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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 50

VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA COMUNION CON DIOS EN EL NIVEL HUMANO

  En este mensaje llegamos a Gn. 18, que contiene un relato íntimo de la experiencia que tuvo Abraham con Dios. Si consideramos la perspectiva general de la experiencia de Abraham con Dios en los capítulos del once al veinticuatro, veremos que su experiencia se divide en cuatro secciones principales. Primero, mientras Abraham vivía en la tierra demoníaca de Caldea, fue llamado por Dios. De repente, recibió una sorpresiva aparición del Dios de gloria (Hch. 7:2). Este fue el comienzo de su experiencia con Dios.

  Segundo, en los capítulos del doce al catorce, Abraham experimentó lo que es vivir por fe en Dios en lo relacionado con la subsistencia. Dios lo había llamado a cumplir Su propósito eterno, pero como ser humano él todavía necesitaba alimento, albergue y todo lo necesario para sobrevivir. El era extranjero en una nueva tierra, y no tenía nada suyo. Por consiguiente, Dios lo adiestró y le enseñó a ejercitar la fe que El mismo le había infundido a fin de que confiase en El en lo relativo a la subsistencia.

  Después, en los capítulos del quince al diecisiete, o sea, en la tercera sección, Dios lo adiestró en conocer la gracia necesaria para cumplir Su propósito. Allí Abraham aprendió a no hacer nada por su propio esfuerzo ni por su propia cuenta, sino a hacer todo por Dios y con El. Dios lo necesitaba a él, pero no necesitaba nada que proviniese de él. Dios repudió completamente todo lo que Abraham tenía, lo que era y lo que podía hacer. Esperó por lo menos quince años para adiestrar a Abraham en este asunto. Durante trece años, Dios no se le volvió a aparecer porque él no había obrado correctamente. Abraham fue adiestrado y disciplinado, y recibió el favor de Dios, pero no anduvo en la presencia de Dios. Por el contrario, anduvo en la presencia de su esposa, quien le sugirió que usara su carne para producir descendencia a fin de cumplir el propósito de Dios. Abraham esperaba que Ismael, su simiente, cumpliese el propósito de Dios. Sin embargo, Dios parecía decirle: “¡No! No apruebo lo de Ismael. El es el resultado de tu esfuerzo, el producto de tu obra. Lo rechazo y no debes conservarlo. Abram, debes aprender que tu labor no significa nada para Mí. Te necesito solamente a ti, y no tu capacidad ni tu fuerza. No necesito tu Lot, tu Eliezer, tu Agar, ni nada que provenga de ti. Debes andar delante de Mí, sin hacer nada con tu esfuerzo propio ni hacer nada por tu propia cuenta. Debes ser alimentado y abastecido por la suministración de Mi ubre divina. Entonces podrás producir algo no solamente para Mí sino también procedente de Mí. Yo acepto y apruebo solamente lo que proviene de Mí mismo. No produciré a Isaac sin ti. Produciré a Isaac por medio de ti, pero no procedente de ti. Tú eres el canal, mas no la fuente. Cada vez que te consideras la fuente, me ofendes. Yo soy la fuente única que todo lo provee. Me has conocido como el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra. Ahora debes conocerme como El-Shaddai, como el Todopoderoso provisto de una ubre y que todo lo provee. Quédate debajo de Mi ubre y recibe constantemente el suministro y la nutrición por Mi infinita provisión. Esta es la manera de andar delante de Mí”. Abraham aprendió a conocer la gracia para cumplir el propósito de Dios, y Dios cambió su nombre y su naturaleza, pues cambió la constitución misma de Abraham al circuncidarle. Abram llegó a su fin y Abraham empezó a existir. Esta es la tercera sección importante de la experiencia que Abraham tuvo de Dios.

d. Vivir en comunión con Dios

1) La comunión con Dios en el nivel humano

  Inmediatamente después de esto, Abraham entró en una sección gloriosa: una vida en comunión con Dios (18:1—24:67). El había sido llamado, había aprendido a vivir por fe en Dios en lo relacionado con su subsistencia, y había llegado a conocer la gracia, necesaria para cumplir el propósito de Dios. Ahora él estaba en una comunión permanente con Dios. La cuarta sección de su experiencia se halla en los capítulos del dieciocho al veinticuatro. Todo lo que revelan estos siete capítulos constituye un aspecto de la comunión íntima que Abraham tenía con Dios.

