Dios es otra. Todos debemos invocar al Señor, y luego caminar con Dios. No debemos andar conforme a este siglo, sino con Dios. Caminar con Dios debe venir después de que invocamos al Señor. Por tanto, debemos pasar de Génesis 4 a Génesis 5. Consideremos ahora el contenido de este capítulo.

C. La consecuencia final de la caída del hombre y la manera de escapar de ella

1. La genealogía de los salvos

  En primer lugar, Génesis 5 nos revela el origen del hombre. ¿Cuál fue el origen del hombre? Encontramos la respuesta en los primeros dos versículos de este capítulo, que son muy importantes y maravillosos. “Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados”. Según estos versículos, el origen del hombre no era Dios solamente, sino también Su semejanza y Su imagen. La imagen de Dios fue el origen práctico de Adán, pues Adán fue hecho a la imagen de Dios. Por consiguiente, nuestro origen no es una raza ni una nacionalidad determinada, sino Dios con Su imagen. Todos nosotros fuimos creados por Dios a Su imagen. No importa que seamos hombres o mujeres porque tanto el hombre como la mujer, tanto el marido como la esposa, fueron llamados Adán. Dios determinó esto como un principio divino, y este principio sigue operando en la actualidad. Por ejemplo, tanto el señor Taylor como su esposa tienen el mismo apellido. El señor Taylor es el marido Taylor, y la señora de Taylor es la esposa Taylor. De manera que el marido y la esposa son Taylor. Del mismo modo, tanto Adán como Eva fueron llamados Adán. Cuando Dios establece un principio, éste permanece y nadie puede alterarlo.

  El capítulo 5 de Génesis es maravilloso. Nunca leí nada parecido en ningún otro libro. En ninguna otra parte he leído que un hombre haya vivido cierta cantidad de años y luego haya engendrado un hijo, y que después vivió otro lapso de tiempo, engendró hijos y luego murió; y que su hijo vivió tantos años y engendró hijos y siguió viviendo y engendrando hijos y luego murió. Este es el relato de Génesis 5, un relato que parece muy reiterativo. Génesis 5 está lleno de nombres difíciles de pronunciar, con el número de años que vivieron las personas, y con las palabras “vivió”, “engendró” y “murió”. Estas tres palabras se repiten continuamente por todo el capítulo. Además, ¿ha observado usted que la palabra “vivió” se usa dos veces para cada persona? Por ejemplo, vemos que Adán vivió ciento treinta años y engendró a Set (5:3) y que todos los años que vivió Adán fueron novecientos treinta (5:5). Después de Adán, Set vivió ciento cinco años y engendró a Enós y luego vivió otros ochocientos siete años (5:6-7). Este ciclo de vivir, engendrar, vivir, engendrar y morir se repite ocho veces en este capítulo. Aunque se mencionan diez generaciones en Génesis 5, debemos exceptuar a Enoc quien fue un caso especial y a Noé cuya muerte no se narra en este capítulo. Así que tenemos ocho generaciones que vivieron, engendraron, vivieron, engendraron y murieron.

  Existe una gran diferencia entre el relato de Génesis 4 y el de Génesis 5. El capítulo cuatro nos dice que ciertas personas vivieron, pero no nos dice por cuantos años. En cierto sentido, las personas nombradas en Génesis 4 no tenían ninguna existencia a los ojos de Dios; sus vidas eran vanidad. Pero sí se nos habla de muchas cosas que ellos inventaron: la religión, la planeación y construcción de ciudades, la agricultura, la música y las armas. Aquel capítulo también habla de las maldades que cometía la gente. Es extraño que Génesis 5 no nos diga nada de las acciones y las actividades de la gente. Aquellos hombres vivieron mucho tiempo, en la mayoría de los casos, más de novecientos años. ¿Qué hacían? Aunque dediqué mucho tiempo a estudiar ese capítulo, todo lo que pude aprender era que la gente vivía, engendraba, vivía, engendraba y moría. Aparte de eso, no se revela nada acerca de la manera en que vivían. Todo lo que hacían era vivir y engendrar.

