Mensaje 47
En este mensaje llegamos a Gn. 17, un relato de la relación crucial que mantuvo Dios con Abraham al confirmar Su pacto. Ya vimos que Abraham recibió el llamado de Dios, Su promesa y Su pacto. Después de llamar a Abraham, Dios le hizo la promesa y luego le confirmó la promesa al hacer un pacto con él. Abraham, después de recibir el pacto, aceptó la propuesta de su esposa de valerse de su carne y de la fecundidad de Agar para producir descendencia. Esto produjo a Ismael. Aquí vemos tres cosas: la propuesta de Sara, lo útil que fue Agar, y el uso de la carne por parte de Abraham para producir a Ismael.
Quizás Abraham haya pensado que ayudarse de la carne para producir a Ismael no era nada grave, pero sí lo fue, según la economía de Dios en cuanto a Su propósito eterno. Si comparamos el primer versículo del capítulo diecisiete con el último versículo del capítulo dieciséis, veremos que entre ambos capítulos transcurrieron trece años y que no se narra nada de la vida de Abraham durante estos trece años. Cuando Abraham produjo a Ismael, tenía ochenta y seis años de edad, y trece años más tarde, a la edad de noventa y nueve, Dios se le volvió a aparecer. En ese largo período de trece años, Abraham, un hombre llamado por Dios, un hombre que vivía por la fe y que estaba conociendo la gracia con la cual podría cumplir el propósito de Dios, perdió la presencia de Dios. ¡Ser privado de la presencia de Dios es algo muy grave!
Después de que Abraham hubo respondido al llamado de Dios y hubo empezado a vivir por fe en Dios para su subsistencia, sufrió un fracaso. En un momento en que le faltó fe, bajó a Egipto donde hasta planeó sacrificar a su esposa. Según el concepto humano, eso era mucho peor que usar a Agar para producir a Ismael. Pero si leemos estos capítulos detenidamente, veremos que a Dios le causó más disgusto el hecho de que Abraham se valiera de Agar para producir a Ismael, que su descenso a Egipto. Por supuesto, no era bueno que Abraham fuera a Egipto, pero eso no ofendió tanto a Dios como el apoyarse en su carne para producir a Ismael. Ir a Egipto fue un error externo, pero llegarse a Agar para producir a Ismael fue un error interno y más profundo, pues no se relacionaba simplemente con las circunstancias sino con la vida. Tomar a Agar para producir a Ismael no fue simplemente un asunto de tener la razón o no tenerla ni de cometer un pecado; fue un asunto de vida. Nada de lo que hacemos por nosotros mismos es vida. La vida es Dios mismo. Es Dios formado en nuestro ser. No debemos hacer nada por nosotros mismos, sino por el Dios que se forja en nosotros. Todo lo que nosotros hacemos es muerte, pues es el resultado de nuestro ego natural.
A los ojos de Dios, nuestro ego es más sucio y más corrupto que el pecado. Aunque el pecado es impuro en la presencia de Dios, no ofende a Dios tanto como nuestro yo. Todos reconocemos la gravedad del pecado, pero poca gente se da cuenta de la gravedad de valerse de su ego. Si cometemos un pecado, lo confesamos inmediatamente a Dios, pero si hacemos ciertas cosas con nuestro ego, no sentimos que ofendemos a Dios. Si aborrezco a un hermano, me resulta fácil reconocer que este odio es un pecado y confesarlo a Dios como tal. Pero si amo a ese hermano con mi afecto natural, resultaría difícil entender que eso va en contra de Dios. El pecado sólo ofende la justicia de Dios, pero nuestro ego ofende a Dios mismo. Dios desea entrar en nosotros a fin de ser nuestra vida y nuestro todo para que vivamos, laboremos y lo hagamos todo por El. Pero cuando obramos con nuestro ego, nuestro yo natural, hacemos a Dios a un lado. Así podemos ver que el yo va en contra de Dios mismo. No sólo se opone a la justicia y a la santidad de Dios, sino también a El mismo.
