Mensaje 36
En este mensaje llegamos al capítulo once de Génesis. Según el relato divino del libro de Génesis, la humanidad pasó por cuatro caídas. La primera caída fue la de Adán en el capítulo tres, la segunda fue la de Caín en el capítulo cuatro, y la tercera fue la de una generación torcida y perversa antes del diluvio mencionado en el capítulo seis. Ahora, en el capítulo once, vemos la cuarta caída del hombre (Gn. 11:1-9). Estas cuatro caídas fueron consecutivas. En esta cuarta caída, queda manifiesta la astucia del enemigo. Esta caída se produjo después del diluvio. Ocurrió en la nueva tierra después de la restauración de la vida humana bajo la autoridad de Noé. Como ya hemos comentado, esa vida tipificaba la vida en resurrección. La cuarta caída del hombre tenía este trasfondo.
Detrás de cada una de las cuatro caídas había un origen único y común: Satanás, el enemigo de Dios. Usted preguntará: “¿Acaso no es Dios el Todopoderoso? ¿Entonces por qué no destruyó a ese enemigo? Le habría sido muy fácil hacerlo”. Sin embargo, aun el enemigo de Dios resulta, por lo menos en una pequeña medida, útil para la economía de Dios. Aunque la economía de Dios tiene muchas cosas positivas, necesita algunas cosas negativas que le sirvan de contraste. Satanás es una de las cosas negativas.
Muchos filósofos han escrito libros acerca de la condición del hombre sobre la tierra. Sus escritos están llenos de insensateces; ninguno de ellos dio en el blanco. Pero cuando llegamos a la Biblia, encontramos que está llena de hechos y de revelación divina. No se desperdicia ninguna palabra. Por ejemplo, los primeros dos capítulos de Génesis revelan el propósito de Dios y la relación entre Dios y el hombre. En los siguientes ocho capítulos y medio, de Génesis 3 a la mitad de Génesis 11, encontramos el relato de las cuatro caídas del hombre. En la cuarta caída el hombre cayó a lo más bajo. Ninguna caída puede ser peor. Esto significa que en la cuarta caída del hombre, Satanás, el enemigo de Dios, produjo los peores estragos. El no puede hacer nada más. El hizo todo lo posible dentro de sus límites, usando todos los medios disponibles para provocar la cuarta caída del hombre.
Satanás instigó una rebelión en el corazón del hombre contra Dios. Por consiguiente, la cuarta caída fue una completa rebelión. La primera rebelión, a pesar de contener un pequeño elemento de rebelión, no fue una rebelión en sí, sino mayormente una caída. Pero la última caída del hombre fue verdaderamente una rebelión instigada por Satanás. La cuarta caída, igual que las tres anteriores, tenía los dos factores de Satanás y el hombre. En esta caída Satanás fue la verdadera causa, porque instigó una rebelión dentro del hombre en contra de Dios. En cierto sentido, creó una rebelión en el corazón del hombre. En todas las caídas del hombre, éste cayó por lo menos de tres niveles. Ahora debemos examinar cada uno de ellos.
El primer nivel consistió en que el hombre cayó de la presencia de Dios a su propia conciencia. Esto significa que el hombre descendió del gobierno divino a su propio gobierno. Génesis 2 revela que después de que Dios creó al hombre, lo puso delante de Sí. El hombre estaba en la presencia de Dios, y no había ninguna barrera entre Dios y él; no había ninguna separación ni obstáculo. El hombre estaba en la presencia directa de Dios. En un sentido positivo, el hombre era directamente gobernado por la presencia de Dios.
