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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 55

VIVIR EN COMUNION CON DIOS: LA DEBILIDAD ESCONDIDA Y LA INTERCESION VERGONZOSA

  La Biblia es un libro honesto. Después de Gn. 18 y Gn. 19, donde vemos el gran logro de Abraham al experimentar a Dios, descubrimos su debilidad en Gn. 20. ¿Puede usted creer que Abraham después de tener una comunión tan íntima con Dios y después de interceder de manera tan gloriosa, pudo tener la experiencia relatada en el capítulo veinte? Resulta difícil creer y entender cómo pudo Abraham haber mostrado esa debilidad. Una vez más, vemos que la Biblia no fue hecha por hombres. Si esto hubiese sido fabricado por el hombre, el autor no habría incluido este relato de la debilidad y los defectos de Abraham. No obstante, la Biblia es honesta e incluye Génesis 20 como parte del relato divino.

6) La debilidad escondida y la intercesión vergonzosa

  Cuando yo era joven, me gustaban los capítulos dieciocho, veintiuno, veintidós y veinticuatro, pero no sentía el menor interés por el capítulo veinte. Este capítulo relata dos cosas principales: la debilidad escondida y la intercesión vergonzosa. Abraham, un hombre de Dios, tenía una debilidad escondida en lo profundo de su ser. En el capítulo dieciocho, él intercedió de manera gloriosa, pero en el capítulo veinte encontramos el relato de una intercesión vergonzosa.

a) La debilidad escondida

(1) Viajó hacia el sur

  Primero consideremos la debilidad escondida de Abraham (Gn. 20:1-16). En el versículo 1 vemos que “de allí partió Abraham a la tierra del Neguev [hacia el sur]”. El viaje de Abraham hacia el sur indica que había dejado la posición de comunión cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón. El debió quedarse en Hebrón porque allí tenía comunión íntima con Dios. No hay nada mejor que eso. Poco después de tener una comunión íntima con Dios, Abraham se fue de Hebrón y viajó hacia el sur. Entre la época en la cual el Señor habló a Abraham del nacimiento de Isaac en 17:21 y 18:14, y el nacimiento de Isaac en el capítulo veintiuno, no pudo haber transcurrido más de un año. ¿Por qué abandonó Abraham repentinamente Hebrón y viajó hacia el sur durante ese año? En tipología, el sur representa la comodidad y el norte las dificultades. El sur es cálido y el norte frío, pero Dios mora en el norte (Sal. 48:2; 75:6-7; Ez. 1:4). En el norte tenemos las dificultades y la presencia de Dios. En el sur tenemos las comodidades sin la presencia de Dios. En ninguna parte de Génesis 20 vemos algún indicio de que Dios haya pedido a Abraham que viajara al sur. Al emprender ese viaje, Abraham actuó por su propia cuenta.

  Tal vez Abraham haya querido un cambio y unas vacaciones. Usted quizás disfrute de la vida de iglesia en Anaheim, pero puede ser que un día piense que necesita un cambio y desee viajar al sur, a la ciudad de México. La vida de iglesia es maravillosa y todos nosotros la disfrutamos mucho. Sin embargo, algunos pueden aburrirse y tener el deseo de darse un paseo por Las Vegas. Si usted va a Las Vegas y alguien allí le pregunta qué hace usted en la ciudad donde vive, le resultará difícil darle una respuesta franca. En dos ocasiones Abraham se halló en una situación parecida, y no fue sincero (cfr. 12:9-12). En el capítulo doce, Abraham viajó al sur porque había hambre en el país. Esta hambre le sirvió de pretexto para ir al sur, a Egipto. Pero en este capítulo Abraham no tenía ningún pretexto. Tal vez él y su esposa se hayan aburrido y hayan deseado tomar unas vacaciones. Si se hubieran quedado cerca del encinar de Mamre que está en Hebrón, Abraham no habría tenido que mentir. Su mentira se debió a que estaba en el lugar equivocado. Con eso vemos que la posición correcta tiene mucho significado. No creo que un hermano pueda orar-leer ni dar un testimonio viviente en una casa de juegos en Las Vegas. Allí carecería de la debida posición para hacerlo. Si queremos hacer algo para Dios, debemos ocupar la posición correcta. Cuando Abraham abandonó la posición en la que tenía comunión íntima con Dios, y viajó al sur, perdió la presencia de Dios. La Biblia no afirma que en la región del sur Dios se haya aparecido a Abraham, ni que Abraham haya erigido un altar ni haya invocado el nombre del Señor. El había perdido completamente la posición adecuada sobre la cual podía tener comunión con Dios. Jóvenes, ustedes deben ver que deben permanecer en la posición correcta. Si permanecen en la iglesia, serán preservados. Pero si viajan hacia el sur, perderán la posición correcta y también la presencia de Dios. Su viejo hombre resurgirá espontáneamente.

