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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 34

La vida en resurreccion

(3)

  En los mensajes anteriores hablamos principalmente de la historia de Noé. Allí vimos que el arca que hizo Noé pasó por las aguas e introdujo a Noé y a su familia en una nueva era. Según la tipología, en aquel tiempo Noé y su familia vivían en resurrección, y esa clase de vida era una sombra de la vida de iglesia. Esta sombra de la vida de iglesia en resurrección revela la manera en que aquellos que constituyen la iglesia son resucitados juntamente con Cristo, la forma en que adoran a Dios con Cristo y vuelven al propósito original de Dios que consiste en que el hombre lo exprese y lo represente. Además, esta sombra muestra cómo los miembros de la iglesia viven bajo el pacto de Dios. Podemos llamarlos el pueblo del pacto. Todo lo que hacen se encuentra bajo el pacto de Dios y está lleno de bendiciones. También vimos que infortunadamente, en esa sombra de la vida de iglesia hubo un fracaso, pues, en cierto sentido, Noé, quien era la autoridad delegada de Dios, le falló a Dios. Ese fracaso puso ciertas cosas de manifiesto. Algunos recibieron bendición y otros maldición.

h. Da por resultado las denominaciones, representadas por las naciones

  En este mensaje debemos considerar un aspecto desagradable de la vida de iglesia. La historia de la iglesia tiene un lado glorioso y uno vergonzoso y desagradable. Necesitamos examinar el lado desagradable.

  Después del diluvio, Noé y su familia tuvieron un nuevo comienzo. Existía una verdadera unidad entre ellos. Estaban unidos en todo. Primeramente, eran uno con Dios. Como personas que están en resurrección (en tipología el número ocho denota resurrección), estas ocho personas eran uno con Dios. Adoraban a un solo Dios. En segundo lugar, tenían una sola meta: expresar a Dios y representarlo. Su meta era volver al propósito que Dios tenía desde el comienzo. Al principio Dios tenía el propósito de que el hombre lo expresara a El con Su imagen y que lo representara con Su señorío. Después del diluvio, el nuevo linaje volvió al propósito original de Dios, el de expresarle y representarle. En tercer lugar, estas ocho personas eran uno en sus opiniones, su lenguaje, sus conceptos y su comprensión. Todos hablaban lo mismo. Eran verdaderamente uno.

  Con el transcurso del tiempo, la gente se fue multiplicando. La población aumentó muchísimo. Como resultado se dividieron. No sólo se dividieron en familias y generaciones, sino también en naciones. Una nación es un reino, un imperio en el cual alguien ejerce autoridad como si fuera la cabeza. Cuando alguien ejerce autoridad sobre los demás, allí se constituye un imperio, una nación. Al principio de la nueva era de vida en resurrección, había una sola autoridad delegada, Noé, quien representaba a Dios, la verdadera cabeza. Había una sola familia con una sola cabeza. Esta era una unidad completa. Pero con el tiempo los descendientes de Noé no sólo se dividieron en familias, sino también en naciones. Eso fue terrible.

  Como hemos hecho notar repetidas veces en los mensajes anteriores, Génesis, un libro todo-inclusivo, es un libro de semillas. Casi todo lo que contiene la Biblia fue sembrado allí. Las semillas sembradas en el libro de Génesis se desarrollan en los siguientes libros de la Biblia, llegando a ser una cosecha en el libro de Apocalipsis. Lo mismo ocurre con la semilla de la división. La semilla de la división se siembra en Génesis 10, crece en las epístolas del Nuevo Testamento y se convierte en una cosecha en el Apocalipsis. Ahora consideraremos la semilla de división entre el pueblo de Dios.

1) Eran uno originalmente

  Originalmente los que conformaban el pueblo de Dios eran uno. ¿Por qué eran uno? Ellos eran uno por el elemento de familia que los unía, pero el factor principal de su unidad era su único Dios. Noé y su familia adoraban al Dios único. Este Dios único es el factor principal que mantiene unido al pueblo de Dios. La familia de Noé estaba unida porque adoraba al único Dios. La adoración a Dios es crucial. Cuando se cambia la adoración a Dios, también cambia la situación del pueblo de Dios. Cuando existen varios tipos de adoración entre el pueblo de Dios, se crean divisiones entre ellos. Por consiguiente, el factor principal que preservaba la unidad del nuevo linaje era que ellos tenían al único y verdadero Dios. Del mismo modo, nosotros tenemos un solo Dios. Adoramos al único Dios. Nuestro Dios es único. Por consiguiente, también somos uno. Efesios 4:6 habla de un solo Dios y Padre. Somos uno porque tenemos un solo Dios y Padre.

