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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 51

VIVIR EN COMUNION CON DIOS: UNA INTERCESION GLORIOSA

2) Una intercesión gloriosa

  En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis: la semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de ello no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia se encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión. La intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino es un ministerio de intercesión. En Rom. 8:34 y Heb. 7:25 se nos explica que Cristo intercede por nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje completo, en el que abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales.

a) Conforme a la revelación de Dios

  El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (Gn. 18:17, 20-21). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto significa que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación. Génesis 18 lo describe claramente. Abraham no se levantó una mañana preocupado por Lot ni postrándose a orar por él al que está sentado en el trono celestial. ¡No! Mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda para refrescarse del calor del día, Dios se le presentó en forma de hombre mortal. Dios no se presentó a Abraham en Su gloria majestuosa; por eso, al principio Abraham no se dio cuenta de que Jehová Dios lo estaba visitando. Finalmente, Abraham entendió que Aquel era Dios mismo. No obstante, Abraham no se atemorizó; estaba en paz, conversando con Dios como hablaría con un amigo íntimo. Esta conversación debe de haber durado varias horas, pues se necesita tiempo para preparar la comida e ingerirla. Cuando Dios y los dos ángeles estaban a punto de marcharse, Abraham no se despidió de ellos, sino que los acompañó, recorriendo probablemente cierta distancia con ellos. Aquí vemos que nuestro Dios no es solamente un Dios de amor sino también un Dios que pone a prueba. El nos ama y lo sabe todo, pero a menudo nos prueba. El conoce nuestro corazón, la parte más profunda de nuestro ser, pero a menudo no dice nada. Al ponernos a prueba, hace aflorar lo que hay dentro de nosotros.

  ¿Cuál era el propósito de Dios al presentarse a Abraham en Génesis 18? Indudablemente no vino para comer, y tampoco para confirmar Su promesa acerca del hijo que Sara había de dar a luz. Dios se presentó a Abraham porque buscaba un intercesor. En Su trono celestial, Dios había decidido ejecutar Su juicio sobre la impía ciudad de Sodoma. Sin embargo, no podía olvidar que Lot, uno de los Suyos, se hallaba allí. Lot ni siquiera se daba cuenta de que debía ser rescatado de Sodoma. ¿Qué podía hacer Dios? Tenía que encontrar a alguien que intercediera por Lot. Dios sabía que no había nadie en la tierra que se preocupara tanto por Lot y que estuviese entregado tan enteramente a El como lo estaba Abraham. Por consiguiente, Dios se presentó a Abraham en busca de un intercesor. Sin un intercesor que rogara por Su pueblo, Dios no podía hacer nada. Dios tiene Sus principios divinos. Uno de ellos es que sin intercesión El no puede salvar a nadie. La salvación de cada cristiano se ha llevado a cabo por medio de la intercesión. Dios no se quedó en Su trono en los cielos esperando que se produjera esa intercesión, sino que descendió y visitó a Abraham en forma de hombre mortal para que Abraham pudiera hablar fácilmente con El e intercediera por Lot. En Génesis 18 Abraham no oró a Dios ni invocó Su nombre, sino que conversó con El como lo haría con un amigo íntimo. Por consiguiente, en ese capítulo, Dios visitó a Abraham con el fin de que éste sintiera la carga de interceder por Lot según el deseo de Dios.

  Dios permaneció a la entrada de la tienda de Abraham durante varias horas, habló mucho con él, pero no pronunció ni una sola palabra acerca de Su propósito de obtener un intercesor. Muchas veces nosotros actuamos así. Es posible que usted quiera que un hermano haga algo por usted. Si usted es sabio, no se presentará a él a pedirle en seguida que haga lo que usted desea. Primero determinará el humor en el cual se encuentra, hablando con él de varios asuntos. Al final de su visita, cuando el hermano está a punto de despedirse, usted se abre a él y le habla de lo que deseaba. Pero si él no se queda y le dice: “Nos vemos en la reunión esta noche”, usted entenderá que su corazón está demasiado frío y que no está interesado en hacer lo que usted desea. No obstante, si él dice: “quisiera quedarme un rato más contigo”, entonces usted sabrá que se puede abrir a él.

  Cuando Dios se presentó a Abraham, éste le extendió la bienvenida, le trajo agua y le sirvió una buena comida. Dios habló a Abraham durante la preparación de la comida y en la comida misma, pero no le reveló el propósito de Su visita. Sólo le reveló Su intención cuando se levantó y salía de la tienda de Abraham y éste le acompañaba a El y a los dos ángeles en su camino. Mientras Abraham caminaba con ellos, el Señor dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (18:17). Dios no podía encubrir Su intención a Abraham, Su querido amigo a quien había llamado.

