Mensaje 64
Le damos las gracias al Señor porque en el Antiguo Testamento nos dio un cuadro maravilloso y claro de la experiencia de vida. El Nuevo Testamento contiene la revelación de la experiencia de vida, pero no muestra un cuadro tan gráfico como el que vemos en el Antiguo Testamento. Todos conocemos el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. A pesar de haber pasado muchos años examinando la experiencia de vida revelada en el Nuevo Testamento, no la pudimos determinar con certeza sólo con el Nuevo Testamento, pues necesitamos los cuadros del Antiguo Testamento. Por la misericordia del Señor, hemos visto en el transcurso de los años que todas las historias del Antiguo Testamento describen los diversos aspectos de la experiencia de vida. En lo profundo de mi ser creo que el Señor nos ha mostrado el cuadro completo y nos ha permitido entender su verdadero significado.
Como ya hicimos notar, existen tres aspectos en la experiencia de vida de cada cristiano: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. Si no tuviéramos una visión clara, solo consideraríamos a Abraham, a Isaac y a Jacob como tres individuos separados. Pero al recibir la revelación y entenderla a la luz del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que estos tres hombres no son tres individuos separados, sino tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. Algunos difícilmente aceptarán que Abraham, Isaac y Jacob representen tres aspectos de una persona completa, y dirán: “¿Cómo puede usted decir que Abraham no es una persona completa? Abraham no es más que Abraham, y lo mismo sucede con Isaac y Jacob”. Si usted no cree que estas tres personas son tres aspectos de la experiencia completa de vida de una sola persona, le preguntaría: ¿Puede usted ver cuándo escogió Dios a Abraham? Lo primero que experimentamos de Dios es Su elección, la cual se realizó desde antes de la fundación del mundo. Vemos eso claramente en el Nuevo Testamento (Ef. 1:4), pero no lo vemos en la experiencia de Abraham. Por lo tanto, en cuanto a la elección de Dios, Abraham necesita que otra persona lo perfeccione. La elección que no hallamos en la vida de Abraham se revela en la de Jacob. Aparte de ser elegidos nosotros los cristianos, también somos llamados. En Isaac no vemos ni la elección ni el llamado; por lo tanto, Isaac no está completo solo. El llamado de Isaac se encuentra en Abraham, así como la elección de Abraham está en Jacob. Con estos dos ejemplos, debemos quedar convencidos de que Abraham, Isaac y Jacob describen tres aspectos de una persona completa en la experiencia de vida. En cierto sentido, nosotros somos Abraham, pues fuimos llamados y hemos aprendido a vivir por fe en Dios y en comunión con El. También somos Isaac por haber sido puestos en la posición de gracia. Como veremos en mensajes posteriores, también somos Jacob.
El aspecto de Isaac revela el aspecto de la gracia. No sólo fuimos llamados y aprendimos a vivir por fe en Dios y a vivir en comunión con El, sino que a diario disfrutamos algo de El. Si no tenemos ningún disfrute en nuestra vida cristiana, no podremos vivirla, y seremos miserables. Alabado sea el Señor porque no sólo tenemos el aspecto de Abraham sino también el de Isaac, el aspecto de la gracia. La gracia simplemente denota el disfrute de Dios; es Dios mismo como disfrute en el espíritu. A menudo tenemos dificultades que nos perturban mental y emocionalmente. No obstante, al sufrir en nuestra mente y en nuestras emociones, sentimos algo grato en lo profundo de nuestro espíritu. Parece que si no sufriéramos, no tendríamos este deleite. El sufrimiento cristiano nos trae el disfrute cristiano. Desde el momento en que invocamos el nombre del Señor Jesús y lo recibimos como nuestro Salvador, empezamos a ver estos dos aspectos en nuestra experiencia. Quizá la misma noche que usted recibió al Señor Jesús, su esposa le causó dificultades y le manifestó su inconformidad con el hecho de que usted se hubiera hecho cristiano y lo trató de necio. Inmediatamente ella empezó a perseguirlo a usted, y usted sufrió en su mente y en su parte emotiva. No obstante, mientras usted sufría, en su interior se producía algo agradable que lo hacía feliz. Por lo tanto, aun al principio de su vida cristiana, usted tenía el aspecto del sufrimiento, que corresponde a Abraham, y también el aspecto del disfrute, que corresponde a Isaac.