Dios tenía un propósito con Abraham: forjarse en él para que produjera un hijo y cumpliera así Su propósito. Dios no deseaba que Abraham hiciera eso con su fuerza natural. No obstante, Abraham usó su fuerza natural para producir un hijo y cumplir el propósito de Dios. Estas acciones naturales son lo más ofensivo para Dios. Laborar usando nuestro ego es lo que más ofende a Dios. Abraham no pensaba que tomar a Agar fuera nada grave. Incluso su esposa Sara se lo había propuesto, pensando que eso ayudaría a Abraham a producir la simiente, ya que Abraham era viejo y la matriz de ella estaba como muerta. Pero Dios les había prometido que ellos tendrían un hijo varón. Por no saber cómo ocurriría eso, usaron a Agar, la sierva egipcia, para producir un hijo, sin darse cuenta de la grave ofensa que eso representaba para Dios. Aquello era un insulto para El. Por consiguiente, Dios no volvió a aparecer a Su querido llamado durante trece años. Fue como si Dios se hubiera alejado de Abraham y se hubiera negado a hablar con él durante ese tiempo. La Biblia no relata lo que sucedió durante ese tiempo. Vemos solamente en el último versículo del capítulo dieciséis y en el primer versículo del diecisiete, que Dios volvió a aparecer a Abraham trece años más tarde. El relato bíblico muestra que se desperdiciaron trece años de la vida de Abraham. En el relato celestial, esos años se perdieron porque Abraham usó su ego para cumplir el propósito de Dios.
En Génesis 17:1 dice: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”. Vemos aquí que Dios mandó que Abraham hiciese dos cosas: andar delante del Dios Todopoderoso y ser perfecto. En el capítulo dieciséis Abraham no andaba delante de Dios, sino de Sara, Agar e Ismael. Dios le dijo a Abraham que anduviera delante de El porque hasta entonces no lo había hecho. El hecho de que Dios le hubiera dicho a Abraham que fuese perfecto indica que no lo era. En el capítulo dieciséis Abraham era imperfecto; le faltaba algo.
Antes de considerar lo que significa andar delante de Dios y ser perfectos, debemos conocer el significado del título de Dios en 17:1: el Dios Todopoderoso. En hebreo, este título es El-Shaddai. El significa el Potente, el Todopoderoso, y Shaddai comunica el sentido de pecho o ubre, y significa Aquel que todo lo provee. El-Shaddai es el Poderoso que tiene una ubre, el Todopoderoso que es la provisión que todo lo abastece. Una ubre produce leche, y la leche es la provisión completa, pues tiene agua, minerales y muchas vitaminas; además contiene todo lo que necesitamos para nuestro diario vivir. Por tanto, El-Shaddai significa el Todopoderoso que todo lo provee.
Cuando Abraham actuó por su ego, se olvidó de la fuente de su suministro. En otras palabras, él se olvidó de Dios como su fuente suministradora. Por consiguiente, Dios vino a Abraham y parecía decirle: “Yo soy el Todopoderoso que tiene ubre. ¿Te falta algo? ¿Por qué no vienes a esta ubre? ¿Tienes hambre o sed? Ven a esta ubre. Tu fuente de abastecimiento no es tu ser natural, sino Yo, el Todopoderoso que tiene ubre. Yo soy el que todo lo abastezco y puedo suministrar todo lo que necesitas para tu vivir y para cumplir Mi propósito eterno. Yo soy la fuente, no tú. No deberías vivir por ti mismo. Tienes que vivir por Mí, la fuente que te abastece”.
En el capítulo diecisiete no se trata del Dios Altísimo ni del Creador de los cielos y la tierra como en el capítulo catorce, sino del Todopoderoso que tiene ubre. Cuando Abraham tuvo miedo de sus enemigos, Dios le dijo: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (15:1). En ese entonces, Dios parecía decirle a Abraham: “No debes temer a tus enemigos. Yo soy tu escudo y tu protección”. Pero después de que Abraham se valió de su ego para cumplir el propósito de Dios, lo cual iba en contra de Dios mismo, Dios vino y parecía decirle: “Yo soy El-Shaddai, el Todopoderoso que tiene ubre. No deberías hacer nada por tu cuenta. Debes entender que Yo soy tu provisión”. Una ubre no nos da armas con las cuales matar, sino leche que nos nutre. La provisión de Dios debe entrar en nosotros como la leche. Dios no quiere que usted use su fuerza para producir una simiente con el fin de cumplir Su propósito; El desea que beba de Su leche; El quiere poner algo de Sí mismo dentro de usted para que produzca una simiente. Si no tuviéramos el Nuevo Testamento, nunca comprenderíamos correctamente este título de Dios, pero ahora podemos entenderlo bien. Ahora podemos vivir continuamente al tomar la provisión del Todopoderoso que tiene ubre. ¿Recibe usted el abastecimiento de la ubre divina día tras día? Lo importante no es la protección del escudo en contra del enemigo sino el abastecimiento de la ubre, el cual produce la simiente. No se trata de darnos un mejor empleo, sino de darnos la provisión que, al ingerirla, se convierte en el constituyente mismo capaz de producir un hijo que pueda cumplir el propósito eterno de Dios. ¿Qué provisión recibimos día tras día? Recibimos el abastecimiento del Todopoderoso con Su ubre divina. Día tras día estamos bajo Su ubre y tenemos el abastecimiento completo. Dios es el Todopoderoso que todo lo provee para nosotros.