  Mientras Abraham permanecía en la presencia de Dios, e incluso después de la partida de los dos ángeles hacia Sodoma, cuando quedó Abraham delante de Dios (18:22), éste se abrió a él. Dios no se abrió directamente a Abraham sino que dejaba implícito lo que quería. Dios no dijo: “Abraham, pronto destruiré a Sodoma. Lot está allí, y estoy muy preocupado por él. He venido a pedirte que intercedas por él”. Dios no habló de manera tan directa, sino que le dijo: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (18:20-21). Dios no pronunció una sola palabra acerca de Lot, pero al hablar de Sodoma, lo hacía por causa de Lot. Estos dos amigos hablaban de Lot, pero ningún de ellos mencionó jamás su nombre. Se refirieron a él de una manera misteriosa, con sobrentendidos. Abraham conocía la preocupación de Dios por Lot, e intercedió por Lot sin mencionar su nombre. Y Dios conocía la intención de Abraham así como éste conocía la Suya.

  No piensen que la revelación de Dios con respecto a la intercesión viene repentinamente, de manera milagrosa, al estilo “pentecostal”. Si queremos recibir una revelación del corazón de Dios, debemos pasar por un proceso largo. Debemos salir de Ur de Caldea y pasar por muchos lugares hasta llegar a la entrada de la tienda en el encinar de Mamre en Hebrón. Primero Dios llamó a Abraham al aparecérsele como el Dios de gloria. En ese entonces, Abraham no estaba preparado ni calificado para recibir una revelación del corazón de Dios. El no estaba en íntima comunión con Dios. Incluso después de matar a Quedorlaomer y a los demás reyes, no estaba listo para conversar con Dios de una manera íntima. En los capítulos quince y dieciséis vemos que Abraham era un hombre que buscaba a Dios y lo amaba, pero todavía era demasiado carnal. En el capítulo diecisiete fue circuncidado y aniquilado, su nombre fue cambiado de Abram a Abraham, y vino a ser otra persona. Luego, en el capítulo dieciocho, Dios se le presentó en el encinar de Mamre en Hebrón, no como el Dios de gloria ni como el Dios Altísimo, el creador de los cielos y de la tierra, ni como El-Shaddai, sino como un hombre mortal que vino para disfrutar de una comida con Su amigo íntimo. En esa ocasión, Dios encontró a un hombre que concordaba con Su corazón. La intercesión gloriosa que Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18 no fue la oración que un hombre en la tierra dirige al Dios de los cielos, sino una conversación humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un hombre mortal, y así conversó con Abraham. Finalmente, le indicó a Abraham que El era el Dios todopoderoso; aun así, siguieron conversando como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba preparado y calificado para recibir una revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La intercesión es una conversación íntima con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su corazón. Este es el primer principio de la intercesión.

  Dios debe preparar al hombre que ha de recibir la revelación del deseo que tiene en Su corazón. Las personas que pertenecen a Dios se cuentan por millones, pero son muy pocas las que han sido preparadas, disciplinadas, adiestradas, circuncidadas y aniquiladas. Aunque nosotros no nos parezcamos a Abraham, de vez en cuando hemos tenido experiencias similares. Estábamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos y a rechazar nuestra carne. Entonces, tuvimos la sorpresa de ver a Dios venir a nosotros como un amigo humano. No oramos a El ni invocamos Su nombre, sino que conversamos con El como hablaríamos con un amigo íntimo.

  Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón. Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted le sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con sobrentendidos.

b) Aparentemente intercedía por Sodoma, pero en realidad lo hacía por Lot

  Cuando Dios reveló a Abraham lo que tenía en Su corazón, Abraham entendió inmediatamente lo que Dios quería decir. Aparentemente, Abraham intercedía por Sodoma, pero en realidad intercedía por Lot. “Se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” (18:23). Queda implícito que se alude a Lot. Abraham parecía decir: “Señor, ¿acaso no sabes que en Sodoma, la ciudad impía que estás a punto de destruir, vive una persona justa? Es posible que haya allí otros justos además de él. ¿Vas a destruir al justo con el impío?”. Dios no le mencionó el nombre de Lot a Abraham, pero entendió. Del mismo modo, Abraham no le mencionó a Lot, pero Dios sabía a qué se refería Abraham. Hablaron entre ellos de una manera misteriosa. Ningún extraño habría sabido de qué hablaban, pero se entendían entre ellos porque eran amigos íntimos. ¿Cómo podemos demostrar que en realidad Abraham intercedía por Lot? Lo comprobamos en 19:29, donde dice: “Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba”. El versículo no dice que Dios se acordó de Lot, sino que se acordó de Abraham. Nos explica claramente que Dios respondió a la intercesión de Abraham al rescatar de Sodoma a Lot. Por consiguiente, en el capítulo dieciocho, Abraham no intercede en realidad por la ciudad de Sodoma sino por Lot.

