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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 60

VIVIR EN COMUNION CON DIOS: EL MATRIMONIO DE ISAAC, UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON EL SEÑOR

  La Biblia revela que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse por medio de un cuerpo, una entidad colectiva, y que dicho propósito se cumple por medio de la vida divina. Si queremos indagar las profundidades del libro de Génesis, debemos ver estas dos cosas. En Génesis 1:26 vemos que Dios hizo al hombre a Su imagen. Este hombre no es un individuo, sino una entidad corporativa. Podemos decir que es la humanidad, una entidad corporativa, la cual puede expresar la imagen de Dios. En Génesis 2 vemos que debemos poseer la vida divina representada por el árbol de la vida, para cumplir el propósito de Dios. En estos dos capítulos, vemos dos palabras cruciales: imagen y vida. La imagen revela el propósito eterno de Dios, y la vida presenta la manera en que El cumple Su propósito. No considere que Génesis es un simple relato de la creación y de la historia de algunos patriarcas. Esta perspectiva es demasiado superficial. Cuando entramos en las profundidades de este libro, descubrimos que no se trata de un simple relato de la creación ni de una historia, sino de una revelación del propósito eterno de Dios y de la manera en que El lo lleva a cabo.

10) El matrimonio de Isaac

  Con estos dos puntos en mente, consideremos ahora Gn. 24. Todo el que lee Génesis se imagina que este capítulo relata un matrimonio. No obstante, lo importante aquí no es el matrimonio sino lo que el matrimonio denota, implica y tipifica. Vimos que Génesis 1 y 2 no son solamente el relato de la creación sino un relato de la vida. Todo lo que encontramos en esos capítulos está relacionado con la vida. Todo lo que no esté relacionado con la vida queda excluido. Si usted lee estos capítulos detenidamente, descubrirá que no se mencionan muchos aspectos de la creación por no estar relacionados con la vida. Según ese mismo principio, sólo los aspectos de la historia de Abraham que se relacionan con la vida se mencionan en los capítulos del veintiuno al veinticuatro.

  El libro de Génesis en su totalidad, un libro de sólo cincuenta capítulos, abarca más de dos mil trescientos años de historia, o sea, los primeros veintitrés siglos de la historia humana. Si Génesis fuese un relato histórico, habría requerido centenares de capítulos para abarcar ese período. El hecho de que un lapso de tiempo tan largo se condense en sólo cincuenta capítulos demuestra que Génesis no es un relato histórico. Repito que aparentemente Génesis es una narración histórica, pero en realidad es un relato que muestra el propósito eterno de Dios y la manera de llevarlo a cabo por medio de la vida. Este libro no incluye lo que no se relacione con el propósito de Dios ni su cumplimiento por medio de la vida.

  Los capítulos del veintiuno al veinticuatro abarcan cuarenta años (Gn. 25:20), y mencionan cinco puntos esenciales: el nacimiento de Isaac, su crecimiento, el ofrecimiento de él, la muerte y sepultura de Sara, y el matrimonio de Isaac. Este relato es breve, pero está lleno de significado. Aquí vemos un nacimiento apropiado y un crecimiento adecuado. Este nacimiento y este crecimiento produjeron un holocausto que satisfacía a Dios. Después del nacimiento y el crecimiento descritos en el capítulo veintiuno, vemos el holocausto del capítulo veintidós. Luego, como ya vimos, en el capítulo veintitrés tenemos la muerte de Sara y un relato detallado de su sepultura. Más adelante, en el capítulo veinticuatro, hallamos un matrimonio maravilloso. No obstante, dicho capítulo no es simplemente el relato de un matrimonio, sino una historia que contiene un profundo significado en vida.

a) Una vida práctica en unidad con el Señor

  La mayoría de los cristianos piensan que el punto principal de este capítulo es que Isaac tipifica a Cristo, el Novio, y que Rebeca tipifica a la iglesia, la novia. Pero éste no es el punto principal. El punto esencial es la vida práctica en unidad con el Señor, que cumple el propósito de Dios. No deberíamos entender la Biblia según nuestro conocimiento o tradición común, sino volver a la Palabra pura. Cuando leemos un pasaje de las Escrituras, debemos olvidar todo lo que hemos aprendido antes y acudir al Señor buscando algo nuevo. Hace cincuenta años leí Génesis 24 detenidamente, e hice todo lo posible por recordar cada punto. No obstante, cuando llego a este capítulo ahora, no me preocupo por lo que entendía antes. Me agrada llegar a este pasaje como si lo leyera por primera vez. Puedo testificar que hace poco vi algo nuevo en este capítulo.

