Mensaje 49
En el libro de Génesis están sembradas a modo de semillas casi todas las verdades divinas. En este mensaje llegamos a una verdad importante y fundamental de la Palabra santa, una verdad sembrada en Gn. 17: la circuncisión.
Si queremos entender la circuncisión, debemos ver los dos puntos principales de la revelación divina presentada en la Biblia. El primero es que el propósito eterno de Dios consiste en que El sea expresado y representado por el hombre en la tierra. Toda la Biblia revela este asunto, desde el primer capítulo de Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis. El segundo punto se relaciona con la manera en que Dios cumple Su propósito, la cual consiste en forjarse en el hombre como vida y como el todo para el hombre a fin de que éste sea Su expresión y representación. El cumplimiento del propósito de Dios no depende de lo que nosotros podamos hacer, sino de que Dios se forje en nosotros. Si vemos estos dos aspectos, entonces podremos entender las verdades fundamentales de la Biblia.
Dios, con miras al cumplimiento de Su propósito eterno, llamó a Abraham a salir de Caldea, un país de demonios y de idolatría. Como ya vimos, Abraham no respondió de inmediato al llamado de Dios, sino que vaciló deteniéndose en el lodo y el agua. Su padre lo trajo a Harán, un lugar ubicado a medio camino. Por la misericordia de Dios, Abraham respondió a casi todo el llamado de Dios en Harán, atravesó el gran río, y llegó al lugar donde Dios lo quería. Ese lugar estaba cerca de la ciudad pecaminosa de Sodoma. No le resultó fácil a Abraham permanecer en el lugar donde Dios lo quería, y poco tiempo después descendió a Egipto. Sin embargo, por la soberanía de Dios, este Abraham, que salió de la Caldea demoníaca, que abandonó a Harán, ubicado a medio camino, y que venció la Sodoma pecaminosa, fue liberado del Egipto mundano y devuelto al lugar que Dios había escogido.
Debemos recordar los nombres de tres personas muy importantes relacionadas con Abraham: Lot, Eliezer y Agar. Abraham tomó a Lot consigo cuando salió de Harán, y probablemente consiguió a Eliezer en Damasco y a Agar en Egipto. Ninguno de estos tres ayudó a Abraham; cada uno de ellos fue un problema. Dios rechazó a estas tres personas. Abraham usó su fuerza natural para producir, con la colaboración de Agar, su obra maestra: Ismael. Sin embargo, Ismael fue rotundamente rechazado por Dios.
Con este antecedente, llegamos ahora a la circuncisión (17:9-14). Por la época de Génesis 17, Abraham había sido privado de todos los lugares donde había estado y de todas las personas importantes que había adquirido. Caldea y Harán formaban parte del pasado, y no tenían nada que ver con Egipto. El estaba en la tierra que Dios le había prometido, aunque todavía no le había sido entregada. Por consiguiente, Abraham no tenía a Caldea, ni a Harán, ni a Egipto, ni a Sodoma, y tampoco tenía una parcela en la tierra prometida. Además, Lot se había apartado de él, y tanto Eliezer como Ismael habían sido rechazados por Dios. Abraham había quedado solo con Sara. Eran dos personas entradas en años que no habían ganado nada ni podían hacer nada. Tal vez Abraham haya mirado a Sara y le haya dicho: “¿Qué haremos? No tenemos nada y no podemos hacer nada”. En ese momento, Dios se reveló a Abraham como El-Shaddai, el Poderoso que todo lo provee. Entonces Dios le dijo a Abram que su nombre debía ser cambiado por Abraham y que el nombre de su esposa debía cambiarse de Sarai a Sara. Después, Dios le dijo a Abraham que debía circuncidarse. Abraham había sido despojado de todos los lugares y de todas las personas. Lo único que le quedaba era él mismo. Dios vino para poner fin al ego de Abraham, su carne, su fuerza natural y su capacidad natural. Este ego, la carne y la fuerza natural, habían de ser cortados, circuncidados. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Dios, ¿no ves que me has privado de muchas cosas? A nadie le ha sucedido eso en toda la tierra. Todos tienen un lugar propio, pero yo no tengo nada. ¿Qué harás ahora: quitarme la vida?”. Dios quizás haya contestado: “Abraham, tienes razón. Te he quitado a Caldea, a Harán, a Egipto, a Lot, a Eliezer, a Agar y a Ismael. Ya no te destituiré más, pero sí te cortaré a ti. Lo que has conseguido por ti mismo te ha sido quitado, y lo que eres debe ser cortado ahora”. Esta es la circuncisión.