  Además, como ya dije, Noé y su familia eran uno por compartir una sola meta. Ni Noé ni sus hijos se centraban en sus propios intereses. Todos eran partidarios de Dios. ¿Cuál era la meta de Dios? El objetivo de Dios era que el hombre lo expresara y lo representara. Noé y su familia no tenían otro Dios ni otra meta. Su meta no era cultivar ni educarse ni fomentar la industria. Su meta no giraba en torno a sus propios intereses. Su única meta era expresar a Dios y representarlo. Eso nos debe causar una profunda impresión. Aunque tenemos un solo Dios, es posible que tengamos varias metas. Si tenemos distintas metas, estaremos divididos. ¿Cuál es su meta? ¿Ser importante y famoso? ¿Es acaso construir algo que no está en el propósito de Dios? Estamos aquí en Anaheim para expresar a Dios y para representarlo. Tenemos una posición firme que declara a todo el universo, a Satanás y a todos los ángeles rebeldes, a los principados, a las potestades, a los poderes y a los demonios que nosotros, las iglesias locales, somos uno con Dios y que nuestro único interés es Su propósito. Nuestra única meta es expresar a nuestro Dios. Estamos aquí para expresarlo a El.

  Quisiera dirigir unas palabras sencillas a los que recién comienzan a asistir a nuestras reuniones. ¿Entienden lo que estamos diciendo? Nuestro pueblo no es muy talentoso ni muy bien vestido. Los que están al frente entre nosotros no tienen ninguna belleza ni atractivo. No tenemos un piano de cola ni un órgano. Ni siquiera tenemos un rótulo. ¿Quiénes somos? No somos nadie. Sólo somos una voz que clama en el desierto (Jn. 1:23). Cuando ustedes vienen a nuestras reuniones, no ven nada exterior. Sin embargo, con toda seguridad ustedes ven algo: a Dios mismo expresado. Quizás después de asistir a una reunión, ustedes digan para sí: “Me agrada estar con ellos, pero no encuentro qué tienen de bueno. No cantan muy bien. Nadie se viste de manera atractiva. No hay ninguna belleza ni ninguna fachada. Pero hay algo especial en ellos”. Este “algo especial” es la expresión de Dios. Dios es nuestra expresión. El es nuestra fachada, nuestra belleza y nuestro atractivo. Como iglesia, hemos regresado al propósito original de Dios, al propósito que El tenía al principio, esto es, que el hombre lo expresara y lo representara. Este es el recobro del Señor.

  En calidad de iglesia representamos a Dios. Esta es la razón por la cual oramos muchas veces: “Señor, te entregamos el mando. Tú debes hacer algo. Estamos aquí representándote a Ti, y no a nosotros mismos. Nosotros somos Tu representación; por tanto, debes hacer algo para Ti”. ¿Puede usted orar de esta manera? ¿Se atrevería a orar así? Si usted no está en posición de representar a Dios, su conciencia no le permitirá declarar eso al orar. Pero cuando se mantiene en posición de representar a Dios, su conciencia le confirmará y le fortalecerá para que diga: “Señor, Te damos el mando. Debes vindicar Tu camino. Este es Tu recobro, Tu propósito. Debes intervenir. No representamos nada que no seas Tú, Señor; por esta razón, debes intervenir”. Esta es la vida apropiada de iglesia. Mientras estemos en esta posición, tenemos la única unidad. Somos uno. No necesitamos decir: “Hermanos, seamos uno”. Si necesitamos decir eso, ya es demasiado tarde para ser uno. Cuando volvemos al principio, al propósito original de Dios, a saber, que el hombre lo exprese y lo represente a El, somos espontáneamente uno. Somos uno porque tenemos una sola meta.