Como vimos en el mensaje diez, cuando Dios creó al hombre, lo hizo de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu estaba directamente relacionado con la presencia de Dios, el alma estaba bajo la dirección del espíritu humano, y el cuerpo bajo el control del alma. Originalmente el espíritu humano estaba bajo el control de la presencia de Dios, su alma bajo el control de su espíritu, y su cuerpo bajo el dominio de su alma. Tal era la condición del hombre al principio. En el principio, la presencia de Dios era la esencia que controlaba. Podemos llamar así al gobierno divino. Antes de la caída, el hombre creado que aún no había caído se encontraba directamente bajo el gobierno divino. En aquel tiempo, el hombre ni siquiera era controlado por algo que proviniera de Dios. Estaba controlado directamente por la presencia de Dios. ¡Cuán maravilloso era eso! Me gusta ser controlado por la presencia de alguien. Si los hermanos me dicen unas palabras dirigiéndome a hacer ciertas cosas, me sentiría bastante mal. No me gustaría ser controlado por sus palabras; preferiría ser guiado por su presencia. Por ejemplo, en la vida matrimonial, las esposas a menudo son controladas por la presencia de sus maridos. Esto es muy placentero. Lo observé con frecuencia cuando me invitaban a cenar con una familia. El marido no tenía que decir nada a su esposa. Al mirar ella los ojos de su marido, sabía exactamente lo que debía hacer. Con una sola mirada al rostro de su marido, ella sabía que era tiempo de servir el té. Es bueno ser gobernado y dirigido por la presencia de los seres queridos.
Al principio el hombre estaba bajo el control de la presencia de Dios, del cual cayó a su propia conciencia. Este asunto de la conciencia ha sido un problema para la mayoría de los estudiantes de la Biblia, porque nadie ha podido determinar si Dios le dio una conciencia al hombre cuando lo creó. No hay ningún relato al respecto. Como resultado, muchos estudiantes de la Biblia han llegado a la conclusión de que el hombre no tenía conciencia antes de su primera caída. Pero debemos creer que desde el principio había en el hombre un elemento creado por Dios, que más tarde vino a ser la conciencia del hombre. El elemento de la conciencia estaba dentro del hombre desde la creación, pero la función de la conciencia sólo se desarrolló después de la caída, cuando Adán y Eva participaron del árbol del conocimiento del bien y el mal y sus ojos fueron abiertos. Inmediatamente, cuando se abrieron sus ojos, su conciencia empezó a funcionar. Dios es soberano y previsivo. Cuando creó al hombre, lo acondicionó para que tuviera conciencia. El elemento de la conciencia estaba presente en el hombre, pero su función no se ejerció hasta que el hombre fue seducido por Satanás y cayó. Cuando sucedió esta caída, la conciencia empezó a funcionar.
Considere el ejemplo de una alarma contra robo. Un sistema de alarma se instala en un edificio, pero sólo funciona en caso de que traten de robar. Si no hay ningún intento de robo, la alarma no ejerce su función. Pero cuando se produce un robo, la alarma se activa inmediatamente. Este es un ejemplo del elemento de conciencia que hay en el hombre, elemento que fue puesto en él cuando fue creado. Fue instalado en el edificio humano cuando Dios lo creó. Pero la conciencia, ya presente en el hombre, tenía que esperar el momento propicio para funcionar. Ese momento se dio cuando el hombre cayó por primera vez. Cuando se produjo esa caída, la conciencia empezó a funcionar inmediatamente, y Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos (3:7). Se sintieron avergonzados. Ese fue el comienzo de la función de la conciencia humana.
Es bueno que los seres humanos pueden sentirse avergonzados. Si yo robara algún objeto y me jactara de ello, sería una cosa terrible. Si robara algo, debería sentirme avergonzado. Pero mucha gente hoy en día no siente ninguna vergüenza; no se siente avergonzada por sus maldades. Sin embargo, la vergüenza protege a los hombres caídos; forma parte de la función de nuestra conciencia. Si tenemos una conciencia genuina, buena y limpia, siempre nos avergonzaremos cuando nuestras acciones sean sucias o inmorales. Ella es una excelente protección.