  El hombre fue creado no solamente por Dios y a la imagen de Dios, sino también para Dios. Por consiguiente, Dios ordenó que el hombre debía multiplicarse. El propósito eterno de Dios jamás podría cumplirse sin la multiplicación del hombre. Si usted le hubiera preguntado a Adán lo que estaba haciendo, él probablemente habría contestado: “Hermano, estoy viviendo para el propósito de Dios. Estoy engendrando hijos para que se cumpla el propósito de Dios. Dios no necesita mi trabajo, El necesita que yo engendre”. ¿Qué es engendrar? Usando la terminología del Nuevo Testamento, podemos llamarlo llevar fruto. Engendrar significa llevar fruto. Por consiguiente, Adán llevaba fruto para que se cumpliera el propósito de Dios. El fue muy fructífero. Ya mencioné que la palabra “vivió” se usa dos veces con cada persona. Ahora quisiera hacer notar que la palabra “engendró” es usada tres veces en cada persona. Por ejemplo, Adán vivió ciento treinta años y engendró a Set; después de engendrar a Set, él vivió ochocientos años más y engendró hijos e hijas. Esto indica que las personas que figuran en Génesis 5 sólo vivían y engendraban.

  Estamos haciendo lo mismo ahora. No diga que usted es maestro o carpintero. Debe decir: “Vivo en la presencia de Dios y engendro, llevando así fruto para cumplir el propósito de Dios”. Como ya vimos, el cumplimiento del propósito de Dios depende de que nosotros engendremos. Cuantos más hijos engendremos, más útiles seremos en las manos de Dios. Este fue un asunto físico en el caso de Adán, pero en nuestro caso es espiritual. Vivimos y engendramos. Hace cincuenta años yo estaba soltero. Ahora tengo una familia grande compuesta de muchos hijos y nietos. No obstante, estoy más contento con mi familia en las iglesias que con mi familia biológica. Mediante este humilde ministerio, he vivido y engendrado una familia grande compuesta de millares de personas. Si me preguntaran qué he hecho durante los últimos cuarenta y tres años, contestaría que no he hecho nada más que vivir y engendrar.

  Nuestra profesión es única, consiste en vivir y engendrar. Cuando decimos eso, la gente mundana no puede entender a qué nos referimos. Sin embargo, es algo muy real. Las cosas mencionadas en Génesis 4 son vanidad, pero no encontramos ninguna vanidad en Génesis 5. Si usted lee Génesis 5 junto con Lucas 3, verá que la genealogía de Génesis 5 produjo finalmente al Señor Jesús. Esta genealogía comenzó con Dios y terminó en Cristo. La vida y el engendramiento produjeron a Jesús. Cuando juntamos Génesis 5 y Lucas 3, vemos que ninguno de los santos queridos de Génesis 5 vivía en la vanidad. Ellos vivían y engendraban con un importante propósito: producir a Cristo.

  El relato de la genealogía que consta en Génesis 5 es maravilloso en cuanto a la vida y el engendramiento de la gente. Sin embargo, contiene un punto oscuro: después de vivir y engendrar, la gente moría. Para ellos, vivir y engendrar era algo maravilloso, pero morir no lo era. Si se compara esta genealogía con la de Cristo en Mateo 1, verá que en la genealogía de Cristo en Mateo 1 no se menciona la muerte. La muerte prevalecía en la genealogía de Adán porque Cristo todavía no había venido. Al venir Cristo, la muerte desapareció de la genealogía de Cristo. Cristo “anuló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción por medio del evangelio” (2 Ti. 1:10).

