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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 48

CONOCER LA GRACIA PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS: LA REVELACION DEL TITULO DIVINO Y EL CAMBIO DE LOS NOMBRES HUMANOS PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS

  Si queremos entender Gn. 17, debemos saber cuál es el propósito de Dios. El propósito de Dios, el cual El se fijó en la eternidad pasada, consiste en expresarse por medio de un pueblo en la tierra. Para tener una entidad colectiva como expresión Suya, Dios creó el universo y en él creó al hombre como centro, a Su imagen, a fin de que lo expresara y lo representara para que dominase en la tierra como Su reino. Este fue el propósito de Dios para con Adán y los hijos de Israel en el pasado; es Su propósito para con la iglesia hoy, y será Su propósito en el milenio y por la eternidad. A lo largo de todas las eras el propósito de Dios jamás ha variado: que el hombre lo exprese y lo represente en la tierra.

  Dios necesita un pueblo que cumpla Su propósito. Si Dios puede obtener un pueblo, podrá cumplir Su propósito, pero si no adquiere un pueblo, será vencido. Pero ¡nuestro Dios no puede ser vencido! Dios creó a Adán, y éste fracasó. Luego Dios llamó a Abraham a ser la cabeza de un nuevo linaje. Dios llamó a una sola persona, a Abraham, pero esta persona tenía que convertirse en un linaje para que Dios fuese expresado y representado sobre la tierra. Dios llamó a Abraham con ese propósito. Un individuo no puede cumplir el propósito de Dios, pues lo que Dios necesita no es un individuo aislado sino un pueblo. Ese solo Abraham debe multiplicarse y convertirse en muchos. Sin embargo, eso no puede cumplirse según la comprensión natural del hombre ni por su capacidad ni su fuerza ni su ser naturales.

5) La revelación del título divino y el cambio de los nombres humanos para cumplir el propósito de Dios

a) El deseo de Dios: forjarse en el hombre

  La Biblia revela que Dios se expresa forjándose en el hombre. El camino de Dios es extraordinario. Aunque El desea que obremos para El, aun así desea venir y obrar por medio de nosotros para Sí mismo. Dios desea forjarse en nosotros, haciéndose uno con nosotros y haciéndonos uno con El. Sin embargo, nadie está dispuesto a permitírselo. Todos parecen decir: “Oh Señor, si me pides algo, yo lo haré, pero no puedo tolerar que entres en mí, me anules y me saques de mi trono. Cuando hago algo por Ti, me gusta hacerlo por mí mismo”. No obstante, Dios podría contestar: “Antes de que hagas algo por Mí, debo forjarme en ti. Al entrar en ti, te crucificaré y luego te reviviré Yo mismo, conmigo y para Mí. ¿Estás dispuesto a eso?”. Abraham no esperó a que Dios obrara así; como lo revela Génesis 16, él actuó por su propia cuenta para producir una simiente.

b) La revelación del título divino

  En Génesis 17:1 Dios apareció y reveló Su título divino, mostrando así lo que El es como Dios. Revelar un nombre significa revelar una persona, pues el nombre siempre representa la persona. Puesto que el título divino de Dios denota Su persona divina, la revelación del título divino en realidad es la revelación de la Persona divina. En 1:1 Dios se reveló como Elohim, que significa en primera instancia el Poderoso, el Fuerte, y que está relacionado principalmente con la creación. En Génesis 2 El se reveló como Jehová, el gran Yo soy. El nombre Jehová significa: “Yo soy el que soy”, lo cual implica que Dios es el que existe en Sí mismo y para siempre. El título Jehová se refiere a la relación que Dios tiene con el hombre. Además, Dios le reveló a Abraham que El era el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra (14:22). Eso se relaciona mayormente con la subsistencia del pueblo de Dios a manos de El. En el capítulo diecisiete, Dios se revela de un modo más completo, pues se presenta a Abraham como El-Shaddai, el Poderoso que todo lo suministra y que tiene ubre.

