Mensaje 42
En este mensaje llegamos a la experiencia de Abraham al ser puesto a prueba. Ya vimos la manera en que Abraham fue llamado por Dios y cómo, por la aparición de Dios, recibió la fuerza de responder a ese llamado. También vimos que por la aparición de Dios Abraham fue conducido al lugar exacto donde Dios quería que estuviese. Primero fue llevado a Siquem (Gn. 12:6) y luego al lugar que se encuentra entre Bet-el y Hai, entre la casa de Dios y el montón de escombros (Gn. 12:8). Ese lugar ubicado entre la casa de Dios y el montón de escombros era la cumbre, y Abraham debió permanecer allí.
No obstante, de repente y después de este importante logro en la experiencia que Abraham tenía de Dios, continuó su viaje, y se dirigió al sur (Gn. 12:9). Pasé mucho tiempo en el estudio de ese capítulo tratando de descubrir la razón por la cual Abraham continuó su viaje. ¿Por qué siguió viajando y no permaneció allí entre la casa de Dios y el montón de escombros? Abraham había llegado a la cumbre, al lugar donde Dios deseaba que estuviese. Por la misericordia de Dios, él debió haber permanecido allí. Sin embargo, Abraham viajó al sur. Esto significa que descendió. Después de un logro tan elevado en experimentar a Dios, cualquier viaje habría sido un descenso. La continuación del viaje de Abraham fue la causa del fracaso.
Vimos que en el principio Abraham se detuvo vacilando en el lodo y en el agua. Finalmente, él tuvo la victoria, por llegar a Siquem y después al lugar cerca de Bet-el. Esto era maravilloso. En ambos lugares él construyó un altar y en el lugar entre Bet-el y Hai también invocó el nombre del Señor y levantó su tienda como declaración al mundo entero de que él era un testimonio en contra de la situación de Babel. ¿No cree usted que al hacer eso Abraham había llegado a la cumbre de experimentar a Dios?
Quizás usted piense que si fuese Abraham, ciertamente se habría quedado allí. Pero no debemos pensar así, pues somos los Abraham de hoy. El antiguo Abraham se parecía exactamente a nosotros. Como ya lo hicimos notar, la experiencia de Abraham fue una semilla de nuestra experiencia personal. El relato de Abraham en Génesis constituye su biografía, pero también es nuestra autobiografía. Tal vez usted diga: “¡No! es la autobiografía de Abraham y una biografía mía”. En realidad, este relato es la autobiografía de usted y no su biografía, porque la biografía de Abraham fue escrita por Moisés mientras que la biografía de usted es escrita por usted mismo. La experiencia de Abraham corresponde a la nuestra. Nosotros y él somos uno. ¿Acaso no ha pasado usted algún momento maravilloso con el Señor en el cual llegó a la cumbre y exclamó: “¡Aleluya! ¡Es muy bueno estar aquí! Ningún lugar es mejor. Este es el mejor lugar para mí”. ¿No ha dicho usted eso? Pero, ¿qué sucedió al día siguiente? Usted empezó su viaje cuesta abajo. La noche anterior, usted dijo: “Aleluya, éste es el lugar para mí”, y a la mañana siguiente empezó su descenso hacia la frontera de Egipto. Esto significa que usted viajó a un lugar muy cercano al mundo, a los cines. Una noche usted estaba en la cumbre de Canaán y a la mañana siguiente descendía a la frontera del mundo. ¿No le ha sucedido eso? Estoy muy contento y sorprendido por las maravillosas oraciones que ofrecieron los jóvenes de secundaria en las reuniones. Pero honestamente quisiera decirles algo: No confío en ustedes. Después de ofrecer una oración tan maravillosa una noche en la reunión, ustedes pueden descender a la frontera de las diversiones mundanas la mañana siguiente. Hoy dirán: “Aleluya, éste es el mejor lugar para mí”, y el fin de semana siguiente descenderán al cine. Recuerde que usted es el Abraham actual. Resulta fácil llegar a la cumbre, pero no es fácil permanecer allí. No hay mucho espacio en la cumbre. Si usted se mueve un poco, caerá. Es muy difícil conservar la posición asignada por Dios. La cumbre está rodeada de abismos, y es fácil caer en uno de ellos. Generalmente los llamados no retroceden, pero les resulta fácil descender a Egipto. Abraham nunca volvió a Caldea, pero sí descendió a Egipto.
