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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 57

Vivir en comunion con Dios: Isaac es ofrecido

(1)

  En este mensaje llegamos a Gn. 22, donde vemos la cumbre de la experiencia de Abraham con Dios. Este capítulo es la continuación del capítulo veintiuno. Estos dos capítulos, que relatan el nacimiento y el ofrecimiento de Isaac, abarcan un período de por lo menos veinte años. Algunos eruditos creen que cuando Isaac fue ofrecido tenía por lo menos veinte años de edad. Por consiguiente, para entonces él ya era adulto.

  Todo lo que relatan estos dos capítulos tiene mucho significado. Como lo hicimos notar en el mensaje anterior, en 21:33 leemos: “Plantó Abraham un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno”. Plantar un árbol tamarisco no carecía de significado. Abraham seguramente hizo muchas cosas mientras vivía en Beerseba, pero la Biblia sólo narra que peleó por el pozo, lo compró por precio, plantó un árbol tamarisco, e invocó el nombre de Jehová Dios eterno. Si estas cosas no tuviesen significado, el relato bíblico, que es muy económico, no las habría incluido como parte de la revelación divina. El hecho de que la revelación divina excluya muchas otras cosas y hable de que fue plantado un árbol tamarisco, muestra la importancia de dicha acción.

  En Génesis 2 el centro de la revelación es el árbol de la vida. Del mismo modo, en la segunda parte de Génesis 21 el centro de la revelación es el árbol tamarisco. Si tenemos el entendimiento espiritual y la luz divina, veremos que este árbol tamarisco es el árbol de la vida experimentado y expresado. Cuando no experimentamos ni expresamos el árbol de la vida, éste no pasa de ser el árbol de la vida. Pero cuando lo experimentamos y lo expresamos, se convierte en un árbol tamarisco. Un árbol tamarisco tiene ramas delgadas y hojas finas que denotan el fluir de las riquezas de la vida. Por consiguiente, el árbol tamarisco plantado cerca del pozo del juramento en Beerseba es un ejemplo del fluir de las riquezas de la vida, el resultado de experimentar el árbol de la vida. ¿Es el árbol de la vida un árbol tamarisco en su experiencia? Cuando llegamos a las reuniones, el árbol de la vida debe convertirse en un árbol tamarisco.

  En el relato de Ismael no figura ningún árbol del que fluyan las riquezas de la vida; sólo había un arco. La señal de Ismael era un arco que mataba a la vida, pero la señal de Isaac era un árbol del que brotaba vida. Como cristiano, hijo de Dios y descendiente de Abraham, ¿cuál es su señal, un arco o un árbol tamarisco? ¿Está usted dando muerte a la vida, o fluye de usted la vida con todas sus riquezas?

  Si el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es importante, entonces el árbol tamarisco de Génesis 21 también debe serlo. Muy pocos cristianos, si los hay, han visto la importancia del árbol tamarisco plantado en Beerseba. Algunos han prestado algo de atención al árbol de la vida, pero no se han fijado en el árbol tamarisco. Anteriormente vimos el árbol de la vida, pero no vimos el árbol tamarisco. Le damos gracias al Señor porque en estos días El nos ha dado la visión del árbol tamarisco. Un día, el impulso interior me dijo que necesitaba conocer el significado del árbol tamarisco que aparece en el capítulo veintiuno. En dicho capítulo no se desperdicia ni una sola palabra, pues hace a un lado las demás cosas que Abraham debe de haber hecho, pero dice específicamente que plantó un árbol tamarisco en Beerseba. En nuestra opinión, plantar un árbol tamarisco puede ser algo insignificante, quizás sólo fuera una especie de antigua jardinería. No obstante, la Biblia relaciona plantar un árbol tamarisco con invocar el nuevo título Jehová Dios eterno. Observe el uso de la conjunción para relacionar estas dos cosas de 21:33. Abraham plantó un árbol tamarisco “e” invocó allí el nombre de Jehová, El Olam. Según nuestro concepto humano, plantar un árbol no se relaciona con invocar el nombre del Señor, particularmente con un título nuevo y recién revelado. Sin embargo, en la Biblia eso nos proporciona la base para invocar correctamente al Señor. Si queremos invocar el nombre del Señor, necesitamos un árbol tamarisco. Si no tenemos la experiencia del árbol tamarisco, sólo podremos invocar el antiguo título de Dios, Jehová, y no Su título El Olam, recién revelado.