2. La consecuencia final de la caída del hombre: la muerte

  Génesis 5 es el relato de los salvos que vivían con la esperanza de que Cristo vendría. Pero en su tiempo Cristo no vino. Por consiguiente, seguían sometidos a la muerte, y en su genealogía se mencionaba la muerte, algo negativo. Vivir y engendrar es algo bueno, pero morir no lo es. Yo no quiero morir. De las diez generaciones mencionadas en Génesis 5, ocho murieron. La muerte es la consecuencia final de la caída del hombre. Aunque Génesis 5 constituye un relato maravilloso de los que viven y llevan fruto, este capítulo muestra que todavía son afectados por la consecuencia final de la caída del hombre, a saber, la muerte. ¿Existe alguna manera de escapar de la muerte? ¿Cuál es la manera? Este capítulo revela que los primeros santos vivían y engendraban, y también revela la manera en que nosotros podemos escapar de la consecuencia final de la caída del hombre. Entre los relatos de las diez generaciones, encontramos que una sola generación escapó de la muerte. Enoc vivió, engendró, caminó con Dios, engendró y no murió, pues Dios lo arrebató (Gn. 5:24). Dios arrebató a Enoc para que éste no viera la muerte (He. 11:5). Ser preservado de la muerte fue la salvación final que Dios le dio. Esta es la plena salvación. Las otras ocho generaciones pueden haber disfrutado del noventa por ciento de la salvación. Ellos vivieron y engendraron para el propósito de Dios, pero no fueron preservados de la consecuencia final de la caída del hombre. Sólo Enoc disfrutó y participó de la plena salvación de Dios.

  Ahora vivimos y engendramos, pero ¿qué diremos de la muerte? La muerte tiene una doble aplicación. La muerte obra y mata continuamente, y se cierne sobre nosotros a diario. En el plano físico, mental y espiritual, nos encontramos bajo el aniquilamiento de la muerte. Esa es la primera aplicación de la muerte. La segunda aplicación de la muerte la vemos en el hecho de que si el Señor demora Su regreso, todos moriremos físicamente. No habrá una tercera aplicación de la muerte a nosotros, porque no tendremos parte en la segunda muerte (Ap. 21:8). No obstante, ahora estamos bajo la muerte en dos sentidos: la muerte nos perjudica continuamente y lleva a cabo una obra aniquiladora dentro de nosotros y sobre nosotros; y el poder de la muerte puede llevar nuestro cuerpo mortal a la muerte física.

3. La manera de escapar de la muerte

  ¿Sabía usted que existe una manera de escapar de la muerte? ¿Cree usted que haya algún modo de hacerlo? La manera fue descubierta por la séptima generación de la humanidad. Invocar el nombre del Señor fue descubierto por la tercera generación, y cuatro generaciones después, la manera de escapar de la consecuencia final de la caída del hombre fue descubierta en la séptima generación por Enoc. Enoc vivió de tal manera que fue preservado totalmente de la muerte física. Antes de que Dios arrebatase a Enoc y mientras éste vivía y caminaba en la tierra, la muerte había dejado de matarlo. Enoc venció el aniquilamiento de la muerte.

  Enoc fue la primera persona que fue arrebatada. Ahora a muchos cristianos les gusta hablar de profecías y del arrebatamiento. Muchos dicen que el Señor Jesús regresará pronto y que todos serán llevados a los aires. En cierto sentido, esto corresponde a la profecía bíblica (1 Ts. 4:16-17). Pero en otro sentido, me temo que la mayoría de los cristianos aplican esa profecía conforme a su comprensión humana. Si usted lee la Biblia detenidamente, con la luz divina, verá que el arrebatamiento revelado no corresponde a lo que imaginan muchos cristianos. En la Biblia, la primera mención de un asunto establece el principio de dicho asunto; así, el caso de Enoc, el primero que fue arrebatado, establece el principio del arrebatamiento. ¿En qué consiste el principio del arrebatamiento? En madurar en vida al caminar con Dios. Enoc caminó con Dios por trescientos años, y Dios lo arrebató (Gn. 5:22-24).

a. Caminar con Dios

  ¿Espera usted ser arrebatado? Si es así, debe caminar con Dios. No sólo debe invocar el nombre del Señor, sino también caminar con Dios. Después de invocar viene el andar. Caminar con Dios no es pasar por encima de Dios, ni es ser arrogantes, ni es obrar según nuestros conceptos y deseos, ni es actuar sin Dios. Caminar con Dios consiste en tomarlo a El como nuestro centro y nuestro todo, en obrar conforme a Su revelación y dirección, y en hacerlo todo con El. No consiste solamente en vivir para Dios y hacer obras para El, sino en vivir y actuar conforme a Dios y con El. Enoc anduvo con Dios de esa manera, viviendo y obrando conforme a Dios y con El, y no según su propio deseo o concepto, ni según la corriente de la era en la cual vivía.