La función de la conciencia ha preservado el linaje humano en toda la historia. El mero hecho de confiar en las leyes, los tribunales y la policía no es suficiente. Se necesita una obra detallada, interior y profunda: la función de la conciencia. La función de la conciencia no sólo nos condena, sino que también nos permite sentir vergüenza. ¡Cuánto se ha deteriorado la condición humana en los últimos cincuenta años! Ahora la inmoralidad es pública. Incluso algunas personas se jactan de su inmoralidad sin sentir ninguna vergüenza. Parece que no tuvieran conciencia. Son semejantes a los animales. ¿Qué diferencia hay entre el hombre y los animales? El hombre tiene una conciencia que le da un sentido de vergüenza. Los animales no tienen esa conciencia. Esto forma parte de la soberanía de Dios en Su administración sobre el hombre. En la primera caída, el hombre cayó de la presencia de Dios a su propia conciencia. Caer de la presencia de Dios fue realmente lamentable. Pero aun habiendo bajado a la conciencia, ésta seguía siendo una salvaguarda.
El hombre no permaneció mucho tiempo bajo el gobierno de su conciencia. Caín fue el primero en violar la ley de la conciencia. Génesis 4 revela que Caín no sintió vergüenza al mentir y dar muerte a su hermano Abel. Al mentirle a Dios acerca de la muerte de Abel, él demostró que había violado su conciencia. El fue arrogante y no sintió ninguna vergüenza por su pecado. Desde que el hombre violó su conciencia hasta el diluvio, la tierra estaba llena de violencia (6:11). Según vimos en el mensaje anterior, no había ningún gobierno humano antes del diluvio. Dios estableció la autoridad delegada después del diluvio, no antes. El hombre empezó a ejercer la autoridad de Dios al gobernar a los demás. Este fue el inicio del gobierno humano. Así que, en la segunda caída el hombre descendió del autogobierno al gobierno de otro hombre.
En los primeros nueve capítulos de Génesis, vemos tres clases de gobierno: el gobierno divino, el gobierno de la conciencia o el gobierno de uno mismo, y el gobierno humano. Todos los estudiantes bíblicos concuerdan en que estos gobiernos constituyen tres dispensaciones, es decir, tres maneras en que Dios se relacionó con el género humano. La primera dispensación fue la del gobierno de Dios, y la segunda fue la del gobierno de la propia conciencia del hombre. Cuando el hombre cayó del dominio de su conciencia, quedó bajo la tercera dispensación, la del gobierno humano.
Quisiera dirigirme a los jóvenes. Le damos gracias a Dios porque somos Sus criaturas. Nosotros los seres humanos estamos bajo Su autoridad, y El es el verdadero gobierno sobre nosotros. También tenemos una conciencia que El nos proporcionó. Eso está bien. Además, tenemos muchas autoridades delegadas: los padres en la casa, el director y los maestros en la escuela, y el gobierno. Todos ellos son autoridades delegadas por Dios. El linaje humano ha sido preservada por estas tres clases de gobierno. Aunque la humanidad no ha sido salva, sí ha sido preservada por estas tres clases de gobierno. Como seres humanos, todos deberíamos temer a Dios, prestar atención a nuestra conciencia y respetar la autoridad que Dios delegó. Debemos respetar a nuestros padres, a los administradores de la escuela y del gobierno. Dios usa todas las autoridades delegadas para preservar la especie humana a fin de poder cumplir Su propósito. No se rebele jamás en contra de Dios, ni en contra de la conciencia humana ni en contra del gobierno humano.
La obra salvadora de Dios se mueve en una dirección opuesta a la de la caída del hombre. Primero, el hombre cayó de la presencia de Dios a la conciencia del hombre; segundo, pasó de la conciencia al gobierno humano; y finalmente del gobierno humano a la rebelión instigada por Satanás. En la obra salvadora de Dios, primero somos salvos de la rebelión y conducidos al gobierno humano, luego del gobierno humano a la conciencia, y finalmente somos salvos de la conciencia a la presencia de Dios en nuestro espíritu.