  La completa suministración de Dios se halla en Su ubre divina. Quizás a algunos lectores no les agrade el uso de la palabra ubre y prefieran que usemos la palabra pecho o seno. Pero si usamos la palabra pecho, la mayoría de la gente la asociaría con el amor. Pero en Génesis 17:1 el título divino denota que Dios es la rica fuente de la rica suministración de gracia dada a Su pueblo a fin de que cumpla Su propósito. Aunque El desea que cumplamos Su propósito, no necesita nada que provenga de nosotros. El desea ser nuestra provisión. Nuestro Dios tiene la fuente de la suministración que todo lo abastece, y esta fuente es semejante a una ubre. Esto queda implícito en el significado del título El-Shaddai. Todo lo que nos suministra la ubre de una vaca entra en nosotros y llega a ser lo que nos constituye. Todos los elementos e ingredientes de las riquezas que contiene la leche que bebemos se convierten en nuestros componentes, en nuestros tejidos orgánicos. Parece que Dios le dijera a Abraham: “Me has conocido como el Dios Altísimo. Eso es maravilloso, pero eso ya no es suficiente. Yo no solamente soy el Dios Altísimo de modo objetivo para ti, sino que quiero ser tu leche divina de un modo subjetivo. Debo ser aquel a quien tú bebas”.

  Es posible que nos moleste la idea de esa bebida divina. La primera vez que hablé de comer a Jesús fue en 1958. Después de ese mensaje, un hermano muy culto me dijo: “Hermano Lee, ese mensaje fue muy bueno, pero la expresión ‘comer a Jesús’ es demasiado salvaje”. Contesté: “Hermano, yo no soy el primero en usar esta expresión. En Juan 6:35 y 57, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” y “El que me come, él también vivirá por Mí”. ¿Le molesta a usted la comparación del rico pecho de Dios con la ubre de una vaca? Yo preferiría comparar a Dios con una madre amorosa, afable y hermosa que tiene un pecho lleno de amor, pero es más significativo comparar a Dios con una vaca que posee una ubre rica, como lo indican las Escrituras. Todos fuimos puestos bajo esta ubre divina.

  Muchos versículos de la Biblia nos dan la base para hablar así de Dios. Dice en Exodo 3:8: “Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel”. La buena tierra tipifica al Cristo todo-inclusivo. Este Cristo es el fluir de la leche. Los hijos de Israel, antes de entrar en la buena tierra a beber la leche, bebieron del agua que fluía de la peña herida que también era Cristo (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4). En Apocalipsis 22 vemos que en la Nueva Jerusalén habrá un río que fluirá del trono de Dios y del Cordero. Si juntamos todos estos versículos, podremos ver que ahora brota de nuestro Dios algo que nos sacia, nos satisface y nos abastece. Fluye del ser de Dios para abastecernos, bien sea que lo llamemos leche o agua viva. Por consiguiente, 1 Corintios 12:13 revela que a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu, quien es Dios mismo (Jn. 4:24). Cuando bebemos del Espíritu, bebemos de Dios. Nuestro Dios es tan rico que un solo tipo o un solo símbolo no nos puede transmitir una plena comprensión de El. Es por eso que la Biblia usa distintos tipos y símbolos para revelar los diversos aspectos de Sus riquezas. La leche y el agua viva revelan lo rico que es Dios para con nosotros. En los varios casos, el principio es idéntico: las riquezas de Su ser divino fluyen para ser nuestro suministro, nuestra gracia, a fin de que cumplamos Su propósito. Todos debemos beber de la rica suministración que brota de nuestro Dios para capacitarnos a fin de que cumplamos el propósito divino.

  Ninguno de nosotros está calificado para cumplir el propósito de Dios. Aunque la religión nos exige ciertas cosas para Dios, El desea que lo tomemos a El como nuestra provisión a fin de que El sea lo que nos constituye y de que seamos uno con El. La Biblia revela que la intención de Dios consiste en entrar en nosotros y en que nosotros comamos y bebamos de El, asimilando así algo de El en nuestro ser. Mientras ingiramos algún elemento de Su ser divino, participando así de Su naturaleza divina, dicho elemento obrará en nosotros y por medio de nosotros para cumplir Su propósito.