  En el capítulo veintiuno, Abraham invocó un nuevo título de Dios: El Olam, el Dios misterioso, escondido, secreto, pero muy real, quien vive y existe para siempre. Este título de Dios denota la vida eterna, pues el Dios eterno denota vida eterna. Abraham experimentó la vida eterna, pero no tenía este término. Antiguamente la gente comía vitaminas, pero no tenía ningún conocimiento científico acerca de ellas ni de los términos científicos para describirlas. Por haber nacido después de escribirse el Nuevo Testamento, tenemos la expresión la vida eterna. Sin embargo, Abraham, quien vivió en tiempos antiguos, no tenía este término divino. No obstante, cuando invocó el nombre de Jehová, El Olam, eso implicaba que experimentó a Dios como la vida que existe y perdura para siempre, como Aquel que es real y vive, y que también es misterioso y secreto.

  Debemos considerar nuestra propia experiencia. Cuando tuvimos el fluir de las riquezas de la vida divina, entonces invocamos el nombre del Señor Jesús con una nueva comprensión. Invocamos al Señor mismo, pero al hacerlo sentimos algo fresco. ¿Piensa usted que si sostiene en su mano el arco que mata la vida podría invocar el nombre del Señor? ¡No!, sino que buscaría una esposa egipcia.

8) Isaac es ofrecido

a) Dios pone a prueba a Abraham

  El texto original de la Biblia no se divide ni en capítulos ni en versículos ni en párrafos. El capítulo veintidós es la continuación inmediata del capítulo veintiuno. Después de la mención del árbol tamarisco que Abraham plantó y de invocar el nombre del Señor, Dios lo probó (v. 1). Dios, a diferencia de Satanás, no tienta a nadie. Pero sí nos prueba como lo hizo con Abraham. Repito que después de redimir el pozo de Beerseba, Abraham indudablemente hizo muchas cosas, pero aparte de plantar el tamarisco e invocar al Señor, la Biblia no las menciona; habla inmediatamente de la prueba por la que Dios hizo pasar a Abraham.

(1) Ofrece a Dios lo que de El recibió en gracia

  Con frecuencia cuando hemos disfrutado mucho al Señor, El no nos pide que hagamos algo por El, sino que le ofrezcamos lo que El nos ha dado. En dicha ocasión, el Señor podría decir: “Has recibido un don de Mí. Ahora te pido que lo devuelvas”. Siempre esperamos que después de pasar un buen rato con el Señor, El nos pedirá que hagamos algo por El. Nunca nos imaginamos que El puede pedirnos que le devolvamos lo que El nos ha dado. Mientras Abraham disfrutaba de una comunión íntima con Dios, no se le pidió que trabajara para El. Dios le hizo la mayor exigencia: devolverle lo que El le había dado. Desde el principio, Dios jamás aceptó nada de lo que tenía Abraham. El no se preocupó por Lot, rechazó a Eliezer, y le pidió que echara a Ismael. Ahora, después de que Eliezer, Lot e Ismael habían sido rechazados, Abraham adquirió a Isaac, la simiente que Dios le había prometido, y estaba en paz. Todo lo relacionado con Isaac provenía de Dios. Nunca más Dios rechazó lo que Abraham tenía. Pero de repente Dios habló y fue como si dijera: “Nunca rechazaré a Isaac, pues él nació de Mí. Pero ahora me lo debes devolver”.

  Abraham fue admirable. En su lugar, yo habría contestado: “Señor, ¿qué haces? No te preocupaste por Lot y rechazaste a Eliezer y a Ismael. Ahora quieres recuperar a Isaac, quien procede de Ti. ¿Me privarás de tanto?” Si yo hubiese estado en el lugar de Abraham, yo no habría ofrecido a Isaac. Habría sacudido mi cabeza y habría contestado: “No, eso no puede venir del Señor. Lógicamente El debe requerir que ceda a Eliezer y exigir que entregue a Ismael. Pero, ¿cómo podría Dios desear que yo le devolviera a Isaac? Dios no carece de propósito. El prometió darme descendencia, y Su promesa fue confirmada y se cumplió. ¿Por qué va a desperdiciar ahora todo lo que El me ha hecho?” Sí, Dios hace las cosas con un propósito, e indudablemente El tenía un propósito al pedir a Abraham que le entregara a Isaac.