¿Por qué es necesaria la circuncisión? Por una parte, Dios necesita al hombre para cumplir Su propósito; y por otra, no quiere nada del hombre. No obstante, ninguno de los llamados diría: “Dios, quiero entregarme incondicionalmente a Ti, pero no deseo que nada mío interfiera. Estoy dispuesto a que tomes todo lo que tengo y le pongas fin a todo lo que soy”. Por el contrario, todos dicen: “Alabado sea el Señor porque me llamó. De ahora en adelante, todo lo que tengo y lo que soy será para El”. Considere el ejemplo de Pedro. Durante tres años y medio, el Señor dijo a Sus discípulos que debían amarle a El y seguirle. Sin embargo, ninguno de los discípulos entendía que el Señor no quería nada de ellos. Cuando el Señor dijo a los discípulos que todos tropezarían a causa de El, Pedro contestó: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré”, y “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:33, 35). Mas el Señor le dijo a Pedro: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mt. 26:34). Aparentemente el Señor le decía a Pedro: “Pedro, no te jactes. No tienes por qué jactarte. Esta noche me negarás tres veces”. Efectivamente, Pedro negó al Señor tres veces, y estas negaciones en realidad fueron una circuncisión práctica. El Pedro orgulloso y seguro de sí mismo fue despedazado por el cuchillo de la circuncisión que constituyó su acción de negar al Señor.
Todos debemos ver que Dios nos necesita para Su recobro, y que El no quiere nada de nosotros. Nos resulta difícil entender eso. O bien nos apartamos del Señor, o bien nos presentamos delante de El con todo lo que tenemos. Un hermano japonés podría decir: “Nosotros los japoneses somos las personas más pacientes del mundo. Serviré al Señor con mi paciencia japonesa”. Pero el Señor no necesita esta clase de paciencia. Algunas hermanas podrían decir: “El Señor ciertamente nos necesita a nosotras las hermanas, y estamos dispuestas a darnos incondicionalmente a El. Nosotras las hermanas no somos tan toscas como los hermanos; somos bastante refinadas. En la vida de iglesia entregamos nuestro refinamiento al Señor”. Hermanas, ustedes tienen toda la razón al darse incondicionalmente al Señor, pero están totalmente equivocadas a entregarle a El algo de ustedes. Todos debemos ser circuncidados porque Dios no quiere nada nuestro.
La semilla de la circuncisión no fue sembrada en Génesis 12 ni 15, sino en Génesis 17, después de que Abraham fue privado de muchas cosas. Luego Dios volvió a aparecérsele, se le reveló como el Todopoderoso que lo provee todo y que tiene ubre, y le cambió el nombre por Abraham. Abraham debía pasar por un cambio radical. Dios parecía decir: “Abraham, ahora debes ser circuncidado. Si no te circuncidas, no podré cumplir Mi propósito por medio de ti. Para tener un pueblo que cumpla Mi propósito, debe existir la simiente. De esta simiente brotará el pueblo y éste poseerá la tierra en la cual tendré dominio, edificaré Mi templo para Mi expresión, y encontraré reposo. Este es Mi plan. Para cumplir Mi propósito, no necesito nada que provenga de ti. Lo haré todo para ti y seré tu todo. Esta es la razón por la cual te he privado de todo lugar y de toda persona. Ahora te pido que te amoldes a mi voluntad y cooperes conmigo para desechar todo lo tuyo. Quiero que tu carne sea cortada, pero no quiero hacerlo directamente. Quiero que tú lo hagas por Mí. Quiero que cortes tu carne. ¿Estás dispuesto a cooperar conmigo?”. No debemos tomar esto como doctrina ni como una explicación de los relatos bíblicos. Todos debemos entender que hoy necesitamos ser circuncidados.
Estoy muy agradecido con el Señor porque muchos de nosotros hemos salido de Caldea y de Harán y no nos interesan Sodoma ni Egipto, sino que permanecemos en el lugar en el cual se halla el recobro del Señor. Ahora bien, ¿cómo puede el Señor obtener la simiente? ¿Cómo puede tomar posesión de la tierra para tener la vida de iglesia apropiada para Su morada, Su dominio, Su satisfacción y Su descanso? No lo puede lograr con lo que nosotros hacemos por El. Sólo lo conseguirá al privarnos de muchas cosas. Nuestra inteligencia, nuestra sabiduría, nuestra capacidad natural, nuestra fuerza natural y todo lo que somos en nuestro ser natural debe ser quitado por el Señor. ¿Está usted de acuerdo con eso? Si tal es el caso, deberá tomar el cuchillo de circuncisión y extirpar su carne, su ser natural. No se trata de vencer el pecado ni el mundo, sino de ponerse fin a sí mismo para que el que todo lo provee tenga la posibilidad de entrar y de ser la vida de usted, su todo y su mismo ser. Esta es la circuncisión. ¡Que el Espíritu nos revele esto a todos!
