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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 68

Bajo la mano de Dios

(1)

  El libro de Génesis contiene las biografías de nueve personas importantes: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José. El relato más largo es el de la vida de Jacob, pues ocupa casi la mitad del libro de Génesis. ¿Por qué el libro de Génesis dedica tantas páginas a esta persona? Si usted lee detenidamente dicho libro, verá que el relato de Jacob, a diferencia del de Abraham, presenta muchos detalles. La biografía de Enoc ocupa menos de medio capítulo, y la de Enós solamente unos versículos. Noé fue una persona importante, pero Génesis no le dedica muchas páginas. La razón por la cual el relato de Jacob es tan extenso radica en que en la experiencia de vida no hay nada que tome más tiempo que la transformación. Fuimos llamados en un instante, salvados en un momento y perdonados y regenerados en menos de un minuto. Pero la transformación requiere toda una vida. Desde el día en que fuimos salvos, hemos estado en el proceso de transformación.

  En Abraham vemos el llamado de Dios y la justificación. En Isaac vemos a una persona que siempre disfruta la gracia de Dios. Parece que Isaac no quería saber nada, ni usar nada de sí mismo. Cuando Jacob lo engañó, él sabía que algo no encajaba, pues dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (27:22). Si yo hubiese estado en el lugar de Isaac, habría estudiado el asunto muy detenidamente antes de bendecir a alguien. Isaac tenía la duda y no sabía si se trataba de Esaú. El conocía las voces de sus hijos y oyó claramente la voz de Jacob, pero no discernió quién era (Gn. 27:23). Eso indica que a Isaac no le gustaba ejercer su discernimiento. El no era perezoso para comer, pero sí para discernir. El libro de Génesis no dedica mucho espacio a Isaac.

b. Fue quebrantado

  En Jacob no vemos el llamado de Dios ni la justificación, y tampoco el disfrute de la gracia. Vemos, eso sí, cómo fue quebrantado por Dios (25:19—32:21). Inclusive cuando Jacob estaba en el vientre de su madre, Dios lo tocó. Durante toda la vida, él estuvo constantemente bajo la mano disciplinaria de Dios. Lo que Dios hacía con él lo transformaba. Jacob nació como suplantador, uno que se ase del calcañar. Pero Dios deseaba tener un príncipe. ¿Cómo pudo ese suplantador llegar a ser un príncipe de Dios? Sólo por la transformación. Resulta fácil cambiar un edificio material, pero es difícil transformar a un suplantador en un príncipe de Dios. Eso no puede hacerse de un día para otro; requiere toda una vida. Puesto que Jacob representa el aspecto de la transformación, su biografía es muy extensa.

  En Gn. 25:19-34; 27:1-46; 28:1-5 vemos cuatro personas: Jacob, Esaú, Isaac y Rebeca; cada una de ellas es distinta de las demás. Aunque Jacob y Esaú eran gemelos, diferían diametralmente el uno del otro. “Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas” (25:27). Jacob era sosegado, persona sutil y hábil, y Esaú era agreste, tosco y fuerte. Mientras Jacob y Esaú peleaban en el vientre de su madre, Esaú ganó por ser más fuerte. Mientras Jacob luchaba por salir primero, Esaú parecía decir: “¿Qué estás haciendo? Déjame salir primero”. Jacob era astuto, mientras que Esaú era fuerte físicamente. Cuando Esaú se enteró de que Jacob lo había engañado, amenazó con matarlo. Esaú parecía decir: “Jacob, tú me has suplantado; mi mente no puede vencer la tuya, pero un día te mataré”. En eso vemos que Jacob y Esaú eran totalmente diferentes.

  Isaac y Rebeca también eran diferentes el uno del otro. Rebeca era inteligente, ingeniosa, hábil y capaz de manipular a toda la familia. Ella desarrolló la misma habilidad que Jacob y dirigía a su esposo. Isaac era totalmente manipulado por Rebeca. Como resultado de esta manipulación, tanto Esaú como Isaac fueron suplantados. No sólo fueron suplantados por Jacob, sino también por Rebeca. Cuando Isaac mandó a Jacob lejos, quizá haya pensado que tal acción era idea suya. Pero en realidad, fue idea de Rebeca. Después de que ella dijera algunas palabras a Isaac, éste mandó a Jacob lejos, a casa de Labán (28:1-5). Rebeca manipuló a Isaac en este asunto.