En Gn. 12:9-20; 13:1-18 vemos la prueba de Abraham. La palabra prueba no es un término agradable. A nadie le gustan las pruebas. ¿Le gusta a usted pasar por pruebas en su vida? A nadie le gustan las pruebas, pero son buenas experiencias. Poco tiempo después de ser llamado y empezar a vivir por fe, Abraham pasó por una prueba. No ore diciendo: “Señor, Tú eres tan bueno conmigo. No permitas que yo pase por alguna prueba”. Esta clase de oración hará que las pruebas vengan más pronto. El Señor contestará a su oración de una manera opuesta. Si usted dice: “Señor, no me mandes pruebas”, el Señor dirá: “Te mandaré una prueba muy pronto”. Puedo asegurarles que nadie puede decir que por haber recibido el llamado de Dios, ha disfrutado de buenos ratos. Nadie puede decir semejante cosa.
Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor sino también el Dios soberano. Nuestro Dios es soberano. Nuestro Dios no es solamente el Dios de amor, el Dios de luz y el Dios de vida, sino también el Dios soberano. Todo se encuentra bajo Su administración. El dirige el mundo entero para nosotros. Todos debemos creer que Dios dirige todo el universo para beneficio nuestro. Usted dirá: “¡Qué pequeño soy! ¿Cómo puede Dios dirigir el universo sólo para mi beneficio?”. Sin embargo, El sí lo administra solamente por el bien suyo. Usted debe creerlo. Aunque usted sea muy pequeño, de todos modos Dios dispondrá las circunstancias por Su soberanía. Usted es tan importante que se puede beneficiar de la soberana disposición de Dios. He aprendido eso en mi propia experiencia. Hace cincuenta años no me gustaba esta historia de Abraham en camino a Egipto. No me alegraba con esa experiencia. En ese entonces leí algunos mensajes acerca de la experiencia del descenso de Abraham, pero no la entendía y no me sentía bien al respecto. Incluso cuestioné a Dios. Sin embargo ahora, después de muchos años de experiencia estoy muy contento. ¡Cuánto necesitamos oír este mensaje sobre la prueba de Abraham!
Es fácil llegar a la cumbre de nuestra experiencia con Dios, pero no es fácil mantenerse allí. Mire las circunstancias que lo rodean a usted. Fueron dispuestas por la providencia divina antes de que usted naciera. Dios es soberano. Usted quizás se considere insignificante, pero a los ojos de Dios, usted es muy importante. Antes de la fundación del mundo, Dios lo dispuso todo para el beneficio de usted. Inclusive, preparó este momento para que usted leyera este mensaje. Estamos bajo la administración de Dios. No intente escaparse. Si escapa a cierto lugar, se dará cuenta de que ese lugar es exactamente el lugar que Dios ha preparado para usted. Cuando usted alcance una edad avanzada, se postrará y dirá: “Señor, estoy plenamente convencido de que Tú lo dispusiste todo para mi bien antes de la fundación del mundo”.
La prueba de Abraham tenía como fin que él aprendiera una lección. Todos debemos aprender algunas lecciones. No podemos aprender estas lecciones de nuestros padres ni de los hermanos y hermanas experimentados. Todos debemos aprender algunas lecciones de la soberanía de Dios.