En Génesis 17:1 Dios le dijo a Abraham que anduviera delante de El. ¿Qué significa eso? Se refiere a disfrutar al Señor. Andar delante del Señor significa que disfrutamos continuamente de El y de la provisión de Su ubre. ¿Andará usted delante de El disfrutando de la inagotable suministración de Su ubre divina? Andar delante de Dios no significa andar delante de El con temor como delante del Santo. ¡No! El Todopoderoso que tiene la ubre que todo lo abastece satisface nuestras necesidades diarias. Mientras disfrutamos de Su suministración, andamos en Su presencia.
Dios también le dijo a Abraham que fuese perfecto. ¿Qué significa ser perfecto? El hecho de que Abraham era imperfecto no significa que no era bueno; significa que carecía de Dios. Ninguno de nosotros puede ser perfeccionado sin Dios. Sin El no existe la perfección. Sin El siempre nos faltará algo. Por muy perfectos que seamos en nosotros mismos, seguimos careciendo de Dios, y necesitamos ser perfeccionados por Dios y con El. Si su vida familiar no tiene a Dios, no es perfecta. Si Dios no está en su vida matrimonial, ésta es imperfecta. No existe perfección sin Dios. Supongamos que su mano tiene solamente cuatro dedos. Por muy buena que sea esa mano, no sería perfecta por no tener el pulgar. Su mano debería ser perfeccionada por la adición del pulgar. Si un día el pulgar fuese añadido a su mano, su mano sería perfecta. Por consiguiente, ser perfecto indica que necesitamos que se nos añada Dios. Andar delante de Dios significa disfrutarlo, y ser perfeccionado significa que Dios nos es añadido. ¿Se ha dado cuenta usted de que su perfección es Dios mismo? ¿Se ha percatado de que por muy bueno o perfecto que sea ante los hombres, sin Dios, algo le falta? No tiene el factor perfeccionador en usted, porque este factor es Dios mismo. Dios debe ser añadido a nuestras vidas. Si El no es añadido a nuestras vidas, éstas quedarán imperfectas.
¿Por qué le mandó Dios a Abraham que fuese perfecto? Porque Dios era y sigue siendo el Todopoderoso que todo lo suministra. Esta es la razón por la cual no tenemos ningún pretexto para ser imperfectos. Dios es todo lo que nos hace falta. ¿Carece usted de fuerza? Dios es fuerza. ¿Necesita usted energía? Dios es energía. Dios es todo lo que necesitamos. Por tanto, la provisión completa de Dios requiere que seamos perfectos. No tenemos ninguna razón para ser pobres; tenemos una nutrida cuenta bancaria en los cielos.
En la práctica ser perfecto significa que no dependemos de la fuerza de la carne en lo relacionado con nuestra vida y obra, sino que confiamos en el Todopoderoso que todo lo provee. No debemos depender de nuestro ego natural ni de la energía de nuestra carne. Siempre debemos confiar en que Dios es más que suficiente en todo. Por ejemplo, muchos de nosotros nos sentimos mal por nuestra ira. ¿Por qué perdemos la calma algunas veces? Porque en esas ocasiones no confiamos en Dios. El hecho de perder la calma debería enseñarnos que nunca debemos alejarnos de Dios y que debemos confiar en El en todo momento. No intente superar su ira. Si usted se olvida de su mal genio y confía en Dios en todo momento, su ira será vencida. Todos los defectos se deben a una sola cosa: la distancia que ponemos entre el Todopoderoso que todo lo suministra y nosotros. Cuando nos alejamos de El, nos parecemos a un electrodoméstico que no funciona porque está aislado del suministro eléctrico. Todos debemos aprender a mantenernos continuamente en Dios. Es así como podemos ser perfectos.