  Antes del capítulo veinte, Abraham fue circuncidado. En el capítulo veinte, él debía haber sido una persona circuncidada, y no una persona natural, pues Dios lo había disciplinado verdaderamente. Algunos cristianos afirman que cuando experimentan cierta bendición, es imposible que estén en la carne. Pero observen el ejemplo de Abraham. El había sido circuncidado física y espiritualmente, pero cuando abandonó la posición adecuada de comunión con Dios, volvió a estar en la carne. Después de llegar a una experiencia tan elevada con Dios, Abraham, el padre de la fe, actuó de la misma manera que lo hizo en Génesis 12, más de veinte años antes. Vemos en ello que mientras permanecemos en la vieja creación somos capaces de hacer cualquier cosa en la carne. Si no permanecemos en comunión con Dios, podemos hacer las mismas cosas que la gente mundana. No diga que ya no puede estar en la carne porque ya fue regenerado, ya experimentó el bautismo del Espíritu, y recibió una segunda bendición. Aunque haya recibido muchas bendiciones de Dios, estará en la carne si no permanece en comunión con El. Su experiencia lo demuestra.

  Nunca deberíamos confiar en nuestro yo. No se puede confiar en el yo para nada. Debemos poner nuestra confianza en la presencia del Señor, y decirle: “Señor, si me retiras Tu presencia, seré como un perro. Pero te alabo porque en Tu presencia soy un santo, un miembro del pueblo de Dios”. ¡Qué gran significado tiene la presencia de Dios para nosotros! Cuando Abraham encaminaba a Dios en el capítulo dieciocho, él era un santo maravilloso, un hombre que podía quedarse delante de Dios y hablar cara a cara con El como lo haría con un amigo íntimo. Sin embargo, en el capítulo veinte, esta persona se hizo vil. Después de haber dejado el lugar donde estaba en comunión con Dios, pudo mentir y exponer a su esposa al sacrificio. Parece increíble, pero lo hizo. Si consideramos nuestra experiencia pasada, veremos por lo menos algunos casos en que hicimos algo parecido. Esto nos muestra la importancia de permanecer en la presencia de Dios. Nuestra protección no es nuestro yo, sino Su presencia.

(2) Repitió su viejo fracaso

  Después de haber dejado la presencia de Dios y de haber viajado hacia el sur, Abraham repitió su viejo fracaso, pues mintió y expuso a su esposa al sacrificio (20:2; cfr. 12:11-13). Una cosa es mentir, pero otra es sacrificar a la esposa. Aunque es posible que muchos hermanos mientan, quizá ninguno sacrificaría a su esposa. Sin embargo, Abraham lo hizo. Admiro a Sara por haber sido tan buena esposa. Ella no se quejó sino que apoyó la mentira de su esposo.

(3) La debilidad escondida queda expuesta

  En Génesis 20:8-13 vemos que la debilidad escondida de Abraham salió a flote. Abraham no mintió accidentalmente, pues lo planeó desde el día en que empezó a seguir el camino de Dios. Abraham dijo, hablando con Abimelec: “Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije [a Sara]: Esta es la merced que tu harás conmigo, que en todos los lugares adonde lleguemos, digas de mí: Mi hermano es” (v. 13). Esta debilidad escondida persistió dentro de Abraham aun después de su circuncisión. En principio, hoy la mayoría de nosotros somos iguales. Por una parte, seguimos al Señor en la iglesia; por otra, tenemos cosas reservadas. En caso de que suceda algo inesperado, tenemos un plan de reserva para solucionarlo. ¿Quiere usted ser incondicional con el Señor? Si éste es el caso, pregúntele si usted sigue aferrado a alguna reserva escondida. Quizás usted no crea que tiene una reserva, pero cuando se ausente de la vida de iglesia, dicha reserva quedará expuesta. Muchas hermanas jóvenes que siguen al Señor en la iglesia tienen recursos de reserva en su interior. Piensan: “Tal vez algo inesperado suceda algún día. En tal caso, ya sé lo que haré”. Este es el plan de reserva calculado desde que empezaron a seguir al Señor. Es cierto que en la vida de iglesia vivimos por la fe. Sin embargo, ¿qué hacemos cuando nos falta fe? Usamos nuestra reserva. Es posible que en poco tiempo su debilidad quede expuesta. Esto demostrará que a pesar de lo incondicional que usted afirma ser, aún no lo es completamente.