En el mensaje anterior, vimos que Isaac heredó la gracia. En lo relacionado con él todo era cuestión de gracia. El nació en la gracia, fue criado en ella y fue hecho heredero de la misma. En este mensaje, veremos que en Isaac también está el asunto del disfrute. Su vida fue una vida de descanso y de deleite. El relato de la vida de Isaac no indica que él haya sufrido mucho. Por el contrario, revela que él descansaba siempre. Esto se demuestra por su meditación en el campo (Gn. 24:63). ¿Pudo Isaac haber meditado si no hubiera estado en paz y descansando? No. Para meditar, debemos estar en paz. Cuando tenemos problemas, somos incapaces de descansar. Isaac siempre descansa. En Génesis 24 él había perdido a su madre, no tenía esposa y su siervo se había alejado de él. Aún así, no estaba perturbado. El fue al campo para meditar, y no para clamar al Señor. El no dijo: “Oh Señor, ¿que debo hacer? he perdido a mi madre, no tengo esposa y mi siervo se ha ido. Señor, ¡ten misericordia de mí!” Isaac no clamó así, sino que meditó.
No hallamos la palabra descanso en el relato de la vida de Isaac, pero el hecho está ahí. Isaac era una persona muy tranquila. A pesar de los problemas que enfrentó con relación a los filisteos por los pozos, él siempre estuvo en paz. A pesar de afrontar problemas, él mismo no era perturbado. Mientras los filisteos contendían por los pozos, él se mantuvo en paz. Isaac parecía decir: “Si ustedes no me quieren aquí en este pozo, entonces me iré a otra parte. Cuando ustedes vengan a molestarme allí, me iré a otro lugar”. Con eso vemos que Isaac era verdaderamente una persona sosegada. ¿Está usted siempre tranquilo? Examine su experiencia en las últimas veinticuatro horas. ¿Hay algo que lo ha molestado y que le ha sacado de su descanso? Casi todos reconoceremos que hemos sido turbados. Esto demuestra que a pesar de ser Isaac, no siempre descansamos. Hace poco estaba laborando arduamente en el libro de Apocalipsis. Sin embargo, puedo alabar al Señor, porque mientras laboraba estuve muy tranquilo y pude decir: “No tengo nada y no puedo hacer nada. No tengo que hacer nada, porque el Señor lo está haciendo todo”. Todos debemos ser personas sosegadas.
Isaac no sólo descansa, sino que también disfruta. Toda su vida fue una vida de disfrute. Cuando llegó a una edad avanzada, todavía tenía apetito para comer “carne bien guisada”, y le pidió a Esaú que preparara el guisado que le gustaba (Gn. 27:1-4). Cuando Rebeca oyó esto, llamó a Jacob para que trajera dos cabritos de las cabras a fin de prepararle a Isaac el plato que le gustaba (27:5-10). Después de que tanto Jacob como Esaú regresaron con el guiso para su padre, Isaac obtuvo una doble porción. Esaú, Rebeca y Jacob estaban ocupados, pero Isaac sólo se sentó allí a disfrutar el guiso de carne. Así vemos que Isaac era una persona que disfrutaba, y siempre se deleitaba en la provisión de gracia. Este disfrute fue su destino.