2) Se dividen con el paso del tiempo

  ¿Por qué, pues, se dividió la gente? Ellos se dividieron porque empezaron a tener varias clases de adoración y porque adquirieron varias metas, intereses y propósitos. Génesis 10:31 revela cuatro maneras en que la gente se dividió: por familias; por idioma, es decir, por sus propias palabras, conceptos, comprensión y declaraciones; por sus distintos países; y por sus distintas naciones. Permítanme decir algo acerca de cada uno de estos cuatro puntos.

  ¿Qué representa una familia? Representa una relación en la carne. Mucha gente no se interesa en Dios, ni en Su propósito, ni en Sus intereses. Se preocupan solamente por su familia. ¿Por qué son uno con su familia? Simplemente porque su familia está compuesta de sus parientes. El principio es el mismo entre el pueblo del Señor hoy en día. Muchas divisiones fueron causadas por relaciones en la carne. Toda relación carnal da inicio a una división. Aunque no pertenezcamos a la misma familia según la carne, podemos tener una relación carnal. Quizás a usted le caiga bien cierto hermano porque es la clase de personas que le agrada, pero tal vez no le agraden otros. Si usted ama a ciertas personas porque son la clase de personas que a usted le caen bien, constituye una familia carnal, unida por relaciones dictadas por sus gustos carnales. Por consiguiente, si queremos mantener una verdadera unidad, debemos vencer las relaciones carnales.

  El idioma constituye otra causa de divisiones. El idioma no significa solamente el habla, sino que también denota la enunciación de lo que uno entiende. El idioma es la expresión de los conceptos. Las divisiones pueden producirse por nuestras diferencias en comprensión y en conceptos. Usted sostiene un concepto, yo defiendo otro, y una tercera persona tendrá otro diferente. Finalmente, los tres hablaremos distintos idiomas. Aunque hablemos el mismo idioma, cada uno de nosotros hablamos a nuestra manera, en nuestro propio lenguaje. Esto conducirá a contiendas y divisiones. Tenemos familias por causa de nuestros intereses carnales y tenemos idiomas por causa de las diferencias en conceptos y expresiones. Las diferentes expresiones causan discusiones, y éstos a su vez traen divisiones. Observe la historia del cristianismo. Al principio, muchos santos estaban totalmente unidos. Pero en cierto momento, algunos de ellos se aferraron a distintos conceptos y empezaron a hablar cosas diferentes; comenzaron a hablar un idioma diferente. Esto causó molestias. Esta es la historia de la división en el cristianismo a lo largo de los siglos. El lenguaje es verdaderamente un factor de división.

  ¿Qué representan los países? Representan territorios. Cuando yo era joven me enteré de que los diferentes misioneros que fueron a mi provincia y predicaban el mismo Señor y el mismo evangelio tuvieron un concilio en el cual se dividieron entre ellos partes de esa provincia. Dijeron que cierto territorio pertenecía a los bautistas del sur y otro territorio a los presbiterianos, otro a los hermanos abiertos, etc. Dividieron esa parte del país en cuatro o cinco territorios. Eran estrictos al respecto, y decían a los que invadían su territorio: “¿Por qué vienen ustedes a predicar en nuestro territorio? ¿No recuerdan que dividimos esta región en territorios?”

  El Señor nos ha guiado a presentar aquí en Estados Unidos el tema de que el terreno o la base de la iglesia es la localidad. Hace diez años enfrentamos mucha oposición a la enseñanza de la localidad como terreno de la iglesia. Ahora este tema se ha convertido en un asunto explosivo. La gente habla de la iglesia local, y muchos se proclaman la iglesia local de su ciudad. No obstante, muchos grupos no son iglesias locales, sino sectas locales. Algunos nos dijeron: “Nosotros somos la iglesia local aquí. No vengan a perturbarnos”. Otros dicen: “Somos la iglesia local aquí y somos autónomos”. ¿Qué es la autonomía? Es la división del territorio con fines egoístas. Cuando la gente dice: “No nos molesten: somos la iglesia local en esta ciudad”, a los ojos de Dios son una secta local, y no una iglesia local. Ahora la gente tendenciosa usa cualquier pretexto para seguir causando división. Es cierto que todas las iglesias locales son independientes localmente, pero universalmente son un solo Cuerpo. Podemos decir que hay muchas iglesias locales, pero nunca podríamos decir que hay muchos cuerpos. Puede haber mil iglesias locales, pero el Cuerpo de Cristo sigue siendo uno solo universalmente. Cristo no tiene más que un solo Cuerpo. Si los hermanos aquí en Anaheim proclaman que son la iglesia en Anaheim y que los demás no deberían molestarlos, se habrán convertido en una secta local. Habrán dividido el territorio.