Cuando leí Génesis 17:1 en mi juventud, me di cuenta de que no era perfecto. Me faltaba la amabilidad, la humildad, la paciencia, el amor y muchas otras virtudes y atributos. Por consiguiente, en mi oración tomé la decisión de amar, ser paciente, humilde, amable y practicar otras virtudes que me faltaban, con la ayuda del Señor. No obstante, confieso que nunca lo logré. Cada vez que leía Génesis 17:1, no podía entender lo que significaba ser perfecto. Finalmente vi que el factor perfeccionador en nuestra vida es Dios mismo y que necesitaba que Dios se añadiera a mí. Todo lo que tenemos son cuatro dedos; no tenemos el pulgar. Por mucho adiestramiento que demos a nuestros dedos, seguirán siendo imperfectos porque no tienen el pulgar. El pulgar debe ser añadido a nuestra mano para que ésta sea perfecta.
Ahora llegamos al cambio de nombre. En Génesis 17:5, Dios le dijo a Abraham: “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes”. Abram significa padre exaltado, y Abraham quiere decir padre de una gran muchedumbre. Abraham era un padre noble, pero no era el padre de una muchedumbre, el padre de muchas naciones. Pero en Génesis 17:5 su nombre fue cambiado y pasó de padre exaltado a padre de una muchedumbre. En hebreo, el nombre Abram consta sólo de cuatro letras representadas por las letras A-b-r-m. El nombre Abraham se compone de una letra adicional, la h. Esto indica cuatro más uno. Cuatro es el número de la criatura, y uno el número del Creador. Por consiguiente, así como cuatro dedos más un pulgar forman una mano completa, también el hombre más Dios equivalen a la perfección. Cuatro más uno equivalen a cinco, el número que denota responsabilidad. Por mucho que hagamos con el cuatro, de todos modos nos falta uno. Para ser el número cinco, y llevar la responsabilidad de cumplir el propósito eterno de Dios, Dios debe ser añadido a nosotros. ¿Cuál fue el significado del cambio de nombre de Abraham? ¡Que Dios le fue añadido! Antes de Génesis 17, Abraham no era más que Abram, un hombre al que no se le había añadido Dios. Sin embargo, en Génesis 17 el hombre, no solamente el nombre, fue cambiado al añadírsele Dios. Se añadió una sola letra a las otras cuatro, y Dios se añadió al hombre. Dios es el factor perfeccionador. Sin El somos imperfectos. Todos necesitamos que Dios sea añadido en nosotros. Esta es la perfección.
Puesto que la persona es la realidad del nombre, el cambio de nombre de Abraham indica el cambio de su persona. Su nombre original indicaba que él era un padre exaltado. Ahora Dios cambió su nombre para indicar que él sería el padre de una gran muchedumbre. Lo que se necesita para cumplir el propósito eterno de Dios no es un padre exaltado, sino un padre de una gran multitud, no un individuo exaltado sino una persona multiplicada, una persona con una gran muchedumbre que sea su multiplicación. Dios necesitaba una gran muchedumbre para cumplir Su propósito, y por ello necesitaba un padre que la produjera. Los cristianos en su gran mayoría desean ser personas de elevada espiritualidad. Cuanto más buscan esta clase de espiritualidad, más estériles e individualistas quedan, sin producir ninguna simiente. Pero Dios necesita que nos multipliquemos produciendo la simiente, y no que nos exaltemos buscando espiritualidad. Por eso, necesitamos el cambio de nombre, el cambio de nuestra persona. El padre exaltado debe convertirse en el padre de una gran muchedumbre. La persona que busca una elevada espiritualidad debe ser transformada en una persona que produzca una multitud. Esto requiere que se le ponga fin al ego que busca la espiritualidad. Tal ego debe ser aniquilado para que seamos una persona multiplicada, y no una persona exaltada, a fin de cumplir el propósito de Dios.