El disfrute también es nuestro destino. Jóvenes, no se preocupen por conseguir esposa. Si ustedes se mantienen tranquilos y siguen disfrutando, la mejor esposa vendrá hacia ustedes. En nuestra vida cristiana existe el aspecto del disfrute. He estado luchando desde la edad de doce años. Ahora, después de casi sesenta años, puedo testificar que a menudo mi esfuerzo ha impedido que el disfrute venga. Si no hubiera luchado, el disfrute habría llegado mucho antes y de una manera más rica. ¿Por qué estorba la lucha el disfrute? Porque el disfrute es nuestro destino. Todos fuimos predestinados para ello. Jóvenes, olvídense de sus conflictos. Vayan simplemente a casa, oren, alaben y duerman. A la siguiente mañana, levántense, tengan un buen avivamiento matutino, y coman un buen desayuno. No se preocupen por buscar esposa; Rebeca vendrá a ustedes. Este es el disfrute que constituye nuestro destino. ¿Acaso no somos hijos de Dios? ¿Cómo pueden los hijos de Dios ser personas miserables? Debemos declarar: “Alabado el Señor porque soy hijo de Dios. El Dios todopoderoso que todo lo provee es mi Padre”. La palabra Padre denota una rica provisión. Mientras tengamos un padre rico, tendremos la provisión y no tendremos que preocuparnos. Simplemente debemos disfrutar esta provisión abundante. Este es nuestro destino.
El disfrute es nuestro destino, pero todavía debemos ocuparnos del lugar de disfrute. Consideremos los nombres de los lugares en los cuales Isaac tuvo disfrute. Primero, vemos “el pozo del Viviente-que-me-ve” o “del que se revela a sí mismo” (Gn. 24:62; 25:11). En el pozo del Viviente-que-me-ve, Dios nos visita y se nos revela. Segundo, Isaac tuvo cierto disfrute en el pozo llamado Esek, que significa contienda. Esek era un lugar de contienda, de pelea, de lucha. El tercer lugar era Sitna (26:21), que significa enemistad, odio u oposición. El cuarto lugar fue llamado Rehobot. Rehobot tiene un significado positivo: “lugares amplios” o “caminos anchos”. El último lugar fue llamado Seba que significa juramento (26:22-33). Por lo tanto, Beerseba significa pozo del juramento. Isaac disfrutó de la gracia en cada uno de estos cinco lugares.
Antes de considerar el significado de estos lugares, debemos ver dónde fue criado Isaac. Fue criado en Beerseba junto al pozo y al árbol tamarisco. Antes de casarse, él salió de Beerseba y fue a la región del sur (Gn. 24:62). Como ya vimos, en la Biblia ir hacia el sur significa descender. No creo que Abraham haya salido con Isaac de Beerseba ni de Hebrón. El se quedó o en Beerseba o en Hebrón. Isaac se marchó al sur después de la muerte de su madre y la partida de su siervo, y luego regresó. Una versión dice: “Venía Isaac del camino al pozo del Viviente-que-me-ve”. En hebreo, dice: “Venía del pozo del Viviente-que-me-ve”, lo cual significa que regresaba de allí. Al regresar de ese pozo, él obtuvo esposa. Si se hubiese quedado en el Viviente-que-me-ve y no hubiese regresado a Beerseba o a Hebrón, habría perdido la oportunidad de encontrarse con Rebeca. Cuando regresaba del Viviente-que-me-ve, vino Rebeca. El siervo de Abraham no sabía que Isaac había salido del lugar donde Abraham estaba. El hecho de que Isaac haya regresado de su camino descendente fue obra del Señor. El regresó porque su destino era disfrutar.
Todos nosotros hemos tenido experiencias similares. Después de ir hacia abajo, dijimos repentinamente: “Tengo que regresar”. El momento de nuestro regreso fue el momento exacto en que vino Rebeca. Lo he experimentado repetidas veces. Iba cuesta abajo y de repente me dije a mí mismo: “Tengo que regresar”. En cuanto regresé, vino el disfrute.
