Mensaje 43
En este mensaje llegamos a la victoria que experimentó Abraham (Gn. 14:11-24). Si leemos detenidamente el libro de Génesis, veremos que aparte del capítulo catorce, no se menciona gran cosa acerca de los sucesos internacionales entre los gentiles. Sin embargo, el capítulo catorce nos presenta un relato acerca de una contienda internacional entre los gentiles. ¿Por qué figura este relato? La Biblia es muy concisa en palabras. No desperdicia ninguna palabra. No obstante, casi la totalidad del capítulo catorce se centra en el conflicto internacional entre los reinos gentiles. Ahora bien, los acontecimientos narrados en el capítulo catorce no se relacionan solamente con los asuntos internacionales, sino que están relacionados providencialmente con el pueblo de Dios. ¿Por qué dedica ese capítulo tantas palabras a la contienda internacional entre los gentiles? Aparentemente esta contienda era internacional, pero en realidad fue dispuesta providencialmente por el Señor. Dios es soberano sobre el entorno y sobre todos los eventos relacionados con Su pueblo. En la tierra de Canaán en aquel tiempo, sólo había dos familias de origen hebreo: la familia de Abraham y la de Lot. Los demás eran gentiles. En dicho capítulo, vemos que Dios actuó providencialmente, pues obró por el bien de Su pueblo.
El capítulo catorce de Génesis relata la contienda entre un grupo de cuatro reyes y otro de cinco reyes. Finalmente los cinco reyes fueron derrotados por los cuatro. Si usted lee esto detenidamente, verá que toda esta pelea estaba relacionada con Lot y con Abraham. En otras palabras, Lot y Abraham, que eran hebreos, fueron puestos a prueba por la soberanía de Dios. ¿Fue esta contienda buena o mala? Desde el punto de vista humano, ninguna contienda es buena. Sin embargo, en este capítulo la contienda fue buena para Lot y particularmente para Abraham. En este mensaje veremos los aspectos provechosos relacionados con el pueblo de Dios en esta guerra.
La contienda se produjo principalmente en Sodoma. Sucedió mayormente en Sodoma porque allí vivía Lot, un hombre del pueblo de Dios. Antes de ese conflicto, Lot se había apartado de Abraham (13:11). ¿Cree usted que estuvo bien que se separaran Lot y Abraham? ¡No! No estuvo bien. A todos los jóvenes de hoy les gusta separarse de la generación anterior. No obstante, en la economía de Dios, no es bueno que los jóvenes se separen de la generación anterior. Si usted hace eso, errará al blanco y perderá la protección. En la época de Génesis 13, la meta de Dios y Su propósito eterno acompañaban a Abraham. Si usted hubiera estado allí y se hubiera apartado de él, eso habría sido como separarse del propósito de Dios. La meta de Dios acompaña a los llamados. Si usted se separa de los llamados, se separa de la meta de Dios. Lot nunca debió apartarse de Abraham, porque Abraham formaba parte del propósito de Dios. Dejar a Abraham equivalía a abandonar el propósito de Dios. Además, apartarse de Abraham significaba apartarse de la protección.
La primera derrota de Lot no fue provocada por los cuatro reyes, sino que fue el resultado de por lo menos dos derrotas anteriores. Antes de ser capturado por Quedorlaomer, Lot ya había conocido dos derrotas. La primera derrota aconteció cuando los pastores de Lot contendieron con los pastores de Abraham, y éste le propuso que escogiera la tierra adonde iría (13:7-11). Cuando Abraham le dio a Lot la posibilidad de escoger, Lot debería haber dicho: “Tío, te escojo a ti. Mi elección es tu elección. No me gustaría escoger por mi cuenta. Si mis pastores no me hacen caso, los despediré, pero nunca me alejaré de ti. Mi única elección eres tú y lo que tú escojas”. Por el contrario, cuando Abraham le dio la posibilidad de escoger, Lot escogió inmediatamente, sin mucha consideración y se fue por su propio camino. Esta fue su primera derrota.
Después de separarse de Abraham, “Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (13:12). Lot iba en pleno descenso. Después de dar el primer paso hacia abajo, le resultó fácil dar el segundo y el tercero. El primer paso consistió en apartarse de Abraham, quien se mantuvo alejado de Sodoma. Lot tomó el camino hacia Sodoma. El caminó en dirección de Sodoma. A los ojos de Dios, Sodoma era una ciudad maligna y pecaminosa (13:13). Lot, como hombre del pueblo de Dios, lo sabía. El debía haberse mantenido lejos de Sodoma y no ir hacia ella. No obstante, Lot se desplazó hacia Sodoma porque allí la tierra era rica. Finalmente, se mudó a la ciudad, vivió allí, y allí se estableció. Esta fue su segunda derrota.