El mayor obstáculo para el mover del Señor al recobrar El la vida de iglesia es nuestra capacidad natural. Lo que estorba el mover del Señor no es lo que no podemos hacer, sino lo que podemos hacer. Al usar Abraham su fuerza natural, alejó a Dios durante trece años. ¡Qué obstáculo más grande! Abraham fue despojado sobremanera, pero todavía tenía su carne, su capacidad natural y su fuerza natural. El produjo a Ismael con la colaboración de Agar, por su carne. En Génesis 17 ya había llegado el momento para que Dios tocase el elemento entorpecedor de la carne de Abraham. Dios parecía decir: “Abraham, te he quitado tanto. Queda una sola cosa que dificulta Mi obra de gracia en ti: tu carne. Deseo quitarte eso, pero al tratarse de algo tan subjetivo en tu ser, no te obligaré a hacerlo. Deseo que cooperes conmigo y te despojes tú de esto, y te circuncides para Mí. Abraham, nada de lo que tú puedas hacer por ti mismo me complacerá jamás. Sólo me ofenderá y me insultará. Mientras permanezca tu fuerza natural, no podré entrar en ti para producir a Isaac. Abraham, tu fuerza natural, tu carne, debe ser cortada”. Este asunto de la circuncisión mencionada en Génesis 17 es algo muy crítico.
¿Qué significa la circuncisión? Significa despojarse de sí mismo. Dios tiene un propósito y tiene a los llamados, pero algo impide que produzca la simiente: nuestra carne. Entre nosotros muchos han llegado al punto crucial de anular la carne. En el transcurso de los años, nos hemos privado de muchas cosas, pero nuestra carne, nuestra fuerza natural y nuestra capacidad natural quizás permanezcan todavía. Si seguimos usando nuestra carne, no podremos producir a Isaac, ni siquiera podremos concebirlo. Así que nuestra necesidad consiste en ser circuncidados y en poner fin al ego, a la carne. Esto es lo que la Biblia llama circuncisión.
¿Cuál es el significado de la circuncisión? Primero consiste en despojarnos de nuestra carne (Col. 2:11, 13a; Dt. 10:16; Jer. 4:4a; Hch. 7:51). Ahora muchos cristianos hablan de vencer el pecado, pero ése no es el punto esencial. El punto central consiste en despojarse de la carne. La carne es la carne pecaminosa. No obstante, en la Biblia la carne contiene mucho más, pues incluye también nuestra fuerza, nuestra capacidad, nuestro poder y nuestro talento naturales. Además, la carne es nuestro hombre natural, el ego, el yo. Por consiguiente, despojarse de la carne significa deshacerse del yo; implica acabar con el yo.
Hace muchos años yo procuraba obtener la victoria sobre el pecado, pero tenía un éxito limitado, hasta que comprendí que lo que yo necesitaba no era vencer el pecado sino acabar conmigo mismo. Empecé a ver que cuando yo estaba acabado, todo andaba bien. Esta es la razón por la cual Pablo dijo que todo aquel que ha muerto queda libre del pecado (Ro. 6:7). Cuanto más intentamos vencer al pecado, más nos enredamos en él y más nos perturba. La mejor manera de vencer el pecado es morir y ser sepultados. Entonces el pecado no tendrá nada que ver con nosotros. Por tanto, en la Biblia lo fundamental no es vencer el pecado, sino ponernos fin a nosotros mismos.
El libro de Génesis contiene casi todas las semillas de las verdades bíblicas, pero no contiene la semilla de la victoria sobre el pecado. La forma de afrontar el pecado no es vencerlo sino despojarnos de nosotros mismos, circuncidarnos. Al ser circuncidados y anulados, no tendremos más problema con el pecado. Si usted todavía procura vencer el pecado, eso significa que sigue vivo. Si se pone fin a usted mismo, habrá terminado con el pecado. Por consiguiente, no se trata de eliminar el pecado ni de intentar vencerlo; se trata de acabar con nosotros mismos. Este es el significado negativo de la circuncisión.