  Muchos cristianos, inclusive algunos obreros cristianos, jamás han aprendido la lección de devolver a Dios lo que El les ha dado. ¿Ha recibido usted un don? No se aferre a él. Tarde o temprano Dios vendrá y le dirá: “Devuélveme el don que te di”. ¿Le ha dado Dios una obra exitosa? En un momento dado, Dios podría decir: “Esta obra es el Isaac que te he dado. Ahora quiero que me la devuelvas”. No obstante, muchos obreros cristianos no quieren soltar la obra que Dios les dio. Sin embargo, todo lo que Dios nos ha dado, aun lo que ha forjado en nosotros y por medio de nosotros, debe ser ofrecido a El.

(2) Ofrece a Dios su único hijo, a quien ama

  En el versículo 2 Dios dijo a Abraham: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Dios le pidió a Abraham que ofreciera a Isaac, su hijo único, al cual amaba. ¡Cuán difícil debe de haber sido esto para Abraham! En su lugar, nosotros habríamos dicho: “Señor, tengo más de ciento veinte años, y Sara está a punto de morir. ¿Cómo puedes pedirme que te devuelva lo que Tú me has dado?” Si usted no ha tenido esta experiencia, la tendrá algún día. Podemos testificar que muchas veces Dios nos ha pedido que le devolvamos lo que El nos ha dado. Los dones, el poder, la obra y el éxito que El nos da deben ser ofrecidos a El. Esta es una verdadera prueba. Le habría resultado fácil a Abraham abandonar a Lot o a Eliezer. Inclusive echar a Ismael no era tan difícil. Sin embargo, le resultaba muy difícil ofrecer a su hijo único, su amado. Un día, después de tener un buen disfrute en el Señor, El nos pedirá que le regresemos el don, la obra o el éxito que El nos haya dado. El podría decir: “Ahora es tiempo de pedirte algo. No te pido que labores para Mí ni que vayas al campo misional. Te pido que me ofrezcas lo que te he dado”. Este es el camino que todos debemos seguir ahora.

(a) Una vida que crece junto al pozo del juramento invocando el nombre del Dios eterno

  Dios no le pidió a Abraham que ofreciera un niño, ni siquiera un joven, sino un hombre adulto. La vida de Isaac era una vida que creció cerca del pozo del juramento invocando el nombre del Dios eterno (21:33-34). Leamos Génesis 21:34, el último versículo del capítulo veintiuno: “Y moró Abraham en tierra de los filisteos muchos días”. Esto significa que Abraham permaneció allí muchos años. Durante aquel tiempo, Isaac creció cerca del pozo de Beerseba, por una vida que planta y que invoca el nombre de Jehová, el Dios eterno. Lo que Abraham debía ofrecer era un hijo adulto, el que había llevado con él una vida que planta e invoca. La vida cultivada en Beerseba hizo desarrollar a Isaac para que fuese un holocausto, y no un arquero.

(b) Ofrecido a Dios en el monte Moriah, donde se edificó el templo de Dios

  Cuando Dios pidió a Abraham que ofreciera a Isaac, le dijo que fuese a la tierra de Moriah y lo ofreciera allí sobre uno de los montes (v. 2). La tierra de Moriah se encontraba a una distancia de dos días de Beerseba. El monte sobre el cual Isaac fue ofrecido se llamó más tarde Moriah, y llegó a ser el monte de Sion, el lugar donde se construyó el templo (2 Cr. 3:1).