¿Cree usted que Dios permitiría que Su pueblo morara en esa ciudad maligna? ¡Por supuesto que no! Por tanto, bajo la providencia de Dios, Quedorlaomer atacó a Sodoma. Dios permitió esta guerra. Cuatro reyes lucharon en contra de cinco reyes. Lógicamente, los cinco reyes debían haber ganado porque eran más numerosos. Sin embargo, los cuatro reyes vencieron a los cinco reyes, y tomaron la ciudad de Sodoma. La Biblia destaca la toma de Sodoma porque Lot habitaba allí. Esta guerra no fue solamente la lucha de cuatro reyes contra cinco reyes; fue un combate para liberar a alguien que pertenecía al pueblo de Dios. Tal vez Lot haya vivido en paz en Sodoma, pero Dios no estaba en paz. Dios nunca permitiría que Lot permaneciera allí en paz. Quizás Dios haya dicho: “Lot, quizás sientas paz interior, pero provocaré algunas molestias desde afuera. Haré que los cuatro reyes venzan a los cinco reyes y capturen tu ciudad. Te capturarán a ti, a tu familia y todo lo que tienes”. De hecho, esto fue lo que le sucedió a Lot. Lot sufrió derrota tras derrota. Finalmente, como última etapa de su derrota, cayó en las manos del enemigo. El fue capturado, y el rey de Sodoma no pudo ayudarle.
En la captura de Lot, Dios actuó providencialmente. En Génesis 14:13 dice: “Y vino uno de los que escaparon, y lo anunció a Abram el hebreo”. Los cuatro reyes habían capturado a Sodoma y todas las provisiones alimenticias, pero un fugitivo le dijo a Abraham que Lot había sido capturado. ¿Cree usted que eso sucedió por casualidad? Muchas personas fueron capturadas, pero éste escapó. Esa persona fue preservada por la providencia de Dios. Como lo veremos, debe haber sucedido por la intercesión que se produjo detrás del escenario. El que se escapó no se alejó sino que se presentó a propósito ante Abraham y le dijo que Lot había sido capturado.
A diferencia de nosotros, Abraham no consideró el punto débil de su hermano y no se complació en los sufrimientos y calamidades de Lot. Abraham no dijo: “Lot nunca debió separarse de mí. Yo sabía que eso le iba a suceder. El recibió lo que merecía. Creo que Dios es soberano y que los sufrimientos de Lot provienen de Dios. Tranquilícese y vaya a casa. Dios preservará a Lot”. Creo que muchos de nosotros habríamos contestado en ese tono. Sin embargo, Abraham era diferente. Cuando él recibió esa información, tomó la decisión de luchar por Lot (14:14). Como lo veremos, Abraham oró. En el versículo 22 él le dijo al rey de Sodoma que antes de salir a pelear, levantó su mano a Dios. ¿Cómo pudo haber orado Abraham y tomado esa decisión? Eso probablemente se debía al hecho de que alguien, detrás del escenario, intercedía por él. Creo que el intercesor sabía que se estaba librando una batalla y que Lot había sido capturado. Como resultado de esta intercesión, Abraham tomó rápidamente una decisión osada.
Abraham decidió tomar sus trescientos dieciocho hombres y pelear contra los cuatro reyes y sus ejércitos. Los cuatro reyes probablemente tenían varios ejércitos, que sumaban más hombres que los de Abraham. ¿Cómo pudo Abraham pelear contra ellos con un número tan insignificante? Además, eran reyes y generales que habían combatido en muchas batallas, y Abraham era un civil. ¿Cómo pudo combatir contra los expertos en la milicia? ¿Cómo pudo vencerlos con un número tan insignificante? No obstante, Abraham era valiente, y su arrojo se debía a su confianza en Dios.
Para Abraham era una vergüenza que su hermano hubiese sido capturado. Sucede lo mismo en la iglesia ahora. Es una vergüenza ver que un hermano o hermana sea capturado. Si un hermano que vive con los hermanos es capturado y usted lo ve, eso le trae vergüenza. Usted no debería tolerarlo, sino que debería decir: “No puedo sobrellevarlo. ¡Debo levantarme y hacer algo!”. Esto fue lo que hizo Abraham.
