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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 3

DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS

(1)

EL PROCESO

  Ya vimos que el primer versículo del capítulo 1 describe plenamente la obra creadora de Dios. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. También vimos la rebelión de Satanás en la segunda mitad del versículo 2. “Y la tierra quedó desolada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (heb.). El versículo 2a contiene cinco puntos principales: el hecho de que la tierra fue convertida en algo diferente de lo que era originalmente, la desolación y el vacío; las tinieblas y el abismo. Tenga presentes estos cinco puntos. Después del juicio sobre la tierra a causa de la rebelión de Satanás, la tierra quedó desolada y vacía.

  Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10 muestran que las tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando Dios trajo Su juicio sobre Faraón, y habrá tinieblas cuando El ejerza Su juicio sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2a aluden al juicio de Dios.

  Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre representan la muerte. Donde está la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí hay tinieblas. Lo contrario también es cierto: donde hay muerte, hay tinieblas. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que la tierra se encontraba en una condición de muerte.

  La palabra “abismo” representa las aguas profundas. En la Biblia, el agua tiene dos significados y simboliza dos cosas distintas, una positiva y otra negativa. En el sentido positivo, el agua representa siempre algo viviente. El agua que corre trae vida a la gente y satisface su sed. En el sentido negativo, el agua representa la muerte. Por ejemplo, cuando fuimos bautizados en agua, esa agua representaba la muerte. Las aguas del mar Rojo y las aguas del río Jordán también representan la muerte. El agua mencionada en Génesis 1:2 no representa la vida, sino la muerte. Por consiguiente, concluimos que la tierra se encontraba bajo muerte. La tierra no sólo estaba desolada, vacía y carente de sentido, sino que estaba llena de muerte y bajo la misma. Dios llegó en medio de esta situación.

3. Dios restaura y crea algo más: 1:2b—2:3

  Génesis 1:2b no se refiere a la creación original (que fue completada en el versículo 1), sino a la restauración que Dios realizó. Dios iba a restaurar lo que había sido destruido e iba a crear algo más. Por ejemplo, esta vez Dios creó al hombre. Dios no restauró al hombre, sino que lo creó. Génesis 1:2b—2:25 es un pasaje de la Palabra divina que nos muestra la restauración del universo destruido y una creación adicional.

  Leamos el versículo 4 del capítulo 2: “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. La mayoría de la gente presta poca atención a este versículo; sin embargo, es muy significativo. Nos muestra la obra creadora original de Dios y también Su obra restauradora. La primera mitad del versículo dice: “...los cielos y la tierra cuando fueron creados...” Observe que los cielos se mencionan primero y luego la tierra, y que el verbo usado aquí es “crear”. En la segunda mitad del versículo leemos: “...en el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. Aquí el verbo usado no es “crear” sino “hacer”. Como hicimos notar en el primer mensaje, crear significa producir algo a partir de la nada, y hacer significa trabajar con una substancia existente a fin de producir otra. Debemos ver que originalmente los cielos y la tierra fueron creados. Luego, la segunda mitad del versículo dice: “...en el día en que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. ¿Ha notado usted el cambio en la secuencia? Primero, Dios creó los cielos y la tierra; luego, El hizo la tierra y los cielos.

  En Génesis 1:1 Dios creó: “En el principio creó Dios los cielos [primero] y la tierra [luego]”. Más adelante, desde el versículo 3 hasta el final del capítulo 1, el Señor hizo la tierra y los cielos. “Jehová Dios hizo la tierra y los cielos” (Gn. 2:4b). Si volvemos a leer el capítulo 1, veremos que en el tercer día el Señor restauró la tierra. Dios no creó la tierra, porque ésta ya existía; estaba sumergida en las aguas. Por tanto, el Señor recobró la tierra en el tercer día. Además, en el cuarto día, el Señor recobró el cielo, es decir, los cielos. Por tanto, en la restauración, no se mencionan primero los cielos y luego la tierra, sino primero la tierra, y luego los cielos. Sin embargo, en la creación, primero existieron los cielos y luego la tierra. Podemos ver ambas cosas en Génesis 2:4.