  Cuando leía 22:2 en mi juventud, me molestaba. Me preguntaba por qué Dios era tan complicado, y le decía: “Señor, Tú le diste a Abraham un hijo y luego le pediste que te lo ofreciera. Eso está bien, pero qué sentido tenía hacerlo ir a un lugar tan alejado. ¿Acaso no eres omnipresente? ¿No estabas allí en Beerseba? ¿Por qué le pediste a Abraham que viajara hasta un monte tan alejado?” Al principio, Dios ni siquiera dijo a Abraham sobre qué monte debía ofrecer a Isaac, y le dijo solamente que sería “uno de los montes que yo te diré”. Al pedirle a Abraham que viajara tan lejos para ofrecer a Isaac, Dios no era complicado. El nunca es problemático, pues siempre hace las cosas con sentido. El monte Moriah llegaría a ser el centro de la buena tierra, y los descendientes de Abraham tendrían que ir a ese monte tres veces al año para ofrecer holocausto a Dios (Dt. 16:16; Sal. 132:13). Por consiguiente, vemos que el capítulo veintidós de Génesis es una simiente.

  No podemos ni debemos ofrecer a Dios el holocausto que El desea en el lugar que a nosotros nos parezca. Debemos dejar nuestro lugar e ir al lugar que Dios elija. Ismael, el arquero, fue al sur, hacia Egipto, y se casó con una egipcia. Pero Isaac, el holocausto, era otro tipo de persona. El no descendió a Egipto sino que subió a Moriah. Si usted examina un mapa, verá que Moriah está al norte de Beerseba. Aquí tenemos un cuadro de dos clases de personas: un arquero y un holocausto. ¿Cuál será usted?

(c) Como holocausto para satisfacer a Dios

  En Génesis 22 tenemos un cuadro bastante gráfico. Abraham sostenía en su mano el fuego y el cuchillo. Isaac cargaba la leña para el holocausto y dijo: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” El no sabía que él mismo sería la ofrenda.

  ¿Sabe usted que su destino es ser un holocausto? Ser un holocausto consiste en ser aniquilado y quemado. El crecimiento, la vida y la invocación del nombre de El Olam en Beerseba sirven para producir un holocausto a fin de que seamos consumidos en el altar del monte Moriah. El agua de Beerseba conduce al fuego del monte Moriah. Cuanto más bebemos del agua del pozo de Beerseba, más crecemos, y cuanto más crecemos, más preparados estaremos para el fuego del monte Moriah. Por esa razón, el recobro del Señor no será jamás un movimiento de las masas, sino un camino estrecho. Durante los días de Génesis 22 Isaac era la única persona que vivía y caminaba en ese sendero estrecho. No espere que muchos tomen el camino de la iglesia. Muchos están contentos de ser arqueros, pues se trata de un deporte. Pero vivir en Beerseba e invocar al nombre del Señor puede parecer aburrido en cierto sentido. Finalmente, después de disfrutar un buen rato con el Señor, El nos pedirá que le ofrezcamos a Isaac. El no nos permitirá ofrecer a Isaac en Beerseba. Tendremos que viajar una larga distancia y subir al monte Moriah. La vida apropiada de iglesia no produce arqueros, sino holocaustos. Todos debemos convertirnos en un holocausto. Este camino es estrecho, pero firme.

  El viaje de Beerseba al monte Moriah es largo y causa sufrimientos, pero trae bendiciones. En el mensaje siguiente veremos la bendición procedente de la vida que crece cerca del pozo de Beerseba y que es ofrecida a Dios sobre el monte Moriah. Conozco muchos hermanos jóvenes y brillantes que entraron en la vida de iglesia con un corazón sincero. Aunque su corazón era sincero, esperaban que algún día, después de tener todas las experiencias necesarias y de recibir todas las visiones, llegarían a ser alguien en el recobro del Señor. En otras palabras, esperaban ser gigantes espirituales. Gradualmente, con el transcurso de los años, descubrí lo que había en su corazón, pues vinieron a mí y me contaron su historia. Un hermano contó: “Cuando entré en la vida de iglesia, entré desinteresadamente, pero esperaba que algún día, después de ser perfeccionado, equipado, calificado, experimentado y después de haber visto todas las visiones, sería muy útil en las manos del Señor. Pero ahora el Señor me ha dicho que El desea consumirme”. ¿Espera usted algún día llegar a ser un fuerte arquero? Si ése es el caso, un día el Señor le dirá: “No quiero un Ismael, un arquero, sino un Isaac, un holocausto. No intentes hacer nada para Mí. Puedo hacer todo lo que quiero. Sólo deseo que seas un holocausto”. La vida en Beerseba sólo produce un holocausto. Cuanto más permanecemos en la vida de iglesia, más nos llevará de Beerseba a Moriah, del agua que hace crecer al fuego que consume. ¿Está usted creciendo? Le damos gracias a Dios por eso. Sin embargo, su crecimiento es una preparación para que usted sea consumido. Un día todos debemos pasar por el proceso de ser consumidos en el holocausto.