  En la primera sección de la experiencia de Abraham, Dios se le había aparecido a él como el Dios de gloria. En la segunda sección, se reveló como el Dios Altísimo, el dueño de los cielos y de la tierra. En la tercera sección, vino a Abraham como El-Shaddai, como el Todopoderoso que lo suministra todo y que está provisto de una ubre. En la cuarta sección, Dios vino de una manera muy distinta: como un hombre mortal. Mientras Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda en el calor del día, vio tres hombres que se acercaban a él (vs. 1-2). En hebreo, la palabra traducida “hombres” en el versículo 2 significa hombres mortales, seres humanos. Dios se apareció a Abraham en esa forma. Al principio, Abraham no se dio cuenta de que uno de estos hombres era el Señor Jehová ni de que los otros dos eran ángeles.

  Entre estas formas en que Dios apareció: el Dios de gloria, el Dios Altísimo, El-Shaddai y un simple mortal, ¿cuál prefiere usted? ¿Prefiere que Dios se le aparezca como el Dios de gloria? En tal caso, usted se asustaría. ¿Quisiera usted que se le presentara como el Dios Altísimo? Si el presidente de los Estados Unidos se me presentara y me dijera: “Soy el altísimo presidente de los Estados Unidos y vengo a visitar a este pequeño hombre”, yo me sentiría incómodo. No obstante, si se me presentara como un hombre igual a mí, yo diría: “¿Cómo está usted? Por favor, venga, descanse y alégrese”. Si él viniese de esta manera, y revelara más tarde que él es el presidente de los Estados Unidos, yo podría pasar un buen rato con él. Entre estas cuatro maneras en que Dios aparece, prefiero que El venga a mí en forma de hombre mortal, y no en Su gloria divina, en Su posición elevada, ni en Su plena suministración.

  Todos debemos experimentar a nuestro Dios hasta ese punto. Al principio de nuestra experiencia, lo percibimos como el Dios de gloria. Sin embargo, cuanto más lo experimentamos, más vemos que El viene en forma humana, igual a nosotros. Si Dios no se hubiera presentado a Abraham con forma humana, ¿cómo podía Abraham ser llamado Su amigo? Génesis 18 revela que Abraham y Dios hablaron como amigos. Abraham le dijo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol” (vs. 3-4). Abraham preparó el agua para que Dios se lavara los pies, y Dios descansó debajo de un árbol frente a la tienda de Abraham.

  Son muy pocos los cristianos que concebirían que Dios pudiera venir en forma de hombre mortal, descansar a la sombra de un árbol, y lavar Sus pies con el agua que le trajo un hombre. ¿Qué cree usted que es más agradable, que Dios se siente sobre Su trono y ordene que nos inclinemos ante El y lo adoremos, o que se siente debajo de un árbol y se lave los pies? Antes de que los pies del Señor Jesús fuesen lavados por las lágrimas de una mujer en la casa de Simón (Lc. 7:38, 44), los pies de Dios fueron lavados frente a la tienda de Abraham. Mientras Jesús estaba en la casa de Simón y le lavaban los pies y lo ungían, los sacerdotes judíos adoraban a Dios en el templo. ¿Dónde estaba Dios en aquel momento, en el templo de Jerusalén o en la casa de Simón? Del mismo modo, ¿dónde estaba Dios en Génesis 18, sentado en Su trono esperando que Abraham lo adorara, o lavándose los pies debajo de un árbol en frente de la tienda de Abraham? ¡Cuán maravilloso es el hecho de que El haya venido en forma de hombre mortal y se haya lavado los pies frente a la tienda de Abraham! ¿Dónde está el Dios que usted experimenta? ¿Está sentado sobre un trono en los cielos o lavándose los pies junto a la tienda de usted? ¿Prefiere usted que su Dios esté sentado en el trono, esperando que usted le diga: “Santo, santo, santo”, o prefiere que esté sentado a la entrada de su tienda? Dios se presentó a Abraham al nivel de éste y con forma humana. Por haber venido de esta manera, El y Abraham podían ser amigos. Este capítulo no presenta ninguna adoración religiosa ni ningún temor; sólo contiene una dulce intimidad. ¡Cuán maravilloso! ¿Quién es su Dios hoy? ¿Es El solamente el Dios de gloria, el Dios Altísimo y El-Shaddai, o el que tiene la forma de hombre mortal, como usted y yo?