  Como recalcamos en el primer mensaje, los primeros dos capítulos de Génesis parecen ser el relato de la creación, pero el pensamiento implícito está estrechamente relacionado con la vida. Esta es la razón por la cual algunas personas consideran que los capítulos 1 y 2 de Génesis son demasiado sencillos, demasiado breves para ser el relato de la creación. Estamos de acuerdo. Como relato de la creación, es demasiado sencillo. Pero sabemos que la Biblia no es un relato de la creación, ni un relato histórico, ni un relato de ninguna clase. La Biblia en su totalidad es un libro de vida. Toda la Biblia está centrada en la vida. Si leemos el primer capítulo de Génesis con detenimiento y recibimos la luz del Espíritu Santo, nos daremos cuenta de que es un capítulo que trata exclusivamente de la vida. Fue escrito desde el punto de vista de la vida.

  Usted dirá que la palabra “vida” no se encuentra en ese capítulo. Es cierto. Pero podemos encontrar muchos puntos que pertenecen a la vida. Cuando Dios restauró la tierra en el tercer día, se produjo toda clase de vida vegetal. Luego se manifestó la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, la vida animal sobre la tierra, la vida humana y, finalmente, en el capítulo 2, la vida divina. ¡Aleluya! La vida es el centro de estos dos capítulos. Con esta perspectiva, ciertamente podemos entender el relato de Génesis 1.

a. El proceso

1) El Espíritu vino, 1:2b

  La creación original de Dios fue arruinada por la rebelión de Satanás y luego juzgada por Dios mismo. Después del juicio de Dios, sólo quedaron tinieblas sobre la faz del abismo. Eso presenta una condición de muerte. En medio de dicha condición la Biblia dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas” (heb.). ¿No es esto maravilloso? El Espíritu se cernía. ¡Aleluya! El Espíritu se cernía igual que una gallina se cierne sobre sus huevos para empollarlos. Cuando la Biblia empieza a hablar del Espíritu, no dice: “el poder del Espíritu”, “la potencia del Espíritu”, sino “El Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto significa que El se estaba preparando para generar vida. Necesitamos ver que lo que consta en Génesis 1 se relaciona con la vida, con el evangelio de Dios y con lo espiritual. Tenemos una clara evidencia de esto en 2 Corintios 4:6. Pablo dice: “El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto se refiere indudablemente al capítulo uno de Génesis. Basándonos en este versículo, debemos tener presente que todo lo narrado en Génesis 1 se relaciona con la vida. Por este versículo vemos que debemos interpretarlo todo conforme a la vida.

  Debemos recordar la condición en que estábamos antes de ser salvos. Estábamos desolados y vacíos, nuestras vidas carecían de sentido, y estábamos rodeados de tinieblas. Dentro de nosotros había un abismo, un pozo sin fondo. Y en este abismo había un enjambre de demonios que nos incitaban a enojarnos, a apostar, a ir al cine y a hacer muchas otras maldades. Estábamos desordenados y vacíos, y cubiertos de tinieblas y de muerte.

  Pero, ¡aleluya! Un día, una persona viviente empezó a cernerse sobre nosotros, a operar dentro de nuestro corazón, a cernerse sobre la muerte y el abismo que estaban dentro de nosotros. No se trataba de algo psicológico ni ético, sino de una persona viviente y activa dentro de nosotros, que laboraba con ternura y delicadeza como una gran gallina que se cierne sobre los huevos en su nido. Esta es la obra del Espíritu Santo que se cierne y que regenera.

  El Señor Jesús dijo (Jn. 16:8-11) que cuando viniese el Espíritu Santo, reprendería, convencería al mundo (o sea, la humanidad) de pecado (relacionado con Adán), de justicia (relacionada con Cristo), y de juicio (relacionado con Satanás). El reprendería cerniéndose, es decir, con mucho cariño, sin ninguna violencia. En todo el universo existen solamente tres personas: Adán, Cristo y Satanás. El Espíritu Santo obra dentro de nosotros, convenciéndonos de que nacimos en Adán y que no tenemos más que pecado, que de ninguna manera podemos escaparnos del pecado y de la influencia de Adán a menos que creamos en Cristo. El Espíritu Santo se cernerá dentro de nosotros y nos dirá: “Mira, Jesús murió en la cruz por ti y El ya hizo todo lo que Dios requiere. Ahora la verdadera justicia está en El. Si tú te vuelves a El y crees en El, lo podrás recibir como tu justicia. El pasó por la encarnación, por la vida en esta tierra, por la crucifixión y por la resurrección. Fue aceptado por Dios y está a Su diestra. El está allí como prueba de que tú estarás libre del pecado y obtendrás justicia si crees en El. Si no haces eso, irás con Satanás al juicio de Dios”. Al cernerse el Espíritu Santo, usted quedará plenamente convencido y dirá: “Señor Jesús, no tengo nada que decir, pero te doy las gracias”. De ese modo usted es regenerado y nace de nuevo, nace del Espíritu (Jn. 3:6-7). ¡Aleluya!