  Lo que hicieron Isaac, Rebeca y Esaú redundó en el bien de Jacob. Dios usó a estas tres personas para transformar a Jacob. En eso vemos que todas las cosas obran para el bien de los que son llamados por Dios (Ro. 8:28). Más adelante, veremos que Labán y también las esposas de Jacob, sus siervas, sus hijos y sus hijas fueron usados por Dios para transformar a Jacob. Toda circunstancia, situación y persona que encontramos en la vida de Jacob fue usada para transformar al suplantador en un príncipe de Dios.

  No hay otro relato que nos hable de la transformación como lo hace la historia de Jacob. Este había sido escogido y predestinado. El propósito de Dios para con este escogido era transformarlo en príncipe Suyo. A Dios no le gusta transformar a la gente buena, sencilla, justa, honesta y noble. El prefiere transformar a los suplantadores como Jacob. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Es usted bueno, justo y honesto o es un Jacob? Todos nosotros, incluyendo a las hermanas, somos Jacob. ¿No ha suplantado usted a otras personas? Hermanas, ustedes probablemente han suplantado a su madre, a su marido y a sus hijos. Algunos suegros han suplantado a sus yernos, y algunos tíos a sus sobrinos. No piensen que ustedes son buenos. Yo no me considero tan bueno como Abraham e Isaac. No, creo que soy como Jacob. El hecho de saber que somos Jacob debe alentarnos. No digan: “Oh soy tan malo y tan vil. No soy una persona noble”. Si usted es así, alabe al Señor. Usted es la persona adecuada para recibir la misericordia y la gracia de Dios.

  Dios no escogió a la gente buena. Si nosotros hubiéramos escogido, probablemente todos habríamos elegido a Esaú en vez de a Jacob. En comparación, Esaú era mejor que Jacob. El nunca engañó ni suplantó a nadie. No obstante, Dios no escogió a Esaú, sino a Jacob. Todos los que Dios escogió son traviesos. Si usted es bueno, entonces no debe de haber sido escogido por Dios. Abraham es el ejemplo de alguien que es justificado por la fe, pero Jacob es el ejemplo de uno que es escogido. ¿Ha sido usted escogido? Entonces debe ser un Jacob, porque Dios sólo escoge a Jacob. Dios es Dios, y nosotros debemos adorarlo como tal. El escogió soberanamente a Jacob, al que era suplantador.

1) Nació en segundo lugar

  Dios dispuso soberanamente las circunstancias relacionadas con la vida de Jacob. Cuando Jacob y Esaú se encontraban en el vientre de su madre, luchaban para ver quién nacería primero (Gn. 25:22-26). Jacob era astuto y parecía pensar así: “Ambos estamos en el vientre, el que salga primero será el mayor y tendrá la primogenitura. No debo perder la primogenitura”. Por tanto, Jacob empezó a luchar. Por la soberanía de Dios, Jacob tenía una mente hábil, pero no tenía mucha fuerza física; mientras que Esaú no era tan inteligente, pero era físicamente más fuerte y, en consecuencia, venció a su hermano y no le permitió nacer primero. Aunque Esaú fue engañado por la mente hábil de Jacob, éste fue vencido por la fuerza de aquél. Si Jacob hubiera tenido mucha inteligencia y una gran fuerza física, Esaú no habría podido hacer nada, y Jacob habría tenido todo lo que hubiera querido. Pero Dios fue muy sabio y parecía decir: “Jacob, te dejaré tener una mente aguda, pero no te daré mucha fuerza física. Tu hermano quizá sea torpe, pero lo haré más fuerte que tú. Tú tendrás una mente hábil, y él tendrá un cuerpo fuerte”. Por lo tanto, aun antes de nacer, Jacob fue vencido por Esaú, y nació en segundo lugar.

  Pese a que Jacob fue vencido, no quiso admitirlo y tomó por el calcañar a Esaú (25:26), lo cual indica que se rehusó a aceptar la derrota. Lo mismo sucede en nuestro caso. A menudo somos vencidos por nuestro Esaú, pero no lo reconocemos y seguimos asidos de su calcañar. A veces las hermanas son vencidas por sus esposos, pero se rehúsan a reconocer su derrota, y toman el calcañar del esposo. En otras ocasiones, los maridos son vencidos por sus esposas, y son ellos los que se asen del calcañar de ellas. Es posible que hoy mismo usted haya tenido esta experiencia. Todos somos Jacob. Dios nos escogió, y nos encontramos debajo de Su mano quebrantadora.