  No estoy diciendo que Dios se haya hecho un hombre mortal en Génesis 18, pues sólo tenía la forma de hombre mortal. Uno de los tres hombres que aparecieron a Abraham en Génesis 18 era Jehová Dios. El versículo 13 menciona a “Jehová”. ¡Jehová fue el que se presentó a Abraham en forma humana!

  Cuando leí Génesis 18 hace años, me inquietó. En este capítulo, Abraham ciertamente vio al Señor, pero el Nuevo Testamento dice que ningún hombre ha visto jamás a Dios (Jn. 1:18). Abraham no vio a Dios en Su forma divina, sino en una forma humana. Dios se le apareció como hombre. Pasó lo mismo cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra. La gente no vio a Dios en Su forma divina; ellos vieron a Dios en el hombre Jesús. Primero, Dios se apareció a Abraham en Su gloria divina. Luego vino en Su posición de Altísimo y como El-Shaddai, el Todopoderoso que lo suministra todo y que está provisto de una ubre. Finalmente, El vino en forma de hombre. Abraham no vio la forma de Dios sino la forma humana. El vio tres hombres mortales, y al principio ni siquiera se dio cuenta de que uno de ellos era Jehová.

  A Dios le gusta aparecérsenos de esta forma. El no viene en forma de Dios sino en forma humana, sin declarar que El es Jehová Dios. Dios habló con Abraham como un hombre habla con otro. Le preguntó a Abraham: “¿Dónde está Sara tu mujer?”. Tal vez eso haya sorprendido a Abraham y haya pensado: “¡Este hombre conoce a mi esposa! ¿Cómo es posible? ¿Acaso no es un desconocido?”. Entonces el Señor dijo: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida...” (v. 10). Abraham pudo haber dicho: “¿Quién eres Tú? Debes de ser el propio El-Shaddai, el que me prometió el nacimiento de Isaac” (17:19, 21). Probablemente Abraham todavía tenía dudas al respecto hasta que Dios dijo: “Sara tu mujer tendrá un hijo”. Sara se rió cuando escuchó aquello. Ningún ser humano habría podido saber que Sara se estaba riendo en silencio, pero el Señor dijo: “¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” (v. 13). En ese momento, el Señor le reveló claramente a Abraham que El era Jehová Dios al decir. “¿Hay para Dios [Jehová] alguna cosa difícil?”. Cuando Sara lo negó, El dijo: “No es así, sino que te has reído” (v. 15), lo cual indicaba que El era el Dios omnisciente, Aquel que todo lo sabe, aun lo que está en el corazón del hombre. Entonces, Abraham entendió perfectamente que este hombre era Jehová el Todopoderoso, El-Shaddai. Del mismo modo, los discípulos de Jesús llegaron gradualmente a saber que el hombre Jesús era Dios.

  Todos debemos experimentar a Dios de esta manera. No deberíamos practicar una forma religiosa de reunirnos con Dios, diciendo: “Es hora de ir a adorar a Dios. Debo vestirme, peinarme, y entrar con reverencia en la catedral donde estaré con Dios”. Si hacemos eso, Dios probablemente no se nos aparecerá. Con frecuencia Dios viene a nosotros mientras estamos sentados a la entrada de nuestra tienda. Quizás no estemos listos para adorar a Dios, pero sí podemos decirle a alguien que se acerca a nosotros que se quede. Finalmente nos enteramos de que es Dios. ¿Ha tenido usted esa clase de experiencia? Según la religión, Dios visita a la gente en una catedral o en una capilla. Pero Dios muchas veces nos visita normalmente, de una manera extraordinaria para la religión. Me agrada el Dios que se le apareció a Abraham en forma de hombre mortal a la entrada de su tienda. Muchas hermanas han experimentado que al guisar en su cocina o al lavar la ropa, el Señor se presenta a ellas de una manera muy íntima y humana, y pasan un rato de agradable comunión con el Señor, conversando con El como con un amigo. Muchos hermanos han experimentado lo mismo. Mientras están trabajando o descansando en casa, el Señor se les presenta como un amigo querido, y tienen una conversación íntima con El. Es así como experimentamos al Señor que viene a visitarnos en nuestro nivel humano a fin de que tengamos comunión con El como con un amigo íntimo.