Como ya vimos, el segundo aspecto de la experiencia de Abraham fue el vivir por la fe. El tuvo que vivir confiando en Dios para la obtención de las cosas de primera necesidad. En Génesis 12:10 leemos que hubo una gran hambre en el país. Esta escasez de alimentos fue una prueba para ver si Abraham confiaría en Dios en relación con la obtención de su sustento, con su vida cotidiana.
Si examinamos 12:10-20, veremos que en esta situación Abraham fue débil y pusilánime. El fracasó al no mantenerse en la posición que Dios le había asignado, y descendió a Egipto. Detrás de Canaán estaba Babel, al lado de Canaán se encontraba Egipto, y cerca de Canaán se hallaba Sodoma. Abraham se desplazó gradualmente hacia el sur y bajó a Egipto. Como veremos, en Egipto pecó diciendo mentiras. Probablemente ninguno de nosotros podría creer que Abraham fuera tan débil y pusilánime. Dios se le había aparecido en Ur, en Harán y en Siquem. En Siquem Dios le dijo a Abraham: “A tu descendencia daré esta tierra” (12:7). Dios le dijo claramente a Abraham que iba a dar ese lugar a sus descendientes. ¿Quién era el Dios que habló a Abraham? Era el Creador, el dueño de los cielos y la tierra. Este era el Dios que se le había aparecido a Abraham. Cuando llegó el hambre, Abraham no debió dudar, y debió decir: “No me preocupo por el hambre pues tengo el Dios viviente. No me preocupa la escasez de alimentos porque fue el Dios Todopoderoso el que me llamó, me trajo aquí y se me volvió a aparecer como confirmación de mi viaje. He puesto mi confianza en El y ahora vivo confiando en El en cuanto a lo que necesito para subsistir. No me importa la falta de comida”. Abraham debía haber orado de esta manera.
Ahora bien, ¿qué hizo Abraham cuando llegó el hambre? ¿Oró? ¿Le dijo a su esposa: “Querida, oremos”? No, Abraham pareció haberse olvidado de la oración. Cuando llegó este período de prueba, no oró. ¡No se burle de Abraham! Cuando todo va bien, a usted le resulta fácil orar. Pero cuando llega el hambre, olvida que es cristiano y sólo recuerda que es un ser humano. Usted se olvida del Dios viviente que se le apareció, y sólo se acuerda de que tiene estómago. Abraham se preocupaba por su estómago. El consideró su situación; en el país había hambre, y en Egipto había comida en abundancia. Abraham y su esposa no hablaron mucho. Inmediatamente se pusieron de acuerdo en ir a Egipto. Creo que aun antes de tomar esa decisión, ya iban en descenso. Tanto el marido como la mujer se olvidaron de Dios. No consideraron hacia donde quería Dios que fuesen. Fue como si no tuvieran a Dios.
Cuando Abraham y Sara llegaron a la frontera de Egipto, él le dijo: “Y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida” (12:12). Temiendo que los egipcios lo matasen y tomasen a su esposa, Abraham oró a Sara, y no a Dios, diciendo: “Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti” (12:13). Abraham y Sara se pusieron de acuerdo para que ella mintiera acerca de su calidad de esposa. Abraham estaba dispuesto a sacrificar a su esposa para salvar su vida. Da la impresión de que no tenía ninguna moralidad. Entre los cristianos, Abraham ha sido elevado más de lo debido. El no fue tan prominente. Entre nosotros muchos no habrían hecho lo que hizo Abraham. Pero Abraham era tan débil que estaba dispuesto a sacrificar a su esposa, permitiendo que fuese dada como esposa a otro hombre a fin de salvar su propia vida. ¡Qué vergonzoso! ¿Cree usted que el llamado de Dios, el padre de la fe, pudo hacer eso? Con eso vemos que Abraham no era superior a nosotros. Cuando mucho, era igual a nosotros. Por el bien de su estómago, él estaba dispuesto a vender su esposa, y Sara consintió. Ciertamente ella era una esposa excelente, el modelo para todas las esposas. Era sumisa, aceptó la decisión de Abraham, y no le reprochó.