La caída del gobierno de uno mismo al gobierno del hombre por el hombre no fue la caída final. El hombre cayó aún más, pues descendió del gobierno humano a la instigación de Satanás. El gobierno humano fue autorizado por Dios. Pero Satanás usó la autoridad que Dios había dado al hombre para formar naciones e instigar una rebelión en contra de Dios usándolas. Por consiguiente, el hombre cayó en una rebelión abierta en contra de Dios. ¿Qué es la rebelión? La rebelión es la negación del derecho y la autoridad. En la rebelión de Babel, el hombre declaró que rechazaba el derecho de Dios y que se independizaba totalmente de la autoridad de Dios. Vemos eso en el mundo actual. Algunas personas dicen: “¿Quién es Dios? ¿Qué es Dios?” Se deshacen del sentir de su conciencia y rechazan el derecho y la autoridad de Dios sobre ellas. Es exactamente lo que sucedió en Babel. En esa rebelión, los hombres rechazaron el derecho y la autoridad de Dios sobre ellos. Aunque hoy existe esta misma tendencia, parte de la humanidad todavía no es partidaria de eso. Esta es la razón por la cual Dios permite que el hombre permanezca sobre la tierra. Si el linaje humano de repente se hiciese semejante al hombre de Babel, Dios tendría que decir: “Es tiempo de intervenir”. Ya hemos visto que en la caída en Babel, Dios intervino y juzgó personalmente esa rebelión.
La cuarta caída, la de Babel, fue más que una caída; fue una rebelión. Esa rebelión fue una instigación satánica. La cuarta caída no fue un asunto de inmoralidad, homicidio o violencia. Si usted lee el relato de la cuarta caída del hombre en Génesis 11, encontrará que no menciona nada de inmoralidad ni de violencia allí. Cuando leí esta porción de la Biblia en mi juventud, no pensaba que estaban tan equivocados. Me pregunté: “¿Qué había de malo en construir una ciudad y una torre alta? Eso me parece maravilloso. ¿Por qué tenía Dios que bajar para traer juicio? No había robo ni derramamiento de sangre ni inmoralidad”. En aquel tiempo no veía lo que había detrás de esa rebelión. Detrás de esa rebelión estaba la instigación satánica. Por consiguiente, la cuarta caída del hombre debe ser llamada rebelión. En esa caída, la cuestión no era la moralidad ni la inmoralidad. Se trataba de determinar quién tenía el derecho y la autoridad en el universo. ¿Pertenecen el derecho y la autoridad a Dios o al hombre? Pertenecen a Dios. El es el Creador, el dueño de todo. Todo derecho y autoridad debe ser Suyo. En Babel las criaturas de Dios se rebelaron en contra de El, dando a entender que no se interesaban en El. Afirmaron ser los dueños, que esa autoridad les pertenecía, y que harían todo lo que quisieran. Por consiguiente, eso no fue solamente una caída, sino una rebelión instigada por el rebelde Satanás.
Primero el hombre estaba bajo la autoridad de Dios; luego su propia conciencia lo controlaba; y más adelante, estaba bajo el gobierno humano. ¿Dónde estaba el hombre en la época de Babel? Era controlado por la instigación de Satanás. En aquel entonces, el hombre estaba bajo el dominio total de Satanás. El hombre colaboró con Satanás. Esto nos conduce al segundo factor de la causa de la cuarta caída.
El segundo factor de la causa de la cuarta caída fue la rebelión del género humano. Toda la humanidad se rebeló colectivamente contra el derecho y la autoridad de Dios. Como ya vimos, lo que estaba en juego era ¿quién tendría el derecho en este universo, quién tendría la autoridad sobre la tierra? Toda la humanidad fue alborotada, por haber sido incitada a rebelarse y declarar que no se preocupaba por el derecho de Dios ni por Su autoridad.
En la primera caída, el hombre no usó su espíritu. Si usted lee Génesis 3, verá que probablemente Adán y Eva se habían olvidado de su espíritu. No lo usaron.
En la segunda caída, el hombre actuó con su alma. Si lee la historia de Caín en Génesis 4, verá que él era un hombre a quien su alma regía ciento por ciento. El estaba totalmente fuera de su espíritu.