  Tomemos el ejemplo de los Estados Unidos, una nación de cincuenta estados. Estos cincuenta estados no son países separados. Podemos viajar de un estado a otro. Usted puede ser un ciudadano de California hoy y un ciudadano de Oregón mañana. Poco después puede mudarse a Arizona y ser ciudadano de ese estado. A pesar de componerse de cincuenta estados, los Estados Unidos no están divididos en cincuenta países.

  Cuando ustedes se conviertan en una familia carnal, tendrán un lenguaje lleno de opiniones y un método divisivo de fraccionar el país. Con el tiempo, se convertirán en una nación en sí mismos. Es interesante observar que la palabra denominación incluye la palabra nación. En tipología, constituye una nación; en el cristianismo, es una denominación. La palabra denominación denota lo que ha recibido un nombre. En tipología hay naciones, tales como Etiopía, Egipto, Seba, etc.; en el cristianismo hay denominaciones, como los luteranos, presbiterianos, episcopales, etc. Estos constituyen naciones o denominaciones. Todos están divididos.

  Cuando fui salvo, todos los pastores y ministros estaba contentos usando la palabra denominación. Entonces el Señor nos levantó para denunciar las denominaciones, y los pastores y ministros dejaron de usar ese término. Aunque dejaron de usar el término denominación, siguen usando muchos nombres. ¿Se da cuenta usted de que cada nombre es una división? Cada denominación, cada nombre, es una división. No diga que nuestro nombre es “la iglesia local”. No tenemos ningún nombre. Por ejemplo, la luna no tiene ningún nombre; es simplemente la luna. Debemos llamar simplemente “luna” a la luna. Algunas personas dicen que la luna de Estados Unidos es más brillante que la luna de China. Pero no existe una luna estadounidense ni una luna china. Todo lo que usted puede decir es “la luna [que se ve] en Estados Unidos o la luna [que se ve] en China”. Se trata de una sola luna. Existe una sola luna y no hay otra. Del mismo modo, la iglesia es simplemente la iglesia. La expresión “iglesia local” no es nuestro nombre, sino la descripción de nuestra naturaleza. No somos las supuestas iglesias facciosas y divididas; somos la iglesia que está en una localidad. Por tanto, la expresión “iglesia local” denota nuestra naturaleza, y no es nuestro nombre. No considere “la iglesia local” como un nombre. Todo lo que podemos decir es la iglesia en cierta localidad, como la iglesia en Los Angeles, la iglesia en Anaheim, etc.

  En una familia no hay ningún rey. La cabeza de familia no es un rey. Cuando hay opiniones o expresiones diferentes, de todos modos no tienen rey. Cuando dividen el territorio, es probable que allí todavía no haya ningún rey. Pero cuando adoptan un nombre y se convierten en una nación, obtienen un rey y automáticamente quedan divididos. Originalmente, la unidad se basa en un solo Dios y una sola meta, y la división fue el resultado de las diferentes clases de adoración, incluso la adoración de diferentes objetos con distintos intereses y propósitos. Finalmente se formaron familias, se expresó un lenguaje, el país se dividió en territorios, y se crearon las naciones, o sea las denominaciones. El resultado fue la división. Si uno observa la historia del cristianismo, se dará cuenta de que se dividió precisamente de esta manera.