  En los días de Génesis 17, Dios necesitaba revelar este título divino a Abraham. En Génesis 16 Abraham hizo algo, no para lograr su propio propósito, sino para cumplir el propósito de Dios. No obstante, lo que Abraham hizo para cumplir el propósito de Dios fue llevado a cabo por su ser natural y su fuerza natural. Puesto que Abraham hizo algo para Dios con su propia fuerza natural, Dios se disgustó con él y no volvió a aparecérsele durante trece años. Después de una ausencia tan larga, Dios vino y parecía decirle: “Abraham, debes saber que soy el Todopoderoso que tiene ubre. Debes beber del suministro de esta ubre y no hacer nada para Mí valiéndote de tu fuerza natural y tu capacidad natural. Hacer algo para Mí con tu fuerza natural constituye una ofensa para Mí. No quiero nada que provenga de ti. Te quiero a ti y te necesito, pero no quiero que uses tu fuerza ni tu capacidad naturales para producir la simiente prometida. Debes producir una simiente valiéndote de Mi suministración. Deja de usar tu fuerza, niega tu ser natural y desecha tu capacidad natural. Yo soy el Todopoderoso que todo lo suministra; por eso no deberías hacer nada por tu cuenta ni aparte de Mí. Separado de Mí, no puedes cumplir Mi propósito porque fuera de Mí no puedes hacer nada para Mi economía. Abraham, para cumplir Mi propósito, debes beber de la suministración de Mi ubre e ingerirme a Mí. Ahora no estoy aquí como el Dios Altísimo ni como el dueño de los cielos y de la tierra. Ya lo has comprendido. Estoy aquí delante de ti como El-Shaddai, el Todopoderoso que todo lo provee y que tiene una ubre de la cual fluye un rico suministro para ti. Abraham, debes andar delante de Mí. Esto significa que debes beber de Mi ubre y vivir por Mí”. La Palabra divina es profunda, y no la podemos entender superficialmente. Primero debemos ahondar en ella para descubrir lo que revela. Es muy bueno que Dios se haya revelado a Abraham como el Todopoderoso que tiene una ubre llena de una completa suministración para que Su pueblo cumpla Su propósito.

c) El cambio de nombres humanos

  Inmediatamente después de que Dios reveló el título divino a Abraham, le dijo que su nombre sería cambiado (17:5). Esto es muy significativo. El título de Dios no sólo nos debe ser revelado, sino que nuestros nombres deben ser cambiados, lo cual significa que nosotros debemos cambiar. El nombre Abram debe ser cambiado por Abraham. Como lo destacamos en el mensaje anterior, Abram significa padre exaltado, y Abraham significa padre de una gran muchedumbre, es decir, un padre multiplicado, “un padre de muchas naciones”. Si usted tuviera la posibilidad de escoger entre ser sumamente exaltado y multiplicarse, ¿qué escogería? En lugar de ser sumamente exaltado a los cielos, ¿escogería usted ser aplastado y multiplicado? Según nuestro concepto natural, todos quisiéramos ser exaltados en lugar de ser multiplicados. Ser multiplicados acarrea problemas, pues cuanto más hijos tenemos, más problemas surgen. A todos nos gusta ser exaltados; pero Dios no quiere exaltarnos sino multiplicarnos, haciendo de nosotros el padre de una gran muchedumbre. ¿Estamos dispuestos a ser multiplicados?

  Un padre exaltado, que sólo sirve para ser exhibido, no puede cumplir el propósito de Dios. El cumplimiento del propósito de Dios requiere una muchedumbre. Por tanto, debemos ser multiplicados, y no exaltados. Ahora la mayoría de los cristianos desean ser gigantes espirituales, y la religión los conduce en esa dirección. En mi juventud, me aconsejaron y me alentaron a ser un gigante espiritual, pero nunca me dijeron que debía ser multiplicado. Nuestra tendencia natural consiste en ser exaltados, mientras que Dios desea cambiar nuestro nombre, de padre de exaltación a padre de multiplicación. ¡Cuánto debe cambiar nuestro concepto! ¿Cuál es la muchedumbre que Dios desea? Es la iglesia, un pueblo corporativo. Dios necesita la iglesia, la muchedumbre. Si usted está solo, Dios no tiene ninguna posibilidad de cumplir Su propósito por medio de usted. Si queremos cumplir el propósito de Dios, debemos olvidar nuestro nombre y cambiar, pasar de la exaltación a la multiplicación. Es necesario ser multiplicados para cumplir el propósito de Dios, y no para ninguna otra cosa. No se trata simplemente del incremento ni de la extensión de nuestra labor; la finalidad es que Dios sea expresado y representado en la tierra.

  Cambiar el nombre equivale a cambiar la persona. El caso no consiste en que yo soy una rana y me cambien el nombre por pez. Usted puede llamarme pez, pero yo sigo siendo una rana. El título cambió, pero no la persona. El verdadero cambio de nombre equivale al cambio de persona. Cuando nuestra persona es cambiada, automáticamente viene el cambio de título.