  Creo que el propósito del relato que aparece en el capítulo veinte es mostrarnos que tarde o temprano nuestra reserva escondida quedará expuesta. La Biblia es diferente a todos los libros mundanos porque contiene un relato genuino y franco de un pueblo que busca a Dios. Por mucho que busquemos a Dios, seguimos manteniendo una reserva. Temo y tiemblo cuando pienso que en lo profundo de mí pueda existir una reserva escondida que quedará expuesta algún día.

(4) Preservado por el cuidado providencial de Dios

  En la tipología bíblica, Abraham representa la fe, y Sara la gracia. En otras palabras, para Dios, el hombre siempre representa la fe, y la esposa siempre representa la gracia divina. Abraham fue el padre de la fe, y su vida fue una vida de fe. Sara tipifica la gracia de Dios; por eso, el hecho de que Isaac naciera de ella significa que nació de la gracia. Por el contrario, Ismael nació de Agar, la ley, el cautiverio. En tipología, cuando la fe falta, la gracia es menoscabada. Esto significa que nuestra falta de fe va en detrimento de la gracia del Señor. En cada fracaso de Abraham, Sara sufría, y cuando Sara sufría, la gracia era perjudicada.

  Además, la gracia y el testimonio van juntos. Cuando tenemos la gracia, tenemos el testimonio. Cuando Abraham mentía, no tenía el disfrute de la gracia. Por consiguiente, él perdió su testimonio. Cuando la fe desfallece, la gracia sufre y se pierde el testimonio de la gracia.

  Dios vino para rescatar a Sara y restaurarla. En tipología, esto significa que Dios vino para cuidar de Su gracia y Su testimonio. Dios sabe proteger soberanamente Su gracia y preservar Su testimonio. No sabemos cuántas veces corrimos peligro de perjudicar la gracia y de perder el testimonio por perder la posición apropiada. No obstante, en cierto momento, Dios vino para poner remedio a las circunstancias a fin de preservar el testimonio de Su gracia. Si eso le hubiera quedado claro a Abraham, no habría mentido; habría creído que Dios cuidaría Su gracia y Su testimonio.

  La fe de Abraham desfalleció, pero Dios siguió preservándolo con Su cuidado providencial (vs. 3-7, 14-16). Dios no se le apareció a Abraham, porque la experiencia de éste llegó a ser anormal. En los capítulos dieciocho y diecinueve, Dios se le apareció a Abraham pero no a Lot. Aquí en el capítulo veinte, no se le aparece a Abraham, sino a Abimelec, en un sueño (v. 3). En cierto sentido, la posición de Abraham en el capítulo veinte era prácticamente la misma que la de Lot en el capítulo diecinueve. Por consiguiente, Dios se le apareció a Abimelec, un rey gentil, y le dijo que Su profeta le había mentido. Abimelec quedó sorprendido al oír que uno de los profetas de Dios le había mentido y había expuesto a su esposa al sacrificio. En este capítulo vemos la sabiduría de Dios, Su providencia, rectitud y cuidado. Dios dejó a Abraham, el que había mentido y dijo a Abimelec, el que había sido engañado: “He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido” (v. 3). Abimelec quedó atónito. Entonces Dios le dijo que debía devolver la mujer a Abraham y que Abraham oraría por él (v. 7). Dios no le inspiró a Abraham la necesidad de orar por Abimelec, sino que le indicó a Abimelec que Abraham era un profeta y que tenía la posición de orar por él, es decir, el rey, y por su familia. Al hacer eso, Dios no reprendió a Abraham.