  El Espíritu de Dios vino. Esta venida es el primer requisito para generar vida. El Espíritu vino a cernerse sobre las aguas de muerte que cubrían la tierra, y se movió para que esa vida pudiese ser generada.

2) La Palabra vino, 1:3a

  La Palabra de Dios vino a traer la luz. Este es el segundo requisito para generar la vida. En el versículo 3 leemos: “Y dijo Dios...” Dios habló: era la Palabra de Dios. Hablar no es algo insignificante. Supongamos que subo a la plataforma y me quedo callado mientras ustedes me miran y yo los miro a ustedes. ¿Qué es eso? Es muerte. Si soy una persona viviente, no puedo permanecer en silencio durante una hora. Mientras viva, debo hablar. Cuando hablo, ello indica que estoy vivo, y mis palabras serán algo viviente. Dios habló y la Palabra de Dios trajo la luz. “Y Dios dijo: Sea la luz”. La Palabra divina siempre produce la luz. ¡Aleluya!

  Considere su propia experiencia. Primero, el Espíritu se cierne sobre usted. Luego le habla. Por medio de Sus palabras, usted recibe una Palabra viva, y ésta lo ilumina en su interior. Cuando Dios habla, manda que la luz resplandezca en las tinieblas. “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones...” ¡Aleluya! El hablar de Dios produce luz.

  El Señor Jesús dijo que todo el que oye Su Palabra y cree tiene vida (Jn. 5:24). Si escuchamos la Palabra del Señor y creemos, tenemos vida. Jacobo 1:18 declara que Dios nos regeneró con Su Palabra.

3) La luz vino, 1:3

  Ahora llegamos al tercer requisito para generar vida: la luz, la cual vino para disipar las tinieblas que cubrían las aguas de muerte. Alabado sea el Señor. Esto es realmente significativo. Puedo testificar que cuando fui salvo, pasó exactamente eso: primero, vino el Espíritu; luego, vino la Palabra de Dios; y en tercer lugar, vino la luz. Fui iluminado dentro de mí. Algo resplandeció en mi interior. Creo que usted también ha experimentado esto.

  Además de 2 Corintios 4:6, tenemos Juan 1:4, 5, y 9. “En el principio era el Verbo ... En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:1, 4-5). Las tinieblas nunca podrán vencer la luz. La luz siempre disipa las tinieblas. Cuando viene la luz, las tinieblas huyen.

  ¿Quién es la luz y qué es la luz? La luz es Cristo, el Verbo vivo de Dios. Cuando Cristo vino como la verdadera luz que resplandece en las tinieblas, las tinieblas no pudieron vencerlo. El es la verdadera Luz.

  Debemos recordar las tres venidas: la venida del Espíritu, la venida de la Palabra o el Verbo, y la venida de la Luz. Después de estas venidas, se producen tres separaciones, tres divisiones.

4) La separación entre la luz y las tinieblas, 1:4-5

  La primera separación se produjo entre la luz y las tinieblas. Este fue el cuarto requisito para generar la vida. Esa separación tuvo como fin mostrar la distinción entre el día y la noche, apartando así la luz. Esto es difícil de entender, así que usaremos un ejemplo para aclararlo.

  Inmediatamente después de ser salvo, usted no tenía ningún discernimiento y no podía distinguir entre la luz y las tinieblas. Pasó el tiempo y siguió adelante con el Señor. Gradualmente se produjo una separación dentro de usted, y tuvo el discernimiento de decir: “Esto es luz y aquello es tinieblas. Guardaré la luz, y desecharé las tinieblas”. Antes de ser salvos, no teníamos ni un solo día; vivíamos en una noche de veinticuatro horas. Estábamos continuamente en la noche, una noche oscura, nublada y sin estrellas. Pero, ¡alabado sea el Señor! Desde el día de nuestra salvación, algo empezó a amanecer. Es el día.