  En la vida de iglesia actual, no necesitamos ningún padre exaltado, pero sí necesitamos muchos padres multiplicados. Esta es la razón por la cual el Señor nos ha conducido a llevar una vida comunitaria en muchos hogares. A una familia no le resulta fácil vivir junto con varios jóvenes porque a todos nos gusta tener vida íntima y estar a solas. Si los maridos son francos, reconocerán que a veces les cuesta trabajo vivir con sus esposas, y preferirían estar solos. Pero si todos mantenemos nuestra intimidad, ¿cómo cuidaríamos de los jóvenes? El cambio de nombre ayuda la vida comunitaria. ¿Por qué es tan lento el aumento en la vida apropiada de iglesia? Simplemente porque nos hace falta la paternidad y no hay suficientes hogares para cuidar a los nuevos. Necesitamos que los hogares de los padres multiplicados cuiden a la muchedumbre.

  La hospitalidad es uno de los requisitos para ser anciano (1 Ti. 3:2). Si usted no practica la hospitalidad, es decir, si no está dispuesto a cuidar a los demás, y sólo se preocupa por ser santo individualmente, usted no está calificado para ser anciano. Si queremos ser hospitalarios, nuestro nombre debe ser cambiado de padre exaltado a padre de multiplicación. Sólo un padre multiplicado practica la hospitalidad. Cuanto más cuidamos a los demás, más se beneficia la vida de iglesia. Este es el verdadero cambio de nombre y el verdadero cambio de nuestra persona.

  El nombre de Abraham no era el único que debía ser cambiado; Sara también necesitaba tener otro nombre. El nombre Sarai, que significa “mi princesa”, tiene que ser cambiado por Sara, que significa “princesa”. “Mi princesa” tiene que ser cambiado por “princesa”, por “madre de naciones”. El carácter particular que usted tiene debe ser cambiado y debe ser más amplio para que sea una madre de naciones y cuide a mucha gente.

  Todos los hermanos desean ser un “padre exaltado”, y todas las hermanas quieren ser “mi princesa”. Si nuestro nombre es Sarai, decimos: “Mi marido, mi hogar, mi día, mis hijos, mi posición, mi función en las reuniones, mi todo”. Las hermanas pueden decir “mi princesa”, pero Dios desea que sean simplemente “princesa” sin ningún “mi”, y que se extiendan a lo general, y no sean particulares. No debemos ser exaltados sino multiplicados, no particulares sino amplios. La particularidad siempre acompaña la exaltación; forman una buena pareja. En la vida de iglesia, ninguno de nosotros debe ser partidario de la exaltación ni de la particularidad. Todos debemos ser multiplicados y amplios, y debemos ser un “padre de naciones” o una “madre de naciones” (17:5, 16).

  La vida de iglesia depende mucho del cambio de nombre. Si los hermanos persisten en su exaltación, y las hermanas en sus particularidades, ¿cómo podríamos practicar la vida de iglesia? Sólo podremos tener una religión con un servicio matinal los domingos y reunirnos una vez por semana, saludarnos, y luego seguir por nuestro camino hasta el domingo siguiente. Si queremos practicar la vida de iglesia, debe haber una gran muchedumbre que sea edificada y amasada, un pueblo que verdaderamente conozca y practique la vida comunitaria. Cuando los hermanos ya no quieran ser exaltados sino multiplicados, y las hermanas ya no quieran ser particulares sino generales, entonces podremos vivir juntos, practicar la vida apropiada de iglesia y tener la muchedumbre para cumplir el propósito de Dios. Entonces viviremos juntos día tras día y seremos personas que expresen la vida de iglesia continuamente. Tendremos reuniones casi todo el tiempo. Nos reuniremos continuamente porque nadie querrá ser exaltado sino multiplicado y porque nadie querrá ser particular sino amplio. Esta no es una mera doctrina. El cambio de nombre no es cuestión solamente de términos, sino un cambio de nuestro ser, de nuestra persona. Por consiguiente, podríamos cambiar el título de este mensaje por “La revelación del Ser divino y el cambio de la persona humana para cumplir el propósito de Dios”. El ser de Dios ya se ha revelado, pero si no cambiamos, la revelación del Ser divino no nos será de ningún provecho. Su revelación depende de nuestro cambio. Debemos cambiar no sólo en nombre, sino también en persona. Entonces podremos disfrutar al Dios revelado y beber de Su rica ubre.