  En la década de 1930, hablé mucho acerca de las denominaciones. Un día, al regresar a mi ciudad natal después de una larga ausencia, algunos amigos me invitaron a un banquete con varios líderes cristianos de edad avanzada que me conocían muy bien. Cuando estuve allí, teniendo apenas treinta años de edad, me encontré rodeado por un grupo de personas mayores, que tenían en general más de sesenta años de edad. Uno de ellos empezó a hablar y dijo: “Señor Lee, en las predicaciones que usted presentó en años anteriores, ha denunciado las denominaciones. Queremos preguntarle ¿por qué, después de haber predicado contra las denominaciones, ha formado usted otra denominación?” Pensaban que me habían vencido. Contesté: “Me alegro de estar aquí con todos ustedes, pues éste es el mejor momento para aclarar todo este asunto. El apóstol Pablo reprendió a los corintios que decían: ‘Yo soy de Apolos’, ‘yo soy de Pablo’, y ‘yo soy de Cefas’. Algunos incluso dijeron: ‘Yo soy de Cristo’. El apóstol Pablo reprendió a todos los facciosos que estaban en Corinto (1 Co. 1:11-13). Ustedes afirman ser bautistas, o presbiterianos, o chinos independientes. Díganme con sinceridad: si el apóstol Pablo estuviera aquí, ¿aprobaría lo que ustedes hacen? Dijeron: ‘Claro que no, Pablo jamás aprobaría esto’”. Fueron honestos. Y tenían que serlo porque ya los había acorralado. Entonces proseguí: “Puesto que ustedes están de acuerdo en que no está correcto decir: ‘Soy bautista’, o ‘Soy presbiteriano’, entonces ¿dónde me ubicarían a mí? ¿Me pondrían en su denominación presbiteriana, o en la bautista o en la iglesia china independiente?” Contestaron: “No lo pondríamos en ninguna de ellas”. Entonces dije: “Pero ustedes deben ponerme en alguna parte. ¿No debería yo quedar en alguna parte?” Quedaron perplejos. Entonces agregué: “Por la misericordia y la gracia del Señor, lo amo ciertamente a El. Por amarlo a El, debo predicar el evangelio a los incrédulos. Muchos fueron salvos por medio de mi predicación. ¿Dónde los ubicaré? ¿En qué denominación los pondré, en la bautista, la presbiteriana o la iglesia china independiente?” No pudieron contestar nada. Entonces dije: “¿Ven la situación? ¿Ahora ven por qué, por una parte, predico contra las divisiones y por otra, les parece que formo otra división? Debemos reunirnos. No somos uno con ustedes porque ustedes nos obligan a no serlo. Ahora bien, si ustedes me prometen que a partir de mañana derribarán todos sus carteles y se olvidarán de sus diferentes nombres, entonces les prometo que tendré comunión con todos los hermanos esta noche y cerraremos inmediatamente nuestro local de reuniones. Entonces podremos reunirnos como una sola iglesia en esta ciudad. ¿Qué les parece?” Entonces dijeron: “No, no podemos hacer eso”. Para concluir, les dije: “Ustedes no lo quieren hacer; entonces, ¿quién es responsable por las divisiones?” Después de aquella noche hasta el día en qué salí de la China continental, ninguno de ellos me volvió a molestar. Habían perdido el caso en la corte celestial. Querían conservar sus nombres divisivos, sus denominaciones. Algunos decían: “Somos los chinos independientes. No hay nada mejor que eso”. Otros decían: “Somos presbiterianos de tercera generación. ¿Cómo podríamos renunciar a este nombre?” Otros querían decir: “Somos bautistas. Los bautistas son mucho mejor que los presbiterianos, quienes bautizan por aspersión, lo cual es un error, pero nosotros bautizamos por inmersión”. Ya conocemos bien esta clase de disputas.