  Quizás su primer día fue solamente de cuatro horas, y luego anocheció de nuevo. No importa cuán largo haya sido, usted tuvo su primer día. ¡Alabado sea el Señor! Después de diez horas de noche, usted vino a una reunión y en esa reunión vio la aurora. Fue un nuevo día y usted gritó: “¡Aleluya!” Luego fue a estudiar o a trabajar, y volvió a anochecer. ¡No se desilusione! La tarde es una señal de que la mañana vendrá. También, cuando usted está en la mañana, prepárese para el regreso de la tarde. En Génesis 1:5 no dice mañana y tarde, sino tarde y mañana, porque salimos de la noche. “Y fue la tarde y la mañana el primer día”. ¡Alabado sea el Señor!

  Para los jóvenes, la noche siempre se alarga, mas para la gente mayor la noche se acorta. Mis experiencias me muestran que tengo un día espiritual más largo que el suyo. Mi día espiritual consta de diecinueve horas y mi noche espiritual de solamente cinco. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25). Usted debe crecer. Tal vez su día sólo dure diez horas y su noche catorce. Usted debe crecer para que sus días se alarguen y se acorten sus noches.

  Necesitamos la separación entre el día y la noche, el discernimiento entre la luz y las tinieblas. En 2 Corintios 6:14 Pablo pregunta: “¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?” Esta palabra debe de referirse también a Génesis 1. Dios separó la luz de las tinieblas; así que no intente mezclarlas. La luz no tiene nada que ver con las tinieblas. ¿Qué clase de comunión puede tener la luz con las tinieblas? Esto indica que nosotros somos hijos de luz y que no debemos unirnos en yugo ni mezclarnos con la gente que vive en las tinieblas. Debemos mantener la separación. Ellos son hijos de las tinieblas, y nosotros somos hijos de la luz. Todos debemos decir: “¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas?” Esta es una verdadera separación. Si conservamos este requisito, tendremos más luz.

5) La separación entre las aguas que están bajo la expansión y las aguas que están sobre ella, 1:6-8

  Pasamos al quinto requisito para generar vida: separar las aguas de vida al hacer una expansión. Las aguas que están sobre la expansión deben estar separadas de las aguas que se encuentran debajo de la expansión. Separar la luz de las tinieblas es algo bastante objetivo; separar las aguas que están sobre la expansión de las que están debajo de la expansión, resulta bastante subjetivo. Necesitamos una segunda separación: separar lo celestial de lo terrenal (Col. 3:1-3). Las aguas que están debajo de la expansión representan lo terrenal, mientras que las aguas que están sobre la expansión representan lo celestial. Algunas cosas quizás no sean oscuras, pero son terrenales, y no celestiales.

  Supongamos que mientras hablo, llevo un sombrero vaquero, y estoy vestido como vaquero, con botas y todo. Esto no es algo de las tinieblas, sino algo terrenal. Supongamos que yo uso una corbata ancha, de 20 centímetros de ancho, de color verde, rojo, azul, violeta y amarillo vivo. Si usara eso, demostraría que me falta la expansión.

  ¿Qué es la expansión? Es simplemente la atmósfera, el aire que envuelve la tierra. Sin la atmósfera no se podría generar ninguna vida sobre la tierra. No hay vida en la luna porque no hay ninguna expansión alrededor de ella. Dios creó la expansión alrededor de la tierra para que ésta produjera vida. Después de ser salvos, no sólo tenemos luz dentro de nosotros, sino también aire, expansión. Algo ha entrado en nosotros para separar lo celestial de lo terrenal, las cosas de arriba, las que Dios aprueba, de las cosas de abajo, las que reprueba. ¿Qué es eso? Es la obra separadora de la cruz. Después de ser salvos y de avanzar con el Señor, experimentaremos la cruz. La cruz hace una separación. Separa lo natural de lo espiritual, lo santo de lo vil, y lo celestial de lo terrenal. Hebreos 4:12 nos revela que la Palabra viva puede separarnos hasta el punto de partir nuestra alma y nuestro espíritu. Puedo decir o hacer algo bueno, pero esa palabra o ese hecho no se origina en el espíritu, sino en el alma. No hay nada malo desde el punto de vista moral, ético o humano. Sin embargo, en términos espirituales, no procede de Dios, ni de los cielos. No procede del espíritu, sino del alma, de la tierra. Por tanto, necesitamos otra separación; no solamente una separación entre la luz y las tinieblas, sino también un discernimiento entre el espíritu (las cosas de arriba) y el alma (las cosas de abajo).