  En principio, la intercesión de Abraham por Lot es similar a la intercesión que se lleva a cabo en la iglesia neotestamentaria. En los días de Abraham, el pueblo de Dios se componía de dos familias: la familia de Abraham y la de Lot. Una parte del pueblo de Dios, la familia de Lot, se había trasladado a la ciudad impía de Sodoma. Del mismo modo, algunas personas de la iglesia se han trasladado al mundo. Así como Abraham intercedía por esa parte del pueblo de Dios que se había trasladado a Sodoma, nosotros también debemos interceder por los hermanos y hermanas que se han ido al mundo. La intercesión de Abraham fue la primera que tiene algún parecido con la intercesión que prevalece en la vida de iglesia.

c) Conforme al corazón de Dios

  Toda intercesión adecuada concuerda con la revelación que sale del corazón de Dios; por eso, debe estar en conformidad con el corazón de Dios. La intercesión no corresponde a la palabra de Dios. Como lo dijimos antes, Dios no mencionó el nombre de Lot, pero Abraham entendió lo que había en el corazón de Dios. Abraham no intercedió según la palabra explícita de Dios, sino conforme a la intención interior del corazón de Dios. La intercesión apropiada siempre debe tocar el corazón de Dios. Mientras Abraham intercedía, Dios estaba contento y podía decir dentro de Sí: “¡Qué bueno es encontrar en la tierra un hombre que conoce Mi corazón!”.

  Repito que la intercesión apropiada siempre debe ser iniciada por la visitación de Dios en el nivel humano. Cada vez que sintamos profundamente que Dios ha venido a nosotros al nivel humano, entenderemos que éste es el momento en que Dios iniciará una intercesión que nosotros debemos llevar a cabo. Por esta razón, debemos aprender a permanecer en la presencia de Dios. Si El se dispone a retirarse, nosotros debemos permanecer en Su presencia y decirle: “Señor, no quiero perder Tu presencia. Deseo permanecer aquí contigo”. Al permanecer usted en la presencia de Dios, El abrirá Su corazón y le manifestará Su deseo. Ya vimos que Abraham no se despidió del Señor repentinamente sino que recorrió cierta distancia con El. Esto revela que, en cierto sentido, Dios es muy humano. Si permanecemos en Su presencia, El será muy humano y no nos dejará. Se quedará con nosotros, porque nosotros permanecemos con El. Frecuentemente he experimentado esto. No me separo de la presencia de Dios, y El tampoco se aleja de mí. Como resultado, El me abre Su corazón y se produce la intercesión apropiada.

  La intercesión no es una simple oración, sino una conversación íntima. En este capítulo, Abraham no estaba orando, sino hablando con su Amigo íntimo en un nivel humano, y diciendo: “¿Destruirás también al justo con el inicuo?”. Abraham parecía decirle a Dios: “¿Es así como obras? Permíteme recordarte que no deberías actuar de esa manera. Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿No preservarías a los cincuenta justos que están allí?”. Esto era una conversación. Entonces Abraham añadió: “Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra ¿no ha de hacer lo que es justo?” (18:25). Este fue un gran desafío para el Señor. ¿Ha hecho usted un desafío semejante al conversar con Dios? Son muy pocos los que han hecho eso. Sin embargo, cuando usted ha entrado en una comunión íntima con Dios al nivel humano y conoce el deseo de Su corazón, puede desafiarlo, diciendo: “Señor, ¿es así como Tú obras?”. Esto no es ni orar ni rogar, sino desafiar a Dios en una conversación muy amigable. El Señor le contestó a Abraham: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos” (18:26). La intercesión tiene un principio fundamental: es una conversación que desafía, y no una oración ni una súplica. Dios desea que lo desafiemos. Cuando Abraham desafió a Dios, El quizás haya dicho: “He encontrado a un hombre en la tierra que conoce Mi corazón de una manera tal que no ora, ni suplica, ni ruega, sino que me desafía. Debo hacer lo que dice Mi querido amigo, porque me ha desafiado. Ahora no estoy tan preocupado por Lot como lo estoy por Mí mismo”. ¿Ha experimentado usted alguna vez esa clase de intercesión en la cual habla con Dios a modo de desafío, y dice: “Señor, ¿es así como Tú procedes? ¿No hará justicia el Juez de toda la tierra? ¿Has de matar a los justos con los impíos? ¡Indudablemente Tú no harás tal cosa!”. Esta es la verdadera intercesión.