En este asunto, Abraham fue un buen profeta, pues en Egipto se produjeron los sucesos exactamente como él los había predicho. Los egipcios tomaron a su esposa y la llevaron al palacio de Faraón (12:14-15). En cierto sentido, Abraham vendió a su esposa. Faraón le dio muchos bienes a Abraham: ovejas, bueyes, camellos, siervos y criadas por Sara (12:16). Abraham se hizo rico. No entiendo cómo Abraham, al ver que tomaban a su esposa, fue capaz de recibir todas estas cosas de Faraón. Pero las recibió. No ayunó, ni dijo: “¡Oh no, no puedo aceptar eso. Quiero a Sara!”. No, él dejó ir a Sara. Creo que Abraham estaba seguro de que su esposa estaba perdida, que se había ido. El había perdido a Sara. El recibió más o menos en compensación el ganado, los bueyes y los siervos por haber permitido que ella se fuese.
Sin embargo, Dios no permitiría que Abraham se fuera. Dios intervino, no para juzgar a Abraham, sino para castigar a Faraón. Leamos el versículo 17: “Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram”. La Biblia dice que llegaron grandes plagas sobre Faraón y su casa. No está escrito en la Biblia, pero creo que desde el momento en que Faraón tomó a Sara, él se enfermó de muerte. Vemos que cayeron grandes plagas sobre él y su casa. ¿Cuáles fueron estas plagas? ¿Se incendió el palacio? No lo creo. Después de mucha meditación, creo firmemente que las plagas fueron enfermedades que sufrieron Faraón y todos los que estaban en su casa, con excepción de Sara. Tal vez todos los del palacio hayan hablado de lo que sucedía, preguntándose por qué se habían enfermado todos, por qué Faraón estaba muriendo, y por qué sólo Sara había sido preservada. Quizás se hayan preguntado: “¿Quién es esta mujer? ¿Por qué no se ha enfermado?”. Tal vez le hayan preguntado el por qué a Sara. Sara vio toda la situación y empezó a entender. Entonces le dijo a Faraón que ella era la esposa de Abraham. Creo que así sucedió. La mano de Dios estaba en contra de Faraón por causa de Sara. El intervino para preservar a Abraham y a su esposa.
Cuando nosotros los creyentes tenemos fe en Dios, todas las personas que nos rodean se benefician, pero cuando no tenemos fe en Dios, podemos perjudicar a los que nos rodean. Dios obró en Su soberanía, y Faraón sufrió. No estoy diciendo que Dios le quitó cosas a Faraón y se las dio a Abraham, pero el caso fue algo por el estilo. Finalmente, Abraham no perdió a su esposa y obtuvo muchas riquezas.
Mientras Abraham estaba en Egipto, experimentó la gracia preservadora de Dios. Sin esta gracia, ninguno de nosotros podría permanecer en la cumbre de nuestra experiencia. Todos necesitamos la gracia que preserva. No confíe en su experiencia; confíe en la gracia preservadora de Dios. En cuanto a esta gracia, Abraham todavía estaba en la cumbre cuando vendía a su esposa en Egipto. En la cima o en el valle, él siempre estaba en la gracia preservadora de Dios. En cierto sentido, Abraham nunca tocó a Egipto, porque la gracia preservadora lo acompañó constantemente. Aunque bajó a Egipto, permaneció en la gracia preservadora. Aun cuando usted cae, todavía está dentro de la gracia preservadora, y esta gracia lo llevará a la cumbre. La gracia preservadora podía decir a Abraham: “Abraham, deja de desobedecer. Me diste una oportunidad de mostrarte mi soberanía, pero es mejor que confíes en mí”.