  ¿Se ha dado cuenta usted de que en Gn. 24 podemos ver una vida práctica en unidad con el Señor? Como ya vimos, Dios tiene un propósito, y la manera de cumplirlo es la vida. Estos son los dos puntos principales que nos permiten entender la Biblia. Si queremos entender Génesis 24, debemos aplicar estas directrices. ¿Por qué Génesis 24 nos presenta ese relato del matrimonio de Isaac? Si sólo leemos el capítulo veinticuatro, no podríamos ver el propósito de este relato. Si queremos responder a esta pregunta, debemos leer los tres capítulos anteriores. Dice en Génesis 21:12: “En Isaac te será llamada descendencia”. Dios llamó a Abraham con un propósito. Para cumplir este propósito, Dios prometió darle la buena tierra y la simiente que la heredaría. El propósito eterno de Dios consiste en expresarse en una entidad corporativa. Dios debe adquirir un pueblo para poder expresarse corporativamente. Este pueblo es la simiente de Abraham. Además, la tierra es necesaria para obtener el pueblo que exprese a Dios corporativamente. Entonces, ¿cuál es el propósito del matrimonio descrito en Génesis 24? ¿Que un hombre soltero viva alegre y cómodamente? ¡No! Si uno examina la Biblia en conjunto, verá que el matrimonio de Isaac era necesario para cumplir el propósito eterno de Dios. Sin matrimonio, ¿cómo podía Isaac producir descendencia? Si este hombre soltero iba a tener una simiente para cumplir el propósito eterno de Dios, debía casarse. Después de que Abraham fue probado en el capítulo veintidós, Dios le dijo: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn. 22:17-18). Aquí también tenemos la simiente que cumple el propósito de Dios. Por consiguiente, el matrimonio de Isaac no era común ni tenía como único fin el vivir humano de Isaac; pues era necesario para cumplir el propósito eterno de Dios.

(1) Abraham

  La vida de Abraham era una vida práctica en unidad con el Señor. Abraham no recibió repentinamente una visión en la cual Dios le dijo que deseaba llevar a cabo un propósito elevado en la tierra, que lo necesitaba a él, y que Isaac había de casarse a fin de que se cumpliera el propósito eterno de Dios. El capítulo veinticuatro no contiene esa visión. Por el contrario, el relato en Génesis es común y humano. Según este relato, un hombre de edad avanzada engendró un hijo. Cuando su hijo tenía treinta y siete años de edad, su esposa, y la madre de ese hijo, murió, y Abraham la sepultó de manera muy significativa. El padre y el hijo, que carecían de esposa, quedaron solos, y vivieron juntos en esa situación triste durante tres años. Tal vez el hijo haya dicho: “Padre, ¿dónde está mi madre?” y el padre pudo haber contestado: “Hijo, ¿dónde está tu esposa?” El padre sentía la responsabilidad de cuidar a su hijo. Quizás haya dicho: “He perdido a mi esposa, y mi hijo tiene ahora cuarenta años de edad. Indudablemente éste es el momento apropiado para que él se case. Sin embargo, estamos rodeados de cananeas, y ninguna de ellas sería aceptada por Dios”. Ningún relato muestra que Dios haya dicho: “Abraham, permíteme mandar a alguien a tu propio país a fin de conseguir una esposa para Isaac. Nunca te dejaré tomar una mujer cananea para tu hijo”. Efectivamente ningún relato indica eso, pero Abraham así lo entendió. ¿De dónde le vino esta idea? De vivir conforme al concepto de Dios.

  Abraham era un hombre que vivía en unidad con Dios. Si vivo en unidad con cierto hermano día tras día, no será necesario que él me diga muchas cosas. Yo sabré lo que le gusta y lo que no le agrada, lo que le complace y lo que le ofende. Si lo amo y vivo en unidad con él, todo lo que yo diga y haga dependerá de lo que a él le guste o no le guste. Lamento decir que muchos cristianos no viven en unidad con Dios. Cuando surgen asuntos importantes, se arrodillan y oran: “Oh Señor, ¿cuál es Tu voluntad?” Y luego no siguen la voluntad de Dios sino su propio concepto. No conocemos la voluntad de Dios al orar de esta manera. Si queremos conocer la voluntad de Dios, debemos vivir en unidad con El. Si vivimos en unidad con El, El no necesitará decirnos lo que desea, porque ya lo sabremos al ser uno con El.