  Permítanme compartirles algo de mi propia experiencia. He estado en muchas iglesias locales. En todas las iglesias, los ancianos pensaban que yo los estaba disciplinando, pero yo sentía que yo estaba recibiendo la disciplina de parte de ellos. En los primeros dos o tres lugares, yo no estaba seguro, pero me di cuenta más adelante de que la mano de Dios me estaba tocando. Llegué a entender que uno de los ancianos era mi Esaú, otro era mi Isaac, y que otro era mi Rebeca, y que yo era su Jacob. Yo los necesitaba a todos ellos. Dios jamás se equivoca. Todos los colaboradores, ancianos y hermanas responsables que Dios me ha dado, siempre han sido lo opuesto de mí. Por ejemplo, cuando prefería tener a una persona cuidadosa, Dios no me la dio. Sin embargo, toda situación de ésas ha sido provechosa para mí. Cada incidente ha ayudado a transformarme un poco más. Cuando me sucedieron ciertas cosas, no estuve contento con todos mis queridos Isaac, Rebeca y Esaú. No obstante, en lo profundo de mi corazón, pude decir: “Te alabo Señor. Estoy agradecido por todas las personas y por todas las cosas”.

  No fue ninguna casualidad que Jacob naciera de Isaac y de Rebeca, y que Esaú fuese su hermano. Todo eso fue dispuesto por el Padre para la transformación de Jacob. Desde que Jacob estaba en el vientre de su madre, era necesario que alguien fuese físicamente más fuerte que él. Decimos a menudo que los gemelos son iguales. No obstante, si Jacob y Esaú hubieran sido idénticos, Jacob jamás habría sido tocado. Jacob era un hombre quieto y siempre usaba su mente, mientras que Esaú era un cazador que usaba su fuerza física. Por consiguiente, Esaú era exactamente lo que Jacob necesitaba.

  No se queje de su vida matrimonial, pues su cónyuge es la mejor persona para usted. De cien personas casadas, es probable que ningún marido afirme estar satisfecho con su esposa, y probablemente ninguna esposa diga que está satisfecha con su marido. Antes de casarnos, todos soñábamos con la vida matrimonial. Pero nuestro matrimonio vino a ser todo lo contrario. No obstante, quienquiera que sea nuestro cónyuge, él o ella es el don de Dios para nosotros y es exactamente la persona que necesitamos. En toda mi vida jamás he visto una persona cuyo segundo matrimonio, después de un divorcio, haya resultado mejor que el primero. Sé de algunas personas que se han casado cuatro veces, y han dicho que cada matrimonio resultó peor que el anterior. El matrimonio de los escogidos de Dios se encuentra bajo Su soberanía. Rebeca fue traída a Isaac, y fue su esposa. Independientemente de lo buena o mala que fuese, ella fue el destino de Isaac. El no tenía alternativa. Yo he tenido mucha experiencia en la vida espiritual, en la vida humana y en la vida matrimonial, y puedo darles este consejo: no se guíen por sus preferencias. Si usted se basa en su preferencia, sufrirá.

2) Obligado a abandonar a su amorosa madre y el hogar del padre

  Consideren el cuadro de la experiencia de Jacob. El no escogió a Esaú como hermano, ni a Isaac y Rebeca como padres. El padre, la madre y el hermano correspondían exactamente a la necesidad de Jacob. Como ya vimos, cuando Jacob se encontraba en el vientre de su madre, luchaba y estaba bajo el toque de la mano soberana de Dios. Desde el principio de su vida, Jacob fue vencido. Este fue el comienzo de su transformación.

  El padre de Jacob era una persona que disfrutaba y que no ejercía mucho discernimiento. Era una persona sencilla, y disfrutaba de la gracia todo el día. No le gustaba pensar, considerar las cosas ni actuar mucho. No le agradaba mucho estar activo. Mientras él meditaba en el campo, Rebeca vino a él. Isaac simplemente disfrutaba. A él no le importaba si el cielo estaba claro o nublado. Mientras pudiera comer y disfrutar, estaba satisfecho. Cuando Jacob vino a él haciéndose pasar por Esaú, Isaac no ejerció su discernimiento. Cuando a Rebeca le preocupó la posibilidad de que Jacob se casara con una de las hijas de Het (27:46), Isaac lo llamó, le encargó que no tomara esposa de las hijas de Canaán y lo mandó a Labán, hermano de su madre. La sencillez de Isaac redundó en el beneficio de Jacob. Si Isaac no hubiera sido tan simple y hubiera ejercido más control, le habría resultado difícil a Jacob obtener la primogenitura y recibir la bendición.