  En hebreo el holocausto significa la ofrenda que asciende. Después de quemarse el holocausto, su agradable olor asciende a Dios y le da satisfacción. Asciende y no se extiende. Como holocausto, no debemos extendernos sino ascender a Dios al ser consumidos.

  La experiencia de Génesis 22 no puede venir inmediatamente después de la de Génesis 12. Entre Génesis 12 y 21 hay un largo trecho que recorrer. Cuando muchos de nosotros entramos en la vida de iglesia, estábamos en nuestro capítulo doce, y no nuestro capítulo veintidós. Abraham tuvo que pasar por la separación de Lot, el rechazo de Eliezer, el alejamiento de Ismael y el nacimiento de Isaac. Dios le había prometido una simiente a Abraham, pero se la dio después de que éste se apartó de Lot, de Eliezer y de Ismael. Sólo entonces nació Isaac. Sin embargo, ni siquiera el nacimiento de Isaac fue el final. Isaac debía crecer y ser ofrecido.

  Como vimos, Isaac no creció en el desierto sino en Beerseba, creciendo apropiadamente por la vida e invocando al Señor. En cierto momento, Dios pidió a Abraham que ofreciera a Isaac. Parece que Dios era bastante exigente. Pero Dios no le habría impuesto esto a Abraham si éste no estuviese calificado. Cuando Dios viene a incomodarlo así, ello es una honra, porque atestigua que usted está calificado. Dios no pidió a Abraham que ofreciera a Lot como holocausto, y tampoco le pidió que ofreciera a Eliezer ni a Ismael. Por el contrario, le pidió que echara a Ismael. Sólo la simiente prometida, confirmada y dada por Dios era la persona correcta. El creció cerca del pozo de Beerseba e invocó el nombre del Señor. Dios parecía decir a Abraham: “Tú amas a Isaac, y Yo también lo quiero. Ahora debes dármelo”. Finalmente, Isaac llegó a ser el antepasado de todo el linaje escogido. El también se convirtió en el antepasado de Cristo. El propósito eterno de Dios nunca podría llevarse a cabo por una persona que no fuese Isaac, aquel que fue criado bajo el cuidado de Abraham y ofrecido a Dios.

(d) Devuelto en resurrección para cumplir el propósito eterno de Dios

  Después de ser ofrecido Isaac, fue devuelto en resurrección para cumplir el propósito eterno de Dios (vs. 4, 12-13, 16, 18). Después de haber sido devuelto en resurrección, era otra persona. El dejó de ser el Isaac natural, y ahora era el Isaac resucitado. Esto es muy alentador. Después de ofrecer a Dios lo que recibimos de El, El nos lo devolverá en resurrección. Cada don, cada bendición espiritual, cada obra y cada éxito que recibamos de Dios debe pasar por la prueba de la muerte. Y así regresará a nosotros en resurrección. El Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Supongamos que Dios le da a usted un don natural específico. Esto es como un grano de trigo. Si usted conserva este don natural y no lo ofrece jamás a Dios, el grano no dejará de ser un solo grano. Pero si lo devuelve a Dios, después de que haya pasado por la muerte, le será devuelto en resurrección y se convertirá en una bendición. No depende de lo que podamos ni deseemos hacer para Dios; todo depende de nuestro crecimiento para ser ofrecidos a Dios como ofrenda y luego ser levantados de los muertos para ser un don resucitado. No se trata de ser útil para Dios sino de estar bajo Su bendición. La bendición de Dios siempre viene en resurrección. La bendición de Dios convierte un grano en cientos. Si usted le ofrece a Dios su único grano y permite que El lo mate, le será devuelto en resurrección. Entonces verá la multiplicación y una gran bendición. Este es el camino de Dios.

b) Abraham obedece por la fe

  En Génesis 22 vemos que Abraham obedeció por la fe. Cuando leí este capítulo en mi juventud, no entendía cómo Abraham, un ser humano y un padre, pudo ser tan valiente. Cuando Dios le pidió que le ofreciera su hijo amado, Isaac, él lo hizo inmediatamente. En este capítulo no se menciona la esposa de Abraham. Este relato no indica que Abraham hablara con su esposa en cuanto a ofrecer a Isaac. Sólo vemos que él respondió rápida y firmemente el mandato de Dios, pues se levantó de madrugada y se fue al lugar que Dios había designado.