  En los versículos del 27 al 32 vemos que Abraham siguió conversando con Dios acerca del número de justos necesarios para perdonar la ciudad. Después de que el Señor hubo dicho: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos”, Abraham preguntó si El destruiría la ciudad si hubiera cinco justos menos. El Señor contestó: “No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco”. El Señor fue el que habló del número cuarenta y cinco, y no Abraham. El Señor parecía decir: “El número cuarenta y cinco es bueno, pero no puedo encontrar a tantos justos allí”. Entonces Abraham preguntó si sólo hallaba cuarenta justos, y el Señor contestó: “No lo haré por amor a los cuarenta”. Cuando Abraham sugirió que fuesen treinta, el Señor contestó que preservaría a Sodoma si hallaba allí treinta justos. Entonces, por el lado de Abraham, se redujo el número a veinte. Una vez más, el Señor dijo que no destruiría la ciudad por amor a los veinte. Finalmente, Abraham llegó al número más bajo cuando hizo su sexta propuesta, y pidió al Señor que perdonara a la ciudad si hallaba diez justos allí. Dios contestó que El no destruiría la ciudad por amor a los diez. Abraham presentó seis sugerencias al Señor, reduciendo el número de cincuenta a diez. Después de eso, él no sintió la carga de hacer una séptima propuesta. Tal vez la presencia de Dios lo indujo a no hacerlo. Cuando Dios dijo a Abraham que El no destruiría la ciudad por amor a los diez justos (18:32), Abraham se desilusionó. Lot tenía su esposa, dos hijas solteras, y algunas hijas casadas y los respectivos yernos. Para Abraham, debía de haber por lo menos diez personas en la familia de Lot, incluyendo a todos sus yernos. Abraham quedó sorprendido y desilusionado al saber que en Sodoma no había ni siquiera diez personas justas.

d) Conforme al proceder justo de Dios

  El desafío de Abraham a Dios concordaba con el proceder justo de Dios (18:23-25). Abraham dijo al Señor: “Tú eres el Juez de toda la tierra. ¿Harás eso? No es así como Tú actúas con justicia”. La intercesión apropiada no se basa en el amor de Dios ni en Su gracia, sino en Su justicia. El desafío más grande para Dios no consiste en decirle: “Dios, ¿eres Tú un Dios de amor?”. Si decimos eso, Dios podría contestar: “Sí, soy un Dios de amor, pero amar es asunto Mío. Cuando me siento feliz, amo. Pero si no me siento feliz, no amo. ¿Qué hay de malo en eso?”. No tenemos nada que objetar. Deberíamos decirle a Dios: “Dios, ¿no eres el Justo?”. Si desafiamos a Dios conforme a Su justicia, Dios contestará: “Ciertamente soy justo”. El nunca diría: “Si me siento feliz, seré justo, pero en caso contrario, no lo seré”. ¿Qué clase de Dios sería? Debemos desafiar a Dios sobre la base de Su justicia, porque ésta lo compromete mucho más que Su amor y Su gracia. Dios no tiene ninguna obligación de amar ni de mostrar gracia, pero sí tiene la responsabilidad de ser justo. Nada compromete más firmemente a Dios que Su justicia. Todo buen intercesor sabe que la manera de comprometer a Dios con eficacia consiste en desafiarlo en cuanto a Su justicia. Deberíamos decir: “¿Hará el Juez de toda la tierra semejante cosa?”. Y Dios contestará: “No, puesto que soy justo, nunca haría eso. No obstante, debes presentarme la cantidad suficiente de justos por los cuales perdonar la ciudad. Si me muestras el número de personas que justifica, estaré justificado y seré justo. No destruiré la ciudad”. La debida intercesión nunca ruega a Dios por Su amor, sino que lo desafía conforme a Su justo proceder.

  Creo que muchos en el recobro del Señor serán introducidos en esa clase de intercesión. Cuando Dios descendió y visitó a Abraham en un nivel humano, buscaba un intercesor. Ahora Dios ha bajado al nivel humano una vez más, no para buscar a un individuo sino a un pueblo corporativo. Creo que dentro de poco habrá un pueblo sobre la tierra exactamente como Abraham, que conocerá el corazón de Dios e intercederá con un desafío en la presencia de Dios. Podemos decirle a Dios: “Señor, ¿no nos has prometido claramente en el Nuevo Testamento que terminarás la buena obra que empezaste?”. Abraham no clamó ni suplicó a Dios que perdonara a Sodoma por amor a Lot, sino que lo desafió. Del mismo modo, no deberíamos llorar ni rogar a Dios sino desafiarlo. El no quiere escuchar nuestro grito; lo que desea es oír nuestra desafiante intercesión.