En la tercera caída, el hombre anduvo conforme a la carne. ¿Puede usted ver estas tres etapas? Primero, el hombre descuidó el espíritu; segundo, actuó con el alma; y tercero, vivió y anduvo totalmente conforme a la carne. Por tanto, ya en Génesis 6, el hombre se había hecho carne (6:3). Dios ya no podía tolerar esta carne caída y, por ende, mandó el diluvio como juicio sobre ella.
En la cuarta caída, el hombre se levantó colectivamente para rebelarse contra Dios. Todo su ser fue alborotado por Satanás a fin de rebelarse en contra de Dios. Si usted considera su experiencia, encontrará estos cuatro puntos dentro de usted. A veces no usamos nuestro espíritu y a veces nos dejamos conducir por el alma. En otras ocasiones, somos mucho peor, pues nos conducimos en la carne. Otras veces, la situación empeora más aún, pues dentro de nosotros podemos decir: “No me intereso en Dios”. Creo que todos hemos dicho eso. Si no lo hemos dicho a menudo, por lo menos lo hemos dicho algunas veces. No creo que haya excepción. Aun cuando no hayamos dicho estas palabras en voz alta, dentro de nosotros hemos dicho: “Dios no me interesa. El es demasiado exigente. Soy una persona libre. No quiero que Dios me moleste”. Aun después de entrar en la vida de la iglesia, todavía permanece en uno esta clase de instigación satánica. Esta es la obra de Satanás; con ésta intenta construir de nuevo a Babel dentro de usted. Cuando usted dice que no le interesa Dios, eso significa que procura establecer una ciudad y una torre. Eso se llama rebelión y proviene de la instigación de Satanás.
En la cuarta caída, el hombre cayó en lo más vil. El no podía descender más. Había tocado el fondo. Esta última caída finalmente forzó a Dios a abandonar el linaje adámico. Dios decidió abandonar el linaje creado. Ya no se podía esperar nada del hombre. Llegó hasta tal punto que Dios no pudo hacer nada con él. A pesar de haber abandonado el linaje creado, Dios no abandonó Su propósito para con el hombre. Por una parte, abandonó el linaje adámico, pero por otra, llamó a un hombre a salir del linaje caído para iniciar algo nuevo. El nombre de esta persona fue Abraham. La Biblia relata que Abraham llegó a ser la cabeza de un nuevo linaje. Adán fue la cabeza del linaje creado, y Abraham fue la cabeza del linaje llamado. En los siguientes mensajes, tendremos mucho que decir acerca del llamamiento de Abraham.
El Señor ha de cumplir Su propósito. A pesar de la instigación de Satanás y de la rebelión del hombre, Dios sigue siendo Dios. El es soberano. Dios parecía decir: “Muy bien, haré a un lado el linaje adámico”. Sin embargo, bajo Su soberanía, El eligió a una persona como cabeza de un nuevo linaje. Esta elección fue hecha antes de la fundación del mundo. Dios la planeó de esta manera y la efectuó conforme a un itinerario. Dios tiene un itinerario. En Su plan, El abandonó el linaje adámico y llamó a Abraham para que fuese la cabeza de un nuevo linaje.
Consideremos ahora el proceso o procedimiento de esta rebelión. En esta rebelión hubo una conspiración (11:3). Bajo la instigación de Satanás, los hombres se unieron para conspirar y rebelarse contra Dios. La rebelión contra Dios es instigada por Satanás y siempre empieza con una conspiración. En el transcurso de las generaciones, a menudo esta conspiración contra Dios se ha producido en la humanidad. La primera fue en Babel. Este fue el comienzo de la rebelión de los hombres contra Dios. Bajo la instigación de Satanás, el hombre decidió colectivamente abandonar a Dios y rebelarse en contra de El.
¿Qué hicieron los hombres al conspirar y rebelarse contra Dios? Hicieron ladrillos y los cocieron a fuego (v. 3). Aparentemente, es una historia sencilla, y hasta los niños la conocen. No obstante, su significado es profundo.