  Aunque Abraham estaba desesperado por casar a su hijo, no estaba dispuesto a aceptar a una cananea como esposa de Isaac. Si fuésemos Abraham, podríamos haber seguido el camino fácil y decir: “Aquí en la tierra de Canaán hay muchas muchachas. ¿Por qué no puedo escoger a una de ellas como esposa para mi hijo? Puede haber una muy cerca”. Abraham no pensaba así, y por consiguiente mandó lejos a su viejo mayordomo, al país de donde él venía, a fin de encontrar esposa para Isaac. Dios no le dijo a Abraham que hiciera eso, pero Abraham obró conforme a la voluntad interior y al concepto de Dios. Como ya vimos, Abraham conocía la voluntad e intención de Dios porque vivía en unidad con El en la práctica.

  Abraham no era la única persona que habría de llevar esa vida. Todas las personas mencionadas en este capítulo vivían en un ambiente de unidad con Dios. Abraham, el viejo mayordomo, Rebeca, Labán, Betuel e Isaac vivían en unidad con Dios. Espero que todos los santos que estamos en las iglesias veamos que necesitamos esta vida para cumplir el propósito de Dios ahora. No debemos orar ni buscar la voluntad de Dios; debemos vivir en unidad con El. Cuando vivimos en unidad con Dios, somos partícipes de Sus conceptos, y todo lo que pensemos y hagamos concordará con Su sentir. Dios no necesitará decir nada, pues percibiremos lo que El piensa, y conoceremos Su sentir interior porque vivimos en unidad con El.

(a) Obró conforme a la economía de Dios

  Abraham obró en conformidad con la economía de Dios (vs. 3-8). Lo que él hizo al conseguir esposa para Isaac estaba destinado a cumplir el propósito eterno de Dios. Anhelamos ver que todos los matrimonios de las iglesias sean útiles para que se cumpla el propósito de Dios. Esta clase de matrimonio requiere una vida diaria en unidad con Dios. Hermanos jóvenes, si todo lo que ustedes hacen concuerda con la economía de Dios, aun su matrimonio servirá para llevarla a cabo. Usted debe decir: “Señor, lo que estoy haciendo aquí debe concordar con Tu economía. Ahora estoy soltero, pero un día, estaré casado. Que mi matrimonio sea útil para que se realice Tu economía”. Esta es la revelación principal de Génesis 24. En este capítulo lo más importante no es el hecho de que Isaac tipifique a Cristo como Novio, y Rebeca a la iglesia como novia. Repito que lo más importante que se revela aquí es la vida práctica que corresponde a la economía de Dios para llevar a cabo Su propósito eterno. Necesitamos una vida semejante a la de Abraham. Su motivo, su acción y todo lo que hizo concordaba con la economía de Dios.

  No creo que Abraham entendiera la economía de Dios como nosotros la comprendemos ahora. No obstante, le contó a su siervo cómo Dios lo había llamado y cómo le había prometido darle la tierra a su simiente, y luego lo envió a su país a buscar esposa para Isaac. A la luz de toda la Biblia, podemos ver que ése fue el cumplimiento de la economía de Dios. ¡Cuánto necesitamos esa vida ahora! Nuestros motivos, nuestras acciones y todo lo que hagamos debe conducir al cumplimiento de la economía de Dios. Esto no requiere solamente que conozcamos la voluntad de Dios y que luego hagamos ciertas cosas. ¡No! necesitamos vivir diariamente en unidad con Dios. Debemos ser esa clase de personas. Si somos así, todo lo que digamos expresará a Dios, y todo lo que hagamos servirá para cumplir Su propósito. Esta es la vida que necesitamos para la vida de iglesia ahora. No diga: “No conozco la voluntad de Dios en cuanto a mi matrimonio o a mi educación. Debo ayunar y orar tres días y tres noches”. Permítame decir que francamente intenté eso durante años, pero nunca trajo resultados.

  Considere el caso de Abraham, el primero a quien Dios llamó. El fue el primero en ser llamado y, por ende, vemos en su caso el principio de la primera mención. Abraham no actuó de manera tradicional ni religiosa, pues no ayunó ni oró tratando de descubrir la voluntad de Dios. El no tuvo un sueño repentino, en el cual vio a Rebeca en la tierra de Caldea esperando al siervo de Abraham. Según el versículo 40, Abraham caminó delante del Señor. Como persona que anda en la presencia del Señor, no tuvo necesidad de ayunar ni de orar para conocer la voluntad de Dios. Al caminar en la presencia del Señor, él hizo todas las cosas conforme a la voluntad de Dios y a Su economía.