El significado positivo de la circuncisión consiste en introducirnos en la resurrección (Col. 2:12). La circuncisión solía hacerse al octavo día (17:12). En tipología, el número ocho representa la resurrección. Esto significa que no podemos tener la circuncisión sin la resurrección. La circuncisión debe hacerse en resurrección, y siempre nos lleva a la resurrección, así como la muerte introduce a la gente en la resurrección. Por una parte, fuimos crucificados juntamente con Cristo y fuimos sepultados con El. Por otra parte, esta crucifixión y esta sepultura nos introducirán en Su resurrección. Cuando llegamos a nuestro fin y somos introducidos en la resurrección, nos convertimos en una nueva persona. Seguimos siendo nosotros mismos, pero ahora somos otra persona porque tenemos otra vida, otra naturaleza y otra constitución. Estamos en resurrección. Sólo podemos entonces cumplir el propósito eterno de Dios cuando estamos en resurrección. En nuestra fuerza natural, no podemos hacer nada que complazca a Dios ni que cumpla Su propósito. Nuestro ego y nuestra fuerza natural deben ser cortados en la circuncisión. Entonces en la resurrección podremos convertirnos en otra persona.
La circuncisión del Antiguo Testamento equivale al bautismo del Nuevo Testamento (Col. 2:11-12). El bautismo y la circuncisión tienen el mismo propósito: anular nuestro ser natural e introducirnos en la resurrección. ¿Por qué somos bautizados después de creer en el Señor Jesús? Porque nos damos cuenta de que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El y que debemos ser sepultados a fin de ser uno con El en Su resurrección. Por consiguiente, la circuncisión de Abraham tiene el mismo significado que nuestro bautismo. En la circuncisión y el bautismo, se aplica el mismo principio. Abraham fue justificado en Génesis 15, pero fue circuncidado en Génesis 17. Así como el bautismo es la señal de la justificación de Abraham, el bautismo también es la señal de nuestra salvación. ¿Cómo podemos demostrar que fuimos salvos? Al llevar una vida de bautismo, la vida de una persona que ha sido crucificada, sepultada y resucitada. Si vivimos así, todos podrán ver en nosotros la señal de nuestra salvación.
La circuncisión corresponde al cambio de nombres humanos (17:5-6, 15-16). Como vimos, cambiar el nombre es lo mismo que cambiar a la persona. Cuando se le cambió el nombre a Abraham, su persona también cambió. Le sucedió lo mismo a Jacob. Cuando el nombre de Jacob fue cambiado por Israel, su persona cambió (32:27-28). Este cambio de nombre se cumple solamente por medio de la circuncisión, al ser anulados e introducidos en resurrección. Entonces dejamos de ser personas naturales y venimos a ser personas resucitadas. Ser anulado e introducido en resurrección es el verdadero cambio de persona. Por consiguiente, la circuncisión corresponde al cambio de nombre. Ahora podemos entender la razón por la cual el cambio de nombre y la circuncisión se revelan en el mismo capítulo. En realidad, ambas cosas forman una sola. El cambio de nombre y la circuncisión significan que nuestro viejo ser es anulado y que somos introducidos en la resurrección para ser otra persona.
Romanos 2:28-29 revela que no es “la circuncisión la que lo es en lo exterior, en la carne”, sino “la del corazón, en espíritu, no en letra”. La circuncisión no es un asunto exterior, sino interior (Fil. 3:3). Sucede lo mismo con el bautismo. El bautismo no debería ser solamente una formalidad, sino una realidad interior. Permítanme contarles una historia que oí hace más de cuarenta años. En América Central, la Iglesia Católica aceptó y bautizó mucha gente que no era salva. Un día, un sacerdote roció la cabeza de un niño y le cambió el nombre por Juan. En aquel tiempo, la Iglesia Católica enseñaba que los viernes no se podía comer carne, sino sólo pescado. Un viernes, este Juan sólo tenía carne. Juan pensaba que iba a hacer con la carne lo que el sacerdote había hecho con él, a saber, rociarla y cambiarle de nombre. Por tanto, él roció la carne y la llamó pescado. Luego cocinó la carne. Mientras la carne hervía, el sacerdote vino. Percibió el olor de la carne hervida y se enojó con Juan y le preguntó qué estaba haciendo. Juan contestó: “No estoy haciendo nada malo. Eso no es carne, es pescado. ¿No recuerda que usted me roció la cabeza y me cambió el nombre por Juan? Seguí su ejemplo y rocié la carne y la llamé pescado”. Este no es el verdadero bautismo ni el verdadero cambio de nombre. El bautismo debe ser una realidad interior en el espíritu, y no una actividad exterior que consiste en rociar agua sobre la cabeza de una persona.