  Aunque Abraham estaba fuera de la presencia de Dios, Dios siguió preservando Su testimonio y le dio a Abraham muchas riquezas (vs. 14-16). Cuando Abraham derrotó a Quedorlaomer y a los otros reyes, y rescató a Lot, se negó a aceptar los obsequios del rey de Sodoma porque tenía al Dios Altísimo (14:21-24). No obstante, cuando Abimelec le dio a Abraham ovejas, bueyes, siervos y plata, éste no se atrevió a decirle: “No necesito tu ayuda. Tengo al Dios Altísimo”. El no estaba en la debida posición para decir esto, y tuvo que callarse. No creo que Abraham le haya agradecido a Abimelec por sus obsequios ni que se haya mostrado alegre de recibirlos. Cuando él recibió todos estos obsequios de Abimelec en frente de Sara, debe de haber sentido vergüenza. Dios le devolvió a Sara sabia y providencialmente, cuidando Su gracia y Su testimonio, y al mismo tiempo disciplinó a Abraham.

b) Una intercesión vergonzosa

  Después de recibir los obsequios de Abimelec, Abraham oró por él (vs. 17-18). Abimelec necesitaba la intercesión de Abraham porque el Señor había cerrado todas las matrices de la casa de Abimelec. ¿Cree usted que habría podido orar en esta situación vergonzosa? Tal vez Abimelec le haya dicho a Abraham: “¿Por qué tú, un profeta de Dios, me mientes? ¡Mira lo que ha sucedido! Ahora que todo está solucionado y que te he devuelto tu esposa, quiero que ores por mí”. A menudo, después de haberle fallado al Señor, somos incapaces de orar durante varios días, aunque nadie esté enterado de nuestro fracaso. ¡A Abraham le fue mucho más difícil orar en la presencia de Abimelec! Aun así, Abraham oró, y “Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos” (v. 17).

  Al interceder por Abimelec, Abraham tenía que vencer dos cosas: el recuerdo de su fracaso delante de Abimelec y la consideración de la esterilidad de su esposa. El tenía que olvidar su fracaso delante de Abimelec y no tener en cuenta la esterilidad de Sara. Si yo hubiera sido Abraham, habría dicho: “Lo siento, Abimelec, pero le he fallado al Señor y ahora no tengo fe para orar por ti”. Todos debemos aprender que la intercesión por los demás no depende de nuestro éxito, sino de la necesidad. Cuando Dios ha designado una necesidad, debemos interceder por ella. Quizás Abraham le haya dicho al Señor: “Fracasé. Le mentí a Abimelec y él me ha reprendido. ¿Cómo podría interceder por él?”. Cuando intercedemos por los demás, debemos olvidarnos de nosotros mismos, de nuestro entorno, y de nuestras circunstancias e interceder como si no hubiera nadie más que nosotros y Dios en la tierra. A pesar de nuestros fracasos, debemos ejercitar nuestro espíritu y orar con denuedo.

  Dios se vio forzado a dejar a Abraham e ir a Abimelec, aunque Abraham era superior a Abimelec. Pese a que había fallado, Abimelec era muy inferior a él. La Biblia dice que el mayor siempre bendice al menor (He. 7:7). Por ser superior a Abimelec, Abraham podía interceder por él.

  Además, no debemos imaginarnos que no podemos orar por los demás porque Dios no ha contestado las oraciones que hicimos por nuestras necesidades. Si yo fuese Abraham, podría haber dicho: “Abimelec, pides que ore por ti. He orado por mi esposa durante años sin recibir respuesta. Así que, no estoy seguro si Dios contestará mi oración por ti y no tengo el valor de orar”. Debemos olvidarnos de las oraciones que no fueron contestadas y orar por los demás. Si no queremos orar por los demás, Dios probablemente no contestará las oraciones que le dirigimos para satisfacer nuestras necesidades. No diga que no puede orar por los demás porque el Señor no le ha dado lo que usted necesitaba. Cuando Abraham se olvidó de su necesidad e intercedió por Abimelec y su casa, no sólo éstos recibieron lo que él había pedido sino que aun sus propias necesidades fueron satisfechas. Si usted se olvida de sus necesidades y ora por las de los demás, Dios no sólo contestará su petición por ellos sino también la oración en cuanto a sus propias necesidades. El se ocupará de las necesidades de usted.