  No es fácil caminar con otra persona. Cuando yo caminaba con los hermanos o con los miembros de mi familia, todos decían que yo caminaba demasiado rápido y que no podían seguirme el paso. Me pedían que caminara más despacio. Tengo una pregunta que dirigir a los hermanos y a mi familia: ¿Va usted a caminar conmigo o voy a caminar yo con usted? Determinemos primeramente quién va a caminar con quién. Si usted va a caminar conmigo, debe seguirme el paso. No me eche la culpa a mí por caminar demasiado rápido. Si se queja de que camino demasiado rápido, olvídese de mí y camine con alguien que ande al mismo ritmo que usted. Pero si desea caminar conmigo, debe ajustarse a mis normas. Si tengo la intención de caminar con usted, debo aminorar el paso y caminar a la misma velocidad que usted.

  Haga el favor de contestarme: ¿Camina Dios con usted, o camina usted con Dios? ¿Caminaba Dios con Enoc o caminaba Enoc con Dios? La Biblia no dice que Dios caminaba con Enoc, sino que Enoc caminaba con Dios. Resulta difícil encontrar un pasaje bíblico donde se muestre que Dios caminaba con la gente. Encontramos un caso en Lucas 24. En el día de resurrección, el Señor Jesús caminó con dos discípulos que iban de Jerusalén a Emaús. Los discípulos no caminaron con el Señor Jesús; fue el Señor Jesús quien caminó con ellos. Cuando el Señor camina con usted, ello indica que usted va para abajo, que desciende de Jerusalén a Emaús. No obstante, cuando camina con el Señor, sube a Jerusalén desde Emaús. ¿Camina usted con el Señor o camina El con usted? En otras palabras, ¿va usted para abajo o para arriba? Por ejemplo, si va para abajo al cine, el Señor Jesús caminará allí con usted. A menudo el Señor ha caminado así hacia abajo con los santos. Muchos santos le han dicho al Señor: “Señor, no puedo quedarme contigo. Quiero ir a ver una película”. Entonces, el Señor ha dicho: “¿Vas a ver una película? Iré allí contigo; caminaré hacia abajo contigo. ¿Por qué voy a ir contigo allí? Porque te voy a traer de regreso. No debes ir hacia abajo a Emaús. Mi intención es que permanezcas en Jerusalén. Puesto que vas para abajo, tengo que ir contigo. Debo caminar contigo para traerte de regreso”.

  Enoc caminó ascendentemente con Dios. No se imagine que el arrebatamiento de Enoc sucedió repentinamente. No se crea que en un momento él estaba en la tierra y que al momento siguiente estaba en los cielos. Enoc no tuvo altibajos con Dios, ni anduvo zigzagueando. El caminó continuamente hacia arriba hasta tocar los cielos. A la edad de trescientos sesenta y cinco años, cuando Enoc casi tocaba los cielos, Dios le dijo: “Querido hijo, estoy aquí. Ven conmigo”. Y Enoc fue arrebatado.

  ¿Cree usted que el andar de Enoc con Dios conoció altibajos? ¿Cree que Enoc anduvo con Dios de manera irregular y que Dios le dijo: “Pobre hijo, sube rápidamente”? No creo que haya sido así como Dios arrebató a Enoc. Enoc anduvo con Dios día y noche durante tres siglos, más de cien mil días. Enoc anduvo con Dios día tras día, acercándose a El cada día un poco más que el día anterior. Enoc vio la situación, el entorno, la gente y sus obras, y vio que todo era impío. Sin embargo, él siguió caminando con Dios de una manera piadosa y santa, y lo hizo por trescientos años.