  Cuando llegamos a la isla de Taiwán, el Señor bendijo la obra. Aumentamos en número, de menos de quinientos santos a más de veinte mil. Durante unas conferencias de diez días en Taipéi en 1957, di por lo menos treinta mensajes sobre la base de la unidad. Después de aquellos días, todos los ancianos sintieron la carga de ponerse en contacto con algunos grupos independientes destacados en la ciudad. Había por lo menos dos o tres grupos que afirmaban no ser sectarios ni denominacionales, pues se reunían simplemente en el nombre del Señor. Primero, mandamos dos o tres ancianos a visitar a estos grupos para tener una conversación detallada con ellos acerca de la unidad entre los santos. Luego invitamos a cada uno de los grupos a que enviaran algunos de sus líderes a reunirse con nosotros. Cuando nos reunimos con ellos, les dijimos: “Hermanos, quizás ustedes piensen que por ser nosotros tan numerosos en comparación con ustedes, vamos a manipular la situación. Tranquilícense. Les hablamos con un corazón sincero. Somos serios acerca del recobro del Señor y de la verdadera unidad del Cuerpo. Estamos dispuestos a renunciar a ser ancianos para que ustedes sean los ancianos. Estamos dispuestos a poner todas las propiedades de todas las salas de reunión en sus manos. Además, estamos dispuestos a tener una conferencia para pedir a todos los santos que sean uno con ustedes y se sometan a todos ustedes. Se lo prometemos y estamos dispuestos a escribirlo y firmarlo”. Los habíamos obligado a definirse. Dijeron: “Hermanos, apreciamos su sinceridad, pero queremos seguir siendo independientes”. Los líderes de cada grupo dijeron lo mismo. Con eso nos dimos cuenta de que no querían ser uno. ¿Por qué no estaban dispuestos a ser uno? Porque disfrutaban el hecho de tener sus propios imperios, sus propias naciones.

  Después de la primera guerra mundial, el señor Wilson, presidente de Estados Unidos, y los líderes de Gran Bretaña y de Francia formaron la Liga de las Naciones en un intento de unificar a todas las naciones del mundo. Esto acabó en un fracaso. Más adelante, después de la segunda guerra mundial, el señor Roosevelt y otros líderes formaron las Naciones Unidas. ¿Están verdaderamente unidas las naciones? Sólo están unidas en sus conflictos. En principio, pasó lo mismo en mi ciudad natal hace cincuenta años. Poco tiempo después de ser salvo, fui a ver a mi pastor y le pregunté por qué los cristianos estaban tan divididos. El me contestó: “Anímate. Tengo buenas noticias para ti. Todas las denominaciones de nuestra ciudad se van a unir”. Poco tiempo después, el mismo pastor me dijo que cuanto más intentaban unirse, más se dividían. En la conferencia que organizaron para intentar unificarse, combatían entre ellos. Si no me cree, congregue a todos los líderes de las denominaciones y verá lo que sucede. Cada uno de ellos declarará algo diferente. Tal vez todos hablen en el mismo idioma, pero todos declararán conceptos diferentes. Usted verá las divisiones que se formarán entre ellos.

  Ser disidente y hablar cosas diferentes es una maldición. Si usted es un disidente, será el primero en recibir maldición. Si habla cosas diferentes, traerá muerte a su espíritu. Indudablemente perjudicará la vida de iglesia, y además usted mismo sufrirá una gran pérdida. Ser disidente o hablar cosas diferentes jamás ha sido una bendición, sino todo lo contrario. Durante los últimos cuarenta y cinco años, he notado que todos los disidentes, sin excepción, han sufrido pérdida. Hermanos, no hace falta que seamos disidentes. ¿Acaso no tenemos un solo Dios? ¿No tenemos una sola Biblia? ¿No creemos en un solo Señor? Puesto que tenemos un solo Dios, una sola Biblia, y un solo Señor, olvidémonos de todos los conceptos disidentes, y hablemos lo mismo por el bien de los intereses del Señor. Esta fue la razón por la cual el apóstol Pablo nos amonestó a todos a que hablásemos una misma cosa, y a que no hubiese divisiones entre nosotros, sino que estuviésemos perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer (1 Co. 1:10), y a que tuviésemos un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes,a una voz, glorificásemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ro. 15:5-6).

  Durante el primer año de mi labor en el recobro del Señor en este país, me invitaron a Tyler, Texas. Sabía que los cristianos siempre tienen opiniones diferentes; por eso, tuve mucho cuidado. No grité ni dije en voz alta: “Amén, alabado sea el Señor”. Mientras algunos oraban, me senté allí y dije en voz baja: “Amén, Señor” pensando que nadie me oiría. Finalmente alguien dijo: “Hermano Lee, usted probablemente no conoce la costumbre de aquí. La gente no acostumbra oír ningún Amén”. Dejé de decir Amén audiblemente. Más tarde, algunos vinieron y me dijeron: “La gente en este país no está de acuerdo con decir Amén durante el servicio”. Hace años, en algunas iglesias wesleyanas, tenían una esquina para los que decían Amén y todos los que querían decir Amén tenían que sentarse allí. No deberíamos molestarnos por tales cosas. Deberíamos estar conformes cuando la gente diga Amén y cuando no lo diga, cuando lo diga en voz alta y cuando no lo enuncie audiblemente.