  Vemos el cambio de nombres por el cambio de persona en los casos de Jacob y de Pedro. Para cumplir el propósito de Dios, el nombre de Jacob fue cambiado por Israel (Gn. 32:27-28): el que ase el talón, el que suplanta (Jacob), fue cambiado por príncipe de Dios (Israel). Si Jacob se hubiera quedado como el que suplanta, nunca habría sido usado por Dios en el cumplimiento del propósito divino. Jacob tenía que convertirse en un príncipe de Dios. Para la edificación de la iglesia, el nombre de Pedro, Simón, fue cambiado por Cefas, que significa una piedra (Jn. 1:42). El ser natural de Pedro era de barro, y debía ser transformado en una piedra, más aún, en una piedra preciosa, para el edificio de Dios (1 P. 2:5) para cumplir el propósito divino.

d) La gracia suficiente que cumple el propósito de Dios

  Por la misericordia del Señor, no tenemos ninguna confianza en nosotros mismos ni en nadie. No confiamos en la gente porque hemos aprendido que nadie está calificado para cumplir el propósito de Dios. Todo lo que nosotros podemos producir es un Ismael. La vida apropiada de iglesia no está relacionada con nada humano ni natural. La vida apropiada de iglesia es lo que lleva a cabo el propósito eterno de Dios mediante el suministro de las riquezas de Dios mismo. Ninguna de nuestras acciones tiene sentido alguno con relación al cumplimiento del propósito eterno de Dios. Todo lo que se necesita para cumplir el propósito de Dios es el suministro de la ubre divina. Por tanto, debemos renunciar a nosotros mismos, despreciar nuestra fuerza y capacidad naturales, y andar delante de Dios, bebiendo de las riquezas de Su ubre. Si hacemos eso, espontáneamente algún elemento de Su ser divino se forjará en nosotros para producir la simiente a fin de cumplir Su propósito. Esta es la vida apropiada de iglesia.

  Ya vimos que tanto la simiente como la tierra son Cristo. Ahora debemos ver que la simiente y la tierra no solamente son Cristo sino también nosotros. Después de beber del rico suministro de Dios, llegamos a ser la simiente y la tierra. Finalmente, la simiente viene a ser la tierra. Para cumplir Dios Su propósito, necesita que un pueblo posea la tierra. En esa tierra, Dios tendrá un reino que será edificado y Su morada para Su nombre. Este es el propósito de Dios. Por ser nosotros la simiente, el pueblo que cumple el propósito de Dios, también llegaremos a ser la tierra. Dios tiene Su dominio en nuestro medio y en nuestro interior, y en ese dominio El tiene un reino en el cual puede construir Su morada.

  Nos convertimos en la simiente y en la tierra al disfrutar de las riquezas de Dios y al forjarse Dios en nosotros. Dios y nosotros, nosotros y Dios, somos uno al producir la simiente y al tomar posesión de la tierra. Esto es algo celestial sobre la tierra. Es Bet-el, o sea, la puerta de los cielos donde aparece la escalera celestial que une la tierra con los cielos y trae los cielos a la tierra. Aquí tenemos a Dios y al hombre, al hombre y a Dios, unidos como una mutua morada. ¿Cómo se cumple eso? Por la revelación del Ser divino y el cambio de la persona humana. Al ser cambiados, estamos calificados para disfrutar al Dios revelado como nuestra gracia. Dios se ha revelado, pero este Dios necesita las personas transformadas. Todos nosotros, sin excepción, debemos cambiar de carácter, y pasar de un carácter natural a un carácter espiritual, de nuestra propia fuente a la ubre divina para obtener el suministro que necesitamos a fin de cumplir el propósito divino. Debemos olvidarnos de nosotros mismos, abandonar nuestra fuente o suministro natural, andar delante de Dios, y beber de Su ubre todo el día. Entonces las riquezas del Ser divino revelado se forjarán en nuestro ser humano como la gracia que lo suministra todo para que cumplamos el propósito divino. El apóstol Pablo laboraba más abundantemente que los demás apóstoles; no obstante, no era él sino la gracia de Dios que lo acompañaba. Por la gracia de Dios él era lo que era (1 Co. 15:10). El cumplió el propósito de Dios en su ministerio al disfrutar de la gracia suficiente de Dios (2 Co. 12:9). Indudablemente Pablo bebía de la ubre divina para recibir el suministro suficiente de gracia. El no usó su fuerza natural que produce a Ismael, sino que disfrutó de la rica provisión de la gracia suficiente que produce muchos Isaac. El vivía y laboraba sobre el principio de “ya no vivo yo, mas Cristo” (Gá. 2:20). El verdadero cambio de nombre es el cambio de yo por Cristo, El-Shaddai, el que suministra la gracia que todo lo provee. Sólo Cristo, y no yo, puede cumplir el propósito de Dios.

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