Según la revelación bíblica en su totalidad, el edificio de Dios jamás fue hecho con ladrillos. El edificio de Dios está hecho de piedras. Finalmente, la Nueva Jerusalén estará construida con piedras preciosas (Ap. 21:18-20). Las piedras difieren de los ladrillos. Las piedras son hechas por Dios, y los ladrillos por los hombres. Las piedras preciosas no sólo son hechas por Dios, sino también transformadas por El. Los ladrillos son hechos por los hombres usando barro. En Babel, el hombre quemaba el barro, el lodo, y lo convertía en ladrillos para construir una ciudad y una torre. Faraón también construyó sus ciudades de almacenaje con ladrillos (Éx. 1:11, 14a). Ahora debemos usar una alegoría para explicar este pasaje de la Palabra santa a fin de ver lo que significa esta historia.
Según el relato bíblico, la tierra fue creada para el desarrollo de la vida (1:11). El crecimiento de la vida requiere ciertos elementos. La tierra tiene todos los elementos necesarios para producir vida. Incluso crecemos físicamente con los elementos contenidos en la tierra. La carne, las verduras y los cereales que comemos provienen de la tierra. Todos los elementos que nutren y hacen crecer en estos productos provienen de la tierra. Por tanto, la tierra contiene los elementos necesarios para el desarrollo de la vida. ¿Qué significa hacer ladrillos? Consiste en matar y quemar todo elemento terrenal que produzca vida, por causa de la edificación del hombre. Si usted entiende eso, verá que hoy en día, toda sociedad y toda cultura humana quema la tierra para hacer ladrillos. Por ejemplo, las escuelas matan el elemento que produce vida, y lo queman a fin de hacer ladrillos.
En tipología, la tierra representa la humanidad. La rebelión instigada por Satanás mata con fuego el elemento que dentro del hombre produce vida y lo desvía induciéndole a construir algo en contra de Dios. Eso fue lo que sucedió en Babel y, según el mismo principio, lo que ha sucedido en toda la historia humana.
Hacer ladrillos requiere labor humana, mucha labor. El hombre, por haber rechazado a Dios, tiene que laborar para construir algo. Toda la historia humana es un relato de lo que el hombre construye con su labor y con la tierra (la humanidad) usada incorrectamente. Babel fue construida usando incorrectamente la tierra además de la labor humana.
Construir con la labor humana usando la tierra incorrectamente equivale simplemente a edificar una vida fabricada por el hombre, una vida desprovista de Dios. La ciudad construida en Babel no podía producir nada. Estaba desprovista de Dios y de vida. Observe la cultura humana, la sociedad y la condición del mundo. ¿Qué está haciendo la gente? Está quemando la tierra y haciendo ladrillos para construir una ciudad sin Dios y sin vida. Esta es la sociedad actual. Cada sociedad es una Babel. La sociedad actual está construida con ladrillos hechos por hombres que queman el elemento productor de vida de la tierra creada por Dios. En la sociedad actual, cada organización quema la tierra para hacer ladrillos y edificar a Babel sin Dios y sin vida.
¿Ha visto usted una sociedad que no haga eso? Si la ha visto, ésa debe ser la iglesia. La iglesia no quema la tierra; la iglesia labra la tierra y siembra semilla en ella. La iglesia no edifica una ciudad sin vida y sin Dios, sino una ciudad llena de Dios y de vida. En la iglesia, el edificio está hecho de piedras preciosas, y no de ladrillos, que proceden de la quema de la tierra. La gente quema la tierra y hace ladrillos no sólo en la sociedad secular, sino también, hasta cierto grado, en la supuesta sociedad cristiana, en el cristianismo. Ellos queman por completo el elemento que produce vida para edificar una ciudad sin Dios y sin vida. Espero que en la iglesia, todos vean la diferencia entre la iglesia y una sociedad. La iglesia es única en el sentido de que no quema la tierra. La iglesia labra la tierra, siembra semilla en ella, y la riega. Esta semilla de vida, la cual es Cristo, crecerá y producirá materiales para la edificación de la santa ciudad de Dios. Es lo que hace la iglesia. No obstante, todas las sociedades, incluyendo a los que se llaman grupos cristianos, queman el elemento que produce vida, para edificar una ciudad sin Dios y sin vida. Pero aquí en la vida de iglesia no quemamos la tierra, sino que la regamos. Llevamos a cabo la obra de sembrar y cultivar. Estamos labrando, sembrando, regando y cultivando; no quemamos ni matamos. Tenemos efectivamente un edificio, el edificio de Dios, pero no está construido con ladrillos hechos por el hombre ni con labor humana, sino con piedras creadas y transformadas por Dios, y con la obra divina.