  Si queremos andar con Dios debemos estar con El. Debemos ser uno con El en nuestros pensamientos, nuestro amor y nuestras decisiones. Como dijimos, no es fácil caminar con otra persona. Supongamos que yo camino a su lado y tengo ideas diferentes a las suyas, y le digo: “Hermano, lo quiero y deseo caminar con usted, pero no vaya por allí. Venga por aquí. No quiero ir en esa dirección”. Si digo eso, no estoy caminado con usted, sino que discuto con usted. No obstante, eso es exactamente lo que hacen muchos creyentes que aman a Jesús. Dicen: “Señor, te amo y deseo seguirte. Quiero ir contigo”. No obstante, a la hora de la verdad, muchos no caminan con El, sino que discuten con El. Caminar con el Señor implica mucho de parte de usted: negarse a sí mismo, negarse a sus pensamientos y a su amor, negarse a todo lo que proviene de usted. Implica que usted se entrega a El, que deja que El rija y vaya delante. Caminar con el Señor no es una cosa insignificante. Al caminar con El usted muere. Mi esposa sufre cuando camina conmigo. Pero si usted desea caminar conmigo, debe negarse a sí mismo. Por otra parte, si yo deseo caminar con usted, debo olvidarme de mí mismo, condenarme a mí mismo, y renunciar a mí mismo a fin de ser uno con usted. Si no estoy dispuesto a hacer eso, no puedo caminar con usted ni con ninguna otra persona.

  No se trata simplemente de invocar el nombre del Señor. Es maravilloso y disfrutable clamar: “Oh Señor Jesús”, pero ¿qué viene después de invocar? Cuando el Señor dice: “Sígueme”, ¿lo seguirá usted? ¿Caminará usted con El? Nunca olvide que en Génesis 4 se menciona invocar y que en Génesis 5 aparece el caminar. Si el caminar no viene después de invocar, éste no será muy sincero. En un mensaje posterior, veremos que después de caminar, tenemos la construcción. Enós invocó, Enoc caminó y Noé caminó y construyó. Debemos partir de Génesis 4 y pasar de invocar a caminar. La invocación trae la suministración, pero no mata. La invocación lo hace vivir a uno, mientras que el caminar siempre lo mata a uno, aunque también lo resucita. El caminar empieza por matarlo a uno, pero luego lo resucita para avivarlo cuando disfruta de la presencia de Dios. Uno vivirá al máximo, no de una manera natural, sino en resurrección. ¡Cuánto debemos caminar todos con Dios!

b. Creer en Dios

  Aunque la Biblia habla muy poco de Enoc, lo que revela Génesis, Hebreos y Judas es suficiente para que apreciemos su vida. Hebreos 11:5-6 nos muestra que Enoc creía en Dios antes de ser arrebatado por El. Esto indica que Enoc no sólo caminaba con Dios, sino que también creía en El. “Por la fe Enoc fue trasladado para no ver muerte” (He. 11:5). ¿Qué significa tener fe? Según Hebreos 11, tener fe significa que creemos que Dios es (He. 11:6), es decir, creemos que Dios existe. Hay un solo Dios, y El es real, viviente, presente y es Dios. Todos debemos creer eso. Esperamos que ningún lector de este mensaje tenga dificultad con este asunto. Nosotros creemos que Dios existe y que El vive hoy.

  Hebreos 11:6 dice que al creer en Dios, uno también cree que El es galardonador. El no sólo existe, sino que es galardonador. ¿Por qué recompensa Dios al hombre? Porque El anhela que el hombre viva para Su propósito y lo lleve a cabo. No sólo debemos creer que Dios existe, sino también que El recompensa a quienes lo buscan. Dios está en este universo, y ningún hombre puede verlo, pero sí debemos buscarlo. ¿Cree usted que hay un Dios, que Dios existe? Entonces, ¿qué debe hacer? Debe buscarlo. Enoc lo hizo. El creyó que Dios existía y lo buscó con la fe de que Dios era galardonador. Debe de haber sido su fe en Dios y su búsqueda lo que le motivó a caminar con Dios. Enoc buscó a Dios, y Dios fue su galardonador. El buscó a Dios y caminó con El, y Dios lo recompensó.