Cuando Isaac regresó, vino el disfrute. Al regresar a la posición apropiada, obtuvo una esposa. No obstante, después de su boda, él volvió a viajar al sur con su esposa. Génesis 25:11 afirma que después de la muerte de Abraham, Isaac moró cerca del pozo del Viviente-que-me-ve. Como resultado de su viaje hacia abajo, tuvo que enfrentarse con la enemistad de los filisteos.
Debemos ver un cuadro gráfico en el relato de Isaac. El no descendió a Egipto, sino al sur, a la tierra de los filisteos. El relato de Génesis enseña que el pueblo de Dios tiene dificultades cada vez que desciende al sur. Abraham tuvo problemas en Egipto y en la tierra de los filisteos. Su hijo Isaac también tuvo problemas cuando fue a la tierra de los filisteos, pues contendió con ellos y tuvo enemistad con ellos. El disfrutó los caminos espaciosos, la anchura, de Rehobot, pero allí no se le apareció el Señor. En el Viviente-que-me-ve, Esek, Sitna y Rehobot no se le apareció el Señor. El Señor no apareció a Isaac antes de que éste fuese a Beerseba. La misma noche en que Isaac subió de Rehobot a Beerseba, el Señor se le apareció (Gn. 26:23-24).
Aquí vemos un punto crucial, un punto que muchos cristianos no entienden. Como cristianos, estamos destinados a disfrutar. Dondequiera que estemos y por muy acertados o equivocados que estemos, fuimos destinados a disfrutar. Aun cuando Isaac iba hacia abajo al Viviente-que-me-ve, seguía disfrutando de un pozo, el pozo del Viviente-que-me-ve, que se nos revela. Algunos dirán: “Esto es maravilloso. Mientras tengo al Viviente-que-me-ve, el cual se revela a mí, eso es suficiente”. Sin embargo, cuando leemos la Biblia, debemos conservar el principio de lo que se menciona por primera vez. El Viviente-que-me-ve se menciona por primera vez en 16:14 y fue el sitio donde Agar se asentó después de huir de Sara. Sara representa la gracia; por lo tanto, la huida de Agar significaba que ella había dejado la posición de la gracia. En el desierto, en un lugar de sufrimiento, Dios la visitó. Por lo tanto, el Viviente-que-me-ve fue un lugar donde quien había dejado la posición de la gracia todavía podía tener cierto disfrute de la visitación de Dios.
Es posible que anteriormente nos hayamos preguntado si nuestra posición estaba correcta, pues sentimos que nos habíamos apartado de la gracia. A pesar de tener estas dudas, conservábamos cierto disfrute y nos consolábamos, diciendo: “Si yo estuviese equivocado, no tendría este disfrute. No obstante, aquí tengo el pozo del Viviente que-me-ve, que me visita. Puesto que tengo este deleite, debo de estar en el lugar correcto”. Sin embargo, ése no es el caso. Por una parte, estamos destinados a disfrutar, y dondequiera que estemos tendremos alguna medida de deleite. Por otra parte, podemos tener este disfrute en la posición equivocada, y no en el lugar en donde Abraham plantó el árbol tamarisco, sino en el lugar a donde Agar escapó de la gracia. El Viviente-que-me-ve fue el lugar donde moró quien había huido de la gracia pero seguía disfrutando algo de la visitación de Dios. Casi todos nosotros hemos experimentado esto. Dudamos de nuestra posición, pero conservamos cierto disfrute y nos sentimos confirmados por ello. No tome este disfrute como una confirmación. El disfrute es nuestro destino, pero podemos tenerlo en un terreno inadecuado, en el pozo del Viviente-que-me-ve y no en Beerseba.