(1) Creyó en el Dios de resurrección

  En el Antiguo Testamento, no podemos ver por qué Abraham obedeció a Dios con tanta rapidez y valor. Pero en el Nuevo Testamento se nos dice que Abraham creyó en el Dios de resurrección (He. 11:17-19; Jac. 2:21-22). El tenía la fe que confiaba en que Dios resucitaría a este mismo Isaac que él estaba a punto de inmolar. El había recibido la promesa firme y confirmada de que el pacto de Dios sería establecido con Isaac y que él llegaría a ser una gran nación (17:19-21). Si Abraham hubiera ofrecido a Isaac en el altar, inmolándolo y prendiéndole fuego como ofrenda para Dios, y Dios no lo hubiese levantado de los muertos, entonces la palabra de Dios habría sido vana. La fe de Abraham se basaba en la promesa que Dios le había confirmado. Abraham posiblemente dijo: “Si Dios quiere a Isaac, lo inmolaré. Dios lo resucitará para cumplir Su promesa”.

  Romanos 4:17 habla de Abraham y dice que el Dios en el cual él creyó “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como existentes”. Aquí vemos que Abraham creyó dos cosas con respecto a Dios: que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como existentes. El nacimiento de Isaac estaba relacionado con el hecho de que Dios llama las cosas que no son como existentes, y su regreso se relacionaba con el hecho de que Dios da vida a los muertos. Por tener tal fe, él obedeció inmediatamente al mandato de Dios. Hebreos 11:17-19 dice que cuando Abraham fue probado, él ofreció a Isaac por la fe, “pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.

(2) Actuó conforme a la revelación de Dios

  Al obedecer Abraham a Dios por la fe, actuó conforme a la revelación que había recibido de El (vs. 3-4, 9-10). Todo lo que hizo en este capítulo provenía de Dios. Abraham no inició nada ni hizo nada conforme a su concepto. No emprendió nada por su deseo ni por su entendimiento. Dios le dijo a Abraham qué debía hacer, cómo y dónde. Al ofrecer a Isaac, Abraham actuó en todo aspecto conforme a la revelación y las instrucciones que le dio Dios.

(a) Fue al monte Moriah, el lugar escogido por Dios

  Abraham fue al monte Moriah, el lugar escogido por Dios. En el versículo 2, Dios le pidió que fuese a la tierra de Moriah y ofreciera a Isaac sobre uno de los montes que El le señalaría. En el versículo siguiente, vemos que Abraham “se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo”. Antes de que Abraham emprendiera el viaje, Dios seguramente le indicó cuál monte había escogido. En el versículo 4, leemos que “al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos”. Abraham no hizo nada conforme a su concepto ni según su parecer; lo hizo todo conforme a la revelación de Dios.

  Lo que Abraham hizo en Génesis 22 constituye una semilla importante en la Biblia. Como ya dijimos, los descendientes de Abraham, los hijos de Israel, recibieron de Dios el mandato de ir tres veces cada año al monte Moriah para adorar a Dios y allí ofrecerle holocaustos. Vimos que el monte Moriah vino a ser el monte de Sion, el centro mismo de la buena tierra. Abraham fue el primero en adorar a Dios con un holocausto en el monte de Sion. Finalmente, todos estaremos en el monte de Sion adorando a Dios. Por una parte, en la vida de iglesia hoy, nosotros los verdaderos descendientes de Abraham estamos en el monte de Sion; por otra parte, caminamos hacia allá. Lo que Abraham hizo en el capítulo veintidós era la semilla. Sus descendientes, los israelitas, constituían el desarrollo de esta semilla, y nosotros ahora somos el desarrollo mayor de la misma. Todos nosotros, incluyendo a Abraham, estaremos en la cosecha de la simiente. Quizás un día le demos la mano a Abraham sobre el monte eterno de Sion y le digamos: “Usted estaba en el antiguo monte de Sion, y nosotros estábamos en el monte de Sion del Nuevo Testamento, y ahora todos nosotros estamos aquí en el monte eterno de Sion”.