En Génesis 17:15 vemos que el nombre de Sara también fue cambiado: “Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre”. Sarai significa “mi princesa” y Sara quiere decir “princesa”. La palabra “mi” que precede a princesa denota particularidad, pero princesa sola indica algo general. El nombre de Sarai fue cambiado por Sara, porque ella era madre de muchas naciones en un sentido amplio, y no limitado. En 17:16 Dios dijo: “Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella”. Cuando Dios es añadido a nosotros, nos hacemos más amplios. Si El no nos es añadido, no sólo somos imperfectos sino también limitados. Usted puede ser un buen hermano o una buena hermana, pero si Dios no se añade a usted, será una persona limitada. Si usted es un marido a quien Dios no se ha añadido, es un marido limitado. Si es una esposa desprovista de Dios, será una esposa limitada. ¿Qué puede ampliarnos? ¡Dios y solamente Dios! Si usted desea ser una persona amplia y tener una visión extensa y una mente, un corazón y un espíritu amplios, necesita que Dios lo ensanche. Quienesquiera que seamos, si Dios no nos es añadido, siempre usaremos expresiones como: “mi interés”, “mi provecho”, “mi futuro”, “mi crecimiento en vida”, “mi búsqueda del Señor”, “mi función en las reuniones de la iglesia”. Si Dios no nos ensancha, no nos preocuparemos por los demás. Nuestro nombre, que es “mi princesa”, debe ser cambiado por “princesa”. Decimos: “Es mi día, mi hora, mi tiempo, mi esto y mi aquello”, porque carecemos de Dios, pero cuando Dios se nos añade, nos ampliamos inmediatamente. Cuando Dios nos sea añadido, no sólo llegaremos a ser padres de una gran muchedumbre, sino también princesas de muchas naciones, a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Todos necesitamos este cambio, un cambio que procede de la añadidura de Dios a nosotros para ampliar nuestra persona limitada.
Todos debemos ser cambiados y pasar de “mi princesa” a “princesa”; necesitamos ser transformados y pasar de nuestro concepto limitado de espiritualidad a una espiritualidad amplia y general para que dejemos de ser “mi” princesa y seamos una “madre de naciones”, que cuida a los demás y tiene la simiente a fin de cumplir el propósito de Dios. Esto también requiere el aniquilamiento de nuestro hombre viejo y natural para que seamos transformados en una nueva persona, la cual produce la simiente, cuida a otros, y permite que el propósito de Dios se cumpla con una gran muchedumbre. El propósito de Dios requiere que seamos “padre de una gran multitud” y “madre de naciones”. Debemos ser transformados en una persona multiplicada y multiplicadora y en una persona ampliada e ilimitada.
Si queremos que Dios nos sea añadido y se amplíe, debemos ser circuncidados. El pacto que Dios hizo con Abraham en Génesis 15 fue confirmado en Génesis 17 con la circuncisión. No era necesario que Dios lo confirmara nuevamente, pues ya lo había confirmado una vez, pero el pacto tenía que ser confirmado por parte de Abraham. Dios era fiel a Su pacto, pero Abraham no lo fue porque había usado su fuerza natural para producir a Ismael. Puesto que Abraham usó su energía natural con Agar para producir a Ismael, lo cual causó un problema, Dios confirmó Su pacto al mandar que Abraham fuese circuncidado (17:9-11, 13).
En el Nuevo Testamento encontramos el significado de la circuncisión. Ser circuncidado espiritualmente equivale a despojarse de la carne, del ego y del hombre viejo. En Colosenses 2:11-12 dice: “En El también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al despojaros del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados juntamente con El en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados juntamente con El, mediante la fe de la operación de Dios, quien le levantó de los muertos”. La circuncisión se relaciona con despojarse de la carne, el viejo hombre; no se trata de eliminar el pecado. En realidad, la circuncisión no tiene nada que ver con eliminar el pecado; se trata de ser crucificado y sepultado juntamente con Cristo. La circuncisión significa aniquilar el ego y matar la carne. Abraham usó su carne en Génesis 16, pero en Génesis 17 Dios quería cortar de raíz su carne. En Génesis 16 él había usado la energía de su fuerza natural, pero en Génesis 17 su fuerza debía ser erradicada. En esto consiste la circuncisión.
Tenemos el mismo problema ahora. Mientras permanezca nuestra fuerza natural, Dios difícilmente podrá intervenir y ser nuestro todo y cumplir Su propósito. Dios desea entrar en nosotros para ser nuestro todo, pero nuestra carne, nuestro ser y nuestra fuerza naturales, nuestro viejo hombre y el viejo yo, impiden que Dios sea nuestro todo. Este ego, el viejo hombre, debe ser aniquilado. Debe ser circuncidado, es decir, crucificado. Quiero darle la buena noticia de que nuestro viejo hombre ya fue crucificado (Ro. 6:6). En el caso de Abraham, él había de ser crucificado, pero en el nuestro, ya fuimos crucificados. Todos debemos ver eso, reconocerlo, y aceptarlo por la fe. Por la fe podemos declarar que nuestra carne, nuestro hombre natural con su fuerza, ya fue crucificado: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Todos debemos vivir con la consciencia de que el viejo hombre, el ego, ya fue crucificado. Si declaramos eso y vivimos conforme a ello, entonces el Dios de resurrección podrá entrar en nosotros, ser nuestro todo y llevar a cabo Su economía.