Con esta experiencia en Egipto, Abraham aprendió que el Dios que lo llamó también lo cuida y que todo está en Sus manos. Como veremos, el próximo capítulo demuestra que Abraham aprendió esta lección. Mediante esta experiencia, Abraham fue disciplinado no sólo para que confiara en Dios, sino también para que supiera que Dios es verdadero y fiel.
Mientras usted sea uno con los llamados de Dios, El lo cuidará a usted, crea usted en El o no, confíe en El o no. Si usted permanece en la cumbre, El lo alimenta. Si cae completamente, lo alimentará más todavía. El hecho de permanecer en la cima o de caer depende completamente de nosotros. Para El eso no es importante, pues aunque estemos en la cima o en valle, El nos cuida. Esta es nuestra historia así como la historia de Abraham. Les puedo atestiguar con mi experiencia que Dios es verdadero y fiel. Nuestro Padre es verdadero y fiel. Aquel que nos llamó es fiel y verdadero. Dios nos cuida, por muy mal que esté la economía mundial.
Nosotros los llamados podemos disfrutar a Dios. Aun cuando vendamos a nuestras esposas, Dios nos sigue cuidando. Aun cuando planeemos vender a nuestras esposas para salvar nuestras vidas, Dios preservará a nuestras esposas, nos dará muchas cosas, y nos traerá de regreso a Su lugar con todas las riquezas que hemos adquirido. Cuando leí esta historia por primera vez, no me agradó. Finalmente, me reí al ver que nuestro llamado es tan bueno. Cuando Abraham planeaba vender a su esposa, Dios se dispuso a bendecirle, a preservar su vida y a darle muchas riquezas. Si yo hubiera sido Abraham en aquel tiempo, habría dicho: “Dios, ¿qué puedo decir? No encuentro palabras para responderte”. Si hubiera sido Abraham y hubiera mirado a mi esposa, mi ganado y a mis siervos, ni siquiera habría podido decir: “Padre, ¡gracias!”. Le habría dicho a Sara: “Querida, volvámonos. No importa si los siervos quieren acompañarnos o no. No merezco ninguna de estas riquezas que Dios nos ha dado y me siento avergonzado por disfrutarlas. No las merezco, pero Dios da libremente. Sara, mientras yo te vendía, Dios nos dio todas estas cosas. Tal vez pienses que eso es bueno, pero me siento avergonzado. Sara, ora y da las gracias al Señor por mí. No puedo orar por mí mismo”. Creo que eso le aconteció a Abraham.
En Génesis 13:1 descubrimos que Abraham “salió de Egipto”. El regresó al mismo lugar donde se encontraba la cumbre, “hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (13:3-4). Abraham volvió al lugar donde había construido el altar y erigido su tienda. Cuando Abraham planeaba vender a su esposa en Egipto, no había altar ni tienda ni invocación del nombre del Señor. No había ninguna declaración de su testimonio en contra de Babel. Cuando él estaba en Egipto, había perdido todo eso. Pero Abraham volvió al principio, al lugar del altar, y allí volvió a invocar el nombre del Señor.
Después de pasar por la experiencia del capítulo doce, podía ser fácil para Abraham o para nosotros decir: “¡Alabado sea el Señor, he aprendido la lección!”. Pero algunas pruebas son necesarias para mostrar si verdaderamente hemos aprendido la lección. La contienda entre hermanos es una de ellas (13:5-13). Abraham se había enriquecido cuando trató de vender a su esposa, y estas riquezas le causaron algunos problemas. El se enriqueció demasiado. Lot también había adquirido riquezas, y la tierra no era suficiente para contenerlos a ambos. En Génesis 13:6 se nos dice que “la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar”. Por tanto, allí “hubo contienda entre los pastores del ganado de Abraham y los pastores del ganado de Lot” (13:7). Esto se convirtió en otra prueba para Abraham. A menudo la segunda prueba proviene de la bendición de la primera. Usted dirá: “¡Alabado sea el Señor! cuando salí de Egipto, no podía agradecer al Señor, pero ahora después de tres meses, lo puedo alabar por la bondad que me ha mostrado. El preservó a mi esposa y me dio todas estas riquezas”. Al decir eso, pronto se enfrentará con problemas, pues la segunda prueba proviene de la bendición de la primera. Esta es nuestra experiencia.