Cuando yo era joven, no entendía por qué la gente de Babel construía una torre y una ciudad. ¿Cuál era el propósito de la torre? Si usted lee este pasaje de la Palabra santa, se dará cuenta de que la torre era una declaración a todo el universo, y especialmente a Dios, de que el hombre se había independizado de Dios y de todos los demás.
Vemos el mismo principio de una ciudad con una torre hoy en día en la sociedad humana. Una torre representa la publicidad. Incluso en la obra cristiana se puede construir una torre para hacerse publicidad. El doctor fulano de tal quizás haga propaganda como predicador mundialmente conocido. Esta propaganda es una torre. En tal caso, Jesucristo no tendrá un nombre tan grande como el del doctor fulano de tal, el predicador mundialmente conocido. La gente va a oír a éste, y no a Cristo. Grandes carteles y enormes propagandas son evidencias de la construcción de una torre.
Babel es el origen de Babilonia, pues Babilonia es el equivalente griego de la palabra hebrea Babel. Con el tiempo, no sólo tenemos a Babel en Génesis 11, sino también a Babilonia en Apocalipsis 17. La Babilonia mencionada en Apocalipsis 17 es el cristianismo actual. Hoy en día, muchos líderes cristianos saben que en Apocalipsis 17 Babilonia es la cristiandad. No obstante, siguen construyendo su propia Babilonia. No sólo permanecen en Babilonia, sino que la están construyendo. Quieren edificar sus torres lo más alto posible.
Un día, mientras consideraba esta situación, el Señor me mostró que la ciudad de Babel es semejante a una tumba y la torre a una lápida sepulcral. Si una tumba no tiene una lápida, está incompleta. Cuando la gente erige una señal para hacer propaganda, debería darse cuenta de que es en realidad una lápida sepulcral, o sea, una señal de muerte.
También construyeron la torre para hacerse un nombre. En su intento de hacerse un nombre, negaron al nombre de Dios, es decir, negaron a Dios mismo. Lo que más ofendió a Dios fue el propósito con el cual construyeron la torre de Babel: hacer un nombre para el hombre. En realidad, hacer un nombre para el hombre significa negar el nombre de Dios. Si leen detenidamente el capítulo siguiente, Génesis 12, descubrirán que cuando Abraham entró en la buena tierra, no edificó una torre para hacerse un nombre; él construyó un altar para invocar el nombre del Señor (12:7-8). Aquí en Babel, el hombre rebelde construyó una ciudad con una torre a fin de obtener un nombre para sí, pero Abraham, en la buena tierra, erigió una tienda para morar en ella y construyó un altar a fin de invocar el nombre del Señor. Ciertamente la torre hecha por los hombres en Babel constituyó una ofensa para Dios. Establecer una torre para hacernos un nombre equivale a negar el nombre de Dios. Es mejor esconder nuestro nombre. Si usted intenta hacerse un nombre, es mejor tener un mal nombre, es decir, tener mala fama.
Como resultado de la cuarta caída del hombre, la humanidad fue esparcida en el vivir; no pudieron vivir juntos en un solo lugar (vs. 8-9). La Biblia relata que en el primer siglo, la iglesia no fue esparcida. La iglesia se extendía. Del mismo modo, en todas nuestras migraciones, nos extendimos. La dispersión significa división. Pero nosotros no estamos divididos. Somos uno y nos extendemos. Esperamos que más iglesias sean establecidas en los años venideros. Pero eso no será una dispersión, sino una maravillosa extensión. La iglesia no va a dispersarse; va a extenderse.