  ¿Ha observado usted alguna vez en Génesis 1 que cada día Dios, después de completar algo, lo miró y lo halló bueno, con excepción del segundo? No ocurrió eso el segundo día. Génesis no dice que Dios vio las aguas y el aire y dijo que eran buenos. ¿Por qué? Porque el aire está lleno de ángeles caídos y las aguas están plagadas de demonios. Recuerde que los demonios moran en las aguas. En el segundo día, algo no era bueno: había ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Debemos entender que no hay nada bueno en nosotros, aun cuando la cruz lo haya separado. Nada de lo que procede de nosotros es bueno. Dios no puede decir que eso es bueno.

6) La separación entre la tierra y las aguas, 1:9-10

  Después del segundo día, pasamos al tercero: el día de la resurrección. En el tercer día, el día de resurrección, surgió la tierra seca que estaba debajo de la expansión, para que se generase la vida. Este es el sexto requisito para generar la vida. En toda la Biblia, el mar representa la muerte, y la tierra representa a Cristo mismo. La Biblia nos dice que al final, después de que Dios haya laborado en muchas generaciones, el mar será eliminado. Después de la rebelión de Satanás y del juicio de Dios sobre Su creación original, lo único que quedó fue las aguas. Luego Dios vino a hacer Su obra restauradora mediante el Espíritu que se cernía, mediante la Palabra viva y mediante la luz separadora. En el segundo día, la expansión separó las aguas, y en el tercer día Dios reunió las aguas que estaban bajo la expansión para que apareciera la tierra seca, a fin de producir la vida. Esto significa que Dios había obrado sobre las aguas para confinarlas y fijarles límite. En Jeremías 5:22 descubrimos que Dios trazó límites al mar. Ahora Dios sigue obrando para eliminar el mar porque allí se encuentran los demonios. El mar representa algo demoníaco, algo diabólico. Finalmente, cuando Dios concluya Su obra, ya no existirá el mar. En el cielo nuevo y la tierra nueva solamente habrá tierra, y no habrá mar (Ap. 21:1). El mar, que representa la mayor parte del reino de Satanás, habrá sido eliminado. ¡Alabado sea el Señor!

  La tierra seca surgió para producir vida, para generar vida. En el tercer día, Cristo salió de la muerte. Cristo salió de la muerte en resurrección con el único fin de generar vida. ¡Aleluya!

  Aunque usted sea salvo, las tinieblas interiores no han sido disipadas, las aguas no fueron separadas ni confinadas, y lo mortífero no ha sido limitado. A medida que usted avance con el Señor, gradualmente las aguas de muerte que están en su interior serán confinadas, limitadas y luego eliminadas. Dentro de usted, surgirá la tierra seca, la cual es Cristo, Cristo en resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que fuimos regenerados por la resurrección de Cristo. Sin el Cristo resucitado, no se puede generar vida alguna.

  La tierra fue separada de las aguas. La tierra representa la vida, y las aguas la muerte. Separar la tierra de las aguas significa separar la vida de la muerte.

  Mientras crecemos en el Señor, aprendemos a distinguir la luz de las tinieblas, a separar lo celestial de lo terrenal, y a separar la vida de la muerte. Aunque mis palabras podrían no tener nada de las tinieblas ni nada terrenal, podría hablar sin vida. Podría estar desprovisto de vida. Mis palabras podrían ser sencillas y propias, sin nada de tinieblas ni nada mundano, y aun así podría estar lleno de muerte. Por lo tanto, debo orar: “Señor Jesús, retira todas las aguas de muerte que haya dentro de mí para que aparezca la tierra seca y se produzca la vida”. Al hablar no se debe expresar nada de tinieblas, nada de esta tierra y nada de muerte. Nuestras palabras deben contener la tierra seca que produce vida.

  Es posible que en su vida familiar no haya nada de tinieblas, nada mundano, y que tampoco haya nada de vida. Cuando alguien entra en su casa, quizás no vea nada oscuro ni mundano, pero tampoco verá vida. Todo lo que verá allí será muerte. Pero espero que cuando yo vaya a visitarlo a usted, sólo vea vida. Cristo, la tierra seca, debe surgir en su casa. Cristo se manifiesta produciendo vida en su casa.

  En la tierra seca no hay tinieblas ni aguas de muerte. Sólo tenemos la tierra seca llena de toda clase de vida. Por lo tanto, deseo recalcar que lo que Génesis revela es exclusivamente un asunto de vida.

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