La circuncisión es una señal, un sello, de la justificación por la fe (Ro. 4:11). No obstante, muchos cristianos descuidan esta señal. Tal vez entiendan y declaren que fueron justificados por la fe, pero después de ser justificados por la fe, carecen de la señal del aniquilamiento del ego. ¿Cómo puede usted mostrar que ya Dios lo justificó? Usted debe llevar una vida en la cual el ego es aniquilado. Debe mostrar que ya no vive por sus propios esfuerzos sino por Cristo. Entonces su vida demostrará que usted fue justificado. Llevar una vida crucificada en la resurrección de Cristo es una señal de nuestra justificación. Supongamos que yo, una persona salva y justificada por Dios, sigo viviendo, actuando y laborando por mí mismo, haciendo todo por mis esfuerzos. En ese caso, a cualquiera le costará trabajo reconocer que soy una persona justificada. Quizás la gente hasta dude que yo sea salvo. Pero si llevo una vida crucificada, despojándome de mí mismo y tomando a Cristo como mi vida, nadie podrá dudar de que fui justificado por la fe. Todos dirán: “¡Alabado sea el Señor! Sin lugar a dudas, este hermano fue justificado por Dios”. La vida en la cual el ego es aniquilado constituye una señal y un sello de nuestra justificación.
La confirmación del pacto con la circuncisión estaba relacionada con la simiente y la tierra, las cuales cumplen el propósito de Dios (17:2-8). Si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, que consiste en que el hombre lo exprese y lo represente, debemos tener a Cristo como nuestra simiente y como nuestra tierra. Si queremos tener a Cristo como la simiente y la tierra para cumplir el propósito de Dios, debemos ser circuncidados y llevar una vida crucificada. La circuncisión sirve para cumplir el propósito de Dios. Cuando la carne, el ego, y el viejo hombre han sido aniquilados, la puerta queda abierta para que Dios entre y produzca a Isaac.
Entre los judíos, la circuncisión siempre se administraba en el octavo día (17:12). El octavo día era el primer día de una nueva semana y denotaba un nuevo inicio, un nuevo comienzo en resurrección. Cuando llevamos una vida crucificada, tenemos un nuevo comienzo en resurrección. Cuando rechazamos y nos negamos a nuestro ego y llevamos una vida crucificada, tenemos inmediatamente un nuevo comienzo en resurrección. Quizás usted esté casado desde hace muchos años, pero si hoy empieza a llevar una vida crucificada, tendrá un nuevo comienzo en resurrección en su matrimonio, y éste será renovado. La circuncisión siempre viene al octavo día. En otras palabras, cuando llevamos una vida crucificada, estamos en resurrección.
Todos los incircuncisos están excluidos de este pacto. En Génesis 17:14, Dios le dijo a Abraham: “Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto”. Esto también es válido ahora. Si no llevamos una vida crucificada, estamos despojados de Cristo, de la vida de iglesia, y de la suministración de la ubre divina. Cuando no estamos dispuestos a ser circuncidados, no podemos cumplir el propósito eterno de Dios. Ahora el deleite que tenemos de Dios, nuestro vivir por Cristo, y nuestra práctica de la vida de iglesia dependen de una sola cosa: la circuncisión, es decir, llevar una vida crucificada.
En Génesis 17:15-21 vemos la promesa del nacimiento de Isaac más claramente que nunca. Sabemos que esta promesa es más específica porque se menciona el nombre Isaac, y porque su madre fue designada. En los capítulos anteriores, Dios dijo que le daría a Abraham una simiente y que Abraham la produciría, pero Dios no mencionó que la simiente habría de venir de Sara. Tampoco dijo que la simiente se llamaría Isaac. Sin embargo, en estos versículos vemos que Dios prometió claramente que la simiente sería Isaac y que éste nacería de Sara.