Segundo, como resultado de la cuarta caída, la humanidad fue confundida en su lenguaje; y no pudo hablar el mismo idioma (vs. 7, 9). En Babel la lengua fue confundida. Como dije en el mensaje treinta y cuatro, el lenguaje es la afirmación, la expresión, de nuestros conceptos. En la iglesia no deberían existir varias clases de enunciaciones, porque en la iglesia deberíamos tener un solo sentir. En Romanos 15:5-6, 1 Corintios 1:10 y Filipenses 2:2, el apóstol Pablo exhortó a los creyentes a tener un solo sentir. Nosotros tenemos una sola mente. Algunas personas nos critican severamente, diciendo que todas las iglesias locales son idénticas, hablan lo mismo y tienen el mismo concepto. Aunque ellos afirman que eso es terrible, yo pienso que es maravilloso. Es lo contrario de Babel.
La maldición siempre conduce a la confusión. Si en la iglesia en Anaheim, tenemos diferentes ideas y opiniones, eso es señal de que la maldición ha caído sobre nosotros. En todos los años que he estado en la obra, nunca he pronunciado una sola palabra de disensión. Esto no significa que en cada aspecto yo era idéntico a los demás colaboradores, pero sí me di cuenta de que no debería ser una persona bajo la maldición. Todo disidente estará bajo maldición. ¡Tengan cuidado! No sean disidentes. Si son disidentes, serán los primeros en estar bajo la maldición. La bendición de vida eterna que Dios envía, reposa sobre la unidad (Sal. 133:3). Le doy gracias al Señor porque en el transcurso de los años no he recibido maldición, sino bendición, porque nunca fui disidente con los colaboradores. En la vida de iglesia debemos mantenernos alerta y no decir cosas distintas. No intente exhibir su inteligencia o su perspicacia. No intente mostrar que es mejor ni más grande que los demás. La persona más perspicaz es aquella que recibe la bendición, y recibir la bendición depende del hecho de hablar la misma cosa. Romanos 15:5-6 habla de que debemos tener una sola mente y hablar al unísono. La iglesia debería tener una sola boca porque es un solo cuerpo. Mírese usted mismo. ¿Cuántas mentes y cuántas bocas tiene? Por supuesto, usted tiene una sola mente y una sola boca. Si tuviera dos mentes, tendría muchas dificultades. La razón por la cual el cristianismo actual tiene tantos problemas es que hay miles de mentes. El cristianismo actual casi no tiene manos ni pies; sólo tiene mentes y bocas. Cada miembro forma una boca. Cuando me encontraba en esa situación, no podía escuchar nada más que: “No estoy de acuerdo con eso”, o “No creo en esto”, o “No me parece”. Las esposas ni siquiera estaban de acuerdo con sus maridos, ni los hijos con los padres. Esta es la situación predominante en el llamado cristianismo. Esta es la razón por la cual el cristianismo está lleno de maldición.
¿Qué tenemos en la vida de iglesia? Tenemos la bendición porque tenemos una sola mente y una sola boca. Si usted visita la iglesia en Hong Kong hoy y la iglesia en Tokio mañana, quedará sorprendido al oírles hablar la misma cosa. Hace poco estuve un mes en Taipéi y luego pasé unos días en Corea y en Japón. Los creyentes de Corea y los de Japón hablaban lo mismo que los de Taipéi. A pesar de no entender el coreano ni el japonés, podía comprender sus labios. Sus labios no estaban confundidos. Esto no es Babel sino Pentecostés. En el día de Pentecostés, los diferentes pueblos que hablaban idiomas distintos se entendieron entre sí (Hch. 2:7-11). La vida de iglesia actual es el verdadero Pentecostés. No estamos dispersos; tenemos unidad. No tenemos confusión; tenemos un solo hablar. Somos verdaderamente pentecostales.