La intrépida decisión de Abraham se debió probablemente al hecho de que detrás del escenario alguien estaba intercediendo por él. Quizás usted piense que la Biblia no contiene ningún relato de esto. Tampoco encontramos ni la genealogía ni los padres de Melquisedec. Pero, ¿cree usted que él no tenía padres ni genealogía? Ciertamente los tenía, pero la Biblia no los menciona. Tampoco menciona los muchas cosas que se produjeron detrás del escenario en este capítulo. Creo que efectivamente hubo intercesión detrás del escenario. Una persona preocupada por los intereses de Dios sobre la tierra intercedía por Lot, y por Abraham y su lucha.
Hemos visto que la derrota de Lot no empezó en Sodoma. Según el mismo principio, la victoria de Abraham no empezó con la matanza de los reyes. La victoria de Abraham empezó cuando Lot se apartó de él. Abraham había sido llamado por Dios, y había respondido a ese llamado al venir a la tierra que Dios deseaba darle. No obstante, en aquel tiempo, Abraham no tenía casi nada de experiencia. Todo lo que tenía era la pequeña experiencia de responder al llamado de Dios y de venir al lugar donde Dios quería que estuviese. Como vimos en el mensaje anterior, llegó el hambre como una prueba para Abraham, y él no pudo superar esa prueba. Abraham le falló a Dios, pues intentó sobrevivir a costa del sacrificio de su esposa. Mediante esta lección, que recibió de soberanía de Dios, Abraham aprendió mucho con ese fracaso. Abraham aprendió que Dios está sobre todas las cosas y que conoce todo lo relacionado con Su pueblo. Todo lo que tiene que ver con los llamados de Dios está en Sus manos. Abraham vio eso, lo experimentó y ahondó en ello.
Después, cuando surgió el problema entre Abraham y Lot, Abraham salió victorioso. Su victoria empezó en esa ocasión porque había aprendido la lección fundamental al descender a Egipto. Todos debemos aprender esta lección fundamental. Después de que Dios lo haya llamado a usted y de que usted haya respondido al llamado de Dios y haya llegado al lugar donde El desea que usted esté, la primera lección fundamental que Dios le enseñará será que, como llamado de Dios, todo lo que se relaciona con usted se encuentra Bajo la mano de Dios. Dios, en Su providencia, se encarga de usted. Esta fue la lección fundamental que Abraham aprendió cuando descendió a Egipto. Después de aprender esta lección, él ganó la victoria en el caso de Lot. Cuando surgió el problema con Lot, Abraham no tomó una decisión; él sabía que ese asunto estaba en las manos de Dios. Ese fue el comienzo de la victoria de Abraham.
Entonces llegó el momento en que Abraham pudo mostrar a todo el universo que él estaba del lado de Dios. Cuando Melquisedec apareció, se revelaron dos títulos especiales de Dios: el Dios Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra (v. 19). Melquisedec y también Abraham hablaron de Dios de esta manera. Abraham dijo: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, dueño de los cielos y de la tierra” (14:22, heb.). Abraham pudo decir: “Al descender a Egipto he aprendido la lección de que mi Dios, Aquel que me ha llamó, es el Dueño de los cielos y también de la tierra. No necesito tener alternativas. Mi única alternativa es El. No puedo tolerar que hayan capturado a mi hermano. Es una vergüenza para mí. Lo debo liberar. No me importa el número de soldados, de reyes ni de ejércitos. No me importa que yo tenga menos recursos que ellos. Tengo la carga de liberar a mi hermano. Si no lo hago, será una vergüenza para mí”.
Abraham arriesgó su vida al pelear por su hermano. Arriesgar la vida para rescatar al hermano cautivo no fue algo insignificante. Pero eso fue lo que él hizo. La batalla fue fácil y Abraham persiguió al enemigo desde el sur hasta Dan, al norte. Su victoria debía de ser el resultado de la intercesión que se produjo detrás del escenario.
Abraham ganó la victoria por su confianza en Dios. El tuvo confianza en Dios porque había aprendido a conocerlo. Del mismo modo, todos debemos aprender a conocer a Dios. Debemos aprender que aun ahora, la tierra pertenece a Dios. Dios es el dueño. El no sólo es el dueño de la tierra sino también de los cielos. Los cielos y la tierra pertenecen a nuestro Padre, quien nos llamó. Debemos confiar en El. Si carecemos de esta confianza, ya estamos vencidos y seremos como Lot.