La promesa del nacimiento de la simiente fue confirmada claramente cuando Abraham envejeció y cuando Sara ya no podía tener hijos. Es posible que Abraham le haya dicho a Sara: “Sara, tengo cien años de edad y tú noventa. Me estoy muriendo y tu matriz se ha cerrado. Ya no somos nada y no podemos hacer nada”. Es maravilloso convertirse en nada, pues entonces el Todopoderoso que tiene ubre puede venir y hacerlo todo por nosotros. Quisiera tener cien años de edad y no ser nada. El hecho de no ser nada le proporciona al Todopoderoso, al que todo lo suministra, la mejor oportunidad de alimentarme y abastecerme con todo lo que a El le plazca. A veces a Dios le gustaría darme una nueva porción de leche, pero yo digo: “No, todavía tengo otra posibilidad, tengo algo de energía, algo de fuerza”. Todos debemos ser como una persona de cien años de edad. Pero no intenten actuar como si ya tuviesen cien años de edad. Después de leer este mensaje, que le exhorta a tener cien años de edad y a no ser nada, usted quizás haga como si tuviese cien años. Pero no puede algo reducirse a nada de la noche a la mañana. El Señor sabe lo que todavía tenemos. No obstante, el principio es éste: todos debemos ser nada para que el Todopoderoso que todo lo provee venga y sea nuestro todo con Su ubre abastecedora, a fin de proporcionarnos lo que necesitemos.
Después de que Abraham y Sara llegaron a ser nada, Dios prometió que Isaac de nacería de Sara (17:16, 19, 21). Esto significa que el nacimiento de Isaac no fue el resultado de la energía de Abraham y Sara, sino de la visitación de Dios llena de gracia. En Génesis 18:10, 14 vemos claramente que el nacimiento de Isaac se debió a que Dios había vuelto a Abraham en el tiempo de la vida. Su visitación a Abraham, llena de gracia, incluía la nutrición y el suministro que le proporcionaba de todo lo que El era. Dios tenía que ser la ubre que suministraba la leche que Abraham necesitaba para producir a Isaac. Isaac no fue producido por ningún elemento del ser natural de Abraham; fue producido por el suministro completo de Dios, que brota de la ubre divina.
Ismael, la simiente producida por la carne, fue rechazado por Dios (17:18; 21:10). Todo lo que hagamos con nuestra capacidad o con nuestro ego natural será rechazado por Dios. Es probable que usted haga buenas cosas y guarde la ley, pero será rechazado por Dios. Todo lo que vivamos, hagamos u obremos por nuestro yo y por el hombre natural será completamente rechazado. Pocos cristianos entienden que aun su bondad natural es rechazada por Dios. Todo lo que hagamos por nuestro ego, nuestra fuerza natural, nuestra capacidad natural, o nuestro hombre natural, por muy bueno que sea, será rechazado por Dios.
Sólo Isaac, la simiente producida por la gracia de Dios, por la suministración de la ubre divina, fue confirmado para cumplir el propósito eterno de Dios (17:19, 21; 21:12; Ro. 9:7-9). Dios sólo honrará lo que procede de El porque sólo la simiente producida por El mediante el suministro de Su gracia puede cumplir Su propósito. Esto significa que Dios sólo honrará a Cristo, y no lo que salga de nuestro ego, de nuestro hombre natural. Sólo el Cristo que experimentamos de la ubre divina como nuestro suministro de gracia puede cumplir el propósito de Dios. Sólo este Cristo será confirmado como la verdadera simiente que cumple el propósito de Dios. Nuestro Ismael fue rechazado, pero nuestro Isaac, es decir, Cristo, ha sido y será confirmado en la economía de Dios.
Ahora podemos ver lo que es la gracia. La gracia significa que Dios nos trasmite algún elemento Suyo para ser nuestro suministro, y que este suministro se convierte en el elemento mismo por el cual producimos a Isaac a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Después de ser llamado Abraham, aprendió a vivir por la fe en Dios en lo relacionado con su subsistencia. Luego, a partir de Génesis 15, Dios empezó a adiestrarlo en el conocimiento de la gracia para cumplir Su propósito. Vimos eso claramente en los capítulos quince, dieciséis y diecisiete. Nuestro ego, nuestra carne, nuestra fuerza natural, nuestro hombre natural, y nuestro viejo hombre deben ser llevados a su fin para que tomemos a Dios como nuestro suministro y para que algo del ser de Dios se forje en nosotros con la finalidad de ser el elemento que produzca a Isaac a fin de que así se cumpla la promesa de Dios. En esto consiste la gracia.