e) Expresa el deseo de Dios

  La intercesión de Abraham reflejó al deseo que Dios tenía en Su corazón con respecto a Lot. Mientras él intercedía conforme al corazón de Dios, su intercesión expresaba espontáneamente el deseo de Dios. La intercesión apropiada siempre expresa el deseo de Dios. Este es otro principio de la intercesión. Si nuestra intercesión es iniciada por haber visto la revelación de Dios en nuestra comunión íntima con El, todo lo que le digamos en nuestra intercesión expresará Su deseo, y será el reflejo de Su intención. La verdadera intercesión no consiste en expresar nuestro deseo sino el deseo de Dios. No se trata de buscar algo conforme a nuestra intención sino de buscar el cumplimiento de la intención de Dios.

f) Lleva a cabo la voluntad de Dios

  La intercesión siempre debe llevar a cabo la voluntad de Dios. Dios deseaba rescatar a Lot, pero sin la intercesión de Abraham, no podía llevar a cabo Su voluntad. La debida intercesión siempre prepara el camino para que se cumpla la voluntad de Dios y proporciona los rieles a la locomotora celestial. Dios deseaba rescatar a Lot de Sodoma, pero tenía que encontrar la manera de hacerlo. Así que visitó a Abraham a fin de que éste intercediera por Lot. Abraham ocupaba un lugar muy especial en el corazón de Dios, y Dios podía abrirle Su corazón. Inmediatamente Abraham reflejó el deseo del corazón de Dios en una intercesión desafiante. Esta intercesión fue la expresión del deseo de Dios y el cumplimiento de dicho deseo.

  Hoy en día, en la vida de iglesia se necesita urgentemente esta clase de intercesión desafiante. Todos los mensajes que el Señor nos ha dado se relacionan con el cumplimiento de Su voluntad. En este estudio-vida, no nos preocupamos simplemente por la enseñanza bíblica. Nos interesa compartir la palabra actualizada del Señor en Su recobro. Después de leer este mensaje, habrá una respuesta positiva en todo el recobro del Señor cuando muchos santos queridos respondan a la Palabra y entiendan plenamente lo que es la verdadera intercesión. De ahora en adelante, muchos de nosotros ejercitaremos nuestro espíritu para interceder por la iglesia al desafiar a Dios conforme al deseo de Su corazón. Sabemos que el deseo de Su corazón consiste en salvar a Su pueblo de la ciudad impía, en rescatar al Lot actual de la condición de condenación. Si estamos tan cercanos a Dios, al tener una íntima comunión con El, podremos ver Su corazón y reflejar el deseo de Su corazón en una intercesión gloriosa. En el próximo mensaje, veremos que la intercesión de Abraham fue muy eficaz. En Génesis 19:27-29 vemos que Abraham todavía estaba en el corazón de Dios. Abraham se despertó temprano por la mañana y miró a la ciudad, muy preocupado por Lot. En 19:29 vemos claramente que Dios se acordó de Abraham y “envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba”. Esta eficaz intercesión será cada vez más clara y será practicada entre nosotros en la vida de iglesia.

g) Hasta que Jehová acaba de hablar

  Este capítulo no concluye con las palabras de Abraham, sino con las palabras de Dios. Dice el versículo 33: “Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar”. Este es el relato de la intercesión de Abraham. Sin embargo no dice que Abraham hubiera acabado de hablar; dice que el Señor acabó de hablar. La debida intercesión siempre está constituida del hablar de Dios. Aparentemente nosotros estamos hablando; en realidad es Dios quien habla en nuestro hablar.

  Me agrada el versículo que dice que el Señor se fue, luego que acabó de hablar a Abraham. A menudo decimos “Amén” al final de nuestras oraciones. Nuestro amén equivale a una despedida. Puedo testificar que centenares de veces me he despedido del Señor de esta manera antes de que El acabase de hablarme. Oré durante cierto tiempo y luego dije: “Amén”, es decir “Hasta luego”. No obstante, en lo profundo de mi espíritu sentía que el Señor decía: “¿Qué estás haciendo? No he acabado de hablar contigo. ¿Por qué no te quedas unos minutos más?”. Muchos de nosotros hemos tenido esta clase de experiencia. Nuestro amén, nuestro hasta luego, vino demasiado pronto. Debemos permanecer en la presencia de Dios hasta que El termine de hablarnos. Nuestra intercesión debe declarar lo que Dios está diciendo.

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