  Ya hicimos notar que Rebeca era lo opuesto de Isaac. Ella reflexionaba mucho. Es posible que haya mantenido su mente ocupada día y noche con la idea de conseguir la primogenitura para Jacob. Puede ser que haya observado continuamente la manera en que Isaac trataba a Esaú. Si ella no prestaba atención, ¿cómo, entonces, habría podido escuchar la conversación que Isaac tuvo con Esaú acerca de la bendición? (27:1-5). Después de escuchar esta conversación, ella llamó inmediatamente a Jacob y le dijo lo que debía hacer (27:6-13). Jacob consiguió la primogenitura y recibió la bendición debido a que Isaac y Rebeca eran muy diferentes entre sí.

  Esaú era una persona descuidada. En cuanto a la primogenitura, él parecía decir: “Jacob, ¿quieres la primogenitura? Para mí no significa mucho. Si me das algo de comer, te la daré”. Vemos, pues, que Esaú era tosco y descuidado. El padre sencillo, la madre ingeniosa y el hermano tosco y descuidado provocaron el sufrimiento y el quebrantamiento de Jacob.

  Después de que Jacob se apoderó de la primogenitura (Gn. 25:27-34) y de la bendición del padre (Gn. 27:5-29), Esaú lo aborreció y abrigó la intención de matarlo (27:41). Cuando Rebeca se enteró, le dijo a Jacob que fuese a casa de su hermano Labán hasta que la ira de Esaú desapareciera (27:32-45). Después de decirle eso a Jacob, ella manipuló al padre para que mandase lejos a Jacob. Esto condujo a Jacob al pozo de la transformación. A Jacob le resultó difícil abandonar a su amorosa madre y el hogar de su padre, pero se vio obligado a escapar (Gn. 27:42—28:5). El no tenía alternativa. Se vio obligado a irse a un país extraño. Más adelante veremos que cuando Jacob estaba en la casa de Labán, se hallaba en el horno. Labán, Lea, Raquel, las siervas y todos los hijos, fueron utilizados para consumir como fuego a Jacob por todos lados. Jacob sufrió en todas partes y en todo aspecto. Dios lo puso en una situación tal que pudo ser transformado.

  Cuando leemos Génesis 25, 27 y 28, vemos que la mano soberana de Dios reposaba sobre Jacob para transformarlo. No obstante, en aquel entonces, Jacob no se daba cuenta de que estaba bajo la obra transformadora de Dios. El sólo conocía lo tosco que era su hermano y su ira, la inteligencia de su madre, y la sencillez de su padre. En realidad, él se encontraba bajo los azotes de Dios día tras día. Ningún día fue desperdiciado. Cada persona con que él se encontraba y todo lo que le sucedía era parte del quebrantamiento. Indudablemente Jacob representa el aspecto de transformación en nuestra vida espiritual. Si queremos saber lo que es la transformación, debemos leer la historia de Jacob varias veces.

  Al leer la historia de Jacob, he visto claramente la mano quebrantadora de Dios. Después de entender eso, me di cuenta de que todo lo que sucede entre los demás y yo, constituye una disciplina para mí. Los ancianos, los hermanos, las hermanas, mi esposa y mis hijos no tienen la culpa de lo que sucede. Todo está bajo la mano soberana de Dios como quebrantamiento para beneficio mío. Los necesito a todos ellos. Quizá mañana necesite otro tipo de quebranto. El Señor sabe qué clase de esposa, madre, hijos, suegros y nietos necesitamos. Nada sucede al azar. Todo ha sido preparado y sucede conforme al plan y al itinerario de Dios. Nada ocurre ni demasiado tarde ni demasiado temprano. Todo sucede a su debido tiempo. Finalmente, diremos: “Padre, gracias por Tu mano soberana. Gracias por Tus azotes, por Tu arreglo, y por todo lo que has hecho. Ahora sé que todo ha sido arreglado por Tu soberanía. No soy más que un Jacob escogido bajo Tu mano”.