Un pozo denota disfrute y satisfacción. En el transcurso de la vida de Isaac, él jamás tuvo sed. Adondequiera que iba, no importa si era el lugar equivocado o el sitio correcto, había un pozo. Su vida se caracterizaba por los pozos. Algunos podrían discutir con nosotros, diciendo: “Usted dice que estoy equivocado en mi posición. ¿Entonces por qué tengo un pozo aquí?” El disfrute que tiene del pozo no justifica su posición, pues el disfrute es su destino de todos modos. Anteriormente muchos de nosotros teníamos el concepto religioso según el cual Dios nos abandonará y no tendremos más disfrute si nos equivocamos. Sin embargo, por muy equivocados que podamos estar, seguimos siendo hijos de nuestro Padre, y El jamás nos abandonará. Puedo ser el niño más travieso, pero todos los días sigo disfrutando de la provisión de mi Padre. Este disfrute es nuestro destino, nuestra porción.
Cuando algunos oyen que Isaac hallaba un pozo dondequiera que iba, pueden pensar que ellos pueden ir adonde les plazca, porque este disfrute también es su destino. No razone así. Usted puede tener un pozo para su disfrute, pero se perderá la aparición del Señor y no podrá cumplir el propósito eterno de Dios. Más adelante, veremos que el propósito de Dios jamás puede ser cumplido en el Viviente-que-me-ve ni en Esek ni en Sitna ni siquiera en Rehobot. Sólo se puede cumplir en Beerseba, y es allí donde debemos permanecer. Si lo hacemos, experimentaremos la aparición del Señor y tendremos la base apropiada para heredar las promesas a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Podemos tener pozos, inclusive “un pozo de aguas vivas” (26:19), en otros lugares, pero esos pozos no nos ayudan a cumplir el propósito eterno de Dios. Su propósito sólo puede cumplirse en el pozo que está cerca del árbol tamarisco de Beerseba.
Isaac experimentó cierto disfrute en todos los lugares en donde había un pozo, pero Dios no estaba satisfecho y usó las circunstancias para obligarlo a regresar a Beerseba. Dios parecía decir: “Isaac, estás establecido, pero no estás establecido en el lugar adecuado. Suscitaré una contienda que te obligue a regresar a Beerseba”. Isaac había descendido, pero Dios usó las circunstancias para forzarlo a subir del Viviente-que-me-ve a Beerseba. Puesto que Isaac no tenía deseos de regresar, Dios tuvo que forzarlo a regresar a Su lugar.
Algunos maestros cristianos han alentado a los creyentes a seguir el ejemplo de Isaac y a no contender con los demás. Según esta enseñanza, cuando cavamos un pozo y otros lo toman, debemos tolerarlo simplemente y entregárselo a ellos. Si vamos a otro lugar y excavamos otro pozo, y otros se apoderan de él, no debemos contender, sino ir a otro lugar. Al final llegaremos a un tercer lugar, un lugar de caminos anchos. No obstante, esta enseñanza no toma en cuenta el propósito de Dios que consistía en hacer volver a Isaac a Beerseba, el lugar donde Dios se le apareció. En Beerseba, después de la aparición de Dios, Isaac edificó un altar, invocó el nombre del Señor y erigió su tienda (26:24, 25). Isaac no construyó un altar en otro sitio. La aparición del Señor con Su promesa y el testimonio se encontraban en Beerseba. Este fue el lugar en el que Isaac recibió la promesa que cumpliría el propósito eterno de Dios. No la recibió en el Viviente-que-me-ve, que se revela; ni en Esek, el pozo de la contienda, ni en Sitna, el pozo de la enemistad, ni siquiera en Rehobot, el pozo de caminos anchos. Isaac disfrutaba en todas partes, pero la aparición del Señor (la cuál es diferente de una simple visita de Dios) sólo sucedió en Beerseba. El pudo heredar la promesa y llevar una vida que fuera un testimonio para que se cumpliera el propósito de Dios, solamente en Beerseba. Sólo allí, en el pozo del juramento, podemos tener la aparición del Señor, heredar la promesa, edificar un altar, invocar el nombre del Señor y plantar una tienda como testimonio. Allí y solamente allí podemos cumplir el propósito eterno de Dios.