  ¿Qué recompensa dio Dios a Enoc? Dios le dio el nivel más elevado de vida: escapar de la muerte. “Enoc fue trasladado para no ver muerte”. ¡Qué galardón maravilloso! Durante muchos años, le dije al Señor: “Señor, no quiero ver la muerte. Señor, ven pronto. Presérvame hasta Tu regreso. No quiero ver la muerte; quiero verte a Ti”. Este deseo me ha conducido y sigue motivándome a buscar al Señor. No me jacto, sino que digo la verdad: yo busco seriamente al Señor. ¿No es usted uno de los que le buscan? Por la misericordia y la gracia del Señor, todos nosotros lo buscamos a El.

  Cuando empecé a usar en este país la expresión “santos que buscan más del Señor” en lo que compartía y en las oraciones, muchos se sorprendieron al oírla. Más adelante, acorté esa expresión y usé “buscadores”, los buscadores del Señor. Aunque algunos santos estaban renuentes a usar esta expresión, se usa ahora en todas las iglesias. Muchos oran al Señor, diciendo: “Señor, Tú tienes muchos buscadores en el condado de Orange. Oh Señor, cautiva a todos Tus queridos buscadores”. El Señor es galardonador, y nosotros debemos ser Sus buscadores. Enoc creyó en esto y lo practicó. El creyó que Dios existía y que lo recompensaría si le buscaba. Enoc buscó al Señor y obtuvo el galardón.

  Judas habla del entorno en el cual vivía Enoc, y usa la palabra “impío” cuatro veces al describir la gente y las obras de la generación de Enoc (Jud. 15). No obstante, Judas relata una de las profecías de Enoc en la cual éste usó una palabra maravillosa: “santos”. “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con millares de Sus santos” (Jud. 14). Enoc no dijo que el Señor venía con millares de pecadores o de impíos, ni siquiera con creyentes o con salvos. Enoc dijo que el Señor venía con millares de Sus santos. Como lo revela el relato de Judas, Enoc profetizó lo que estaba dentro de él. El se dio cuenta de que toda su generación era impía. Los vecinos, la gente y todo lo demás era impío. No obstante, él era piadoso y santo, y llevaba una vida santa. De no ser así, él no habría podido profetizar que el Señor vendría con millares de Sus santos a ejecutar Su juicio sobre los impíos. Los santos mencionados en Judas 14 presentan un gran contraste con los impíos del versículo 15. A pesar de lo impíos que eran su generación, su era, la sociedad, el entorno, la gente y todo lo demás, Enoc conservaba una vida piadosa y santa. El llevó una vida santa entre la gente impía en un contexto impío. El lo hizo en fe, creyendo que Dios existía y que era galardonador. Enoc caminó con Dios en fe.

c. Creer en la Palabra de Dios

  A la edad de sesenta y cinco años, Enoc engendró un hijo y le dio el nombre de Matusalén (5:22). El nombre Matusalén tiene un significado profético. Significa “cuando él muera, aquello será enviado”. Esta era una profecía del diluvio. Al dar a su hijo el nombre de Matusalén, Enoc profetizó el juicio venidero del diluvio. Indudablemente lo hizo por el Espíritu de Dios. El recibió la revelación de Dios y no desechó Su voluntad. El fue inspirado con la voluntad divina y supo que el juicio iba a venir sobre toda la generación impía. Creo que la profecía relatada por Judas tiene un doble cumplimiento. Es posible que Enoc haya creído que el juicio del diluvio era la venida del Señor con millares de Sus santos para ejecutar el juicio sobre los impíos. No obstante, esta profecía suya, como otras del Antiguo Testamento, tiene un doble cumplimiento. El primero se efectuó con la venida del diluvio y prefiguró el segundo, que se realiza con la segunda venida del Señor, como se menciona en Judas. Si Enoc no hubiera profetizado acerca de la segunda venida del Señor, Judas no la habría mencionado. Mediante la profecía de Enoc podemos entender que él sabía que Dios iba a ejecutar Su juicio sobre la generación impía. Por tanto, él llamó a su hijo Matusalén, lo cual indica que cuando muriera su hijo, el juicio de Dios sería enviado.