Colosenses 2:11 menciona la “circuncisión de Cristo”. La verdadera circuncisión se halla en Cristo. La circuncisión de Cristo, igual que el bautismo, significa poner fin a nuestro viejo ser y hacer de nosotros una nueva creación, una nueva persona. En Gálatas 6:15 leemos: “Ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El libro de Colosenses revela que Cristo es nuestra porción eterna (1:12), nuestra vida (3:4), y nuestra esperanza de gloria (1:27), y que debemos vivir por El como la simiente y andar en El como la tierra (2:6). Si deseamos andar en Cristo, no debemos distraernos con otras cosas. La manera de vivir por Cristo y de andar en El consiste en ser sepultados juntamente con El. Nosotros los que fuimos sepultados juntamente con Cristo fuimos introducidos en Su resurrección, no por nuestro esfuerzo sino por la obra de Dios, la cual lleva a cabo el Espíritu de Dios. Cuando nos demos cuenta de que fuimos terminados juntamente con Cristo, sepultados con El e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará nuestro entendimiento con Su operación, nos ministrará las riquezas de Cristo y hará que permanezcamos en resurrección. Esto no es simplemente cuestión de enseñanza; es la operación que Dios efectúa; es el ejercicio del Espíritu viviente dentro de nosotros. Esta es la circuncisión de Cristo.
Colosenses 3:9-10 nos dice que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del nuevo. Este es el verdadero cambio de nombre, el verdadero significado de la circuncisión, y la experiencia auténtica del bautismo. Circuncidar la carne significa despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo. Entonces, como nuevo hombre, tendremos la simiente que cumple el propósito de Dios. Además, cuando estamos en el nuevo hombre, estamos en la tierra, la iglesia. Esto es un asunto de experimentar a Cristo. Cuando veamos que fuimos crucificados juntamente con Cristo e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará esta comprensión y operará dentro de nosotros para que nos despojemos del viejo hombre y seamos revestidos del nuevo. De esta manera, Dios obtiene la simiente y la tierra para cumplir Su propósito eterno.
En Gálatas 2:20 leemos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El verdadero cambio de nombre es el cambio del yo por Cristo. Este es el significado de la circuncisión y del bautismo. La circuncisión de Cristo lleva a cabo una sola cosa: cambia al yo por Cristo. Entonces ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.
Finalmente el “no yo sino Cristo” se convierte en “no yo, sino la gracia de Dios” (1 Co. 15:10). El apóstol Pablo dijo que él laboraba más que los otros apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios. ¿Qué es la gracia? Como ya vimos, la gracia es Dios mismo que viene a nosotros para ser nuestro todo.
En Génesis 18:10 y 14 encontramos algo muy extraño: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. ¿Qué significa eso? Dios no tenía ninguna necesidad de venir para que Sara tuviese un hijo. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Señor, Tú no necesitas hacer todo eso. Puedes quedarte en los cielos y simplemente decir una palabra, y Sara tendrá un hijo”. Sin embargo, el Señor dijo que el nacimiento de Isaac sería Su venida, Su llegada. Parece que la visitación de Dios estaba muy ligada al nacimiento de Isaac. Dios parecía decir: “El nacimiento de Isaac será Mi llegada. Isaac no provendrá de ti, sino de Mi venida. Cuando Yo vuelva a ti, Sara tendrá un hijo. Mi venida será el nacimiento de Isaac”. No estoy diciendo que Isaac sea Dios ni que Dios sea Isaac, sino que aparentemente el regreso de Dios equivalía casi al nacimiento de Isaac. Isaac fue una persona fuera de lo común. El era un ser humano, pero su nacimiento fue el resultado de una visitación divina. ¿Qué fue esa visitación divina? Fue la gracia. Por consiguiente, Abraham y Sara podían decir: “No yo, sino la gracia de Dios”.
Dios llamó el tiempo del nacimiento de Isaac el tiempo de la vida. Esta cita fue hecha en 17:21 donde Dios dijo: “Mas Yo estableceré Mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Dios llamó esta cita el tiempo de la vida, diciendo que según el tiempo de la vida El regresaría y Sara tendría un hijo. Esto es muy significativo. Todo lo que hacemos debe corresponder al tiempo de la vida y a la visitación de Dios. La simiente que producimos debe ser la venida del Señor en Su visitación de gracia. Esta visitación de gracia es el nacimiento de Isaac. Esto demuestra que sólo el Cristo que Dios ha forjado en nuestro ser puede ser la simiente que posee la tierra y que cumple el propósito de Dios. Eso es todo un asunto de gracia. Ya no soy yo, sino Cristo. No soy yo, sino la gracia de Dios. Alabado sea el Señor porque Cristo y la gracia de Dios se han forjado en nosotros a fin de obtener la simiente y poseer la tierra. Tenemos a Cristo como nuestra simiente y la vida de iglesia como nuestra tierra. Ese es el resultado de la circuncisión.