  ¿En cuál de las cuatro secciones de la experiencia de Abraham se encuentra usted? ¿Experimenta usted a Dios como el Dios de gloria, como el Dios Altísimo, como El-Shaddai, o como Aquel que tiene forma de hombre mortal? ¿Vive usted en comunión íntima con Dios en un nivel humano? ¡Cuán grata es la visita que nos brinda Dios, no con Su gloria divina ni en Su posición elevada sino en forma de hombre mortal!

a) Después de la circuncisión de Abraham

  La comunión que tuvo Abraham con Dios empezó después de su circuncisión y de llegar al final de sí (17:24-27). El no sólo fue llamado y aprendió a vivir por la fe en Dios en cuanto a su sustento, sino que también había aprendido a rechazar y a renunciar a su fuerza natural y a confiar en Dios en todas las circunstancias para cumplir Su propósito. Después de alcanzar ese nivel, empezó a vivir en comunión con Dios. Ya circuncidado, Dios vino a visitarle, y como persona circuncisa Abraham tuvo una comunión íntima con el Dios que lo visitaba. El no necesitaba acudir a Dios, pues Dios venía a él. La religión siempre exhorta a la gente a acudir a Dios, pero Génesis 18 revela que Dios vino a visitar a Su circuncidado. El circunciso no necesitaba ir a un templo ni a una catedral; su tienda se convirtió en el tabernáculo de Dios, el lugar en el cual Dios se deleitaba al recibir el agua y la comida de Su circunciso. Después de ser circuncidada nuestra carne y terminado nuestro hombre natural, Dios nos visita y le ministramos agua y comida como refrigerio y satisfacción en nuestra íntima comunión con El.

b) Como amigo de Dios

  Mientras Abraham vivía en comunión con Dios, Dios se consideraba su amigo (Jac. 2:23; Is. 41:8; 2 Cr. 20:7). En este capítulo la conversación entre Abraham y Dios es como la de dos amigos. Esto sucedió en el encinar de Mamre en Hebrón, donde Abraham vivía conforme al beneplácito de Dios (13:18). En hebreo, el nombre Hebrón significa comunión y amistad. Fue en ese lugar de comunión y amistad donde Dios visitó a Abraham como amigo, y donde Abraham le extendió a Dios la bienvenida como amigo, trayéndole agua a fin de que se lavara los pies y se refrescara, y alimentándolo con una comida rica que lo satisficiera. Abraham hizo todo eso en íntima comunión con su Amigo a la entrada de su tienda bajo la sombra de los encinos, y no en la adoración religiosa de “Dios” en una catedral o santuario durante el servicio ofrecido por un “sacerdote” o “ministro”.

  Cuando Abraham estaba sentado a la entrada de la tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le apareció con los dos ángeles. Cuando Abraham los vio acercarse, corrió a extenderles la bienvenida y pedirles que se quedaran con él. Les trajo agua para que se lavaran los pies y les sirvió una rica comida de tres panes de harina de trigo cocidos debajo del rescoldo, con un becerro tierno y bueno, y mantequilla y leche (vs. 4-8). Antiguamente, tres medidas equivalían a un efa. En 1 Samuel 1:24 y Jueces 6:19 vemos que la porción normal de una comida era un efa de flor de harina. Entonces, ¿por qué Génesis 18:6 y Mateo 13:33 mencionan tres medidas y no un efa? Porque tanto en Génesis 18 como en Mateo 13, tres medidas de harina fina representan al Cristo resucitado en Su humanidad. Este Cristo es la flor de harina cocida en panes para servir de comida a Dios y al hombre. Abraham también preparó un becerro tierno. Este becerro, como el becerro engordado que se usó para alimentar al hijo pródigo en Lucas 15:23, también era una figura de Cristo. Además, Abraham sirvió mantequilla y leche a Dios y a los ángeles. Dios bebió de la leche de la buena tierra mucho antes que los hijos de Israel. Los panes, el becerro, la mantequilla y la leche representan las riquezas del Cristo todo-inclusivo que satisfacen a Dios y también al hombre.