¿Por qué fue vencido Lot? Porque, a diferencia de Abraham, él no aprendió la lección de que Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. Aun después de haber sido rescatado, no se menciona que Lot hubiera manifestado algún agradecimiento a Abraham ni al Señor. Lot había perdido sus funciones. Los siguientes capítulos nos muestran que él regresó a Sodoma. Aunque su captura constituyó una advertencia de no volver a Sodoma, de todos modos regresó, aun después de su captura y rescate. Con eso vemos que cuando uno es vencido, le resulta difícil alejarse de la derrota.
Aunque Lot fue derrotado, Abraham tuvo la victoria. Esta victoria fue la cumbre de su experiencia exterior. Más tarde, Dios vino y le permitió tener algunas experiencias interiores.
¿Cómo pudo alguien escapar y presentarse ante Abraham, y cómo pudo Abraham tomar esa decisión tan rápidamente y con tanto valor? ¿Que sucedió para que al poco tiempo, hiciera huir al enemigo? Melquisedec intervino. ¿Quién es Melquisedec? El tipifica a Cristo. Es semejante a Cristo. Su venida representa la venida de Cristo. El tipificaba a Cristo como el Sumo Sacerdote de Dios. Esto no se revela en Génesis 14, sino en el salmo 110, donde descubrimos que el Ungido de Dios, Cristo mismo, es Sacerdote según el orden de Melquisedec, una orden anterior a la de Aarón. Antes del sacerdocio de Aarón, Melquisedec ya era sacerdote de Dios.
El sacerdocio aarónico quitaba el pecado, afrontando el lado negativo de las cosas; mientras que el ministerio de Melquisedec aborda el lado positivo. Melquisedec no vino para quitar el pecado. El no apareció porque Abraham hubiera pecado sino porque Abraham había ganado la victoria. Melquisedec no apareció con una ofrenda para quitar el pecado, sino con pan y vino para alimentar al victorioso. Casi todos los cristianos consideran a Cristo como el Sumo Sacerdote que elimina el pecado, pero casi nadie mira a Cristo como el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Como tal, Cristo no quita el pecado sino que nos ministra al Dios procesado, representado por el pan y el vino, como nuestro alimento.
¿No cree usted que antes de ministrar pan y vino, Melquisedec, como sacerdote de Dios, intercedía por Lot y Abraham? Yo creo que sí. No creo que Melquisedec estuviera durmiendo durante la batalla y que cuando se enteró de la victoria de Abraham, se apresuró a ministrarle pan y vino. Creo que la decisión rápida y valiente de Abraham de combatir para rescatar a Lot fue provocada por la intercesión de Melquisedec. También creo que la persona que le dio a Abraham la noticia de la captura de Lot había escapado porque Melquisedec había intercedido por Lot. Como sacerdote, Melquisedec debe de haber cuidado al pueblo de Dios. En respuesta a su intercesión, alguien escapó de Sodoma, le dio la noticia a Abraham, y Abraham tomó la osada decisión de combatir para rescatar a Lot.
Mientras andamos en esta tierra, nos ocurren muchas cosas. Aparentemente, las cosas sencillamente se producen. En realidad, detrás del escenario terrenal, existe una intercesión. Nuestro Melquisedec, nuestro Sumo Sacerdote, Cristo, sigue intercediendo por nosotros en los cielos (He. 7:25). Su intercesión nos protege y nos cuida.
La visita de Melquisedec a Abraham de alguna manera indicaba la segunda venida de Cristo. ¿Qué estamos haciendo nosotros, el Abraham actual? Estamos matando a los enemigos. Algunas personas del pueblo de Dios, igual que Lot, han sufrido derrota tras derrota. Por la misericordia de Dios, otros deben ser el Abraham actual, el que experimente victoria tras victoria. Debemos aprender la lección fundamental según la cual nuestro Dios, quien nos llamó, es el Dueño de los cielos y de la tierra. Estamos viviendo por El sobre la tierra y somos Su testimonio. No toleramos ningún perjuicio a los intereses de Dios sobre la tierra. Cuando oímos este daño, tomamos la decisión rápida de vencer al enemigo y matar a los reyes.