(b) Encomendó su siervo al Señor

  Abraham no exhortó a su siervo a ser fiel y honesto, ni a hacer una buena labor, sino que lo encomendó al Señor (vs. 2-3, 9, 40-41). Aquí vemos que el ámbito en el cual vivía Abraham era el Señor mismo. Al encomendar su siervo al Señor, él lo introdujo en lo profundo del Señor. Del mismo modo, no debemos exhortar a la gente con nuestra sabiduría, ni siquiera con nuestro amor, sino con el Señor.

(c) Creyó en el Señor soberano

  Abraham creyó en el Señor soberano, y le dijo a su siervo que el Señor enviaría Su ángel y que su camino sería próspero (v. 40). Abraham parecía decir: “Dios enviará Su ángel delante de ti. Aunque te mando con esta tarea, yo creo en Dios. En cierto sentido, no creo que tú puedas cumplir esta obra, pero confío en el Dios vivo. No necesitas sentir la carga ni preocuparte. Ve y haz el trabajo, pues mi Dios mandará Su ángel a fin de hacer la obra por ti”. ¡Qué maravillosa vida tuvo Abraham! Si fuésemos Abraham, habríamos dicho: “Siervo mío, debes entender que he pasado por muchas experiencias. Permíteme darte ahora un mapa y hablarte del pueblo y de sus costumbres”. Abraham no hizo eso. Sólo pidió a su mayordomo que sirviera al Señor, y le aseguró que Dios mandaría Su ángel delante de él y que su camino prosperaría. Aquí vemos la fe viva de Abraham.

(2) El siervo más antiguo

(a) Fiel a su responsabilidad

  El siervo más antiguo de Abraham fue fiel a su encargo (vs. 5, 9, 33, 54, 56). El siguió los pasos de Abraham al ser fiel. Creo que se le había infundido la vida de Abraham, viendo cómo Abraham obraba confiando en el Señor. Como resultado, el siervo también confió en el Señor.

(b) Confió en el Señor en cuanto a su responsabilidad

  El siervo de Abraham confió en el Señor en lo relacionado con su comisión (vs. 12, 21, 42). El oró al Señor de una manera clara, humilde y sencilla. Todo el que cree verdaderamente en Dios es sencillo. Cuando él llegó al pozo cerca de la ciudad de Nacor, oró, diciendo: “Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua. Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor” (vs. 12-14). Su oración fue contestada inmediatamente. Inclusive antes de terminar su oración, Rebeca vino con su cántaro sobre el hombro. Cuando él le pidió que le diera de beber, ella no sólo le dio de beber a él sino que también sacó agua para sus camellos. Después de que Rebeca hizo eso, el siervo entendió que ella era la escogida y le dio un anillo y dos brazaletes.

(c) Buscó la dirección del Señor en las circunstancias

  El siervo conocía la voluntad del Señor al buscar Su dirección en las circunstancias (vs. 13-21, 26-27, 48-49). También podemos ver la soberanía de Dios en nuestras circunstancias. Nadie le pidió al siervo que fuese a la ciudad de Nacor, la ciudad del hermano de Abraham. El simplemente llegó allí, y junto al pozo encontró a Rebeca, la nieta de Nacor. Nada fue dejado al azar; todo fue ordenado antes de la fundación del mundo y fue llevado a cabo por medio del siervo de Abraham, un hombre que confiaba en Dios.

(3) Rebeca

(a) Casta, amable y diligente

  En el versículo 16 vemos que Rebeca “era de aspecto muy hermoso, virgen”. Rebeca era casta y pura. También era amable y diligente (vs. 18-20). Cuando el siervo de Abraham le pidió de beber, ella inmediatamente le dio agua. También sacó agua para sus camellos. A una muchacha le cuesta trabajo sacar agua del pozo y verterla en la pila para diez camellos, pero ella lo hizo. Si las hermanas jóvenes quieren estar bajo la soberanía de Dios, especialmente en cuanto a su matrimonio, deben ser amables y diligentes. Toda mujer joven que sea desagradable y descuidada debería quedarse soltera. Cuando la gente le pide a usted que le haga un favor, debe hacerle dos, y el segundo debe superar el primero. Usted no debe dar solamente agua al hombre, sino que también debe sacar agua para sus diez camellos. Si obra así, estará calificada para conseguir su marido, su Isaac. Este consejo es válido para todas las jóvenes solteras.