  Hay muchos debates acerca del bautismo. Algunos dicen que la aspersión es la manera correcta. Algunos aseveran que sólo la inmersión es bíblica. Algunos insisten en sumergir a la gente hacia delante, y algunos en hacerlo hacia atrás. Algunos insisten en sumergir una vez, y otros tres veces. Otros discuten en cuanto a la clase de agua que se debe usar, si debe ser caliente o fría, salada o fresca, en una piscina hecha por los hombres, o en un lago, en un río o en el mar. Existen muchas y diversas opiniones. Nada de eso nos debería dividir. Mientras todos adoremos a un solo Dios y creamos en el único Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien se encarnó para ser nuestro Salvador, quien murió en la cruz por nuestros pecados al derramar Su sangre por nuestra redención, quien resucitó al tercer día, y quien es ahora el Señor y está en los lugares celestiales y también es vida dentro de nosotros, todos deberíamos ser uno y no estar divididos en nada.

  Después de que el Señor nos condujo a orar-leer la Palabra de Dios y a invocar Su nombre, algunos cristianos empezaron a oponerse a nosotros en estos asuntos. Algunos nos criticaron y otros aun nos censuraron con mala intención por estas dos cosas. Si orar-leer o invocar el nombre del Señor cambia la vida de una persona, entonces soy partidario de esas cosas. Es diez mil veces mejor que ir al cine o asistir a encuentros deportivos. Y es mucho mejor que la música rock.

  En cuanto a la Trinidad, creemos, conforme a la Biblia, en un solo Dios, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Creemos exactamente en lo que la Biblia dice. Pero algunos definen la Trinidad según sus propios conceptos, y afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas distintas que tienenla naturaleza de un solo Dios. Entonces, ¿qué sucede con aquel único Dios? ¿No es El una persona? Así como el Padre es una persona, el Hijo también es una persona al igual que el Espíritu; por consiguiente, Dios también debe de ser una sola persona. En dado caso, debe de haber cuatro personas en el único Dios. Hablar de la Trinidad con esta clase de terminología causa problemas y confunde a los que la usan. No debemos dejarnos envolver en esos debates. Griffith Thomas, famoso por su exposición del libro de Romanos, dice en The Principles of Theology [Principios de teología]: “El término ‘Persona’ ... no debe ser usado excesivamente pues conduciría al triteísmo ... La verdad y la experiencia de la Trinidad no dependen de la terminología teológica”. La Trinidad es un misterio insondable. Nadie lo puede explicar completamente. Sólo podemos decir que según la Biblia, existe un solo Dios, el Dios único, que es Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu; y que Isaías 9:6 revela que el Hijo es el Padre, y 2 Corintios 3:17 nos dice que el Señor es el Espíritu. Creemos simplemente en todo lo que enseña la Biblia. No podemos añadir nada más. Los que defienden el concepto de tres personas distintas “que tienen la naturaleza de un solo Dios” pueden ser cristianos, pero están divididos en sus opiniones y en su terminología. Aun teniendo esta clase de conceptos, los reconoceremos como hermanos en Cristo, siempre que crean en el Dios único, el Dios Triuno: el Padre, el Hijo, y el Espíritu, y en el Señor Jesús quien es el Hijo de Dios encarnado para ser nuestro Salvador, quien murió en la cruz por nuestros pecados y derramó Su sangre por nuestra redención, quien resucitó al tercer día, y quien es ahora el Señor en los cielos y la vida en nosotros. Nosotros creemos en la Trinidad conforme a la Palabra pura de la Biblia. No deberíamos aferrarnos a conceptos o terminología que causen división. Nuestro único interés es la unidad del Cuerpo en el recobro del Señor. La disensión trae maldición, pero la unidad trae bendición: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal. 133:1, 3).

i. Tiene su consumación en Babilonia, representada por Babel

  Babel se levantó de entre las naciones. Esto significa que Babilonia provenía de las denominaciones. Todas las sectas y las denominaciones tendrán su consumación en la gran Babilonia. Babilonia, palabra de origen griego, es el equivalente de la palabra hebrea Babel. Si usted lee el Nuevo Testamento, verá que Babilonia sale de las sectas del cristianismo, es decir, de todas las denominaciones. Antiguamente el producto de todas las naciones fue Babel, y todas las denominaciones que hay en el cristianismo llegarán a su consumación final en la gran Babilonia. Una vez más, vemos que Génesis es un libro de semillas, pues aquí en Génesis 10 tenemos la semilla de Babilonia, y en Apocalipsis 17 y 18 tenemos la cosecha de la gran Babilonia.