(b) Viajó tres días

  El versículo 4 indica que el viaje de Abraham duró tres días, pues vemos que al tercer día él vio de lejos el lugar designado. A los ojos de Dios y conforme al sentir de Abraham, Isaac fue inmolado durante tres días. Al tercer día, Abraham no sólo ofreció a Isaac, sino que también lo recibió de nuevo. Por consiguiente, el tercer día es sin lugar a dudas una señal de resurrección. Es muy significativo que la Biblia no habla aquí del segundo ni del cuarto día. Si usted mira un mapa, verá que la distancia entre Beerseba y Moriah es de unos noventa kilómetros. Conforme al método antiguo de viajar, habría tomado dos días de camino desde Beerseba hasta Moriah. Al tercer día, Abraham puso a Isaac sobre el altar, y luego lo que ofreció a Dios le fue devuelto en resurrección. Esto es maravilloso. Todos debemos ver esta semilla. Alabado sea el Señor porque ahora somos Isaac, y no Ismael. No estamos viajando hacia el sur, a Egipto, sino hacia el norte, al monte de Sion.

  Si queremos comprender esto, debemos vivir en Beerseba, porque sólo la vida que allí se experimenta nos edifica y nos hace aptos para ser el holocausto que satisface a Dios y para recibir la visión. El nombre Moriah significa “la visión de Jah”, es decir, la visión de Jehová, la visión del Señor. Esto tiene dos significados: que vemos al Señor y que El nos ve a nosotros. En el monte Moriah, Abraham indudablemente vio a Dios, y Dios lo vio a él. Del mismo modo, sobre el monte de Sion, tenemos ahora una visión. Allí no hay nubes. No estamos en tinieblas; estamos en la visión. La vida de iglesia es una visión en la cual vemos a Dios y El nos ve a nosotros.

  ¿Dónde está la provisión de Dios ahora? Está en la vida de iglesia en el monte de Sion. Todos podemos dar testimonio de la provisión que hay en la vida de iglesia. Así como disfrutamos de la provisión también tenemos una gran visión. Vemos a Dios; vemos la eternidad. Aquí en la vida de iglesia todo es diáfano y transparente a los ojos de Dios y a los nuestros, y nada está empañado. En el cristianismo no tuvimos esta experiencia. Cuando estábamos allí, nos encontrábamos en un sótano oscuro por todos los lados. Pero ahora en la vida de iglesia, en el monte de Sion, tenemos la plena provisión y la visión completa. Vemos a Dios, y El nos ve a nosotros; Dios nos ve, y nosotros lo vemos a El. En la provisión de Dios, todo queda transparente.

(c) Edificó un altar y ofreció a Isaac

  Abraham se fue a una región primitiva, edificó un altar sobre un monte, y allí ofreció a su hijo único Isaac (vs. 9-10). Edificar un altar allí no fue fácil, y ofrecer a su hijo único inmolándolo fue aún más difícil. Sin embargo, él lo hizo. Verdaderamente él tenía una relación seria con el Señor. Nosotros también debemos edificar un altar y ofrecer lo que Dios pida. Ciertamente eso nos costará algo.

  Vimos el relato que muestra que Abraham obedeció por la fe. La fe que Dios le había infundido le dio esta obediencia. La fe que se le infundió fue la que lo llevó al monte Moriah donde disfrutó de la provisión de Dios y recibió una visión totalmente transparente de Dios. En ese entonces nadie en la tierra ni en todo el universo entendía tanto las cosas divinas como Abraham. Allí, en el monte Moriah, Abraham experimentó la provisión de Dios y recibió una visión clara. Todo estaba claro a Sus ojos. No debemos leer Génesis 22 simplemente como una historia; debemos recibir luz divina allí, y observar que la experiencia de Abraham se repite en nosotros hoy. Alabado sea el Señor porque hoy tenemos a Beerseba y a Moriah. No descendemos rumbo a Egipto, sino que viajamos hacia arriba al monte Moriah, donde disfrutaremos de la provisión de Dios y recibiremos una clara visión.

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