  Aunque la Biblia no dice que Abraham presentó esta comida a Dios como ofrenda, en realidad fue eso lo que hizo. Muchos años después, cuando los hijos de Israel iban a sus fiestas anuales, le ofrecían a Dios el fruto de la buena tierra, presentándole el producto de la vida vegetal y animal. En principio, Abraham hizo lo mismo en Génesis 18. Cuando pasamos un buen rato con Dios, en íntima comunión con El, en ese momento Cristo no sólo nos es suministrado, sino que ofrecemos este Cristo a Dios, presentándole las riquezas de Cristo para Su deleite. En otras palabras, ofrecemos este Cristo a Dios como tres medidas de flor de harina, como becerro tierno y bueno, y como mantequilla y leche. Le damos gracias al Señor porque hemos experimentado eso en alguna medida. Mientras disfrutamos de una íntima comunión con Dios, no sólo recibimos a Cristo de parte de Dios, sino que también ofrecemos este Cristo a Dios como comida Suya. Ofrecimos a Cristo en Su humanidad resucitada como tres medidas de harina fina; ofrecimos a Cristo como el becerro tierno y bueno; y presentamos todas las riquezas de Cristo a Dios para Su deleite. Muchas veces en la mesa del Señor no he disfrutado al Señor tanto como en las ocasiones en que lo he ofrecido a Dios para Su deleite. Cuando usted recibe personas que le visitan en casa, no espera que ellos lo alimenten a usted. Por el contrario, usted disfruta al alimentarlos. Las hermanas disfrutan especialmente el hecho de servir una comida y de ver que los invitados la consumen. Cuanto más comen los invitados, más felices están las hermanas. Todos debemos tener una comunión muy íntima con Dios para disfrutar a Cristo y ofrecerlo a Dios para Su deleite. La comunión más elevada no se produce cuando disfrutamos mucho a Cristo delante de Dios, sino cuando Dios lo disfruta a El en nosotros más que nosotros mismos. La reunión más elevada y más rica en la iglesia es la reunión en la cual ofrecemos a Cristo a Dios para satisfacción de Dios.

c) Recibe la revelación de Dios

  Mientras Abraham disfrutaba de una comunión muy placentera con Dios, recibió una revelación proveniente de El acerca del nacimiento de Isaac y de la destrucción de Sodoma. Estas son dos cosas fundamentales sobre las cuales Dios siempre nos hablará. El nacimiento de Isaac está relacionado con Cristo, y la destrucción de Sodoma, con el juicio de Dios sobre el pecado. Isaac debe venir, y Sodoma debe irse. Esto significa que Cristo debe entrar y el pecado debe marcharse. Hoy en día Dios no sólo cumple Su plan para llevar a cabo Su propósito, sino que también juzga el pecado, pues El es el Señor de todos los hombres. Podemos aplicar el mismo principio a cada aspecto de nuestra vida: en nuestra vida matrimonial, en la casa, en la vida personal, en la vida cristiana y en la vida de iglesia. Lo que Dios desea es producir a Cristo por medio de nosotros y eliminar todo lo que sea pecaminoso. El desea producir a Cristo y destruir a “Sodoma” en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo y aun en nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia. Toda la revelación que hemos recibido y que recibiremos de parte de Dios tiene que ver principalmente con estos dos asuntos. Si usted considera su propia experiencia, se dará cuenta de que ése es el caso. Cuando usted recibe una revelación de Dios durante su comunión con El, siempre se relaciona con Cristo, por el lado positivo, y con el pecado, por el lado negativo. En el sentido positivo, vemos más de Cristo y decimos: “He visto algo nuevo de Cristo. ¡Cuánto lamento no haber vivido más por El!”. Esta es la revelación acerca del nacimiento de Isaac, la revelación según la cual Cristo será producido en nuestra vida. No obstante, en el aspecto negativo, vemos nuestros pecados y decimos: “Oh Señor, perdóname. Todavía hay mucho egoísmo, odio y celos dentro de mí. Tengo tantos defectos, tantas deficiencias y tantas cosas pecaminosas. Señor, juzgo todas estas cosas y deseo que sean destruidas”. En principio, esto equivale al juicio de Dios sobre el pecado, y la destrucción del mismo. En nuestra vida cristiana, Cristo debe entrar y “Sodoma” debe ser destruida. Del mismo modo, en la vida de iglesia, Cristo debe aumentar y el pecado debe ser eliminado.

(1) Acerca del nacimiento de Isaac por medio de Sara

(a) La promesa confirmada

  ¿Cómo puede Cristo ser producido? Primero, viene la promesa. La promesa hecha a Abraham acerca del nacimiento de Isaac en 17:19 y 21 fue confirmada en 18:10. No sólo Dios prometió a Abraham que tendría a Isaac por medio de Sara, sino que en toda la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento, vemos la rica promesa acerca de Cristo. Tenemos la promesa según la cual Cristo será nuestra vida, nuestro suministro y nuestro todo. ¡Cuántas promesas tenemos en el Nuevo Testamento acerca de Cristo! Todas estas promesas pueden llevarse a cabo por la visitación de Dios, llena de gracia.