1) De la línea de la maldición

  Babel salió de las naciones que se encontraban en la línea de la maldición (10:6, 8). La línea maldita acompañaba a Cam. Cus, el constructor de Babel, era hijo de Cam, y Nimrod, el hijo de Cus, fue el primero en reinar sobre Babel.

  Esto tipificaba al cristianismo. El cristianismo es tipificado en detalle por las naciones. Entre las naciones, Babel provenía de la línea de maldición. ¿Cuál fue la causa de la maldición? ¡La rebelión! Cam fue maldecido por haberse rebelado contra el gobierno de Dios. Los descendientes de Cam, a quien Dios había maldecido por haberse rebelado contra el gobierno divino, fueron usados por Satanás para establecer Babel, el sistema satánico. Sucede lo mismo hoy en día. Babilonia había sido construida por cristianos que no se preocupaban por el gobierno de Dios, sino sólo por su propio reino.

  En cada denominación, incluyendo la Iglesia Católica Romana, hay cristianos auténticos y salvos. Son el pueblo de Dios y le pertenecen al Señor. Pero la organización de las denominaciones en las cuales se encuentran no pertenece a Dios. Las organizaciones denominacionales fueron usadas por Satanás para establecer su sistema satánico a fin de destruir la economía de Dios en cuanto a la vida adecuada de iglesia. Todos los verdaderos creyentes, dondequiera que estén, en las denominaciones o aun en la Iglesia Católica Romana, son salvos, pero el sistema, la organización maligna, se encuentra bajo el juicio de Dios.

2) Nimrod fue el primer rey de Babel e inició la idolatría

  Nimrod fue el primer rey de Babel, y la historia enseña que él introdujo muchos elementos de idolatría (10:10). Esa idolatría creó un emblema totalmente demoníaco: la Madona con su hijo. El libro Las dos babilonias enseña que la Madona era la madre de Nimrod y también su esposa. Este emblema, inventado por el culto babilónico, se extendió por toda la tierra: a Egipto, India, Grecia, la Roma pagana, el Tíbet, China y Japón. También invadió el catolicismo romano. Cuando la Iglesia Católica Romana mandó misioneros a China hace varios siglos, ellos encontraron el mismo emblema en los templos idólatras budistas y mandaron un informe al Vaticano al respecto. Esto se documenta en Las dos babilonias. Cuando yo era apenas un niño, antes de ser salvo, fui a una catedral católica en China y vi ese emblema. Por esa misma época, visité un templo budista chino y allí vi el mismo cuadro. Después de ser salvo, en mis predicaciones comenté que en ciertos aspectos el catolicismo y el budismo provienen de la misma fuente. Podemos encontrar el mismo emblema de una madre con un hijo en sus brazos en las catedrales católicas así como en los templos idólatras budistas. Esto pone de manifiesto el origen de algunas cosas del catolicismo actual.

  Así como las naciones condujeron a Babel, las denominaciones conducirán finalmente a la gran Babilonia. No son palabras que escuchamos con agrado. Pero no dejen que los perturben. Cuando las naciones se convirtieron en Babel, Dios intervino y llamó a Abraham. El hizo algo mejor que lo que había hecho antes. La historia de Abraham es mucho mejor que la de Noé. ¿Quiénes son los Abraham de hoy? ¡Los que conforman la iglesia! En cierto sentido, somos los Noés de hoy; en otro sentido, somos los Abraham de hoy. En cuanto a esta generación maligna, somos los Noés de hoy y en cuanto al cristianismo denominacional, somos los Abraham de la actualidad que fueron llamados a salir de Babel. Veremos más acerca de la vida de Abraham en los mensajes siguientes.

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