A diario debemos matar a algunos reyes. Debemos matar a los reyes de nuestra mente, de nuestra parte emotiva y de nuestra voluntad. Debemos matar a los reyes que hay en nuestras circunstancias, en nuestras familias y en nuestras escuelas. Después de que demos muerte a los reyes, nuestro Melquisedec vendrá a nosotros, nos saldrá al encuentro y celebrará nuestra victoria. El Señor no regresará antes de que hayamos dado muerte a todos los reyes. Entonces El volverá y beberá del fruto de la vid con nosotros, como lo indica Su palabra en Mateo 26:29: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Mi Padre”. Melquisedec intercedió por Lot y por Abraham. Hoy en día Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, intercede por todos los vencedores. Mientras El intercede ahora por nosotros en los cielos, nosotros damos muerte a los reyes en la tierra. Después de que los vencedores hayan vencido a todos los reyes, nuestro Intercesor, el Sumo Sacerdote del Dios Altísimo, aparecerá con la plenitud del Dios procesado.
La venida de Melquisedec significa que Cristo ha venido. Nuestra victoria siempre manifiesta a Cristo. La gente que nos rodea difícilmente puede ver dónde está Cristo. No obstante, si nosotros obtenemos una victoria, esa victoria les manifestará a Cristo. Nuestra victoria traerá a Cristo en un nuevo aspecto. Es muy interesante ver que Melquisedec, cuyo nombre significa rey de justicia y quien era rey de Salem o rey de paz, aparece de repente en el capítulo catorce de Génesis. ¿Qué significa eso? Significa que los vencedores manifestarán a Cristo y lo presentarán a la gente. Un día la tierra entera quedará sorprendida por la aparición de Cristo. La gente mundana ni siquiera cree en la existencia de Cristo, y califica esta creencia de insensatez. Pero después de que hayamos dado muerte a todos los reyes, Cristo aparecerá repentinamente. Cristo se manifestará porque habremos dado muerte a los reyes, y el mundo entero se sorprenderá de Su venida. Para nosotros los vencedores, la segunda manifestación de Cristo no será una sorpresa, mas para la gente mundana sí constituirá una gran sorpresa. Ellos dirán: “¿Quién es éste? ¿Cuál es su nombre y de dónde viene?”. Podemos contestar: “Su nombre es Cristo, el verdadero Melquisedec, y viene de los cielos donde ha estado intercediendo durante siglos”.
Todos debemos responder a la intercesión del Señor. Si nos volvemos a nuestro espíritu y tocamos al Señor, siempre habrá alguna respuesta. Si actuamos conforme a esta respuesta, olvidándonos de nuestras circunstancias, de nuestros enemigos y de nosotros mismos, ganaremos la victoria y daremos muerte a los reyes. Después de que matemos a los reyes, se nos aparecerá nuestro Melquisedec. Esta será la segunda venida de Cristo. Cuando vuelva Cristo, la tierra entera conocerá al Dios Altísimo. Entonces todo el mundo sabrá que Dios es el Dueño de los cielos y de la tierra. La tierra no pertenece a ningún rey, presidente, jefe de estado ni a ningún diplomático; es propiedad del Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra. ¿Cómo se puede declarar ese hecho a la tierra? ¡Dando muerte a los reyes!
En el capítulo catorce, la victoria de Abraham no es algo insignificante. En la Biblia Dios se revela progresivamente. En Génesis 1, no tenemos el título “el Dios Altísimo”. Ni aun en los primeros trece capítulos tenemos este título ni el título especial “Dueño de los cielos y de la tierra”. Aunque usted haya sido cristiano durante años, tal vez nunca se haya dado cuenta de que Dios tiene estos títulos. Dios es el Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra. El es el Señor de los cielos y el Señor de la tierra. La experiencia que tenemos de Cristo nos revela progresivamente los títulos de Dios. Al experimentar a Cristo, nos damos cuenta de que nuestro Dios es el Altísimo y el Dueño de los cielos y de la tierra. Esta debe ser nuestra atracción y motivación a seguir adelante y matar a los reyes.
No sea el Lot actual, pues eso equivaldría a ser tímido y cobarde. Todos debemos ser decididos y valientes porque tenemos al Dios Altísimo y al Dueño de los cielos y de la tierra. Abraham le dijo al rey de Sodoma que antes de ir a la guerra, él levantó sus manos al Dios Altísimo, Dueño de los cielos y de la tierra. El fue a guerrear con ese espíritu. Por su plena confianza en el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra, Abraham tenía que ser victorioso.
Cuando Melquisedec se le presentó a Abraham, lo bendijo con el Dios Altísimo, el Dueño de los cielos y de la tierra (v. 19). Esto comprueba que Melquisedec era mayor que Abraham (He. 7:6-7). También bendijo a Dios por la victoria de Abraham (v. 20). Nuestra victoria siempre conduce a Melquisedec a concedernos bendiciones y a bendecir a Dios. Nuestra victoria trae más bendiciones en Cristo, a nosotros y también a Dios.