  ¿Piensa usted que a Jacob le agradaba ir a la casa de Labán? No, él fue obligado a ir. El no fue enviado allí por su padre ni por su madre, sino por la mano soberana de Dios. Efectivamente, Jacob fue elegido por Dios, y Dios planeó darle la primogenitura. No obstante, Dios sabía que Su escogido necesitaba mucha transformación. Por consiguiente, el asunto no era solamente la primogenitura ni la bendición, sino también la transformación. Desde el primer día hasta el último, la mano de Dios estuvo sobre Jacob. ¡Cuánto debemos agradecer y alabar al Señor. El nos escogió y nos predestinó, y ahora nos encontramos bajo Su mano soberana para ser quebrantados día tras día! Dios nos azota por medio de toda clase de personas y circunstancias. Hace tiempo un hermano me dijo: “En mi vida todas las personas fueron puestas a mi alrededor por obra de Dios, excepto mi esposa”. Le dije: “Hermano, tu esposa fue la primera persona que Dios preparó para ti”. Sin excepción alguna, todas las personas que se cruzan en nuestra vida son usadas por Dios para transformarnos.

3) La soberanía de Dios al cumplir el propósito de su elección

  Ahora debemos considerar la soberanía de Dios, la cual El usa para cumplir el propósito por el cual nos eligió. Primero debemos ver que Esaú menospreció la primogenitura y la vendió (25:30-34). La primogenitura, la cual Dios desea dar a Su pueblo escogido, incluye tres cosas: expresar a Dios, representarlo y participar de Su reino. Todos fuimos escogidos para expresar a Dios en Su imagen, representarlo con Su dominio y participar de Su reino. El reino práctico de Dios hoy en día está en la vida de iglesia. Por nuestro segundo nacimiento, todos obtuvimos la primogenitura para expresar a Dios en Su imagen, representarlo a El en Su dominio, y participar de Su reino tanto en la iglesia ahora como en el reino en el futuro. Toda persona regenerada tiene la primogenitura.

  Esaú menospreció su primogenitura debido a su amor por los placeres físicos, es decir, su amor por el mundo, y los deleites mundanos (He. 12:16-17). El que vende la primogenitura no debe culpar al que la compra. Jacob fue astuto al comprarla, pero Esaú estuvo dispuesto a venderla. El trato no se habría podido concluir unilateralmente. Igual que Esaú, muchos cristianos regenerados han rechazado su primogenitura, amando los deleites mundanos, y no se preocupan por lo preciosa que es la primogenitura de Dios. La mayoría de los cristianos de hoy son así. No se preocupan por expresar a Dios, por representarlo ni por estar en el reino de Dios en la vida de iglesia. Por consiguiente, cuando venga el reino, no tendrán parte en él. En su vida actual, han vendido su primogenitura. Por disfrutar de las cosas físicas han descuidado y menospreciado su primogenitura. Si se hubieran preocupado por la expresión de Dios, por Su representación y reino, habrían quedado en la vida apropiada de iglesia, la cual es el reino de Dios hoy en día.

  Le damos muchas gracias al Señor porque en medio de la degradación actual, El nos ha introducido en la vida de iglesia, donde estamos en el reino de Dios y donde, en la práctica, expresamos y representamos a Dios. En el reino práctico de Dios disfrutamos de nuestra primogenitura. No estamos satisfechos con nada que nos impida expresar a Dios ni que no nos deje representarlo. Rechazamos todo lo que nos aleje de la vida apropiada de iglesia. Si usted es un cristiano que no practica la expresión de Dios ni lo representa en Su reino práctico hoy, entonces usted es probablemente una persona que menosprecia su primogenitura. ¡Tenga cuidado! Ninguno de nosotros debe menospreciar su primogenitura, abandonándola por algún deleite físico. Por el contrario, debemos menospreciar todas las cosas del mundo actual. No hay nada más precioso que nuestra primogenitura. No hay nada más valioso que expresar a Dios, representarlo a El y participar de Su reino. Si permanecemos en la vida de iglesia y disfrutamos de nuestra primogenitura, seremos partícipes del reino venidero en donde expresaremos a Dios y lo representaremos para el cumplimiento de Su propósito. Esta es nuestra primogenitura. Ojalá que todos nosotros seamos los Jacob de hoy, y no los Esaú de hoy. Debemos alabar al Señor por Su elección, y agradecerle por Su transformación. En todo caso, debemos valorar nuestra primogenitura y respetarla.

  Dios fue soberano en el hecho de que Esaú menospreciara y vendiera su primogenitura, en el hecho de que Rebeca fuese hábil en su amor parcializado, y en la ceguera de Isaac cuando impartió bendiciones. Todo lo que Esaú, Rebeca e Isaac fueron y todo lo que hicieron redundó en el bien de Jacob, y permitió que Dios cumpliese soberanamente el propósito de Su elección. ¡Alabado sea Dios por Su soberanía! Le agradecemos al Señor por quebrantarnos en todas las situaciones.

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