  Enoc engendró a Matusalén a la edad de sesenta y cinco años. Por consiguiente, la profecía de Enoc acerca del diluvio fue dada cuando tenía sesenta y cinco años. De ahí en adelante, día y noche, Enoc esperaba el cumplimiento de esa profecía, y esa esperanza lo alentó a caminar con Dios. Aunque toda la generación y todo lo que contenía era impío, él mismo no se atrevió a caer en impiedad. El era santo y caminó con Dios, esperando ser salvo del juicio de Dios. Enoc conservó esta esperanza durante trescientos años. Sin embargo, el juicio no vino durante esa época. Había de venir novecientos sesenta y nueve años después del nacimiento de Matusalén.

  El diluvio vino el año en que Matusalén murió. Matusalén engendró a Lamec a la edad de ciento ochenta y siete años (5:25), y Lamec engendró a Noé a la edad de ciento ochenta y dos años (5:28). Cuando Noé tenía seiscientos años de edad, vino el diluvio (7:11). Si sumamos estas tres cifras, obtenemos un total de novecientos sesenta y nueve años, la edad en qué falleció Matusalén. El diluvio vino novecientos sesenta y nueve años después de que Enoc profetizara al respecto. Sucedió, tal como se profetizó, el año en que murió Matusalén. Si Enoc hubiera permanecido en la tierra hasta el diluvio, habría esperado novecientos sesenta y nueve años. No obstante, sólo esperó trescientos años, pues Dios parecía decir: “Enoc, ya basta. No te dejaré en la tierra hasta agotar tu paciencia. Ven conmigo y quédate conmigo”. Así que Enoc fue arrebatado. Hebreos 11:5 indica que después de ser arrebatado, la gente lo buscó pero no pudo encontrarlo.

  En cierto sentido, yo aprecio a Matusalén. En otro sentido, no lo quiero mucho, porque vivió demasiado tiempo. Su vida fue más larga que cualquiera de las que menciona la Biblia. Indudablemente si nosotros viviéramos tanto tiempo, nuestra paciencia se habría agotado. Por tanto, oramos: “Señor, ven pronto”. Aunque el Señor nos dijo que El viene pronto (Ap. 22:7, 12, 20), han pasado más de mil novecientos años, y todavía no ha regresado. Aquí vemos un principio: nuestra paciencia natural debe agotarse. Si usted espera la venida del Señor con su paciencia natural, quedará desilusionado y agotado. Olvídese del tiempo y simplemente camine con Dios. Para El, mil años equivalen a un día. Si usted dice: “Señor Jesús, esto es demasiado tiempo”, El dirá: “Todavía no han pasado dos días. Para mí, mil años equivalen a un día. ¿Por qué estás impaciente? Estás impaciente porque no caminas conmigo. Si caminaras conmigo, me tendrías contigo, y no te preocuparías por el tiempo. La tierra será como los cielos porque cuando tú me tienes, estás en los cielos”.

  El punto más crucial revelado en Génesis 5 acerca de nuestro vivir es éste: debemos caminar con Dios. Si queremos caminar con Dios, debemos creer que El existe y que es galardonador. También debemos creer en Su Palabra. Así que debemos buscarlo, vivir conforme a Su Palabra, seguirle y caminar con El por fe. Finalmente, seremos arrebatados para escapar de la muerte, que es la última consecuencia de la caída del hombre. ¡Aleluya!

4. El final de esta genealogía

  La genealogía de los salvos relatada en Génesis 5 termina de manera muy prometedora. Concluye con el nombre de Noé, que significa “consuelo” o “descanso” (5:28-32). Con el nacimiento de Noé, la familia de la salvación encuentra consuelo y descanso. La familia de los salvos no es una familia sin esperanza; es una familia llena de consuelo. Esto significa que la familia de Noé está llena de esperanza, consuelo y descanso.

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