En la bendición de Melquisedec, Abraham le dio el diezmo de todo, el diezmo de lo mejor del botín (v. 20; He. 7:2, 4). Esto demuestra también la grandeza de Melquisedec. Nuestra victoria obtiene el botín, y la ofrenda de nuestro botín a Cristo siempre proclama la grandeza de Cristo. Sin victoria, no tenemos nada que ofrecer a Cristo y Su grandeza no será proclamada.
La victoria de Abraham estabilizó y restituyó la situación y restauró todo el entorno. Los cuatro reyes habían vencido a los cinco reyes y se habían llevado todo el botín. Sólo reinaba la confusión. La victoria de Abraham cambió totalmente esta situación, pues la invirtió. Cambió el entorno injusto y lo tornó en un entorno justo, y trajo la paz. Como resultado, allí estaba el rey de justicia y el rey de paz. La victoria de Abraham puso fin a toda batalla y contienda, y trajo la paz.
El rey de Sodoma pudo decirle a Abraham con humildad, honestidad y sinceridad: “Has ganado la victoria. Todo lo que devolviste debe ser tuyo. Tómalo. Sólo quiero a mi pueblo”. Si usted y yo hubiéramos sido Abraham, probablemente habríamos dicho: “Es justo y correcto. Rescaté a tu pueblo y recobré todo lo que perdiste. Es bueno que tengas tu pueblo y que todo lo demás sea mío”. Pero las circunstancias creadas después de la victoria de Abraham no fueron esas en absoluto. Fue un ambiente de pureza. Abraham le dijo al rey de Sodoma: “Desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram” (14:23). Aparentemente Abraham decía: “Si tomo un hilo de ti, eres capaz de decir que me enriqueciste. Pero quiero dar un testimonio claro al universo entero de que mis riquezas no vienen de ti, sino del Dueño de los cielos y de la tierra, de mi Dios Altísimo”. ¡Cuán puro era eso! Allí en esa situación vemos la justicia y la paz.
Considere la escena de Génesis 14 después de que Abraham hubo dado muerte a los reyes. Abraham lo había devuelto todo, y los reyes salieron a su encuentro. Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, estaba allí, concediendo a Abraham la bendición y recibiendo de él los diezmos. Toda la gente estaba mirando, preguntándose para quien serían aquellas cosas. Hasta los cautivos que Abraham había recuperado se preguntaban a quién pertenecerían de ahí en adelante. Entonces Abraham dijo: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, Dueño de los cielos y de la tierra”. Abraham dijo que no tomaría nada. A todos se les hizo justicia. En esa situación hubo justicia y paz. En cierto sentido, es semejante al reino milenario, lleno de justicia y de paz (Is. 32:1, 16-18; Sal. 72:2-3, 7).
Abraham fue justo, y dijo al rey de Sodoma que no tomaría nada excepto solamente lo que habían comido los jóvenes y la parte de los varones que habían ido con él, Aner, Escol y Mamre, los cuales habían tomado su parte (14:24). Abraham dijo que sus combatientes y aliados debían tener su porción pero que él daría su parte al rey de Sodoma. ¡Qué hombre es éste! El había dado muerte a cuatro reyes y ahora estaba hablando con otro, el rey de Sodoma. El estaba por encima de todos ellos. Nosotros los cristianos debemos ser esa clase de personas hoy en día. Debemos estar en un nivel más elevado que los reyes y presidentes terrenales. Sólo uno está sobre nosotros: nuestro Melquisedec.
En Génesis 14 vemos que Abraham se hallaba en un nivel muy elevado. ¿Pueden ustedes creer que un hombre de un nivel tan elevado podía ser tan mezquino como para sacrificar a su esposa a fin de sobrevivir? ¿Creerían ustedes que el mismo que quería vender a su esposa en Egipto podía estar en un nivel tan elevado que rebasaba a todos los reyes? Cuando Abraham estaba dispuesto a vender a su esposa, él se encontraba en el más bajo infierno, pero cuando venció a los reyes, se encontraba en el más elevado de los cielos. Todos podemos ser como Abraham en ambos aspectos. Podemos ser personas mezquinas, planeando vender a nuestra esposa, o, por la gracia del Señor, podemos elevarnos por encima de los reyes.
La victoria de Abraham y su condición más elevada que la de los reyes se debían exclusivamente a la intercesión que hubo detrás del escenario. Detrás del escenario terrenal, se producía algo en los cielos, lo cual determinó toda la situación. Todos debemos ver esto.