El capítulo trece indica que Abraham había aprendido una lección. Esta vez no fracasó; él prevaleció porque había aprendido la lección en la primera prueba. Si usted lee con detenimiento, verá que en este caso la culpa no la tuvo Abraham sino Lot. Abraham aprendió la lección de no valerse de sus propios esfuerzos y de no tener otra alternativa que confiar en el cuidado de Dios. Sabía que estaba en las manos de Dios y bajo Su cuidado. El capítulo trece no indica ninguna falta de parte de Abraham. El tuvo un éxito completo. “Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (13:8-9). Parece que Abraham le dijera a Lot: “Lot, somos hermanos hebreos, los únicos hebreos del país. Todos los demás son gentiles y nos están observando. No debe haber contienda entre nosotros, pues eso sería una vergüenza para el Dios en quien confiamos. Lot, mira la tierra y escoge el lugar donde prefieras establecerte. No pelearé ni escogeré”. Dentro de sí, Abraham debe de haber dicho: “Mi elección es Dios. Aprendí la lección al descender a Egipto. Ahora sé que estoy bajo el cuidado de mi Dios y que bajo Su autoridad todo es mío. No necesito escoger. Dejaré que Lot escoja”. Lot escogió, se separó de Abraham, y “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma”, sin preocuparse por la iniquidad de esa ciudad (13:12-13).
Para Abraham, la partida de Lot no fue algo insignificante. Abraham no tenía ningún hijo. Su sobrino Lot, un pariente muy cercano, era como un hijo para él. Creo que Abraham consideraba a Lot como su propio hijo. Por tanto, cuando Lot se fue, él se quedó solo. Pero en aquel tiempo, Dios se volvió a aparecer a Abraham. En Egipto, Dios castigó a Faraón con las plagas, pero no se apareció a Abraham porque éste se hallaba en una posición equivocada. En Egipto, Abraham estaba en la gracia preservadora de Dios, pero no tenía la aparición de Dios. Ahora en el capítulo trece, Abraham no estaba solamente en la gracia preservadora de Dios, sino que también estaba en la posición apropiada pues había vuelto al lugar original. Además, él no se esforzó ni escogió por su propia cuenta. Como resultado de la reprensión que experimentó en Egipto, aprendió que su futuro y todo lo demás se encontraban en las manos de Dios y que Dios lo cuidaba. Por tanto, Dios se le apareció y le dijo: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (13:14-15). Abraham pidió a Lot que escogiera la tierra. Entonces Dios vino y parecía decir a Abraham: “No te permito escoger. Te doy todas las alternativas. Mira al norte, al sur, al oriente y al occidente: todo es tuyo. Tú le diste a Lot la libertad de escoger. Ahora Yo te lo doy todo”. Con eso debemos aprender a no contender nunca por nosotros mismos en la vida de iglesia. Déjele a su hermano todas las alternativas. Si usted le deja la elección a su hermano, Dios vendrá y le dará a usted todas las alternativas.
Esta vez Dios en Su aparición confirmó la promesa de la buena tierra, dada en 12:7, y la promesa de que se multiplicarían los descendiente de Abraham, en 12:2. El hecho de que prevalecemos sobre cualquier prueba confirma siempre las promesas de Dios para nosotros. Esto le sucedió a Abraham. Además, el hecho de que Abraham prevaleciera sobre esta prueba lo condujo a la cumbre de su experiencia con Dios. El desplazó su tienda y fue a morar en Hebrón (13:18) donde vivió la mayor parte del tiempo que le quedaba en comunión con Dios (18:1).