  La intercesión de Abraham por Abimelec fue vergonzosa. En esa situación vergonzosa a cualquiera le resultaría difícil interceder. La Biblia no nos relata la intercesión completa de Abraham por Abimelec como lo hizo en el caso de Lot. Tal vez Abraham no fue valiente ni fuerte en espíritu. No obstante, intercedió por Abimelec, y su oración fue contestada. Con eso vemos que aun si no tenemos denuedo en nuestro espíritu, nuestra intercesión será contestada cuando intercedemos por los demás conforme a la designación de Dios. Puedo dar testimonio de ello por experiencia. A menudo he enfrentado dificultades y he orado al respecto sin recibir ninguna respuesta. De repente, algunos se me presentaban con la misma dificultad, y me pedían que orase por ellos. Después de orar, Dios no sólo contestó mi oración por las necesidades de ellos, sino también mi oración por mi situación personal.

  Todos debemos aprender a orar sin prestar atención a nuestra victoria. Es fácil orar después de obtener una victoria, pero no después de un fracaso. No aliento a nadie a fracasar, pero sí afirmo que nuestros fracasos no deben turbarnos. Para Dios nuestros fracasos no cuentan; sólo cuenta lo que somos. En la presencia de Dios, somos el nuevo hombre. Eso es lo que somos, y debemos orar conforme a eso. Por estar todavía en esta vieja creación, podemos caer y fracasar. Sin embargo, podemos olvidar este fracaso en la vieja creación y permanecer en nuestra posición en la nueva creación. Cuando Abraham se mantenía en su posición de profeta de Dios, él podía orar por Abimelec.

  Génesis 20 es un capítulo que valoro mucho, y debemos dedicar tiempo para examinar todos sus puntos principales: la debilidad escondida del que busca a Dios; la manera en que fue reprendido por Abimelec y desechado momentáneamente por Dios; su intercesión por Abimelec y la familia de éste; y la manera en que Dios contestó su oración. Si usted se detiene en este capítulo unas horas, su espíritu se nutrirá ricamente. Al considerar este capítulo ahora, lo encuentro más útil que el capítulo dieciocho. El capítulo dieciocho es agradable, pero el capítulo veinte es precioso, pues nos enseña valiosas lecciones.

  Ese capítulo nos muestra que la intercesión por los demás no depende de nuestra condición, sino de nuestra posición. Depende de lo que somos. Somos el profeta de Dios, la nueva creación, miembros del Cuerpo de Cristo. El hecho de estar en la vida de iglesia como miembro del Cuerpo de Cristo nos faculta para interceder por los demás. Olvídese de su entorno y de sus fracasos. Si usted sigue dominado por sus sentimientos, su boca se cerrará, Satanás lo vencerá, y usted quedará amortecido por algunos días. Esto es muy grave. Debemos olvidar nuestros fracasos y nuestras necesidades y tomar la debida posición para interceder por los demás conforme a la designación de Dios y creer en El por el bien de los demás.

  También debemos conocernos a nosotros mismos. No se imagine que si logra cosas tan elevadas como las que se mencionan en Génesis 18 y 19, no tendrá ningún problema. No podemos permitirnos tomar vacaciones en nuestra comunión con Dios. No confíe en su viejo yo. Aun cuando su viejo yo haya sido disciplinado por Dios, de todos modos no puede confiar en él, por muy circuncidado que haya sido. Tal vez no estemos conscientes de ello, pero es posible que dentro de nosotros tengamos cierta reserva al seguir al Señor. Un día esta reserva, que es la reserva de nuestras debilidades naturales, quedará expuesta. No se sorprenda cuando eso suceda. Esté preparado para tomar la gracia, olvídese de sus fracasos y necesidades, e interceda por los demás. Manténgase en su posición como miembro del Cuerpo de Cristo, como parte del nuevo hombre, y como santo en el recobro del Señor, y ore, aunque lo haga con cierta vergüenza. Tal vez su intercesión sea vergonzosa y carezca de gloria, pero Dios la contestará de todos modos. Junto con Su respuesta a la intercesión vergonzosa que hace usted, El también contestará las oraciones a las que usted no recibió respuesta antes. ¡Cuán maravilloso es eso!

  Cuando Abraham, el profeta de Dios, mintió a los demás, éstos se amortecieron. Y cuando se olvidó de su fracaso e intercedió por ellos, recibieron vida, y él mismo volvió a ser avivado. Del mismo modo, si nosotros olvidamos nuestros fracasos e intercedemos por las necesidades de las personas delante de las cuales hemos fracasado, no sólo les ministraremos vida a ellas sino también a nosotros mismos. Ojalá que todos aprendamos las lecciones contenidas en este capítulo.

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