El disfrute que podemos tener en cualquier parte, pues tal es nuestro destino, no constituye una confirmación ni una justificación de nuestra posición. Lo correcto de nuestra posición sólo se puede determinar por la aparición del Señor y no simplemente por el disfrute. En muchos lugares hemos disfrutado, pero cuando estuvimos allí, sentimos en lo profundo de nosotros que no teníamos la aparición del Señor. Además, en esos lugares no teníamos ni un altar ni una tienda, ni invocábamos el nombre del Señor desde lo profundo de nuestro espíritu. Podemos disfrutar en cualquier parte, pero sólo en Beerseba podemos cumplir el propósito de Dios.
Vimos ya que Isaac disfrutó de todos los pozos. Adondequiera que iba hallaba un pozo que podía disfrutar. Esto revela que por muy correcta o equivocada que sea nuestra posición, existe un pozo para nuestra satisfacción. Aparte de disfrutar de los pozos, Isaac consiguió una esposa escogida (Gn. 24:61-67). El la obtuvo sin hacer nada. Mientras meditaba en el campo, ella vino a él. Isaac no era un hacedor, sino uno que disfruta. Su padre y su siervo le consiguieron la esposa. Isaac ni siquiera fue a Rebeca, sino que Rebeca vino a él. En toda la historia, jamás he oído un caso semejante en el cual la novia haya venido al novio. Todos los hechos naturales cristianos no son más que una figura de alguien que suplanta, que se ase de calcañares. Nunca suplante ni coja el calcañar de los demás. Rebeca es su porción y ella vendrá. Antes de la fundación del mundo, Rebeca fue destinada a pertenecerle a usted. ¿Lo cree usted? ¿Se atreve a proclamarlo? Isaac recibió su Rebeca simplemente cuando meditaba en el campo, y no tuvo que hacer nada al respecto. Este es el disfrute.
Después de veinte años sin tener hijos, Isaac tuvo gemelos (Gn. 25:20-21, 26b). ¿Acaso no dijo Dios en Su promesa, que Isaac, la simiente de Abraham, sería aquel en quien todas las familias de la tierra serían benditas? Supongamos que Isaac jamás hubiese tenido hijos, ¿cómo podría, entonces, cumplirse esta promesa? Y si esta promesa no se cumplía ¿cómo podría cumplirse el propósito de Dios? Por lo tanto, no era solamente Isaac quien necesitaba un hijo; Dios también necesitaba una simiente de Isaac. Isaac no se dio cuenta de eso durante veinte años; por esta razón, Dios no hizo nada. Dios tenía una necesidad e intentaba hacer algo al respecto; pero necesitaba la cooperación humana. Durante veinte años, Isaac solamente estuvo disfrutando, sin preocuparse por la necesidad de tener un hijo. Después de veinte años, se dio cuenta de que tenía esta necesidad y de que su necesidad correspondía a la de Dios. Cuando él tomó consciencia de ello, oró y Dios contestó su oración.
Lo mismo sucede en nuestro caso hoy. Cuando nos damos cuenta de que nuestras necesidades corresponden a las necesidades de Dios, y oramos al respecto, Dios contesta nuestra oración. En realidad, su respuesta a nuestra oración constituye el cumplimiento de su propósito. Nuestra necesidad debe ser la necesidad de Dios, y al orar por nuestra necesidad oramos por la necesidad de Dios. Cuando nuestra necesidad corresponda a la de Dios y cuando oremos por nuestra necesidad, la necesidad de Dios también será satisfecha. Cuando Isaac oró pidiendo un hijo, ¿cuál necesidad era más grande, la de Isaac o la de Dios? Indudablemente, la necesidad de Dios era mayor. Sin embargo, la necesidad mayor, la de Dios, sólo podía cumplirse al ser satisfecha la necesidad más pequeña, la de Isaac. Dios puede intervenir y suplir Su necesidad solamente cuando el hombre se da cuenta de esta necesidad y ora por ella. Dios tiene un propósito, y nosotros tenemos una necesidad que corresponde a ese propósito. Sin embargo, Dios no puede hacer nada hasta que nosotros seamos conscientes de nuestra necesidad y oremos por ella. Entonces Dios responderá a nuestra oración a fin de satisfacer nuestra necesidad para cumplir Su propósito. Finalmente Isaac tuvo un hijo, Jacob, quien no sólo satisfizo su necesidad, sino que también cumplió el propósito eterno de Dios. De Jacob procedió Cristo, quien produjo la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén. Estas entidades eternas fueron el resultado de que fuera satisfecha la necesidad de Isaac, una necesidad que correspondía a la necesidad de Dios.