(b) En el tiempo de la vida, el tiempo señalado

  El nacimiento de Isaac se produjo en el tiempo de la vida, en el tiempo señalado (17:21; 18:10, 14). Cristo siempre ha aumentado y aumentará en nosotros y será producido por medio de nosotros en el tiempo de la vida. Debemos tener muchos tiempos más de vida. Me gustaría tener uno cada día. El tiempo de la vida es siempre el tiempo señalado por Dios. Dios hizo la cita, y no Abraham. Sucede lo mismo con nosotros hoy, pues Dios es el que hace las citas, no usted ni yo. Nuestras experiencias pasadas nos ayudarán a entender eso. Cuando Dios viene a visitarnos para producir a Cristo, ese momento es el tiempo señalado, el tiempo de la vida.

(c) Abraham estaba ya casi muerto de vejez y Sara ya no podía concebir

  El tiempo de la vida para Abraham y Sara era el tiempo en que habían llegado a ser nada. Isaac nació cuando Abraham había envejecido y estaba como muerto y Sara ya no podía tener hijos (vs. 11-13). Del mismo modo, cuando llegamos a ser nada, ése es un buen momento, el tiempo divinamente señalado, para que participemos de más vida.

(d) Una maravillosa obra del Señor

  En el versículo 14 el Señor dijo: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?”. Todas las experiencias que tenemos de Cristo son maravillosas a nuestros ojos; son una maravillosa obra del Señor. ¿Cómo podía Sara dar a luz a Isaac? Humanamente era imposible. Si eso nos hubiera sucedido, habría sido algo maravilloso para nosotros. Las experiencias cristianas siempre son así porque la vida cristiana es una vida de imposibilidades. ¡Cuán maravilloso es que todo lo imposible llega a ser posible con Cristo! Podemos hacer lo que otros no pueden lograr y podemos ser lo que otros no pueden ser porque Cristo es maravilloso en nuestra experiencia.

(2) Acerca de la destrucción de Sodoma

(a) Abraham anduvo con Dios y lo acompañó

  La segunda revelación que Abraham recibió se relacionaba con la destrucción de Sodoma (vs. 16-21). Después de disfrutar de una comunión tan íntima con Abraham, Dios y los dos ángeles quedaron satisfechos, fortalecidos y reconfortados. El versículo 16 dice que entonces “los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos”. Abraham recorrió cierta distancia con ellos y les acompañó para orientarlos y despedirlos. En muchas ocasiones, cuando tenemos huéspedes, los acompañamos hasta su automóvil después de la visita, y nos despedimos de ellos. Al acompañar Abraham a sus visitantes, era como si se despidiera de un amigo.

(b) Dios no le escondió a Abraham Su intención

  Mientras Abraham acompañaba a Dios, “Jehová dijo: ¿encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (v. 17). Dios no podía esconderle a Abraham Su intención; así que le comentó Su intención de juzgar a Sodoma, diciendo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (vs. 20-21). El corazón de Dios estaba preocupado por Lot, pero no podía hacer nada por él sin un intercesor. Como lo veremos en el mensaje siguiente, aquí Dios busca un intercesor. Dios no mencionó el nombre de Lot, pero sabía en Su corazón que Abraham entendía lo que El se proponía. Dios y Abraham hablaban de una manera misteriosa, sin que ninguno de ellos mencionara el nombre de Lot. Los de afuera no entendían lo que querían decir, pero ellos sí.

d) Permanece en la presencia de Dios

  En el versículo 22 leemos: “Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová”. Cuando los dos ángeles se fueron, Abraham no se despidió de Jehová. ¡No! El permaneció delante de Jehová. Como veremos, el hecho de permanecer delante de Jehová tenía un propósito: la intercesión.

  En Génesis 18 veremos que Abraham, un hombre circuncidado, tenía paz con Dios. Aunque Abraham no esperaba esta visitación, Dios se le apareció en forma de hombre mortal, y conversó con él como con un amigo. No había nada religioso en esta íntima comunión. En esa comunión, Abraham recibió revelación de Dios de algo positivo, que fue el nacimiento de Isaac, y de algo negativo, a saber, la destrucción de Sodoma. Luego, después de que los ángeles se fueron con rumbo a Sodoma, Abraham permaneció en la presencia de Dios. Dios encontró un hombre al cual podía encomendar lo que tenía en Su corazón, un hombre que respondía a la intención de Su corazón y servía de eco al deseo de Su corazón. En este capítulo vemos que la experiencia más grata y más íntima de Dios es como la que tenemos con nuestro amigo más íntimo.

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