(b) Incondicional

  Rebeca era incondicional (vs. 57-58, 61). Ella nunca había visto a Isaac, pero estuvo dispuesta a ir a él sin vacilar. Ella no le dijo a su madre: “Madre, nunca he visto a Isaac. Quizás debería escribirle primero y luego pedirle que me visite. Entonces yo podría decidir si me caso con él”. Rebeca no habló de esta manera. Su hermano y su hermana dudaban y le pedían que se quedara por lo menos otros diez días, pero ella dijo: “Iré”. Ella estaba absolutamente resuelta.

  Durante los últimos cuarenta años, he visto hermanas jóvenes que han tenido problemas mentales como resultado de pensar demasiado en el matrimonio. Algunas han pasado días, semanas, meses y años preguntándose si cierto hermano era el que Dios había preparado para ellas. Cuando esas hermanas se me acercaron a preguntarme, les dije, con tono de reproche: “Si usted piensa que él es el hermano indicado, cásese con él ciegamente. Pero si él no lo es, olvídese de él y no hable más del asunto. Cuanto más considera, más perturba a Dios, a sí misma y también a mí. ¿Cómo le podría contestar sí o no? Si contesto sí, usted me dirá que yo no conozco bien al muchacho. Si le digo que no, no quedará satisfecha porque ya está enamorada de él. No lo piense más. Cásese con él u olvídelo”. Les respondí así con mucha seriedad. Hermanas jóvenes, si ustedes desean casarse, deben aprender a ser amables, diligentes e incondicionales.

(c) Sumisa

  Rebeca también era sumisa (vs. 64-65). Cuando vio a Isaac y se dio cuenta de quién era, “tomó el velo, y se cubrió”. Hermanas, no se pongan un pedazo de tela sobre la cabeza como adorno o decoración. Debe ser una señal de sumisión. Cuando usted se casa, deja de ser su propia cabeza. Su cabeza debe estar cubierta, pues su marido es su cabeza. Este es el verdadero significado del matrimonio.

(4) Labán y Betuel

  Labán y Betuel temían al Señor (vs. 29-31). También eran muy hospitalarios (vs. 31-33). La hospitalidad a menudo trae la más grande bendición. El hecho de que Rebeca, la hija de Betuel y la hermana de Labán se convirtiera en la esposa de Isaac fue una gran bendición. Esa bendición fue propiciada por la hospitalidad de ellos. Si ellos no hubieran sido hospitalarios y hubieran rechazado al siervo de Abraham, ese maravilloso matrimonio nunca se habría realizado. Además, ellos aceptaron la soberanía del Señor al decir: “De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno” (vs. 50-51, 55-60). Labán y Betuel reconocieron que aquello era obra del Señor y que ellos no tenían derecho a decir nada al respecto. Aquí vemos el contexto de su vida, una vida en unidad con Dios.

(5) Isaac

  Isaac no era un hombre activo, pues él no hizo nada. El simplemente moraba cerca de un pozo, de un lugar de aguas vivas. Veamos el versículo 63: “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde”. Los traductores bíblicos tienen dificultades para traducir el hebreo de este versículo. Algunas versiones lo interpretan indicando que Isaac se fue al campo para orar, y otros dicen que él fue al campo para adorar. Tal vez Isaac estaba meditando en la presencia del Señor, quizás considerando su matrimonio. El había perdido a su madre, no tenía esposa, y el siervo más fiel se había ido de viaje. Isaac no sabía si el siervo regresaría. La familia no tenía ninguna seguridad, y él se encontraba en una situación desesperada. Por consiguiente, él salió al campo para buscar al Señor y meditar delante de Dios. Mientras él meditaba, vino Rebeca. Después de que el siervo hubo contado a Isaac todo lo que había sucedido, Isaac aceptó todo lo que su padre había hecho por él y se casó con Rebeca (vs. 66-67). Su matrimonio fue una herencia, y no un esfuerzo. El no se esforzó por conseguir esposa; sólo aceptó lo que su padre hizo por él. El no hizo nada para conseguir esposa. El sólo tomó lo que el padre había hecho por él. Al actuar así, él fue uno con el Señor para que se cumpliese el propósito de Dios en él. El tuvo un matrimonio firme y sólido sin ceremonia de bodas.

(6) Cumplió el propósito de Dios

  El matrimonio de Isaac cumpliría el propósito de Dios (21:12b; 22:17-18). La vida de las personas mencionadas en este capítulo no tenía el único fin de servir a su propia vida humana; fue una vida que dio por resultado el cumplimiento del propósito eterno de Dios, una vida que produjo a Cristo y el reino de Dios para la economía de Dios.

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