Estamos destinados a disfrutar, y adondequiera que vayamos habrá un pozo. Sin embargo, al disfrutar la gracia de Dios, debemos proporcionarle nuestra coordinación humana para que El cumpla Su propósito eterno por medio de nosotros. Esto significa que jamás disfrutaremos la gracia en vano, pues al disfrutar la gracia, ésta se convierte en el cumplimiento del propósito de Dios.
Isaac recibió una cosecha centuplicada y llegó a ser grande (Gn. 26:12-14). En Génesis 26:13 dice que se enriqueció. Isaac “se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso”. El se enriqueció cumpliendo el deber normal de sembrar, y recibiendo la bendición del Señor. Esto también era un asunto de disfrute, pero tal disfrute no se encontraba en la posición adecuada. Quizá Isaac se haya dicho: “Mi posición debe ser correcta. Si no lo fuese, ¿cómo podría el Señor bendecirme con todas estas riquezas?” No obstante, Dios pudo haber dicho: “Isaac, estás establecido aquí y has adquirido grandes riquezas, pero Yo no estoy conforme con tu posición. Suscitaré circunstancias que te obliguen a abandonar este lugar”. Que el Espíritu Santo nos muestre este cuadro tan vívido. Por una parte, vemos el disfrute apropiado; por otra, vemos la posición incorrecta. Aun cuando nuestra posición no sea la adecuada, podemos seguir disfrutando. No obstante, no se imagine que este disfrute justifica su posición. Mientras nosotros disfrutamos, nuestra necesidad es satisfecha. Pero si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, debemos estar en la posición correcta. No obstante, aun cuando no estemos en la posición correcta, Dios seguirá otorgándonos Su rica provisión. Esto es maravilloso. ¡Qué Dios tan maravilloso! ¡Qué maravillosa provisión! Fuimos destinados para disfrutar. Aunque estemos equivocados en nuestra posición, tenemos el rico deleite. En todo caso, Dios no nos abandonará. El usará nuestras circunstancias para volvernos a la posición adecuada a fin de que cumplamos Su propósito.
Antes de regresar a Beerseba, Isaac disfrutó continuamente, y recibió gracia tras gracia. Después de recibir la cosecha centuplicada, encontró el pozo de aguas vivas y entró en los lugares espaciosos, los caminos anchos (Rehobot, Gn. 26:15-22). Aunque tenía un deleite tan rico, su posición no era la correcta y fue forzado a abandonar los caminos anchos y a regresar a Beerseba.
Cuando Isaac volvió a Beerseba (Gn. 26:23-33), inmediatamente el Señor se le apareció, le habló y confirmó Su promesa, diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo” (Gn. 26:24). Entonces a partir de Beerseba, Isaac tuvo el testimonio adecuado. El construyó un altar, invocó el nombre del Señor y plantó su tienda (Gn. 26:25). Allí en Beerseba llevó una vida que cumpliría el propósito eterno de Dios. Finalmente, los opositores fueron sometidos en Beerseba (Gn. 26:26-31). Beerseba es el lugar adecuado, el lugar en el cual tenemos la posición correcta, y ésta tiene mucha importancia tanto para Dios como para nosotros.